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EVOLUCIÓN DEL MUNDO DESDE EL FIN DE LA SEGUNDA GUERRA

MUNDIAL

La guerra constituyó un esfuerzo económico centralizado, repitiendo las pautas


de la primera, pero a una escala mucho mayor. Los grandes contendientes
entre los que no estaba Francia, que fue ocupada fulminantemente por las
tropas alemanas: Alemania, el Reino Unido, Italia y la URSS, más Estados
Unidos y Japón fuera de Europa, trataron de centralizar férreamente todas sus
operaciones y destinaron al esfuerzo bélico una proporción de los recursos
nacionales netamente superior a la que habían dedicado durante la primera
gran guerra. La fuerte movilización militar y económica tensó al máximo las
capacidades productivas de todos los países implicados. De hecho, el paro,
que aún coleaba como una herencia de la gran depresión, desapareció por
completo por efecto de la movilización bélica. El PIB no aumentó en el conjunto
de Europa, aunque sí en los países beligerantes que no sufrieron la ocupación
militar. El caso más extremo es el de Estados Unidos. En cambio, la ocupación
nazi implicaba una desviación del esfuerzo productivo hacia finalidades,
usualmente militares, definidas por el alto mando alemán.

Las potencias del Eje habían realizado el grueso de su preparación para la


guerra antes de la misma. Alemania se esforzó al máximo para aumentar su
PIB, pero sus resultados fueron muy discretos. Peores fueron los japoneses, y
aún más decepcionantes los italianos, aunque en este último caso hay que
tener en cuenta que Italia pasó a ser un país ocupado a partir del verano de
1943. El esfuerzo bélico nazi debe ser apreciado juntamente a dos otros
elementos: el de sus aliados filofascistas y el de los países ocupados. Los más
próximos a Alemania, como Austria, lo consiguieron a lo largo de la guerra y
sólo se hundieron el último año, con la ocupación aliada. Bulgaria y Hungría
lograron resistir la caída del PIB mucho mejor que los países ocupados. Éstos,
la evolución de cuyo PIB está descrita en la parte intermedia de la tabla,
tuvieron una trayectoria desastrosa: en Noruega, el PIB cae un 17 por 100,
Dinamarca, Holanda y Bélgica sufrieron caídas superiores al 20 por 100.
Francia sufrió, año tras año, más que los anteriores; la ocupación y la guerra
sumieron en el caos y la destrucción el noroeste de su territorio. Como en los
demás países, la ocupación significó desorganización, sabotajes y desvío de
recursos productivos (material de transporte, maquinaria, materias primas,
trabajadores) hacia Alemania, de modo que el aumento del PIB alemán se
obtuvo, en buena medida, vía explotación de países ocupados. El esfuerzo
bélico consumía enormes recursos, y esquilmaba una extensión creciente de
territorio, y con una intensidad cada vez mayor. En algunos países, como
Grecia, la explotación y el caos fueron profundos, llevándose por delante 2/3
del PIB.

La Unión Soviética, pese a haberse preparado intensamente para la guerra


entre 1938 y 1940, resistió mal los primeros embates de la ofensiva alemana.
Perdió grandes cantidades de territorio y su PIB se redujo en 1/4 entre 1940 y
1942. El gran éxito soviético y de Stalin fue su capacidad para reorganizarse y
para preparar una movilización total de sus recursos productivos. El esfuerzo
supremo para resistir se concretó en una espectacular recuperación del PIB –y
de la capacidad militar soviética– del 45 por 100 en 1943. Es una tasa increíble,
que sólo puede entenderse en circunstancias excepcionales y temporalmente
limitadas. De hecho, una vez la guerra se fue ganando, ya en 1945, la tensión
decayó.

Por su parte, Gran Bretaña logró dinamizar su economía mejor que lo hiciera la
alemana y sin pe- sar sobre territorios ocupados. Gran Bretaña se apoyó
mucho en sus recursos imperiales y en los prestados por Estados Unidos. El
PIB británico logró su máximo en 1943; después cedió –reflejo de que la guerra
llegaba a su propio territorio (son los años de los bombardeos sistemáticos del
sur de Inglaterra por parte de la aviación alemana)–, y hubiera tenido
problemas de no ser por la ayuda estadounidense. Ahí radica el milagro aliado
de la segunda guerra mundial.

El éxito productivo de Estados Unidos fue espectacular.

Con la contienda lejos de su territorio, y un enorme potencial productivo


subutilizado desde la crisis de 1929-1933, la nación norteamericana logró
prácticamente duplicar su PIB de 1939 en sólo 5 años. Aún hoy se siguen
estudiando los factores de tal éxito. Residen en la total utilización del trabajo y
el capital, con un particular énfasis en la cantidad y calidad del trabajo. Los
norteamericanos trabajaron mucho más de lo que habían trabajado antes y de
lo que estarían dispuestos a trabajar después y, además, trabajaron con más
atención, entusiasmo y compromiso.

