Está en la página 1de 19

CAPÍTULO SÉTIMO

TEORÍA CONSTITUCIONAL
SUMARIO
1. LA DEFINICIÓN Y LOS ALCANCES DEL CONCEPTO CONSTITUCIÓN.
1.1. El derrotero histórico del concepto Constitución. 1.2. Los contenidos de
la Constitución. 1.3. El referente constitucional. 1.4. La fundamentación co-
nectiva: la fuerza normativa de la Constitución. 1.5. Los criterios de estudio de
la Constitución. 2. LA ESTRUCTURA DE LO CONSTITUCIONAL. 3. LOS
ORÍGENES DEL CONSTITUCIONALISMO. 3.1. Los elementos constitutivos
del constitucionalismo inicial. 3.2. Las etapas del constitucionalismo. 4. LAS
CONCEPCIONES ACERCA DE LA CONSTITUCIÓN. 4.1. Las funciones de
la Constitución. 5. LAS PARTES DE LA CONSTITUCIÓN. 5.1. El problema
de la relación entre la parte dogmática y la parte orgánica. 6. LA CLASIFICA-
CIÓN DE LAS NORMAS CONSTITUCIONALES. 7. LA TIPOLOGÍA DE LAS
CONSTITUCIONES. 7.1. Las constituciones morfológicas. 7.2. Las constitucio-
nes ontológicas. 8. EL CONTENIDO IN TOTUM DE LA CONSTITUCIÓN. 9.
LA CONSTITUCIÓN Y LA CONSTITUCIONALIDAD. 10. LA FORMACIÓN
TÉCNICA DE LA CONSTITUCIÓN. 11. LA EXTINCIÓN Y LA SUSPENSIÓN
DE LA CONSTITUCIÓN. 11.1. La extinción de la Constitución. 11.2. La sus-
pensión de la Constitución. 11.3. La abrogación inconstitucional.

Todo ente, sea de naturaleza animada o inanimada, requiere de


la intrínseca ordenación fundamental de sus funciones; por ende, allí
se encuentran contenidas aquellas esencias y calidades que lo dife-
rencian de los demás. Así, para el particular caso del Estado se hace
inexorable la existencia de una Constitución.
Gregorio Badeni [Instituciones de derecho constitucional. Buenos Ai-
res: Ad Hoc, 2000] refiere en sentido amplio que “todo cuerpo u or-
ganismo, individual o social, toda organización o entidad, cualquie-
ra sea su naturaleza, tiene una Constitución. El vocablo apunta a la
composición y organización de la unidad de análisis, en la medida en
que todo conjunto de elementos relacionados entre sí dispone de una

439
Víctor García Toma

Constitución, que determina la vinculación armoniosa entre ellos, que


posibilita su fusión y la consecuente organización generadora de una
entidad distinta de la mera suma de los elementos que la componen”.
Es históricamente constatable la imposibilidad de que un Es-
tado no posea, de alguna forma, una estructura político-jurídica
fundamental que sea la expresión de la unidad y el orden del
cuerpo político.
Toda organización estatal tiene necesariamente una Constitución
–sea con carácter formal o material– en razón de que no podría existir
sin una estructura básica de naturaleza político-jurídica que le otor-
gue arreglo, coordinación, disposición u orden a su organización, ele-
mentos, etc.
Como afirma Juan Helio Zarini [Derecho constitucional. Buenos Ai-
res: Astrea, 1992]:
“Desde el momento en que se es Estado, este se encuentra ‘consti-
tuido’ de alguna manera; y ese estar constituido es contar con una
Constitución”.
Lo expuesto por Zarini es evidente, ya que un Estado “no consti-
tuido” sería algo absurdo o carente de sentido; por consiguiente, en la
práctica no es admisible la existencia de un Estado sin una Constitu-
ción; ello con prescindencia de la tipología a la que esta se encuentre
adscrita y al juicio de valor que se derive de su contenido.
1.- LA DEFINICIÓN Y LOS ALCANCES DEL CONCEPTO CONS-
TITUCIÓN
La palabra Constitución proviene del latín constiture que significa
instituir o fundar. Asimismo es asociada a la voz stature o statum, que
indica conformación o estructura esencial de un ente u organismo.
Se define a la Constitución como el instrumento político-jurídico
que contiene un conjunto de valores, principios, normas y prácticas
básicas destinadas a legitimar, modelar, organizar, regular e impulsar
un tipo de sociedad política. Por ende, expone un proyecto de vida
común, un estatuto de poder, una póliza de salvaguarda de los dere-
chos fundamentales de la persona, un orden supremo constituyente
del sistema jurídico y una autorepresentación cultural del pueblo de
un Estado.
A trasluz la Constitución posibilita la construcción jurídica de un

