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Ariel
H a sido catedrático de H istoria A ntigua
de las universidades de Salam anca y
C om plutense de M adrid. E n la actualidad
es académ ico de la Real A cadem ia de la
H istoria de M adrid y académ ico
correspondiente de las A cadem ias
de C u ltu ra V alenciana, de C órdoba, de
S an ta Isabel de Sevilla y de la Reial
A cadém ia de Bones Lletres de Barcelona.
Es doctor H onoris C ausa por las
universidades de Bolonia, León,
V alladolid y S alam anca, y h a recibido
los prem ios R om a y los Caballos de
V enecia, m áxim as condecoraciones
m undiales para arqueólogos clásicos.
E ntre sus libros destacan Imagen y mito,
estudios sobre religiones mediterráneas e
íberas, Tartessos y los orígenes de la
colonización fenicia en Occidente, Historia
de España II. España romana y Trajano,
este últim o publicado en A riel.
Adriano
Biografías y memorias
© 2008: José María Blázquez
Derechos exclusivos de edición en español
reservados para todo el mundo:
© 2008: Editorial Ariel, S. A.
Avda. Diagonal, 662-664 - 08034 Barcelona
ISBN 978-84-344-5254-1
Depósito legal: 33.369 - 2008
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Prólogo
Fuentes
Las fuentes sobre la vida de A driano son escasas. Algunas
tienen un insuficiente valor histórico. Adriano, en tre los años
134 y 136, publicó bajo el nom bre de su liberto, Flegonte de
Tralles, una autobiografía citada en la Historia Augusta, que
abre la historia de los césares con la de Adriano. Esta obra se
debe a un retórico, que la redactó hacia el año 395. Dicha
obra, que se suele considerar de escaso valor histórico y de
tendencia senatorial, m enciona varias veces a Mario Máximo,
que en época de los Severos continuó la Historia de los doce Cé
sares de Suetonio. Este historiador se detuvo en los aspectos
más oscuros del em perador. Su Historia se ha perdido. C on
tem poráneo de Mario Máximo es Dión Cassio, que redactó
una Historia de Roma desde la fundación hasta su época. Pro
bablem ente consultó la Historia de Mario Máximo, pues coin
cide con la narración de la Historia Augusta frecuentem ente.
Del libro 69, dedicado a Adriano, sólo se conocen fragm entos
y u n resum en bizantino.
Los oradores F rontón y Elio Aristides, que vivieron poco
después de A driano, han dejado com entarios sobre el em
perador. Pausanias, en su Descripción de Grecia, escrita en tre
los años 170-180, m enciona varios favores otorgados p o r
A driano a Grecia, y particularm ente a Atenas. A final del si
glo II, el m édico Galeno en su tratado m édico y A teneo en
los Deipnosofistas, conservan algunas anécdotas sobre el em
perador.
En el siglo iv, Hefestión de Tebas recogió horóscopos de
Adriano. En el Bajo Imperio, Aurelio Víctor, Eutropio, Zonaras
y Eusebio en su Cronicón, recogen datos sobre la vida de Adria
no, que se rem ontan a la perdida Historia de Mario Máximo.
Fuentes im portantes para la vida de A driano son la ar
queología, la epigrafía y la numismática.
Patria e infancia
Adriano nació en Itálica, una fundación de P. Cornelio
Escipión para asentar a los heridos del ejército rom ano en el
año 206 a.C., antes de m archarse a Roma, una vez expulsados
los cartagineses de Hispania. La Historia Augusta comienza la
biografía de A driano puntualizando que la familia más anti
gua del em perador Adriano procedía del Piceno; la más re
ciente, de Hispania, puesto que el propio A driano relata en
su autobiografía que sus mayores habían nacido en Adria y,
posteriorm ente, fijaron su residencia en Itálica en tiempos de
los Escipiones. Su padre fue Elio Adriano, llamado el Africa
no. Era prim o del em perador Trajano. Su m adre fue Domicia
Paulina, natural de Cádiz. Se casó con Sabina.
En cuanto a la debatida cuestión del lugar preciso del na
cimiento de Adriano, desde el siglo xvii, con el humanista es
pañol Nicolás Antonio, muchos autores han defendido que no
era italicense de nacimiento. De hecho, una mayoría de los
historiadores actuales extranjeros, y tam bién muchos de los es
pañoles, siguen repitiendo, ahora bajo el peso de la opinión
de Ronald Syme y otros (como recientem ente el propio An
thony Birley o la nueva Cambridge Ancient History), que Adriano
«nació en Roma», o «más posiblem ente en Roma», aunque se
apoyan en una sola frase, tres palabras en la Historia Augusta.
En este sentido, Alicia Canto acaba de publicar u n largo
estudio que se puede considerar definitivo en cuanto a la de
mostración de que A driano no nació en Roma, sino en Itálica.
Esta autora aum enta, desde las seis o siete habitualm ente usa
das hasta nada menos que veinticinco, las fuentes literarias an
tiguas y medievales que aseguran que Adriano nació en la an-
tigua y prestigiosa Itálica bética, como Trajano, Licinio Sura,
el protector de ambos, P. Acilio Atiano (tutor y luego prefec
to del pretorio) y otros varios personajes de la «Roma hispa
nizada» (como ella sostiene en otros trabajos) del siglo II d.C.
Los autores que cita y com enta detenidam ente en cuanto
a sus cargos, fiabilidad histórica y /o interdependencias, en su
caso, son, p o r orden cronológico: Apiano, Aulo Gelio, Dión
Cassio (con tres textos), Eusebio, Sexto Aurelio Víctor, Eu
tropio, Jerónim o, Latinio Pacato, Claudio Claudiano, Elio Es-
parciano (cuatro veces en la propia Historia Augusta ) , Casio-
doro, Próspero Tirón, Jordanes y Alfonso X el Sabio, ju n to a
tres prestigiosos historiadores árabes excelentem ente infor
mados en bibliotecas latinas, como Al-Rassís (él mismo u n
cordobés), Al-Udrí (almeriense) yAl-Hymiarí (m agrebí). Pro
pone además dos variantes manuscritas que perm iten añadir
a la lista de estos testimonios sendos textos de Temistio y del
Epitom ador de Aurelio César, con los reflejos de éste en los
medievales Paulo Diácono y L. Sagax.
Esta acum ulación de evidencia textual ya resulta p or sí
misma apabullante. A pesar de ello, A. Canto añade otras evi
dencias. En prim er lugar, u n a que ella considera inapelable y
que, aunque es conocida p o r autores partidarios del naci
m iento en Roma, como Syme y Birley, o Caballos Rufino en
tre los españoles, es olvidada o no tenida en cuenta por ellos
mismos a la hora de tratar la cuestión del lugar natal: se tra
ta de las coordenadas astronómicas del horóscopo de Adria
no, procedente de la colección de Antigono de Nicea, que fue
com pilada en el libro tercero del Apotelesmatica de Hefestión
de Tebas. Este horóscopo es un docum ento bien conocido y
estudiado desde fines del siglo xix p o r autores científicos tan
com petentes como Kroll, Ruelle, Farnsworth, Cramer, N eu
gebauer, Van H oesen y Pingree, y sus coordenadas astronó
micas sitúan sin lugar a dudas el sitio del nacim iento de
Adriano en el sur de Hispania. La autora estima que se trata
de u n a prueba de carácter científico que zanja definitiva
m ente la cuestión en favor de Itálica.
A. Canto pasa a continuación, después de estas fuentes li
terarias directas, a com entar otros seis que ella llama «argu
m entos indirectos», algunos de los cuales se usan p o r prim e
ra vez en este debate o, en general, con respecto a la biogra
fía de Adriano. Son éstos, p o r orden sucesivo: su rein terp re
tación, creemos que muy acertada, de la sors Vergiliana relata
da en la Vita Hadriani, aplicándola a Adriano, en el que todos
los datos coinciden al señalar como lugar de origen Itálica,
que sería la parva Cures del texto de Virgilio; el descubri
m iento de la profesión del padre del em perador, Hadrianus
Afer (del que hasta ahora sólo sabíamos que m urió joven y h a
biendo sido praetor), como «un general experim entado», que
la investigadora ha localizado en un texto hasta ahora inad
vertido, el Lexicon de Suda. De ello deduce que el últim o car
go de Afer como praetor fue el m ando de u n a legión. Esto le
da pie para suponer que, p o r su edad al m orir, el padre de
A driano m urió retirado ya algunos años en Itálica, quizá en
ferm o, con lo que deshace las especulaciones al respecto de
Birley acerca de una supuesta crianza de A driano en Grecia
en función del cargo paterno.
El tercer argum ento indirecto es la valoración de la es
tancia de Trajano, tutor de los hijos huérfanos de Afer a p ar
tir del año 86 d.C. (no 85, como se suponía), como com an
dante de la Legio VII en H ispania entre los años 86 y 89, con
lo que para ella es im pensable que ambos herm anos y pupi
los de Trajano y Serviano perm anecieran en Roma, lejos de
sus tutores, sino más bien entre Itálica y Gades con su m adre,
lo que abunda en la idea de que en realidad no se habían au
sentado nunca de H ispania en estos años de la infancia, y no
se puede hablar, como hace Birley, de una «childhood in the
Flavian Rome»', continúa con otro conocido testim onio de los
escritores de la Historia Augusta, el del rústico acento de
A driano en su prim er discurso ante el Senado, que iría en el
mismo sentido de probar u n a larga perm anencia infantil y ju
venil en la Bética. El quinto sería el testim onio de Claudio
C laudiano y, p o r último, el tam bién conocido epígrafe de
Atenas con la m ención de la adscripción de A driano a la tri
bu Sergia, la tribu electoral propia de Itálica, que A. Canto
cree que es u n obstáculo más para los defensores del natus in
Roma, pues tienen que equiparar fatalm ente patria y origo y ex
plicar cómo, teniendo su familia un domicilium oficial en la ca
pital, p o r ser senadores, la origo oficial de todos ellos siga sien
do Itálica; en este sentido, al final del trabajo hace un pe
queño excurso para rebatir la supuesta existencia jurídica de
una «patria» distinta de la «patria legal», con los correspon
dientes textos jurídicos, cuatro de ellos del Digesto.
Por último, A. Canto dem uestra que la frase «natus est Ro
mae» de la Historia Augusta, lo único en lo que se han basado
durante siglos tantos autores, tiene que ser u n a interpolación
posterior. Se basa para ello en las tres contradicciones que la
propia Vita Hadriani m uestra al decir lo contrario, esto es,
considerando Itálica como su patria (... quinto decimo anno ad
patriam rediit, abducto a patria... e in patria sua quinquennalis
fuit... in Hadria quasi in alia patria...), pero, sobre todo, en
otra biografía imperial, no bien valorada, la Vita Severi, donde
el mismo autor de ambas (sea Elio Esparciano u otro) afirma
«... falsus est etiam ipse Traianus in suo municipe ac nepote diligen
do...», siendo municeps un térm ino nada ambiguo en el sentido
de indicar que ambos em peradores eran italicenses de naci
m iento, de lo que Severo, como su biógrafo, tenían que estar
muy bien informados.
T oda esta larga batería de testimonios y argum entos viene
sin duda a probar que A driano nació en efecto en la propia
Itálica, donde su familia se había asentado tres siglos atrás, y
que seguían allí incluso después de que su bisabuelo Marulli-
nus llegara a ser senador, ya que, como se ha dicho, u n a su
puesta «patria legal» no existe. A. Canto term ina preguntán
dose la causa p o r la que tantos historiadores han ignorado
obstinadam ente muchas de estas evidencias, no habiendo
aportado nunca ninguno de ellos alguna otra cosa que apo
yara lo dicho en esas únicas y contradictorias tres palabras de
la Historia Augusta.
Itálica es una ciudad enclavada a orillas del Guadalquivir,
en una fértil comarca muy apta para el cultivo de los cereales
y del olivo. A juzgar por los datos de las excavaciones, la ro
manización intensa de Itálica comenzó con César. En época
de Augusto, la Bética estaba ya plenam ente romanizada, como
cuenta el geógrafo griego Estrabón, contem poráneo de Au-
gusto, y había perdido su idiom a propio. H abía asentado co
lonos romanos, y sus habitantes querían ser ciudadanos rom a
nos. D urante el siglo I, el nivel cultural de la Bética era alto.
Proporcionó buenos literatos a Roma. Baste recordar unos
cuantos nombres. Cicerón, en el año 62 a.C., m enciona a los
poetas de Córdoba, que tenían una pronunciación fuerte y li
geram ente extranjera. El mismo orador latino cita a otro poe
ta de Córdoba, contem poráneo de Augusto, Sextilio Enna. A
comienzos del Principado, descolló en Roma el retórico y es
critor A nneo Séneca. Su hijo fue Séneca, el filósofo, tutor y
ministro de Nerón, y su nieto, el poeta épico Lucano. La Bé
tica tuvo buenos oradores, que ejercieron su oficio en las p ro
vincias, como Gavio Silón y Clodio Turrino. A. Birley sospecha
que varios escritores, también de época augustea, pudieron
ser originarios de Hispania, como el historiador Fenestela, el
recopilador de ejemplos morales Valerio Máximo y Gratio, au
tor de un poem a sobre la caza, que se m archaron a vivir a
Roma, al igual que otros hispanos, como Porcio Latrón y J u
nio Galión. D urante el gobierno de los flavios, destacaron en
Roma el profesor de retórica Q uintiliano y el sátiro Marcial.
Ambos procedían de la provincia tarraconense.
Adriano nació el 29 de febrero del año 76. A los diez años
quedó huérfano de padre, en el año 85 u 86. Sus tutores fue
ro n Ulpio Trajano, el futuro em perador, y el caballero rom a
no Celio Aciano. Sobre su educación se carece de datos.
En el año 87 u 88, debió de asistir a las clases del gram á
tico Q. Terencio Escauro, citado en la Historia Augusta. Se in
clinó más p o r la literatura griega que p o r la latina, p o r lo que
se le llamó «el grieguito». A los quince años A driano m archó
a Itálica. A. Birley sospecha que la m archa a Itálica del joven
A driano podía obedecer a la necesidad de escapar de una
epidem ia que azotaba a Italia o más probablem ente a que, al
tom ar la toga viril, se viera obligado a inspeccionar sus p ro
piedades de la Bética. En Itálica es posible que se alistase en
el colegio local de los jóvenes, al que pertenecían los m ucha
chos de buenas familias y que debía funcionar tam bién en
esta ciudad. El investigador inglés propone que A driano visi
taría las propiedades agrícolas de su familia, río arriba. Las
ánforas para el transporte de aceite procedentes de la alfare
ría virginense llevan escritas las siglas P.A.H., que se han in
terpretado como «almacén de Publio Elio Adriano», pero
esta hipótesis carece de base.
Astrologia
Magia
Por aquel entonces, apareció una mujer que decía que ha
bía recibido un aviso en sueños para que convenciera a Adria
no de que se iba a reponer de la enfermedad y que no se
matara; y como no obedeció, quedó ciega. De nuevo se le or
denó que comunicara el mismo mensaje a Adriano y que le
besara las rodillas; si lo hacía, recuperaría la vista. Al cumplir
la orden recibida en sueños, recobró la vista cuando se lavaba
los ojos con el agua del templo del que había venido.
El gobierno. El Senado
El Senado de A driano estaba integrado p or trescientos
veintitrés m iembros, de los que doscientos veinticuatro eran
nom brados p o r el em perador, y el resto había llegado al Se
nado en los gobiernos anteriores. Lam brechts ha podido d e
term inar la patria de ciento cincuenta y seis, de los que
ochenta y ocho son de procedencia itálica y sesenta y ocho de
las provincias. Los senadores provinciales occidentales vinie
ron de Sicilia, de la provincia Tarraconense, de la Bética y de
la Galia N arbonense. Los africanos son originarios de N um i
dia, del Africa Proconsular y de M auritania. De O riente, los
lugares de procedencia son: Asia M enor, Ponto-Bitinia, Gala
tia, Grecia, Licia-Panfilia, Judea, Siria y Egipto. En tiempos de
A driano, la proporción de senadores provinciales con rela
ción a los itálicos era del 42 %. Después de los años del go
bierno de Adriano, la proporción de senadores provinciales
se mantuvo. Disminuyeron progresivam ente los senadores
hispanos y aum entaron los orientales y los africanos. Lam
brechts ha dem ostrado que fue Trajano y no A driano el que
introdujo en el senado un núm ero parecido de senadores
provinciales e itálicos, núm ero que se mantuvo durante todo
el siglo II. Tam bién ha probado el sabio belga que un gran
núm ero de orientales entra en el senado en tiempos de T ra
ja n o y de A driano, y que Trajano fue el prim ero que lo hizo,
dism inuyendo progresivam ente los occidentales. Este hecho
va acom pañado del debilitam iento de la im portancia cultural
de O ccidente. Lam brechts es de la opinion de que estos dos
fenóm enos se interrelacionan. La ambición de los orientales
no tenía límites. Tam poco se explica esta presencia de sena
dores orientales en el Senado rom ano p o r el am or de Adria
no a la cultura griega, ya que fue el em perador que llevó un
núm ero más bajo de orientales al Senado. No es probable que
el motivo fuera el desconocim iento de la lengua latina. Más
probable es que Grecia careciera de familias muy ricas que
podían ayudar al em perador con su dinero, ya que en muchos
casos la elección venía motivada p o r la riqueza del candidato.
