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CASO CLÍNIC0

I.- FILIACIÓN:

Nombre : K.A.D.T
Edad : 15 años
Sexo : Femenino
Estado civil: Soltera
Lugar de procedencia : Independencia (Lima)
Grado de instrucción : 4° de secundaria
Ocupación : Estudiante
Religión : Católica
Fuentes de información : Paciente, sus padres e historia clínica

II.- EPISODIO ACTUAL:

Tiempo de enfermedad: 17 meses


Forma de inicio : Insidioso
Curso : Progresivo

Síntomas y signos principales: Restricción de alimentos, baja ponderal, temor


excesivo a engordar, autolesiones.

Relato:

K. refiere que en abril del 2021 empezó a autolesionarse sus extremidades superiores con hoja de
afeitar, a solas, después de tener peleas con su madre por diversos motivos que dice no recordar.
“Mi mamá me jalaba el cabello, yo le agarraba su mano, le decía que no me toque y empezaba a
llorar”. Estos enfrentamientos ocurrían aproximadamente dos veces por semana. “Pensé que no
quería existir porque mis papás todo el tiempo me gritaban… era por algún problema del momento
pero no me acuerdo qué… era contestona”, “sentía cólera… más a mi mamá”. Mientras se
autolesionaba pensaba por qué tenía padres así, que le gritaran y que le culparan de todo. Sin
embargo, luego de autolesionarse, su cólera se mantenía. A pesar que las peleas con su madre
eran frecuentes, según K., las heridas cortantes se las produjo en siete oportunidades, durante tres
meses. A partir de esta fecha dejó de autolesionarse porque una amiga suya le dijo que si
continuaba haciéndolo se lo diría a la mamá de K.

A partir de enero del 2022 K., pesaba aproximadamente 52 kilos, le desagradaba su imagen
corporal porque se veía gorda, sobre todo en su región abdominal “se me formaban como rollitos y
eso no me gustaba”, por lo cual se propuso bajar de peso. Con esta finalidad, aumentó su ingesta
de agua (aproximadamente 6 vasos diarios, antes consumía menos de un litro), y solicitó a su
madre asistir al gimnasio, quien accedió. Durante un mes, acudió a este lugar de forma interdiaria,
aproximadamente tres horas al día, la mitad del tiempo utilizaba máquinas (caminadora, bicicleta),
y la otra, bailaba.

Durante febrero, continuó yendo al gimnasio y empezó a asistir a clases de natación dos veces por
semana (90 minutos al día). Se pesaba todos los días en la balanza de su habitación cada vez que
bebía o comía algo (3-4 veces/día).

Durante marzo, disminuyó la cantidad de alimentos que ingería (comía aproximadamente la


tercera parte), y la comida que le servían en casa la escondía, la daba a su perro, la botaba en el
lavadero, la envolvía en servilletas o en bolsas plásticas y la botaba en el tacho de la basura, o en
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el inodoro, o por la ventana de su cuarto (que está en el tercer piso), cayendo en un terreno
aledaño a su casa, otras veces se la daba a su hermana menor, la guardaba en bolsas plásticas y
las colocaba debajo de su cama o en organizadores de su dormitorio. Dejó de comer golosinas.
Imprimió una guía que encontró en Internet para bajar rápidamente de peso, hacía los ejercicios
indicados de manera interdiaria (sentadillas, abdominales, saltar la cuerda), tomando 90 minutos
diarios y el resto de los días se ejercitaba en las máquinas de su casa, compradas por su madre
(elíptica, Coaster, bicicleta), aproximadamente 60 minutos diarios. Sólo comía fruta y pan durante
el refrigerio en su colegio. cuando sus padres le permitían usar internet en casa (aproximadamente
tres veces por semana), ingresaba a la página web de “Ana y Mía” para tener información sobre
cómo bajar de peso rápidamente, cumpliendo las instrucciones en un 70%. Cuando se observaba
en el espejo notaba gordura en su abdomen, piernas y brazos. Se pesaba diariamente, después de
comer algo, “pensaba que tenía que vomitar” (pero no lo hacía), “me sentía triste, no bajaba tan
rápido de peso” debido a que sus padres le exigían que coma. Durante el horario escolar
presentaba somnolencia, no tenía ganas ni de escribir, ya no tenía deseos de asistir a clases,
prefería estar tendida sobre su cama. Empezó a faltar al colegio, aunque esporádicamente, porque
decía que no tenía ganas, que le dolía la barriga. Su rendimiento escolar empezó a disminuir
ligeramente. Según su madre, durante este mes la hemoglobina de K. bajó, de 13 a 11.9 g/dL, K.
se quejaba de dolor abdominal, sin embargo no aceptaba atenderse por ningún médico.

A partir de abril, su alimentación diaria consistió en masticar entre 24 a 30 chicles. Comenzó a


tomar todas las noches laxantes (3-4 tabletas) y durante las mañanas evacuaba deposiciones
abundantes y líquidas. Los laxantes los tomó hasta el mes de julio, aproximadamente. A partir de
este mes, los padres de K. notan cambios en ella. Durante el desayuno de uno de los días de la
Semana Santa, observaron que K. no comía, dijo que no quería desayunar, almorzar ni cenar. Sus
padres se sorprendieron y reaccionaron violentamente “le gritamos, le llamamos la atención, le
dijimos de todo”, “no quiero decía y no daba mayores explicaciones, solo tomaba mucha agua”.

