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Serenidad para y con el otro

1. Introducción: Este trabajo pretende lidiar con la respuesta propuesta en


Serenidad a la crítica realizada por Levinas a Heidegger.

2. Mitwelt y Mitsein: El otro en Heidegger

“La indagación dirigida hacia


el fenómeno que permite responder a la pregunta por el quién, conduce hacia es‐
tructuras del Dasein que son co‐originarias con el estar‐en‐el‐mundo: el coestar
[Mitsein] y la coexistencia [Mitdasein]” (Ser y tiempo, capítulo 4)

El pensamiento de Heidegger es la primacía filosófica de la ontología como filosofía


por excelencia y condición inicial para toda reflexión filosófica. Esta compleja concepción
de la ontología se plasma en el concepto de Dasein que recorre la obra de Heidegger en
su primera etapa. Un concepto insistente sobre sí mismo el cual en un constante
movimiento de espiral interno se vuelve más y más complejo, tan inagotable como el
propio Dasein que se da en la vida misma.

Este concepto es la joya de la corona en la obra de Heidegger, este ser-ahí, este Dasein
es estudiado con gran profundidad: desde sus existenciarios, a su relación con el ente, con
los otros y ante todo, consigo mismo.

Sin embargo, de estas tres capas de constitución ontológica, la relación con el otro es a la
que Heidegger dedica menos tiempo, presentándose más como una relación con el hecho
de tener que compartir el mundo con el otro que una relación con el otro.

De esta clase de concepción del otro se deriva, inevitablemente, una necesidad de


minimizar este hecho de tener que convivir con el otro, de aliviar esta limitación. De esta
manera si el otro constituye al Dasein no lo constituye de tal manera que este queda
marcado por sus experiencias con el otro, sino como una existencia que está opuesta a
ese otro que aglomera a todos aquellos Dasein que no soy yo pero se me asemejan.

De esta manera el otro es una atadura sobre el ser, y por esto tendemos a distanciarnos
de ellos. La soledad, la angustia1 y el encuentro con la nada solo se pueden dar cuando
nos distanciamos de lo que nos rodea y nos damos cuenta de la finitud de todo ello, lo cual
nos incluye a nosotros mismos. Un encuentro con la nada en el que el verdadero ser sale
a relucir. Heidegger por lo tanto se centra en el estudio de la separación del individuo con
respecto al otro, un otro que ni siquiera está definido. Un otro entre miles, que nos domina,
nos mantiene atados en tanto que otro. Pero nunca como el Otro, sino como un otro.

De hecho el otro no se nos presenta en primera instancia ni como otro, sino como las
marcas que este ha dejado. Los objetos del mundo tienen siempre la indudable marca de
que otro ser los ha creado. De esta manera el Dasein en tanto queda ontológicamente

1 La concepción de angustia en Heidegger debe ser comprendida desde la propuesta de


Kierkegaard como aquella sensación nacida de la libertad de elegir. Una experiencia prostestante
de carácter por lo tanto, extremadamente íntima y personal. Un acercamiento a la nada.
determinado por la presencia de iguales. El otro es un resto presente en el mundo que se
le da a la mano, antes de ser otro Dasein.

Este encuentro inicial deriva en acercamiento propio con el otro. El dasein en tanto que
ser-en-el-mundo, y está caracterizado por el hecho de tener que lidiar con la facticidad de
ser con el otro. Reside en un Mitwelt o co-mundo, codificando al ser como Mitsein, es
decir, siendo con los otros en un Mitdasein. De esta manera el Dasein es ontológicamente
con otros Dasein.

Esta relación Mitdasein se presenta de dos maneras fundamentales, dos existenciarios: el


sustitutivo-dominante y el anticipativo-liberador. Una tensión entre extremos caracterizada
por el hecho de que los otros Dasein se parecen a nosotros y a su vez, son irreductibles.
Esta actitud se perfila de muchas maneras, ya sea la agresividad o una suerte de armonía
alcanzada por metas comunes, pero nunca mediante la alteridad.

