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Intervención con la familia

del niño con TDAH


Contenidos
Introducción
1. Nuestro objetivo
como docentes Autores
2. El contexto socio-
Mª Auxiliadora Hernández González
familiar del niño con
TDAH
Propiedad
3. El estrés y la salud
emocional en la Dirección General de Ordenación, Innovación y Promoción
Educativa
familia del niño con
Consejería de Educación - Gobierno de Canarias
TDAH
4. La competencia
social desde el Objetivos
contexto familiar:
cuando el niño con
 Conocer qué es el Trastorno por Déficit de Atención con o
TDAH no tiene
sin Hiperactividad y cuáles son los criterios clínicos para su
amigos...
diagnóstico.
5. Para una buena
 Conocer qué NO es TDAH y cuáles son los factores
relación familia-
predisponentes para que se produzca.
escuela: buscando
la intervención  Conocer cuál es perfil de funcionamiento cognitivo y
conjunta socioemocional del TDAH.

Tema 3: Intervención con la familia del niño con TDAH


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Índice
Introducción
1. Nuestro objetivo como docentes
2. El contexto socio-familiar del niño con TDAH
2.1. Qué le preocupa a la familia
2.2. La familia y el niño con TDAH antes de los 5 años
2.3. Qué ocurre cuando comienza la escolaridad
2.4. Cuando se llega a la adolescencia
3. El estrés y la salud emocional en la familia del niño con
TDAH
3.1. La convivencia familia. Los conflictos: qué puede
hacer la familia...
4. La competencia social desde el contexto familiar: cuando el
niño con TDAH no tiene amigos...
5. Para una buena relación familia-escuela: buscando la
intervención conjunta.

Exposición de los contenidos

Introducción
Hasta aquí ya hemos estado comentando las características
de las personas con TDAH, las bases neurológicas que
pueden definirlo, las conductas que presentan, el
funcionamiento cognitivo, la importancia del diagnóstico y
la intervención… Aspectos esenciales tanto para
comprender el desarrollo de un TDAH como para conocer
las estrategias psicopedagógicas que se pueden abordar en
los procesos de aprendizajes y de desarrollo socio-
emocional del alumnado afectado por este trastorno. No

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obstante, este trabajo debe de enfocarse paralelamente
con la conciencia e implicación de la familia.
Tanto los padres como los profesores constituyen dos
figuras importantes para la detección del déficit de
atención con hiperactividad, pero necesitan asesoramiento
profesional para conocer el mejor modo de recoger la
información necesaria lo más objetiva posible. Este
asesoramiento ya ha sido abordado en los anteriores
módulos, desde cómo se debe de abordar el proceso del
diagnóstico hasta concluir en la valoración
psicopedagógica.
No obstante, hay una incógnita que se debe de tener
en cuenta respecto a la familia. Además de potenciar su
implicación en la puesta en práctica de una serie de
estrategias encaminadas a mejorar el desarrollo de su hijo
con TDAH (orientaciones prácticas para favorecer el
autocontrol, para desarrollar hábitos de trabajo, para
potenciar la responsabilidad, etc.), hay que entender la
sensibilidad y las repercusiones que tiene cabida en
la vida familiar un hijo con TDAH.
En primer lugar, no es fácil para la familia admitirlo
y reconocer que su hijo presenta una serie de
problemas, al considerar que estos no se distancia en
exceso de los que pueden manifestar otros niños, o bien
porque confían en que tales se irán reparando hasta
alcanzar una normalidad. Más aún cuando a estos no se
acompañan de otros indicadores que impliquen la
existencia de otras dificultades graves. Pero esta visión,
pronto empieza a modificarse, si bien de forma aparente
en el círculo interno familiar, cuando los adultos observan
que los comportamientos del niño adquieren unas
dimensiones preocupantes, no por el modo de comportarse
el niño sino por las implicaciones que están teniendo lugar
en los diferentes ámbitos (en el proceso escolar, en las
relaciones familiares, en el vida social,…). Algunas veces,
la familia ya ha realizado sus observaciones y tiene sus
conclusiones pero temiendo las reacciones de los

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profesionales educativos u otros adultos evitan entrar en
conversación voluntaria al respecto; aunque esta actitud
comienza a dibujarse en el marco escolar cuando los
profesores hacen sus quejas o preocupaciones al respecto.
En segundo lugar, es de considerar que para la
familia resulta muy complejo poner orden a la
convivencia para adaptarla a las necesidades que
presenta su hijo. Nos referimos a que en muchas
ocasiones, la estructura mental, las características propias
de la personalidad de cada uno de los miembros, las
exigencias en otras tareas imprescindibles en la vida
familiar… hacen que para muchos cueste comprender y
actuar de la mejor manera posible. Fortuitamente no solo
la persona con TDAH necesita la ayuda, también lo pueden
necesitar los otros miembros incluso a modo terapéutico.
Es por ello, por lo que en este módulo, habiéndose ya
explicado todo lo referido a la detección y el tratamiento en
las diferentes escalas, queremos dedicar este tiempo a que
los profesionales que trabajamos o vamos a
interactuar con la persona TDAH, podamos
comprender y sensibilizarnos acerca de las
necesidades que las familias manifiestan y que
aparentemente no se conciben por múltiples
factores. Es de considerar que la presencia de un TDAH
constituye la existencia de un problema que debemos de
afrontar conjuntamente familia y escuela, sin unos u otros,
solo conseguimos agravar la situación y menospreciar las
oportunidades que se pueden ofrecer. Conjuntamente se
podrá ayudar a estar personas a crecer con normalidad, no
de forma mágica pero si con el fin de lograr que él o ella
autorregulen su comportamiento y manejen
autónomamente las estrategias que le faciliten, por un lado
un mejor desarrollo en los aprendizajes, y por el otro las
relaciones afectivas con sus iguales.

