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UNIDAD EDUCATIVA FISCAL “ABDON CALDERON”

Nombre: Britanny Calo


Curso: 10 “F”
Tema: LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

En 1914 estalló la guerra más mortífera habida hasta entonces en Europa. Las razones de un conflicto bélico de
esta magnitud hay que buscarlas en las rivalidades económicas y coloniales entre las grandes potencias y en los
conflictos y reivindicaciones nacionalistas en el seno del continente. La Primera Guerra Mundial enfrentó a dos
bloques de países: los aliados que formaban la Triple Entente (Francia, Inglaterra y Rusia, a los que se unieron
entre otros Bélgica, Italia, Portugal, Grecia, Serbia, Rumanía y Japón) y las potencias centrales de la Tripe Alianza
(el Imperio alemán y el Imperio austrohúngaro, apoyados por Bulgaria y Turquía).
Aunque todo el mundo creyó que sería breve, la Primera Guerra Mundial se prolongó por espacio de cuatro años
(1914-1918). Tras una fase de estancamiento en que la muerte de centenares de miles de soldados en las
trincheras apenas movió los frentes, en 1917 los Estados Unidos entraron en la guerra en apoyo del bando aliado,
que resultaría a la postre el vencedor. Las tensiones de la guerra propiciaron en octubre de 1917 el triunfo de la
Revolución Rusa, la primera de las revoluciones socialistas, que se convertiría en referencia para las
organizaciones y partidos de la clase obrera en el siglo XX. Con la devastación demográfica y económica
ocasionada por la Primera Guerra Mundial se inició el declive de la Europa occidental en favor de nuevas
potencias emergentes: los Estados Unidos, Japón y la URSS.

Las causas de la Gran Guerra


La Primera Guerra Mundial tuvo diversas causas, pero sus raíces se encuentran en una compleja red de alianzas
entre las potencias europeas. En esencia, fue la desconfianza entre —y la militarización de— la informal «Triple
Entente» (Gran Bretaña, Francia y Rusia) y la secreta «Triple Alianza» (Alemania, el Imperio austrohúngaro e
Italia).
Los actores más poderosos, Gran Bretaña, Rusia y Alemania, gobernaban imperios coloniales mundiales que
querían expandir y proteger. A lo largo del siglo XIX, consolidaron su poder y se protegieron forjando alianzas con
otras potencias europeas.
En julio de 1914, las tensiones entre la Triple Entente (también conocida como los Aliados) y la Triple Alianza
(también denominada Potencias Centrales) escalaron tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando,
heredero al trono de Austria-Hungría, por parte de un nacionalista serbio-bosnio durante su visita a Sarajevo.
Austria-Hungría culpó a Serbia por el ataque. Rusia respaldó a su aliado, Serbia. Cuando Austria-Hungría declaró la
guerra a Serbia un mes después, sus aliados intervinieron y el continente entró en guerra.

