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TEMA 3: ARISTÓTELES
“La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en
dos almas."
1. INTRODUCCIÓN
1.1. BIOGRAFÍA
1.2. CONTEXTO HISTÓRICO
1.3. ETAPAS DE SU PENSAMIENTO
1.4. CLASIFICACIÓN DE LA OBRA ARISTOTÉLICA
1.5. INTENCIÓN DE SU FILOSOFÍA
2. CRÍTICA A LA TEORÍA DE LAS IDEAS DE PLATÓN
3. LA METAFÍSICA O FILOSOFÍA PRIMERA
3.1. SUSTANCIA Y ACCIDENTE
4. LA FÍSICA
4.1. LA TEORÍA HILEMÓRFICA: MATERIA Y FORMA
4.2. EL PROBLEMA DEL CAMBIO: POTENCIA Y ACTO
4.3. CAUSAS DEL CAMBIO
5. COSMOLOGÍA
6. EPISTEMOLOGÍA
7. ANTROPOLOGÍA
8. LA FILOSOFÍA PRÁCTICA: ÉTICA Y POLÍTICA
8.1. ÉTICA
8.1.1. UNA ÉTICA TELEOLÓGICA
8.1.2. UNA ÉTICA EUDEMONISTA: LA FELICIDAD COMO BIEN SUPREMO
8.1.3. LA VIRTUD
8.2. LA POLÍTICA
8.2.1. EL HOMBRE, ANIMAL POLÍTICO
8.2.2. EL ESTADO: ORIGEN Y FIN
8.2.3. LAS FORMAS DE GOBIERNO
9. IMPORTANCIA DE LA FILOSOFÍA DE ARISTÓTELES
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Tema 3: Aristóteles Historia de la Filosofía
1. INTRODUCCIÓN
1.1. BIOGRAFÍA
384 a.C.: Nace en Estagira (Tracia), Macedonia, una colonia griega. Hijo de
Nicómaco, médico en la corte de los reyes de Macedonia; este hecho influye
en la tendencia empírica de su filosofía.
367 a.C.: A los 17 años va a estudiar a Atenas en la Academia de Platón,
donde permanece hasta la muerte de éste (20 años). Durante estos años
mantiene una estrecha relación con Platón como discípulo y amigo, lo que deja
profunda huella en su pensamiento.
347 a.C: Muere Platón y Aristóteles abandona Atenas. Funda sendas escuelas
en dos lugares donde vive. Es un período importante para su producción
científica y filosófica. Se casa con Pythia, enviuda y se vuelve a casar con
Herpilis, con quien tendrá un hijo al que llamará Nicómaco.
342 a. C.: El rey Filipo de Macedonia lo llama para que se encargue de la
educación de su hijo Alejandro, que tenía 13 años.
335 a. C.: Alejandro sube al trono y Aristóteles marcha a Estagira, donde actúa
como legislador, y un año después a Atenas, donde funda una nueva escuela, el
Liceo (llamado así por su proximidad al templo de Apolo Licio), conocida
también con el nombre de Perípatos, pues tenía la costumbre de dar las clases
paseando.
323 a. C.: Muere Alejandro Magno y se produce una reacción contra la
soberanía macedónica. Aristóteles se siente en peligro y huye (“para que los
atenienses no vuelvan a pecar contra la filosofía”) a la isla de Eubea donde
poseía una propiedad heredada de su madre.
322 a. C.: Allí muere a los 62 años de edad.
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Tema 3: Aristóteles Historia de la Filosofía
Poéticas • RETÓRICA
• POÉTICA
(producción de cosas)
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Tema 3: Aristóteles Historia de la Filosofía
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Tema 3: Aristóteles Historia de la Filosofía
Aristóteles distingue dos tipos de sustancia (inseparables, es sólo una distinción mental):
SUSTANCIA PRIMERA: es el individuo concreto, las cosas particulares y materiales.
SUSTANCIA SEGUNDA: es lo universal, el género, la especie. Sólo existe en la sustancia
primera (a diferencia de las ideas platónicas)
Normalmente utilizamos el término sustancia para referirnos a la sustancia primera, que es lo
concreto existente.
De este modo, podemos afirmar que todas las cosas están compuestas de sustancia y accidentes, y
el cambio, el devenir, es la variación que experimentan los seres al alterarse sus accidentes.
4. LA FÍSICA
Aristóteles, continuando la tarea de los presocráticos, vuelve a interesarse por la physis, en un
intento de resolver muchos de los problemas heredados de la tradición filosófica anterior. Para él la
naturaleza (physis) comprende todos los seres naturales dotados de movimiento. La física es la ciencia
que tiene por objeto el estudio de esos seres naturales sometidos al cambio.