Desde mayo no comía nada durante la hora del refrigerio en el colegio y comenzó, a solas, a
autoinducirse el vómito (introducía su mano a su boca) una vez al día hasta antes de su
internamiento. Ni K. ni su madre recuerdan con exactitud cuánto pesaba K. en este mes, pero
ambas han referido que a lo largo del tiempo el peso ha ido disminuyendo progresivamente hasta
que fue internada. Empezó a presentar amenorrea, la cual persiste. La psicóloga del colegio citó a
la madre de K., le informó que ésta tenía anorexia y le obligó a que K. fuera al colegio habiendo
desayunado (le permitían llegar tarde) y que sea su madre quien le lleve el almuerzo al colegio y
sea quien supervise la ingestión de los alimentos. Durante una semana K. desayunó y durante
veinte días su madre le llevó el almuerzo (pescado frito o hígado más ensalada) al colegio y vigiló
que lo comiera. El almuerzo era lo único que comía en todo el día. El padre de K. para lograr que
ésta comiera, en algunas ocasiones le abría la boca, en contra de su voluntad, y le introducía la
comida, otras veces le quitó su Tablet y demás pertenencias, pero nada de esto dio resultado.
Masticaba los chicles a escondidas.

En el mes de junio, mientras su madre arreglaba la habitación de K., percibió un olor fétido y halló
jugo de papaya dentro de una bolsa plástica, le preguntó con gritos a K. qué era, pero ella
permaneció callada. Su madre creía que era vómito. También encontró un fólder en el que estaban
las impresiones de la guía para bajar de peso (“Bikini Body Guide”), lo botó y le prohibió que los
haga. Además halló comida descompuesta en papel higiénico y muchas envolturas de chicle que
estaban escondidas en diferentes partes de la habitación. K. recuerda que a partir de este mes
empezó a sentir frialdad en su cuerpo, aparecieron “pelitos” en sus brazos, abdomen y senos, tuvo
discreta caída del cabello, y al caminar se fatigaba levemente y a veces se mareaba. Acudió a
psicóloga particular, recomendada por una amiga de su madre, K. no estaba de acuerdo en recibir
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atención, solo tuvo tres consultas “yo seguía igual”. Posteriormente fue donde otra psicóloga
recomendada por el colegio “iba a la fuerza”, solo fue a cinco atenciones. Después no recibió otra
atención psicológica porque K. rechazaba asistir.

Durante julio, al culminar las vacaciones de medio año y retornar al colegio, K. no ingería ningún
alimento en el horario escolar. No quería que su madre le lleve el almuerzo al colegio. El conductor
de su movilidad le dijo a la madre de K. que ella botaba la comida por la ventana del vehículo.
También la amiga del colegio le informó que K. no comía durante el horario escolar, y el pan que
llevaba para su refrigerio, se lo daba a una compañera del colegio. Con estos datos, su madre
empezó a sentarse a su costado durante las comidas en la casa y mantenía a la mascota lejos de
K. para evitar que le diera la comida, alejaba las bolsas plásticas y las servilletas. K. recuerda que
en este mes aumentó su cansancio e incluso ya no podía subir escaleras.

Debido a que durante semanas K. continuaba rechazando los alimentos, el 8 de julio su madre la
lleva a la emergencia. En la atención médica, K. refirió que quería bajar de peso y llegar a los 40
kg. Ese día pesó 46.3 kg. En aproximadamente cinco meses había bajado ocho kilos. Además no
desayunaba ni cenaba, solo almorzaba la mitad de su ración, que a veces la vomitaba
aproximadamente tres veces por semana. Había perdido la motivación, no quería asistir al colegio
y renegaba permanentemente. En emergencia le atienden ambulatoriamente y le indican
Fluoxetina 20 mg ½ tableta en la mañana durante 6 días y luego 1 tableta diaria, Clonazepam 0,5
mg ½ tableta en la noche durante 10 días y sacar cita en consulta externa de psiquiatría. Tomó
irregularmente la medicación, “yo no quería darle”, refiere su madre. Solo comía una fruta al día, a
veces nada, pero sí masticaba chicles.
El 17 de julio fue atendida por primera vez en la consulta externa de psiquiatría. Su IMC fue de
17.79 (Peso: 45 kg. - Talla: 1.59 m), pero aproximadamente un año atrás su IMC era de 20.55
(Peso: 52 kg). Refirió que si comía “más de lo establecido”, dejaba de comer uno o dos días. Le
diagnosticaron de anorexia nerviosa y se dieron orientaciones. El 24 de julio, acudió a su control y
le iniciaron tratamiento farmacológico con Topiramato 50 mg 1 tableta en la mañana y se le incluyó
en la lista de espera para internamiento. En su cita del 31 de julio, su padre refirió que no notaba
mejoría en K. Cada día, sólo comía la mitad del almuerzo (carne, ensalada, arroz), masticaba
chicles y bebía agua, en las madrugadas iba al baño, sus padres no sabían qué hacía allí, en la
cena con tono desafiante K. decía que no quería comer, la notaban permanentemente molesta, no
quería salir de casa. Sus padres peleaban y decían sentirse frustrados por no saber cómo abordar
la situación, su madre refirió que el día anterior a la consulta le había jalado los cabellos a K. Ese
día le indicaron Topiramato 100 mg ¼ tableta en el desayuno durante 6 días y luego ½ tableta.