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1 Nuestro objetivo como docentes

Es cierto que cada vez tenemos más formación e información


sobre el TDAH; sin embargo, aún existen niños y niñas que no
han sido diagnosticados. Y, es que muchos profesionales
seguimos considerando que el TDAH es algo que está de moda
o es una excusa que utilizan tanto padres como profesores
para evitar achacar la mala educación o a la carencias de
normas y hábitos de trabajo en el aula.
Echar la culpa a los padres es algo ya desfasado, pues ya
sabemos que este trastorno está vinculado a una
diferencia en el funcionamiento del cerebro y que el niño
lo lleva desde su nacimiento. Por tanto, esta predisposición
innata no la podemos cambiar, pero sí podemos ayudar a la
familia y a la escuela a adoptar unos patrones más coherente
que ayuden al TDAH a comportarse de una forma más
apropiada y desarrollar sus facultades como persona capaz de
aprender y valerse por sí misma.
Puesto que ya hemos hecho referencia al ámbito escolar,
ahora el propósito es llevarnos a inspirarnos en tomar mayor
conciencia y sensibilidad en las implicaciones que tienen
lugar en el ambiente familiar, basándonos en los siguientes
objetivos y los cuales traduciendo de forma global aluden a
una mayor necesidad de interactuar con la familia, comprender
cómo la sintomatología del TDAH dificulta la dinámica familiar,
lo que sufre la familia y el que padece TDAH, en qué y cómo
podemos orientar a la familia:

a) Comprender que las personas con TDAH presentan unas


peculiaridades que repercuten en su propio desarrollo
personal y, en consecuencia, en la dinámica familiar.
b) Asimilar que la causa del TDAH generalmente es inherente
al contexto familiar y que la sintomatología del trastorno

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puede complicarse ante la carencia de facultades
interactivas en dicho marco.
c) Tener en cuenta, que durante el proceso de la valoración
psicopedagógica y seguimiento de la respuesta educativa
planteada al alumno con TDAH, se debe de asesorar
pausadamente a la familia, con sensibilidad y empatía.
d) Considerar que la convivencia con una persona con TDAH
puede ser más insostenible en el ámbito familiar que
escolar y, que por ello, se debe de orientar de forma
unánime a la familia y escuela hacia la búsqueda de
alternativas eficaces y compensadoras.
e) Hacer entender a la familia que su papel es fundamental
para lograr encauzar, con coherencia y persistencia, la
respuesta educativa que su hijo precisa.
f) Orientar a la familia hacia la necesidad de “cuidarse” y
equilibrar las relaciones entre sus miembros, solventándose
con las experiencias que otras personas o colectivos en
situaciones similares comparten.
g) Aportar a la familia orientaciones encaminadas a reforzar la
línea de trabajo planteada desde el ámbito escolar,
teniendo en cuenta sus posibilidades y recursos, así como
también adquirir sucesivos compromisos objetos de revisión
y actualización por ambas partes (familia y escuela).

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2 El contexto sociofamiliar del niño con
TDAH

2.1. Qué le preocupa a la familia

Al principio la versión de los padres e incluso de los


profesionales, respecto a las características con las que se
puede vincular el niño hiperactivo, resultan poco vagas. Pero
en la medida que entran en un proceso de valoración
minuciosa acerca de su repertorio conductual, de su manera de
responder y aprender, de relacionarse con los demás, etc.,
unos y oros se vuelven más vulnerable a los criterios y hacen
una descripción más exhaustiva de lo que observan.
Las conductas que preocupan a los padres y que son objeto de
manifestación en los distintos contextos donde interactúa el
niño se concretan en:
 La inatención. Un padre le pide a su hijo que le traiga
una cosa y al par de minutos el niño viene y le dice “¿qué
era lo que me dijiste que te trajera?’”. Las dificultades a
la hora de entender instrucciones verbales y los
problemas de memoria a corto plazo son
particularmente importantes. Este niño se desconcentran
con facilidad, se distrae y va cambiando de tarea
dejándolas a medias.
 Impulsividad. Estos niños carecen de control de los
propios impulsos. Normalmente saben lo que está bien y
lo que está mal, pero se precipitan sin pensar. No se dan
cuenta de las consecuencias de sus acciones hasta
después de haber actuado. En la escuela, responden
antes de que el profesor acabe con la pregunta o con la
primera respuesta que le viene a la cabeza. Los padres no

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pueden entender cómo siendo tan inteligente puede
comportarse de esa manera. Y, por mucho que hablen con
ellos, vuelven a ser irreflexivos. Son propensos a tener
accidentes (cruzan sin mirar, trepan o caminan por
estrechos, saltan por las ventanas,..). Este
comportamiento hace sentir a la familia intranquila e
insegura si van a un parque, a una playa, etc.
 Hiperactividad. Es el rasgo más significativo del TDAH y
se percibe desde temprana edad. En casa no para, todo lo
toca, abre y cierra la nevera o la lavadora, cambia las
figuras, salta o da volteretas por los sillones, … hasta
poner histéricos a los padres. Cuando los éstos ya
enfadados lo sientan a la fuerzan, observen que el niño no
se levanta pero sus pies o manos están en continuo
movimiento.
 Insaciabilidad. Es lo más que le saca de quicio a la
familia. El niño insiste, exige, interroga y nunca sabe
cuándo tiene que darse por vencido.
 Ineptitud social. Suelen ser niños afectuosos pero tiene
problemas para relacionarse; quieren participar en los
juegos pero en lugar de hacerlo tranquilamente tienen la
mala suerte de meter la pata. No saben cómo ganarse la
amistad o confianza de sus compañeros. Y, cuanto más se
esfuerza en ello, más desplazados se encuentran. A los
padres les preocupa que su hijo no tenga amigos o que
sus compañeros le rechacen.
 Falta de coordinación. Muchos niños parecen que no
tiene problemas a este nivel porque corren y trepan con
facilidad pero hay algo raro en la forma que tienen de
hacerlo. Por ejemplo, en piscina, mueven los pies y las
manos correctamente pero no lo coordinan al ritmo de la
respiración.
 Desorganización. Un niño TDAH desorganizado irá
mejorando con la edad y es importante que los padres no
se obsesionen al respecto, de lo contrario existe el
potencial de que surjan muchos conflictos. Pelearse o
regañarle en exceso no ayuda a mejorar la situación.

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 Variabilidad. Los niños con TDAH manifiestan este rasgo
tanto en el rendimiento académico como en el estado de
ánimo. Algunas veces lo padres atribuyen el mal día a la
falta de sueño, al estrés o la dieta. Sin embargo, aun
cuando estos aspectos se controlan se produce esa
variabilidad.
 Baja autoestima. Casi todos los niños con TDAH lo
padecen. Nada les sale como ellos quisieran: quieren
hacer mejor la tarea y se equivocan, quiere llevar la tarta
de cumpleaños y mete la tarta, abrir el paquete ya acaba
rompiendo lo que está dentro, … Y, con quienes descargan
más son con sus padres: “es que soy un tonto”, “para que
lo hago, si ellos no me hacen caso”, “prefiero jugar con los
niños pequeños”…
 Trastorno de aprendizaje específico. Es un tema que
les preocupa a los padres, ya no tanto por encontrase en
desfase con sus compañeros, sino porque piensan que los
proceso cognitivos de su hijo impiden seguir un ritmo
adecuado de aprendizaje respecto de su grupo de edad.

