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Emmanuel Lévinas – Yo y mi relación con el Otro

Emmanuel Lévinas nació en 1906 en Kaunas (Lituania) y murió en 1995. Fue un


filósofo judío que se nacionalizó francés, lo que quizás en cierto modo le ayudó a
sobrevivir en los campos de concentración alemanes, ya que recibía un trato
diferente al de los otros judíos que estaban allí.

Consideró a la ética como la filosofía primera, rechazando la prioridad que otros


filósofos le habían concedido a la ontología (el estudio del ser). Observó que la
filosofía tradicional, y sobre todo la occidental, ha sido siempre una filosofía centrada
en el Yo, dejando al Otro en un segundo plano. Los filósofos, en su mayoría, se han
interesado por la esencia y el origen del ser,
prestando poca atención a la persona humana en su
vida social y afectiva. Han olvidado la importancia de
la intersubjetividad. La filosofía de Lévinas fue muy
significativa para todos los que, como él, piensan que
la ética está por encima de cualquier otro saber
filosófico o científico. Según este autor, habíamos
creído que lo más importante era el ser y habíamos
ignorado factores imprescindibles de la persona,
como son las pasiones, los deseos y los sentimientos,
o aspectos básicos que tienen que ver con lo ético,
como el decir “buenas tardes”. Para Lévinas, la
filosofía perdió de foco al sujeto de carne y hueso que
tiene a su vez una dimensión espiritual e infinita: la ÉTICA.

El autor pone énfasis en el concepto de alteridad (diversidad, “otredad”) y la


importancia de la responsabilidad hacia el otro: siempre hay que considerar los
efectos de las acciones que uno realiza, ya que actuar como si uno estuviera
totalmente solo es ejercer violencia sobre los otros.

Ahora bien, la responsabilidad de la que habla Lévinas es una responsabilidad


gratuita, no un intercambio de favores, por eso dice que mi relación con el otro tiene
que ser asimétrica, porque yo me hago responsable del otro pero sin exigir a cambio
que él se responsabilice por mí. La inquietud por acercarme y responsabilizarme del
otro no debería depender de su preocupación por mí. Si fuera así, se correría el
riesgo de que el uno y el otro permanecieran siempre a la expectativa, en una espera
interminable.
Se trata de acercarse al otro desinteresadamente. Mirar más allá de uno mismo, más
allá de mi ego, y aceptar que soy un ser que vive en sociedad, saber que vivo con
otros que tienen la misma dignidad que yo. La otredad, entonces, como problema
filosófico, nos concierne a todos, y se presenta como un sentimiento de extrañeza
frente a aquello que no es conocido. De ahí surge el rechazo al otro, por miedo a lo
desconocido o a lo diferente. Ver de frente al otro es un acto que exige apertura.
Lévinas propone entender de otra manera a la filosofía, no como “amor a la
sabiduría”, sino como la sabiduría que nace del amor.

Por todo esto, debemos preocuparnos por el otro y no verlo como alguien
contrapuesto o enfrentado, pues, al fin y al cabo, hay YO porque hay OTRO que se
responsabilizó por mí. El yo es el resultado de que alguien me haya cuidado. La
filosofía a partir de ahora no empezará en el yo, sino en el otro. Sin el otro no somos
nada. No debemos permitir que el amor a la sabiduría y a la verdad que buscan las
ciencias y la filosofía nos haga olvidar el amor al prójimo.

Según Lévinas, el modo en que se presenta el otro es a través del rostro. El rostro
habla. La manifestación del rostro es discurso, dice algo. El rostro del otro refleja su
debilidad y su grandeza. La moralidad, entonces, aparece en la relación cara a cara
con el otro, en la experiencia directa de la alteridad que rompe con la tranquilidad
satisfecha del yo, y en responsabilizarse del otro sin esperar ni siquiera reciprocidad.

Lévinas notó que, antes de conocer al otro, estoy llamado a responsabilizarme de él.
La cercanía hacia el otro no es para conocerlo, dado que no es una relación cognitiva,
sino más bien una relación ética, en el sentido de que el otro me importa, y debo
encargarme de él. La mejor manera de encontrarse con el otro es el encuentro de
almas, no el saber qué color de ojos o de cabello tiene esa persona. El alma del otro
es inabarcable desde el conocimiento intelectual.

La actitud de ser hospitalario (otro de los términos utilizados por Lévinas), es la que
tiene alguien que acepta al otro con su diferencia, le abre la puerta y lo recibe, a
pesar de que en cierto modo ese otro lo incomode por no encajar en su estructura.

Para finalizar, a modo de conclusión, se podría decir que el pensamiento de Lévinas


nos desafía a salir de nuestro propio yo egoísta y dirigirnos hacia el otro, no tanto
para conocerlo, sino fundamentalmente para responsabilizarnos por él. Ésa es la
virtud moral.

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