Los países neutrales europeos fueron pocos y pequeños: Portugal, Suecia y


Suiza. Finlandia y España fueron no beligerantes, que es una manera delicada
de señalar que tenían su corazón en un lado pero que no podían entrar en la
contienda por diversos motivos. Finlandia, porque había perdido una guerra
relámpago contra la URSS, en la que había cedido territorio a cambio de
mantener su independencia y su neutralidad. España, porque acababa de salir
de su guerra civil. Aunque debía grandes favores a Hitler y Mussolini, Franco
se mantuvo básicamente no beligerante (pero permitió el envío de algunas
tropas de voluntarios al frente ruso para apoyar a los alemanes): el país estaba
demasiado débil como para arriesgarse a entrar en guerra. La misma posición
hegemónica de Franco hubiera sufrido en caso de hacerlo. Los verdaderos
neutrales aprovecharon la guerra, pero de modos diversos. Portugal, bajo una
dictadura corporativista pero comprometida con Inglaterra por una alianza
plurisecular, supo nadar y guardar la ropa. Los años de la guerra fueron de
bonanza económica. Suecia sufrió la desorganización inicial de toda la
economía europea, pero supo adaptarse como proveedora neutral del bloque
del Eje y mejoró netamente su PIB de 1941 a 1945. Suiza quedó al margen de
la guerra, impedida de ejercer un papel verdadera- mente neutral al estar
básicamente rodeada por las tropas alemanas o por sus aliados. Jugó un papel
im- portante en el «blanqueo» de dinero entre los dos bloques contendientes y
aguantó como pudo la situación entre 1939 y 1944, sin ganancias ni pérdidas.
El momento mágico sobrevino en 1945 cuando la neutralidad Suiza atrajo a
muchos nazis en su huida. Con ellos llegaron oro y divisas en grandes
cantidades.

La Segunda Guerra Mundial fue mucho más destructiva que la primera. Al final
de la guerra, Eu- ropa se encontraba devastada y muy cerca de la miseria.

Demográficas (factor trabajo)

La cifra más aceptable para Europa es la de 40 millones y entre 50 y 60


millones en todo el mundo. Las muertes de civiles sobrepasan ampliamente a
las de militares. Además de los muertos, unos 35 millones de personas fueron
heridas y millones de europeos padecieron des- nutrición.

La distribución de las pérdidas varió enormemente. En conjunto, Europa


septentrional y occidental (excluyendo Alemania) salió bastante bien librada,
mientras que Europa central y oriental padeció mucho. Más de la mitad del
total, unos 25 millones de personas, estuvieron representados por Rusia,
mientras que se produjeron grandes pérdidas absolutas en Polonia (1/5
población), Alemania y Yugoslavia.

POLÍTICAS MUNDIALES Y LOS RETOS DEL SIGLO XXI

Las potencias regionales juegan un rol importante de "mediación" en el Sistema


Político Internacional (SPI); esta mediación se da gracias a su posicionamiento
estructural (entre los países centrales y los periféricos) y su situación
geográfica (pertenencia a una región en el mundo). Por ello, nosotros las
denominamos "potencias regionales-mediadoras", es decir, Estados
semiperiféricos que destacan por el desarrollo intermedio de sus capacidades
materiales e inmateriales, su posicionamiento estructural entre los Estados
centrales y periféricos, sus proyecciones geopolíticas a nivel regional, su rol de
liderazgo regional y su función de mediación entre las potencias mundiales y
los Estados periféricos. Entendemos que el rol que juegan estas potencias
regionales-mediadoras no está reconocido plenamente ni en términos reales ni
en términos legales, tanto por los Estados centrales y potencias mundiales
como por el Sistema de Naciones Unidas (Asamblea General y Consejo de
Seguridad).

 tenemos que apuntalar es que vivimos una transición histórica donde el


Sistema Mundo Moderno (SMM) declina y un Sistema Mundo nuevo emerge.
Esta situación, que viene produciéndose desde mucho antes, se deja ver
plenamente desde 1988, cuando se derrumba el Muro de Berlín, finaliza la
llamada Guerra Fría y la división del mundo en el Occidente capitalista y el
Oriente comunista.
Esta transición histórica es impulsada por los procesos de globalización,
regionalización, pos nacionalización y localización. Bien entendido, en la
transición histórica mundial, ambas realidades mundiales (la declinante y la
emergente) se encuentran imbricadas, debido a lo cual los problemas
mundiales se nos presentan de manera muy compleja.

El mundo nuevo emergente tiende a configurarse a partir de cuatro niveles


espaciales: lo global, lo regional, lo posnacional y lo local; impulsados por los
procesos de globalización, de regionalización, de pos nacionalización y de
localización, respectivamente (Rocha, 2003a), situación que bien puede
llamarse de post-modernidad.

en cada uno de estos cuatro niveles espaciales se plantean problemas de


gobierno y de gobernabilidad totalmente nuevos: un gobierno global, un
número importante de gobiernos regionales y así sucesivamente.

Antes de avanzar, consideramos importante subrayar que, para nosotros,


desde nuestra postura transformacionalista, mundialización y globalización son
dos procesos diferentes: el primero se refiere a todo el mundo, el segundo
solamente al nivel espacial más desterritorializado y abstracto. Por otro lado, la
globalización es un proceso único, aunque multidimensional y heterogéneo;
mientras que la regionalización es un proceso diverso, es decir, está
conformado por varios procesos de integración regional en el mundo.

En el devenir histórico de la regionalización en el mundo, es posible observar


cuatro etapas.

1. "Periodo clásico" (1957-1975): se caracteriza la constitución de sistemas que


implementaron políticas integracionistas de corte funcionalista y neo federalista.

2. "Estancamiento" (1976-1989): los sistemas de integración regional son


meticulosamente cuestionados por las críticas intergubernamentalistas
provenientes del realismo político, insertándolos en crisis profundas que
pusieron en duda su continuidad.

3. "Nuevo regionalismo" (1990-2000): son reformuladas antiguas propuestas en


un neo-funcionalismo que permitió superar los cuestionamientos
intergubernamentalistas planteando nuevos modelos y representaciones
político-sociales supranacionales regionales, nuevas normas jurídico-
institucionales internacionales y, sobre todo, nuevos derroteros económicos
que habrían hecho evolucionar a los sistemas de integración regional.

4. A partir del 2000, pudiéramos estar frente a una "etapa nueva": en un


fenómeno sin precedentes, sistemas de integración subregionales han
comenzado, por un lado, a flexibilizar sus objetivos y plazos para dar cabida a
la participación e incorporación de nuevos Estados nación, pero, por otro lado,
están acercándose a otros sistemas de integración subregionales fortaleciendo
sus vínculos entre sí, con miras a una posible fusión.

en el mundo ha ingresado en un proceso de mutaciones inéditas y que los


Estados nacionales juegan a reposicionarse estructuralmente en el tablero del
Sistema Mundo Moderno declinante y en el tablero del Sistema Mundo
emergente; han emprendido una carrera de largo plazo en ambos tableros, por
lo tanto, juegan en el primero para después jugar en el segundo tablero, juegan
en el tablero internacional para después jugar en los tableros de la
globalización y de la regionalización.