2.2. La familia y el niño TDAH antes


de los 5 años
Los primeros síntomas del TDAH aparecen antes de los
tres años, pero a esta edad muy pocos niños necesitan unas
grandes pautas. Normalmente no empiezan a crear graves
problemas hasta que empiezan ir al colegio. No obstante,
existe una minoría de niños en esa etapa que se consideran
bastante explosivos e imposibles y que pueden acabar
destruyendo la vida familiar. Los padres no saben qué hacer,
se vuelven más rígidos y pueden acabar resintiéndose.
En las numerosas investigaciones coinciden que estos niños,
cuando eran bebes, algunos reclamaban continuamente la
atención del adulto y solicitaban que se les cogiera en brazos.

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Los padres comentan que eran muy movidos y cuando
empezaron a caminar ya metían las narices en todo lo que
podían. Desde temprana edad, algunos se mostraron
obstinados y se alejaban de sus padres sin temor. Cuando ya
tenían los tres años, sus padres se quejaban de su escasa
tolerancia a la frustración y su falta de sentido común,
demasiados movidos, ruidosos e insatisfechos y reclamando
constantemente la atención.
Estas conductas pueden observarse en los niños en general,
pero con menor intensidad y con reacciones más acertadas a
los métodos de disciplina comunes en la sociedad actual. Sin
embargo, hay una serie de síntomas que lleva a una situación
de desespero a los padres y que con el tiempo, en su mayoría,
se trasluce en una hiperactividad:

 Explosiones repentinas
 Atacar irreflexivamente a otros niños
 Continua llamadas de atención

Los padres ante estos síntomas acaban desorientados y no


logran entender porqué los métodos de disciplina que le
funcionan bien con sus otros hijos o con los niños de sus
amigos no son tan eficaces con su hijo o hija. Muchos
optan por corregir al niño, forzándole a claudicar. Se bloquean
cuando comprueban que no le funciona y no saben cómo
seguir hacia delante. Parece que los que acaban haciéndose
con su hijo son los que descubren la importancia de aceptar
esta diferencia temperamental, hacen concesiones, se relajan
y ejercen su labor como padres con el corazón en la mano
(Green, 2005).
Estos niños, los que presentan conductas extremas a tan
temprana edad, seguirán siendo difíciles durante mucho
tiempo y no se puede esperar mucho tiempo para actuar. En
estos casos cuanto antes se intervenga más pronto se puede

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reparar las dificultades. Así, la familia debería tener claro lo
siguiente:
 Las técnicas educativas habituales no funcionan con estos
niños
 cuando el padre pega es para forzar al niño a claudicar,
éste le desafía y el padre le pega más fuerte, el niño se
resiste y al final ambos acaban perdiendo el control
 Criticar, contraatacar, fijarse en pequeñeces, gritar, pegar,
retirar privilegios, etc., solo conduce al fracaso
 En cambio, pasar de lo que no tiene importancia, anticipar
los problemas antes de que aparezcan, ver las cosas
desde fuera, contenerse para que las cosas no vayan a
más, etc., es lo que lleva al éxito
 Hay que aceptar la realidad de la situación, introducir
normas inmovibles y evitar la confrontación. Si las
reuniones familiares representan un problema, es mejor
estar un breve tiempo antes de que el niño explote. Si
llevarlo al supermercado es una pesadilla, mejor es dejarlo
en casa con otro adulto, …
A los pediatras y padres no les gusta acudir a los estimulantes
en estas edades. Algunos expertos consideran que en los casos
extremos, con la medicación los niños empiezan a
escuchar, los padres comienzan a comunicarse con ellos y las
relaciones familiares mejoran bastante.

2.3. Qué ocurre cuando comienza la


escolaridad

En principio, la preocupación de los padres radica en


cuestiones tales como:

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 El rendimiento escolar en comparación a cómo se
desenvuelven sus hermanos o los otros niños de su misma
edad.
 El incumplimiento, por parte del niño, de las normas de
convivencia y reglas que rigen el adecuado funcionamiento
familiar (horario para realizar las tareas, comer, el baño,
dormir…). Circunstancia que genera discusiones, enfados y
malestar hasta el punto de deteriorar la dinámica de la
familia.

Pero cuando empieza la escolaridad, estos conflictos no son la


única preocupación de los progenitores. Se añaden, las
dificultades para ajustarse al contexto escolar y las
difíciles o nulas relaciones de su hijo con los amigos y
compañeros. El comportamiento que observan en casa
(inquietud, desobediencia, excesiva actividad, desorden, …), lo
ven claramente reflejado en el contexto escolar.
Los primeros años en la educación primaria son los más
estresantes tanto para el niño como para sus padres. Estos
tendrán que hacer frente a las exigencias académicas, en
formas de tareas y deberes que los niños han de realizar en
casa diariamente, así como a los problemas escolares y de
comportamiento que se manifiestan en el ámbito escolar,
sumando a los que en la vida cotidiana se sufren en casa.
Los pasos del niño por el colegio están marcados por tres
circunstancias bien conocidas por sus padres y que se
concretan en (Inmaculada Moreno, 2004):

1) Llamadas y quejas reiteradas del profesor sobre el


comportamiento problemático de su hijo
2) Calificaciones académicas muy bajas que le llevan a
quedarse atrasado respecto a sus compañeros y en
algunos casos incluso repetir de curso
3) Recomendaciones e iniciativas de apoyo escolar extra bien
dentro de la organización escolar como fuera de ella, a

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través de profesores particulares o auxiliares que puedan
apoyar ayudar al niño en casa.