Las causas de la mayor presencia de senadores orientales en
el Senado obedecen al deseo de las familias orientales dé de
sem peñar las más altas dignidades del Im perio, a las enorm es
riquezas que podían p o n e r a disposición de sus provincias, a
u n a com prensión m utua siem pre mayor de Roma y de O rien
te, al deseo de los provinciales asiáticos a ser gobernados p or
sus compatriotas y al predom inio, siem pre creciente, del
m undo oriental sobre el occidental. Antes de los A ntoninos,
Africa había proporcionado pocos senadores al Senado. Con
anterioridad al gobierno de Trajano sólo se conocen tres se
nadores africanos. Trajano llevó cuatro africanos al Senado.
El desarrollo del régim en m unicipal y la extensión de
la ciudadanía rom ana bajo Trajano y Adriano, favorecieron la
llegada de africanos al Senado. Adriano apoyó el ingreso de
algunos patrocinados, como Q. Caecilius Marcellus Dentilia-
nus y el jurista P. Salvius Iulianus; Q. Lollius Urbicus; el retó
rico M. Cornelius Fronto. Los senadores procedían de la zona
más rom anizada de Africa: el Africa Proconsular y Numidia,
y, concretam ente, de Cirta o de sus alrededores. D urante el
siglo II, los senadores orientales desem peñaron en O riente
cargos como gobernadores de provincias y m andos militares;
p o r ejemplo, Flavius Arrianus, gobernador de Capadocia, y
C. Iulius Alexander Berenicianus, procónsul de Asia. C. Iulius
Severus fue legado del procónsul de Asia, com andante de la
Legión IIII Scythia en Siria, gobernador interino de Siria,
procónsul de Acaya, gobernador del Ponto-Bitinia y procón
sul de Asia. Con Adriano, algunos orientales fueron goberna
dores de las provincias africanas. Sex. Iulius Maior fue gober-
nador de Numidia, proconsul de África y gobernador de Me
sia Inferior. En el paso del gobierno de Trajano al de Adria
no, tan sólo hay un descendiente de u n a familia patricia de la
época republicana: Ser. Cornelius Dolabella Metilianus y Pom
peius Marcellus.
y en las provincias:
1. Brittones (10).
2. Galli (10).
Los auxiliares del censo en la época de Trajano parece
que se m antuvieron:
32 + 8 - 4 = 36 ducénaires
29 + 10 - 3 = 36 centenaires
19 + 1 7 - 1 = 35 sexagénaires
Esta reform a es uno de los aspectos más im portantes del
gobierno de Adriano. Abarca toda la gestión financiera im pe
rial. C om prendía la administración de Egipto, las flotas, el ga
binete del príncipe y una parte im portante de las provincias
gobernadas por los caballeros. Adriano fue el verdadero crea
d o r de la jerarquía ecuestre, como escribe el sabio francés.
Administración
Las disposiciones de Adriano introdujeron im portantes
transform aciones en la adm inistración rom ana. Más que de
una verdadera revolución de las estructuras administrativas,
en opinión de A. D ’Ors, se trata de una nueva orientación de
inspiración helenística del funcionam iento de órganos ya
existentes.
A driano no se preocupó de la reform a de la organización
militar. No cambió la organización fundam ental. Con Adria
no comenzó una nueva etapa, no sólo en la adm inistración
del Im perio rom ano, sino en la organización en particular.
Piensa A. D ’Ors que los frum entarios de A driano parecen ser
los predecesores de los agentes in rebus y el advocatus fisci del
advocatus fisci summae rei dei siglo IV. El bureau a memoria p re
para el officium memoriae.
Extendió a Italia el régim en judicial de las provincias,
aunque Italia no fue provincia hasta el Bajo Im perio. Esta m e
dida era revolucionaria. A driano preparaba una uniforma-
ción del Im perio rom ano, sin extensión sistemática del D ere
cho rom ano. A ntonino Pío la suprimió, pero M arco Aurelio
la restableció.
Adriano, al parecer, dio al prefecto de Roma u n p o d er
que concurría con el del p reto r en problem as civiles. Se limi
tó el cam po de acción del p reto r urbano.
Con A driano comenzó u n a nueva etapa del consilium prin
cipis, aunque este consilium perm anente no se p u ed a compa-
rar con el consistorium de la T arda A ntigüedad. En el consi
lium se m ezclaron senadores y caballeros que no pod ían , p o r
deferencia de Adriano, juzgar a los prim eros. Los caballeros
eran la verdadera burocracia y los verdaderos asesores ju
rídicos del em perador. Estos asesores estaban presentes en
todas las actividades jurídicas y no sólo al pronunciarse sen
tencia. Los juristas del consilium podían d ar respuestas sin pa
sar p o r el interm ediario de los rescriptos im periales. Los res
criptos, que se referían a casos concretos, com ienzan con
A driano. Estas respuestas tenían siem pre un valor oficial y
d ebían sellarse.
A driano fue el prim er em perador que publicó los rescrip
tos. Se sirvió frecuentem ente del bureau a libellis. Estableció
u n a nueva distinción entre ab epistulis Graecis y ab epistulis La
tinis. Las constituciones del príncipe com enzaron con las de
A driano. Fue el em perador el que planeó la publicación m e
diante el liber libellorum rescriptorum et propositorum. El ju rista Ju
liano fue el autor de la codificación del Edicto prom ulgado
p o r una oratio de Adriano. Con esta codificación, el m agistra
do perdió la posibilidad de introducir innovaciones, y el de
recho preterio se convirtió en un código de derecho antiguo.
Según Juliano, es el em perador el que debía p ro p o n er la in
terpretación. Esta función se atribuyó a una nueva autoridad,
que es la de los juristas de la cancillería im perial, a la que te
nían que dirigirse todos los funcionarios con p o d er de ju ris
dicción. La autoridad era la de Adriano, que tenía una consi
deración hacia sus asesores, y no se cita expresam ente. Adria
no se reservó la interpretación del D erecho. Los autores de
las respuestas son los juristas del consilium principis. Los jueces
estaban obligados a estar vinculados a la decisión unánim e de
los juristas.
A driano estableció, aparentem ente, un régim en de liber
tad. Los asesores de A driano eran los caballeros. En el consi
lium tam bién participaron senadores. Desde Atenas, A driano
envió al senado u n libellus para transform arlo en senatus con
sultus. A partir de este m om ento, las orationes del em perador
eran leídas en el Senado. Adriano usó este procedim iento en
más de veintiséis casos.
A. D ’Ors considera que las reformas jurídicas de Adriano
se datan entre los años 132-133, después de volver de Atenas,
salvo la extensión del régim en jurídico de las provincias a Ita
lia, que se data en el año 128.
La ideología de A driano es helenística, y su m odelo sería
Julio César. La política de Adriano tendió a unificar a Italia
con las provincias, a dar a Italia un régim en administrativo
provincial. Su principal asesor jurídico procedía de África, J u
liano. La obra ju ríd ica de Adriano marcó un corte en la his
toria del D erecho clásico. El Derecho clásico, a p artir de este
m om ento, es sensiblem ente diferente. Sería un D erecho clá
sico tardío. Se dio u n a correspondencia entre el D erecho y
otros fenóm enos de la cultura rom ana, como la literatura, en
tre la historia del D erecho y la historia de la política, que son
inseparables.
En realidad, A driano tam bién hizo una reform a militar en
cierto sentido. Fue el introductor de una cuarta milicia, aña
dida a las tres milicias instituidas por Claudio, prefecto del
pretorio, tribuno m ilitar de una legión y prefecto del ala, es
decir, de un cuerpo de tropas form ado p o r quinientos hom
bres. A partir de A driano se añade un cuerpo de tropas de
mil hom bres. Este últim o gozaba de cierta autonom ía en re
lación con el legado de la legión, pues m andaba u n grupo de
otras unidades auxiliares y poseía cierta capacidad de acción
en la frontera. A driano también introdujo, de hecho, alguna
novedad en el reclutam iento de las cohortes auxiliares. Hasta
el año 130, las cohortes se reclutaban en todo el Im perio. A
partir de esta fecha, la frontera de G erm ania Superior la d e
fendió u n a cohors Sequanorum et Rauracorum, reclutada en el
este de la Galia y en Suiza occidental, pero las reformas mili
tares de A driano no fueron de gran envergadura.
En la Adm inistración de Adriano, según Pflaum, se m ani
festó claram ente cierta colegialidad al encontrarse, al lado de
un m iem bro del orden ecuestre, un liberto, que trabajaban
juntos, pero que pertenecían a la misma clase servil, como lo
indican los encabezam ientos de las grandes inscripciones afri
canas. Al procurador ecuestre se le citaba con dos nom bres y
al liberto con uno.
De haberse generalizado, esta reform a de Adriano codifi
caría las reformas iniciadas por Domiciano, que era u n gran
legislador, y que continuó Adriano.
Disposiciones administrativas
A driano se ocupó, tam bién, de la econom ía con clara fi
nalidad social. Desde los comienzos del gobierno se encontró
con el problem a de la mala situación del erario público, en
oro y en dinero, que se guardaba en el tem plo de Saturno
en Roma. Con el dinero del erario se pagaba el aprovisiona
m iento de Roma, las distribuciones gratuitas de trigo y de di
n ero a la plebe y al ejército, los gastos ocasionados p o r la po
lítica, el m antenim iento de las calzadas, el pago a todos los
funcionarios de Italia y de las provincias, la conservación de
todos los edificios de utilidad pública, la educación, las fiestas
y los juegos. Al llegar a Roma en 118, según Dión Cassió, la
prim era m edida que tom ó fue cancelar todas las deudas con
el erario im perial y con el erario público, fijando u n período
de quince años para aplicar esta remisión. Se ha interpretado
esta rem isión como u n a revisión general de las listas de tasas
cada quince años. Renunció a las entradas y a los créditos, su
prim ió tam bién el oro coronario, que era el tributo pagado
en oro y dinero p o r los itálicos, aparte del sum inistrado por
las provincias, y al cobro de 900.000 sestercios debidos al fis
co. Esta últim a cantidad procedió del pago con retraso de los
tributos de Egipto. Los bienes de los condenados pasaron al
erario público y no al patrim onio privado del em perador. Re
nunció, igualm ente, a las tasas de las naves annonarias, m ien
tras aum entó generosam ente los subsidios fijados p o r Trajano
a los jóvenes, que se beneficiaban de los alimentos. A todos
los senadores que habían perdido sus bienes les asignó un
patrim onio proporcionado a su estatus y al núm ero de hijos.
A algunos les concedió una suma vitalicia. Subvencionó con
tasas a m uchas personas, ya fueran amigos o extranjeros, para
que pudieran pagarse los gastos de la carrera política. Con
cedió subsidios a las damas que se encontraban sin los nece-
sarios medios de subsistencia, medidas todas de gran impacto
social. Socorrió con generosidad en caso de calamidades p ú
blicas, como terrem otos, epidemias, carestías y lluvias, a las
poblaciones afectadas, como a Roma, con motivo de u n a
inundación del Tiber. Para sanear las finanzas del Estado,
A driano tom ó medidas im portantes: evitó los gastos ocasio
nados p o r las guerras y aseguró u n a gestión económ ica sin
pérdidas innecesarias, con la percepción directa de las tasas,
sin interm ediarios, defendiendo los intereses del fisco contra
los evasores, con la creación de un abogado del fisco. Im pu
so nuevas tasas, como una sobre los sepulcros.
Reguló y m ejoró las finanzas municipales, como la conce
sión de la herencia de los bienes de los libertos y de extensas
áreas de terreno controladas por los curatores; como para
Asia entre los años 132 y 135 por H erodes Attico; para Acaya,
po r L. Aemilius Iuncus y para Sicilia p o r Publius Petumeius
Clemens y p o r Barbuleius Optatus.
Para aum entar los ingresos del fisco im perial se explota
ron más intensam ente las posesiones im periales, como los la
tifundios, las pesquerías y las minas. Con esta finalidad se
estableció la citada Lex Hadriana. Se conserva la reglam enta
ción fiscal del distrito m inero de Vipasca (Aljustrel, Portu
gal), escrita en unos bronces, que proporciona u n a inform a
ción única. Tiene la form a de una lex dicta, que adquiere el
rango de norm a pública p o r venir del em perador para la ad
m inistración de sus bienes patrim oniales. Estas explotaciones
m ineras p ertenecían al fisco im perial y las adm inistraba un
procurator metallorum. Estaban expuestas en público como tex
tos legales. En el mismo territorio había varios yacimientos y
canteras de plata, que tam bién se explotaban. Todo el distri
to, incluso la población ordinaria, se encontraba bajo el go
bierno del procurator metalli o metallorum, que representaba al
fisco im perial.
La organización presenta ciertas semejanzas con las orga
nizaciones municipales corrientes. Este m odelo, que era el
com ún en los territorios fiscales y militares, considera A. D’Ors,
sigue, probablem ente, los modelos intervencionistas de Egip
to. Incluso se ha pensado que responda a u n m odelo cartagi-
nés. En las prescripciones del régim en m inero se descubre
claram ente el influjo cartaginés.
El p rocurador adm inistraba el territorio minero. Podía
ser u n caballero, pero más frecuente es que fuera un liberto
imperial, como en las minas de cobre de Monte Mariano o en
las minas de Río Tinto, o el procurator metallorum albocoknsium
de Galicia.
El em perador era el jefe suprem o del fisco.
En el bronce I se fijan los derechos de los distintos arren
datarios de los servicios de Vipasca; el arriendo de los im
puestos de subastas, del pregón, del baño público, de la za
patería, de la barbería, de la tintorería, del impuesto sobre el
m ineral extraído. El penúltim o capítulo se refiere a la inm u
nidad de los maestros de Vipasca. El últim o proporciona al
guna inform ación sobre el régim en jurídico, al referirse al
im puesto que grava la ocupación de los pozos mineros.
El bronce II parece ser u n a lex metalis dicta para todas las
minas del fisco, en la que se fija el régim en de explotación
desde el pun to de vista ju ríd ico y técnico. Los ocho prim eros
capítulos se refieren al régim en jurídico de las concesiones
de la explotación. Los dos siguientes contienen medidas de
policía. Los restantes se refieren a m edidas técnicas. Este se
gundo bronce parece dirigido al procurador, y se m enciona a
A driano com o vivo, lo que lo fecha entre los años 117 y 138.
Sería un apéndice del bronce I. Los que disfrutaban del sue
lo provincial no eran verdaderos propietarios, sino poseedo
res más o m enos estables, concesionarios perpetuos. Los
nom bres sobre los lingotes, com o los procedentes de los lin
gotes de Cartagena, son los de los concesionarios o los de los
fundidores. Para explotar la m ina era necesario el permiso
del dueño, que era el pueblo rom ano o el em perador, es de
cir, el fisco, que disponía de la casi totalidad de las minas del
Im perio rom ano.
El fisco era el dueño de la m ina, pero no exportaba di
rectam ente los pozos. A cudía a u n régim en de concesión.
A rrendaba a varios. C ualquier colono de Vipasca tenía el de
recho de ocupar un pozo m inero desocupado. Debía hacerlo
d en tro de los veinticinco días después de poner el ocupante
una cartela sobre el pozo. Al descubrir el filón del m ineral, el
ocupante debía repartir el m ineral que extraía con el fisco. El
ocupante no podía fundir el m ineral obtenido sin antes ha
ber pagado al fisco el precio estipulado p o r el disfrute del
pozo. En caso de no pagar y fundir el m ineral, éste era deco
misado y el pozo vendido p o r el fisco. El ocupante, si no que
ría pagar el precio fijado p o r el fisco, podía abandonarlo, ven
der su derecho, pedir dinero en préstam o o crear u na aso
ciación. El pozo se podía vender sólo a un colono de Vipasca.
Las minas las trabajaban esclavos condenados a las minas o
personal libre.