Desarrollo y fases de la Primera Guerra Mundial


El atentado provocó la indignada protesta del gobierno austrohúngaro, que por medio de un duro ultimátum
amenazó a Serbia con la guerra si no atendía sus exigencias de tomar medidas inmediatas contra los nacionalistas
radicales serbios. La negativa serbia condujo a una declaración de guerra y puso en marcha el sistema de alianzas:
sucesivamente se implicaron Rusia, Alemania, Francia e Inglaterra. Recibida con cierto entusiasmo entre la
población de los países contendientes, comenzaba la «Gran Guerra», así llamada por aquel entonces; tras la
nueva conflagración que asoló Europa entre 1939 y 1945, ambos conflictos serían bautizados con ordinales:
«Primera Guerra Mundial» (1914-1918) y «Segunda Guerra Mundial» (1939-1945).
Las fuerzas de los dos bloques enfrentados eran bastante equilibradas. La superioridad naval y numérica de la
Triple Entente (Francia, Inglaterra y Rusia) era compensada, en los Imperios Centrales, por la capacidad de
movilización y un potencial bélico mayor. El Imperio alemán y el austrohúngaro carecían de grandes dominios
coloniales, pero formaban un bloque territorial compacto y coordinado.
Con la idea de derrotar a Francia antes de que pudiese recibir la ayuda de Inglaterra y de que una ofensiva de
Rusia los obligase a combatir en dos frentes, los alemanes aplicaron de inmediato el plan Schlieffen, concebido
años atrás por el anterior jefe del Estado Mayor alemán, el mariscal Alfred von Schlieffen. Este plan de ataque
preveía un vasto movimiento de las fuerzas alemanas que, en seis semanas, habían de penetrar en Francia
pasando por Bélgica, eludiendo así las tropas y fortificaciones fronterizas francesas.
Consecuencias de la Primera Guerra Mundial
Las consecuencias más evidentes de la Primera Guerra Mundial fueron las que derivaron de los diversos tratados
de paz, que modificaron profundamente el mapa de Europa. Contra lo que pueda sugerir su nombre, la
Conferencia de Paz de París fue una mera negociación entre los dirigentes de los países vencedores: el presidente
norteamericano Woodrow Wilson, el primer ministro británico David Lloyd George, su homólogo francés Georges
Clemenceau y el jefe del gobierno italiano, Vittorio Emanuele Orlando. Ningún representante de Alemania
participó en la conferencia, de modo que la razón asistía a quienes calificaron de «diktat» (imposición) el tratado
de Versalles, firmado el 29 de junio de 1919, tras casi seis meses de conversaciones.
Aunque se partió de los bienintencionados catorce puntos propuestos por el presidente norteamericano
Woodrow Wilson, las condiciones impuestas a los vencidos fueron muy duras, y, especialmente por parte de
Francia, no hubo ninguna voluntad conciliatoria. El tratado de Versalles declaraba a Alemania única culpable de la
guerra y supuso para el antiguo Imperio alemán la pérdida de todas sus colonias y también de numerosos
territorios, que pasaron a manos de los viejos y nuevos países limítrofes (Francia, Bélgica, Dinamarca,
Checoslovaquia, Polonia). El tratado establecía asimismo la desmilitarización general del país (prohibiendo a
Alemania fabricar armamento, barcos y aviones de guerra y tener más de cien mil soldados) y la obligación de
pagar reparaciones de guerra, tasadas en 132.000 millones de marcos oro, a las potencias vencedoras.

A excepción de las fronterizas, muchas de estas disposiciones no llegaron a cumplirse; para Alemania, sin
embargo, supusieron una humillación que penetró profundamente en su tejido social y alimentó un sentimiento
revanchista que había de constituir una de las causas de la Segunda Guerra Mundial. Los tratados de Saint-
Germain-en-Laye (10 de septiembre de 1919) y de Trianon (4 de junio de 1920), por su parte, supusieron el
desmantelamiento del Imperio austrohúngaro, del que surgieron Austria, Hungría, Checoslovaquia y la futura
Yugoslavia. Austria y Hungría quedaron reducidas a la tercera parte de la superficie que tenían antes de la guerra,
y sin salida al mar; además, se prohibió explícitamente a Austria cualquier unión con Alemania.
Las consecuencias alcanzaron también, por supuesto, a los países europeos vencedores, que vieron igualmente
diezmada su población y destruidos sus campos, fábricas y ciudades, y quedaron, en suma, tan arruinados como
los vencidos. Financiar la guerra había ultrapasado en mucho los ingresos de los países contendientes, que
hubieron de recurrir a préstamos y a emisiones masivas de billetes, lo cual incrementó la deuda interna y externa
y disparó la inflación; el proceso inflacionario afectó especialmente a las clases medias y bajas, pues los sueldos
no subieron al mismo ritmo que los precios, causando el empobrecimiento general de la población. La
incorporación de la mujer al mundo laboral, forzada por las necesidades bélicas, fue uno de los escasos aspectos
positivos; se reconoció su papel en la sociedad y, en muchos países, se aprobó el sufragio femenino.
En el plano geopolítico, los Estados Unidos, sobre todo, y también el Japón, fueron los principales beneficiados del
desarrollo y desenlace de la Primera Guerra Mundial. Mientras duraron las hostilidades exportaron alimentos y
material bélico a Europa, y una vez finalizada la contienda prestaron los capitales necesarios para la
reconstrucción. Al no haber padecido en su propio territorio la devastación de la guerra, ambos países quedaron
en óptima posición para erigirse en nuevas potencias mundiales; a ellos se sumaría muy pronto, tras la acelerada
industrialización que impuso Stalin, la Unión Soviética.
En el terreno político, la Primera Guerra Mundial culminó el proceso de liquidación del absolutismo monárquico
iniciado en la Revolución Francesa. Los antiguos imperios (el alemán, el austrohúngaro, el otomano) fueron
sustituidos por repúblicas democráticas; pero este avance quedaría desvirtuado por la crisis que iba a
experimentar el sistema liberal y por la evidencia de que, lejos de resolver los conflictos de fondo, la guerra
únicamente había acentuado las ambiciones y el revanchismo de vencedores y vencidos, dejando en la
inoperancia iniciativas como la flamante Sociedad de Naciones (1919), auspiciada por los Estados Unidos. La vieja
Europa, con sus imperios coloniales, salió adelante, pero sólo para enzarzarse, tras el «crack» de 1929 y el auge
de los nuevos totalitarismos (fascismo y comunismo), en una nueva conflagración, la Segunda Guerra Mundial
(1939-1945), en la que perdería definitivamente la hegemonía mundial que había ostentado en los últimos cincos
siglos.