La física aristotélica parte de la coexistencia de lo común o universal con lo individual o concreto
en el seno de la misma cosa, lo que constituye un problema tanto físico como metafísico. El fundamento
de la multiplicidad no debe buscarse en otro mundo separado de éste, como hizo Platón, sino en el
interior de las cosas sensibles.
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ser no existe, el cambio no sería posible por lo que el ser es inmutable. Para resolver el problema
Aristóteles recurre a la teoría de la potencia y el acto.
POTENCIA: Aristóteles observa que todos los seres de la naturaleza están en continuo cambio,
por lo que la posibilidad de cambiar es algo inherente a ellos y la denominó ser en potencia (la
capacidad para poder llegar a ser aquello que algo es por naturaleza, o sea, lo que un ser puede llegar a
ser, pero todavía no es; por ejemplo, la semilla es un árbol en potencia).
ACTO: Cuando esa potencia o posibilidad se realiza se convierte en ser en acto, el punto de
llegada, la realización efectiva de las potencialidades específicas de los seres, perfeccionamiento; el
joven es en potencia viejo, y viejo en acto con el paso de los años. Tiene
¿Conoces todas tus
prioridad sobre la potencia, ésta siempre es potencia de un ser en acto. Si no
existiera esa prioridad, una cosa podría llegar a ser cualquier otra “potencialidades”?
El cambio, el movimiento, el devenir sería el paso de la potencia al acto. La potencia sería una
realidad intermedia entre el ser y el no-ser, en tanto que se refiere a aquello que aún no somos, pero que
podemos llegar a ser.
Por tanto, para entender el cambio son necesarios tres principios:
ONE- un punto de partida: el ser privado de la forma (Ej.: el estudiante de 2º de bachillerato que
aún no es universitario)
TWO- un punto de llegada, la forma (ser universitario), de la que carecía antes de producirse el
cambio.
THREE- una sustancia que permanece, la materia, en donde se produce el cambio (la persona que
experimenta ese cambio, o sea TÚ, cuando te matricules en la universidad).
Los seres naturales, a diferencia de los artificiales, poseen es sí mismos el principio de su cambio,
es decir se mueven y desarrollan por sí mismos, sin acción externa y obedeciendo las leyes de su propia
naturaleza: un gato recién nacido será un gato adulto en el futuro, pero nunca un perro, un cocodrilo ni
cualquier otro animal distinto. La potencialidad de cualquier ser sigue una dirección concreta, está
sujeta a su forma, a su estructura. Todo individuo al cambiar, lo que hace es realizar cada vez más la
forma que le es propia. Podemos decir, en general, que la materia es a la potencia lo que la forma es al
acto.
Para explicar cómo se produce ese paso de potencia a acto, Aristóteles recurre al concepto de
causa, que veremos a continuación.
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Tema 3: Aristóteles Historia de la Filosofía
En el caso de los seres vivos, la causa formal es la ley que rige su desarrollo: en la semilla ya está
contenida la forma del árbol que va a ser; en el caso de los seres artificiales, como en una escultura, es la
idea, el modelo presente en la mente del escultor.
La causa final es la principal, la causa primera, refleja el presupuesto aristotélico de que “la
naturaleza no hace nada en vano”, sino que todo se explica en función de un fin (telos) que está
presente en los seres como una tendencia hacia la consecución de un objetivo final. Esta teoría se conoce
como teleología y va contra cualquier idea de azar en la naturaleza; todo ser tiende a realizarse
plenamente, a acabar su forma o esencia. En los seres naturales la causa eficiente y la final (quién hizo o
para qué se hizo, por ejemplo, un caballo), coinciden con la formal: el motor que los pone en marcha es
la forma, que actúa a la vez como causa eficiente y final. Por eso habla de una finalidad inmanente en el
ser. La idea de teleología inmanente significa que todos los seres tienden a un fin que es el de realizar su
propia perfección.
En la Física, el concepto de naturaleza hará referencia, tanto a los seres naturales, que cambian,
como a esa tendencia (teleología) según la cual, los seres tienden a alcanzar su forma.
Estas cuatro causas, afirma Aristóteles, han sido sólo parcialmente tenidas en cuenta por los filósofos
anteriores: los jonios hablaron únicamente de la causa material (agua...), el principio del movimiento o
causa eficiente fue mencionado por Empédocles y Anaxágoras (Amor-Odio y Nous), y la forma fue
considerada por Platón (las Ideas). La causa final no fue considerada por ninguno, en opinión de
Aristóteles.
