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De la reflexión punitiva a la constructiva: Apuntes sobre el Decreto Ley 1278 de

2002, en sus 20 años de expedición

Por: Edwin Tovar Briñez

Profesor I.E.T.I Gustavo Jiménez, Sogamoso (Boyacá)

La educación es un derecho universal que se encuentra proclamado en la


Declaración Mundial de los Derechos Humanos (1948), en su Art. 26, el cual señala
que todo individuo tiene derecho a la educación de manera gratuita y obligatoria, en
lo que respecta a la instrucción elemental. Asimismo, se considera importante que
la anterior se enfoque en el pleno desarrollo de la personalidad humana y respeto
de los derechos humanos, así como de las libertades fundamentales, promoviendo
las actividades que propone las Naciones Unidas (ONU), para el mantenimiento y
educación de la paz. Todo lo anterior indica que, la educación a nivel mundial es
fundamental para el desarrollo de las personas, como de las naciones.

Por su parte, la Constitución Nacional de Colombia (1991), en su Art. 67 establece


la educación como un derecho y un servicio público que debe tener toda persona,
promoviendo así el acceso al conocimiento, la ciencia y demás valores que deben
acentuarse en la sociedad. En este mismo orden de ideas, se forma al colombiano
en pro del respeto de los derechos humanos, la paz y la democracia. Es deber del
Estado realizar de manera constante tanto la debida supervisión como la vigilancia,
conforme a la gestión de calidad y cumplimiento de los fines educativos,
considerándose como esencial a la práctica educativa del docente en todos sus
niveles académicos con el propósito de educar con calidad y exigencia educativa.

No obstante, se debe aclarar que no solo el docente es responsable de dar


cumplimiento a la educación como derecho humano y universal, sino que el Estado
también lo es, al dar cumplimiento a las políticas públicas en las que se establecen
las garantías del docente en cuanto a los beneficios, deberes, leyes, normas y
reglamentos. Por su parte, Soto (2013) señala que las políticas públicas y, por ende,
las reformas son presentadas por un imaginario de los gobiernos de turno, pero
resalta la importancia de los sindicatos de educadores quienes promueven las
mejoras salariales y beneficios laborales. Tal es el caso de la educación primaria o
básica, la cual se rige por un decreto de ley o un estatuto docente.

Asimismo, en Colombia se observa cómo en el seno de la sociedad hay una


deslegitimación hacia el mismo rol del docente por parte de una sociedad cada día
más enajenada por los medios de comunicación y subyugada por los discursos de
poder. Una especie de neocolonialismo ideológico donde aspectos como el valor de
la educación que trasforma sociedades es visto como algo inútil y superfluo, de allí
la pasividad de los ciudadanos ante los reclamos de los maestros, que, en últimas,
son tan vitales, ya que esbozan el desarrollo de una nación. Adicionalmente, resulta
necesario comprender que las reglas de la sociedad, que van desde lo ético y lo
moral, deben considerarse universales e inmutables con tendencia a cambiar. En
efecto, lo que era fijo y seguro, ahora es líquido e inestable. Es notorio que los
problemas que emergen de las necesidades en el ámbito educativo no son solo
endémicos o propios de Colombia. Las protestas que se gestan en países como
Chile y México, donde la hegemonía de las prácticas neoliberales se ha
acrecentado, representan un decaimiento del sistema educativo, donde el aspecto
pedagógico tiende a ser afectado.

Parte de esta realidad se centra en el denominado Estatuto Docente que busca


regularizar las relaciones del Estado con los educadores a su servicio, con el
propósito de determinar los parámetros de profesionalización de la labor,
compromisos, funciones, inserción, permanencia y promoción. No obstante, en
Colombia el Estado ha generado dos (2) decretos de ley, que se encuentran activos
y que de manera paralela reglamentan la función de la labor docente. Estas normas
se corresponden con el Decreto Ley 2277 de 1979 y el Decreto Ley 1278 de 2002,
los cuales poseen diferencias y semejanzas que han propiciado fracturas entre los
docentes adscritos a estos, generando así diversas perspectivas frente a este
fenómeno.