La guerra de trincheras (1915-1916)


A principios de 1915, ambos bandos construyeron complejas líneas de trincheras que serpentearon por los
cientos de kilómetros del frente. La fortificación alcanzaría tal grado de virtuosismo que ninguno de los
contendientes lograría una penetración decisiva. Al quedar protegidos los soldados del alcance de las
ametralladores enemigas, la capacidad armamentística (morteros, lanzagranadas, lanzallamas) y muy
especialmente la artillería pesada se transformó en dueña y señora del campo de batalla. La industria
siderometalúrgica se puso al servicio de las necesidades militares y produjo masivamente cañones, morteros y
obuses. El consumo de municiones en los primeros meses de la guerra rebasó largamente las previsiones, y la
cuestión del aprovisionamiento acabó trasformándose en un asunto esencial, que obligó a modernizar y planificar
la producción y a utilizar mano de obra femenina.
Ciertamente, la única arma eficaz contra las trincheras era la artillería, pero ni siquiera los bombardeos de
saturación podían garantizar una ruptura del frente, ya que eran contrarrestados por la mayor eficacia de las
medidas de protección personal y la complejidad de la red defensiva, que incluía el escalonamiento en
profundidad de las fuerzas de reserva. Sin embargo, mientras los frentes se mantenían incólumes, las trincheras
registraban espantosas carnicerías. Después de cada batida de la artillería, el terreno quedaba arrasado, cubierto
de hombres destrozados o mutilados. Las trincheras se convirtieron en un infierno porque, además, las
condiciones higiénicas eran deplorables; el abastecimiento, insuficiente; y la tensión, insoportable. El uso
intensivo de armas como los gases letales obligó además a los soldados a luchar con unas máscaras que reducían
la visibilidad e intensificaban su angustia.
Ante esa situación de estancamiento, durante el año 1916 alemanes y franceses intentaron romper el frente
concentrando los esfuerzos bélicos en un solo punto. Tal era el objetivo de la gran ofensiva alemana sobre la
ciudad de Verdún, planeada por el jefe del Estado Mayor, Erich von Falkenhayn. Iniciado el 21 de febrero de 1916,
el ataque topó con la tenaz resistencia de los franceses, que, bajo las órdenes del general Henri Philippe Pétain,
frenaron el avance sobre la ciudad y recuperaron, ya en noviembre del mismo año, las escasas plazas que había
llegado a ocupar el enemigo. La ofensiva aliada sobre la región del río Somme, planeada por el mariscal francés
Joseph Joffre y el general británico sir Douglas Haig, tuvo el mismo carácter masivo; iniciada el 1 de julio de 1916,
concluyó sin éxito a mediados de noviembre del mismo año. Ambas campañas costaron centenares de miles de
vidas y sólo movieron los frentes unos pocos centenares de metros.
La guerra en el mar tuvo su episodio central en la batalla de Jutlandia (31 de mayo de 1916), en la que se
enfrentaron la armada británica y la alemana, comandadas respectivamente por los almirantes John Jellicoe y
Reinhard Scheer. Aunque la «Gran Flota» de Jellicoe sufrió pérdidas superiores, el resultado favoreció a los
ingleses: la escuadra alemana no pudo romper el cerco establecido por los aliados, de modo que su campo de
acción quedaría reducido al Mar del Norte durante toda la guerra. La excepción fueron, obviamente, los
submarinos, que antes y después de Jutlandia obstaculizaron el aprovisionamiento por vía marítima de Gran
Bretaña hundiendo los barcos británicos o aliados que se acercaban a la isla. En mayo de 1915, el hundimiento del
trasatlántico de pasajeros Lusitania, que había zarpado de Nueva York, provocó una airada reacción
estadounidense, y el alto mando alemán hubo de aceptar restricciones a la guerra submarina. Pero en febrero de
1917, los alemanes anunciaron la extensión del bloqueo a todas las embarcaciones sin importar su pabellón,
decisión que pondría fin a la neutralidad de los Estados Unidos.