La causa eficiente es la que pone en marcha el cambio, ya que todo lo que se mueve es movido por
otro, es decir, para que algo cambie se necesita otra realidad que cause dicho cambio, un motor que
ponga en marcha el proceso del cambio. En los seres naturales es la forma la que actúa como causa final
y eficiente, pero ¿quién mueve a la forma para que ésta mueva a la materia? Si el motor de cada ser
individual necesita de otro para poderse mover, y éste, a su vez, necesita de otro... necesitaríamos una
cadena infinita de motores. Sin embargo, Aristóteles considera que no se puede admitir esto último
porque entonces quedaría sin explicarse el movimiento. Por ello, para dar una explicación del
movimiento recurre al primer motor inmóvil, o causa incausada, capaz de mover sin necesidad de ser
movido: es lo que llama el primer motor inmóvil. Es inmóvil, eterno (=Dios), es puro acto,
autosuficiente y separado del mundo.
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Tema 3: Aristóteles Historia de la Filosofía
5. COSMOLOGÍA
Primer
En su obra Sobre el cielo, Motor
Aristóteles expone su visión del
cosmos. Es un universo
geocéntrico y geostático (la Tierra
está inmóvil en el centro),
esférico, perfecto, finito en el
espacio (el límite lo constituye la
esfera de las estrellas fijas) y
eterno. Distingue DOS
REGIONES con características
diferentes:
Mundo sublunar: el que
está por debajo de la Luna.
Es una región sometida al
cambio, y por tanto,
corruptible. Está formado
por los cuatro elementos:
tierra, agua, aire y fuego.
Mundo supralunar: comprende desde la Luna hasta la esfera de las estrellas fijas. Es un mundo
incorruptible y perfecto que está formado por astros compuestos de una sustancia que denomina
éter. Estos astros giran alrededor de la Tierra con un movimiento circular (perfecto), uniforme y
eterno, originado por el primer motor inmóvil. Las esferas son perfectas y cristalinas.
La cosmología aristotélica va a perdurar durante toda la Edad Media, época en la que se concilia con
la idea cristiana de creación. Será a partir de Copérnico, y sobre todo con Galileo, cuando se proponga
una nueva visión del universo que con el tiempo echaría abajo el modelo cosmológico de Aristóteles.
¿Nacemos con alguna idea ya en la mente,
6. EPISTEMOLOGÍA o lo aprendemos todo desde cero?
Para Aristóteles todos los seres vivos tienen algún tipo de conocimiento de acuerdo con las
funciones propias de cada uno de ellos. Distingue así varios niveles que van desde el conocimiento
sensible hasta el conocimiento intelectual.
Aristóteles recoge la herencia intelectualista de Sócrates y Platón, que destaca la prioridad del
conocimiento intelectual sobre el sensible, pero a diferencia de Platón, para quien este último es
engañoso e inseguro, Aristóteles parte de los datos que le proporcionan los sentidos, dándoles a éstos un
gran valor.
Mientras Platón afirmaba que el conocimiento es innato y que consiste en recordar lo que el alma
ya sabe, pero que ha olvidado al entrar a formar parte de un cuerpo, Aristóteles, al descartar la
preexistencia del alma, considera que el individuo, al nacer, es como una página en blanco, una “tabla
rasa” que debe ir llenándose con los datos de la experiencia; el contacto con la realidad, es el punto de
partida de todo conocimiento, concretamente dice que es la admiración que experimentamos al observar
(mediante los sentidos) los fenómenos que nos rodean, lo que nos lleva a buscar una explicación de los
mismos y a iniciar el proceso de conocimiento:
1º SENSACIÓN: Todo conocimiento se inicia siempre por medio de los sentidos, y en ausencia de
sensaciones no es posible conocer ni comprender nada, entendiendo por sensaciones el
conocimiento a través de los sentidos que nos permite captar las cualidades de los objetos
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Tema 3: Aristóteles Historia de la Filosofía
En la naturaleza distingue Aristóteles cuatro grados jerárquicos, que de inferior a superior son: la
naturaleza inorgánica, el reino vegetal, el reino animal y el género humano. Estos tres últimos son los
que denominamos seres vivos. Cada ser vivo es una sustancia compuesta de una materia, el cuerpo, y
un conjunto de facultades que le dan forma y que le animan, que le dan vida: el alma.