El comportamiento del niño desatento, distraído,


desorganizado, despistado y alborotador es lo que le convierte
en el protagonista de reprimendas, castigos y continuas
llamadas de atención que luego, a través del colegio, son
informadas a sus padres. En el momento de la entrevista con
la familia, el profesorado aprovecha para dar sus quejas acerca
del comportamiento y rendimiento del niño y, al mismo
tiempo, les pide que pongan en marcha una serie de medidas
para ayudar a paliar la situación cada vez más insoportable. El
algunas ocasiones, la reciprocidad entre ambos agentes resulta
bastante fría o distante; los profesores atacan a los padres y
achacan la total responsabilidad, mientras que estos últimos lo
afrontan de forma angustiada y frustrados, se quedan mudos o
perplejos sin saber que responder.
El niño sufre constantes reproches y para contentar a los
adulto, se compromete a seguir las pautas del adulto (se
esfuerza por permanecer sentado, hacer bien la tarea,
escuchar…) pero pronto dejan de hacerlo al no encontrar
recompensa, motivo por el cual pierde motivación hacia el
aprendizaje escolar y el desinterés por el colegio que a veces
se manifiesta en estos casos, y vuelve con sus “andadas”.
Los padres también tratan de poner en práctica pautas
educativas pero se sienten decepcionados y frustrados, al ver
que las dificultades o problemas con los que tiene que hacer
frente no se corresponden con las expectativas de aprendizajes
y progreso que tienen marcados para su hijo o hija. Se
atribuyen un sentimiento de culpabilidad, desconociendo la
causa del trastorno, y consideran que el fracaso de su hijo se
debe a sus propias formas y estilos educativos.
El comportamiento del niño hiperactivo con frecuencia
interfiere en la dinámica del aula y los métodos del profesor
(castigos sin recreos, amenaza con llamar a los padres, etc.)
también resultan fallidos. Cuanto más intenta el profesor
introducir sus métodos para corregir los problemas de su

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alumno o alumna, más negativa y difícil se vuelve la relación
entre ambos.

2.4. Cuando se llega a la


adolescencia

Como ya hemos dicho, la entrada en la adolescencia depende


mucho del tratamiento previo que estos chicos con TDAH
hagan obtenido durante su infancia, no sólo a nivel académico,
sino también a nivel clínico y sobre todo a nivel familiar, los
estilos educativos, la estructura y organización en las normas y
demás aspectos mencionados en los puntos anteriores.
De todos modos en esta etapa, el comportamiento del
joven se muestra de forma más desafiante y negativo.
Aumentan sus discusiones e exigencias personales, muchas
veces difíciles de ser comprendidas o detectadas por sus
padres. La comunicación padres e hijo se hace más distante. A
nivel académico son preocupantes no sólo los resultados sino,
más aún, el comportamiento indisciplinado y desobediente del
chico.
Ante esta etapa las actuaciones podrán someterse a continuas
modificaciones en consecuencia a las características
psicoevolutivas de la propia etapa y teniendo en cuenta que en
el caso de los varones con TDAH tales se manifiestan con más
agudeza, la tendencia a la rebeldía es más sensible, así como
también lo es su autoestima e inseguridad. Como dice Miranda
(2001), no existe una fórmula mágica que funcione con los
adolescentes con TDAH, pero hay diversas estrategias que
sirven para ayudar a las familias y profesionales que están a
su alrededor:

 Seguir usando los refuerzos positivos y negativos, de


forma razonable y a intervalos apropiados.

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 Establecer unos principios democráticos y disciplinarios,
ayudando al adolescente a entender el impacto del TDAH
en su vida, a reconocer sus puntos fuertes y débiles, a
construir su autoestima, a incrementar su nivel de
responsabilidad, a conseguir progresivamente un mayor
control sobre su vida y a sentirse cada día más seguro de
sí mismo.
 Ajustar las expectativas a la realidad el chico, aceptando
sus virtudes yd efectos y sin esperar objetivos que están
fuera de su alcance, entendiendo que son menos maduros
que otros adolescente para determinados aspectos pero
que tienen ciertas habilidades que pueden ser útiles para
obtener éxito como son: su creatividad, tenacidad,
independencia, …
 Divertirse juntos con actividades que puedan compartir y
que no tengan nada que ver con la actividad escolar.
 Tratarlo como uno igual en el proceso de tratamiento,
involucrándolo en las decisiones o en los acuerdos para
solucionar problemas que van surgiendo diariamente.
 Ofrecerle opciones a cerca de las cosas que hace.
 Negociar compromisos satisfactorios con su hijo cuando
se tratan de problemas leves.
 Despersonalizar los problemas. Es decir, trata los
problemas no en el momento que ocurre sino después,
para hablar en frío y sin culpabilizar a nadie.
 Asumir buenas intenciones
 Mantener una buena comunicación
 Fijarse en el principio y no en el final.
 Estimular la expresión de sentimientos, sin temer a
hablarle sobre cuestiones personales que les hace
sentirse feliz o triste. Hay que ayudándole a ser
consciente de sus sentimientos y a que lo expresen.
 Conocer los factores que influyen en su conducta.
 Negociar un contrato.

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 Negociar conductas responsables por privilegios.
 Continuar con los límites.
 Mantener el rol de supervisor.
 Estimularle para que dé lo mejor de sí mismo.

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3 El estrés y la salud emocional en la
familia del niño con TDAH

La tendencia de los profesionales a valorar y estudiar la vida


familiar, no sólo se debe a la necesidad de analizar las
interacciones familiares, los conflictos que en la misma se
originan debido a las alteraciones del niño hiperactivo, sino a
que este trastorno está muy relacionado con la estabilidad
familiar, con las interacciones y el apoyo familiar que el niño
recibe. También hay que tener en cuenta que los miembros de
la familia tienen el riesgo de sufrir el mismo trastorno, entre
un 25 y 33% (Inmaculada Moreno, 2004).
Evidentemente las relaciones del niño hiperactivo con su
familia, son más conflictivas, negativas y estresantes que en
las familias donde los niños de su misma edad no padecen este
trastorno.
Convivir con un niño con déficit de atención suscita una
mezcla de sentimientos. Por una parte, la familia intenta
reconocer los valores personales. Pero de otra, reconoce que
no es tan fácil y que con frecuencia aparecen situaciones y
actitudes que dificultan la vida familiar.
Convivir con se convierte en dejar de realizar acciones
conjuntamente por temer a que su hijo o hija les monte un
número y no saber cómo afrontarlo. Muchas veces los padres
se sienten culpables de “sentirse así frente a sus hijos”, están
cansados. Todos sus intentos lo consideran un fracaso. Ante un
hijo o hija de estas características, hasta el padre más
ecuánime y equilibrado creerá secretamente que la culpa es
suya. Este sentimiento se exacerba todavía más debido a las
actitudes obsoletas que todavía imperan en la sociedad y los
prejuicios infundados de algunas personas influyentes que
cuestionan el diagnóstico y afirman que los estimulantes no
son seguros.