El contenido de los capítulos, brevem ente expuesto, es el
siguiente:
Espectáculos públicos
Fue muy espléndido en ofrecer juegos públicos en las ciu
dades que visitaba. En Atenas, ofreció una cacería de mil ani
males salvajes. En el teatro, ofreció representaciones de todo
tipo, siguiendo una antigua costumbre, e hizo actuar pública
m ente a los histriones de la corte. Hizo m atar a m ultitud de
fieras en el circo y, con frecuencia, un centenar de leones.
Ofreció a m enudo, al pueblo, las danzas militares pírricas. Asis
tió frecuentem ente a los combates de gladiadores. Todos estos
donativos le hacían muy popular y querido entre la plebe.
Capítulo IV
La política agraria
Siendo la base de toda la econom ía la agricultura, es fun
dam ental para com prender la política de A driano conocer su
relación con la agricultura. El gran historiador de la econo
mía de Roma, M. Rostovzeff, considera que la situación peli
grosa del Im perio explica la política de Adriano. Su política
favorecía la urbanización, pero tam bién tendía a m ejorar el
campo. U n problem a grave del Im perio era la despoblación.
Desde el comienzo de su gobierno se preocupó de este graví
simo problem a.
Egipto era el granero de Roma, que necesitaba grandes su
ministros de cereales. Tenía asegurada la cosecha debido a las
crecidas anuales. Adriano, desde el prim er m om ento, se ocu
pó de la econom ía de Egipto, que dependía directam ente de
él. Ya en el año 117, nada más tom ar el poder, decidió que las
tierras de Egipto llamadas basilique, demosia y usiaque, no fue
ran tasadas según la antigua tarifa, sino que los que las culti
vaban podían hacer nuevas proposiciones de pago. Se conser
van papiros que recogen las propuestas dirigidas a u n estrate
ga del nomos. Los campesinos puntualizan que la m edida emi
tida p o r Adriano forma parte de u n a política general de
bienestar. Adriano se ocupó con especial cuidado de Egipto a
lo largo de su gobierno. En el año 136 proclam ó un edicto re
duciendo las rentas a los campesinos de los dominios im pe
riales. La inundación del Nilo parecía que iba a ser insufi
ciente. Repartía el pa;go en cinco, cuatro o tres años. Las con
cesiones no eran muy generosas. Este aspecto es fundam ental
en toda la política de Adriano, que buscó siempre el bienestar
de los súbditos. Esta política habla muy a favor de la persona
lidad de Adriano como em perador. Los campesinos de Egipto
percibieron bien esta política. Al mismo estratega del nomos
le dirigió una petición un gramático, que distingue bien las va
rias categorías jurídicas de las tierras de la aldea, afirma que
las aruras inundadas de agua pueden ser puestas en cultivo. Se
trataba, probablem ente, de reparar los destrozos causados p o r
la insurrección judía. Se m enciona un a tierra que pertenece al
dom inio real, que está inscrita como propiedad privada. Ros-
tovzeff interpreta este hecho como una concesión destinada a
favorecer el cultivo, concediendo al dom inio real el carácter
de casi propiedad privada. En Egipto, las tierras se dividían en
tierras que pertenecían al Estado y tierras de propiedad priva
da. Lo mismo sucedía en Africa.
Las inscripciones de los dom inios imperiales, llamados sal
tus, del norte de Africa, m encionan una Lex Hadriana de rudi
bus agris et iis qui per X annos continuos inculti sunt. Esta ley se
rem onta a Adriano, según la inscripción de Aïn Djemila. El
texto com pleto se encuentra en u n a inscripción de la época
de los Severos hallada en Aïn Ouassel. El prim er texto define
el derecho de poseer, disfrutar y dejar las tierras a los h ere
deros del cultivador sin título adquirido, p o r la puesta en cul
tivo de las tierras sin cultivar. O tro texto recoge el artículo de
la Ley Adriana, que prohíbe a los procuradores del em pera
d o r y a los conductores modificar la parte de los frutos y el
núm ero de días de trabajo fijados con anterioridad. La Ley
A driana se refería al reglam ento de la adm inistración y, p ar
ticularm ente, a la Ley M anciana, y sólo prohibía los graváme
nes. El texto de Aïn Ouassel es u n reglam ento de aplicación
de la ley. El problem a es establecer la relación de la Ley M an
ciana de Trajano conocida p o r la inscripción de H enchir
M ettich y la Ley Adriana.
Las disposiciones fundam entales de la Ley A driana se en
cuentran en la Ley M anciana: la autorización que tiene cual
quiera de cultivar las tierras sin trabajar, y la definición del
derecho adquirido p o r el cultivador, que es un uso propio. La
Ley M anciana precisa la definición de este uso propio bajo la
form a de derecho de poseer, de disfrutar y de transm itir a su
heredero. La Ley M anciana sólo tenía aplicación en Africa. El
problem a es saber si la Ley Adriana se aplicaba en todo el Im
perio rom ano. Posiblem ente se extendía a todo el Imperio.
La Lex Adriana de rudibus agris et iis qui per X annos continuos
inculti sunt está próxim a a la Ley de Pertinax, que fijaba u n a
exención de diez años de arriendo. Según la Ley de Pertinax,
el ocupante se convierte en un dominus. La duración de la
exención es com parable a la de la Ley Adriana, más general
que la establecida en la Ley Manciana, lo que confirm a que
la Ley A driana es más amplia. El problem a grave p ara el em
p erador era la despoblación del Imperio. En el Digesto se afir
m a tajantem ente que A driano se ocupaba en prim er lugar de
la despoblación del Im perio, más que por enriquecerlo. Para
increm entar la población, Adriano perm itió ocupar las tierras
sin cultivar. Como indica A. Piganiol, el problem a más im
portante de la Ley A driana es la definición del estatus ju ríd i
co de las tierras ocupadas sobre la propiedad de otro.
U na fórm ula idéntica a la de la Ley A driana se encuentra
en u n artículo de la Ley agraria de 111, referente a los viasii
vicani. La Ley M anciana se distingue de la Ley Adriana en
que la prim era es u n a costum bre de dom inio y procura favo
recer a los pequeños propietarios, que están vinculados a los
grandes dom inios p o r obligaciones perpetuas, m ientras que
la Ley A driana prevé una subordinación directa del explota
d or de la tierra al Estado. En Africa, según A. Piganiol, hay
una contam inación entre la Ley M anciana y la Ley Adriana.
A. D ’Ors ha puntualizado el sentido de esta ley, que es más
bien un contrato que determ ina la condición de las ventas de
las tierras. El propietario es el em perador, que es el que fija
la condición. Los possesores sólo pueden aceptarla. Este autor
cree que no es u n a ley para todo el Im perio, sino u n contra
to para un grupo de tierras que se conceden en conjunto
para el cultivo. Se puede aplicar en otras circunstancias para
otras tierras. Los em peradores, en este m om ento, sólo p ro
m ulgan edictos, no leyes. Las leyes desaparecieron con el p o
d er legislativo del pretor. A. D ’Ors plantea el problem a del tí
tulo de propiedad de estas tierras. Distingue la época de
A driano de la de las Tablas Albertini, en el siglo v. En la épo
ca de A driano no existía propiedad provincial. Pertenecía
sólo al em perador en las provincias imperiales o al pueblo ro
m ano en las senatoriales. Los propietarios son de hecho, pero
no dueños. No se puede aplicar a la época de A driano la si
tuación de épocas posteriores. Las tierras de la ge basilique, de
la ge usiaque o de la ge demosiaque se entregan a los campesinos
al precio que ellos ofrezcan. Es necesario pensar que se ven
den a los campesinos p o r algunos años. Esta m edida no es h u
manitaria; aum enta los ingresos del fisco.
En el año 125, el legado de Augusto p ro p reto r para orde
n ar el estado de las ciudades libres de Acaya, logró que Del
fos parcelase el suelo com unal y que se perm itiera adquirir la
posesión del lote de tierras que ponía en cultivo. Adriano, en
lo referente a las tierras de los particulares, publicó u n res
cripto que se conserva en el Digesto. U lpiano recoge el conte
nido de este rescripto, que fijaba las diferentes penas según la
categoría social del culpable y según su intención. A. Piganiol
no cree que se trate de u n a interpolación, sino que es carac
terístico del m étodo de Adriano. Según el em perador, hay
que precisar si los desplazamientos de los mojones presupo
n e n la intención de usurpar la propiedad de otro, o se ha h e
cho p o r ignorancia y p o r azar. Un caso excepcional grave es
si se trata de las fronteras del Im perio. Precisam ente fue
A driano el constructor del m uro que iba de m ar a mar. Posi
blem ente a este em perador se rem onta la idea de rodear el
Im perio con un m uro. En Palmira, A driano ordenó restituir
los m ojones establecidos p o r el legado de Siria, Q. Metello
Crético, en la época de Tiberio. Esta orden se amplió en el
año 150 bajo el gobierno de A ntonino Pío. A driano ordenó a
los gobernadores de las provincias fijar los térm inos entre los
pueblos y las ciudades. M andó al procónsul de M acedonia
term inar con la disputa entre Hypata y Lamia p o r las tierras
y el valle del Sperquios. El gobernador debía llam ar a m edia
dores. Iría al lugar con un evocatus Augusti que desem peñara
el com etido de m edidor. Con anterioridad, A driano había or
denado a T erentius Gentianus, legado de Augusto propretor,
hacer el censo en M acedonia. U na inscripción del año 119
cita los térm inos fijados por un centurión de la Legión I Mi-
nervia entre los geneatas y los axinos.
En Africa, A driano restableció los m ojones colocados p o r
C. Tullius Capito Pom ponianus, que desem peñó el consulado
en el año 84, y fue procónsul en tiempos de Domiciano y de
Nerva. Los mojones estaban colocados entre los suppenses y
los vofricenses. El trabajo lo realizó un esclavo im perial en
viado p o r el propio em perador, que se encargó de las m edi
das. Más delicado era fijar las fronteras entre Dorilea y Nicea,
es decir, entre Bitinia y Asia. Adriano confió la operación a
C. Iulius Severus, que pertenecía a una rica zona de Asia, y
había sido, hacia el año 130, legado p ro p reto r de Asia, y en
136-137 nom brado legado de Augusto p ro p reto r para corre
gir el estatus de la provincia del Ponto y de Bitinia. Se habían
com etido, a lo largo de los años, grandes abusos de los parti
culares, que se quedaban con las tierras comunales.
Un caso muy significativo y bien conocido es el de las tie
rras de la ciudad de Aizanoi, siendo procónsul Avidius Q uie
tus, en el año 125-126. De las tierras sagradas que eran p ro
piedad de Zeus, que habían pasado al patrim onio consular, se
habían apoderado unos conspiradores. El procurador pidió
consejo p o r escrito a Adriano, que le recom endó examinar,
sobre el lugar, las dimensiones de las parcelas. Avidius Q uie
tus com unicó al procurador la respuesta del em perador,
quien se dirigió a la boulé, a los arcontes y al pueblo de Aiza
noi, inform ándoles del procedim iento. Las operaciones de
límite se celebraron en 128. Adriano hizo público que había
devuelto a Júpiter y a la ciudad de Aizanoi los confines dados
por Atalo y por los reyes de Prusia. Se volvía a lo estipulado p or
los reyes de Prusia y por Atalo.
La política de A driano sobre los límites no era nueva.
T rajano había intervenido en casos parecidos en Delfos, en
Efeso y en Frigia. La usurpación de tierras públicas era u n
mal endém ico. Vespasiano intentó solucionar este problem a.
A A bdera, A driano restituyó las tierras que le pertenecían. La
ciudad, agradecida, le asimiló a un dios, y le proclam ó Zeni
Eforio.
Este problem a se planteó a lo largo de todo el Im perio.
En el año 137, Adriano encom endó a C. Petronius Celer, a la
sazón procurador de la M auritania Cesariense, asegurar los
confines a los númidas. A veces, se hace constar que los m o
jo n es se colocan p o r autoridad de A driano, como en los casos
de Cirta y de Signus. En Cirta se trataba del ager publicus. Al
parecer, parte del ager publicus de la ciudad había pasado a
particulares. En el Líbano, un procurador de A driano in ter
vino para asegurar la buena explotación de unos bosques p ro
piedad del Estado.
Dos docum entos son im portantes. U no procede de Ate
nas y da datos muy valiosos sobre el régim en de las tierras. Es
parecido al texto de Orange, que trata de las tierras com una
les. En ambos lugares, los nom bres de las personas están es
critos en u n a columna, con una sum a a su derecha, al m ar
gen. Ambos textos m encionan a los herederos, cuando no
hay propietarios. En Atenas, de un total de cincuenta y un
nom bres, veintiuno son de mujeres, que llevan gentilicios ro
m anos y no figuran los tutores. Las cantidades parecen ser
aceptables. El parentesco entre estos dos docum entos es muy
grande, lo que lleva a suponer que las listas de Atenas son de
los ocupantes perpetuos de las tierras comunales. U n mismo
propietario posee un lote de tierras dispersas p o r el pueblo.
En O range, u n mismo personaje podía ten er tierras com una
les en diferentes centurias. El texto de Atenas p ru eb a la mi
nuciosidad y el detalle de la contabilidad en la época de
Adriano. El em perador concedía tierras nuevas gravadas p o r
rentas perpetuas a las ciudades de nueva creación, com o Ha-
drianópolis-Stratonikeia.
A driano tam bién se preocupó de la explotación y expor
tación del aceite del Atica. Prohibió la exportación de cierta
cantidad. El rescripto sagrado sobre el aceite es u n a bu en a
p rueba de ello.
A driano se ocupó de u n a serie de problem as agrarios que
preten d ían favorecer el bienestar de los cam pesinos y atajar
la despoblación. Después se centró en los límites, para favo
recer la arm onía rural. Igualm ente, prestó atención a los tra
bajos de riego de las tierras, como lo prueba la inscripción
del lago Copais. Adriano no fue un intelectual alejado de los
problem as de sus súbditos. Se ocupó de los problemas que
acuciaban a los campesinos y a las ciudades. En los prim eros
años de su gobierno, A driano siguió una política agraria.
A. D ’Ors establece la distinción entre honestiores y humilio
res después del edicto de Caracalla. R. Syme cree que ya exis
tía en la época de Trajano y de Adriano, como se deduce de
la aplicación de las penas según el estatus social.
Capítulo V
Adriano y el ejército
Al describir los viajes de A driano p o r las provincias, se h a
tratado de la severa disciplina militar que impuso en los cam
pam entos que visitó, y al referirse a Britannia, a la creación
de la muralla, que fue u n a gran aportación del em perador a
la defensa del Im perio, de gran novedad e im portancia. U na
empalizada defensiva se construyó en las fronteras de Germa
nia Superior y Retía, y desde el Rin al Danubio. El biógrafo
de la Historia Augusta puntualiza que este sistema defensivo se
generalizó por A driano en las fronteras, donde los límites del
Im perio y del m undo bárbaro no eran naturales ni estaban
delimitados p o r ríos. A driano era pacífico, pero m antuvo el
ejército bien disciplinado para la guerra. El ejército lo redujo
a veintiocho legiones, al suprim ir la Legión IX H ispana en
Britannia y la Legión XII D eiotariana en Egipto. No aum en
tó el núm ero de soldados, pero m ejoró la calidad y el rendi
m iento del ejército. A driano debió de ocuparse de este p u n
to fundam ental para la defensa del Im perio en su Autobiogra
fía. Su biógrafo de la Historia Augusta y Dión Cassio dejaron
bien claro que uno de los motivos de sus viajes p o r las p ro
vincias fronterizas era el conocer directam ente las condicio
nes reales de su defensa y el estado de la disciplina militar,
im plantado en los campamentos. Visitó detenidam ente los
ejércitos de Britannia, del Rin, del D anubio, de Africa, de
O riente y de Siria. Tom ó medidas recogidas por Juvenal, p o r
el Digesto y por Justiniano m uchos siglos después. Adriano fue
el fu n d ador de la nueva organización militar, que llegó hasta
C onstantino, quien introdujo alguna modificación. Estabilizó
el sistema de reclutam iento de los soldados en la región, sis
tem a ya utilizado en las provincias que contaban con ejército,
desde hacía casi un siglo. Este sistema era m enos costoso y
servía p ara rom anizar a muchos campesinos. Este procedi
m iento de reclutar a los soldados en las regiones podía llegar
a ser peligroso, pero no m ucho, pues ju n to a los soldados
procedentes de la región, se unían otros llegados de otras
provincias, que no contaban con el ejército. A driano creó
nuevas unidades tácticas y renovó los tipos de arm am ento,
con la finalidad de disponer de tropas de gran m aniobra.
A bandonó las cohortes y volvió a la falange en las legiones.