La intervención estadounidense y el final de la guerra (1917-1918)


Durante el año 1917, la población civil de muchas naciones en conflicto llegó a una situación límite: a las
dificultades para la mera subsistencia había que sumar los trastornos familiares por la pérdida o ausencia de los
miembros más jóvenes y el agotamiento psicológico. Hubo intentos de amotinamiento en las guarniciones, que
fueron severamente reprimidos, y también huelgas de protesta por la escasez de productos de primera
necesidad.
La aceptación más o menos entusiasta que gran parte de la población de los países contendientes había
manifestado al inicio de la guerra se había convertido en un rechazo frontal a su continuación, sobre todo en las
grandes ciudades industriales de Alemania. También era especialmente crítica la situación en el Imperio
austrohúngaro, donde el desabastecimiento y la falta de productos básicos se agudizaban día a día. Por otra
parte, después de la división y dispersión iniciales, y a la vista del inmenso matadero en que se habían convertido
los frentes, el movimiento obrero internacional se pronunció abiertamente contra la guerra, y los socialistas de
cada Estado comenzaron a adoptar posiciones críticas radicales.
En octubre de 1917 triunfó en Rusia la revolución dirigida por Lenin y los bolcheviques, que se hicieron con el
poder; el agotamiento de la población y la promesa de poner fin a la guerra favorecieron el éxito revolucionario.
Para Lenin, que siempre había tachado el conflicto de «conflagración burguesa, imperialista y dinástica» y de
traidores a los socialdemócratas europeos que la habían apoyado, la paz era prioritaria e imprescindible para
poder organizar el nuevo Estado surgido de la revolución; de ahí que se apresurase a firmar un armisticio y a
acordar la paz con los Imperios Centrales (tratado de Brest-Litovsk, 3 de marzo de 1918), aun a cambio de
importantes concesiones territoriales.
Pero el acontecimiento clave de aquel año fue la entrada de los Estados Unidos en la guerra (6 de abril de 1917).
El motivo oficial fue la decisión alemana de suprimir las restricciones a la guerra submarina; en adelante atacarían
a todos los buques (militares o civiles, aliados o neutrales) para sostener el bloqueo marítimo contra Inglaterra.
También se dio difusión a un mensaje enviado por el ministro de Asuntos Exteriores alemán, Arthur Zimmermann,
a su embajador en México: el llamado «Telegrama Zimmermann», interceptado por los servicios secretos
británicos, reveló el propósito del Imperio alemán de incitar a México a declarar la guerra a los Estados Unidos,
brindando al país vecino ayuda militar y financiera para recuperar los territorios perdidos en la Guerra Mexicano-
Estadounidense de 1846. El motivo de fondo, sin embargo, era el temor a no recuperar los créditos concedidos a
Gran Bretaña y Francia en caso de que ganasen los Imperios Centrales.
El apoyo de Estados Unidos a Francia e Inglaterra decidió el desenlace de la guerra. En pocos meses
desembarcaron en Francia más de un millón de soldados y un gran número de tanques, aviones, camiones y
piezas de artillería; con el respaldo de la llamada Fuerza Expedicionaria Estadounidense, comandada por el
general John Pershing, la superioridad bélica de los aliados se hizo abrumadora.
En otoño de 1918, tal superioridad comenzó a dar resultados concretos; a principios de noviembre, tras la
destrucción de las líneas austriacas en la batalla de Vittorio Veneto, el Imperio austrohúngaro aceptó el armisticio.
En el frente occidental, un último intento alemán de avanzar sobre el Marne fue desbaratado en la batalla de
Château-Thierry (4 de junio de 1918); en septiembre, la contraofensiva aliada había obligado a los alemanes a
retroceder hasta la Línea Hindenburg, que sería aniquilada a primeros de noviembre. En Alemania, una
insurrección socialista se propagó de Baviera a Berlín, donde un gobierno provisional proclamó la República y
obligó al emperador Guillermo II a abdicar y a exiliarse en los Países Bajos. El 11 de noviembre de 1918, Alemania
firmaba el armisticio.
Historia del Popol Vuh