Durante el mes de agosto, no cambió sustancialmente la conducta de K. respecto al mes anterior.


En una oportunidad se produjo una herida cortante con hoja de afeitar en su abdomen “porque yo
creía que había comido mucho, quería tranquilizarme, pero seguía llorando”, “me sentía culpable
que había comido”. En ese mes K. fue atendida en consulta externa en tres oportunidades (14, 24
y 31 de agosto). Las conductas purgativas habían disminuido por control de los padres, pero
persistía la distorsión de su imagen corporal y la restricción de alimentos. Su tratamiento
farmacológico consistió en 50 mg diarios de Topiramato.

El 7 de septiembre acude a su cita en consulta externa. Debido a persistencia de restricción de


alimentos, su médico tratante indicó su internamiento. En el examen mental de ese día se halló
alteración del esquema corporal, ideas de muerte y parcial conciencia de trastorno mental. K. se
mostró colaboradora durante todo el proceso de internamiento, a pesar que verbalizó no desearlo.

FUNCIONES BIOLÓGICAS:
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● Apetito: Al día ingería aproximadamente dos vasos con agua y limón y veintisiete gomas de
mascar.
● Sueño: Dormía siete horas durante la noche, tardando aproximadamente una hora en conciliar
el sueño.
● Sed: Bebía diariamente aproximadamente un litro de agua hervida fría.
● Orina: Sin alteraciones.
● Deposiciones: De consistencia dura y en escasa cantidad, una vez al día, cada 2-3 días, pero
los dos días previos a su ingreso, presentó deposiciones líquidas en moderada cantidad
3veces al día.

ANTECEDENTES FISIOLÓGICOS Y DEL DESARROLLO:


A. Prenatales y perinatales:
La primera gestación ocurrió cuando la madre tenía 20 años de edad, terminó en aborto
provocado.
Producto de segunda gestación, cuando la madre tenía 24 años, fue planificada y deseada, la
primera ocurrió cuatro años antes, pero culminó en un aborto provocado. Al quedar embarazada
de K. tenía diez meses de vida matrimonial con el padre biológico de la paciente. Durante la
gestación, su esposo pasó mucho tiempo ausente, pues iba a trabajar a provincias (trabajador de
EsSalud) para tener mayores ganancias. Una quincena trabajaba y otra quincena descansaba.
Ambos habían acordado que estos viajes cesarían una vez que K. nazca. Pero la madre de K.
lloraba frecuentemente al estar sin su pareja “me sentía sola…me encerraba en mi tristeza…ahora
recién me pongo a pensar que me ponía así como se pone K.”. Su esposo le aconsejaba que
compartiera tiempo con los padres de él que vivían en el piso de abajo, pero ella prefería la
soledad. Hasta los siete meses de embarazo, la madre asistía a la universidad Garcilazo de la
Vega para continuar sus estudios de Economía.
Debido a que aproximadamente a los dieciocho años de edad le diagnosticaron una masa en el
cerebro, en el último trimestre le hospitalizaron durante quince días para estudiar la posibilidad que
el parto sea por cesárea, pero al completarle los estudios determinaron que sí era posible la vía
vaginal.
En su siguiente control prenatal, decidieron hospitalizarla nuevamente por presunto embarazo
postérmino, pero luego de una semana, le dieron de alta.
Aparentemente fue un parto a término, eutócico, sin complicaciones. Hubo llanto inmediato al
nacer, pero con ictericia neonatal (solo la frente), sin embargo remitió sin tratamiento alguno.
Posteriormente no presentó intercurrencias médicas.
B. Crecimiento y desarrollo.-
Control cefálico: 3 meses
Sedestación: 7 meses
Gateo: 12 meses
Marcha autónoma: 1 año 2 meses
Hace sílabas: No recuerda
Primeras palabras: 1 año 2 meses
Primeras frases: 1 año 5 meses
Control de esfínter urinario diurno: 2 años
Control de esfínter urinario nocturno: 4 años
Control de esfínter anal diurno: 1 año 5 meses

VÍNCULO:
K. recibió lactancia materna desde el primer día de vida, su madre recuerda: “yo lloraba, no sabía
cómo ponerle para que mame, no sabía cómo calmarla… me desesperaba”.
Por lo general para darle de lactar, se sentaba sobre la cama y colocaba una almohada detrás de
su espalda como apoyo, su esposo le guiaba en la postura que debía adoptar para la lactancia
porque ella a veces se quejaba de dolor de espalda.