ASPECTOS ECONÓMICOS, POLÍTICOS Y SOCIALES QUE AFECTARON


AL MUNDO A PARTIR DEL FIN DE LA GUERRA FRÍA

La Guerra Fría fue un conflicto entre dos diferentes órdenes económicos. Por
un lado se encontraba Estados Unidos de como liberal gracias al FMI (Fondo
Monetario Internacional) y al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles
Aduaneros y Comercio). Mientras que del otro extremo se encontraba la URSS
socialista que se organizó con el CAEM (Consejo de Ayuda Mutua Económica)
y los acuerdos bilaterales establecidos con otras economías planificadas.
Acercándose los 80s, el lado socialista estaba perdido ya que el capitalismo iba
tomando su lugar en el mundo.

La Guerra Fría no debe reducirse a una disputa entre sistemas productivos, sus
dimensiones económicas permanecen, en general, subestimadas en la
historiografía. Cuando se trata de economía política internacional es más fácil
para los historiadores generalizar. La guerra fría se presta a un análisis de
paradigmas económicos.

Para los países capitalistas, significó un periodo de grandes transformaciones


que llevaron a la necesidad de nuevas demandas políticas y culturales por
parte de los sujetos sociales, pero, paralelamente constituyó un periodo de
crecimiento económico y bienestar social, especialmente representado por
Estados Unidos, durante lo que podemos conocer como “los años dorados del
capitalismo”.

Estados Unidos actuaba como liberal. Los años setentas puso fin a dos
décadas de rápido crecimiento económico en los países capitalistas avanzados
participantes de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico), marcando así el descenso relativo en el poder económico de
Estados Unidos.

Después de ello, el orden económico liberal se enfrentó a muchos retos. Las


recesiones agudas coincidieron con una inflación persistente, para disgusto de
los economistas seguidores del keynesianismo, que durante mucho tiempo
sostuvieron que el capitalismo podía manejarse para evitar recesiones
prolongadas. Unos de los principales adversarios y críticos del capitalismo en
este país eran La OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) y
los proponentes del Tercer Mundo de un Nuevo Orden Económico
Internacional anti liberal (NOEI). Los revolucionarios de derecha fueron los más
provechosos en el tema. Hacia el final de la década, una revolución del
mercado libre se estaba agitando en el mundo liberal. Se empezaba a conocer
más la economía liberal, debido a que la sociedad observaba cambios más
dinámicos.
Durante la posguerra, la Unión Soviética, restauró y expandió su economía,
pues, mantenían un control estrictamente centralizado. Así ayudó a la
restauración de los países del bloque del este, mientras los convertía en
Estados Satélite y los unía con una alianza militar cuando se fundó el Pacto de
Varsovia1 en 1955 y el COMECON (Consejo de ayuda Militar Económica);
suministró ayuda a la victoria del Partido Comunista de China. Los Aliados de
la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial (Reino Unido y Estados
Unidos), se convirtieron en sus enemigos para la Guerra Fría, por lo que se
enfrentaron de una manera indirecta, usando la mayor parte de sus fuerzas.

Consecuencias económicas

Existen ciertos riesgos al tratar de ubicar los cambios del capitalismo durante la
guerra fría en los años de 1970. Analizando los temas de riesgo que se dieron
durante la guerra fría y el efecto que tuvo sobre la Economía Política
Internacional, podemos saber que se da el re-descubrimiento del libre mercado,
el crecimiento del capitalismo posindustrial, el resurgimiento de la globalización,
etc. Esto ha provocado una disputa ideológica entre historiadores. Si tomamos
un contexto histórico diferente, tenemos que analizarlo desde sus principios
relacionados con los años setentas; en los que cambiaría la Economía Política
Internacional y no en sí la Guerra Fría; más bien estaríamos hablando de la
confusión económica de principios del siglo veintiuno involucrando diferentes
implicaciones como lo fueron las hipotecas de alto riesgo, la crisis financiera
global, la crisis del euro, entre otras.

Rivalidad de ideas económicas[editar]

La geopolítica de la Guerra Fría se vio definida por las malas relaciones y


rivalidad entre la Unión Soviética y los Estados Unidos. Alejando así los países
socialistas de los liberales. En ambos lados, tanto en el este como el oeste, se
observaron tasas de crecimiento magníficas durante los años de 1950 y 1960.

Siendo los rendimientos del gran crecimiento provenientes de la adición de


nuevos factores de producción como lo fueron el trabajo, capital y tierra;
diferente a lo que el crecimiento intensivo incluye, haciendo los factores
existentes más productivos. En 1945 ambos lados quedaron con muchos
trabajadores agrícolas que tuvieron que emigrar a las ciudades en busca del
empleo industrial. El rápido crecimiento económico de la era de posguerra
fluyó, en parte, por la gran transición del atasco. Sin embargo, las marcadas
diferencias entre los mundos capitalista y socialista todavía estaban presentes,
disminuyendo poco a poco a medida que avanzaba la Guerra Fría.

Por los años treintas, las empresas comerciales de Occidente eran


mayormente consideradas privadas, y la Unión Soviética perseguía estrategias
de acumulación forzada que construían industrias pesadas (carbón, acero,
electricidad, etc.) a través de métodos violentos y coercitivos. Sin embargo,
después de 1945, los sectores públicos se expandieron en Occidente, y la
Unión Soviética comenzó a reorientar sus planes económicos hacia las
necesidades de los consumidores.