Al ser definida el alma en términos de vida, resulta que todos los seres vivos tienen alma, es decir,
principio vital, vida. No obstante, la vida es la posesión y desarrollo de determinadas capacidades, y,
dado que no todos los seres vivos tienen las mismas capacidades, habrá que afirmar también que no
todos tienen el mismo tipo de alma, sino que ésta varía proporcionándoles a cada uno las capacidades y
facultades que les caracterizan, en función de su complejidad. Aristóteles distingue tres tipos o
funciones del alma: vegetativa, sensitiva y racional.
VEGETATIVA: la poseen las plantas, los vegetales, tienen la facultad de nutrirse, crecer y
reproducirse.
SENSITIVA: la poseen los animales, además de las facultades anteriores, poseen la de tener
apetencias, deseos, percepciones sensibles, movimiento local, y en muchos casos imaginación y
memoria.
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RACIONAL: el ser humano, además de las funciones propias del alma vegetativa y del alma
sensitiva, posee otras que lo diferencian del resto de los seres vivos: las racionales o intelectivas (la
facultad del pensamiento, que les lleva a conocer). Es el tipo superior de alma, por lo que la vida
humana, racional, es superior, al igual que sus metas y propósitos.
Aristóteles mantiene la concepción platónica del ser humano como un compuesto de alma y
cuerpo. Pero aplica la teoría hilemórfica al ser humano y lo presenta como una unidad sustancial
inseparable (no es una unión accidental, como decía Platón): el alma se comporta como la forma, y el
cuerpo es el elemento material. Juntos constituyen una realidad, hasta el punto de que no es el alma la
que piensa sino todo el hombre, gracias al alma. En otras palabras, el cuerpo y alma no son dos
realidades distintas y separadas, el alma no preexiste ni sobrevive después de la muerte, sino que muere
con el cuerpo, pues cuando la vida se extingue, desaparecen las facultades (alma) que el cuerpo posee,
pues toda facultad necesita ser ejercida por un sujeto, un cuerpo.
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“Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la
victoria más dura es la victoria sobre uno mismo”.
Aristóteles
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ARISTÓTELES, METAFÍSICA, LIBRO I (Selección caps 1,2,3 y 6), Valentín García Yebra,
ed.Trilingue, Gredos, Madrid 1982
Todos los hombres desean por naturaleza saber. Así lo indica el amor a los sentidos; pues, al
margen de su utilidad, son amados a causa de sí mismos, y el que más de todos, el de la vista. En efecto,
no sólo para obrar, sino también cuando no pensamos hacer nada, preferimos la vista, por decirlo así, a
todos los otros. Y la causa es que, de los sentidos, éste es el que nos hace conocer más, y nos muestra
muchas diferencias.1
Por naturaleza, los animales nacen dotados de sensación; pero ésta no engendra en algunos la
memoria, mientras que en otros sí. Y por eso éstos son más prudentes y más aptos para aprender que los
que no pueden recordar; son prudentes sin aprender los incapaces de oír los sonidos (como la abeja y
otros animales semejantes, si los hay); aprenden, en cambio, los que, además de memoria, tienen este
sentido.2
Los demás animales viven con imágenes y recuerdos, y participan poco de la experiencia. Pero el
género humano dispone del arte y del razonamiento. Y del recuerdo nace para los hombres la
experiencia, pues muchos recuerdos de la misma cosa, llegan a constituir una experiencia. Y la
experiencia parece, en cierto modo, semejante a la ciencia y al arte, pero la ciencia y el arte llegan a los
hombres a través de la experiencia, pues la experiencia hizo el arte, como dice Polo 3, y la inexperiencia,
el azar. Nace el arte cuando de muchas observaciones experimentales surge una noción universal sobre
los casos semejantes. Pues la noción de que a Calias, afectado por tal enfermedad, le fue bien tal
remedio, y lo mismo a Sócrates y a otros muchos considerados individualmente, es propio de la
experiencia; pero saber que fue provechoso a todos los individuos de tal constitución, agrupados en una
misma clase y afectados por tal enfermedad, por ejemplo a los flemáticos, a los biliosos o a los
calenturientos, corresponde al arte.
Pues bien, para la vida práctica, la experiencia no parece ser en nada inferior al arte, sino que
incluso tienen más éxito los expertos que los que, sin experiencia, poseen el conocimiento teórico. Y
esto se debe a que la experiencia es el conocimiento de las cosas singulares, y el arte, de las universales;
y todas las acciones y generaciones se refieren a lo singular. No es al hombre, efectivamente, a quien
sana el médico, a no ser accidentalmente, sino a Calias o a Sócrates, o a otro de los así llamados, que,
además4, es hombre. Por consiguiente, si alguien tiene, sin la experiencia, el conocimiento teórico, y
sabe lo universal pero ignora su contenido singular, errará muchas veces en la curación, pues es lo
singular lo que puede ser curado.