Las alas y las cohortes se protegían acom pañándolas con uni
dades m enores de unos ciento cincuenta infantes o jinetes lla
mados numeri. Adriano creó la caballería catafracta, im itando
la de los partos. Estas reform as y sus resultados son m encio
nados en la obra de Arriano, fechada en el año 136. En las vi
sitas de A driano al ejército, acom pañaron al em perador el se
n ad o r Iulio Severo y el caballero T urbón. Roma no contaba
desde tiempos de César con una organización tan perfecta.
Se conserva u n docum ento excepcional sobre la concep
ción del ejército de A driano en los discursos del em perador
al ejército de Africa, conocido por las inscripciones, bien es
tudiadas p o r Y. Le Bohec y p o r otros investigadores. A driano
realizó m últiples alocuciones a diferentes unidades, en fechas
diversas. Las dos más significativas se celebraron en Lambae-
sis y en Zraia. Se conoce el contenido de estos discursos p o r
las inscripciones. En opinión de Y. Le Bohec, A driano fue a
Africa en el año 128 para asistir a u n ejercicio m ilitar y para
com entar las maniobras. El asunto concernía a la política im
perial en su conjunto.
Las relaciones establecidas entre Adriano y su ejército cons
tituyen u n problem a delicado, que frecuentem ente se h a re
lacionado con los viajes del em perador. En el año 122 o 123
pasó p o r M auritania Tingitana. En 128-133 o 134 visitó O rien
te. El desplazam iento del año 128 a Africa es mal conocido
debido a la concisión del biógrafo de la Historia Augusta. La
epigrafía no confirma que Cartago recibiese el nom bre de Ha-
drianópolis. En cambio, confirm a que se detuvo en im por
tantes ciudades, como Cartago, Zama y Utica, pero su pro p ó
sito era visitar la región de la frontera. Su llegada coincidió
con una gran torm enta. No había llovido desde hacía cinco
años, y el com andante del ejército, Q. Fabio Catillino, legado
de Augusto p ropretor de la Legión III Augusta, y los habitan
tes de la región lo atribuyeron a un milagro. Y. Le Bohec h a
recogido las diferentes explicaciones de estos viajes, que son
cuatro. La tesis política propone que el viaje obedecía a razo
nes de gobierno. Se trataba de encontrarse fuera de Roma, le
jos de las presiones del Senado, de la plebe y de los pretoria-
nos. La tesis militar se apoya en el hecho de que Adriano, con
u na bu ena experiencia militar, inspeccionaba los ejércitos vi
gilando el buen estado del ejército. Esta tesis es la seguida p o r
Dión Cassio. La tesis económ ica se fija en que A driano había
barruntado los prim eros síntomas de una grave crisis econó
mica que se aproximaba. Q uería inventariar las riquezas del
Im perio y había planeado dar soluciones a cada caso. La le
yenda con la palabra restaurador, frecuente en m uchas acu
ñaciones que corresponden a las visitas del em perador, p are
ce apoyar esta interpretación. Fundam entalm ente, se ha p ro
puesto la tesis estética. A driano era u n gran intelectual, que
quería visitar m onum entos y conocerlos directam ente. Como
señala Y. Le Bohec, la inscripción de Lambaesis prueba que
era u n excelente retórico.
La tesis económ ica no es defendible. No parece que h u
biera crisis económ ica en tiempos de Adriano. En Hispania,
la situación era próspera. Las tesis políticas y estéticas son só
lidas y no incompatibles entre sí, ni con la tesis militar.
Y. Le Bohec se detiene en señalar la sólida formación m i
litar de Adriano, que le convierte en un experto en la m ate
ria. U na inscripción de Grecia m enciona los cargos de una ca
rrera excepcional. Tres veces fue tribuno. Comenzó su carre
ra militar en la Legión II Adiutrix en Pannonia. Pasó a la V Ma
cedónica en Mesia. Después m archó a la XXII Primigenia,
donde encontró a Trajano en Germania. Intervino en las gue
rras dácicas y partas. En Dacia, entre los años 101 y 102, p e r
teneció a la camarilla de Trajano y alcanzó dos series de con
decoraciones militares. En la segunda guerra de Dacia m an
dó la Legión I Minerva. En 107-108 fue legado en Pannonia
Inferior, y rechazó a los sármatas iaziges. En la guerra contra
los partos, como legado y comes, perteneció al estado mayor
de Trajano. En el año 117, A driano fue legado de Siria. Adria
n o era pacífico, pero su form ación m ilitar fue excelente. Se le
h an achacado dos grandes errores: que a la m uerte de Traja-
no abandonó inm ediatam ente tres provincias bien dom ina
das p o r Roma: Armenia, M esopotamia y Asiría, y el asesinato
en el año 118 de los cuatro consejeros de Trajano, Cornelio
Palma, Publio Celso, Avidio N igrino y Lusio Quieto, partida
rios de seguir con las conquistas, puede relacionarse con el
abandono de estas conquistas orientales.
A driano, al comienzo de su reinado, se encontró con va
rias guerras. Los judíos estaban revueltos en Cirene y en Chi
p re y, quizá, tam bién en Judea. Los sármatas roxolanos ataca
ro n Dacia. En M auritania Tingitana estallaron revueltas, cuya
naturaleza se desconoce. Marcio T urbón fue enviado a ella
para solucionar la situación. En 119, los brigantes se revolu
cionaron. La Legión IX H ispana desapareció en la lucha. En
123 se vio obligado a partir hacia Siria, al conocerse la noticia
de que el rey parto Cosroes se preparaba para la guerra. El
encuentro de ambos gobernantes se celebró en M elitene. Se
llegó a u n a solución diplomática. A driano estableció alianzas
y pactos de clientela con los reyezuelos del Cáucaso y del Bos
foro. La peor revuelta fue la que estalló en Ju d ea en al año
132. La causa no fue la apuntada p o r la Historia Augusta, la
prohibición de la circuncisión, sino la que ofrecen todas las
fuentes rabínicas: los judíos no podían aceptar la construc
ción de un tem plo dedicado a Jú p iter Capitolino en Jeru-
salén.
A driano envió al general Arriano a rechazar a los alanos,
pueblo que procedía del Cáucaso y del m ar Negro.
A driano se vio obligado a participar en guerras duras. Fue
pacífico y renunció a la política de agresión, preferida p o r
Trajano. Valoró más la diplomacia. Evitó la guerra, pero n o la
rechazó si llegaba el caso. Sus m edidas tuvieron como finali
dad reforzar las defensas del Imperio. Las m edidas más es
pectaculares las tom ó A driano en el campo de la estrategia.
Procuró establecer, en la m edida de lo posible, u n a defensa
estática. Las fortificaciones jalonaron las fronteras d e Britan
nia, de Germania, de Dacia, de Asia M enor y de M auritania
Caesariensis.
En Capadocia, la defensa de la frontera constaba de los
tres elem entos tradicionales del sistema militar: u n a calzada
desde Trebizonda a Samosata; el río Eufrates y guarniciones
y fortines con tres acuartelamientos; Salata para la Legión XV
Apolinaris; M elitene para la XII Fulminata, y Samosata para
la XVI Flavia. La flota disponía de la base naval de Trebizon
da. En Africa, u n largo m uro llamado Seguía Bent el-Krass, se
levantó al sur de Aurés. Se com ponía, de sur a norte, de u n
glacis, de un foso, de estacas y de un m uro, frecuentem ente
de piedra, con dos carreteras, recintos y torres. Se fecha en la
prim era m itad del siglo II. De época adrianea es la construc
ción del fuerte de El-Kasbat, que es, ju n to con el de H enchir
Besseriani, el prim er fuerte instalado al suroeste de Aurés.
Adriano prestó atención con especial interés a la provincia
de Africa, como lo confirma la Historia Augusta. Como señala
Y. Le Bohec, este interés com prendió cuatro aspectos. La ex
plotación de la agricultura, como lo prueba la inscripción de
H enchir Mettich y la Lex Hadriana de rudibus agris, favoreció a
muchas ciudades de Africa Proconsular como Utica, Bulla Re
gia, Thuburbo, Bisica, Uthina, Abthugni, Lares, Althiburos,
Turris Tamalleni, Thaenae y Ulusippa. Finalmente, en época
de Adriano, se construyeron calzadas que favorecieron los des
plazamientos de las poblaciones y el transporte, como las de
Djemila-Sétif, Constantina-Skikda y Cartago-Tebessa. D urante
el gobierno de Adriano se colocaron mojones que fijaron los
límites entre ciudades, como entre Constantina y Sigus, o en
tre los pueblos africanos, los suppenses y los vofricenses.
Las innovaciones introducidas en la táctica militar p o r
Adriano son objeto de discusión. Arriano, amigo del em pera
do r y legado en Capadocia, escritor y general que luchó con
tra los alanos en el año 128, escribió varios libros de temas m i
litares, de los cuales el principal es la Táctica, donde se leen
num erosas indicaciones sobre el com bate de la caballería. Se
discute si es un inform e oficial o un simple texto solicitado
p o r A driano, o bien una reedición de un m anual de los anti
cuarios, cuya finalidad era responder a la curiosidad del em
perador. A driano colocó en el com bate la infantería dividida
en falanges. Los soldados com batían codo con codo, form a
ban u n m uro con sus cuerpos y armas. Los hom bres se distri
buían según el terreno y los enemigos. Adriano fue partidario
de utilizar más la caballería, pero esta teoría no parece muy
aceptable, pues el uso de la caballería dependía de múltiples
factores, de las circunstancias del terreno y del enemigo. Va
rió según las épocas o las regiones. En este aspecto el em pe
rad o r n o aportó nada a Africa. A driano creó los numen ya
m encionados, procedentes de los pueblos bárbaros que com
batían con su arm am ento, pero este tipo de unidades existie
ron de antiguo. A driano procuró m ejorar el arm am ento,
pero es muy difícil de precisar.
La m arinería fue el objeto principal de sus desvelos. Las
inscripciones grabadas en roca en el Líbano son muy signifi
cativas, pues delim itan las zonas, las propiedades del Estado
y las diferentes clases de árboles necesarios para la construc
ción naval.
A driano no sólo se ocupó de la táctica militar, sino del re
clutam iento, como ya se h a señalado. Inspeccionó los campa
m entos y la tropa, como lo afirm an la Historia Augusta , Fron
tón y Dión Cassio. Cuando no lo hizo el em perador perso
nalm ente, envió a sus m ejores generales, como Arriano, que
m archó al Ponto-Euxinio para exam inar las guarniciones y los
ejercicios. Es im portante el sistema de reclutam iento seguido
p o r Adriano. Se h a propuesto, como ya se ha señalado, que
A driano había inventado el reclutam iento local, que se hizo
muy lentam ente. No se reclutaron necesariam ente campesi
nos, sino ciudadanos rom anos. Las medidas tomadas p o r
A driano, como sugiere Y. Le Bohec, en el dom inio m ilitar res
p o ndieron a preocupaciones políticas. Se vio obligado a ha
cer u n a doble política. Siendo pacífico, se preparó para la
guerra. A driano supo seducir a los soldados. En las acuñacio
nes de los años 134-138, se h o n ra en las leyendas a los preto-
ríanos y a los ejércitos de las provincias, a las cohortes preto
rias y a los ejércitos germ ánico, británico, nórdico, rético, mé-
sico, dácico, capadócico, siriaco, hispánico y m auritano. No se
recuerda al ejército de Africa. Adriano procuró que los sol
dados no sirvieran más tiem po de lo establecido. En tiempos
de este em perador se extendió m ucho el culto a la diosa Dis
ciplina. Los altares, Arae Disciplinae, se m ultiplicaron.
Gobierno
Colonias y municipios
Comercio
Nórico
El gobierno del Nórico estuvo encom endado a procura
dores con experiencia en la administración; un gobernador
de tiem pos de Adriano fue Censorio Niger, que parece h ab er
nacido en Solva, Nórico.
En la visita de A driano al Nórico, un oficial de alta gra
duación, posiblem ente el prefecto de la guardia, Septicio Cla
ro, acom pañó al em perador, como se desprende de las im á
genes de las m onedas que conm em oran la visita al ejército del
Nórico. A driano concedió la m unicipalidad a Ovilava (Wels)
y a Cecio (Saint P ö tten ). Visitó, seguram ente, V irunum (Kla-
gengurt), residencia del gobernador, donde se le erigió u n a
estatua. Igualm ente, A driano concedió a Augusta Vindelico
rum la m unicipalidad. Posiblem ente, acom pañó a A driano,
como sugiere A. Birley, A rriano, pues en u n a obra habla el
historiador de haber visto la confluencia del Inn y del D anu
bio cerca del fuerte denom inado Batava Castra (Passau), en
la frontera entre Retía y el Nórico.
En tiempos de A driano trabajó en V irunum en un taller
de escultura durante varios decenios. Se asentó en tiempos
del em perador. A él se debe una de las más finas esculturas del
Nórico, una Amazona, que se encontró en el barrio de las ter
mas de Virunum. El o sus colaboradores esculpieron otras
imágenes de dioses que se deportaron en el mismo lugar,
como Isis Noreia, Baco, u n herm afrodita, M ercurio, Venus,
Marte, los Dióscuros y Apolo. El arte de las esculturas de Vi
ru num influyó en otros talleres. El artesano que realizó la be
lla tum ba en piedra de L. Cantío Secundo en Saint Lem hard
procedía de V irunum. El influjo del artesano de V irunum
duró m ucho tiempo.
Se conocen los nom bres de algunos caballeros que vivie
ron en tiempos de Trajano o de Adriano, como L. Cammio
Máximo y L. Cammio Secundino, herm anos, que proceden
de Solva y pertenecían a u n a familia propietaria de tierras en
Gleisdorf. El segundo mantuvo buenos contactos con Roma.
Después de una larga carrera militar, fue p rocu rad o r sexage
nario. C. Censorio Niger era hijo de un centurión de la le
gión acuartelada en Solva. En tiempos de A driano fue procu
rador ducenario del Nórico. O tro caballero fue T. Vario Cle
mens, de Celeia, que comenzó una carrera m ilitar al final del
gobierno de Adriano. Procedía de u n a conocida familia de su
ciudad. Después de una brillante carrera m ilitar y de desem
p eñ ar el cargo de procurador, alcanzó la m agistratura ab epis
tulis bajo el poder de Marco Aurelio y Lucio Vero.
El ejército del Nórico estuvo form ado sólo p o r tropas au
xiliares m andadas p o r un procurador. D efendía la zona del
Nórico de la frontera del Danubio y el territorio situado de
trás de él. C ooperaba con el ejército de Retia.
A driano hizo generosos donativos, no sólo en el sur del
Nórico y en el Danubio, sino en regiones no romanizadas
aún, como en las laderas orientales del Koralpe, al noroeste
de Solva.
Los aelios, asentados en gran núm ero en Cetium y en sus
cercanías, alcanzaron la ciudadanía rom ana cuando la ciudad
se fundó en tiempos de Adriano, que otorgó la m unicipalidad
a varias ciudades. Las prim eras ciudades fundadas p o r Adria
no en el centro del Nórico o en el norte de los Alpes fueron
Ovilava y Cetium.
Minas
Colonias. Gobierno
Urbanismo
Germania
Adriano conocía bien Germania, pues, de joven, veinte
años antes, había pasado el invierno en Mogonciaco (Magun
cia) y en la Colonia Agrípense (Colonia). En el año 121-122,
posiblem ente, invernó en la frontera, como parece dar a en
ten d er Dión Cassio cuando escribe que soportó las nieves ger
mánicas. A. Birley opina que es posible que para entonces tu
viera bien pensado visitar Hispania y las provincias del sures
te de Africa. Señala el historiador inglés que podía dejar
Roma tranquilam ente, pues nada iba a pasar en su ausencia,
ya que Roma se encontraba en manos seguras. Su amigo Tur-
bón, prefecto del pretorio, perm anecería en la capital garan
tizando el orden. El prefecto de Roma, Annio Vero, de ori
gen hispano, m antendría el Senado tranquilo, pues tenía
gran influencia en Roma p o r su m atrim onio. En su séquito
iba Septicio Cano, prefecto de los pretorianos. Era hom bre
de gustos literarios, como Adriano, p o r lo que su com pañía
sería grata al em perador, al igual que la del historiador de los
Césares, Suetonio Tranquilo, cuya presencia igualm ente agra
daría a Adriano. La em peratriz, que le acom pañó en otros
viajes, como a Britannia y a Egipto, muy probablem ente
acom pañó a su esposo. A. Birley da otros nom bres de posibles
participantes en el num eroso séquito, como M. Atilio Bradua,
calificado de comes de Adriano, que, según u n a inscripción de
Olimpia, había sido gobernador de u n a de las provincias ger-
manas y, después, de Britannia. Sería un excelente consejero
para este viaje. Otros posibles acom pañantes serían los h er
m anos Neracio Prisco, buen jurista, y Neracio Marcelo. Nera-
cio Prisco había desem peñado el cargo de gobernador en
G erm ania Inferior veinticinco años antes, y Marcelo, unos
años después. Para la inspección de la frontera debieron de
p artir de Mogonciaco, como conjetura A. Birley, pues en esta
ciudad residía la Legión XXII Primigenia. Tam bién pudo
quedarse en la colonia Agrípense, donde se encontraba su
amigo, gobernador de la G erm ania Inferior, Platorio N epote.