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K. lactaba tranquila y su madre procuraba estarlo porque le habían dicho que cualquier emoción
negativa podría transmitirla a través de la leche, “trataba de no pensar en nada, en ese momento
yo estaba tranquila”.
Inició la ablactancia a los seis meses, pero K. mantenía la boca cerrada cuando le ofrecía
alimentos sólidos, por lo cual su madre optó por darle la comida licuada, la cual sí aceptaba. “Yo
intentaba darle la comida por diez minutos, le enseñaba juguetes que comían, pero al minuto once
me desesperaba, llamaba a todo el mundo porque no tengo paciencia, llamaba a mi mamá (quien
vivía al frente) o a veces a su papá y yo me iba, lo hacía porque yo no quería perder la paciencia,
me parecía que estaba mal pegarle a un bebé, yo nunca lo hice”. “A pesar que no me gustaba
cocinar, lo hacía y me alteraba porque yo cocinaba para ella y que no lo comiera, me alteraba”.
Desde los 6 meses hasta los 12 meses, durante la lactancia, su madre se sentía aliviada ya que de
esa manera estaba asegurando la nutrición de su hija, pues rechazaba los alimentos sólidos.
Su madre se dedicó al cuidado de K. hasta que cumplió un año y seis meses, porque a partir de
este momento se dedicó a culminar sus estudios de Economía y a trabajar en el área de Marketing
de una revista. K. era cuidada en la guardería donde estaba desde las 7:30 am hasta las 4:00 pm,
después estaba en casa al cuidado de una niñera cama adentro, sus padres llegaban a la casa a
las 7 u 8 pm, cuando K. ya estaba dormida. Sólo los sábados y domingos sus padres compartían
tiempo con K. “Procurábamos no estar en la casa todo el día… nos gustaba ir a la playa…su padre
jugaba con ella… a mí no me nacía… yo no era como su papá, yo disfrutaba mirándolos”. Su
madre no recuerda haber jugado cuando era niña y por eso jugar le resulta una situación extraña y
ajena a ella.
Hubo diferentes niñeras (no recuerda cuántas), pero por lo general, K. les golpeaba o no les
obedecía, “sólo con una se encariñó porque jugaba con ella… pero yo a las otras también les decía
que jueguen con ella”. “Yo le compraba cosas a mi hija, tenía una ruma de juguetes…”.
Esta rutina se mantuvo hasta que K. tuvo cuatro años, edad en la que orinaba en su ropa mientras
estaba en la guardería, por lo cual la psicóloga indicó a la madre de K. lo nocivo que era su
ausencia en la vida de su hija y que debía dejar de trabajar, porque de lo contrario no se cumplirían
las expectativas que tenía sobre el futuro de K.
Fue así que su madre dejó de trabajar durante tres años.
En esta nueva etapa, su madre recuerda “yo me sentía estresada, yo no tengo paciencia” y K.
continuó rechazando los alimentos, “siempre fue bien fastidiosa para comer… decía no quiero, no
me gusta, siempre escogía la comida”, “a veces la gritaba, la hacía comer a la fuerza, le decía que
abra la boca”, “yo estuve en la casa no porque yo quería…no le tenía paciencia”. Mientras su
madre realizaba las tareas domésticas, K. jugaba sola con juguetes o con la computadora (juegos
educativos comprados por sus padres) o a veces jugaba con su primo paternos dos años menor
que ella (vecino suyo) o con su padre, su madre nunca tuvo la iniciativa de jugar con ella.
Mientras cursaba el primer grado de primaria, su madre quedó embarazada. Previo al embarazo,
sus padres le habían consultado si deseaba tener hermanos y ella había respondido
afirmativamente. Durante este tiempo, fue su abuela materna quien “le daba de comer en la
boca…porque se demoraba un montón, yo estaba sentada a su lado”. Esto persistió hasta que la
paciente cursó el tercer grado de primaria.
El primer día que su hermana menor estuvo en casa, a los pocos días de nacer, K. enfermó, tuvo
fiebre y no fue al colegio, pero al día siguiente todas sus molestias remitieron.
Su madre, refiere “yo me dedicaba a la bebe y ella se acercó más al papá”. Todos los fines de
semana salían a la calle solamente los dos, iban a pasear, al cine, etc., mientras que su madre
estaba en casa con su hermana menor.
A partir del primer año de secundaria, su madre le encomendaba realizar tareas domésticas, y K.
no le obedecía “recién a la vez 101 le gritaba… y recién lo hacía”.

TEMPERAMENTO:
● Nivel de actividad: “Era bastante tranquila, dócil, excepto a la hora del almuerzo”, “jugaba sola,
a veces alzaba sus brazos y lloraba para que la carguen”.
● Ritmicidad: Tenía un horario fijo.
● Acercamiento y retirada: Se acercaba a niños y jugaba tranquilamente. Lloraba cuando se le
quitaba algo, era fácil de calmar”.

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● Adaptabilidad: “Se dejaba cargar por extraños, sonreía”.
● Umbral de respuesta: Durante el momento que su madre le acercaba los alimentos para que
los ingiera, K. movía la cabeza de un lado para otro y mantenía su boca cerrada”.
● Intensidad de reacción: Su madre le compraba juguetes para distraerla durante las comidas,
“abría la boca y yo le metía la comida”.

ANTECEDENTES PATOLÓGICOS:
Fiebre tifoidea a los cinco años de edad.
Niega otras enfermedades, cirugías, alergias e internamientos.

ANTECEDENTES GINECOLÓGICOS:
Menarquia: 11 años
Régimen catamenial: 3-4/30
FUR: Abril del 2015. K. no recuerda la fecha exacta.
K. y su madre niegan enfermedades.

