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1. Educación infantil.
Cuando en Grecia se habla de la formación del niño, se alude a la instrucción moral, donde
está centrado el humanismo. El educador no es el maestro, sino el pedagogo que acompaña
y vigila a el niño. Es el pedagogo el que transmite las ideas familiares y el que favorece la
incorporación del niño al medio social.
3. La paideia.
La paideia no es solo instrucción, sino es también incorporación a los ideales de la cultura
griega. Es el cultivo de los sentimientos religiosos y patrióticos, unido al de los sentimientos
éticos. Los griegos reconocen el valor absoluto de la personalidad humana y de la perfección
ética. Al dominio de sí mismo, al auto conquista lograda por el saber, a la armonía y la
autodisciplina la denominaron “sofrosyne”.
El propósito de la paideia no es solo llenar las necesidades del desarrollo del niño, sino
formar al hombre maduro. La palabra “paideia” puede ser también traducida por:
“tratamiento que conviene aplicar al niño para hacer de un hombre”. En latín, para decir lo
mismo, emplea la palabra “humanitas”, humanidades.
Lo que quiere la educación griega es la formación del hombre completo: cuerpo y alma,
sensibilidad y razón, carácter y espíritu. De aquí que por la instrucción no se pretendía
formar al sabio, al artista, al literato, sino que se procuraba dar una norma de vida que
estaba de acuerdo con un ideal de perfección.
El hombre que posee una sólida cultura humanística se encuentra preparado para afrontar
todo género de empresas. Por las humanidades el hombre adquiere, junto con el
conocimiento moral humano, el dominio completo de la razón, de la palabra, instrumento
privilegiado de su cultura y vehículo de la vida social.
4. La lectura.
Los maestros ignoraban todo método. la didáctica era rudimentaria. Se aprendía a reconocer
y a nombras las letras (apelación), luego a pronunciar las sílabas, finalmente las palabras.
Inmediatamente seguía el aprendizaje de la lectura a través de algunos textos poéticos. La
tarea era trabajosa. Era necesario reconocer las palabras porque en los textos estaban escritas
una a continuación de otra sin separación ni puntuación. Se debía captar primero el sentido
de las palabras para que la lectura fuera inteligible.
El procedimiento era mecánico; el maestro recitaba y el alumno repetía en voz alta. Como
los textos eran costosos, cuando el alumno sabía escribir los copiaba, o si no el maestro
dictaba fragmentos que luego hacía comparar con sus textos, cotejando los errores.
Debemos recordar que Platón consideraba que cuatro años no era mucho tiempo para
aprender a leer.
5. La escritura.
La escritura se realizaba por medio de un punzón sobre tabletas o cuadros de madera
cubiertos de cera. Uno de los extremos del punzón era aplanado y servía para borrar.
Frecuentemente se empleaban cañitas talladas de tal modo que se podía escribir con tinta.
Lo escrito se borraba con una esponja. En la escuela se aprendía también a contar con ayuda
de los dedos. Nunca se enseñaron las cuatro operaciones.
6. Disciplina.
La disciplina era severa: a menudo, el maestro recurría a los castigos corporales.
La imagen característica que se guardaba como recuerdo de la escuela era la del terrible
maestro y del temor que inspiraba. “No se prospera si no se realiza un esfuerzo costoso” era
el lema.
9. La educación liberal.
Al humanismo griego se le ha denominado también “educación liberal”, o sea, educación del
hombre para que éste pueda usarla con pleno conocimiento de la propia libertad;
Actividad intelectual del hombre que le permite desentenderse de las tareas manuales para
poder gozar de las altas expresiones del espíritu.
Es por eso que la educación griega no impone a los educadores normas fijas que los obliguen
a seguir determinados métodos.
El equilibrio se logra con el ideal de la armonía, es decir, con la bondad indisolublemente
unida a la belleza, como bondad resultante de un firme dominio de sí, como belleza que
representa exteriormente el severo orden interior del ánimo. Por esto la educación es
perfecta euritmia, equilibrio que se alcanza únicamente con una lucha interior en el
individuo contra el desorden de las fuerzas instintivas, hasta alcanzar un iluminado y
coherente concepto de la vida.
11. Esparta.
El Estado era quien determinaba si el niño recién nacido tenía las condiciones que podían
hacerlo en el futuro apto para su servicio.
Al nacer, debía ser presentado ante una comisión de ancianos que examinaban su
constitución física. Si era débil o deforme, era arrojado desde lo alto del monte Taigeto.
Hasta los siete años dejaban al niño con su familia, pero después de esa edad hasta su
muerte el espartano pertenecía totalmente al Estado.
A partir de los siete años comenzaba la educación pública, de carácter obligatorio, impartida
en organizaciones de tipo militar. La escuela era única, sólo para la clase dominante. Los
niños recibían sus lecciones de monitores escogidos en grupos de 64 alumnos; debían
aceptar sin murmurar las órdenes y los castigos.
A los 12 años, el niño vestía el manto de la virilidad.
De los 18 a los 20, los jóvenes formaban los kruptoi o grupos encargados de vigilar las
fronteras, vivían fuera de las ciudades y hacían ejecutar por los esclavos (ilotas) los trabajos
de utilidad pública.
Hasta los 30 años permanecían en la categoría de irenos; dirigidos por un instructor,
aleccionaban a los más jóvenes.
Al terminar ese período, adquirían los derechos de ciudadanos y podían constituir una
familia, pero permanecían siempre en los cuarteles, comiendo en mesas comunes y
sirviendo de maestros a la juventud.
La mujer era ejercitada en los deportes y en la danza. La disciplina fomentaba en ellas los
sentimientos de honor e impavidez, llegando a no inmutarse al oír que sus hijos habían
sucumbido en la batalla, a condición de que hubiesen caído de cara al enemigo.
Para el espartano, la educación física era fundamental y con ella se buscaba la resistencia
corporal. Vestían la misma túnica en verano y en invierno, llevaban los cabellos rasurados y
se acostaban sobre un lecho de juncos recogidos en las riberas del Eurotas.
Los ejercicios al aire libre eran variados: lucha, carreras, saltos, jabalinas, etcétera. La caza,
rama importante de su plan de enseñanza, fue preferida, sobre todo. Practicaban, entre
otros deportes, uno muy semejante a nuestro fútbol (el episkiros).
Niños y jóvenes aprendían a tocar la cítara y a cantar. Preferían los ritmos viriles y los
himnos marciales del poeta Tirteo. Esta educación culminaba con la danza guerrera.
El uso del látigo era corriente. Anualmente, en las fiestas de Diana, los maestros
administraban castigos públicos para desarrollar el espíritu de sumisión. El pundonor exigía
que soportaran los golpes sin quejarse.
La educación moral constituía la base de la educación patrocinada por Licurgo. Se
aprovechaban todas las ocasiones para inspirar al niño el respeto a las leyes y a la religión, la
obediencia absoluta al Estado y a los superiores jerárquicos. Las fiestas religiosas y los
banquetes públicos favorecían este intento, pues el joven escuchaba a los ancianos discutir
los negocios del Estado.