Las Transformaciones que tuvo la Guerra Fría

En comparación con la década de 1930, cuando la Unión Soviética logró una


autonomía sustancial del mundo capitalista, las relaciones fronterizas
económicas desarrolladas en la Guerra Fría, durante los años setentas, se
fueron agudizando. Sin embargo, la agitación económica de la década se
originó en Occidente, y los propagandistas soviéticos no perdieron la
oportunidad de señalar que las crisis recurrentes del capitalismo habían
regresado. Sin embargo, la despreocupación no impidió el derrame. En la
década de 1980, la Unión Soviética tuvo una implosión, Europa del este
desertó y China abrió, el sistema socialista se desintegró, llevando la Guerra
Fría a un final efectivo.

Existe un enfoque que presenta la crisis del socialismo como endógeno al


sistema socialista. Desde este punto de vista, las explicaciones para el fracaso
no necesitan buscar más allá de las ineficiencias y limitaciones inherentes a la
economía de comando socialista. Otro enfoque, que atrajo menos partidarios,
propone en cambio que el sistema socialista permaneció estable, pero fue
víctima de desarrollos exógenos en la economía mundial capitalista. La
mayoría de los estudiosos se ubican en algún lugar entre estas dos posiciones
y enfatizan tanto las fallas endógenas del sistema socialista como su
incapacidad para adaptarse a las cambiantes condiciones internacionales.
MOVIMIENTOS SOCIALES Y ECONÓMICOS DE FINALES DEL SIGLO XX.

La historia de los movimientos sociales, tradicionalmente centrada en


el movimiento obrero del siglo XIX, se amplió en el siglo XX con la
consideración de los movimientos sociales del pasado y con la atención al
surgimiento de otras reivindicaciones que han dado origen
a movilizaciones sociales: feminismo, pacifismo, ecologismo, movimiento por
los derechos civiles, derechos, movimiento antiglobalización o altermundialista,
entre otros.

Los movimientos sociales se entienden fundamentalmente como movimientos


populares, es decir, los que expresan reivindicaciones del pueblo (entendido
ambiguamente, tanto como el cuerpo social general, como restringido a la
amplia estrato social inferior en términos socioeconómicos y de poder); aunque
tienen otras derivaciones diferentes, en cuestiones sociales entendidas
como culturales, de pensamiento o de estilo de vida, que pueden ser tanto las
propias de una corriente mayoritaria o ideología dominante como de una
minoritaria, vanguardista, rupturista, contracultural,
o alternativa (psicodelia, movimiento hippie). En cualquiera de los dos casos
pueden llegar a extremos tan aparentemente frívolos como
denominar movimiento al deporte en general o a alguno en particular, a
la moda, a cualquier forma de uso del ocio, a tendencias culturales de cualquier
tipo (moda, peinado, tatuaje, gastronomía) o incluso las actividades de
las tribus urbanas.

Movimientos sociales de la cultura

Véanse también: Sociedad industrial, Sociedad preindustrial y Antiguo


Régimen.

E. P. Thompson, con su concepto de economía moral de la multitud > dio una


nueva visión a los movimientos sociales de los siglos XVIII y XIX, reaccionando
desde el propio campo de la historiografía marxista contra la aplicación
excesivamente rígida de las categorías teóricas del mundo en si

materialismo histórico, y exigiendo para su estudio el mismo refinamiento y falta


de determinismo que el empleado por la antropología para el estudio de las
sociedades primitivas. De un modo u otro, con metodologías no
necesariamente similares, respondieron a la misma necesidad otros
historiadores británicos, como Eric Hobsbawm (para la Edad contemporánea)2
o Christopher Hill (para la revolución inglesa del siglo XVII).3 En la historia
moderna de España, ha suscitado vivos debates la calificación como
movimiento social de la Guerra de las Comunidades y de otros acontecimientos
singulares, como el motín de Esquilache. Otros movimientos sociales han sido
particularmente estudiadas por diferentes historias nacionales, como la Fronda
francesa o las revueltas milenaristas rusas (Pugachev, falso Dimitri).
Concretamente la crisis del siglo XVII fue un momento particularmente propicio
para numerosos estallidos sociales violentos a lo largo de toda Europa.

El periodo medieval tiene su principal campo de estudio para esta disciplina en


el origen de las revoluciones burguesas entre las revueltas
campesinas y revueltas urbanas de la Baja Edad Media,4 significativas tanto de
la dinámica social del feudalismo como de la transición del feudalismo al
capitalismo,5 especialmente manifestada a partir de la crisis del siglo XIV.

Retrocediendo más en el tiempo, la Edad Antigua también ha dado oportunidad


de estudiar hechos semejantes,6 como las bagaudas del Bajo Imperio
Romano (otra manifestación de crisis secular, en este caso de la crisis del siglo
III), las revueltas de esclavos (la de Espartaco y otras dos guerras serviles), la
oposición entre patricios y plebeyos durante la República
Romana (ver Secessio plebis) e incluso las primeras huelgas documentadas en
el Antiguo Egipto.

Movimientos sociales en América Latina

Representantes de Movimientos Sociales se reúnen en la Asamblea Nacional


de Ecuador

América Latina viene experimentando un cambio de época. Diversos procesos


sociales y políticos han ido configurando nuevos escenarios : la crisis del
consenso neoliberal, la relegitimación de los discursos críticos, la potenciación
de diferentes movimientos sociales, los gobiernos
autodenominados progresistas y de centroizquierda, son algunas notas
distintivas de un período de transición.  Así, los movimientos que se han
activado contra la globalización incluyen a los movimientos de trabajadores, de
estudiantes y del sector informal; grupos rurales e indígenas, y los
denominados "nuevos movimientos sociales".8

Esos nuevos escenarios desembocaron en una modificación de las relaciones


de clase9,lo cual repercutió, enormemente en el modo en cómo cada grupo
social se autorepresenta, se piensa y figura su destino social dentro de la
sociedad. En ese contexto de gran asimetría surgen y se desarrollan las luchas
de los movimientos sociales en los ´90. Aunque esos movimientos fueron más
que una respuesta defensiva, los movimientos sociales latinoamericanos han
venido desarrollando una dimensión más proactiva, que da posibilidades a
pensar nuevas alternativas emancipatorias a partir de la defensa y promoción
de la vida y la diversidad. Las movilizaciones que comenzaron a darse en
octubre de 2019 en Chile son una muestra de estos nuevos escenarios que
muestran la aparición de jóvenes como un nuevo grupo que convoca al resto
de la sociedad en reclamo relegados por 30 años.