440
440
Teoría del Estado y Derecho Constitucional

orden político, el diseño normativo de un tipo de existencia y coexis-


tencia social y el aseguramiento de determinados derechos inherentes
a los miembros de un grupo social.
Según Giuseppe de Vergottini [“El derecho de la Constitución”.
En: Derechos humanos y Constitución en Iberoamérica. Lima: Instituto
Iberoamericano de Derecho Constitucional, 2002] “la Constitución
está considerada como un sistema originario de normas jurídicas,
sobre las cuales se basa la organización de los órganos constitu-
cionales, el conjunto de sus competencias, el reconocimiento de la
esfera jurídica del individuo, la relación entre autoridad pública y
libertad individual”.
1.1.- El derrotero histórico del concepto Constitución
Dicha expresión aparecerá en la Antigüedad vinculada al mundo
del ser; esto es, a aquello por lo que un ente es tal y que por consi-
guiente existe sin necesidad de referencia con otro.
Enrique Álvarez Conde [Curso de derecho constitucional. Madrid:
Tecnos, 1999] señala que normalmente suele atribuirse a los hebreos
el primer concepto de Constitución, en el sentido de haber señalado
la existencia de una norma suprema emanada de la voluntad divina
vinculante por igual a los gobernantes y gobernados, la que, a su vez,
actuaba como límite a la acción de aquellos.
En Grecia se revelará la idea de una Constitución en sentido mate-
rial; es decir, que con prescindencia de los criterios de forma y solem-
nidad, existen normas que real y efectivamente regulan la existencia
del cuerpo político. Así, Aristóteles en su libro La política establecerá
la distinción entre politeia (Constitución) y psefisma (decreto). La pri-
mera es concebida como un elemento configurador de la polis; por tal
ordenador y organizador del Estado.
Aristóteles plantea que la polis “tiene” una naturaleza o constitu-
ción análoga a la del hombre o el caballo. Por ende, percibirá a la
politeia (Constitución) como el orden tangible y concreto de la ciu-
dad; concibiendo que ella expresa la forma efectiva que estructura
su “vida”. Advierte Georg Jellinek [Teoría general del Estado. Buenos
Aires: Albatros, 1954] que la visión aristotélica radicaba en la ordena-
ción del Estado.
Al respecto, Aristóteles consigna en La política que “la Constitución

441
441
Víctor García Toma

de un Estado es la organización regular de todas las magistraturas,


principalmente de la […] que es dueña y soberana de todo. En todas
partes el gobierno de la ciudad es la autoridad suprema; la Constitu-
ción misma es el gobierno”.
Los biógrafos del estagirita señalan que este se dedicó al estudio
“constitucional” de ciento cincuenta y ocho ciudades-estados griegos,
de los que únicamente se conserva el relativo a Atenas
Según el estagirita toda polis “tiene” su “Constitución” u orden
fundamental; la cual abarca e insume la designación de las autorida-
des, la distribución de sus competencias y el señalamiento de los fi-
nes de la asociación política. Como puede observarse, la Constitución
aristotélica regla la autoridad y confiere a cada polis su metodología
de vida política que la diferencia de sus homólogas. Así pues, deviene
en siamesa del cuerpo político, en la medida que esta cobra “vida” en
tanto es portadora de una estructura basal.
Queda claro, entonces, que Aristóteles invocaba dicho vocablo
para referirse a lo que actualmente conocemos como sistemas de go-
bierno (monarquía, aristocracia, democracia). Ergo, alude a un estatu-
to regulador del poder estatal.
En efecto, Miguel Artola [Constitucionalismo en la historia. Barcelo-
na: Crítica, 2005] señala que se trata de una semblanza de las institu-
ciones atenienses.
Enrique Álvarez Conde [ob. cit.] plantea que la primicial expe-
riencia romana, en buena medida, es concordante con la tradición
helénica; “así pues, el Estado se entenderá como algo preexistente
al pueblo y la Constitución como uno de los elementos de aquel,
siendo considerada como el instrumento eficaz para organizar la
comunidad política”.
Javier Pérez Royo [Curso de derecho constitucional. Madrid: marcial
Pons, 2000] refiere que los romanos utilizaban la palabra status para
referirse al modo de ser o estar de las cosas. De allí que la organización
jurídica durante el período de la República (509 a 27 d.C.) era entendi-
da como una estructura total; o sea, era el status rei-publicae para cada
una de las instituciones de dicho cuerpo político. Por consiguiente, las
normas ordenadoras del mismo eran llamadas constituciones.
Como puede colegirse de lo expuesto, los romanos percibieron la
Constitución bajo la idea de instituir y crear un Estado; el cual se apo-

442
442
Teoría del Estado y Derecho Constitucional

ya en dicha norma fundamental.


El concepto Constitución aparecerá en la literatura político-jurídi-
ca romana a través de Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.), en su obra
De República. Posteriormente, dicha noción será aplicada a las leyes
imperiales (Digesto 1,2,1,2), las que aludían a las decisiones del empe-
rador romano. Las constituciones más antiguas se forjaron durante el
gobierno de Adriano (r. 117-138). En suma, dicho concepto se identifi-
caba con la disposición o mandato imperial (a partir del año 27 d.C.).
Debe advertirse que no todas las constituciones –en el sentido de
norma fundamental– tenían el mismo carácter. Así, existieron los edic-
tos que eran decisiones con fuerza de ley; los decretos que se dictaban
para específicos casos judiciales; los mandatos que eran instrucciones
administrativas dirigidas a los gobernadores de provincia; y los res-
criptos que eran las consultas absueltas a un magistrado, con el forma-
to de cartas o notas escritas debajo de una demanda de un particular.
Durante el período de la Edad Media aparecerá el concepto de lex
terrea que aludía a la existencia de una norma rectora que regulaba la
relación entre el rey y sus vasallos. En ese contexto, se empieza a cons-
truir la idea de Constitución basada en los pactos y convenios que se
utilizaban para sustentar y limitar los poderes eclesiásticos y señoria-
les; vale decir, a modular las relaciones de poder. Tales los casos de la
Carta Magna (1215) o el Estatuto de Tallagio (1295).
En la Edad Moderna (siglo XVI) aparecerá la noción de Consti-
tución como eje de la unidad política estatal por encima del rey y
de las demás leyes. Así, se manifestará bajo la noción de ley fun-
damental y en un principio integrada por las reglas de sucesión
monárquica, la regulación y obligatoriedad de las convocatorias a
los representantes estamentales del reino, la reserva de no enajena-
bilidad del patrimonio real y los primeros rasgos de limitación del
ejercicio del poder político.
Estos preceptos calificados como fundamentales eran una suerte
de contratos o pactos entre el Rey y el reino. En dicho período el mo-
narca inglés Jacobo II (r. 1567-1625) llegó a reconocer a la ley funda-
mental como parte del derecho divino.
Georg Jellinek en su obra Teoría general del Estado, señala que en el
siglo XVI aparece “el concepto de ley fundamental […]. Esta tiene una
fuerza superior a las demás leyes. El propio rey está obligado respec-