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A medida que van creciendo, la hiperactividad va influyendo
en otros ámbitos. Cuando comienza a asistir al colegio,
empiezan las quejas, los fracasos, los rechazos, la autoestima
y el autoconcepto se ven afectados, …. Y, en consecuencia, la
interacción familiar se vuelve vulnerable.
La familia manifiesta mucha dificultad para mejorar el
comportamiento que ocasiona caos, conflicto en el sistema
familiar tanto en la pareja como en los propios hermanos: se
limita la vida familiar, evitando salir con ellos por nos solventar
las situaciones que le producen incomodidad e incluso
vergüenza.
Cuando los padres acuden a la consulta médica, normalmente
han hecho todo lo que han sido capaces de hacer pero
con poco resultado. Esto les hace sentirse impotentes.
Mientras unos se sienten decepcionados porque su papel no se
corresponde con lo que esperaba o pensaba antes de ser
padre. Otro se ven resentidos porque un niño haya traído al
hogar tanto estrés cuando el ambiente era feliz y apacible. O
bien se sienten como si estuvieran viviendo una pesadilla.
Es el comportamiento del niño con TDAH lo que hace
que unos padres buenos parezcan inadecuados, y no la
educación inadecuada la que genera el TDAH. Algunos
profesionales no se dan cuenta que la falta de consistencia en
la formas que tienen algunos padres de educar a su hijo con
TDAH se debe a las dificultades que han tenido que afrontar
desde el principio.
Algunos padres no quieren reconocer o aceptar que su
hijo tiene un TDAH y con ellos es muy difícil hacerles
cambiar la actitud. Estos padres se enfadan cuando los
profesionales le piden que deba de tratar a su hijo de una
forma diferente (“si va a vivir en mi casa, no le queda más
remedio que atenerse a las mismas normas, ¿cómo va a tener
un trato diferente?, ¿acaso no es igual a los demás?”). Cuando
se les plantea una posible solución a los conflictos que puedan
generar, se niegan a practicarla porque les supone un
trastorno en su rutina o en su vida social (“¡Lo que faltaba!,
voy a dejar la costumbre de tomarme un café con mis amigas

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por un crío de siete años”). Se niegan a aceptar que el
TDAH es un trastorno biológico y piensan que con una
educación estricta, conseguirán que el niño entre en
razón. Suelen ser padres, que a pesar de no poner mano al
asunto, se quejan frecuentemente de lo imposible que le hacen
la vida estos niños y cuando acuden a los especialistas esperan
de esto una solución inmediata. También es cierto que algunos
padres desesperados pierden la paciencia y se bloquen hasta el
punto de distorsionar las pautas que se le orientan, sobre todo
en los casos en que algunos de los progenitores guarda
parecido al TDAH o cuando presentan otros síntomas.
Los perfiles en el momento de afrontar el impacto del
TDAH en la familia suelen ser dispares. El papel de la
madre se va “desgastando”. Al principio es la que más se
esfuerza por estar a la altura de los problemas que le plantea
su hijo hiperactivo. La más que se compromete a fomentar su
adaptación y autocontrol. Sin embargo, transcurrido un
tiempo, esas relaciones se van marcando por las limitaciones y
excesos del propio niño o niña. Ella ve que sus expectativas
no se corresponden con su esfuerzo. Necesita de apoyo y
refuerzo.
Al parecer, el papel del padre es distinto. Menos conflictivo y
negativo. Le cuesta más asumir la nueva situación. Es de
resaltar que esta figura generalmente ha estado algo más a la
espera de las expectativas, de los cambios que pueden suscitar
y actúa de forma parcial. Cabe mencionar que la implicación
del padre depende de las distintas actitudes, de los conceptos
educativos y compromisos familiares que adopta, y del grado
de asunción de la enfermedad.
Las relaciones con los hermanos también resultan complejas
por diversos motivos: algunas veces se sienten víctimas de los
abusos de su hermano con TDAH (rompen sus pertenencias o
se las pierden, desordenan la habitación que comparten, les
esconde sus objetos preferidos, les cogen las cosas sin permiso
o previo aviso, no pueden invitar a sus amigos a casa porque
les da vergüenza, se quejan de que no pueden salir porque no
se le puede dejar solo en casa, están cansados de actuar como

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vigilante de su hermano, temen a que le echen la culpa por no
estar pendiente de su hermano, ….Se sienten obligados a
ejercer de cuidadores y les resta independencia por alertar los
sentimientos de derrota y tristeza que perciben de sus padres.
Es cierto que determinadas situaciones impiden establecer una
adecuada estructuración familiar. No todo puede ser tan
perfecto pero hay cosas que se pueden evitar y que
ocasionalmente son las responsables de fomentar las
conductas disruptivas del hiperactivo como son: la
ansiedad de los padres, las contradicciones de estos (se le
exige por un lado y por otro se les sobreprotege), no se prevén
situaciones de alto riesgo (cuando lo llevan al dentista, pueden
prever llevando lápices, folios o un juguete preferido), los
padres le exigen al niño situaciones que no están ajustadas a
su capacidad (estar tres horas haciendo una compra, hacer
cola en el parque de atracciones, avisarle con demasiada
anticipación de acontecimientos emocionantes, …).
Un ambiente estresante, con gritos y desorden, supone
excitar más al hiperactivo. Y, lo peor es que en algunos
casos sus padres también son hiperactivos, lo que hace la
educación sea más complejo. En cualquier caso, sería
importante tener en cuenta no activar al niño con su
comportamiento siguiendo estas indicaciones (Orjales, 2005):
 No gritar.
 Después de avisarle dos veces, ir a dar con el niño.
 No dar demasiadas órdenes al mismo tiempo.
 Exigirles las mismas rutinas y registrar su buena conducta.
 No razonar en exceso sus demandas. Pedir que lo haga sin
más contemplaciones.
 Cumplir con los castigos. No amenazar con lo que no se
puede cumplir.
El grado de autocontrol y tolerancia a la frustración va ligado a
la capacidad de la familia para hacer respetar su autoridad.
Con más razón, los padres deben de poner límites educativos
claros y que sean adecuados a lo que el niño es capaz. En

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muchos casos es importante también ayudar al niño a
adquirir más autonomía personal. Ocurre que en
situaciones familiares prevalece una sobreprotección. Esta falta
de autonomía es muy común en los padres, sobre todo cuando
tiene hijos únicos. Muchas veces las madres se ponen
nerviosas y acaban haciéndolos por ellos sin darse cuenta que
están impidiendo su competencia. Cuando de lo que se trata es
ayudar al niño a concentrarse y favorecer la maduración,
retroalimentándose de los pasos a seguir. En este caso, la
madre en lugar de recoger lo que ha tirado su hijo, podría
ayudarle a retroceder y descubrir inconscientemente donde
dejó lo que tiró.
Es importante actuar con un modelo reflexivo que permita,
de forma espontánea, al niño a aprender observando de los
demás. Un modelo que lo hace todo bien, siempre es menos
efectivo que otro que comete errores, rectifica y sale bien.
Cuanto más semejante sea el modelo al propio niño más
probable es que éste te fije en él y lo imite. Pero la utilización
de modelos debe de enfocarse desde la perspectiva no crítica
hacia al niño, sólo para que si lo desee se fije en ellos.
Aquellos padres hiperactivos o impulsivos, en este sentido
tienen mayores ventajas para ayudar a su hijo a evolucionar
mejor.