Desde la perspectiva de las ciencias sociales, el estudio de los movimientos


sociales en América Latina no es un campo homogéneo, sino que abarca
diferentes tendencias. En este sentido, los analistas se han enfocado en cuatro
áreas: las redes comunitarias, la educación popular, el capital social y el poder
popular constituyente.11 Además, el estudio académico de los movimientos
sociales en América Latina puede valerse de diferentes variables, como el nivel
orgánico, la capacidad de proponer alternativas, el discurso que proyectan y la
fuerza de movilización.

Historia de los movimientos políticos

Los movimientos políticos surgen como consecuencia de la incapacidad de los


partidos para dialogar con el resto de la sociedad y su esquema. 13La historia
de los movimientos políticos ha prestado atención al periodo siguiente a
las revoluciones liberales, con la creación de los partidos políticos, que en el
siglo XIX fueron fundamentalmente partidos de élites o de cuadros, pero que
con la generalización del sufragio universal y los movimientos de masas, como
el nacionalismo o el movimiento obrero, se convirtieron en el siglo XX
en partidos de masas, sobre todo los portadores de las ideologías más
combativas o extremas (fascismo y comunismo, habitualmente
denominados totalitarismos), a cuyo desafío tuvieron que responder,
adaptándose al uso de la movilización, la propaganda y los medios de
comunicación, los demás movimientos
políticos (conservadurismo, liberalismo, socialdemocracia, democracia
cristiana, etc.).

Con el nombre de Movimiento Nacional se conoce en España al mecanismo


totalitario de inspiración fascista que pretendía monopolizar la vida pública e
incluso privada durante el franquismo (1939-1975).

El periodo posterior a la caída del muro de Berlín (1989), que supuso la


desaparición del bloque comunista, significó también la emergencia de nuevos
agentes políticos y sociales expresados en movimientos políticos de nuevo
cuño. Por un lado, fue la oportunidad del resurgimiento de los
preexistentes movimientos religiosos denominados fundamentalistas, que en
algunos casos se emparentan con el nacionalismo: el más espectacular
el fundamentalismo islámico (muy activo desde la revolución iraní, 1979, y con
manifestaciones violentas como el yihadismo -impropiamente
denominado terrorismo islámico-), pero también un fuerte fundamentalismo
cristiano, tanto protestante (como la mayoría moral y los neocon en Estados
Unidos) o católico (con precedentes en el nacionalcatolicismo español, pero
que desde 1979 -pontificado de Juan Pablo II- se expresa en la reacción a
la teología de la liberación y otros movimientos católicos
denominados progresistas surgidos en torno al concilio Vaticano II) y también
un fundamentalismo hindú. Por otro lado, el surgimiento del papel de
las ONG en la escena nacional e internacional, que en muchos extremos puede
entenderse como expresión política de diferentes movimientos sociales o de
nuevos conceptos ideológicos. Los partidos políticos que pretenden expresar
particularmente al movimiento ecologista (partidos verdes) han tenido una
importancia muy desigual en diferentes países (máxima en Alemania, donde
llegaron al gobierno).
FENÓMENOS SOCIOECONÓMICOS Y POLÍTICOS

La globalización

No existe en la actualidad área del conocimiento que no esté vinculada, directa o


indirectamente, al tema de la globalización. Este fenómeno ha permeado
prácticamente todos los campos de la actividad humana: economía, cultura,
política, ecología, adquiriendo así un carácter pluridimensional.

Según Romero y Vera (2009) el impresionante avance de las fuerzas productivas


a escala mundial durante el siglo XX, especialmente en la segunda mitad,
profundizó la división internacional del trabajo, modificando el contenido de
conceptos como ventajas comparativas y dando origen a otros como ventajas
competitivas, determinadas por factores relacionados con la economía del
conocimiento, la cual está determinada por el uso de los saberes en la toma de
decisiones en materia de producción, consumo e inversión, así como en la
producción y reproducción del propio conocimiento (Vilaseca et al., 2002).

Esta economía del conocimiento “se sustenta fundamentalmente en el uso de las


ideas, más que en las habilidades físicas; en la aplicación de la tecnología, más
que en la transformación de materias primas, o la explotación de mano de obra
barata. Es una economía donde el conocimiento es creado, adquirido, transmitido
y usado más eficientemente por individuos, empresas, organizaciones y
comunidades, con el fin de promover el desarrollo económico y social ” (The World
Bank, 2003: 1). Este proceso ha sido dinamizado por las nuevas tecnologías, en
especial las tecnologías de la información y comunicación (TIC).

En este contexto aparece el concepto globalización, el cual empieza a emplearse


de manera permanente en los ámbitos académicos y políticos desde de la década
de los ochenta del siglo XX. A partir de entonces, la globalización ha venido siendo
enfocada desde diferentes posiciones, dependiendo del campo de acción del
conocimiento y de los intereses en juego.

No obstante, existen rasgos comunes a todas las interpretaciones, en el sentido


de ver en la globalización una etapa avanzada de la división internacional del
trabajo, caracterizada por una mayor interacción e interdependencia de los
factores y actores que intervienen en el proceso del desarrollo mundial. Estos
factores y actores son de índole económica, social, política, ambiental, cultural,
geográfica, religiosa, entre otros, e involucran relaciones entre Estados, regiones,
pueblos, empresas, partidos (OIT, 2004: X).