ANTECEDENTES FAMILIARES:
Madre: 40 años de edad. Actualmente trabaja como profesora de educación inicial. Sus padres se
separaron cuando ella tenía dos años de edad. Hasta ahora no sabe si fueron casados. Ni su
madre ni ella han hablado acerca de este tema ni de la separación. “A veces pienso que si mi
madre no me cuenta por qué se ha separado, es porque le puede hacer daño.” Su padre era
contador y su madre costurera. Sólo tiene un hermano de padre y madre, un año menor a ella. Su
padre tenía otra familia. Vivía con su pareja y los dos hijos que tenía con esta, quienes eran
menores que la mamá de K. en cuatro y cinco años. Sin embargo, su padre siempre iba a visitarla
a ella y a su hermano dos veces por semana. Y junto a su madre salían a la calle a comer los
cuatro. No recuerda peleas entre sus padres, sino por el contrario, que mantenían una relación
armoniosa estando separados.
A los 12 años de edad su padre le informa que tenía otros dos hermanos. A los 16 años los
conoció personalmente. Se mostró sorprendida pero casi no conversaron. Después de cinco años
los volvió a ver, pero la relación siempre ha sido distante.
A los 14 años, deseaba que su madre se casara nuevamente. “La veía sola, se dedicaba a
nosotros”. No recuerda que su madre haya tenido parejas, sólo recuerda que a la edad de 10 años,
su madre, ella y su hermano salieron con “un señor muy amable”.
A los 18 años de edad, su padre la llevó a la casa donde vivía con su pareja, a quien conoció
personalmente. Esta pareja a quien ella y su madre llamaban “madrastra” le dijo: “Esta es tu casa,
tú puedes venir cuando puedas”. “Ella nunca me trató mal”, “le llamaba por el día de la madre... mi
madre me inculcaba eso”. Pero recuerda que años atrás para referirse a la “madrastra”, su madre
decía: “Ella se metió con él sabiendo que tenía dos hijos”.
Durante su infancia, niñez y adolescencia vivió con su madre, hermano y tíos maternos (dos
varones y una mujer).
“Mi mamá siempre ha sido bien rígida, bien fría, casi nunca me abrazaba. Decía algo y se tenía
que hacer.” La mayor parte del tiempo estaba trabajando y se quedaban solos en casa ella y su
hermano. Sólo estaban con su madre durante el desayuno y la cena. Más tiempo compartía con su
tía materna, quien estudiaba Psicología, le ayudaba a hacer las tareas escolares e incluso era
quien le acompañaba a las fiestas de cumpleaños hasta que ella tuvo quince o dieciséis años. No
le tenía confianza a su madre. Respecto a sus tíos, sentía disgusto por ellos, ya que “hablaban
fuerte, decían groserías o cosas en doble sentido.”

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Estudió primaria en un colegio mixto, tuvo regular rendimiento académico, participaba en la escolta.
En secundaria estudió en colegio de mujeres, jugaba vóley. Durante su adolescencia no asistía a
fiestas, “no me llamaba mucho la atención…casi no salía.”
Su madre le decía que no debía tener enamorado, ni embarazarse “porque primero era estudiar,
segundo estudiar y tercero estudiar.” “Si alguien se me quería acercar, le veía defectos.”
A los 17 años de edad, estuvo preparándose para postular a Economía y a través de terceras
personas conoció a su actual esposo, que en ese tiempo era su vecino. Él tenía 22 años y
estudiaba Tecnología Médica. Fue contratado para que le diera clases particulares y la preparara
para rendir el examen de admisión. Un año después de conocerse fueron pareja. Pero ella no se lo
dijo a su madre, “nunca me nació decirle.”
Sus estudios de Economía los realizó en la Universidad Garcilazo de la Vega, y fueron pagados por
su padre, lo que a ella le hacía sentirse “presionada…como una carga”. En su segundo año de
Economía, tuvo que pagar los estudios de Contabilidad a su hermano. Trabajó en el taller de
costura de su mamá como ayudante. Un año estuvo trabajando y estudiando. En el taller fueron
flexibles con su horario. “No la pasé bien porque no era lo que yo esperaba”. Luego dejó de
estudiar un ciclo para dedicarse solamente a trabajar.
Su primera relación coital fue con su actual esposo. Después de tenerla, “me sentía culpable, creo
que nunca disfruté, pienso porque no me había casado, mi mamá me decía que primero me tenía
que casar”.
A los 20 años de edad se enteró que estaba embarazada. Tenía cuatro semanas de gestación. Ese
día lloró, “él (su actual esposo) me agarraba de la mano fuerte”. “Yo no era profesional y él no
trabajaba”. Ambos decidieron dar término al embarazo. Tres días después abortó en una clínica.
“Me sentí tranquila, fue lo mejor”. Este evento jamás se lo han informado a K. “Tengo miedo que si
lo sabe, quiera hacer lo mismo.”
A los 24 años de edad, se casó con su actual esposo. Ella se enteró que él deseaba contraer
matrimonio porque, meses previos, mientras ambos paseaban frente a una tienda donde vendían
aros de compromiso, él le dijo que debían entrar allí para comprar sus propios aros y ella aceptó.
“Yo sólo quería casarme por civil y él también”, pero “tengo en cuenta todo lo que mi mamá hizo
por mí, he tratado de complacerla en todo y ella quería que me case por religioso”. Fue así que
tuvieron matrimonio civil y religioso. Para este último, su esposo (un mes antes) hizo todos los
sacramentos que exige la iglesia católica. Días previos al matrimonio civil, su pareja tenía
programados días de trabajo en provincias. “Yo hice un escándalo, sentía que no le importaba”.
Meses después no salía embarazada y era irregular en la menstruación, le diagnosticaron de
microadenoma hipofisario.
Ha empezado una relación extramarital hace cinco años. Los domingos su esposo le exigía que se
quede en casa con él y sus hijas, pero ella se sentía cansada y aburrida del trabajo de la semana y
quería entretenerse. En consecuencia, su esposo se quedaba en casa con sus hijas y ella salía
con sus familiares a jugar vóley y realizar actividad física a un centro recreacional. Allí conoció a su
amante, quien desde un inicio le dijo que tenía pareja e hijos, una hija con la pareja actual y dos
hijos mayores con una pareja anterior. Cuando empezó la relación con él (cuatro años mayor que
ella) “fueron los seis meses más felices de mi vida”. Pasado este tiempo, ya no quiso tener
relaciones coitales con su esposo. Le dijo que su hija menor no quería dormir sola y fue así que
empezaron a dormir en diferentes dormitorios, situación que persiste hasta la actualidad. “Agarré
de escudo a mi hija”, “él me dijo que no quería tener una esposa de vitrina, yo le decía que nuestra
relación era de papás”.
Aproximadamente cuando la relación extramarital tenía ocho meses de duración, su esposo recibió
llamadas telefónicas en dos o tres oportunidades, aparentemente anónimas que le preguntaban
dónde estaba su esposa y que cuidara a sus hijos. Un día su esposo le citó en la calle para hablar
con ella sobre esta situación. “Yo no sé qué cosas me inventé”.