3.1. La convivencia familiar. Los


conflictos: qué puede hacer la
familia…
La convivencia con estos niños normalmente origina conflicto
entre los padres. Se producen continuos enfados y
frustraciones como consecuencia del comportamiento de su
hijo, que aumentan cuando descubren que sus métodos de
disciplina aplicados con otros hijos no funcionan. El fracaso que
acumulan al intentar resolver los conflictos de la manera que

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ellos conocen, incrementa el estrés y desarrolla consecuencias
personales tales como:
 Agotamiento emocional, frustración, incertidumbre,
autocrítica sobre la ineficacia en la educación de su hijo
(qué estoy haciendo mal)
 Preocupación por la crítica y censura de la que pueden ser
objeto desde el propio entorno familiar, escolar y
profesional (“le consiente todo, no le reprende”, “deben
replantearse la forma que tienen de educar al niño”).
 Madre y padre se censuran mutuamente por su tolerancia
excesiva y exigencia con el niño. Se conceden sentimientos
de culpa por los escasos resultados positivos que aprecian
tanto en el comportamiento como en el rendimiento
escolar de su hijo. En consecuencia, aumenta la
confrontación padre-hijos y disminuye las posibilidades de
resolución satisfactoria de los problemas de casa:
contactos, cariño-afecto e interacción comunicativa.
 El niño tiende a responsabilizarse de los conflictos y
alteraciones que se producen en su familia y ante su
imposibilidad de controlarlo se vuelve más problemático e
incontrolable.
Normalmente, las quejas y preocupaciones de los padres de
estos niños se centran en el comportamiento indisciplinado y
desobediencia, que ven reflejados en los diferentes contextos y
momentos de la vida cotidiana, como pueden ser:
– A la hora de levantarse y prepararse para ir al colegio.
– Comer a tiempo, sin interrumpir y adoptar las posturas
adecuadas.
– Cumplir con el horario de sueño.
– Hacer las tareas escolares.
– Cumplir con sus responsabilidades domésticas: ordenar su
habitación, recoger los juguetes, llevar la ropa sucia al
cesto…

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– Comportarse adecuadamente cuando se recibe visita de
amigos o familias.
– Comportarse adecuadamente en lugares públicos, consulta
médicos, tienda, …

Al principio, los padres para someter al hijo a estas normas,


adoptan estrategias y métodos de disciplinas para corregir y
controlar ese comportamiento indisciplinado (ignorar la
conducta del niño, dar órdenes e instrucciones restrictivas,
enfados seguidos de reproches y amenazas verbales y
castigos) que luego les resultan frustrantes al ver que su hijo,
esté donde esté, tiende a repetir y persistir hasta conseguir
llamar la atención, desobedecer e ignorar las órdenes que se
le exigen. Y, puede ocurrir, cuando los episodios de conflictos
son muy frecuentes, que los padres desistan de sus esfuerzos
y toleren que el niño haga lo que quiera, limitando sus
actuaciones a frecuentes amenazas. Situación que conduce a
un mayor comportamiento disruptivo y confrontación en las
relaciones padres-hijos
En realidad, el conflicto se genera fruto de la ineficacia
de los modelos educativos que la familia adopta en este
tipo de niños. Es posible que sus modelos funcionen con otros
tipos de niños pero precisan ser adaptados a los patrones
conductuales de su hijo con TDAH. No obstante, sobre la
incongruencia de los modelos en los que se fundamentan estos
padres, prevalece la gran dificultad que ellos tienen para
reconocer los problemas y limitaciones que tiene el niño
hiperactivo, así como la necesidad de comprender su
comportamiento y considerarlo como un trastorno
biológico que repercute en el funcionamiento
conductual.
Los diversos expertos en TDAH coinciden en exponer unas
indicaciones relevantes que sirven para asesorar, como
orientaciones básicas y para empezar, a los padres en el
manejo del comportamiento de su hijo en casa:

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 Ponerse en el lugar de su hijo, entendiendo que su
comportamiento indisciplinado y desobediente no es para
fastidiarle o desafiarle.
 Lograr captar su atención, hablarle con claridad, de forma
directa y llamándolo por su nombre. Manifestar
entusiasmo. Darle instrucciones claras, simples y pasa a
paso.
 No ser exigente o intransigente. Enfadarse sólo por lo más
importante. Si su hijo dice una palabrota o se le cae un
guisante al suelo, ¿es realmente importante?
 Evitar los castigos desproporcionados y aquellos que se
plantee para mañana, la semana o el mes siguiente.
 Es preferible, castigar mediante la carencia o retirada de
premios. En más, reforzar los logros diarios y esfuerzo que
su hijo hace para inhibir su comportamiento disruptivo y
comportarse como se espera de él.
 Ser coherente y consistente en la aplicación de normas y
reglas de disciplina.
 Cuando se enfade dar la oportunidad a su hijo de
justificarse y aceptar sus disculpas. Recordarle las normas
e insista en que debe de cumplirlas y adaptarse a las
reglas acordadas y conocidas por él.
 No luchar encarnizadamente con un niño TDAH ni apretarle
demasiado. La confrontación genera malestar, enfado,
oposición y resentimiento y, además daña las relaciones en
la familia.
 Aprender a observar, anticipar y planificar. Programar la
vida familiar manteniendo rutinas y hábitos que el niño
conozca: evitar la improvisión y en tal caso, comunicarlo
previamente. Antes de ir a un lugar público, prever cuál
será el comportamiento de su hijo en tales circunstancias,
explicarle y describirle la situación, dónde irán, con quién
van a estar, qué van a hacer, …
 Planificar de antemano cómo va a actuar en caso de que su
hijo no se adapte a las normas que le ha indicado antes de