Desde M ogonciaco se pudo desplazar a los Agri Decumates,
para inspeccionar la frontera, fijada por Domiciano al norte
del M eno y realizada con torres de vigilancia. Trajano había
desplazado algunas tropas auxiliares a la frontera. La finali
dad de la frontera era controlar a los catos, contra los que lu
chó Dom iciano al otro lado del Taunus y del Volgelsberg. Los
habitantes de la fértil llanura de W etterau podían sum inistrar
tropas. El río M eno serviría de frontera más al sur. La fronte
ra pasaba p o r las colinas boscosas del O denwald hasta el valle
del río Nicer, hoy Neckar, hasta Grinario (Köngen), contro
lando gran parte de las cuencas del Neckar y del Lauter. En
este punto, la frontera giraba hacia el nordeste hasta la fron
tera de G erm ania Superior y Retía. Después de recorrer cien
to sesenta kilómetros, se llegaba al D anubio po r Abusina (Ei-
n in g ). La frontera estaba defendida p o r torres de vigilancia y
fortificaciones. A driano, aunque no parece que existiera peli
gro próxim o, introdujo un gran novedad: delim itar el límite
del Im perio con una em palizada ininterrum pida de grandes
postes de robles, reforzados con m aderas transversales p o r el
interior. Esta em palizada la levantó el ejército de Germ ania
Superior y de Retía. El trabajo consistió en talar los árboles,
transportarlos, arreglarlos con la cara plana hacia el exterior,
e hincarlos. La altura de la empalizada era de unos tres m e
tros. Su im portancia era más bien simbólica. Delimitó el lími
te del Im perio. El Im perio, como escribe A. Birley, quedó de
finido con precisión. La época de la política expansionista se
había cerrado. La construcción de la empalizada dio trabajo
a los soldados, y los m antuvo en forma. Adriano tam bién pla
neó sustituir los fortines y las torres de m adera levantadas p o r
Trajano, p o r otros de piedra. El em perador hizo vida m ilitar
entre los soldados, tom ando como m odelo a Escipión Aemi-
liano y a Trajano. Escipión Aemiliano destruyó Cartago en el
año 146 a.C. y circunvaló a Numancia, la prim era vez que lo
hizo el ejército rom ano; del mismo m odo, disciplinó al ejér
cito, lo limpió de adivinos, prostitutas y comerciantes, y lo
metió en vereda. Ejercitó a los soldados m ediante la cons
trucción de cam pam entos. Metelo, en el año 109 a.C., en la
guerra de Yugurta, sometió a un ejército hasta entonces d e
bilitado a una fuerte disciplina. Tam bién limpió el ejército de
com erciantes de esclavos, e introdujo una gran sobriedad en
la comida. La disciplina m ilitar de Trajano era bien conocida.
Dión Cassio confirm a la política militar de Adriano. Al sur
del Meno, A driano creó una ciudad para asentar a los aude-
rienses, con centro para ellos y, quizá, con ocasión de la visi
ta, en las orillas del M eno se asentaron los taunenses con cen
tro en Nida (H eddernheim ), y los mattiaeos con Aquae
(Wiesbaden) como capital. En Germ ania Inferior asentó a los
cauninefetes próxim os en un fuerte de la flota del Rin, que
tom ó el nom bre de Foro de A driano (Voorburg). Este asen
tam iento indica que llegó al m ar del Norte, descendiendo
p or el curso del Rin, lo que perm itiría visitar la isla del Rin,
habitada p o r los bátaros, entre los que seleccionaba la mayo
ría de sus guardias a caballo. Posiblemente concedió también
la m unicipalidad a los Tungros (T ungeren). Quizá tam bién
visitó Bélgica, term inada su visita en Germ ania Inferior, d o n
de estaría el gobernador Platorio Nepote, que acom pañó a
A driano a Britannia y sustituyó a Pompeio Falco como gober
nador.
La visita de A driano a G erm ania se conm em oró una d é
cada después.
Britannia
Cuando Adriano subió al poder, debió de estallar una re
belión de los britanos en el norte de la isla. La reocupación
del fuerte de Broughen H um ber en estos años, pudo relacio
narse con esta rebelión. Los brigantes m antenían buenas rela
ciones con los selgovae y con los novantae, situados al sur de
Escocia. En las revueltas actuaban unidos. Adriano construyó
una m uralla que separaba a los brigantes de sus aliados. La in
surrección estalló en 118. En el año siguiente, las m onedas
conm em oran la victoria del ejército rom ano, m andado p o r el
gobernador de Britannia, que de 118 a 122 fue Q. Pompeius
Falco, posiblem ente el cónsul de 108 y gobernador de Mesia
Inferior. Ese año, Adriano, que en 121 había comenzado a vi
sitar las provincias del oeste del Imperio, llegó a Britannia y,
según la Historia Augusta, hizo muchas reformas, y fue el pri
m ero en construir u n a m uralla de ochenta millas para separar
las poblaciones bárbaras de las romanas.
Gobierno
La muralla
Economía
Hispania
Gozaba de un excelente m om ento económ ico en tiempos
de Adriano. La supuesta crisis económica de la época flavia,
basada en algunos datos locales, no tiene fundam ento alguno.
Todo hace suponer que la econom ía se encontraba florecien
te. Plinio el Viejo, que manejó archivos fiscales, en su Historia
Natural, no da pista alguna de crisis económ ica al referirse a
Hispania. La concesión del ius latii a todos los hispanos, y de
la m unicipalidad a muchas ciudades, principalm ente del sur,
no se hubiera dado en tiempos de crisis. En la época flavia se
construyeron algunos de los m onum entos más im portantes y
más grandiosos de todo O ccidente, como el santuario de te
rrazas, del tipo del de Preneste, dedicado al culto al em pe
rador, en M unigua, m unicipio de Sierra M orena, en plena
región m inera rica en hierro. Hay que suponer que la des
cripción económ ica de H ispania h echa p o r Plinio el Viejo es
aplicable a la época de Trajano, de A driano y de los Antoni-
nos, pues no hay indicios de crisis ni de m erm a en las ex
portaciones. Con Trajano, la situación económ ica de Hispa
nia continuó en buen estado, como lo prueban la reparación
de u n gran núm ero de calzadas y la construcción de especta
culares puentes, como el de Alcántara, en el límite de Lusita
nia, y su herm ano, de m enor dim ensión, en las proxim idades.
La riqueza de H ispania que interesaba a Roma era de tres gé
neros, principalm ente los tres exportables a Roma: minerales,
aceite y salazones.
Minas
Canteras de mármol
Exportación de aceite
Exportación de salazones
La Itálica de Adriano
La patria de Trajano y A driano sufrió im portantes trans
formaciones urbanísticas durante los gobiernos de estos dos
em peradores. La reorganización urbanística com enzó con
Trajano, continuó con A driano y prosiguió con los em pera
dores posteriores. Itálica se convirtió en colonia en tiempos
de Adriano. Se ha calculado el núm ero de habitantes entre
ocho mil y diez mil personas. Poseía edificios para celebrar
los tres espectáculos introducidos p o r Roma en Occidente:
teatro, anfiteatro y circo. Su plano era hipodám ico. La ciudad
estaba cruzada p o r tres largas calles pavimentadas y con gale
rías con arcadas, a imitación de las ciudades helenísticas de
O riente.
A. García y Bellido ha supuesto que la ciudad fue creada
totalm ente nueva debido a la liberalidad de Adriano. Hasta
César, la ciudad era indígena. En su origen, Itálica tuvo plan
ta cam pam ental. Era tam bién un puesto m ilitar avanzado. Los
soldados que se quedaron en Itálica serían, muy probable
mente, ciudadanos rom anos. D urante la guerra civil entre Cé
sar y Pompeyo, que en gran parte tuvo por escenario Hispa
nia, a los italicenses se les llamaba municipales. Este térm ino,
usado al referirse a sucesos del año 48 a.C., no implica nece
sariam ente que Itálica fuera u n municipio. En el año 45 a.C.,
u n italicense de nom bre Q,. Pompeyo N iger era caballero
rom ano. En las m onedas acuñadas en la ciudad en el año
23 a.C. se lee la leyenda de municipium italic(ense), leyenda que
se repite en otras con Livia sentada, lo que indica que la ciu
dad se sentía plenam ente rom ana, y acuñó las m onedas con
el nom bre de Roma y con las imágenes de la loba, del Genio
del Pueblo Rom ano y del ejército. Itálica debió de tributar
pronto culto a Roma como diosa, caso raro en O ccidente,
como lo prueba la cabeza de la diosa Roma aparecida en la
ciudad. Pidió y obtuvo de A driano el título de colonia, con el
que figura en cuatro inscripciones. En dos de ellas la leyenda
es: Colonia Aelia Aug(usta) Italica, en Vienne, en la Galia
N arbonense y C(oloniae) A(eliae) Aug(ustae) Ital(icensium ),
en Itálica. Aulo Gellio en sus Noctes Atticae recoge el discurso
de Adriano ante el Senado. El em perador se adm iró de que los
italicenses y los otros municipios antiguos, entre los que citó
concretam ente a Utica, solicitaran ser convertidos en colonias
en vez de continuar rigiéndose por sus costumbres y leyes, lo
que indica que la im portancia de las colonias había decaído
en el siglo i. La concesión del título de colonia a Itálica p o r
A driano trajo ciertas ventajas materiales, como la reparación
de las calzadas, la traída de agua, nuevas distribuciones de tie
rras, etc. En una inscripción de Adriano, figura Itálica adscri
ta a la tribu Sergia, muy rara en Hispania. En las inscripcio
nes figuran italicenses con los nom bres de los que les conce
dieron la ciudadanía rom ana. Se citan varios Cornelios, en re
cuerdo de P. Cornelio Escipión; varios Ulpios, en m em oria de
Trajano, y varios Aelios, en recuerdo de Adriano.
A. García y Bellido, al estudiar el urbanism o de Itálica, in
siste en que es u n a de la ciudades m ejor urbanizadas de todo
el m u ndo rom ano, incluso del O riente helenístico. Itálica era
u n a ciudad relativamente grande, más grande que la mayoría
de las ciudades del Im perio. El anfiteatro es uno de los más
grandes del Im perio, sólo superado p o r el Coliseo de Rom a y
p o r el anfiteatro de Capua. Contaba con un gran teatro y con
dos grandes termas.
En H ispania sólo superan en extensión a Itálica, Córdoba,
capital de la Bética, que tenía u n a extensión de 70 o 75 hec
táreas; Augusta Emérita, capital de Lusitania, que tenía unas
50 hectáreas, y Tarraco, capital de la provincia Tarraconense,
con 36 hectáreas.
Las calles de Itálica eran muy anchas, cruzadas en ángulo
recto, que daban lugar a amplias mansiones, con patios y ja r
dines. Todas estaban porticadas con amplias aceras para el
paseo de los peatones. U na descripción sem ejante sólo se do
cum enta en el O riente helenístico, Alejandría, Antioquía,
Apamea, Damasco, Palmira, Gerasa, Laodicea y otras.
La calle principal de Itálica, que conducía al anfiteatro, te
nía u n a anchura de 16 metros. La calzada central dedicada al
paso de caballerías y a los carruajes m edía 8 m etros de an
chura; 8 m etros m edían las aceras para los peatones, 4 m etros
cada acera. Las medidas de las calles secundarias eran m en o
res: 14 m etros de ancho, 8 m etros las aceras y 6 m etros la cal
zada central, medidas desacostumbradas en las ciudades ro
manas. Se han com parado las dim ensiones de Itálica con
otras del Im perio, deduciendo que las dim ensiones del urba
nismo de Itálica eran excepcionales. A driano planeó u n a ciu
dad de gran envergadura, una de las mejores de su época y
de las más elegantes, donde quedó bien reflejado su gusto ex
quisito y fino en el trazado de las calles, en la arquitectura de
las mansiones, en las esculturas, dignas del más depurado
gusto helenístico, y en los edificios públicos.
Las calles más anchas de Pompeya m edían 10 metros de
ancho y las secundarias, entre 5 y 8 metros. La anchura en
otras era muy inferior, llegando a los 5 m etros e incluso a los
3 metros. Las más anchas no llegaban a los 15 metros. Las ca
lles de Ostia, puerto de Roma, eran semejantes a las de Pom
peya en am plitud. Las dos calles más im portantes de la ciu
dad, el decum ano máximo y el cardo máximo, m edían entre
10 y 15 m etros de anchura. La anchura de las calles de H er
culano no alcanzaron los 10 metros, al igual que las de Ta-
muggadi, en el norte de Africa, siendo su anchura corriente
los 5 m etros. El decum ano máximo, en la parte más ancha de
Volubilis, m edía 20,40 metros, 5 en la parte más ancha y 6 en
la más estrecha. Lo frecuente en esta ciudad de M auritania
Tingitana eran calles entre 4 y 6 m etros de anchura; algunas
llegaban a 19,50 metros, otras descendían hasta 2,25 metros.
En Roma, lo corriente era que las calles m idieran entre 7 y
6 metros, y las más anchas, 8 metros o algo más. Las ciudades
del O riente helenístico tenían, por lo general, calles m enos
amplias que las de Roma. Frecuentem ente, la anchura era de
8 m etros en las calles principales, y 4 en las secundarias. En
Magnesia de M eandro, las calles más anchas llegaban a los
8,20 metros, y las restantes a 5 m etros o poco menos. En Mi
leto, las m edidas eran de 7,50 m etros y de 4,80 metros. En
D oura-Europos, en tre 12,60 y 7 m etros las más anchas, y
6,30 m etros, las estrechas. La gran avenida de Alejandría de
Egipto contaba con una calle de 19,85 m etros, y otras varias
sólo 5 metros. Las dim ensiones en anchura de las restantes
eran de 6,50 o 7 metros. Apamea de Siria contaba con u n a
gran avenida de 23 metros y con aceras de 7 metros. Las res
tantes calles no alcanzaban los 6 m etros de anchura. En Da
masco, la anchura de la calle principal era de 25,50 metros,
de los que 12 m etros eran de calzada. M antinea, en Grecia,
tenía calles de sólo 4,50 metros. La anchura de las calles de
O linto, en la península Calddica, oscilaba en tre 15 y 17 m e
tros o incluso 5 metros en otras. En Selinunte, en Sicilia, las
calles en algún caso llegaban hasta los 10 m etros de anchura.
Lo corriente eran 5,50 metros. Las calles en Itálica eran de
unas dim ensiones excepcionales dentro del Im perio.
Las dim ensiones de las ínsulas o m ansiones eran altas:
102 X 48 metros; 102 x 45 m etros y 102 x 40 metros. Las p ro
porciones eran parecidas a las de las ciudades rom anas hele
nísticas de O riente. Las mansiones de A ntioquía del O rontes,
en Siria, m edían 112 x 58 metros. Las de Apamea, 105 m e
tros; las de Beroea, 124 x 48 metros; las de Laodicea, 112 x 58
metros; las de D oura Europos, 70,40 x 35,40 m etros, y las de
Damasco, 100 X 45 metros.
