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Los orígenes de la Bioética en enfermería

Por Gema Freire Martell  /  19 febrero, 2016  /  No hay Comentarios


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Autores: Lucía Caballero / Rodrigo Gutiérrez López
Hace ya dos años que, siendo aún estudiantes de enfermería de la escuela Salus Infirmorum de Cádiz,
nos subimos a un avión rumbo a Cracovia -Polonia- con el propósito de empezar una investigación para
nuestro Trabajo de Fin de Grado (TFG). Así, nos encontramos recorriendo los sitios más relevantes de
aquella ciudad y yendo y viniendo de Auschwitz.

Pero la pregunta es ¿Qué hacen dos estudiantes de enfermería en Auschwitz? ¿Qué relación puede haber
entre este lugar y nuestra profesión? Pues bien, ya durante nuestra formación como grados nos dejaron
entrever que nuestra ética profesional nace como consecuencia de los terribles actos acaecidos durante la
II Guerra Mundial, pero es algo que solo se nombra como algo puntual sin darle la verdadera
importancia que esto tiene. Por tanto, nos dimos cuenta de que sí se nos explica perfectamente cuál debe
ser nuestra ética profesional y los códigos que la regulan, pero no se plantea de la misma manera el
porqué de estos códigos o de dónde proceden. Nuestras inquietudes nos llevaron a hacernos este tipo de
preguntas y la curiosidad por saber más sobre este tema fue lo que nos animó a tenerlo como objeto
central de nuestra investigación. De esta manera, lo que comenzamos con un trabajo de campo en
Polonia para nuestro TFG, se ha convertido ahora en una investigación más profunda que dura ya varios
años sobre una cuestión principal ¿Cuál es el origen de nuestra Bioética actual? Cuestión que creemos
primordial para concienciar a todos los profesionales sanitarios sobre porqué aplicarla en nuestro ámbito
profesional y cómo tratar a los pacientes a pie de cama.

Podemos decir que el concepto de Bioética


(término que no es acuñado como tal hasta 1970 por el estadounidense Van Rensselaer Potter) hace
referencia al área de estudio que aplica las normas éticas, normas impuestas social y culturalmente de
manera externa a los individuos, a las ciencias de la vida, o en nuestro caso, a las ciencias de la salud.
Pero para saber de dónde proviene toda la bioética por las que nos guiamos los profesionales enfermeros
actualmente debemos remontarnos al III Reich Alemán, o a la más conocida como Alemania Nazi.
La relación que tienen dos temas como son la bioética y el III Reich la entendemos si ahondamos e
intentamos precisar el cómo y porqué surgen todos estos códigos y normas. Nosotros defendemos
durante nuestra investigación, que todos son consecuencia de esta oscura época y que, por tanto, para
comprenderlo -como para entender todos los aspectos importantes de la vida- hay que hacer un poco de
memoria histórica. Dejando claro desde un primer momento que no estamos de acuerdo con las
ideologías que van a quedar aquí plasmadas ni justificamos ninguno de los actos que se llevaron a cabo
bajo estas, intentamos comprender los sucesos y a las personas, no solo haciendo una radiografía de lo
que ocurrió, que también, sino poniéndonos en su lugar y viendo las cosas no con nuestros ojos, sino con
los suyos.

La «Higiene racial»
Para ello -tras varios meses de búsqueda bibliográfica, en los que nos empapamos de la historia de la
Alemania de estos años- debimos remontarnos a 1919 cuando, tras el fin de la I Guerra Mundial, se
firma en Paris el famoso Tratado de Versalles. Este fue un tratado de paz firmado por los países que
participaron en esta guerra, tras el que Alemania se siente totalmente humillada y que le ocasiona una
profunda crisis económica y social. Esto hizo que los años 20 en Alemania fueran años de gran
crispación social y pobreza, lo que se convirtió en un “caldo de cultivo” perfecto para que aflorasen
nuevas formaciones políticas radicales que buscaban devolver al pueblo alemán la esperanza y el orgullo
perdido. Fue en estos años cuando nace el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP), más
conocido como el partido Nazi. Del que pronto se puso en cabeza un persuasivo Adolf Hitler, quién tras
unas elecciones democráticas, en 1933 fue nombrado como Canciller de Alemania. Así, daba comienzo
el III Reich junto con la política de sincronización y arianización que llevará a cabo el partido Nazi
durante los siguientes años, poniendo todos los estamentos del gobierno alemán bajo los preceptos
Nazis.