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Su amante le pidió que se separara de su esposo para que conviva con él. Ella dijo que no podría
hacer eso a sus hijas. “Dame seis meses, que termine el año, voy a hablar con ella (K.) y con su
papá”. Pero no fue así. La relación se fue deteriorando y no volvieron a hablar sobre la convivencia.
Al año siguiente, cuando K. tenía once años de edad, su amante se casó con la madre de su hija.
Sólo mantenían una relación telefónica, “yo me sentí muy enamorada de él”.
Después de un año de iniciada la relación extramarital, le dijo a su madre que quería separarse,
pero esta le respondió que no lo hiciera. “Pensé que ella me apoyaría”. Sin embargo la relación
con su amante era cada vez más distante. Ella lloraba frecuentemente en casa. “Tenía
sentimientos de culpa por lo que estaba haciendo, lloraba y K. se daba cuenta.”, “mi mundo era mi
cuarto, lloraba y me encerraba”.
La relación estuvo a punto de terminar cuando ella, por exigencia de su esposo, viajó a Cusco junto
a su esposo, hijas y familia política, y se quedaron allí durante varias semanas. Ella procuraba no
salir en las fotos familiares para evitar que su amante las viera a través del Facebook.
A los dos años de iniciada la relación extramatrimonial, las veces que estaba con su amante, éste
le decía que los hijos eran primero, “cuando él hacía actividades con sus hijos, yo me molestaba,
no le entendía, para mí él era primero”, “él no me consideraba de la misma manera que yo lo
consideraba a él”.
Hace dos años, K. revisaba su celular, le decía ¿irás ahí?. Cuando avisaba que saldría un fin de
semana, K. le decía ¿mamá te llamo? O ¿Dónde se irá pues?. “Yo sentía en su tono de voz que
ella me quería decir algo, yo le decía K. si hay algo que me quieres decir, dímelo y yo te lo sabré
explicar…pero ella no me decía nada”. K. le contó a la psicóloga de su colegio que su madre tenía
una relación extramatrimonial.

Padre: 44 años de edad. Actualmente trabaja en EsSalud como tecnólogo médico. Es el menor de
cinco hermanos. Sus padres son católicos. Su madre era ama de casa y estudió hasta el tercer
grado de primaria. Su padre era obrero, con secundaria completa. Su padre era muy exigente con
él y sus hermanos en el área académica, compartían poco tiempo con él. Siempre tuvieron
problemas económicos. “Los vecinos nos hacían bullying por la ropa que usábamos.” Durante
secundaria ocupó siempre los cuatro primeros puestos.
El hermano mayor (10 años mayor que él) “fue como un papá, tiene un carácter bien fuerte.” Le
preguntó si quería estudiar o trabajar mientras cursaba el cuarto o quinto de secundaria. Le
contestó que quería estudiar. Mientras cursaba el quinto de secundaria, su hermano le pagó la
academia, quería postular a Medicina. “Para mí el colegio ya fue, yo ya quería la universidad, y eso
le he metido a mi hija”, “en las mañanas hacía las tareas, en la tarde asistía al colegio y en la
noche iba a la academia.” Como notó que ingresar a Medicina podría tomar más tiempo y la
situación económica familiar no era buena, postuló a Tecnología Médica en la Universidad Federico
Villarreal. Ha tenido relaciones extramatrimoniales, todas eventuales. Su esposa no lo sabe ni
tampoco lo sospecha. La primera fue hace nueve años y la última hace seis meses. K. sí las ha
conocido, una de ellas fue su niñera.
Ni él ni sus hermanos “tiene la idea del divorcio en su cabeza”, porque su madre frecuentemente
les decía que la persona sólo se casa una vez en la vida.