De esta manera si bien esta tensión es necesaria para ser Dasein la falta de un otro bien
definido y de una preocupación ética deriva en una relación que parece implicar una
inherente hostilidad entre el Dasein que soy yo y los Daseins que son los otros. El otro en
Heidegger explica al yo, como exposición, como origen de un uno intersubjetivo que nunca
soy. Pero el otro individual nunca se hace presente, el otro no es más allá de aquello que
no soy yo.2

3. Rescatando al otro en Levinas

“Es curioso constatar que Heidegger no toma en


consideración la relación de gozo. El utensilio ha ocultado enteramente el uso y la
finalidad: la satisfacción. El Dasein, según
Heidegger, jamás tiene hambre. El alimento sólo puede interpretarse como utensilio en un
mundo de explotación.” (Totalidad e Infinito, capítulo 2)

La forma de encontrarse con el otro en Heidegger mediante el ente puede


servirnos de pista para entender el encuentro del otro mediante huellas presente en
Levinas, una huella que deja marca de un Otro inagotable que se nos acaba manifestando
en el rostro del Otro. Un Otro que en su infinitud nos hace responsable de él, que nos
constituye como dependientes de un Otro al que siempre estamos endeudados.

Esta similitud se debe al gran estudio realizado por el pensador lituano de las obras de
Husserl y Heidegger, haciendo de este un gran conocedor de la fenomenología. Este
aspecto es fundamental para comprender desde donde pretende Levinas criticar a
Heidegger: desde una fenomenología del Otro, un Otro con mayúscula sin el que no
podemos ser. La relación por excelencia con el otro antes de que con el ente o el ser, y la
imposición que representa el Otro sobre nosotros, su rostro que en su diferencia infinita
transmite a nosotros la más importante de todas las imposiciones: “No me matarás.”

La ética por lo tanto se vuelve para Levinas una imposición fundamental, una
preocupación previa a todo pensamiento. Esto marca una distinción fundamental del
2 Es importante notar que Heidegger si sostiene una irreductibilidad del otros al yo, aunque sin
embargo, es una cuestión que nunca se vuelve de vital importancia para su planteamiento.
planteamiento Heideggeriano de la primacía de la ontología. Para Levinas en su esfuerzo
de depurar la ontología más pura posible, de determinar la posibilidad de de ser del Ser
Heidegger había olvidado la ética y la relación con el Otro.3

Esta problemática de la ética surge ya en la forma en la que Heidegger habla de los


objetos del mundo, una definición del mundo “en tanto que se da la mano”, el hecho de
que los objetos antes de ser, son útiles. Sin embargo para Levinas esta utilidad es
problemática pues transformar el mundo en utilidad implica olvidar el valor por excelencia
de la utilidad, el del gozo. No queremos que la utilidad de una silla sea sentarse porque
sentarse es por sí solo, de algún modo, valioso. El valor de la utilidad reside en su
capacidad de otorgarnos gozo.

Sin embargo en el gozo estamos en la más absoluta soledad, en una completa alineación.
Es el triunfo del más puro de los egoísmos: “Egoísta sin referencia al otro, estoy solo sin
soledad inocentemente egoísta y solo. No contra los otros, sino en mi «reserva personal.»
-pero enteramente sordo al otro.” (Totalidad e infinito, capítulo 2)

Vivir en el mundo del gozo es volver al ego más puro, a mí consciencia por el hecho de
serlo. El triunfo de mi individualismo, la transformación de todo aquello que es en las
herramientas de mi gozo, la explotación del mundo para el individuo. Una satisfacción
retraída que hace oídos sordos a los gritos del Otro, el Otro que nunca nos otorga gozo por
sí mismo. La metafísica de la apropiación.

La forma de actuar del Dasein es por lo tanto, por naturaleza, individualista en tanto que
acercamiento para el gozo. Matiz que se hace particularmente presente en esta relación
con el otro, en el que la constante tensión nos lleva a la separación, y solo es en esta
soledad donde tenemos ese encuentro con la angustia y la facticidad. La soledad ya no es
solo imperante, sino valiosa para Heidegger.

Vemos por lo tanto la receta para este olvido del otro. La soledad se caracteriza en
Heidegger como un existenciario valioso para la experiencia metafísica, lo cual viene
acompañado de una natural enemistad con los otros Dasein, una enemistad que solo se
salda mediante la creación de una meta común y una noción del mundo caracterizada por
su utilidad, una reducción de la finitud en igualdad. De esta manera nuestra única forma de
relacionarnos con el Otro es mediante la utilidad, ya sea la utilidad del conjunto o la mía
propia los demás quedan categorizados no como individuos sino como herramientas para
metas, como entes.