Estos preceptos y toda la ideología del partido Nazi se fundamentaban en una teoría conocida como la
‘Teoría Racial’. Podemos considerar como una evidencia que a lo largo de la historia han surgido
distintas civilizaciones y razas, sin presuponer que ninguna de ellas es superior o inferior a otra. El
Nacionalsocialismo es la primera política contemporánea que se basa en la jerarquización de estas,
tomando como eje central dicha teoría. Aunque no fue Hitler el primero en defenderla -fue un filósofo
francés, Arthur Gobeneau, quien habló de esta teoría por primera vez en su obra » Disertación sobre la
desigualdad de las razas humanas» en 1853- sí fue el primero en aplicarla en su máxima expresión. Esta
teoría se sustenta en tres afirmaciones básicas: primero, encontramos una analogía entre razas humanas y
especies animales; segundo, existe una jerarquización -como hemos dicho- de las razas humanas,
relegando a la “raza judía” al último escalón de esta; y tercero, existe una raza cualitativamente superior
a todas las demás y que es precursora de todas las civilizaciones, la ‘raza aria’. Además, mantiene que
son estas personas que pertenecen a la ‘raza aria’ las únicas que pueden ser consideradas como humanos
y que, la capacidad de reproducción de cada raza debe quedar restringida a sí misma, ya que la mezcla
entre congéneres de distintas razas daría como resultado la degeneración de la especie humana. Esto se
convierte en la Doctrina ideológica que el partido Nazi llevará a todos los rincones de la sociedad
alemana. Con el paso de los años -y a medida que el partido Nazi iba ganando adeptos- esta teoría fue
calando en la comunidad científica, por lo que se hace necesario darle una base científica, a lo que hasta
entonces solo había sido teoría, mediante la aplicación de la Biología. Esto dio como resultado una
Pseudo-ciencia denominada como ‘Higiene

racial’. 
Esta ‘Higiene Racial’ cobró gran importancia dentro del ámbito sanitario, tomando a la sanidad como
uno de los principales instrumentos para llevar a cabo los planes Nazis. Para ello rompieron con la
medicina tradicional, a la que consideraban antinatural, y concibieron su propia Medicina Nazi, cuyo
principal objetivo no era ni la enfermedad ni el enfermo, sino poner la medicina al servicio de los planes
del gobierno de Hitler y cuya finalidad era buscar la excelencia de la raza. Esta medicina como todas las
disciplinas sanitarias tenía su propia ética profesional, la bioética Nazi. Esta bioética (término que no es
exacto ya que, como hemos aclarado anteriormente, no se usó hasta la década de los 70) tenía como
objetivo central salvaguardar el interés de la pureza de la raza aria y del estado alemán. Por ello,
consideraba que era deber del estado hacer políticas sociales y sanitarias que favorecieran el cribado
evolutivo, para que las personas que ellos consideraban como ‘nocivas’ para el cuerpo de la nación
pudieran ser eliminadas, tergiversando así el concepto más actual de salud pública. Según esta Bioética,
que manipula la teoría Darwiniana de la selección natural, se acepta una eugenesia y eutanasia forzadas,
por lo que toda persona que se considerara que tuvieran alguna tara física o psíquica o que no eran útiles
para el estado tenían que ser suprimidas.
Todo esto fue el preámbulo para una ‘ciencia racial’ que a lo largo de todo el régimen se tradujo en
programas específicos de eugenesia y eutanasia, que se llevaron a cabo en la práctica clínica habitual de
los profesionales sanitarios de la Alemania de esta época, con el fin de acabar con lo que ellos
consideraban “lastres sociales” como los discapacitados físicos o mentales, liberando así al estado
alemán de la carga monetaria que estas personas suponían al estado, limpiando la sangre del pueblo
alemán y convirtiendo a las instituciones sanitarias de estos años en unos de los principales instrumentos
de exterminio.

