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EL Nazi
EL Nazi
Vegas” en Tandil pasa a la inversa, “lo que pasa en Tandil, no queda en Tandil”
o al menos no a la vista. Se archiva secretamente, se clasifica, se oculta en el
lugar más recóndito de la memoria popular y se sigue como si nada. Este
comportamiento psicológico de negación colectivo no escapa a las conductas
de las familias conservadoras que ante una tragedia familiar que pudiera
opacar el “buen nombre y honor” se barría debajo de la alfombra y
directamente no se tocaba más el tema. Si Tandil fuese una familia, sin lugar a
dudas seria conservadora, mezquina pero caritativa, hermética, avejentada,
pero con algunas licencias tecnológicas, las justas y necesarias, antigua pero
inserta en el mundo. Si Tandil fuese una persona sería sin dudas Mirtha
Legrand, no me cabe dudas, pero eso es otro tema.
Corría el año 1953 y atrás había quedado ese poderoso general que había
tendido puentes entre Franco y Hitler para conseguir la financiación y la
logística necesaria para expandir el régimen nazi por España. A cambio de este
gran favor, Franco le otorgo a Bernhardt unas valijas llenas de pesetas y varios
cuadros famosos, entre ellos un Greco. Para que tengan una idea hace unos
años se subastó uno en casi 5 millones de euros. Ahora devenido en
empresario alemán y escapado de la cacería por parte de “los aliados”
encontró refugio, donde sino en el paraíso de los nazis, Argentina, de la mano
del dictador Perón quien entonces coqueteaba con el “eje” al punto que recién
tomo posición en contra del mismo y le declaro la guerra 5 meses antes del
final, claramente ya anunciado.
Bernhardt entró como entraban todos, con identidad argentina y además como
destacado hombre de negocios en búsqueda de un lugar pacífico y de bajo
perfil para vivir. Y fue así como eligió (o le eligieron) Tandil para radicarse en
una quinta en las afueras, lo que hoy conocemos como “La Elena”,
casualmente homónima de su esposa, Ellen Wiedembrüg. Las conexiones
políticas y económicas del instruido y sofisticado nazi y su vida ostentosa iban
muy en contra del bajo perfil recomendado para quien fuera el número de siete
en una lista de los más buscados de España por los aliados. Un empresario
que manejaba fondos y activos financieros entre otros de “Sofindus” un grupo
de 350 empresas al servicio del Reich. En su lujosa mansión de la zona de
“Elena” que para ser objetivos pasaba muy poco desapaercibida ostentaba en
el living el famoso Greco desparecido del Museo del Prado, ahí a la vista de
todo aquel que fuera invitado. En una oportunidad, un joven alemán de 18
años, hijo de otro empresario con pasado menos oscuro, se percató de la
importancia de ese cuadro, imaginamos que de pronto llegamos a una casa de
campo y vemos “La Gioconda”, no es algo que pase desapercibido. Primero
por su alto costo y segundo porque ese tipo de cuadros no se exhiben en casas
quintas, sino en grandes museos.
Esta noticia cobró más relevancia aun, hace unos pocos años cuando ocupo
los titulares del diario El País de España quien parece que tiene más inquietud
que nuestros propios medios por descubrir las verdades ocultas tras el inefable
pacto de silencio que envuelve nuestra ciudad.