3. Serenidad: para un acercamiento ético con el otro.

La crítica de Levinas es una crítica difícil de congeniar, pues si bien ambos parten de
una base fenomenológica la concepción de ambos pensadores de esta es,
fundamentalmente, diferente. Heidegger en vía Husserliana se centra en la consciencia

3 Heidegger afirma en su respuesta a Beaufret que en su obra no hay contenido ético y que no
pretende establecer una serie de reglas de comportamiento, sin embargo considera que están en su
obra implícitas una serie de valores. Esto se encuentra en Carta sobre el humanismo, donde
Heidegger rechaza todo humanismo, a diferencia de cómo hará Levinas en su reivindicación del
judaísmo.
como algo del individuo, constituido por el mundo, pero fundamentalmente individual.
Mientras que, para Levinas la imperante relación con el otro es la experiencia fundamental
que precede toda acción. Pese a esto, tal vez, por esto mismo, es tan importante oír esa
voz del Otro que reclamaba Levinas, la cual viene aquí del propio Levinas. No es
necesario abandonar el sistema Heideggeriano, sin embargo es necesario oír al otro para
cubrir sus carencias, para desterrar la pasividad del que ha sido acusado. Nuestra
constitución en el mundo, nuestra facticidad, como ya hemos visto está en un mundo
compartido en el que existen otros Dasein que no por ser otros deben ser menos valiosos
que el Dasein que soy yo. Nuestro cuidado con nosotros mismos parte de un cuidado con
el otro.

La preocupación fundamental de Heidegger es la de vivir una vida auténtica, una vida lista
para lidiar con la finitud y que es consciente de sí misma, de su diferencia con los objetos
del mundo. Una existencia adecuada significa cuidarse y evitar el seguir cayendo, pese a
que por naturaleza estemos ontológicamente caídos en el mundo. La cuestión de la praxis
es por lo tanto la de evitar seguir cayendo, la de distinguir entre lo que soy yo y lo que son
los entes del mundo. Esta caída en la época de la techne es la de la producción, caerse en
el mundo es darse a la techne y convertirse no en ser, sino en una herramienta de
producción. No es importante el para qué, sino el qué. Crear sin importar el cómo, sin
importar el medio, sin importar el fin, sin importar las circunstancias. Solo importa el
producto.

Tanto el otro como yo, por lo tanto, en la sociedad de la techne no somos relevantes como
ser, sino como herramienta capaz de producir. Esta producción viene con la promesa de
que la techne es una forma de lidiar con la angustia, cuando en realidad, solo oculta esta.

Darse a la techne, a los objetos del mundo, es una traición a la naturaleza del ser el cual
se encuentra caído en tanto que finito en el mundo, y esa misma finitud la que le permite
interpretarse y darse infinitud de sentido. La caída original no es sino condición para poder
ser, pero esto no implica que debamos seguir cayendo pues esta caída original abre el
espacio de la pregunta, de la hermenéutica. ¿Quién soy yo? ¿Soy yo mi producto, mi
técnica? o puede que quizás, detrás de eso, puede hacerme otra pregunta ¿qué soy?

Si dejamos florecer esta pregunta en nosotros podemos descubrir que nosotros no somos
esa técnica, no somos pura techne. Dado a que abrir esa pregunta implica abrir el
interrogante que nunca es entendido, la finitud del ser que le permite a este ser aquello
que desea ser. Pero estas preguntas sólo pueden surgir en tanto que dejamos a la mente
divagar, abandonar deseos y pulsaciones con lo referente al ente, separarse de este y
preguntarse por el ser, en tanto que tenemos un encuentro que nos separa de la realidad.
Un momento en el que la angustia nos sobrecoge, una experiencia reveladora.