El capitalismo mundial había dejado atrás la etapa de la libre competencia y había


entrado en su fase monopolista, soporte económico del imperialismo. Esta
situación contribuyó a la expansión global de la economía, a través,
fundamentalmente, de la internacionalización del capital.

Dimensión económica

El proceso de globalización se efectúa a través de los flujos comerciales de


capital, información y conocimiento, que circulan alrededor del mundo y que
involucran, en mayor o menor medida, a la mayoría de los países.

Sin embargo, este proceso es profundamente asimétrico y favorece a un pequeño


grupo de naciones altamente desarrolladas, quienes controlan la economía
mundial, mientras la mayoría de países debe conformarse con el papel de actores
pasivos y altamente vulnerables a los cambios internacionales, influenciados por
las políticas aplicadas por los centros de poder económico, político, cultural y
militar.

Dimensión política

De otro lado, pese al innegable avance del comercio internacional y de los flujos
financieros, la mayor parte de la actividad se realiza al interior de los países, o
dentro de mega bloques económicos, como la Unión Europea o el Tratado de
Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

El avance de la globalización ha sido obstaculizado también por grandes conflictos


bélicos (primera y segunda guerras mundiales), así como por las crisis
económicas de carácter hemisférico. Igualmente, las políticas proteccionistas y
discriminatorias, practicadas por las naciones opulentas, impiden que la mayoría
de los países participe activamente en los intercambios comerciales y financieros;
es decir, no logran globalizarse, y si lo hacen es solamente a través de las
transnacionales residentes en sus economías de enclave.

El soporte material de la globalización es la profundización de la división


internacional del trabajo, donde el predominio corresponde a un puñado de países
altamente desarrollados. Los avances de los países más atrasados están
determinados por la presencia del capital extranjero en sus economías, el cual ha
ido perfeccionando un esquema de inserción apendicular, donde las decisiones
estratégicas son tomadas desde afuera por las empresas transnacionales y sus
países de origen. En estas condiciones, cualquier posibilidad de desarrollo
independiente es cada vez más difícil.

Dimensión social

La globalización afecta el índice de desarrollo humano. De acuerdo con el PNUD,


el índice del desarrollo humano “provee una medida compuesta de tres
dimensiones del desarrollo humano: vivir una vida larga y saludable (medida por la
esperanza de vida); tener educación (medida por la tasa de alfabetización de
adultos y de matriculación en la enseñanza primaria, secundaria y terciaria); y
gozar de un nivel de vida digno (medido por el ingreso según la paridad del poder
adquisitivo).

El índice no es en modo alguno una medida integral del desarrollo humano. Por
ejemplo, no incluye indicadores importantes tales como respeto por los derechos
humanos, la democracia y la igualdad, aunque sí provee una amplia perspectiva
para ver del progreso humano y la compleja relación entre el ingreso y el
bienestar” (PNUD, 2006: 47). Además la evolución del IDH a lo largo de los años
no ha sido igual para todos los países y no necesariamente los más desarrollados
económica y tecnológicamente son los que muestran los mejores resultados.

Resumiendo, se puede afirmar que ha habido un importante avance en materia de


desarrollo humano. Sin embargo, persiste una situación precaria para el grupo de
países de DH e ingreso bajos, que incluye un importante porcentaje de la
población mundial, situándola al margen de los beneficios de la globalización.
El soporte ideológico de la globalización

El soporte ideológico de la etapa actual de la globalización es el pensamiento


neoliberal, que promueve el libre comercio y la hegemonía del mercado, como
regulador de las relaciones de producción en el mundo.

En la práctica, los programas de ajuste promovidos por el Fondo Monetario


Internacional (FMI) y el Banco Mundial, han empeorado la situación social y
económica de los países menos desarrollados, convirtiéndolos paulatinamente en
enclaves del capital extranjero.

Los efectos de la globalización

Sustentada en la fetichización del mercado, la globalización capitalista promueve


al máximo el consumismo desaforado, la cultura del “úselo y tírelo ”, con el
consecuente deterioro del medio ambiente y el agotamiento de los recursos
naturales no renovables.

Este modo de consumo se traslada a través de múltiples canales a las naciones


menos desarrolladas, las cuales, sin haber alcanzado el nivel de desarrollo
adecuado, se ven abocadas a asimilar patrones culturales ajenos a sus propias
realidades, provocando distorsiones de índole estructural e impidiendo el
desarrollo del mercado interno.

Un efecto importante  es la imposición, por parte de organismos como el FMI y el


Banco Mundial, (bajo el comando de las transnacionales), de políticas de ajuste
estructural de las economías dependientes, tales como una mayor apertura a la
competencia externa, privatización de las empresas estatales y extranjerización de
las privadas nacionales, flexibilización jurídica para que haya una mayor afluencia
de inversiones extranjeras, flexibilización laboral, para garantizar un marco jurídico
de explotación del recurso humano local en condiciones ventajosas.

Otra de las “recomendaciones” de estos organismos es el recorte del gasto


público, que se traduce, en la práctica, en el desmejoramiento de la seguridad
social, la prestación de servicios públicos, la educación y la salud, entre otros.
Se argumenta que con los “ajustes adecuados ”, los países en desarrollo podrán
insertarse exitosamente en la economía internacional, es decir, globalizarse. Sin
embargo, los resultados de más de una década de ajustes han demostrado que la
pobreza y las desigualdades sociales y territoriales, en vez de disminuir aumentan
(Toussaint, 2002).

