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La Filosofía de Aristóteles
Ciencia y universalidad
Hay una ciencia que estudia lo que es, en tanto que algo que es, y los atributos que, por sí mismo, le
pertenecen. Esta ciencia, por lo demás, no se identifica con ninguna de las denominadas particulares.
Ninguna de las otras [ciencias], en efecto, se ocupa universalmente de lo que es, en tanto que algo es, sino
tras seccionar de ello una parte, estudia los accidentes de ésta (Metafísica IV, 1, 1003a).
Ahora bien, si el ser expresa significados distintos se debe a que todos y cada
una de sus significaciones comportan una referencia común a un principio
idéntico y unificador, que existe en sí y no en otro: la sustancia (ousía). Al margen
de que Aristóteles distinga entre sustancias primeras –sujetos individuales y
concretos– y sustancias segundas –géneros y especies (Metafísica V, 8,
1017b)–, la idea de fondo es la siguiente: los seres particulares cambian, pero
tras esas cualidades secundarias cambiantes –los accidentes (Metafísica V, 13,
1025a)– permanece siempre un algo inalterado. Por ejemplo, el agua puede
modificar su estado (sólido, vapor o líquido), y sin embargo continúa siendo la
misma agua; y también las personas siguen siendo las mismas pese a mudar
sus estados de ánimo, salud o enfermedad.
Física aristotélica, o sobre la indagación del movimiento
Para Aristóteles, el ser en acto es lo que ese ser es de hecho, aquí y ahora, es
la sustancia tal como en un momento determinado se nos presenta y la
conocemos. Por el otro, el ser en potencia se refiere al conjunto de capacidades
de la sustancia para llegar a ser algo diferente de lo que actualmente es, de ser
algo que por naturaleza es propio de esa sustancia y no de otra; por ejemplo,
una semilla es un árbol en potencia, o un huevo es una gallina en potencia.
¿Cómo argumenta Aristóteles esta importante teoría? En todo cambio hay algo
que se modifica y algo que permanece inalterado. Si yo me muevo de una
localidad a otra, aquello que cambia es el sitio en que me encuentro, pero yo
permanezco; o, cuando un cerezo florece en primavera, lo que permanece es el
árbol. En ambos casos, sostiene el Estagirita, hay un factor constitutivo interno
que persiste después de que la cosa llegue a ser: ese algo es la materia,
comprendida como potencialidad indestructible e ingenerable (Física I, 9, 192a).
Pero el cambio no es solo el desplazamiento de un estado por otro, ni tampoco
la simple aniquilación de algo para dar paso a algo distinto. Antes bien, es el
paso de una forma a otra entre dos estados de una misma materia, uno inicial y
otro final: así, la materia pierde una forma que tenía y adquiere otra en su lugar
de la que, inicialmente, estaba privada.
Antropología aristotélica
Entre todas las virtudes éticas, Aristóteles apostará especialmente por dos
virtudes de enorme potencialidad y actualidad teóricas: la justicia, que consiste
en la justa medida para que el hombre discierna lo justo en su relación con el
otro, precisamente porque lo justo encarna en sí mismo la debida proporción
entre extremos y es la virtud que contiene a todas las demás virtudes (Ética
nicomáquea V, 1, 1129b); y la amistad (philía), que implica el reconocimiento
libre del otro como alguien igual y semejante, así como la reciprocidad afectiva
entre los seres humanos. En ella se quiere al otro como fin en sí mismo, reza la
bella definición del Estagirita, y representa una virtud superior a la justicia porque,
cuando los hombres son amigos, no hay entre ellos necesidad de justicia ni
previsión de que cometan injusticia unos contra otros (Ética nicomáquea VIII, 1,
1155a).
La razón por la cual el hombre es un ser social, más que cualquier abeja y que cualquier animal gregario, es evidente: la
naturaleza, como decimos, no hace nada en vano, y el hombre es el único animal que tiene palabra. […] La palabra es
para manifestar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio del hombre frente a los
demás animales: poseer, él solo, el sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, y de los demás valores, y la
Así, por ejemplo, el primer ámbito de la actividad social y política del ser humano
quedó fijado en la comunidad doméstica o casa (oíkos), cuya finalidad sería la
satisfacción de sus necesidades básicas y cotidianas. Como unidad familiar
constituida por el hombre, la mujer, los hijos, los esclavos y los bienes,
todo oíkos supone una unidad orgánica orientada a un fin propio, donde la
función de cada elemento se subordina a la del conjunto; de ahí también la
necesidad de reflejar su jerarquía interna, basada en una imagen siempre
problemática de las relaciones sociales dominantes en la Antigua Grecia.