Creemos, sin embargo, que el saber y el entender pertenecen más al arte que a la experiencia, y
consideramos más sabios a los conocedores del arte que a los expertos, pensando que la sabiduría
corresponde en todos al saber. Y esto, porque unos saben la causa, y otros no. Pues los expertos saben el
qué pero no el porqué. Aquellos, en cambio, conocen el porqué y la causa. Por eso a los jefes de obras
los consideramos en cada caso más valiosos, y pensamos que entienden más y son más sabios que los
simples operarios, porque saben las causas de lo que se está haciendo; éstos, en cambio, como algunos
seres inanimados, hacen, sí, pero hacen sin saber lo que hacen, del mismo modo que quema el fuego, los
seres inanimados hacen estas operaciones por cierto impulso natural, y los operarios, por costumbre.
Así, pues, no consideramos a los jefes de obras más sabios por su habilidad práctica, sino por su
dominio de la teoría y su conocimiento de las causas. En definitiva, lo que distingue al sabio del
ignorante es el poder enseñar, y por esto consideramos que el arte es más ciencia que la experiencia,
pues aquellos5 pueden y éstos6 no pueden enseñar.
Además, de las sensaciones, no consideramos que ninguna sea sabiduría, aunque éstas son las
cogniciones más autorizadas de los objetos singulares; pero no dicen el porqué de nada; por ejemplo,
por qué es caliente el fuego, sino tan sólo que es caliente.
Es, pues, natural que quien en los primeros tiempos inventó un arte cualquiera, separado de las
sensaciones comunes, fuese admirado por los hombres, no sólo por la utilidad de alguno de los inventos,
sino como sabio y diferente de otros, y que, al inventarse muchas artes, orientadas unas a las
necesidades de la vida y otras a lo que la adorna, siempre fuesen considerados más sabios los inventores
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de éstas que de aquellas, porque sus ciencias no buscaban la utilidad. De aquí que, constituidas ya todas
las artes, fueran descubiertas las ciencias que no se ordenan al placer ni a lo necesario; y lo fueron
primero donde primero tuvieron vagar los hombres. Por eso las artes matemáticas nacieron en Egipto,
pues allí disfrutaba de ocio la casta sacerdotal.
Hemos dicho en la Etica7 cuál es la diferencia entre el arte, la ciencia y los demás conocimientos
del mismo género. Lo que ahora queremos decir es eso: que la llamada Sabiduría versa, en opinión de
todos, sobre las primeras causas y sobre los principios. De suerte que, según dijimos antes, el experto
nos parece más sabio que los que tienen una sensación cualquiera, y el poseedor de un arte, más sabio
que los expertos, y el jefe de una obra, más que un simple operario, y los conocimientos teóricos, más
que los prácticos.
Resulta, pues, evidente que la Sabiduría es una ciencia sobre ciertos principios y causas. (...)
Que no se trata de una ciencia productiva, es evidente ya por los que primero filosofaron. Pues
los hombres comienzan y comenzaron siempre a filosofar movidos por la admiración; al principio,
admirados ante los fenómenos sorprendentes más comunes; luego, avanzando poco a poco y
planteándose problemas mayores, como los cambios de la luna y los relativos al sol y a las estrellas, y a
la generación del universo. Pero el que se plantea un problema o se admira, reconoce su ignorancia. (por
eso también el que ama los mitos11 es un cierto modo filósofo; pues el mito se compone de elementos
maravillosos). De suerte que, si filosofaron para huir de la ignorancia, es claro que buscaban el saber en
vista del conocimiento, y no por alguna utilidad. Y así lo atestigua lo ocurrido. Pues esta disciplina
comenzó a buscarse cuando ya existían casi todas las cosas necesarias y las relativas al descanso y al
ornato de la vida. Es, pues, evidente que no la buscamos por ninguna otra utilidad, sino que, así como
llamamos hombre libre al que es para sí mismo y no para otro, así consideramos a ésta como la única
ciencia libre, pues ésta sola es para sí misma. Por eso también su posesión podría con justicia ser
considerada impropia del hombre. Pues la naturaleza humana es esclava en muchos aspectos; de suerte
que, según Simónides, "sólo un dios puede tener este privilegio", aunque es indigno de un varón no
buscar12 la ciencia a él proporcionada. Por consiguiente, si tuviera algún sentido lo que dicen los poetas,
y la divinidad fuese por naturaleza envidiosa, aquí parece que se aplicaría principalmente, y serían
desdichados todos los que en esto sobresalen, pero ni es posible que la divinidad sea envidiosa (sino
que, según el refrán, mienten mucho los poetas), ni debemos pensar que otra ciencia sea más digna de
aprecio que ésta. Pues la más divina es también la más digna de aprecio. Y en dos sentidos es tal13 ella
sola: pues será divina entre las ciencias la que tendría Dios principalmente, y la que verse sobre lo
divino. Y ésta solo reúne ambas condiciones; pues Dios les parece a todos ser una de las causas y cierto
principio, y tal ciencia puede tenerla o Dios solo o El principalmente. Así, pues, todas las ciencias son
más necesarias que ésta; pero mejor, ninguna.