Rasgo característico de la fase actual del desarrollo capitalista mundial es la


profundización de la tendencia general hacia el parasitismo económico,
representado por el predominio del capital financiero especulativo sobre la
circulación de mercancías. Esta situación afecta directa o indirectamente a las
naciones menos desarrolladas, expuestas a las oscilaciones de los mercados
financieros internacionales.

Perspectivas de la globalización

En el informe sobre las perspectivas globales de la economía, el Banco Mundial es


optimista al señalar que “la próxima globalización – una profunda integración con
la economía mundial a través del comercio, los flujos de información, las finanzas
y la migración – ofrecerá nuevas y mejores oportunidades para incrementar la
productividad y elevar los ingresos.

Los productores que participan en los grandes mercados internacionales podrán


producir en gran escala, acceder a tecnologías y conocimientos más apropiados y
participar en la creciente integración global de las cadenas productivas. Los
consumidores en todas partes tendrán acceso a los últimos productos
internacionales” (The World Bank, 2007: vii).

Sin embargo, de acuerdo a Romero y Vera (2009) como lo deja entrever el


informe, esta posibilidad es solo potencial. Tal vez en otro contexto la
globalización podría significar una oportunidad histórica para la mayoría de países
atrasados, que son víctimas de un orden internacional adverso a sus intereses.
Esto solo será posible en la medida que el proceso de globalización genere
condiciones en las que el mercado, controlado por el capital transnacional, trabaje
en favor de las naciones menos favorecidas y no al contrario. Hay que advertir
sobre el riesgo que esto representa, en ese sentido, los organismos económicos
internacionales, influyen en la desregulación económica, especialmente en el
ámbito monetario y financiero, pero también en el comercial y productivo.

La volatilidad de la economía y la deficiente distribución de la renta, esta vez a


escala mundial, serán como tantas veces los frutos de ellos. Solo con la
constitución de organismos económicos mundiales con suficiente poder, con
objetivos estratégicos definidos (desarrollo humano, seguridad social, garantía y
estabilidad y sobre todo un sistema monetario desarrollista) podrá evitar esta
situación.

Desde aquí se defiende por la existencia de un gobierno mundial, que coordine,


regule y limite la actividad de los agentes económicos mundiales, que mitiguen los
problemas que plantea el sistema capitalista y que favorezca a los más
desfavorecidos, también hoy insertados en el proceso de globalización.

DISTINTAS FORMAS DE MODERNIZACIÓN DEL ESTADO

La modernización del Estado se ha entendido en la literatura como el proceso de


cambio y adaptaciones que éste ha incorporado en su organización y
funcionamiento. Esta modernización se ha tomado como una medida para
enfrentar la crisis en el marco de lo que se conoce como Estado de bienestar y
que se reconoce, sobre todo, por una fuerte crisis fiscal ubicada generalmente en
varios países en la década de los años ochenta y en algunos un poco antes. En la
bibliografía, el término modernización se ha utilizado como un paraguas
conceptualizador bajo el cual se acogen los fenómenos de adaptación. También
se identifica como paradigma burocrático al que envuelve el Estado de bienestar
en un contexto de crisis, donde dicho paradigma parece estar llegando a la fase
final de su existencia, dando lugar a otro, identificado
como posburocrático (Villoria, 1997). Históricamente, cuando la crisis fiscal del
Estado de bienestar se hace explícita, ocurre un desarrollo de la conciencia de
escasez en un entorno internacional dominado por la competencia global; los
antes valores del Estado de efectividad y de rendición de cuentas van quedando
de lado para dar lugar al valor de la eficiencia, donde hacer lo mismo -o más- con
menos dinero, será lo importante. La eficiencia va cobrando prioridad y
el managerialismo constituirá el instrumento clave en estos procesos de
cambio.2 En un análisis que Prats (1992) hace acerca de la agenda política del
sector público durante la década de los ochenta en los países de la OCDE, cabe
destacar de manera especial que los procesos de modernización administrativa
del Estado van a identificarse y reconocerse dentro de las propias políticas
económicas. No es que los programas de modernización sean una mera
consecuencia de los programas de ajuste o dinamización económica, de hecho
mantienen una cierta autonomía. Pero las fuertes transformaciones habidas en el
sector público durante la década de los ochenta y las que siguieron produciéndose
en la de los años noventa, no se explican desde la lógica intrínseca de los
programas de modernización. A veces hasta son ajenos a tales programas y, en
cualquier caso, las líneas fuertes de cambio sólo cobran sentido y verosimilitud
cuando se les asocia con objetivos de naturaleza económica (Prats, 1992:13). A
partir de este reconocimiento es que el autor delimita y aclara que retoma la
modernización como un concepto sustantivo y no simplemente formal,3 por lo que
le permite incluir bajo este sentido todas aquellas líneas de cambio significativas
para el sector público, independientemente de su inserción formal en la política de
"modernización", en la política económica general o en cualquier otra política
sectorial.

Así, el contexto en que llega la necesidad de cambio está dado por la


preocupación por reducir el déficit fiscal, con lo cual se dan privatizaciones,
desregulaciones, búsqueda de calidad en la prestación de servicios públicos,
desconcentración funcional o descentralización territorial y mayor participación de
las ONGs.

Asimismo, algunas organizaciones públicas y privadas fueron llegando a la


conclusión de que era preciso efectuar innovaciones en virtud de su relación con
el entorno ahora denominado globalizado y, además, que era necesario introducir
innovaciones en el nivel de la gestión interna para adaptarse a los cambios
(Eliassen y Kooiman, 1987, en Villoria, 1997). En última instancia, procuraban
legitimar su actuación con base en los productos o servicios ofertados, con calidad
y disminución de costos. En el mismo sentido, o bajo la misma premisa, los
gobiernos centrales han creado amplios programas de actuación con la misión no
tanto de legitimar sus productos, sino de legitimar la institución en su conjunto
(Bañón y Carrillo, 1996, en Villoria, 1997.) Estos programas en ocasiones han
dado forma y conceptualización a las múltiples estrategias de adaptación y
supervivencia que las distintas organizaciones públicas -sobre todo locales-
estaban siguiendo, aun cuando en otros casos fueron programas de contenido
claramente ideológico y lanzados sobre el resto de la administración con carácter
coercitivo y jerárquico.