443
443
Víctor García Toma

to de ella, y no la puede modificar por sí solo”.


La idea de Constitución aparecerá primero a través del juez Ed-
ward Coke quien en el caso Bonham (1610) consigna al Common Law
como derecho limitativo de los poderes reales. En cierto modo lo
consideraba como el fundamento del sistema político imperante.
Posteriormente, reaparecerá durante la Revolución Puritana genera-
da a mediados del siglo XVII (1640-1688). Dicho proceso encabezado
por los puritanos –miembros de una secta de rígidos presbiterianos
conducidos por Oliverio Cromwell– surgió como una protesta fren-
te a la pretensión del “Parlamento Largo” de ejercer una autoridad
absoluta e ilimitada.
Como consecuencia de esta acción beligerante de naturaleza reli-
gioso-política –sustentada en la representación bíblica del “pacto so-
lemne”–, durante el gobierno de Cromwell se elaboraran el Acuerdo
del Pueblo (1647) y el Instrumento de Gobierno (1653). En estos textos se
estableció la necesidad de promover una ley suprema colocada fuera
del alcance del Parlamento y limitante de sus poderes, además de de-
clarante, por la vía de restricciones expresas, de las competencias que
el Estado inglés se reservaba inobjetablemente para sí.
D. Wormuth [Los orígenes modernos del constitucionalismo. Nueva
York, 1949] expone que la revolución inglesa del siglo XVII es pie-
za clave para la construcción del constitucionalismo. Plantea que el
Acuerdo del Pueblo refleja la idea de una ley superior al Parlamento y el
Instrumento de Gobierno indica la presencia de una norma escrita que
organiza el poder y que por tal se encuentra encima de los poderes
por él constituidos.
Cabe advertir que aun cuando el primero de los citados instru-
mentos normativos jamás tuvo sanción formal, ello no impidió que
influyera notoriamente en la expedición del Instrumento de Gobier-
no, el cual, según la opinión de cierta parte de la doctrina, derivó
en la primera Constitución stricto sensu en el mundo y la única
escrita y rígida que ha tenido Inglaterra a lo largo de su historia.
Al respecto, Carlos Sánchez Viamonte [El constitucionalismo. Sus
problemas. Buenos Aires: Editorial Bibliográfica argentina, 1957]
considera a dichos textos como los antecedentes más antiguos re-
lativos al enunciado de la doctrina de la separación entre el poder
constituyente y los poderes constituidos.

444
444
Teoría del Estado y Derecho Constitucional

El Acuerdo del Pueblo fue elaborado por John Lilburne y demás lí-
deres del grupo de los Levellers o igualitarios que apoyaban la im-
plantación del sufragio universal de los varones y que hasta plantea-
ron la adopción de medidas cercanas a una revolución agraria (por
un argumento político dicho texto formalmente apareció redactado
por los representantes de los regimientos de infantería y caballería del
gobierno de Cronwell). Este documento fue desestimado por el Par-
lamento Largo. Su importancia radica en haber formulado una suerte
de declaración de derechos y de haber establecido supremacía nor-
mativa del texto sobre el statute law emanado del órgano legisferante.
El Instrumento de Gobierno que fue elaborado por el Consejo de Ofi-
ciales del Ejército de Oliverio Cronwell, es una Constitución escrita
de cuarenta y dos artículos y aplicada a Inglaterra, Escocia e Irlanda.
Estableció una magistratura ejecutiva bajo la denominación de Lord
protector; estableció un Consejo de auxilio al ente administrador; y
un Parlamento unicameral, con representantes elegidos por conda-
dos y sujetos a la acreditación de tenencia de doscientas libras en bie-
nes muebles o inmuebles. Rigió durante cuatro años (1653-1657).
De otro lado, el jurista y economista francés Jean Bodin (1530-1596)
llegó a plantear en su obra Los seis libros de la República la existencia
de ciertas leyes inderogables referidas al Estado y a la fundación del
reino; y que por tales significaban un límite al poder del monarca.
El filósofo y tratadista político inglés Thomas Hobbes (1588-1679)
afirmó en su obra El leviatán, que, el Estado surgido del contrato social
quedaría destruido si dicha convención fuese anulada.
A partir del siglo XVIII la palabra Constitución quedará entronca-
da con el origen mismo del poder. Como tal se cancelaba, en definiti-
va, aquella percepción vinculante con los sistemas de gobierno. Así,
el escritor angloamericano Thomas Paine (1737-1809) referirá en su
libro Los derechos del hombre, que la Constitución de un pueblo no es
fruto del acto de su gobierno, sino del pueblo mismo que instituye o
construye su gobierno. Por ende, la asociaba inescindiblemente con la
legitimidad democrática.
La Constitución será invocada como una exigencia ético-política
para determinar el origen del poder, para legitimar la finalidad del
Estado y para limitar las relaciones de mando y obediencia a favor del
resguardo de los derechos de la persona.