Mas es preciso, en cierto modo, que su adquisición se convierta para nosotros en lo contrario de
las indagaciones iniciales. Pues todos comienzan, según hemos dicho, admirándose de que las cosas
sean así, como les sucede a los autómatas de los ilusionistas14 (a los que aún no han visto la causa), o
con los solsticios o con la inconmensurabilidad de la diagonal (pues a todos les parece admirable que
algo no sea medido por la unidad mínima).
Pero es preciso terminar en lo contrario y mejor, según el proverbio, como sucede en los casos
mencionados, después que se ha aprendido: pues de nada se admiraría tanto un geómetra como de que la
diagonal llegara a ser conmensurable.
Queda, pues, dicho cuál es la naturaleza de la Ciencia que se busca, y cuál la meta que debe
alcanzar la indagación y todo el método.
Y puesto que, evidentemente, es preciso adquirir la Ciencia de las primeras causas (decimos, en
efecto, que sabemos una cosa cuando creemos conocer su causa primera), y las causas se dividen en
cuatro, una de las cuales decimos que es la substancia16 y la esencia17 (pues el porqué se reduce al
concepto18 último, y el porqué primero es causa y principio); otra es la materia o el sujeto; la tercera,
aquella de donde procede el principio del movimiento, la cuarta, la que se opone a ésta, es decir, la
causa final o el bien (pues éste es el fin de cualquier generación y movimiento). Aunque hemos tratado
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suficientemente de las causas en la Física, recordemos sin embargo, a los que se dedicaron antes que
nosotros al estudio de los entes y filosofaron sobre la verdad. Pues es evidente que también ellos hablan
de ciertos principios y causas. Esta revisión será útil para nuestra actual indagación; pues, o bien
descubriremos algún otro género de causa, o tendremos más fe en las que acabamos de enunciar. (...)
Así pues, por lo dicho y por las doctrinas de los sabios que han estudiado el tema vemos lo siguiente: en
los más antiguos, el principio corpóreo (pues el Agua y el Fuego y otras cosas tales son cuerpos), y en
unos el principio corpóreo es uno, pero en otros es múltiple, y unos y otros lo incluyen en la especie de
la materia; algunos admiten esta causa31 y, además, la que es origen del movimiento32, siendo también
ésta para los unos una, y, para los otros, dos.
Así, pues, hasta llegar los itálicos, y prescindiendo de éstos, los demás hablaron de ellas 33
bastante oscuramente, aunque, como hemos dicho, llegaron a utilizar dos causas, y a la segunda de éstas,
la que es origen del movimiento, unos la consideraron una, y otros, dos.
Los pitagóricos, por su parte, admitieron, en el mismo sentido, dos principios; pero añadieron algo que
les es propio: que no consideraron que lo Limitado y lo Ilimitado y el Uno fuesen otras tantas
naturalezas, como el Fuego o la Tierra u otra cosa semejante, sino que lo Ilimitado mismo y lo Uno
mismo eran la substancia de las cosas de que se predican, por lo cual también el Número era la
substancia de todas las cosas.
De este modo, pues, se expresaron acerca de esto, y comenzaron a hablar y a definir acerca de la
quididad34, aunque procedieron de manera demasiado simple. Definían, en efecto, superficialmente, y
pensaban que lo primero en que se diese el término enunciado era la substancia de la cosa, como si
alguien creyera que es lo mismo el Duplo que la Díada, porque donde primero se da el Duplo es en el
conjunto de dos. Pero, sin duda, el Duplo y la Díada no tienen el mismo ser. De lo contrario, el Uno
sería muchas cosas, que es lo que tuvieron que admitir ellos. Esto es lo que podemos deducir de los más
antiguos y de los otros.
