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CASO CLÍNICO DE UN TRASTORNO ALIMENTARIO

1. PRESENTACIÓN DEL CASO

DATOS DE IDENTIFICACIÓN
R., mujer de 16 años, estudiante de secundaria, vive con sus padres y una
hermana mayor que ella. Es una familia de nivel socioeconómico medio-
alto.

REFERENTE Y MOTIVO DE CONSULTA


La madre de la paciente solicita la primera consulta a causa de la llamativa
reducción de peso de su hija y, sobre todo, porque acababan de enterarse
de que se estaba provocando vómitos.

COMPORTAMIENTO DURANTE LA PRIMERA ENTREVISTA


La paciente presentaba un aspecto cuidado y aseado. Vestía ropa
holgada, pero era evidente su extrema delgadez especialmente en el
rostro: los ojos hundidos, los pómulos muy marcados, la nariz y las orejas
destacaban sobre el resto de la cara. A pesar de que la temperatura
ambiente era agradable, no se quitó el abrigo durante toda la entrevista.

DESCRIPCIÓN DEL PROBLEMA


R., comenta que el problema comenzó seis meses antes durante las
vacaciones ya que, al tener tiempo y estar aburrida, se apuntó a un
gimnasio. Como también tenía un trabajo para ganarse algún dinero y no
podía ir todo lo que quería al gimnasio, lo completó haciendo algo de dieta
para perder unos kilos. No le resultó muy complicado porque en su casa
se consumen muchos alimentos light, desnata dos, etc. Además, como
llegaba cansada a casa después de trabajar y no le apetecía comer, decía
a sus padres que ya había comido en el trabajo “para no preocuparles”.
Así, en poco tiempo consiguió pasar de 58 a 55 kilos (IMC de 20,31 a
19,26), lo que resultó muy gratificante. “Me gustaba más así, así que seguí
pendiente de lo que comía, tratando de no pasarme” Pero cada vez le
resultaba más complicado no comer delante de sus padres, y cuando se

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veía obligada a comer más de lo que tenía previsto, empezó a provocarse
el vómito. “No recuerdo cómo fue la primera vez pero lo cierto es que me
sentía mucho mejor cuando lo hacía.” Consideró que había encontrado la
solución para comer todo lo que había en la mesa sin que sus padres la
amonestaran y sin tener que volver a «engordar”. Aunque su motivación
inicial era mantenerse en el peso, lo cierto es que siguió en su empeño de
perder más. Le parecía bien porque sus piernas, que siempre le habían
parecido horribles, ya le permitían ponerse falda. Además, empezó el
curso escolar y a R., le invadía un sentimiento de poder con todo en ese
curso que se iniciaba: “yo me sentía capaz de todo, así que me propuse
mejorar mis notas, que nunca habían sido brillantes, y pensé: “igual que
estás dominando tu peso, lo puedes hacer con tus notas". Me sentía
eufórica y me fue bien”. En su entorno no se alarmaban, ya que la veían
comer, y aunque estuviese más delgada obtenía mejores resultados
académicos y se mostraba feliz.

A finales de octubre, un día que se encontraba sola en casa estudiando,


tenía problemas para concentrarse porque su estómago no paraba de
hacer ruido. Pensó en comer un par de galletas sólo para poder seguir
estudiando, pero, una vez en la cocina, se comió una galleta tras otra
hasta comerse toda la caja con rapidez. “Foca, foca, foca”, se decía a sí
misma mientras comía. Se sintió tan mal consigo misma que fue al baño
y se provocó el vómito. Desde entonces, confiesa haber padecido
frecuentes “atracones”, al menos dos o tres a la semana. No describía el
contenido de estos atracones, pero sí el malestar que experimentaba
mientras estaba ingiriendo, sin poder evitar comer, con la palabra “foca”
repitiéndose en su cabeza y pensando que iba a necesitar vomitarlo todo.
La provocación del vómito aliviaba este malestar sólo temporalmente. La
preocupación por los atracones y los vómitos (que empezaban a ocurrir
no sólo después de un atracón, sino también cuando creía que había
comido demasiado o cuando no le permitían comer lo que ella tenía
previsto) produce una necesidad de buscar información en la red para
seguir perdiendo peso. Paralelamente, la paciente cada vez dedicaba más
horas al estudio, y se sentía muy insatisfecha cada vez que su nota no era

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sobresaliente. Decidió salir menos (y después nada) con sus amigas;
únicamente iba a casa de su novio, donde aprovechaba para estudiar,
porque empezó a sentirse agobiada también por las notas.

Para diciembre, comentó a su madre que hacía algunos meses que no


tenía la regla. En ese momento, el médico la pesó (46 kilos, ÍMC de 16,11)
y confirmó que la falta de regla se debía al bajo peso. R., prometió que iba
a comer más, pero lo cierto es que cada vez dedicaba más tiempo a
pensar en lo que iba a comer, en cómo hacer para que no la obligaran a
comer más de lo que quería y en cómo esconderse para vomitar. Incluso
su novio describe como “rara” su manera de comer, “muy despacio y a
trocitos muy pequeños; a veces parece que se esté pensando si comer o
no el siguiente pedazo”. La concentración en sus estudios era imposible.
Todo este ir y venir de disimulo, mentiras, tiempo pensando en lo que
comía, no comía y cuándo poder vomitar empezó a molestarle mucho y a
agobiarla, así que surgió el deseo de ser descubierta, pero ante la
tardanza, decidió tomar la iniciativa y contarlo, porque el dominio del
vómito en su vida comenzó a asustarla.