Estas creencias e ideologías se vieron reflejadas en el marco jurídico que le daba un amparo legal a todo
lo que realizaron durante la Alemania de Hitler. El gobierno Nazi aprobó leyes con marcado carácter
opresivo y racista. Un ejemplo claro fueron las famosas Leyes de Núremberg de 1935, un conjunto de
tres leyes antisemitas que regulaban el matrimonio entre judíos y arios o a quién se le consideraba
ciudadano del Reich, excluyendo de esta ciudadanía a los judíos y otras minorías sociales; otra ley muy
importante en estos años fue la Ley sobre la profilaxis de descendencia con enfermedades hereditarias de
1933, en la que se habla por primera vez de dar un “tratamiento especial” a favor de la “salud pública” a
personas de ciertas etnias o con enfermedades indeseadas, lo que mostraba el interés marcado del estado
en los programas de eugenesia y eutanasia anteriormente citados.

El personal sanitario en los campos de concentración nazis


A medida que la legislación nazi fue tornándose más radical fueron abriéndose por todo el territorio
alemán y ocupado centros de hacinamiento para judíos y otras minorías sociales, donde los derechos
civiles y el respeto por las personas eran totalmente obviados. Estos centros fueron los Guetos y los
distintos campos. Lo guetos eran zonas limitadas donde se aislaban a los judíos del resto de la población
de las ciudades alemanas y donde eran sometidos a un asedio por parte del Reich, pero nosotros durante
nuestra investigación nos hemos centrado en los distintos campos, más concretamente en el complejo de
campos abierto en 1940 a unos 70 km de la conocida ciudad polaca Cracovia: el complejo Auschwitz-
Birkenau. Este está constituido por tres campos diferentes -y 43 subcampos- que según con la finalidad
que fueron construidos podían dividirse en tres tipos: el Campo principal o Auschwitz I, campo de
concentración abierto en 1940 con el fin de retener a diferentes tipos de presos -aliviando también así el
número de prisioneros de las cárceles alemanas- y obligarlos a hacer trabajos forzados; Birkenau o
Auschwitz II, campo de exterminio construido en 1941, a 3 km del campo principal, con el fin principal
de eliminar a las personas como parte del plan de Hitler para acabar con la población judía de Alemania;
y Monowitz o Auschwitz III, campo de trabajo establecido en 1942 con el fin de abastecer de mano de
obra esclava a grandes industrias alemanas. Esta diferenciación a medida que pasaron los años, se iba
difuminando cada vez más, ya que el objetivo último de todos estos campos -y también de los guetos-
era acabar con la vida de las personas que el estado consideraba un peligro para la nación.
Dentro de los distintos campos trabajaba personal sanitario propio conocidos como Sanitätsdienstgehilfe
o SDG, es decir, el Servicio Sanitario Auxiliar de la SS -la SS o Schutzstaffel (Compañía de Defensa)
eran la institución encargada de dirigir todos los campos alemanes desde marzo de 1936- y personal que
era elegido de entre los prisioneros, quienes o ya eran sanitarios o se les encomendaba esta función. Este
personal trabajaba en las distintas instalaciones sanitarias que había repartidas por todos los campos, en
las que sus funciones distaban mucho de las que conocemos actualmente en la profesión de enfermería,
convirtiendo estas instalaciones u hospitales -en las que las condiciones higiénico sanitarias eran
precarias- en la mejor herramienta de exterminio con la que contó el gobierno Nazi.