445
445
Víctor García Toma

En esa idea, los textos constitucionales de las ex colonias británicas


en América del Norte y más propiamente los Estados Unidos invoca-
ran esta acción constitutiva del pueblo. Así, la Constitución de 1787
expresa lo siguiente:
“Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos [...] ordenamos y establece-
mos esta Constitución para los Estados Unidos”.
Asimismo, en el contexto de la Revolución Francesa, en el Reporte
del Comité de Trabajo Constitucional de 1789, se expondrá lo siguiente:
“Hemos pensado que una Constitución no es otra cosa que un orden
fijo y establecido de la manera de gobernar [...] que este orden no puede
existir sino está apoyado en reglas fundamentales, creadas mediante el
consentimiento libre y formal de la nación o de quienes ella ha elegido
para que la representen [...]. Así pues, una Constitución es una forma
precisa y constante de gobierno, o, si se prefiere, la expresión de los dere-
chos y obligaciones de los diferentes poderes que lo componen. El Estado
sentenciará que una Constitución se forje por la voluntad popular y
para la limitación del poder”.
Tras esa argamasa teórica se aprobará el artículo 16 de la Declara-
ción de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en donde se seña-
lará lo siguiente:
“Toda sociedad en la que la garantía de los derechos no está asegurada
y la división de poderes determinada, no tiene Constitución”.
Javier Pérez Royo [ob. cit.] considera que la noción de Constitu-
ción tal como hoy la entendemos, es la expresión típica del auge de
la Ilustración. Dicho movimiento intelectual desarrollado entre 1715
y 1784 afirmó el predominio de la razón, la igualdad intrínseca de los
hombres, la existencia de derechos naturales inviolables y la defensa
de la libertad frente al abuso del poder absolutista.
En esa idea el concepto Constitución adquirirá aceptación ge-
neral, como consecuencia del auge de las ideas liberales insertas
en las triunfantes revoluciones inglesa, francesa y norteamerica-
na. Así, se reconocerá como las primeras constituciones propia-
mente dichas a las que surgieron en los Estados Unidos (1787) y
Francia (1791, 1793 y 1795).
Con objetividad histórica y en el ámbito de la cultura occidental,
es evidente que la Constitución ha permitido garantizar las libertades

446
446
Teoría del Estado y Derecho Constitucional

individuales y limitar el poder político en aras de asegurar la eman-


cipación y el desarrollo de la burguesía; al influjo del ideario liberal
se buscará la “sacralización” de aquel conjunto de principios, normas
y prácticas político-jurídicas, dado que estas coadyuvaban a dicho
propósito. Es dentro de ese contexto cultural que puede recogerse la
afirmación de Karl Loewenstein [Teoría de la Constitución. Barcelona:
Ariel, 1984], en el sentido de que “la Constitución deviene en un dis-
positivo fundamental para el control del proceso del poder”.
La historia del constitucionalismo occidental –el más importan-
te eslabón para la materialización del ideal liberal del siglo XVIII–
ha significado la búsqueda de la limitación del poder absoluto, así
como el esfuerzo por establecer una justificación espiritual, moral
o ética para aceptar el ejercicio de la autoridad, en lugar del some-
timiento ciego a ella. Esta visión no es la única ni es excluyente;
empero es la más valiosa. De ella ha nacido la impronta constitu-
cionalista en América Latina.
Carlos Alberto Olano [Derecho constitucional e ilustraciones políticas.
Bogotá: Temis, 1987] señala que “en la época moderna no es concebi-
ble un Estado sin su respectiva Constitución, la cual se puede consi-
derar como un complejo de normas jurídicas que determinan no solo
la organización fundamental, el modo de ser y de obrar del Estado
mismo, sino la relación entre el poder público y los ciudadanos”. Por
dicha razón sostiene que, en puridad, el Estado no “tiene” una Cons-
titución, sino que “es” en sí mismo una Constitución, ya que esta es
quien organiza el ejercicio del poder que ostenta y establece las metas
justificatorias de su creación.
1.2.- Los contenidos de la Constitución
Desde una visión doctrinaria los contenidos pueden ser develados
a la luz de los cuatro aspectos siguientes:
a) La Constitución es un proyecto de vida
En un texto fundamental aparecen manifestados un conjunto de
ideas, creencias y convicciones socialmente compartidas que apuntan
a la construcción y consolidación de una forma política de convivir.
Asimismo, implica un plan concertado para alcanzar determinadas
metas vinculadas con el desarrollo societario y personal de un grupo
humano adscrito a un espacio y un tiempo determinado.