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salir de casa. Para controlar la situación, llevarlo a otro
lugar más privado, esperar a que se relaje, recordarle las
normas y mostrarle confianza en que puede comportarse
mejor e insistir en los premios que puede lograr.
 Tratar de negociar con su hijo y acordar con él las
obligaciones y quehaceres que debe de realizar en casa.
Pedirle responsabilidades ya que, en caso de incumplir, el
coste emocional será menor.
 Evitar la irritación, hostilidad y frustración. Para ello es
importante que: no plantearse objetivos a grandes escalas.
 Evitar la sobreestimulación ambiental y desechar las ideas
generales sobre la educación y comportamiento:“los hijos
deben de obedecer”, “los padres somos los responsables
de su educación para lo bueno….”
 Recordar que el enfado no puede relegar las muestras de
cariño y afecto hacia su hijo. El niño debe de observar y
sentir que cuenta con su apoyo y ayuda.
 Hacerlo responsable de sus propias acciones. No se
responsabilice ni deje que culpe a otros. Haga que sea la
conducta elegida por el niño la que determine el tipo de
recompensa o disciplina a aplicar.
 Procurar diseñar un plan de actuación para hacer frente a
los problemas y dificultades que debieran estar regidos por
la estabilidad, consistencia y regularidad en su
comportamiento.
 Utilizar recompensas y castigos inmediatos. No ceder.
 Trabajar con lentitud y constancia, el cambio llegará pero
no pronto.
 Fomentar sus puntos fuertes, su creatividad y facultades.

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4 La competencia social desde el
contexto familiar: cuando el niño con
TDAH no tiene amigos

Cuando el niño hiperactivo no tiene amigos ¿Qué podemos


sugerir a los padres?
Por lo general, los niños hiperactivos tienen dificultades para
relacionarse con sus compañeros. Su comportamiento
inmaduro, impulsividad y dificultad para detectar
información relevante que le permita entender la
postura del otro, dificultan significativamente su interacción
social. Y, por supuesto, este es otro de los temas que más
preocupa a los padres.
Es de destacar que no todos los niños hiperactivos mantienen
el mismo tipo de vinculación con los otros. Hay algunos que
están bien considerados entre sus compañeros, son aceptados
e incluso protegidos. Son amigos de todos y de nadie en
especial. Prefieren estar con niños más pequeños o mayores.
Se integran en grupos reducidos pero de forma inestable.
Por otro lado, hay niños hiperactivos que sí son rechazos
debido a sus malas estrategias para relacionarse: son
autoritarios, recurren al chantaje, se defienden agrediendo, se
muestran poco razonables y carecen de suficiente paciencia
para colaborar en equipo.
De cualquier manera, la familia es consciente de que las
relaciones interpersonales son limitadas, no se asemejan
a los niños de su misma edad y que ello podrá tener una seria
repercusión cuando entre en la etapa adolescente si no logra
mejorar tal circunstancias. Es triste constatar que su hijo no
recibe invitaciones para participar en fiesta de cumpleaños,
para ir de excursión o dormir en casa de un amigo. Y, si alguna
vez, preguntan a los compañeros de su hijo por qué no juegan
con él, aquellos responden que “es que no sabe jugar”, “va a

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su aire”, “no respeta su turno ni hace caso a las reglas”, “es un
pesado” etc... Cuando los niños hiperactivos tienden a decidir a
qué jugar y cómo han de hacerlo los demás, los compañeros
se enfadan, discuten con él y acaban evitándole.
Este aislamiento que vive el niño hiperactivo, hace que la
familia sufra y se sienta impotente al ver que no pueden acudir
a su hijo en los momentos críticos de su interacción con los
demás; lo ven tan indefenso que cuanto desearían estar
presente para mediar y sacar a su hijo de un conflicto.
En las interacciones sociales son necesarios unos requisitos
que el niño TDAH, por presentar déficit en la atención,
autocontrol e inhibición de las propias conductas no puede
ejercitar: compartir y respetar las normas por la que se
rige el juego o el grupo, absorber y cumplir con las
reglas asumidas por todo los miembros y sentirse
cómplice en las iniciativas que se derivan de los juegos
(I. Moreno, 2004).
Estos niños no perciben las señales e indicaciones que forman
parte de las interacciones sociales. Están desconcertados ante
la situación que viven e ignoran qué sucede realmente. Sin
embargo, ante la indiferencia con la que se le trata y las
múltiples omisiones a las que se le somete, acaban
inhibiéndose, retrayéndose o actuando con hostilidad.
Conductas que contribuyen a alterar más su adaptación social
y surte mayor efecto negativo si a su trastorno se añade
impulsividad, desafío, agresividad, etc.
Sus fracasos por tener amigos o ser aceptado en el
grupo repercuten en su estado emocional y afectivo. Los
continuos conflictos con el medio social, los reproches y las
críticas de los adultos, el rechazo de sus compañeros… le
llevan a tener un bajo concepto de sí mismo, afectando a su
autoestima y competencia social.
Como profesionales y para ayudar a mejorar su
competencia socio-afectiva, le podríamos sugerir a la
familia lo siguiente:

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 Planificar oportunidades para que le niño hiperactivo
establezca contactos sociales. Por ejemplo, invitar a
otros niños a pasar una tarde en casa. Antes de recibirlo,
prever junto con el niño con TDAH en cómo ocupar el
tiempo de ocio, qué actividades o juegos pueden resultar
atractivas y distraídas.
 Supervisar con frecuencia el comportamiento del
niño con TDAH mientras está jugando con otros
niños, para evitar prolongar confrontaciones o enfados.
 Ofrecer al niño, en las situaciones públicas, un modelo de
conducta adaptado y en las en las que pueda tener
oportunidad de observar e imitar posteriormente.
 Ensayar y ejercitar en casa distintas habilidades y
conductas propias de las interacciones sociales de
los niños: cómo pedir prestado una cosa, qué hacer para
guardar el turno, cómo pedir ayuda a un compañero, etc.
 Aprovechar los encuentros y las experiencias
sociales con otros niños (en el parque, la playa….) para,
una vez de vuelta a casa, establecer conversaciones sobre
el comportamiento de esos niños en el juego: cómo subían
al tobogán, cuando jugaban con la pelota, ….
 Es importante que el niño participe en las actividades
que se organizan en su entorno: deporte,
campamentos, excursiones, fiestas… Esto le ayudara, por
un lado, a someterse a la disciplina que requieren
actividades organizadas y estructuras con la supervisión de
adultos. Y, por otro lado, a iniciar y conservar relaciones
con otros niños.
 A la hora de plantearse las actividades para su hijo, se
recomienda a los padres actividades deportivas que le
permitan movilidad y ejecución personal. Aquellas que
exigen escuchar o pertenecer sentado durante un cierto
tiempo es obvio que altere la situación del niño con TDAH.
 También es positivo para favorecer las relaciones con sus
iguales, las conversaciones e interaccione sociales,
involucrar al niño en las aficiones o juegos de

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interés actual para los niños (cromos, estampas, libros
de aventuras…).
 Evitar situaciones en las que es probable que tenga
dificultades para ser aceptado. Hay que buscar
situaciones que ayuden a fortalecer la autoestima y
de acuerdo a las posibilidades del niño.