Antes de comenzar con el resumen del Popol Vuh, creemos que es importante contextualizar un poco esta obra
para comprender mejor de dónde viene y el contenido que esconde. La palabra "Popol" significa "comunidad" y
"Vuh" significa "libro", por tanto, estamos ante el libro de la comunidad del pueblo quiché, un libro que recopila
creencias e historias propias de esta comunidad maya. Hoy en día, esta obra se conoce también como la Biblia
Quiché, sin embargo, no se trata de un libro espiritual sino que se trata de una recopilación de las teorías sobre el
origen del mundo, la aparición del hombre en la tierra y los fenómenos naturales.

Los estudios indican que este texto fue escrito en el idioma quiché sobre el año 1550 a manos de un indígena.
Este autor, gracias al aprendizaje de la escritura, logró plasmar las historias orales típicas que se relataban en el
pueblo quiché y, sobre todo, su fuente fue un anciano. No obstante, la versión que a nosotros nos ha llegado del
Popol Vuh data del 1703 cuando Fray Francisco Ximénez tradujo estas creencias al idioma castellano.

La publicación del Popol Vuh con este nombre se realizó en el 1857 a manos de un clérigo francés, Charles Étienne
Brasseur, que extrajo la copia de España para llevarla a Europa y publicarla con el nombre del Popol Vuh.

El autor del Popol Vuh

Es importante hablar de forma específica sobre el autor del Popol Vuh. Y es que, como ya hemos comentado, se
cree que el texto originario fue escrito por un indígena en lengua quiché, después traducido al castellano y luego
publicado por un clérigo francés. Por tanto, si hablamos del autor original de la obra tenemos que hacer
referencia a la primera persona que pasó al texto escrito todas las creencias y teorías del pueblo quiché: el autor
indígena. Sin embargo, no tenemos referencia alguna acerca de su identidad y, a día de hoy, se desconoce quién
pudo ser.

El primer autor con nombre y apellidos que tenemos sobre el Popol Vuh es el padre Ximénez quien se encargó de
traducir el texto desde la lengua quiché al español. El texto estaba escrito en la lengua quiché, una lengua maya,
pero usando el alfabeto latino, por tanto, la llegada de los españoles ya había tenido lugar en América Latina. Esto
ha hecho que muchos críticos señalen la influencia del cristianismo en este texto y que, por tanto, no se pueda
considerar un libro 100% maya; además, no debemos pasar por alto que el traductor era un sacerdote cristiano.

Es importante remarcar que ninguno de los autores citados son los autores reales del Popol Vuh ya que
solamente se dedicaron a transcribir o traducir historias de tradición oral. Por tanto, podemos afirmar que el
Popol Vuh es una obra de carácter popular que se fue transmitiendo de generación en generación por vía oral y
que fue creada por el propio pueblo quiché.