En el mismo orden de ideas, el Decreto Ley 2277 de 1979, se considera como uno
de los mayores hitos en la lucha de los derechos de los maestros colombianos, que
se convirtió en la suma de muchos anhelos de los educadores que, por décadas
fueron relegados a ser empleados públicos de segunda categoría, sin garantías,
derechos o reales posibilidades de obtener una justa remuneración por su labor.
Este decreto permitió la legalización del “oficio” de ser profesor, y, además, fue un
cuerpo normativo consensuado entre las partes. Este consenso no se presenta de
la misma manera en el Decreto Ley 1278 del 2002, en el que se vinculan
actualmente a los profesores colombianos.

Si bien es cierto, durante los últimos treinta (30) años, los maestros del sector
público se han encontrado con incumplimientos de toda una serie de garantías
laborales y prestaciones que han impactado de manera negativa en su estabilidad
laboral, parte de las conquistas en pro de dar solución a estas problemáticas,
subyacen en el Estatuto Docente 2277 de 1979, en el que se establecen normas
sobre el ejercicio de la profesión docente que busca regular el régimen de ingreso,
ejercicio, permanencia, ascenso y retiro del profesional docente en todos los niveles
educativos, excepto el superior. De este modo, se permitía el acceso a condiciones
salariales dignas, donde emergió un fortalecimiento del derecho mediante
organizaciones sindicales.

Mientras tanto, el Estatuto Docente Decreto Ley 1278 del 2002, el cual funciona de
manera paralela al antes mencionado, tiene como objeto, según lo establecido por
el Ministerio de Educación Nacional de Colombia (MEN) en el Art. 1, el establecer
un Estatuto de Profesionalización Docente que regule las relaciones del Estado con
los educadores a su servicio y, además, organice el ejercicio de la docencia llevada
a cabo por educadores idóneos, con reconocimiento de su formación, experiencia,
desempeño y competencias, así como también, atributos que permiten la
caracterización en cuanto a ingreso, permanencia, ascenso y retiro del servidor
docente, en pro de una educación de calidad.

En este sentido, el Estatuto Docente del Decreto Ley 1278 de 2002 enfatiza en la
formación, experiencia, desempeño y competencias como uno de los atributos
esenciales que permiten al profesional docente tener un ingreso, permanencia,
ascenso o retiro de su labor profesional. Cabe destacar que no se había vislumbrado
un cambio tan fuerte y estructural en el seno del magisterio, como fue la aparición
de este Decreto Ley 1278 de 2002, originando un sacudón en los cimientos de todo
el gremio magisterial colombiano. No obstante, dicha realidad se perfila desde
inicios del siglo XX, cuando a nivel internacional el desarrollo de otros países,
impuso sobre las naciones de Latinoamérica unas políticas económicas que
satisficiera sus intereses, sin dejar de lado a la educación en la serie de
intervenciones que fueron fortaleciéndose.

Por consiguiente, la política educativa colombiana ha estado condicionada a un


interés ajeno a su propia realidad; un claro ejemplo es el acto legislativo 01 de 2001,
que modificó el régimen de trasferencias de recursos económicos para la educación,
teniendo un origen en la presión de organismos internacionales, como el Fondo
Monetario Internacional (FMI) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Dicha
modificación trajo como consecuencia directa el aumento del número de estudiantes
por aula de clase, la disminución de plazas docentes, la integración de centros de
estudios y, por supuesto, la creación de una nueva normatividad del mencionado
Decreto, esto conlleva a que los maestros pierdan parte de su autonomía y puesta
en escena de un pensamiento crítico en función de adaptarse a la mirada de estas
políticas internacionales pero sobre todo a generar un sentimiento de miedo cuando
se critica el “ orden institucional” , la evaluación docente que tiene incorporada de
manera puntual el nuevo estatuto magisterial puede ser usada como una mordaza
que logra entrar a “ silenciar” la voz disidente bajo la rubrica de la perdida de la
estabilidad laboral, desde allí es necesario replantear el estatuto docente vigente y
avanzar hacia un cuerpo normativo que permita y refleje un real crecimiento
personal y laboral de los educadores, solo de esa manera garantizando condiciones
justas y dignas para los maestros y maestras, llegaremos a convertir a Colombia en
una potencial mundial de la vida

REFERENCIAS

Soto, D. (2013). Legislación e imaginarios sociales en el escalafón y los salarios


de los educadores de primaria en Colombia. 1952-1994. Revista Historia
Educativa Latinoamérica. Vol. 15. N.º 21. Pp. 229 – 262.

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