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5 Para una buena relación familia y
escuela: buscando la intervención
conjunta

La comunicación entre todas las personas que directa e


indirectamente intervienen con el niño hiperactivo es
fundamental para dar cabida a un adecuado desarrollo,
controlando todas las vertientes que por el camino van
tropezando y que en cierto modo alteran el tratamiento. La
hiperactividad es un problema multidimensional que
requiere la intervención de varios especialistas tanto
para recabar como para manejar una serie de informaciones.
Informaciones que deberán de estar coordinada o sujeta a
un mediador que en estos caso son los propios padres.
Indudablemente existen padres a los les resulta muy complejo
cursar de forma correcta esa coordinación, de ahí la necesidad
de establecer desde el ámbito psicopedagógico (orientadores o
Departamentos de Orientación) un continuo asesoramiento
para que aquellos aprendan a sumir su papel y se sientan más
seguro en su implicación. De todos modos, no podemos
atenuar que es una responsabilidad exclusiva de los padres en
cuanto a su ejecución e implicación. Los resultados de lo que
ellos puedan abordar también dependen de lo que en el colegio
se enfoque, del compromiso y de la conexión que entre los
distintos contextos se establece para comprobar y asentar las
bases educativas que mejor se adaptan al niño hiperactivo.
Muchas veces los profesores desconocen la etiología u origen
de este trastorno en su alumno o alumna y se comportan con
la familia de forma brusca (le arriman la culpabilidad porque
le consienten todo a su hijo, porque no hacen sino pegarles, se
contradicen con los castigos, han dejado que sea caprichosos,
no le prestan la atención debida, …). Para el profesorado la
situación también es compleja pero debe de hacer un esfuerzo
por mantener la calma cuando se encuentre con la familia.

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Optar por una actitud más encaminada hacia la sensibilidad del
trastorno y no tanto a marcar lo negativo de su repertorio.
Se debe de escuchar, comprender y enganchar a la
familia en la necesidad de trabajar conjuntamente en la
búsqueda de alternativas. Igual que el orientador o
psicopedagogo podrá informar o asesorar al profesorado sobre
las características de este trastornos, las repercusiones que
representa y las posibles acciones a circular entre todos los
que intervienen en el caso, durante las primeras entrevistas
con los padres, podrá sugerirles las siguientes orientaciones (I.
Moreno, 2004/ Creen y Chee, 2001):

 Procurar crear un clima de confianza y colaboración


con el profesorado. Mantener abierto los canales de
comunicación, intentar hablar con el profesor al menos una
vez cada dos semanas.
 Cuando tenga una cita concertada con el profesorado,
preparase antes de asistir y teniendo en cuenta lo
siguiente:
o Reflexionar acerca de lo que puede plantearle el
profesor y prepare las preguntas que usted está
deseando hacerle.
o Ser agradable con el profesor, reconocer y apoyar el
trabajo que realiza.
o Evitar mostrar hostilidad y crítica hacia el desempeño
de la función docente.
o Demostrar que está interesado en apoyar en casa los
esfuerzos e iniciativas que el profesorado emprende
para mejorar el comportamiento y rendimiento de su
hijo.
o Pedir sugerencias o comentar posibles sugerencias
que a usted le gustaría adoptar para mejorar los
problemas de su hijo en casa.

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o Sea realista respecto a los resultados académicos de
su hijo. No exigir al profesorado resultados que son
improbables dadas las posibilidades de su hijo.
 Supervisar diariamente el trabajo de su hijo en el
colegio. Solicite hablar con el profesor y fije reuniones
posteriores para supervisar el desarrollo escolar de su hijo.
Así los profesores podrán comprobar que los padres se
preocupan y tiene interés por colaborar. Además ese pacto
de colaboración conjunta, repercutirá favorablemente al
niño.
 Acordar un sistema para apoyar los progresos
escolares de del niño. Aclarar con el profesor cómo y
cuándo aplicar. Sería necesario que los profesores
remitieran breves informes o comentarios a través de la
agenda; al principio de forma diaria y luego, en la medida
que el niño progresa, hacerlo semanalmente. En función
de la valoración sobre el trabajo diario del niño, los padres
aplican recompensa o retiran fichas u otros privilegios.
 Hablar con el profesor de las tareas que el niño ha de
realizar en casa, siguiendo sus instrucciones. Las
actividades deberán de estar adaptadas a las posibilidades
del niño y con variedad en la presentación para incentivar
la atención y el éxito.
 Disponer de los medios idóneos para realizar el trabajo
escolar:
o Elegir un lugar de la casa adecuado que el niño
asociará como espacio destinado para sus deberes
escolares.
o Programar una rutina diaria con relación a las tareas
diarias que el niño debe de realizar en casa, acordar
la secuencia de actuaciones y tratarlo de cumplir
diariamente. Es recomendable indicarle, evitando
reproches o acusaciones de episodios anteriores, qué
van hacer a continuación.

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 Evitar las discusiones sobre actividades escolares.
Utilizar instrucciones precisas y concretas encaminadas a
comenzar la tarea.
 Proporcionar apoyo y reconocimiento al niño tras el
trabajo realizado.
 Es muy importante que los padres tengan frecuentes
reuniones con el orientador o psicopedagogo del
centro. Ellos pueden solicitar a estos profesionales ayuda
y al mismo tiempo reivindicar, asesorados por los otros, la
necesidad de que se realicen ajustes individuales en las
exigencias y objetivos curriculares, procurando unas
condiciones académicas en las que al menos se tenga en
cuenta sus limitaciones cognitivas y de autocontrol propios
de los TDAH, y así poder facilitarle un mejor proceso en los
aprendizajes. Esas adaptaciones se pueden basar en los
siguiente:
– Reducción de la cantidad de tareas, en comparación
con sus compañeros.
– Adaptación del nivel de las tareas a las posibilidades
del niño.
– Disponer de un lugar adecuado en la clase, cerca del
profesor y lejos de elementos de posible distracción.
– Establecer evaluaciones sin límites estrictos de tiempo
 En general, los padres pueden aplicar en su casa las
mismas pautas que en el colegio se tienen en cuenta
para ayudar a mejorar el rendimiento escolar del
niño.

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