Resumen completo del Popol Vuh

Ahora que ya hemos conocido la historia del Popol Vuh, vamos a entrar de lleno en su contenido para conocer
qué nos revelan sus páginas. Aquí te ofrecemos un resumen del Popol Vuh dividido en los diferentes temas que
encontramos en esta obra.

El Popol Vuh es el texto maya más importante que se conserva hoy en día ya que nos ofrece una completa
aproximación a la historia y mitología maya pero, también, es un texto con una gran calidad literaria, algo que ha
hecho que mucho críticos lo alineen a otras grandes obras como el Ramayana hindú o la Odisea.

El contenido del Popol Vuh se puede resumir en estos grandes temas:

La creación del mundo según el Popol Vuh

Es importante que diferenciemos la creación del mundo según los mayas que la que aparece en este libro. La
primera parte del Popol Vuh nos habla sobre la creación del mundo y se nos cuenta que los dioses son los
encargados de crear los valles, las montañas, las plantas y los animales. Pero también quieren crear a seres vivos
que se encarguen de venerarlos y, por eso, empiezan con la hazaña de crear seres que sean capaces de tener esta
capacidad de entrega. Crean a 4 seres vivos diferentes:
Animales de cuatro patas y aves: se dan cuenta de que o tienen la capacidad de hablar así que prueban con otra
creación

Criatura de barro: crean seres hechos de barro pero también fracasan en su intento porque se deshacen cuando
llueve

Hombres de madera: son seres que no tienen la capacidad de venerar a los dioses, por tanto, tampoco les sirven.
Los descendientes de estos hombres de madera serán los monos

Seres humanos: los seres humanos de hoy en día los crearon en su cuarto intento. Son hombres que procedían
del maíz y eran capaces de venerar a los dioses y de cumplir con sus obligaciones.

Según esta teoría, los dioses se dieron cuenta de que los seres humanos que habían creado eran muy poderosos
y, por eso, decidieron nublar su visión para reducir su poder. Y esta es la explicación de la aparición del ser
humano según el Popol Vuh.

Aventuras de los héroes divinos

Continuando con este resumen del Popol Vuh vamos a centrarnos ahora en otro gran tema que aparece en esta
obra: las aventuras de los héroes. Al más puro estilo mitología griega, en estas historias conoceremos a
personajes míticos que lucharán para vencer los obstáculos de los hombres y crear el modelo de comportamiento
ideal del ser humano en la Tierra.

En este momento del libro es cuando conocemos a algunos de los personajes míticos de los mayas como son
Xpiyacoc y Xmucané, los bautizados como "guardianes de los días". Estos seres divinos tenían el poder de la
adivinación y interpretaban el calendario maya. Sus hijos son Uno Hunahpú y Siete Hunahpú quienes tuvieron a
otros descendientes como los gemelos Uno Mono y Uno Artesano que son considerados los dioses de las artes.
Durante el Popol Vuh conoceremos las historias y mitologías de estos personajes que relatan las creencias del
pueblo maya y ofrecían un comportamiento ejemplar que debía seguir la sociedad.

Historia del linaje quiché

Y, por último, en este resumen del Popol Vuh es importante que hagamos referencia a la última parte del libro en
la que nos presenta la historia de los quichés. Como ya hemos dicho, este era un pueblo maya pero que tenía
unas características y creencias particulares. Aquí es donde se nos narran algunos aspectos fundamentales de su
historia que van desde los inicios del pueblo quiché y hasta la llegada de los españoles a América.

Análisis del Popol Vuh

Concluimos este completo resumen del Popol Vuh para hacer un breve análisis sobre esta obra tan importante
tanto a nivel literario como histórico. En las páginas de este libro descubrimos las creencias que tenía este pueblo
maya acerca de la naturaleza y la presencia del ser humano en el mundo. Para ello, asistimos al relato de mitos y
leyendas que son protagonizadas por seres divinos y que sirven de modelo de conducta para el resto de la
población.

En el Popol Vuh encontramos una base mitológica y cosmogónica en la que se puede apreciar la fuerte
vinculación que tenía esta civilización precolombina con la naturaleza. En sus creencias hay un gran protagonismo
de elementos naturales como el sol, el agua, las plantas y los animales; todos estos elementos ejercían un papel
muy importante en el destino del ser humano.