De todos los existenciarios del Dasein la Gelassenheit brilla particularmente como forma
mediante la que afrontar la época de la techne. La serenidad implica antes que nada una
separación, un distanciamiento de la interminable tecnificación de la vida. La techne no es
algo de lo que podamos deshacernos, no es algo sin valor. Pero debe ser con un “por
qué”. Una pregunta que si no se hace no deja lugar para otra respuesta que no sea el
apoderarse de la realidad.
Tras esta revelación no podemos dejar de ser, volver a intentar ser ente, nos damos
cuenta de que darse a la techne implica un olvido de la praxis. Un olvido de nuestra
mentalidad a la hora de afrontar el mundo no como objeto productivo, sino como ser
pensante. Dentro de las praxis tenemos la angustia como nuestra experiencia reveladora,
pero a esta la debe seguir la serenidad. La serenidad de que somos conscientes de este
peligro que reside en el mundo de la techne. La serenidad es un modelo de vida, una
concepción de la vida traída a esta mundanidad en la que se desenvuelve el Dasein, una
mundanidad que es libre pues es solo dependiente de lo justo y necesario. El crear lo que
necesita ser creado, consumir lo que necesita ser consumido y tratar lo que debe ser
tratado. La necesidad se vuelve libertad pues no es la necesidad ficticia de la época de la
techne, sino la necesidad que nos permite darnos a lo que verdaderamente deseamos
darnos y a su vez, en tanto que nos damos adecuadamente, dejar a los demás darse.

La serenidad en tanto que implica una forma de ser del Dasein implica una relación de ser
con el mundo, en todos los niveles. Una visión del mundo que se aleja de la constante
necesidad de crear de la techne y se centra en aquello que está, en aquello es. Esto
implica una paciencia, como diría Levinas, infinita. Una paciencia que rompe nuestro ego4,
una paciencia de un tiempo del kairos siempre por venir, que nos permite ver aquello que
reside fuera de nosotros en su totalidad e infinitud dentro de la finitud que es el ser.

Y es que esta serenidad, en su infinita paciencia, en su eterno respeto nos permite desde
el esquema del Dasein responder a esa devastante pregunta: ¿y qué es del otro? El otro
es en efecto no algo de lo que apropiarnos, pues es nuestro igual. La praxis de la
serenidad comprende esto, comprender que dejar al otro ser es lo adecuado, porque
imponerse a este es olvidar su propio ser, es ser consumido por la techne. Intentar
apropiarnos del otro es caer en la trampa de la pragmática, en reducir su infinitud a parte
del medio productivo que solo conoce de conclusiones, pero no de procesos. En nuestra
relación con el otro en tanto que serenidad no nos jugamos solo al otro en un acto de
violencia contra un mundo que no nos pertenece, sino que nos jugamos el olvido de
nuestro propio ser arrastrando a este al nivel del ente.

Dejemos al otro ser otro, con la expectativa, la meta de que nosotros, en tanto que otro del
otro, podamos ser. Como un acto de respeto mutuo, y como un acto de salvación de mí
mismo. Dejar al ente ser implica ser consciente, amar a los entes y al otro. Separarme de
estos y dejarlos ser, no consumirme ni por el gozo ni por la pasividad. Ser y dejar ser. “La
filosofía es para la vida, mejorar la existencia.”5 Una existencia como la que Heidegger
buscaba, libre de ser, pero a su vez, con la justicia que preocupaba a Levinas.

“La Gelassenheit es el modo como el hombre permite a los otros ser y querer ser”
(Serenidad, página 72)

Bibliografía

4 “En la paciencia — explica Levinas— rompe la voluntad la cáscara del egoísmo”. Serenidad,
página 24.
5Serenidad, página 31.
Chillón Lorenzo, José Manuel. Serenidad: Heidegger para un tiempo post-filosófico.
Valladolid.

Heidegger, Martin. Ser y tiempo. Traducción de Eduardo Rivera, Jorge. Todtnauberg, en la


Selva Negra, 8 de abril de 1926. Edición digital, disponible en: http://www.philosophia.cl

Lévinas, Emmanuel. Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad. Salamanca, España:


Edición Sígueme.

Roberts, Carmen. El otro en la perspectiva de Heidegger y Lévinas [en línea], Anuario de


la Facultad de Ciencias Económicas del Rosario, 9. Disponible en:
http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/otro-perspectiva-heidegger-levinas.pdf

Peperzak, Adriaan. Algunas tesis para la crítica de Emmanuel Levinas a Heidegger.


Traducción de Santiestebán, Luis César.

Primiciero Matamoros, José Andrés. Una posible respuesta de Heidegger a la crítica de


Lévinas. La egoidad y la libertad ontológica son trascendentales a la ética

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