447
447
Víctor García Toma

En puridad, a través de la Constitución surge la voluntad concer-


tada de los miembros de una comunidad política, los cuales ajustan-
do sus intereses, expectativas y convicciones, asumen el reto de existir
y coexistir conscientemente dentro de determinados principios, valo-
res y formas de estructuración social, en pro de una futuridad común
más plena y provechosa.
En ese sentido, tras el acto de transacción o conciliación que signi-
fica tener una Constitución, aparece un iceberg normativo que apunta
a la transformación de la sociedad. Así, deviene en el suscitador de
nuevas realidades; y opera como el incitador y el estimulante para
que una sociedad en su conjunto levantándose sobre la resignada con-
validación de un estado de cosas, apunte hacia la creación de “algo”
nuevo y mejor para todos.
Al respecto, en el primer Plenario de la Asamblea Constituyente de
1978 su presidente Víctor Raúl Haya de la Torre señaló lo siguiente:
“Es obvio que la búsqueda de armonía y coincidencias que ofrezcan al
texto constitucional un amplio consenso no significa, de modo alguno,
el abandono de posesiones ideológicas ni de ideas, ni de programas […]
si queremos que la Constitución resulte válida para los más amplios
sectores nacionales, debe concebirse como un documento que conjugue
preceptos superiores y comunes […] una Constitución no legisla para
un partido ni para un sector, sino para todo el pueblo […] debe ser guia-
da, además, por un sentido y una proyección de futuro. No legislamos
para hoy ni para el inmediato mañana. La Constitución, si tenemos la
sabiduría de concebirla realista y apropiadamente debe tener vigencia
para varias generaciones”.
En ese sentido, la Constitución se asemeja a un histórico plan o
programa de gobierno que refleja el sentimiento de una plural colec-
tividad de personas en lo que respecta a su manera de ser, sentir y
alcanzar prospectivamente.
b) La Constitución es un estatuto de poder
En un texto fundamental aparecen manifestadas un conjunto de
reglas determinadas a justificar y establecer una relación de mando y
obediencia entre gobernantes y gobernados.
En ese sentido, aparece como el instrumento que formaliza la legi-
timación del ejercicio del poder y la de los entes institucionales encar-

448
448
Teoría del Estado y Derecho Constitucional

gados de entroncar la relación de subordinación razonada, en pro de


alcanzar el comunitario proyecto de vida.
Ello conlleva a precisar los mecanismos y requisitos para alcanzar
la calidad de gobernantes, sus competencias, responsabilidades y el
tiempo de duración de dicha tarea.
Jorge Reynaldo Vanossi [El Estado de Derecho. Buenos Aires: Eu-
deba, 2000] señala que la Constitución “es el enunciado institucional
de las grandes ‘reglas de juego’ político y social que una comunidad
adopta, para un cierto tiempo de su devenir histórico, por medio de
un determinado reparto de competencias y con proyección u orienta-
ción hacia ciertos fines en los que la sociedad visualiza su porvenir”.
En ese orden de ideas, dichas reglas de juego representan el cause
deseable por donde discurren los actores de una sociedad política:
gobernantes y gobernados.
En ese sentido el texto fundamental regula la capacidad de ac-
ción y medios concretos de coerción dentro del seno de una comu-
nidad de personas. Así, el dominio, imperio, facultad y jurisdicción
política queda sometida a las reglas de limitación y calibramiento
por parte de los operadores estaduales. Ello, habida cuenta que
corresponde a la Constitución precisar quien tiene competencia y
atribución de mando; para que se le otorgue la atribución de dis-
poner de qué manera habrá de ordenar; y hasta por cuanto tiempo
tendrá la facultad de decidir.
c) La Constitución es una póliza de salvaguarda de los derechos fun-
damentales de la persona
En un texto constitucional aparece explicitado el reconocimiento
y promoción de los derechos connaturales al ser humano por su sola
condición de tal.
En ese aspecto, como bien señala Magdiel Gonzáles [Manual de
derecho constitucional. Borrador en proceso de edición], la Constitución
es un orden supremo que regula el ejercicio del poder político y que
garantiza la vigencia y goce de los derechos fundamentales de la per-
sona en una realidad social concreta.
Peter Haberle [El Estado constitucional. México: UNAM, 2001] ex-
pone que dicho contenido sugiere una concepción antropocéntrica.
Así, el texto constitucional se “encuentra plenamente al servicio del

449
449
Víctor García Toma

ser humano, de su dignidad y libertad, e incluso igualdad”.