Durante toda la investigación pudimos comprobar cómo un gran número de personal enfermero colaboró
-por convicción y fidelidad al régimen o por coacción- en los actos que se llevaron a cabo durante estos
años. Aunque los enfermeros se regían por una jerarquización dentro del binomio médico-enfermero, en
la que debían obediencia y colaboración al personal médico -en el que años después un gran número de
ellos se escudarían para excusar sus acciones-, verdaderamente fueron un importantísimo engranaje
dentro de la gran máquina de matar que eran estos campos y llevaban a cabo funciones de gran
relevancia para los planes de Reich. Es verdad que una de estas funciones era la de atender a los presos
dentro de los hospitales, pero también es verdad que este cometido acababa cuando el preso que debía
ser atendido no tuviera expectativas claras de volver al trabajo pronto y que llegado el caso era el
enfermero el encargado de eliminarlo mediante la administración de fármacos letales. También era el
personal enfermero el encargado de administrar distintos compuestos experimentales o de colaborar y
asistir, a partir de 1941- en los numerosos experimentos con humanos que se realizaban dentro de estos
campos, experimentos que se realizaban de manera forzada -médicos, genéticos, antropológicos, bélicos,
etc.- con todo tipo de personas, incluso con niños. Otras de sus funciones importantes era colaborar en
las distintas selecciones que se hacían a diario a la llegada de los prisioneros al campo o dentro de los
mismos hospitales, en las que se decidía si un preso era apto para trabajar y por tanto lo mantenían vivo
hacinado en los campos o si por el contrario eran condenados a morir en las cámaras de gas, en las que
también era personal del SDG el encargado de liberar el conocido gas Zyklon B. Pero sin duda, la
función más importante que tenía la enfermería era la de supervisión, control y registro de todos los
enfermos y actividades sanitarias que se llevaban a cabo dentro de los campos; a cargo de este cometido
era el enfermero el responsable de enmascarar y cubrir todas las huellas que pudieran dejar las
atrocidades que se realizaban con los prisioneros, por lo que tenían la obligación de manipular y falsear
la documentación registrada para lo que había implantadas unas meticulosas directrices.

Repercusiones para el futuro de la Enfermería


Por todo ello, la influencia que tiene esta oscura época alemana en la enfermería y, en general, en la
sanidad actual es innegable. Ya que es en contraposición a todo lo ocurrido en estos años como nace la
Bioética por la que hoy en día se rigen nuestras profesiones. Del enjuiciamiento de todos estos
acontecimientos, en los conocidos como Juicios de Núremberg (1945-1947), tras el fin de la II Guerra
Mundial, surge uno de los más importantes códigos de la historia de la bioética, -ya que es el que sirve
de base a todos los ulteriores códigos, declaraciones y normas- el Código de Núremberg (1947). Este
código es el primero en recoger los principios básicos que deben regir la experimentación con seres
humanos, reconociendo por primera vez, por ejemplo, la importancia del Consentimiento Informado, el
cual otorga a la persona la libertad de decisión en lo que atañe a su salud. Algo que actualmente vemos
como algo lógico e imprescindible, y con lo que la enfermería trabaja a diario, pero que hasta entonces
no había sido reconocido ni respetado. Por otro lado, los hechos acaecidos durante la Alemania del III
Reich dejaron patente la poca humanidad y respeto que podía una persona demostrar hacia sus
semejantes, por lo que se hizo primordial velar por la dignidad y los derechos inalienables que se deben
reconocer a toda persona por el simple hecho de serlo, los cuales quedaron recogidos en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, norma ética y legal aprobada por la Organización de las Naciones
Unidas en diciembre de 1948. Dentro de la sanidad toma una gran importancia, a partir de estos
momentos, velar por una conducta éticamente correcta por parte del personal sanitario. El enfermero
debe ser el custodio de los derechos de los pacientes y poseer un ajustado concepto de las normas éticas
que deben orientar su quehacer profesional, por ello surgen los principios bioéticos por los que deben
regirse todas las profesiones sanitarias -justicia, autonomía, beneficencia y no maleficencia (Beauchamp
y Childress,1979)- y los distintos Códigos Deontológicos donde se recogen los derechos y los deberes de
los profesionales de la salud.

En conclusión, durante nuestro trabajo, vemos cómo la finalidad principal de nuestra profesión, el
cuidar, queda totalmente relegada a un segundo plano a favor de los programas y pretensiones Nazis. La
enfermería olvida durante demasiados años cuál debe ser su función y razón de ser, dejando de lado la
dignidad de las personas y obviando por completo el sentido humanista de nuestra profesión. Por tanto,
nos damos cuenta de la importancia que tiene la ética dentro de nuestro ejercicio profesional, de que
debemos anteponer siempre el interés del individuo a cualquier otro y como el respeto por la vida y por
la libertad es algo que jamás se debe olvidar a la hora de trabajar con personas, como es el caso en las
profesiones sanitarias, ya que ponen en nuestras manos su bien más preciado: su salud. Por ello,
consideramos tan importante tomar conciencia de lo que pasó para que aquellos horrores no se vuelvan a
repetir, ya que, como dijo el célebre escritor hispano-estadounidense George Santayana “Aquellos que
no recuerdan la historia están condenados a repetirla”.  

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