Después de las filosofías mencionadas llegó la teoría de Platón, que, en general, está de acuerdo
con éstos35, pero tiene también cosas propias, al margen de la filosofía de los itálicos. Pues, habiéndose
familiarizado desde joven con Crátilo y con las opiniones de Heráclito, según las cuales todas las cosas
sensibles fluyen siempre y no hay ciencia acerca de ellas, sostuvo esta doctrina también más tarde. Por
otra parte, ocupándose Sócrates de los problemas morales, y no de la Naturaleza en su conjunto, pero
buscando en ellos lo universal, y habiendo sido el primero que aplicó el pensamiento a las definiciones,
(Platón) aceptó sus enseñanzas, pero por aquel motivo 36 pensó que esto37 se producía en otras cosas y no
en las sensibles; pues le parecía imposible que la definición común fuese de alguna de las cosas
sensibles, al menos de las sujetas a perpetuo cambio. Éste, pues, llamó a tales entes Ideas, añadiendo que
las cosas sensibles están fuera de éstas38, pero según éstas se denominan todas39; pues por participación
tienen las cosas que son muchas el mismo nombre que las Especies, y en cuanto a la participación, no
hizo más que cambiar el nombre; pues los pitagóricos dicen que los entes son por imitación de los
números, y Platón, que son por participación, habiendo cambiado el nombre. Pero ni aquéllos ni éste se
ocuparon en indagar qué era la participación o la imitación de las Especies.
Además, al lado de lo sensible y de las Especies, admite40, las Cosas matemáticas como entes
intermedios, diferentes, por una parte, de los, objetos sensibles por ser eternas e inmóviles, y, por otra,
de las Especies, por ser muchas semejantes, mientras que la Especie misma es sólo una en cada caso.
NOTAS
(1) cfr. De sensu 437-9 "La facultad de ver muestra muchas y muy variadas diferencias. Porque todos los cuerpos
participan del color, de suerte que sobre todo a través de este sentido se perciben también los sensibles comunes
(llamo sensibles comunes a la figura, al tamaño, al movimiento, al número".Alejandro I, 21-2.2 y Ascl. 6,15 dan
otra razón: las diferencias del color entre el blanco y el negro son mucho más numerosas. P. ej. que las que
pueden percibirse entre lo caliente y lo frío, lo seco y lo húmedo.
(2) El oído.
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(3) Polo de Agrigento, discípulo de Gorgias y autor de una Retórica. La frase de Polo, según Platón. Gorgias
448c, es algo diferente: "La experiencia hace que nuestra vida se gobierne por el arte, y la inexperiencia, por el
azar". Pero quizá tampoco Platón reprodujo literalmente las palabras de Polo.
(4) J. Tricot en su nueva edición de la Métaphysique Paris 1966,I 6.
(5) Los que poseen el arte.
(6) Los simples expertos.
(7) Eth. Nicom. VI 1139b14- 1140b8.
(11) Aristóteles hace una especie de juego de palabras: filómito-filósofo
(12) Estas palabras han sido interpretadas a veces con poca exactitud Tricot y Warrington dan al pasaje carácter
negativo, como si se tratase de una especie de prohibición, según la cual el hombre debe limitarse a buscar una
ciencia a su medida, no debe buscar un conocimiento que no esté proporcionado a sus limitaciones.
(13) Es decir, la más divina.
(14) Alejandro explica: “llama maravillas a los muñecos que muestran los ilusionistas y que parecen moverse a sí
mismos, automáticamente”, (530a27)
(16) Sobre la trad. de ousia cfr. supra.
(17) En cuanto a la traducción son muchas las discrepancias.
(18) Sobre la traducción Logos Cfr. pg. XXXII.
(31) La causa material.
(32) La causa eficiente.
(33) De las causas material y eficiente.
(34) Cfr. Prólogo págs. XXXVII-XXXIX.
(35) Con los pitagóricos.
(36) Por estar familiarizado con las opiniones de Heráclito.
(37) Lo universal.
(38) De las Ideas.
(39) Las cosas sensibles.
(40) Platón.