La necesidad del reconocimiento y protección constitucional se
ampara en la necesidad intrínseca de toda comunidad política de con-
servar, desarrollar y perfeccionar al ser humano en el cumplimiento
de sus fines de existencia e indefectible asociación con sus congéneres.
d) La Constitución es un orden supremo constituyente del sistema
jurídico
En un texto fundamental aparece la noción de fuente suprema
dentro del ordenamiento jurídico de un Estado. Por ende, supo-
ne una normatividad supra encargada de consignar la regulación
normativa básica de la cual emana la validez de todo el ordena-
miento legal de una sociedad política; de aquí que designe a los
entes encargados de la creación de las normas generales de convi-
vencia, así como del establecimiento de los procedimientos esen-
ciales para su vigencia y eficacia.
En ese contexto, el resto de las normas imperativo-atributivas del
Estado quedan sujetas a las reglas de respeto a la jerarquía y coheren-
cia de contenidos con la Constitución.
En razón a lo expuesto, cabe afirmar que la Constitución es la nor-
ma fundamental y fundamentadora de todo el orden jurídico.
Francisco Balaguer Callejón [Fuentes del derecho. Madrid: Tecnos,
1992] señala que “en cuanto fuente suprema del ordenamiento no
solo crea órganos, otorga competencias, determina procedimientos,
sino también incluye límites materiales o impone contenidos obliga-
dos en la producción jurídica de los poderes constituidos (Ejecutivo,
Legislativo, Judicial).
Como bien afirma Javier Pérez Royo [ob. cit.] “el mundo del dere-
cho empieza en la Constitución […] no existe ni puede existir jurídi-
camente una voluntad superior a la de la Constitución”.
Enrique Álvarez Conde [ob. cit.] señala que “la Constitución es
una especie de super ley, de norma normarum, que ocupa el vértice de
la pirámide normativa”.
Al ser situada en la cúspide o cima del ordenamiento estatal, conlleva
a que las normas infraconstitucionales –leyes, decretos, resoluciones, etc.–
sean tanto en lo formal como en lo sustancial, consistentes, congruentes y
compatibles con ella, so pena de carecer de efecto legal alguno.

450
450
Teoría del Estado y Derecho Constitucional

El texto fundamental deviene en la fuente de validez de todo el or-


den jurídico; amén de ser norma con fuerza normativa plenaria sobre
los poderes constituidos y los particulares en relación específica a la
producción de preceptos regulantes de la vida coexistencial.
d) La constitución en la autorepresentación cultural del pueblo de un
estado
En un texto constitucional aparece manifestado el conjunto de ras-
gos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que
caracterizan un grupo social adscrito a un determinado escenario his-
tórico de constitucionalidad.
Así, la inescindible relación telúrica que surge del medio ambiente
y el grupo social que lo ocupa hace que la manifestación del arte, las
letras, el medio de vida coexistencial, los sistemas de valores, las tra-
diciones, las convicciones patrióticas, tengan un cierto sello que dis-
tingue y diferencia a dicha colectividad política.
Tal como señala Peter Haberle [Teoría de la Constitución como ciencia
de la cultura. Madrid: Tecnos, 2000] “la Constitución no se limita a ser
un conjunto de textos jurídicos o un mero compendio de reglas nor-
mativas, sino la expresión de un cierto grado de desarrollo cultural,
un medio de autorepresentación propia de un pueblo, espejo de su
legado cultural y fundamento de sus esperanzas y deseos”.
1.3.- El referente constitucional
Desde esa perspectiva en todo texto fundamental, de una manera
directa o indirecta, se hace referencia al poder estatal y al pueblo. Así,
tenemos lo siguiente:
a) En relación con el poder estatal
- Establece la forma de organización y funcionamiento del
cuerpo político, así como la determinación de los titulares
del poder estatal.
- Señala las competencias de los órganos del poder estatal, así
como las relaciones y controles existentes entre ellos.
- Determina los fines sociales que deberán alcanzarse bajo la égida
del poder estatal.

451
451
Víctor García Toma

Georges Burdeau [Método de la ciencia política. Buenos Aires: De-


palma, 1964] señala que para mandar dentro de un Estado, “hace falta
título [...] y es la Constitución la que define las condiciones en que
puede adquirirse este título”. A través de la Constitución los opera-
dores del poder se instituyen como tales, alcanzan legitimidad y deli-
mitan su competencia.
b) En relación con el pueblo de un Estado
- Reconoce los derechos y garantías de las personas y grupos so-
ciales frente a sus congéneres y al Estado.
- Determina los deberes y cargas públicas de las personas, en co-
nexión con sus congéneres y el Estado.
La doctrina es recurrente en admitir que la delimitación de esas
competencias es inevitable en cualquier tipo de Constitución, se trate
de un Estado totalitario o democrático. Es inconcebible que un texto
fundamental no determine de alguna manera las competencias del
Estado y de sus diversos órganos de poder con relación al cuerpo
social, como también lo es que desdeñe establecer, por mínimas que
sean, las libertades y derechos ciudadanos, amén de las obligaciones
de carácter ciudadano.
1.4.- La fundamentación conectiva: la fuerza normativa de la Cons-
titución
La Constitución es una noción intelectual que promueve una co-
nexión entre el poder político y el derecho. Así, el primero de ellos se
ve constreñido a ser ejercido con arreglo a la estructura y organiza-
ción establecida por el texto fundamental. Es mediante este que el po-
der social se hace poder estatal, convalidando el ejercicio del gobierno
dentro de unas vías previamente señaladas.
La existencia de una estructura y una organización constitucio-
nal significa la búsqueda de la unidad entre un complejo normativo
y una situación social. La Constitución hace referencia a la esencia
misma del ordenamiento social y político, amén de convertirse en el
fundamento de un determinado ordenamiento jurídico.
Mediante la Constitución la realidad social y política del pueblo
asume un “orden”, lo que permite asegurar un mínimum de justicia
–por arbitraria que sea su inspiración–, ya que entronca al derecho