Hermana: 9 años de edad. Actualmente cursa el tercer grado de primaria, tiene buen rendimiento,
ocupa los primeros diez puestos. Según su padre “es introvertida, hasta en su postura…se pone
triste o a llorar cuando alguien le levanta un poco la voz”, siente mucho temor cuando tiene que
exponer en el salón de clase. Cuando obtiene una baja calificación llora porque cree que su papá
le pegará y que su profesora le gritará. Según él, jamás le ha agredido físicamente ni tampoco le
ha amenazado con hacerlo si obtiene una nota baja. Es atendida una por un psicólogo particular

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(una vez por semana). Sus padres decidieron que tuviera atención psicológica porque al notarla
introvertida, temen que en el futuro padezca de depresión.

Tía paterna: Tiene 50 años. A los 18 años tuvo anorexia, según la madre de K. El padre de K. ha
negado antecedentes patológicos.

Relación madre-hija: Intolerancia por parte de la madre. No han compartido tiempo en actividades
comunes. Continuas peleas por temas inespecíficos, con agresión física incluida. A su madre le
desagrada compartir su tiempo libre con K. Ésta a veces le pedía a su madre que le acompañe al
cine los fines de semana, pero ella le respondía que saldría con sus amistades. Otras veces su
madre ha preferido incluso quedarse en casa, “me aburren las películas que le gustan a K.”, “no
puedo estar dos horas sentada en el cine sufriendo”.

Relación padre-hija: “Le doy bastante confianza”, “a veces me quiere sobrepasar, a veces me
molesto y a veces lo paso por alto”, “a su mamá no le gusta, yo siento que no me falta el respeto”,
“yo leo mucho a Miguel Angel Cornejo, le decía (a K.) que iba al colegio, y que iba a triunfar, pero a
veces ella se engancha y a veces no era con ella.”.
Desde los trece años de edad, K. le desobedece en algunas ocasiones.
Su padre no era muy exigente con K. en el área académica mientras cursaba la primaria. Pero su
exigencia aumentó durante su secundaria “yo le conversaba, no quiero que te saques un veinte,
sino un quince o un diecisiete…”, “le ponía de ejemplo a sus primos que estudiaban una maestría y
trabajaban en el extranjero”, “por ratos me escuchaba y por ratos yo sentía que no prestaba
atención”. Con él, K. ha tenido una relación más cercana y considerablemente menos conflictiva
que con su madre.

Relación entre padres: Según el padre de K. su esposa “siempre ha sido celosa, desde que
éramos solteros si me veía mucho tiempo conversando con alguien en una reunión, por ejemplo”,
“se incomodaba porque congeniaba con sus amigos de la universidad”. Cuando ya estaban
casados “me decía qué tanto te demoras con tu mamá, tu casa es acá”. “Hace tres años ha dejado
de ser celosa.” Peleaban frecuentemente, según él, principalmente por el tema económico y por los
estudios inconclusos de Economía de su esposa. “Yo le decía que acabe su carrera pero ella decía
¿para qué?... a mi suegra le preocupaba que no sea economista.” Cuando su esposa terminó la
carrera, “la animaba para que postule a un trabajo como economista pero ella no quería, se
molestaba, ella le decía: tú lo que quieres es que yo traiga plata y me quede hasta tarde.” “Yo le
animaba para que con el dinero vayamos de vacaciones…ella trabajaba en una revista de
abogados como secretaria.” Respecto al tema económico, según él “se acababa la plata y ella
daba plata a sus parientes, daba regalos.” Hace seis años, él optó por no hablarle de los estudios
para evitar discusiones, le dijo “pero no me gusta la actitud que tienes, por el mensaje que le das a
tus hijas”, “yo le daba un consejo y no me hacía caso, eso me daba cólera, pero sí le hacía caso a
sus parientes”. Ambos se han agredido físicamente hasta hace dos años, según él, en presencia
de sus hijas. “Ahora evitamos generar un pleito, mi hija menor dice: papá no peleen, cuanto
tenemos un intercambio de palabras”, “K. también pregunta ¿van a pelear?” Hace
aproximadamente un año y medio, él le planteó la separación pero ella dijo que le espere para
luego separarse. Después no han hablado del tema.

Relación entre hermanas: Cuando la hermana nació, K. tuvo celos. Según su padre “decía que
todo le iban a comprar a su hermana”. K. muestra incomodidad cuando sus padres felicitan a su
hija menor por sus buenas calificaciones en el colegio. Su padre nota que a veces K. la quiere
dominar. Según su madre, K. permanentemente ha buscado irritar a su hermana hasta antes del
internamiento.
9
ANTECEDENTES DE LA VIVIENDA:
La familia nuclear de K. y ella siempre han vivido en casa de sus abuelos paternos. La vivienda
está ubicada en el distrito de Independencia y consta de cuatro pisos. Es de material noble y
cuenta con luz, agua y desagüe.
K. al nacer vivió en el tercer piso junto a sus padres y dos tíos paternos. Cuando K. tuvo nueve
años de edad, uno de estos tíos falleció y el otro fue a vivir al segundo piso con su esposa, con
quien luego tuvo dos hijos. A partir de entonces, el tercer piso solamente es ocupado por K. y su
familia nuclear. Tiene cuatro dormitorios, uno para cada integrante de la familia. K. siempre ha
tenido su propia habitación. En el primer piso viven sus abuelos paternos y en el cuarto piso otro tío