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Tema 3: Aristóteles Historia de la Filosofía
mismo, con el ser que vive una vida solitaria, sino también en relación con los padres, hijos y mujer, y,
en general, con los amigos y conciudadanos, puesto que el hombre es por naturaleza un ser social. No
obstante, hay que establecer un límite en estas relaciones, pues extendiéndolas a los padres,
descendientes y amigos de los amigos, se iría hasta el infinito. Pero esta cuestión la examinaremos
luego. Consideramos suficiente lo que por sí solo hace deseable la vida y no necesita nada, y creemos
que tal es la felicidad. Es lo más deseable de todo, sin necesidad de añadirle nada; pero es evidente que
resulta más deseable, si se le añade el más pequeño de los bienes, pues la adición origina una
superabundancia de bienes, y, entre los bienes, el mayor es siempre más deseable. Es manifiesto, pues,
que la felicidad es algo perfecto y suficiente, ya que es el fin de los actos.
Decir que la felicidad es lo mejor parece ser algo unánimemente reconocido pero, con todo, es
deseable exponer aún con más claridad lo que es. Acaso se conseguiría esto, si se lograra captar la
función del hombre. En efecto, como en el caso de un flautista, de un escultor y de todo artesano, y en
general de los que realizan alguna función o actividad parece que lo bueno y el bien están en la función,
así también ocurre, sin duda, en el caso del hombre, si hay alguna función que le es propia. ¿Acaso
existen funciones y actividades propias del carpintero, del zapatero, pero ninguna del hombre, sino que
éste es por naturaleza inactivo? ¿O no es mejor admitir que así como parece que hay alguna función
propia del ojo y de la mano y del pie, y en general de cada uno de los miembros, así también
pertenecería al hombre alguna función aparte de éstas? ¿Y cuál, precisamente, será esta función? El
vivir, en efecto, parece también común a las plantas, y aquí buscamos lo propio. Debemos, pues, dejar
de lado la vida de nutrición y crecimiento. Seguiría después la sensitiva, pero parece que también ésta es
común al caballo, al buey y a todos los animales. Resta, pues, cierta actividad propia del ente que tiene
razón. Pero aquél, por una parte, obedece a la razón, y por otra, la posee y piensa. Y como esta vida
racional tiene dos significados, hay que tomarla en sentido activo, pues parece que primordialmente se
dice en esta acepción. Si, entonces, la función propia del hombre es una actividad del alma según la
razón, o que implica la razón, y si, por otra parte, decimos que esta función es específicamente propia
del hombre y del hombre bueno, como el tocar la cítara es propio de un citarista y de un buen citarista, y
así en todo añadiéndose a la obra la excelencia queda la virtud (pues es propio de un citarista tocar la
cítara y del buen citarista tocarla bien), siendo esto así, decimos que la función del hombre es una cierta
vida, y ésta es una actividad del alma y unas acciones razonables, y la del hombre bueno estas mismas
cosas bien y hermosamente, y cada uno se realiza bien según su propia virtud; y si esto es así, resulta
que el bien del hombre es una actividad del alma de acuerdo con la virtud, y si las virtudes son varias, de
acuerdo con la mejor y más perfecta, y además en una vida entera. Porque una golondrina no hace
verano, ni un solo día, y así tampoco ni un solo día ni un instante (bastan) para hacer venturoso y feliz.
Sirva lo que precede para describir el bien, ya que, tal vez, se debe hacer su bosquejo antes de
describirlo con detalle. Parece que todos podrían continuar y completar lo que está bien bosquejado,
pues el tiempo es buen descubridor y coadyuvante en tales materias. De ahí han surgido los progresos de
las artes, pues cada uno puede añadir lo que falta. Pero debemos también recordar lo que llevamos dicho
y no buscar del mismo modo el rigor en todas las cuestiones, sino, en cada una según la materia que
subyazga a ellas y en un grado apropiado a la particular investigación. Así, el carpintero y el geómetra
buscan de distinta manera el ángulo recto: uno, en cuanto es útil para su obra; el otro busca qué es o qué
propiedades tiene, pues aspira a contemplar la verdad. Lo mismo se ha de hacer en las demás cosas y no
permitir que lo accesorio domine lo principal. Tampoco se ha de exigir la causa por igual en todas las
cuestiones; pues en algunos casos es suficiente indicar bien el hecho, como cuando se trata de los
principios, ya que el hecho es primero y principio. Y de los principios, unos se contemplan por
inducción, otros por percepción, otros mediante cierto hábito, y otros de diversa manera. Por tanto,
debemos intentar presentar cada uno según su propia naturaleza y se ha de poner la mayor diligencia en
definirlos bien, pues tienen gran importancia para lo que sigue. Parece, pues, que el principio es más de
la mitad del todo, y que por él se hacen evidentes muchas de las cuestiones que se buscan.
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