452
452
Teoría del Estado y Derecho Constitucional

con el ejercicio del poder. A partir de ella, un ordenamiento jurídico


regula por sí mismo la producción de las normas que direccionan los
destinos de una sociedad.
El texto fundamental significa la regulación legal esencial de una
específica realidad político-social; es decir, presenta un sistema de
normas supremas y básicas. Por ende, el Estado se convierte en una
ordenación político-jurídica que descansa en la Constitución como
norma sustentadora.
La Constitución implica una fuerza vinculante de plurales vías:
la de las autoridades y ciudadanos; así como las de ambos con sus
homólogos.
Georges Burdeau [ob. cit.] sostiene que la Constitución es una
“operación jurídica” mediante la cual el poder se transfiere de la per-
sona de los gobernantes a una entidad abstracta denominada Estado;
así, el poder se institucionaliza y la Constitución se convierte en el
estatuto del poder. Por el imperio de la Constitución, hemos pasado
del gobierno de los hombres (government by men) al gobierno de las
leyes (government by laws).
En ese orden de ideas de Constitución se presenta como una un
conjunto de normas fundamentales, obligatorias, imperativas y vin-
culantes. Sobre esto último Germán Bidart Campos [El derecho cons-
titucional y su fuerza normativa. Buenos Aires: ediar, 1995] señala que
comprende “Tanto a la totalidad de los órganos de poderes como a
los particulares, en un doble aspecto: cuando el propio Estado se re-
laciona con los particulares, y, cuando estos se relacionan entre sí.
Todo ello para que la Constitución se cumpla, se acate, funcione y sea
invocable ante los tribunales de justicia”.
La Constitución tiene fuerza normativa porque está dotada de
exigibilidad, obligatoriedad y efectividad. Así, tanto el poder estatal
como la libertad personal terminan siendo regulados jurídicamente
por el conjunto normativo contenido en el texto fundamental.
1.5.- Los criterios de estudio de la Constitución
El estudio del concepto de Constitución puede ser efectuado des-
de cuatro puntos de vista: deontológico, sociológico-fenomenológico,
político y jurídico. Estas nociones no son totalmente excluyentes, sino
que se integran e influyen recíprocamente.

453
453
Víctor García Toma

Al respecto, veamos lo siguiente:


a) La noción deontológica
Aquí se hace hincapié en el concepto de Constitución en cuanto
modelo axiológico ideal para estructurar la organización estatal y
como visión arquetípica de la forma y modo en que debería desarro-
llarse la coexistencia social dentro de una sociedad política.
b) La noción sociológica-fenomenológica
Aquí se hace hincapié en el concepto de Constitución en cuanto
modo de ser concreto y real del Estado. Así, el texto fundamental del
Estado es observado en relación a su inserción dentro de una especí-
fica unidad de ordenación política y social.
De acuerdo a esta noción, el cuerpo político no tendría una
Constitución según la cual se forma y opera idílica y altruistamen-
te la voluntad estatal, sino que la propia organización estatal es en
sí misma la Constitución; es decir, expresa un status de unidad y
de ordenación ya sea bajo la égida de valores positivos o negati-
vos. Como señala Carl Schmitt [Teoría de la constitución. Madrid:
Alianza Universitaria, 1970]:
“El Estado dejaría de existir si cesara esta Constitución; es decir, esta
unidad y ordenación. Su Constitución es su ‘alma’, su vida concreta y
su existencia individual”.

c) La noción política
Aquí se hace hincapié en el concepto de Estado en cuanto alude
a la organización basada en determinados principios de orientación
política. Se plantea la Constitución como la explicitación de algunas
pautas basilares fundamentales operantes de la unidad política.
Ferdinand LaSalle [¿Qué es la Constitución? Bogotá: Temis, 1997]
ha señalado que la Constitución de un país es la suma de los factores
reales de poder, expresados por escrito en instituciones jurídicas. A lo
que habría que agregar que tras dichos factores aparecen los signos
ideológicos y doctrinarios que dan rumbo a la acción del Estado.
d) La noción jurídica
Aquí se hace hincapié en el concepto de Constitución en cuanto

454
454
Teoría del Estado y Derecho Constitucional

alude a su identificación con el ordenamiento jurídico estatal; esto es,


con la primaria norma de derecho del cuerpo político sobre la cual se
funda el sistema jurídico.
En esa medida, la Constitución es la primera de las normas del
ordenamiento jurídico de un Estado; es la lex superior o higher law.
2.- LA ESTRUCTURA DE LO CONSTITUCIONAL
Dicha expresión alude a la interrelación, compenetración y co-
nexión de los aspectos que componen lo relativo a la esfera de lo cons-
titucional. En tal sentido, allí aparecen el espacio tiempo histórico, las
conductas, los valores político-jurídicos y las normas.
Al respecto, veamos lo siguiente:
El espacio tiempo histórico [Víctor Raúl haya de la Torre. Obras com-
pletas. El espacio tiempo histórico. Tomo 4. Lima: Mejía Baca, 1977] alude
a las relaciones que se forjan entre los ejercientes y los destinatarios
del poder político dentro de un específico espacio y época, así como a
la “internalización” de los principios, normas y prácticas constitucio-
nales que regulan dichas relaciones.
La cultura política de un pueblo se genera en un espacio o escena-
rio geográfico ocupado por un determinado grupo social; el mismo
que al elevarse a la conciencia histórica entiende y percibe el sentido
de lo constitucional de una manera específica, por ser concreta y pe-
culiar a dicha realidad antroposociogeográfica.
Esta realidad antroposociogeográfica establece un escenario histó-
rico de constitucionalidad, del cual se promoverá un proceso político
cultural que engendrará una peculiar forma de regular la existencia y
coexistencia ciudadana dentro de un Estado determinado, así como
de acatar y cumplir la normatividad constitucional.
La experiencia política de una colectividad se inicia cuando
el grupo social alcanza conciencia –acceso a la percatación o re-
conocimiento de sí mismo– de su pertenencia a un escenario y
tiempo histórico propio. Por ende, dicho grupo se proyecta a la
peculiar satisfacción de sus necesidades colectivas, generando
para tal efecto reglas de conducta político-jurídicas. Como bien
sabemos la concienciación alude al proceso social mediante el
cual un pueblo toma conocimiento e internaliza su problemática
realidad, se adscribe a una idea y se involucra en el compromiso

455
455
Víctor García Toma

de su transformación mediante la obra constituyente.