La modernización sólo se puede entender en el marco de los grandes cambios


políticos y sociales que nuestras sociedades han vivido y continúan viviendo,
considerando las peculiaridades de cada Estado; los principios reconocidos sobre
los cuales descansan los cambios son:

a) Que las variables en el proceso de cambio no sólo son económicas, sino


también sociales (cultura política y cívica). Lo interno que adapta lo externo según
su circunstancia específica.

b) Que la fuente principal de los cambios son los cambios sociales y económicos
que se producen fuera del sistema político. De cómo se incorporen éstos se tiende
a la estabilización.

Las causas generales del cambio más influyentes o determinantes en este sentido
son:

1. Un mundo cada vez más complejo e interdependiente.

2. La globalización de los problemas y soluciones, opinión pública, sociedad del


conocimiento, investigación y tecnología, impactos en las organizaciones y
empleados.
3. El desarrollo de expectativas sociales frente a lo público (y a su deficiente
respuesta).

4. Cambio de pensamiento económico.

Con base en la consideración de Prats (1992:14-22), y a partir de su investigación,


los cambios han estado identificándose en los siguientes rubros enlistados de
forma resumida.

1. Un control más estricto de los costes de los servicios públicos. Este enunciado
implica sobre todo un cambio administrativo importante por el impacto de las
políticas de ajuste, por lo regular se han introducido técnicas de gestión privada
para mejorar sensiblemente los sistemas de información contable. Ahora bien, otro
énfasis muy socorrido en esta línea ha tenido que ver con la reducción del salario
real y del número de los empleados públicos. La política de ajuste se ha traducido
en general en una reducción, en ocasiones drásticas, del reclutamiento de nuevo
personal.

2. Otra línea importante de cambios muy marcada es la referente a las políticas de


regulación económica y a las empresas públicas. Por desregulaciones económicas
se entiende los cambios o eventualmente la supresión de las regulaciones
económicas existentes con la finalidad de reducir o eliminar las constricciones
impuestas de manera legal al libre juego del mercado. A lo largo de la década de
los años ochenta se extendió prácticamente por todos los países la insatisfacción
y la crítica al mal funcionamiento de las empresas públicas. Muchas de ellas
entraron en pérdidas a lo largo de la década de los setenta, pérdidas que fueron
enjuagadas con déficit presupuestario.

3. Una modalidad de innovación introducida hacia el interior lo constituye


el establecimiento de sistemas de información para la gestión
operacional, tratando de acompañarse del establecimiento de sistemas para
incentivar el desempeño. Tales sistemas han adoptado en ocasiones la vía de
retribuciones por productividad, de las que existen y se han experimentado
fórmulas muy diversas.
4. En cuarto lugar, otro rubro clave ha sido la descentralización territorial y
funcional. Así, durante la década de los ochenta, se han obtenido mayores
evidencias de que la adecuada asignación de responsabilidades públicas entre los
diversos niveles de gobierno influye considerablemente en el grado de eficacia y
eficiencia del sector público. De este modo, se han producido importantes
traspasos de competencias desde el nivel central a los gobiernos intermedios
(estados, regiones) y a las administraciones locales. En particular, se ha
fortalecido la autonomía local, pero apoyándola financieramente en sus propias
fuentes de renta y reduciendo por consiguiente las transferencias financieras
desde el gobierno central a los gobiernos locales.

El Estado ha transitado desde la intención de enfrentar su propia crisis, hasta


probar nuevas formas de organización que le den mantenimiento y funcionalidad;
lo cierto es que no ha escapado de ser fuertemente cuestionado como
organización eficiente y eficaz y de repente se ha mostrado como una
organización difusa, sin definición y rumbo, como Villoria lúcidamente expone:

La administración se encuentra sometida a diversos debates, no tiene claro si la


gestión pública es un proceso técnico o político, si basta con generar respuestas
de gestión importadas del sector privado o si es necesario reciclarlas con los
valores propios de lo público, si es necesario desarrollar habilidades gerenciales o
mayor sensibilidad ética, si hay que dar empowerment a los empleados públicos o
hay que desarrollar políticas neotayloristas (medir rendimientos y reducir
plantillas). (Villoria, 1997:79)

El Estado de derecho sufre las consecuencias de la dificultad de articular intereses


diversos y construir un sistema de elaboración de normas donde predomine el
diálogo racional sobre el pacto y la componente partidista, dificultad que influye en
la consiguiente deslegitimación de las leyes y su tendencia al incumplimiento
(Habermas, 1991, en Villoria, 1997).

En la década de los noventa cobra importancia el debate de grupos y el asunto


entre política y administración, y aparece un valor aparentemente secundario: el
valor de la responsabilidad frente a los diversos agentes críticos implicados, el
papel de la sociedad civil y su potencial influencia en los diseños de política que
cada vez van cobrando mayor presencia. El problema con el que ahora se
enfrenta la administración consiste en la acumulación de los valores a los que se
debe servir y, además:

a) Rendir cuentas a las instituciones de la democracia.

b) Ser eficaz y eficiente.

c) Responder políticamente a los diversos actores implicados, en un entorno de


sujetos iguales, con intereses contradictorios y aptos para el diálogo.

Pese a que la modernización se ubicó como proceso especialmente en la década


de los ochenta, lo cierto es que es un proceso desde entonces continuo, en el que
han aparecido nuevos conceptos.4 Desde una perspectiva más integral, el reto
consiste en que el Estado pueda cumplir con su función más importante, el de
servir a sus gobernados y velar por los mínimos derechos de éstos en un marco
que disminuya las inequidades.

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