EL POPOL VUH, EL LIBRO SAGRADO DE LOS MAYAS

El Popol Vuh es sin lugar a dudas el más importante de los textos mayas que se conservan. Se distingue no sólo
por su extraordinario contenido histórico y mitológico, sino por sus cualidades literarias, las que permiten que se
le pueda colocar a la altura de grandes obras épicas como el Ramayana hindú o la Ilíada y la Odisea griegas. Como
éstas, el Popol Vuh no es un simple registro histórico, es a final de cuentas –como bien ha dicho Alan J.
Christenson, autor de un reciente estudio y una traducción del texto quiché– una declaración universal sobre la
naturaleza del mundo y el papel del hombre en él.
El contenido se puede dividir en los siguientes apartados:

La creación. En la primera parte del Popol Vuh, los dioses hacen surgir del mar primordial los valles y las
montañas, y crean las plantas y los animales. Deciden crear a seres que los veneren y les hagan ofrendas. Los tres
primeros intentos fracasan; en el primero las criaturas son los animales de cuatro patas y las aves, pero como son
incapaces de hablar deciden hacer un segundo intento. En éste forman una criatura de lodo, pero ésta se disuelve
al mojarse. En el tercer intento hacen hombres de madera, pero éstos son incapaces de venerarlos, por lo que
deciden castigar su soberbia con un huracán y provocan que sus animales, sus herramientas y las piedras de sus
casas se vuelvan contra ellos; los monos son los descendientes de aquellos hombres de madera. En el cuarto
intento logran su propósito y crean al hombre, al que forman con maíz. Estos hombres, que saben cumplir sus
obligaciones con sus creadores, son capaces de ver todo, en el tiempo y en el espacio, por lo que los dioses
deciden nublar su visión. Ésta es la humanidad que ahora puebla la tierra.

Los héroes divinos. Además del recuento de la creación del mundo y los hombres, en el Popol Vuh se relatan las
aventuras de los héroes divinos, que limpian de obstáculos para el hombre al mundo y establecen las pautas de
conducta adecuada para la humanidad. En esta parte del libro los protagonistas son varias parejas, comenzando
por Xpiyacoc y Xmucané, seguidos por sus hijos, nueras y nietos. Xpiyacoc y Xmucané fueron los primeros ajq’ij,
“guardianes de los días”, los adivinos que interpretaban los augurios del calendario sagrado de 260 días. Sus dos
hijos, quienes llevaban los nombres de dos de las fechas de ese calendario, fueron Uno Hunahpú y Siete Hunahpú.
Los primeros hijos de Uno Hunahpú, los gemelos Uno Mono y Uno Artesano, se convirtieron en los patronos de
todas las artes, incluida la escritura. Tiempo después, Uno y Siete Hunahpú procrearon juntos a otra pareja de
gemelos llamados Hunahpú y Xbalanqué, cuya madre fue Xkik’, hija del señor del inframundo. Las aventuras de
estos dos últimos gemelos transcurren en dos escenarios. El primero es la superficie de la tierra; el segundo, el
inframundo, el Xibalbá. Los eventos en cada escenario aparecen combinados: los héroes pasan de la faz de la
tierra al inframundo y viceversa. Esos movimientos, con los de los otros participantes en las historias, prefiguran
los movimientos del Sol, la Luna, los planetas y las estrellas. Al final de la saga, Hunahpú se eleva para convertirse
en el Sol y es seguido por Xbalanqué, quien asume el papel de la Luna llena.

Historia del linaje quiché. El resto del libro relata la historia del linaje quiché, cuyos fundadores se encontraban
entre los primeros seres humanos, desde aquellos tiem- pos inmemoriales hasta después de la conquista
española.

Las imágenes que se muestran aquí fueron realizadas por Diego Rivera en 1931 para ilustrar una traducción al
inglés del Popol Vuh realizada por John Weatherwax, quien solicito a Rivera las acuarelas, aunque no llegó a
publicarlas. Recientemente el Fondo de Cultura Económica realizó una edición con esas láminas.

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