El ámbito de lo constitucional se expresa siempre dentro de un
determinado escenario y tiempo histórico. La convicción del grupo
social de establecer reglas para regular la actividad estatal y ciuda-
dana, no es plenamente uniforme ni regular en todas las sociedades
políticas, ello en razón a la privativa ubicuidad del escenario donde
habrán de verificarse.
Cada escenario histórico de constitucionalidad tiene condiciones pe-
culiares o especiales que, en cierto modo, hacen intransferibles las
respuestas político-jurídicas que aquella ofrece a las convicciones ciu-
dadanas.
En cada sociedad política, es la conciencia progresiva del escenario
histórico de constitucionalidad lo que condicionará las formas cada vez
más avanzadas de prescripción de determinados valores y principios
políticos (democracia, justicia social, etc.). En ese sentido, lo constitu-
cional transcurre en un específico territorio y época.
Al respecto, no debe olvidarse que el grupo social existe, labora,
convive y perece en un entorno geográfico y tiempo histórico deter-
minado, del que adquiere conciencia y comprensión de manera pau-
latina, lo que se reflejará en las reglas de relación político–jurídicas.
La existencia y coexistencia político-social se encuentra condicio-
nada e influenciada por dicha realidad. En ese sentido, el acontecer
humano dentro del Estado es indesligable de la realidad precedente-
mente descrita. De allí que las relaciones político-jurídicas tengan un
marco condicionado y engarzado a un cierto escenario-tiempo.
Es evidente que no existe un ámbito constitucional –en sentido
lato– “disecado”, desprendido o aislado de dicha realidad. Más aún,
la esfera de la Constitución –la relación juridizada entre gobernantes
y gobernados– es inseparable de su escenario-tiempo.
El escenario histórico de constitucionalidad es el espacio o área geo-
gráfica dentro del cual se encuentra asentado un grupo social. Por
ende, comprende tanto al entorno geográfico como al grupo social
asentado dentro de él. La relación del grupo social y el espacio donde
coexiste y proyecta su vida comunitaria es, a su vez, inseparable de la
categoría del tiempo.
El escenario histórico de constitucionalidad expresa, en principio, la
influencia del factor geográfico-social; por ende, manifiesta la irrom-

456
456
Teoría del Estado y Derecho Constitucional

pible relación telúrica que surge del medio ambiente y el grupo social
que lo ocupa.
El continente geográfico y el grupo social se influencian mutua y
recíprocamente, de lo cual se erige un proceso simultáneamente po-
lítico, cultural y jurídico que necesariamente encierra una conciencia
social que deja constancia de una percepción particular de las reglas
de relación convivencial.
El engarce entre el espacio geográfico y el grupo social lleva a que
este último perciba psicológicamente la existencia de un tiempo subje-
tivo (Ivch Zeit). Este se forma frente a cada espacio geográfico y a las
condiciones de la vida comunitaria que en dicho territorio se produ-
ce; es decir, frente al específico grado de desarrollo económico, social
y político en el que se asienta.
Este tiempo subjetivo de la colectividad política se extrae de su fue-
ro interno; se fija con relación a la cadencia de la evolución histórica
que marca las condiciones de vida de una sociedad. Esta percepción
psicológica del tiempo por parte del grupo social, tiene que ver con el
grado de su desarrollo político, social, económico y cultural.
Este “lapso histórico” implica en sí mismo el ritmo o la cadencia
social que surge de la trama de relaciones entre el grupo humano y el
espacio que condiciona su grado de conciencia política.
Los grados de ese tiempo histórico se miden por la evolución y desa-
rrollo de las relaciones interindividuales, los cuales tienen mucho que
ver con la capacidad de dominio sobre la naturaleza y la aptitud para
satisfacer necesidades colectivas, sean estas naturales o espirituales.
El tiempo histórico no se mide por relojes, vale decir, por el lapso en
su longitud. Así, la distancia espacial directa entre Lima y Caracas es
mayor que la que existe entre nuestra ciudad capital y Tahuamanu
(Madre de Dios); empero, considerada como distancia en la historia o
lapso de evolución, Tahuamanu se encuentra más lejana de Lima que
la capital de la República de Venezuela.
En ese orden de ideas aparece el denominado escenario-tiempo
constitucional; el cual expresa la conciencia político-social del proce-
so político-cultural del pueblo de un Estado. Este deja constancia del
vínculo irrompible forjado entre un grupo social, su medio ambiente
y el grado de desarrollo alcanzado basándose en el dominio del há-
bitat, lo que promueve un proceso político-cultural con una forma

457
457

También podría gustarte