R., confiesa sentirse indecisa respecto a todo lo que le estaba ocurriendo


y, en especial, en lo que tenía que ver con su cuerpo. Se veía delgada,
pero no de forma extrema. Aunque su IMC en el momento de la entrevista
era en torno a 15, no se percibía con aspecto enfermizo. “Yo sé que no
estoy bien así, que estoy muy delgada, pero no puedo ni pensar en que
tengo que engordar; me preocupa que si aumento de peso, mis notas
vuelvan a ser más bajas, porque empezaron a mejorar cuando empecé a
adelgazar.” Con respecto a otros temas, R., también se mostraba incapaz
de decidir por sí misma y dependía de las opiniones de la madre y de su
novio.

HISTORIA DEL PROBLEMA Y OTROS DATOS BIOGRÁFICOS


La paciente se describe corno una persona que siempre ha tratado de
agradar y cuidar a los demás, especialmente a su padre y su novio. Con
respecto al padre, que presentaba ciertos problemas de adicciones. R.,
sentía que si ella pudiera ser una hija perfecta, su padre no tendría esos

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problemas. Con respecto a los chicos, a los 14 años tuvo su primer novio,
y R., describe esa relación como de “maltrato”. Ella se preocupaba mucho
por él y por cuidar la relación, pero el chico le mentía y la ninguneaba. Lo
dejaron muchas veces, pero era ella quien siempre llamaba para tratar de
arreglarlo. El verano anterior, precisamente a causa de un disgusto con
este primer novio, fue cuando la paciente refirió su primer vómito: “cuando
lo vi con mi mejor amiga, yo me sentí gorda y fea. No lo podía soportar y
tenía que hacer algo; me encerré en el baño y vomité”. Fue después de
ese episodio cuando rompió definitivamente con esa primera relación y
empezó enseguida a salir con su pareja actual. Por otra parte, siempre se
ha sentido como “la oveja negra de la familia”, ya que si algo bueno
sucedía, siempre era la hermana mayor la que lo había hecho: “todo lo de
mi hermana era siempre más sensato, mejor y más bueno; yo soy una
don nadie”.

La relación entre las hermanas siempre ha sido mala y de mucha


competencia y rivalidad (lo que estudian, lo que visten, lo que comen). La
madre dice entender que la hermana se sienta algo celosa en la actualidad
por el trato que está recibiendo en la familia la enfermedad de R.: “nos
estamos volcando mucho con ella”.

La madre padeció en su juventud un TCA, y la hermana había sido


ingresada unos años antes por anorexia nerviosa.

2. INSTRUMENTOS DE EVALUACIÓN EMPLEADOS


Los instrumentos administrados inicialmente fueron los siguientes:

- “Test de actitudes alimentarias” (Eating Altitudes Test, EAT; Garner y


Garíinkel, 1979). adaptación española de Castro, Toro, Salamero y
Guimerá (1991). Evalúa la presencia de actitudes y conductas
asociadas con la anorexia nerviosa, especialmente aquellas
relacionadas con el miedo a ganar peso, el impulso a adelgazar y los
patrones alimentarios restrictivos. Punto de corte 30. La puntuación de
la paciente en este instrumento fue de 56.

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- “Inventario del malestar provocado por las situaciones relacionadas
con la imagen corporal” (Situational Inventor y of Body Image
Despluma, SIBD); Cash. 1994), adaptación española de Gallego,
Perpiñán. Botella y Baños (2006). Es un instrumento que recoge las
reacciones de malestar e insatisfacción con el cuerpo
desencadenadas por determinadas conductas, situaciones o
contextos. El rango de puntuaciones oscila entre 0 - 160, siendo la
puntuación de la paciente de 143.
- “Test conductual frente al espejo” (Perpiñá, Botella y Baños, 2000.
2006). Test de evitación conductual, en el que se evalúa la intensidad
del malestar y evitación que produce ver la imagen del cuerpo en un
espejo, a un metro de distancia y durante 30 segundos. En un rango
de 0 a 10, la paciente puntuó un 8.
- “Test conductual de la báscula” (Perpiñá et al., 2000,2006). Test de
evitación conductual en el que se evalúa la intensidad del malestar y
evitación en el momento de enfrentarse a la báscula durante 30
segundos. En un rango de 0 a 10, la paciente puntuó un 10. “Inventario
breve de síntomas” (Brief Symptom Inventory, BSl; Derogatis y
Melisaratos, 1983), adaptación española de Ruipérez, Ibáñez, Lorente,
Moro y Ortet (2001). Medida de psicopatología general asociada. En
un rango de 0 - 265, la paciente puntuó 115.

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