Los urbanistas que planearon la nueva Itálica procedían,
muy probablem ente, de O riente, al igual que algunos escul
tores. Conocían muy bien los gustos de Adriano, em perador
p rofundam ente helenizado en sus preferencias. Posiblem en
te, intervino directam ente en el urbanism o de su patria. La
Itálica de A driano tiene u n a concepción m onum ental en el
trazado de las calles, de las m ansiones y de los edificios p ú
blicos. Fue la ciudad de todo el O ccidente que proporciona
ba u n im pacto más fuerte al visitante. La red de cloacas con
galerías abovedadas que ha llegado hasta el presente, era ex
celente. Por ellas podía cam inar u n hom bre de pie. Eran tan
perfectas como las de Astúrica Augusta. A driano debió de
contribuir con dinero propio a la creación de una Itálica re
hecha desde sus fundam entos. La concesión del título de co
lonia encaja perfectam ente en esta rem odelación de la ciu
dad. La creación de una nueva Itálica respondió a la política
urbanística seguida p o r A driano en todo el Im perio. Su bió
grafo en la Historia Augusta, que utilizó las perdidas m em orias
del em perador, escribe que construyó edificios en casi todas
las ciudades que visitó, que fueron muchas, dando alim entos
a los que los necesitaban, costeando puertos a las ciudades
marítim as y otras obras públicas. Estos testimonios encuen
tran confirm ación en lo escrito p o r el historiador Dión Cas
sio, que afirma que ho n ró a su ciudad natal con m agnificen
cia y la obsequió con muchos y espléndidos dones. Las técni-
cas de construcción son las propias del siglo II. Los cimientos
de los edificios son de horm igón hecho de guijarros sacados
del río Betis. La altura de los cimientos es de unos 50 cm. So
bre ellos se asientan las paredes, de unos 70 cm de grosor, h e
chas con ladrillos. A veces, el interior de la pared era horm i
gón revestido de ladrillo. Esta técnica de construcción era di
ferente de la que se utilizaba en Hispania, que consistía en
paredes de barro apisonado o de m am postería con cal. El uso
de estos procedim ientos constructivos de Itálica son los co
rrientes de la Roma imperial, y no se utilizaban en el resto de
Hispania, incluso en ciudades totalm ente rom anas como
Em érita Augusta.
A. García y Bellido propone, lo que es muy probable, que
los planos de la nueva Itálica fueron calculados p o r los arqui
tectos del em perador en Roma. Los arquitectos siguieron las
norm as urbanísticas que se dictaron m edio siglo antes para
reconstruir la Roma quem ada en el incendio del año 64. Tá
cito, que utilizó las ordenanzas dadas por N erón, afirma que
el em perador m andó que las calles fueran anchas, con am
plios espacios entre casa y casa. Se lim itaba la altura de las
m ansiones y se m andaba que se colocasen porches en las fa
chadas de las manzanas para defenderlas del fuego. Los edi
ficios debían construirse con sillares de piedra, refractarios al
fuego. Cada casa debía tener sus propias paredes que la se
parasen de la siguiente. Los planos de la nueva Itálica se ajus
taron a estas ordenanzas, que traían una verdadera revolu
ción en los procedim ientos constructivos de las ciudades.
Las termas de Itálica son de la época de Adriano, como lo
p rueba que las fístulas de plom o halladas en este edificio p ú
blico llevan el nom bre del em perador. La calzada de las p ro
xim idades de Itálica fue repasada p o r Adriano, com o lo indi
ca u n miliario recogido en la entrada de la ciudad p o r el n o
reste. En la cartela se lee Hadrianus A(ugustus) fecit. Un se
gundo miliario con la misma lectura se halló en la misma
calzada, poco más al norte de Itálica, a la altura de Guillena.
Estos miliarios están m agníficam ente trabajados.
El anfiteatro es uno de los mayores del Imperio.
Las viviendas dé la Nueva Urbs de A driano son casas su-
m ám ente espaciosas y ricas. En cada casa residía u n a familia.
Cada vivienda estaba rodeada de porches y encuadrada den
tro de un área octogonal, form ada p o r cuatro calles, lo que
m antuvo intacto el plan urbano, al imposibilitarse las amplia
ciones o las anexiones de nuevas áreas de expansión. Cada
m anzana, generalm ente, se subdividía en dos viviendas sepa
radas p o r paredes dobles, siguiendo las ordenanzas de N erón.
La planta era axial. Solían tener dos patios muy espaciosos,
con pozos y aljibes para recoger el agua de la lluvia, alrede
d o r de los cuales de distribuían las habitaciones. Los patios te
nían u n deam bulatorio cubierto al que daban las habitacio
nes. La entrada a las habitaciones era, a veces, p o r la calle, lo
que indica que eran tiendas o locales alquilados. Los peristi
los de las casas tenían columnas coronadas po r capiteles. En
algunas casas había piscinas con suelo de mosaicos decorados
con peces y fuentes. Las plantas de las casas recuerdan a las
de Pompeya, pero no todas eran iguales. U na casa parece ha
b er sido u n a hostelería con tiendas a la calle y departam entos
pequeños dispuestos alrededor de un patio.
La construcción de las casas seguía las norm as frecuentes
en Roma. Las paredes estaban formadas p o r núcleos de h o r
m igón cubiertos de ladrillos o revestidos con placas de m ár
mol o de estuco pintado. Son num erosas las bóvedas de h o r
migón. El suelo de las habitaciones principales estaba recu
bierto con mosaicos, y el de las restantes con opus signinum.
Hay tam bién opus sectile. Como ejemplos de las casas italicen-
ses se p ueden citar algunas de ellas. La llam ada Casa de los
Pajaritos, que recibe el nom bre de uno de los mosaicos, es
la m ejor conocida. O cupa m edia ínsula. La entrada era p o r la
calle que conducía al anfiteatro. U na puerta estrecha era do
ble. O tra era p o r la que se entraba en la casa. U na segunda
llevaba a u n a panadería, pues tenía un horno. Esta habitación
pudo estar alquilada. U n m uro corto, de form a ligeram ente
cóncava, se encontraba detrás de la entrada; al parecer, tenía
la finalidad de ocultar el interior de la casa al que pasase p o r la
calle, y defenderla del calor y del aire. Este m uro se docu
m enta en otras dos casas. Pasada la entrada, se pen etrab a en
el vestíbulo, cubierto, que era parte del atrio de la casa. Des
pués del vestíbulo, y en el eje de la casa, se encontraba un
gran patio, de 22,40 m etros de largo p o r 18,30 m etros de an
cho, con columnas. El centro del patio estaba ocupado p o r
un ja rd ín que, posiblem ente, ocultaba una gran cám ara sub
terránea abovedada, con dos pozos en los extremos. Esta cá
m ara es una cisterna. Un claustro espacioso, de casi 3,50 m e
tros de anchura, recorría el peristilo. Estaba pavim entado con
un mosaico de piedras cogidas del río. El peristilo estaba ro
deado de columnas. Las habitaciones daban a dos lados de
este patio. U na de ellas tenía el suelo cubierto con u n mosai
co de recuadros cubiertos con pajaritos. De este mosaico d e
riva el nom bre de la casa. Al fondo del patio se encontraban
unas habitaciones decoradas con mosaicos. U no de ellos, con
una cabeza de Baco en el centro, rodeada de pajarillos. En
esta parte de la casa se hallaba una gran sala cuadrada, de
10,60 X 8,75 metros. Estaba destinada a com edor. A ambos la
dos había dos pequeños patios cubiertos. El de la derecha era
una piscina con escalinata. La habitación de la izquierda te
nía una fuente rodeada p o r un edículo de columnas, posi
blem ente com unicado con el com edor. Esta distribución,
como señala A. García y Bellido, presenta grandes semejanzas
con la de la Domus Flavia, en el Palatino. En el peristilo se en
contraba el larario, con form a de exedra, cubierto p or u n
mosaico con decoración de hojas de loto y palm etas estiliza
das. Al fondo de la casa se encontraban unas lujosas habita
ciones pavimentadas con mosaicos. Las habitaciones de servi
cio carecían de mosaicos. Dos de ellas tenían dos pilas para
lavar la ropa. A ambos lados del peristilo estaban las cuadras
del ganado y los almacenes. Encima se encontraban, posible
m ente, el pajar, el secadero o el depósito de los utensilios
agrícolas. Esta casa es de una gran regularidad. Se planeó
toda ella de una vez. No tiene añadidos. El único paralelo es
la Casa del Bicentenario de H erculano. La casa que respalda
a la anterior y que com partía con ella la ínsula, tenía tam bién
u n a organización axial. Poseía tres patios seguidos. El princi
pal, el del culto, tenía peristilo.
La llam ada Casa de Hilas, por sus mosaicos con esta le
yenda, fue una de las más espaciosas de Itálica. En ella abun
dan los peristilos, los patios y las habitaciones pavimentadas
con bellos mosaicos, como uno con las cuatro estaciones. Un
patio, el situado al lado sur, tenía u n a doble escalera, y en el
centro, una fuente decorada con mosaicos de peces. O tra
casa tenía u n a planta diferente, con grandes patios. Al final,
u n m úrete de m edia luna tapaba la entrada principal. Posi
blem ente, a juzgar por la distribución de las habitaciones, era
un hostal o un centro de tiendas. Detrás de un patio peq u e
ño se encontraba la habitación de mayor tam año, con pérgo
las de seis columnas. El suelo estaba pavim entado con opus
sectile de rica policromía. Las columnas, probablem ente, iban
estucadas y pintadas.
Termas
Las dim ensiones eran 160 x 137 metros. Estaba form ado
p o r un núcleo de horm igón recubierto con grandes sillares
de piedra o de ladrillo, revestido de placas de mármol. Su ca
pacidad era de veinticinco mil espectadores. Es u n o de los
mayores anfiteatros del Im perio. Sin duda, se debe al interés
de Adriano por su ciudad. T enía asientos privados, a juzgar
por las inscripciones. Tam bién se han recogido inscripciones
dedicadas a Némesis, a Dea Caelestis, relacionadas con los
juegos y con pies impresos. El anfiteatro estuvo revestido en
todo su perím etro.
Las excavaciones posteriores al estudio de A. García y Be
llido amplían la red de calles, acotan el espacio urbano con
parte del lienzo norte de la muralla, el castellum aquae, y descu
brieron el Templo dedicado a la Victoria. La Itálica de Adria
no ocupó una superficie de 38 hectáreas, con unos 7.090 m e
tros de calle, con 48 ínsulas de superficie variada, 5 eran edifi
cios públicos, a los que hay que añadir el Anfiteatro, el castellum
aquae y el tetrápilo. Unas 39 ínsulas pertenecieron a particula
res, según J. M. Rodríguez, y form aban 58 mansiones de su
perficie variada, oscilando entre los 1.800 metros cuadrados de
la llamada Casa de los Pájaros, los 4.300 metros cuadrados de la
Casa de Exedra y los más de 6.000 metros cuadrados de la Casa
de Neptuno. Las denom inadas Casa de Exedra y Casa de N ep
tuno form aban dos ínsulas con edificios de carácter semipúbli-
co, sedes de algún collegium o schola. Las dos ínsulas restantes,
localizadas al sur de la ampliación adrianea, y orientadas como
el anfiteatro, tenían un uso artesanal. Es una zona donde se fa
bricaban ánforas y lucernas desde la época republicana, que
cambió de orientación respecto de la tram a urbana, y que se
encajó después dentro de la planificación.
U na ínsula cuadrada situada sobre el vértice noreste del
conjunto term al era un edificio público, hoy bastante des
truido, de carácter civil. Es u n gran edificio de 15.000 metros
cuadrados, de planta rectangular, en la que se inserta un gran
ábside. Al sur se adosan una serie de construcciones, que fo r
m an u n único complejo. La topografía y la form a semielípti-
ca señalan que, posiblem ente, era un edificio con graderío:
teatro, odeón o bouleuterion. Podía tratarse de un edificio
transform ado en termas durante el Bajo Imperio, lo que es
poco probable. Podría ser, quizá, un palacio residencial. Los
paralelos se encuentran en algunas construcciones de la Villa
H adriana: el Teatro Marítimo, con su núcleo residencial, la
Sala de los Filósofos o la Academia.
La Itálica de A driano tuvo u n carácter residencial, era una
urbanización de prestigio, planeada como se h a dicho, sin
duda, p or los urbanistas del em perador, confirm ado p o r la
abundancia de casas de grandes dimensiones. Ju n to a ellas
destacaban los edificios públicos o semipúblicos, y las sedes
de las asociaciones, todo presidido p o r el Tem plo de la Vic
toria. La Itálica anterior a Adriano tuvo un perím etro am ura
llado de unos 1.520 m etros y una superficie aproxim ada de
18,6 hectáreas. La Itálica adrianea amplió sus murallas con
otros 2.690 metros, que abarcan u n a superficie de algo más
de 38 hectáreas. La Itálica de A driano ocupaba u n a superficie
total de 51,1 hectáreas. A m ediados del siglo iii se abandonó
el proyecto adrianeo. A finales de este siglo se construyó u n a
potente muralla. Esta nueva Itálica ocupó tan sólo 26,9 hec
táreas. Esta últim a Itálica pervivió hasta la invasión m usulm a
na. En esta últim a etapa se transform aron las casas de tiem
pos de Adriano. El entram ado urbanístico se puede seguir
perfectam ente p o r las cloacas.
La nueva Itálica adrianea era de planta octogonal. A ella
pertenecen las citadas calles porticadas, las ricas residencias y
los edificios públicos, como el anfiteatro. Toda esta nueva u r
banización confirma, como ya se ha indicado, lo escrito p o r
Dión Cassio acerca de que A driano honró a su patria y le hizo
espléndidos regalos, aunque no quiso visitarla.
A driano, en las cuatro ciudades de Ostia, Cícico, Atenas e
Itálica, desem peñó magistraturas municipales reafirm ando la
im portancia del gobierno local.
En Atenas revalorizó las tradiciones locales con los juegos.
La reorganización y el em bellecim iento con excelentes edifi
cios de Atenas, Cícico e Itálica, indican claram ente u n aspec
to fundam ental del program a político de A driano y el carác-
ter del Im perio rom ano en esta época. Al mismo tiempo, d e
m uestra la gran actividad que desarrolló A driano en los años
de su gobierno, y su filosofía. En las tres ciudades se dio u n a
fusión de elem entos locales e imperiales, de tradición e in
novación, y las tendencias centralizadoras del Im perio al mis
mo tiem po que el gran interés por la cultura, p or la política
y p o r la religión p o r parte del em perador.
Liberalidades
Africa
África era fundam ental para la econom ía de Roma. Baste
recordar que, según Estrabón, en la época de Augusto el ma
yor núm ero de barcos cargueros que arribaban a Roma p ro
cedían de África. El África Proconsular fue tierra de asenta
m iento de colonos en gran núm ero. De M auritania Tingitana
procedía la caballería m ora, representada en acción en la Co
lum na Trajana. La urbanización había hecho grandes p ro
gresos en la época de A driano. El séquito que acom pañó a
A driano en su viaje, como en todos los que realizó, era n u
m eroso. Posiblemente, le acom pañó su esposa Sabina, p or lo
m enos lo hizo en Egipto. Participó el joven senador, nacido
en Aquileya, T. Cesennio Q uinciano, que fue comes de Sicilia,
de África y de M auritania en tiempos de Adriano. Probable
m ente, iba tam bién L. Julio Vestino, el supuesto sucesor de
Suetonio en el cargo. Igualm ente, se unió al séquito del em
p erad o r en u n viaje, una nube de libertos y esclavos de la
Casa Im perial, y u n destacam ento del cuerpo de la guardia a
caballo. Se ha supuesto, según indica A. Birley, que en la co
mitiva iba tam bién A rriano de Nicomedia, que hizo una des
cripción m inuciosa de la cacería de los onagros p o r los nú-
midas, tan detallada, que presupone una visión directa de la
caza. A. Birley supone que A driano volvió a Sicilia tres años
después de su prim era visita, cuando ascendió al Etna. Visita
ría esta segunda vez el extrem o occidental de la isla, desde
donde se pasaba con gran facilidad a Cartago, la capital del
África Proconsular. El procurador de la provincia Cesariense
era u n antiguo amigo de Adriano, Vettio Latrón, nacido en
Tuburbus Maius. El gobernador de la provincia de M aurita
nia Tingitana era M. Gavio Maximo, que acabó como prefec
to de la guardia imperial. Sólo se sabe por la Historia Augusta
que A driano cruzó África y otorgó muchos favores a las p ro
vincias africanas, y que a m uchas ciudades las llamó Hadria-
nópolis. Se conoce la política de carácter social y económ ico
seguida p o r Adriano, que concedió a los agricultores el dere
cho de asentarse en tierras abandonadas y marginales, de lo
que habla en otro lugar.
A. Birley m enciona algunas de las ciudades que se vieron
favorecidas p o r A m ano, como Utica, antigua residencia del
gobernador rom ano durante la República rom ana. Desde el
año 36 a.C. era m unicipio. Adriano le concedió el título de
colonia a petición de sus habitantes, que lo consideraban de
más distinción, al igual que los de Itálica, a pesar de disfrutar
de sus leyes y costumbres. Los municipios de antigua creación
sólo habían obtenido la condición jurídica latina. U na in n o
vación im portante de Adriano, de las muchas que introdujo,
fue el disfrute del derecho latino, el ius Latii, que Vespasiano
concedió a todos los hispanos en el año 74 a los elegidos para
cargos en los municipios provinciales, y a sus familias, la ciu
dadanía rom ana plena, el ius Latium maius, que los convertía
en ciudadanos romanos; también a cien concejales, lo que
ampliaba la ciudadanía rom ana plena. Otras ciudades que re
cibieron el título de colonia por A driano fueron: Bula Regia,
Lares, Zama Regia y Tenas, ciudades formadas durante la Re
pública rom ana. La prim era ciudad era ya m unicipio. Las
otras tres debían de ser peregrinas, es decir, no romanas. Zama
fue famosa p o r la victoria que term inó la Segunda G uerra Pú
nica sobre Aníbal. Lares se cita en la guerra contra Yugurta.
