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B93981
Percepción y Cuerpo. La filosofía de Merleau-Ponty.
El propósito del presente ensayo es revelar algunos aspectos de la filosofía de
Merleau-Ponty. Se tratarán algunos puntos relevantes. En primer lugar, la naturaleza de la
percepción y las posiciones contrarias a la de Ponty, sobre las que construye sus tesis. En
segundo lugar, el movimiento como forma de percepción y agenciamiento del cuerpo. En
tercer y último lugar, la conexión sujeto-mundo. Cabe destacar dos aspectos del estilo del
autor. A saber, a menudo incurre al nombrar posiciones adversas con epítetos que no están
del todo claros; los conservaremos aquí para mantenernos fieles al estilo original, pero
explicándolos. Por otra parte, la mención de casos de enfermos es algo en lo que el autor ve
una herramienta para aclarar, por contraste, cómo debe ser el estado de cosas en la psique.
La percepción tiene dos aspectos importantes que explicar: la espacialidad y la
temporalidad. El "remate en los objetos" de la percepción es el núcleo de la dimensión
intencional del acto perceptivo. La fijación en un objeto, tomado y distinguido de una
multiplicidad, es lo que le da su objetualidad, siempre que lo saquemos de esa maraña
indistinta y lo enfoquemos, ordenando su contorno con el límite impuesto por las cosas
circundantes. El objeto como objeto es la cosa delimitada de las demás; tal límite se llama
horizonte, y es la condición de toda percepción. Al objeto se le impone un horizonte de
naturaleza distinta, que esta vez no individualiza su objetualidad especial, sino la temporal.
Este es el horizonte del presente del objeto, que se convierte en pasado y prospecta siempre
un futuro, y la percepción temporal delimita al objeto en el horizonte que tiene consigo
mismo, es decir, que tiene con lo que fue y será.
A menudo se quiere explicar la percepción a partir de algo que Ponty llama
pensamiento objetivo. Este conocimiento es un conocimiento basado en los objetos, y un
ejemplo de ello es el sentido común y la ciencia, y supone el olvido de un conocimiento de
mi cuerpo, conocimiento que se identifica con la percepción. Es el olvido del conocimiento
de mi cuerpo, dado que la percepción, determinada por la estructura del horizonte, no es de
otro modo porque el perceptor realiza su actividad de cara a los objetos; a saber, los objetos
aparecen como tales, perfilados por sus horizontes, porque es el cuerpo el que se sitúa de cara
a ellos. La pretendida objetividad del objeto es la representación ideal de la suma total de
todas las percepciones posibles, que hacen que el objeto sea visto desde ninguna parte y como
una cosa completa. El objeto no es esto, sino que ha de entenderse como dado al cuerpo. Dice
el autor:
Es preciso que encontremos el origen del objeto en el corazón mismo de nuestra
experiencia, que describamos la aparición del ser y comprendamos cómo, de forma
paradójica, hay para nosotros un en sí. Sin querer prejuzgar nada, tomaremos el pensamiento
objetivo al pie de la letra, sin hacerle preguntas que él no se haga. Si nos vemos obligados a
encontrar detrás del mismo a la experiencia, no será más que motivados por sus propios
apuros. Considerémoslo, pues, operando en la constitución de nuestro cuerpo como objeto,
ya que tenemos aquí un momento decisivo de la génesis del mundo objetivo. Veremos que
el propio cuerpo rehúye, en la misma ciencia, el tratamiento que se le quiere imponer. Y
como la génesis del cuerpo objetivo no es más que un momento en la constitución del objeto,
el cuerpo, al retirarse del mundo objetivo, arrastrará los hilos intencionales que lo vinculan a
su contexto inmediato y nos revelará, finalmente, tanto al sujeto perceptor como al mundo
percibido. (Merleau-Ponty, 2000, p.91)
La superación de esta reflexión objetivante del cuerpo se logra con una reflexión más
profunda y radical. Esa reflexión propone el objeto como una cosa absolutamente dada e
independiente del sujeto, hace de él todo lo unívoco e inmutable que se le puede atribuir,
porque recurre a su concepto. Hace, por ejemplo, una diferenciación entre la apariencia
fenoménica del cubo, que se nos presenta como algo frente a nosotros que nos muestra sus
caras parcial o absolutamente, y el cubo mismo, de cuyas propiedades se derivan todas sus
posibilidades de percepción. El cubo se me presenta como bidimensional cuando delante de
mí sólo se muestra una de sus caras, pero yo, al conocer las propiedades del cubo mismo,
efectúo una compleción del objeto, ya que actualmente nunca puede dárseme completo.
Aunque veo un cuadrado, sé que éste y otros cinco constituyen un objeto tridimensional.
Radicalizar la reflexión, o hacer una reflexión radical, significa volver a la condición más
simple y primera de todo conocimiento: la relación sujeto-objeto. Toma estas dos
correlaciones e investiga de dónde procede su concepto y, a partir de ahí, cómo se construyen
mutuamente. En el ejemplo del cubo, comprenderemos a partir de esto que el cubo no es algo
abstracto cuyas propiedades sean determinables independientemente del sujeto; no es que
exista meramente para el perceptor, sino que el perceptor le atribuye sus propiedades en
virtud de una analogía que hace con respecto a la localidad propia de su cuerpo en relación
con la de otros objetos espaciales. El cubo puede representarse como algo espacial porque
experimenta el tiempo como algo espacial.
El modo motor también se explica por el caso de Scheneider, que fue un famoso
paciente que, tras recibir un disparo en la cabeza, tuvo distintos tipos de problemas
neurológicos. Ponty afirma que no podía realizar actos que no implicaran un propósito
específico:
En la vida, dice el, ≪experimento los movimientos como un resultado de la situación, de la
continuación de los mismos acontecimientos; yo y mis movimientos no somos, por así
decirlo, más que un eslabón en el desarrollo del conjunto y apenas si tengo conciencia de la
iniciativa voluntaria (...) Todo marcha solo≫. De la misma manera, para ejecutar un
movimiento solicitado se sitúa ≪en la situación afectiva de conjunto, y es de ella que fluye
el movimiento, como en la vida≫. Si se interrumpen sus ejercicios y se le vuelve a llamar a
la situación de experiencia, toda su destreza desaparece. Una vez más la iniciación cinética
resulta imposible, el enfermo tiene que ≪encontrar≫ primero su brazo, ≪encontrar≫ el
gesto pedido por unos movimientos preparatorios, el gesto mismo pierde el carácter melódico
que ofrece en la vida habitual y se convierte visiblemente en una suma de movimientos
parciales laboriosamente adicionados poco a poco. (Merleau-Ponty, 2000, p.122)
Referencia.
- Merleau-Ponty, M. (2000). Fenomenología de la percepción. Barcelona: Península.