ESFERAS:
A. Crianza: Según su padre ha estado a cargo de varias personas desde que nació. En el primer
año de vida principalmente fue su madre quien se encargó y la madre de ésta la supervisaba.
Después tuvo tres niñeras. Según su madre, sólo con una se llevó bien porque fue la única
quien jugaba con ella. “Yo les decía a todas que hagan jugar con K., pero sola una me hizo
caso”. Sin embargo, su madre refiere que nunca ha jugado con sus hijas. “Yo tampoco
recuerdo haber jugado de niña”.
A. Escolaridad:
Según su madre, K ocupa el sexto o séptimo puesto de treinta alumnos. Cursa el cuarto año de
secundaria. Siempre ha estudiado en el mismo colegio, que es mixto y parroquial. Su madre
decidió que sea parroquial. Su hermana menor también estudia allí. Su rendimiento académico
según su padre “es de regular para arriba.” En primaria, su padre permanentemente estaba a
su lado al momento de estudiar y hacer las tareas escolares en casa. En secundaria, su padre
disponía de menos tiempo, sólo se dedicó a tomarle la lección. El año pasado K. a veces no
hacía las tareas del colegio, pero como le gustaba el Inglés, lo estudió en el ICPNA hasta
quinto o sexto ciclo. “Pasaba con 80 o 90”, según su padre. En el colegio, durante este año
académico, recién estudiaba en la víspera de los exámenes. Ante la exigencia de su padre, ha
revisado junto a él, exámenes de admisión a la universidad. Él le ha animado que se estudie
alguna carrera “afín a la Medicina”, como Medicina, Biología o Psicología.

B. Relaciones interpersonales y sexualidad: Según su padre dos compañeras del colegio, a


quienes conoce desde primer grado de primaria, son sus “amigas íntimas” desde el año
pasado. Una tiene bajo rendimiento académico y había planeado fugarse con su novio que es
mayor de edad, la otra actualmente está embarazada. Estas amistades preocupan a sus
padres. “Las tres van a fiestas, a veces ella les hace sus tareas, también van al cine o al
Megaplaza”.
Por otro lado, su madre recuerda que hace aproximadamente siete años, salió del baño de su
casa y vio a su concuñado que tenía sentada a K. sobre sus muslos y besando sus labios. Los
separó y a solas “le pregunté a K. si había pasado algo más y me dijo que no”. Madre
comunicó el hecho a su esposo y a los familiares de este. Por evitar problemas con su familia
política no denunció el hecho pero con la condición que recibiera tratamiento. Le dijeron que
estaba tratándose, pero no le dieron más detalles. “El nunca dio la cara, no fue un año, vino su
esposa y hablé con ella… todos decían que yo había visto mal”. “Desde ese momento nunca la
dejé sola”. Un año después del suceso, y hasta la actualidad, K. y este sujeto se ven en
reuniones familiares aproximadamente cinco veces al año. “Ella se acerca a él normal, yo no
les dejo, no pasan tiempo juntos, solo se saludan”. Hasta la actualidad K. nunca ha hablado de
ese tema con su madre.

C. Problemas legales: Niegan.


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DINAMICA FAMILIAR
Relación conflictiva entre todos los integrantes de la familia.
A partir de los seis años de vida matrimonial, los esposos se han agredido físicamente.
Ambos han tenido relaciones extramatrimoniales, aunque ninguno lo ha revelado.
Han planteado la separación en algún momento, pero no han tomado ninguna decisión al respecto.

EXAMEN FÍSICO: Paciente adelgazada, con tejido celular subcutáneo disminuido de distribución
generalizada, leve palidez. Resto del examen dentro de límites normales.

EXAMEN MENTAL:
Aspecto general, conducta y actitud ante la entrevista: Aparenta su edad cronológica, se
muestra tranquila, establece contacto visual, colabora con la entrevista.
Lenguaje: De enunciación clara, tono medio, con inflexiones, finalístico.
Patrón y contenido del pensamiento: Organizado. “Creo que todo lo que como me hace
engordar” “a veces me obligan a comer, pienso cuánto habré subido de peso…en ese
momento pienso en vomitar”, “me gustaría pesar 37 kilos.”.
Animo y Afecto: Tristeza, por momentos sonríe brevemente.
Percepción: “Me veo gorda, sobre todo mi abdomen”. Niega pseudopercepciones, no se
evidencia conducta alucinatoria.
Orientación y estado de conciencia: Lúcida, orientada en persona, espacio, tiempo y
situación.
Atención, memoria y capacidad de abstracción: Conservadas.
Conciencia de enfermedad: Ausente.
Funciones intelectuales: Conservadas.

PREGUNTAS PARA RESPONDER EN LA ACTIVIDAD


1. Realizar el examen psicopatológico (Conciencia, atención, pensamiento, percepción, afecto,
inteligencia, memoria, tendencias instintivas, conación).
2. Identificación cronológica de los signos y síntomas en el caso clínico.
3. Formulación de síndromes según los signos y síntomas identificados.
4. Establecer diagnóstico presuntivo y diferenciales del caso.
5. Análisis de los determinantes sociales de la salud del caso.
6. Plan de trabajo:
● Abordaje de los factores limitantes a los determinantes sociales de la salud 
● Exámenes auxiliares (de requerirlo).
● Tratamiento no farmacológico.
● Tratamiento farmacológico (de requerirlo).
7. Discusión y comentario.

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