Fue tom ada p o r Mario. César se había apoderado de Tenas.
A driano favoreció, igualmente, a dos colonias: Utina, fun
dación de Augusto, y la colonia Canopitanas. Ambas vieron
am pliado su territorio a expensas de Cartago. Por lo menos
diez com unidades indígenas se convirtieron en municipios.
Menos dos, todas estaban emplazadas en los valles de los ríos
Bagsadas y Miliana. El territorio de Mactaris producía gran
cantidad de cereales. Turris Tamallenis era u n m unicipio en
la frontera. Más al norte, Tuburbus Maius fue convertida en
m unicipio.
A. Birley insinúa que otros rom anos de Africa, de alto ran
go, pudieron unirse al séquito de A driano para rendirle la
pleitesía y alcanzar ascensos. Q. Lolio Urbico, procedente del
Castillo de los Ciditanos, dependiente de Cirta, había sido
tribuno de la Legión XXII Prim igenia en Maguncia, quizá
cuando A driano visitó G erm ania en 121-122. D esem peñó la
cuestura y, durante un año, fue legado del procónsul de
Asia, probablem ente Pompeyo Falcón. Por recom endación
de A driano, desem peñó las m agistraturas del tribunado de la
plebe y de la pretura. A driano, probablem ente, visitó la rica
región de Cirta. Igualm ente, el em perador estuvo en Tibilis,
localidad próxim a a Cirta. En H adrum etum (Sussa) nació el
ju rista P. Salvio Iuliano, a quien A driano encom endó codifi
car los edictos de los pretores.
En Africa, A driano tom ó una m edida de gran trascenden
cia económica, que indica su interés por las clases bajas, de lo
que se habla en otro lugar.
Capítulo VII
Monumentos en Roma
D entro de Roma, el grandioso tem plo de Venus y de
Roma fue el edificio más espectacular. Las causas de la ru p
tura entre Adriano y A polodoro fueron las ideas contrarias so
bre la construcción de este templo. Al decir del historiador
Dión Cassio, el propio em perador planeó el edificio, consa
grado a Venus como protectora de la gens Iulia, a la que p er
teneció Julio César, y a Roma, cabeza del Im perio. Su cons
trucción se inició en el año 121, con ocasión de las fiestas del
Natalicio de Roma. Se term inó por el sucesor, A ntonino Pío.
El m onum ental tem plo se erigió entre el anfiteatro flavio y el
Foro Romano. H ubo que dem oler las construcciones de la
época de N erón y de la República, y desplazar el gigantesco
coloso de Nerón-Helios a las proxim idades del anfiteatro fla
vio. El tem plo de Venus y de Roma se levantó sobre una mole
de 150 m etros de longitud, flanqueada en los lados largos
p o r dos pórticos columnados. En m edio de ellos se encontra
ban dos propileos que rom pían la doble hilera de columnas.
En realidad se trataba de dos celas opuestas, unidas p o r las
curvas tangenciales de sus respectivos ábsides. El espacio que
daba libre p o r detrás y por delante. El tem plo se alzaba sobre
un estilóbato de varias gradas. Las celas se cubrían con bóve
das de cañón, que requerían anchos muros con nichos para
colocar las estatuas. Las paredes estaban recubiertas de m ár
mol. El tem plo era seudodíptero, con diez columnas en los
frentes m enores y veinte en los largos. La cela se elevaba so
bre unas gradas. La bóveda, que cubría las dos celas, estaba
decorada con casetones. Los muros eran de horm igón, reves
tido con ladrillo y forrado con placas de m ármol. Se conoce
bien la planta del edificio. Se conservan los dos ábsides y p ar
te- de los m uros de las celas. Adriano pretendió, con la cons
trucción de este gigantesco templo, rivalizar en tam año y ri
queza con los grandes santuarios de O riente, com o los de
Baalbek en Siria, y con el Olim pieion de Atenas, term inado
p o r el em perador. En su época fue el mayor tem plo de Roma.
M onedas acuñadas por A ntonino Pío reproducen su aspecto.
Las de A driano tienen la figura de otro tem plo, construido en
h o n o r de Matidia, que fue el prim er tem plo levantado a una
em peratriz.
O tras im portantes construcciones de Roma se deben a la
pasión constructora de Adriano. El em perador reestructuró
el sector del Cam po de Marte, que se extendió desde las T er
mas de A grippa al mausoleo de Augusto, según u n m odelo
pensado para consagrar este barrio al culto del em perador.
Restauró, al sureste, el tem plo en h o n o r de los príncipes di
vinizados y los Saepta Iulia, que servían de lugar de paseo. En
tre los Saepta y el santuario de Isis, construyó un porche m o
num ental. Al noroeste de los Saepta se levantó el tem plo con
sagrado a Matidia, divinizada en el año 119. A driano se portó
muy bien con sus familiares, y es un rasgo que habla en favor
de su carácter. Está representado en un m edallón acuñado en
el año 120-121, rodeado de altos pórticos. Al este de este tem
plo se construyó el dedicado a A driano divinizado, y al n o
reste de éste, el levantado en h o n o r de Marco Aurelio, de
lante de su colum na. Al este de este barrio, próxim o a la Vía
Lata, se erigió un pórtico. Todo se planeó para u n ir los m o
num entos dedicados al culto im perial con el altar de la Pax
Augusta. A driano rehízo el terreno próxim o al Ara Pacts, le
vantando el suelo de la época flavia; igualm ente, elevó el So
larium Augusti sobre el suelo original.
El Panteón fue consagrado por A grippa en al año 27 a.C.
Estaba dedicado a todos los dioses del Olimpo. Este Panteón
sufrió devastadores incendios en los años 80 y 110. Se hicie
ron en él im portantes restauraciones. Después, p o r causas
desconocidas, el Panteón se arruinó y fue reconstruido en su
totalidad p o r Adriano, en los prim eros años de su gobierno.
El Panteón que hoy se visita es obra de este em perador. El
edificio es de planta redonda de 43,50 m etros de diám etro.
Está cubierto por u n a bóveda hemiesférica de 43,50 m etros
de altura. Hasta que se levantó este m onum ento, nunca se ha
bría cubierto u n espacio tan grande. La luz penetra p o r un
óculo redondo de 8,92 m etros de diám etro, colocado en lo
alto de la cúpula. Se entraba al interior por dos cuerpos so
bresalientes, a m odo de própilon, con dos grandes nichos.
Delante de este própilon había un pórtico colum nado, for
m ado p o r ocho columnas lisas de granito gris, monolíticas,
ocho delante y ocho detrás.
En la construcción se em plearon ingeniosos medios téc
nicos: el interior del m uro es de buen horm igón de cal, cas
cote de travertino y fragm entos de ladrillos. Se suceden sobre
esta gruesa pared circular tres series superpuestas de arcos de
descarga, form ados p o r tres roscas de ladrillos bipedales, que
reciben parte del peso de la cúpula y lo trasladan a los ocho
grandes m achones que form an la osam enta del cilindro. La
cúpula es semiesférica y está form ada con cascotes de tufo y
escoria volcánica, que son materiales muy ligeros. El exterior
está forrado de ladrillos. En el arranque de la cúpula hay ar
cos de descarga.
El Panteón se construyó en tres fases: rotonda, própilon y
porche colum nado. Cada parte está yuxtapuesta. El exterior
estaba revestido con placas de m árm ol y estuco. La cúpula es
taba cubierta con tejas de bronce dorado. Las tejas de bron
ce se las llevó Constante II en el año 655. Se ha conservado la
p uerta de bronce y la decoración interior de márm oles usa
dos, en el pavimento, en las paredes, en los nichos, en las co
lum nas y en las cornisas. En el epistilio del pórtico se en
cuentra aún el nom bre de Agrippa. Ello se debe a que a
Adriano no le agradaba que su nom bre figurara en sus cons
trucciones, salvo en el templo que consagró a su padre adop
tivo, Trajano, eñ el Foro de Trajano.
El Panteón es la única obra arquitectónica que ha llegado
intacta en lo esencial. Es de una gran originalidad. Expresa
una concepción arquitectónica típicam ente italorrom ana.
El Panteón se llamaba así porque, como afirmó Dión Cas
sio, guardaba las imágenes de muchos dioses, entre las que se
encontraban las de Marte y Venus. Su form a circular lo asi
milaba al cielo. El Panteón no es un tem plo en el sentido ro
m ano de la palabra. Agrippa lo levantó para h o n rar a la fa
milia de César; p o r esta razón colocó las imágenes de Marte,
de Venus y de Augusto. A driano quiso en este edificio sacra-
lizar la totalidad cósmica del Im perio rom ano. Es de una gran
sencillez y unidad. U na novedad consistió en que no tiene
otra luz que la que entra por la puerta y p o r el círculo colo
cado en lo alto de la bóveda. Es el centro de u n m undo ar
m onioso, como escribe R. Turcan.
Detrás del Panteón se encontraba la Basílica de N eptuno,
de la que sólo se conserva una exedra. Se construyó en fun
ción de la profunda rem odelación del sector. Com unicaba
con las Termas de Agrippa, tam bién restauradas. Su friso, con
parejas de delfines, acusan un m anierism o estilizado.
A driano se construyó para él y para sus sucesores, u n m au
soleo en la orilla derecha del Tiber, unido p o r un excelente
puente con el Campo de Marte. El mausoleo es una sepultu
ra circular con amplia cám ara funeraria. Su prototipo se en
cuentra en los mausoleos del tiem po de la República rom ana
y de Augusto, que habían transform ado las tumbas de cáma
ra y de túm ulo de las necrópolis etruscas. Se ha supuesto que
tenía un túm ulo cónico coronando el cilindro que se elevaba
sobre u n basam ento cuadrado de unos 15 m etros de altura. A
la cám ara funeraria se llegaba p o r una ram pa helicoidal. T an
to el exterior como el interior estaban decorados con m ár
moles y esculturas. Su altura debió de ser de unos 60 metros,
y su diám etro llegó a los 64 metros. Recibió los cuerpos de al
gunos A ntoninos, y de los Severos, Septimio Severo y de sus
hijos, Caracalla y Geta.
Los dos mausoleos, el de Augusto y el de Adriano, p re
sentan analogías formales y diferencias sensibles. El tam bor
del segundo se levanta sobre un basam ento cuadrangular de
15 m etros de altura. El conjunto queda realzado p o r la deco
ración de pilastras de m árm ol blanco y por el coronam iento
de estatuas. En el túm ulo, al igual que en el mausoleo de Au
gusto, se plantaron cipreses, árbol funerario p o r excelencia.
Estaba coronado p o r una cuádriga de bronce dorado, que re
presentaba la ascensión de Adriano al cielo. La entrada era
un vestíbulo abovedado, con un gran nicho ocupado p o r la
estatua de Adriano. La cabeza se conserva en los Museos Va
ticanos. En la cám ara central, a la que se llegaba p o r una ram-
pa en espiral, se depositó el cuerpo embalsamado del em pe
rador. U na novedad del m onum ento consistió en que la cá
m ara no era subterránea. El mausoleo de A driano sigue m o
delos helenísticos, pero con im pronta rom ana.
La Villa A driana es u n a de las construcciones más im pre
sionantes de toda la A ntigüedad. Su construcción se inició en
torno a 120, y se amplió hasta la m uerte del em perador. Era
un complejo residencial conform ado con toda clase de edifi
cios: tres teatros, dos bibliotecas (griega y latina), pórticos,
palacetes, estadios, exedras, termas, etc. Todo estaba adorna
do con excelentes mármoles, esculturas, pinturas, relieves y
columnas de todas las épocas. Tenía un gran estanque, de
122 X 19 metros, navegable para barcos ligeros. Estaba rodea
do de u n porche colum nado, arqueado y em bellecido con es
tatuas de m ármol, copias de originales griegos, como las Ama
zonas de Fidias y de Policleto, y las Cariátides del Erecteion.
Al fondo, y en el eje longitudinal, había un ninfeo, hoy lla
m ado Serapeo, debido a las estatuas de gusto egipcio encon
tradas en él. Es, en realidad, una grandiosa exedra cubierta
con una gran bóveda de lunetos ram pantes, recubierta de
mosaicos. El agua llegaba en cascada y alim entaba al estan
que. Las construcciones se agrupan en cuatro grupos princi
pales. No se distribuyeron según un plan simétrico general,
sino que producen la sensación de cierta anarquía. Los edifi
cios recibieron los nom bres de lugares griegos o egipcios. Así,
se denom inan: Plutonion, Academia, Poikilé, Likaion, Cano
po, Pritaneo, etc. Los m uros se levantaron según las técnicas
corrientes de horm igón revestido de ladrillo. Tam bién se uti
lizó el opus reticulatum, que en Roma había caído en desuso
p or aquellos años. Placas de m ármol o de estuco revestían los
muros. Las plantas de los edificios eran de u n a gran origina
lidad, al igual que las exedras, los patios y los nichos. Tam
bién fueron muy novedosas las cubiertas. Se em plearon bóve
das de m edio cañón, simples cúpulas.
En la Villa A driana quedó bien reflejado el carácter del
em perador, la satisfacción que sintió A driano en crear con
ju n to s nuevos, de gran originalidad, variedad e íntimos, que
invitan al recogim iento y a la meditación. Algunos edificios
están pensados para la recepción de huéspedes, para el baño,
para la lectura, para exponer obras de arte o de carácter mi
tológico. Sin duda, los diferentes conjuntos evocaban en el es
píritu de A driano recuerdos y sentim ientos que había tenido
con anterioridad. Algunos edificios, como el llam ado teatro
m arítim o, es u n a pequeña villa elegante, aislada m ediante un
canal que la rodea, arcadas de pórticos, de colum nados y con
acceso m ediante un puente levadizo. Se entraba a u n salón
cerrado, a uno con ábside y a un gran patio, por el que se pa
saba a las habitaciones privadas. Desde aquí se accedía a una
serie de cámaras, que term inaban en un largo corredor co
m ún, que serían, probablem ente, las habitaciones reservadas
a los invitados. Los pavimentos de estas cámaras, muy dife
rentes unos de otros, estaban cubiertos con mosaicos en blan
co y negro, muy típicos de estos años. Tam bién se decoraron
otras partes de la villa con mosaicos de figuras policrom adas,
que siguen las modas helenísticas.
La llam ada Plaza de O ro es una gran explanada de arca
das con peristilo, situada detrás de un supuesto conjunto re
sidencial. Es una sala octogonal con cuatro ábsides circulares.
El peristilo, en los lados largos, está rodeado p or criptopórti-
cos. Por el lado del fondo se pasa a una serie de salas unidas
a u n a construcción única y muy anchas. En los cuatro ángu
los de la planta cuadrada se habían colocado ábsides semicir
culares. Sobre la planta se inserta un juego de paredes curvi
líneas en sentido cóncavo y convexo en relación al centro,
que da lugar a un encabalgamiento de semicúpulas y de aber
turas con columnas. Las habitaciones se suceden y no debie
ron de tener nunca un destino utilitario. Parecen ser el final
de las posibilidades más audaces de las nuevas técnicas de
construcción, que com enzaron con los em peradores flavios.
Se observa un virtuosismo arquitectónico que es u n fin en sí
mismo, condenado a desaparecer, pues no tuvo continuación.
El Canopo evoca, ya el solo nom bre, recuerdos egipcios.
Es u n estrecho valle entre dos alturas. Sobre una de ellas se
construyó un complejo residencial. El Canopo estaba rodea
do de una serie de pequeñas construcciones rectangulares y
un estanque cerrado p o r una alta fachada arquitectónica. En
el centro brotaba, de un gran nicho, una cascada. En este lu
gar se encontraron las mejores copias del arte griego, de las
Cariátides del Erecteion de Atenas y u n a Amazona de Fidias.
La Villa A driana ofrece una bella im agen del m undo ro
m ano, con el O deón, el C anopo, los dos teatros, griego y
rom ano, el Serapeo, el Belvedere, el llamado Poekile y la Aca
demia. Este conjunto expresa m agníficam ente el carácter cos
m opolita de Adriano, y su religión, que abarcaba a los dioses
griegos, rom anos y egipcios.
La Villa A driana ofrece grandes novedades en la arquitec
tura, como com binaciones de edificios de planta circular o
exedras con cubiertas de gran originalidad. En la Academia,
el llamado tem plo de Apolo tiene una sala im presionante a
dos niveles bajo la alta cúpula hemisférica, hoy derrum bada.
El vestíbulo de la Plaza de O ro se adelanta m ucho tiem po al
ninfeo de Galieno. Según R. Turcan, la Villa A driana proce
de de un epicureism o ecléptico, a la vez inquieto y calculado.
U na obra que responde al espíritu artístico de la época
adrianea es el ninfeo de los Horti Sallustiani, cubiertos con
u na cúpula circular de 26,30 metros de diám etro.
A driano tam bién prestó especial interés a las restauracio
nes y a las reparaciones. Se renovó el tem plo de Cástor y Pó-
llux, en el Foro Republicano. Se dotó al T iber de u n nuevo
puente, llamado Aelius p o r el nom bre del em perador.
U na obra im portante y novedosa desde el punto de vista
de la construcción son las Seite Bassi, fechadas por las estampi
llas de los ladrillos entre los años 123-134, caracterizados p o r
las aristas nervadas, que presentan unos nervios form ados
p o r un arco Celular, que sirven de arm adura a la bóveda de
horm igón que se asienta sobre estos nervios. Al arco de des
carga en los muros y al refuerzo de las bóvedas de cañón se
añade un nuevo elem ento muy usado en el futuro en las cons
trucciones
El Arco de Benevento se term inó en tiempos de Adriano,
aunque su concepción del conjunto es de la época de Traja-
no. En él figura A driano ju n to a su predecesor.
Arquitectura adrianea en el Imperio
Los viajes de A driano a lo largo del Im perio estuvieron
acom pañados de una gran actividad constructiva. Por todo el
Im perio h an quedado testimonios de su interés constructivo.
Atenas
Oriente
Afinca
La escultura adrianea
Retratos del emperador y la emperatúz
Retratos de particulares
Relieves
Relieves neoáticos
La escuela de Afrodisias
Hispania
Sarcófagos adrianeos
A partir de los años del gobierno de Adriano se generali
zó el uso del sarcófago para depositar el cadáver, rito que te
nía antecedentes orientales: sarcófagos egipcios, chipriotas de
Amathus, en torno al 475 a.C., de Golgoi, del segundo cuar
to del siglo V a.C.; fenicios, Ahiram de Biblos, fechado en el
siglo XIII a.C. y de Sidón, siglo IV a.C.; micénicos, Higia Tria
da; griegos, de Klazomene, de las plañideras, siglo iv a.C.; de
Alejandro Magno, 325-311 a.C.; de la República romana, de Lu
cio Cornelio Escipión Barbato, cónsul del 298 a.C., de Esci-
pión el Asiático, de Paula Cornelia y de su esposo Escipión el
Hispano; etruscos, Tarquinia y Julio-Claudios, Caffarelli, etc.
El sarcófago va unido al rito de la inhum ación, que a partir
de A driano se extendió p o r causas desconocidas.
En Atenas, el clasicismo adquirió una vitalidad mayor,
como lo prueban los sarcófagos de la época adrianea, como el
adornado con niños, hallado en Ostia, hoy en el Museo de la
Ciudad, que tiene un correlato en el friso del Tem plo de Ve
nus, en el Foro de César, renovado p o r Trajano. El sarcófago
está esculpido por los cuatro lados. Es una obra cum bre del
arte adrianeo, p o r la finura en la realización de los cuerpos
infantiles, p o r la gracia y expresión de los movimientos. Su
paralelo más próxim o es la cista octogonal de L. Lucio Félix,
del Museo Capitolino, con amorcillos músicos. El m odelado
de las figuras es muy fino, y los volúmenes están bien estu
diados. Los niños en los sarcófagos aludían a la alegría de la
que gozarían en la ultratum ba. El ejem plar de Ostia procede
de un taller de Atenas, donde se han hallado otras piezas con
idénticos motivos.
Los motivos que adornan los sarcófagos están tom ados del
ciclo mitológico, particularm ente del simbolismo escatológi-
co relativo a la ultratum ba, al tránsito de la vida a la m uerte
o a la propia m uerte.
Ya en los sarcófagos etruscos hallados en T arquinia del si
glo ni a.C., o en las urnas etruscas de Chiusi, de la misma fe
cha, se representan mitos o leyendas griegas.
En el sarcófago del M etropolitan M useum de Nueva York,
las tres guirnaldas corresponden a diferentes episodios de la
leyenda de Teseo: delante del Laberinto, la ejecución del Mi
notauro y el abandono de Ariadna en Naxos. Los mitos de
Teseo, de Acteón, de Edipo o de Galatea son historias trági
cas. Representan los grandes dramas del teatro clásico, rep e
tidos, tam bién después, en los sarcófagos. Se trata de héroes
que m ueren víctimas del destino o de los dioses.
Los sarcófagos de Orestes y de las Nióbides se fechan en
tre los años 132 y 134. El prim ero se conserva en el Museo La
terano, y el segundo en el Museo Arqueológico Nacional de
Madrid. Este último representa el castigo infligido a Niobe y a
sus hijos por Artemis y Apolo, colocados en los recuadros la
terales, desde donde lanzan sus dardos mortales. El prim ero
narra la matanza de Egisto y de Clitemnestra po r Orestes, con
la ayuda de Pílades, el amigo inseparable de Orestes. C onti
n úa la escena en las que las Furias o Erinies comienzan a ator
m entar a Orestes con el rem ordim iento de su crimen. Las Fu
rias acercan serpientes al rostro de Orestes. En el extrem o iz
quierdo, Orestes se encuentra con el fantasma de su padre,
Agamenón, envuelto en un sudario, con el rostro dolorido. En
el extrem o derecho, Orestes, después de consultar al oráculo
de Delfos, salta por encim a de una de las Erinies próxim a a
convertirse en genios del bien, en Euménides. En la tapa del
sarcófago del Laterano se narran diferentes episodios del d ra
ma, aventuras de Orestes en Táuride, el reconocim iento de su
herm ana Ifigenia y la huida de todos en la nave.
U na variante de este mito es el sarcófago hallado en Husi
llos (Palencia), hoy en el Museo Arqueológico Nacional de
Madrid. En esta pieza, el espectro de Agamenón se sustituye
p or las Erinies en reposo, cansadas de perseguir a Orestes. El
m ito se representa en ocho sarcófagos. En el sarcófago con
servado en la Walters Art Gallery de Baltimore, de fecha algo
posterior, se representa el rapto de las Leucipides. Procedía de
u na tum ba que dio sarcófagos, algunos de los cuales son ya
de la época de los Severos. La tapa está decorada con victorias
sacrificando toros, tema muy del gusto de los años de Trajano.
U n sarcófago, en la actualidad en el Museo Nacional de
Nápoles, representa a Ulises descubriendo a Aquiles entre las
hijas de Licomedes. Las composiciones de tem a báquico se
pusieron de m oda en los sarcófagos. Dioniso era u n dios muy
vinculado a la ultratum ba, que concedía a sus devotos la in
m ortalidad. Las escenas báquicas eran muy del gusto de los
artistas neoáticos, tanto de la época de Augusto como de la
adrianea. Existe u n ejemplar, tam bién en el Museo de las T er
mas, que es un excelente ejemplo de los sarcófagos con este
m ito. Sigue la corriente neoática, muy del gusto de la época
de Adriano. A esta corriente helenística pertenece, proce
d en te de Ostia y guardado en el Museo de esta ciudad, un
niño m ofletudo que cabalga en u n a muía, seguido de u n es
clavo a pie. La expresión ingenua e infantil del niño, el gesto
d uro del esclavo y la expresión del rostro de la caballería es
tán m agníficam ente logrados.
U n m ito griego muy vinculado con la ultratum ba es el
rapto de Proserpina p o r el dios infernal Plutón, que decora
un sarcófago del Vaticano. El dios del Hades va en una biga
y sostiene en brazos a Proserpina, desvanecida, que se resiste
a ser llevada. Dos amorcillos sobrevuelan la escena: uno sobre
los caballos y el segundo sobre el carro. Delante del carro,
H erm es contem pla la escena, reconocible p o r su caduceo, y
Atenea, p o r su casco y escudo. Debajo de las patas de los ca
ballos, está tum bada la personificación de la T ierra M adre,
con u n a canasta llena de frutos apoyada en la pierna y un
buey colocado a su lado. En el lado derecho, Proserpina sube
a la superficie de la tierra en un carro tirado p o r dos ser
pientes aladas. Toda la escena alude a la vida de ultratum ba,
y contaba con u n a gran tradición en el arte funerario. Baste
recordar la pintura de una tum ba de Vergina, M acedonia, fe
chada hacia los años 340-330 a.C., con el mismo m ito.
El mismo sentido escatológico tiene la visita de Selene,
diosa de la noche, a Endim ión. Selene desciende del carro y
se aproxim a a su am ante, que duerm e tranquilam ente recos
tado en una deidad barbada, representación del m onte d o n
de el joven pastoreaba su rebaño. U n eros guarda el carro,
m ientras que u n a figura alada, colocada de pie, sostiene las
riendas de los caballos. U n amorcillo dorm ita. A ambos ex
trem os de la composición, dos amorcillos alados duerm en.
U no sostiene en su m ano u n a corona de flores, y el otro u n a
antorcha invertida, símbolo del sueño eterno. En la tapa, va
rios erotes sostienen guirnaldas. Las escenas de todos estos
sarcófagos son continuas. En un sarcófago hallado en Roma,
en la Vía Labicana, hoy en el Museo del Louvre, se re p re
senta u n thiasos m arino, tritones acom pañando a Nereidas,
que cabalgan m onstruos marinos. Unas m ujeres sostienen
guirnaldas de frutos y de hojas. Guirnaldas con carácter fu
nerario decoran ya las tumbas etruscas del siglo ill a.C., como
una de T arquinia y otras de Paestum de la misma fecha. Ero-
tes y águilas (ave de carácter funerario, pues al quem arse el
cadáver de los em peradores se soltaba un águila), sostienen
guirnaldas en la tum ba de los Valerii, en Roma, de la época
de Domiciano.
Todos estos sarcófagos deben de proceder de talleres lo
calizados en Atenas o en Oriente.
Mosaicos y pinturas
Los mosaicos de la Villa Adriana son un exponente exce
lente de la gran calidad alcanzada en la musivaria. Son poli
cromados, con finas y variadas tonalidades, como en los m o
saicos de las palomas bebiendo en u n recipiente; los de Baco
en un paisaje rocoso, donde pastan las cabras y corre un arro
yo ju n to a árboles; los de un león atacando a u n toro, en un
paisaje tam bién salvaje y desolado; los de un teatro; los de los
centauros atacando a tigres y a panteras.
Las teselas de los mosaicos son de pequeño tamaño. Al
gunos cuadros, como el de las palomas, siguen la tradición
helenística y, concretam ente, de Pérgamo. Son todos ellos
bu en exponente de un arte refinado y exquisito. El musivario
alcanzó un juego de tonalidades magnífico. De la época
adrianea es el mosaico de Ifigenia en Aulis de Antioquía. La
pin tu ra de Las Musas, de la casa de Las Musas de Ostia, se
data igualm ente en tiempos de Adriano.
Capítulo IX
Físico de Adriano
La Historia Augusta le describe de elevada estatura, de ele
gante figura, de cabello ondulado. Tenía una barba larga,
para cubrir las cicatrices que poseía en el rostro desde su n a
cimiento, y era de com plexión robusta.
Carácter de Adriano
La Historia Augusta describe el carácter de A driano como
contradictorio, severo y jovial, afable y duro, im petuoso y d u
bitativo, m ezquino y generoso, hipócrita y franco, cruel y
compasivo, y m udable en todo siendo una sola persona. En
las entrevistas era muy afable, incluso con las personas más
humildes, despreciando a aquellos que trataban de privarle
de la satisfacción de ser bondadoso, bajo pretexto de que así
preservaba su dignidad imperial. Aurelio Víctor le describe
en térm inos parecidos. A unque era voluble, complejo, in
constante y nacido como para ser juez de vicios y virtudes,
controlaba su apasionado espíritu con alguna form a de artifi
cio. O cultaba acertadam ente su carácter envidioso, infeliz, ar
bitrario e inm oderado en sus deseos, en exhibiciones fingía
contenerse, ser afable y benigno. Disimulaba su pasión por la
gloria. Ambos historiadores deben tom ar su juicio de lo es
crito p o r Mario Máximo. De sus retratos no se obtienen datos
sobre el carácter del em perador.
Dión Cassio celebra virtudes y defectos en el carácter de
A driano. En conjunto, cree que tenía un carácter benigno.
O pina que era muy ambicioso de p o d er y celoso. Aspectos
muy negativos de su carácter fueron su severidad en las eje
cuciones, tanto al comienzo como al final de su gobierno, y
su actitud inquisitorial. Defectos com pensados con su m eti
culosa vigilancia, su prudencia, su generosidad y su habilidad.
Censura el historiador su política seguida en el Este.
U n aspecto muy positivo de su carácter es que asistió a los
banquetes que ofrecían sus amigos. Visitó dos y tres veces al
día a los enfermos, incluso a algunos caballeros y libertos los
consoló, los anim ó con sus consejos y los invitó siem pre a sus
festines. La Historia Augusta concluye este párrafo afirm ando
que actuó en todo como simple particular, es decir, era un
ciudadano sencillo y nada orgulloso de su cargo. H onró a su
suegra con honores extraordinarios, como la celebración de
combates de gladiadores y otros homenajes.
O tro aspecto positivo de su carácter fue aceptar los m ejo
res senadores p o r su amistad. Sin embargo, la Historia Augus
ta acusa a A driano de que no supo guardar fidelidad a sus
amigos. Al final de su vida rom pió con muchos. Enriqueció a
sus amigos, aunque no le pidiesen ningún favor. A los que
solicitaban algo, no se lo negaba. A driano era muy dadivoso.
A los que llamaba al ejército, les proveía de caballos, muías,
vestidos, insignias militares y les pagaba los gastos de la n u e
va vida. Frecuentem ente enviaba regalos a sus amigos, p or
sorpresa, con ocasión de las fiestas Siquillarias y Saturnales.
Las prim eras se celebraban los últimos días de las segundas
en h o n o r de Saturno. Com enzaban el 17 de diciem bre y du
raban siete días seguidos.
Recibía con m ucho gusto los regalos de los amigos, y co
rrespondía, a su vez, con otros. La Historia Augusta afirm a que
sobrepasó a todos los reyes en liberalidades. A m uchos reyes
les hizo grandes regalos.
Un rasgo muy positivo del carácter del em perador fue
que, al subir al gobierno del Imperio, ignoró a los que habían
sido sus enemigos cuando era un particular. No tenía ningún
interés en que su nom bre figurase en las obras públicas; sin
embargo, dio su nom bre a unas doce ciudades, incluso a Car-
tago, a u n barrio de Atenas y a un núm ero grande de acue
ductos costeados a sus expensas.
O tro rasgo de su carácter era su am or a sus caballos y p e
rros, a los que construía sepulcros al morir.
Adriano, intelectual
Este aspecto lo destaca bien la Historia Augusta. Fue u n
gran aficionado a la poesía y a la literatura, y muy experto en
aritmética, geom etría y pintura. Se jactaba de su habilidad
para tocar la cítara y para cantar. Era inm oderado en sus d e
seos. Llegó incluso a com poner m uchos poem as en verso so
bre las personas a las que amaba. Era muy entendido en el
arte militar. Poseía m ucha facilidad para redactar en prosa y
en verso. Se rió, despreció y humilló a los profesores de todas
aquellas artes, p o r creerse más entendido que ellos. Compitió
con profesores y filósofos, y se publicaron p o r ambas partes li
bros y poemas en son de réplica. Gustaba a A driano el estilo
arcaico. Prefería Catón a Cicerón, Ennio a Virgilio, L. Celio
A ntipater a Salustio. Se consideraba capacitado p ara em itir
juicios sobre H om ero y Platón. Tenía tendencia a censurar a
los músicos, a los autores trágicos y cómicos, a los gramáticos,
a los retóricos y oradores. Con todo, honró y enriqueció a to
dos los profesores, a pesar de que los acosaba continuam ente
a preguntas. Trató con familiaridad a los filósofos Epicteto y
H eliodoro, a gramáticos, a retóricos y a músicos, a geómetras,
a pintores y a astrólogos y, sobre todo, a Favorino. A los maes
tros ineptos para ejercer su profesión los enriqueció, dio di
ferentes honores y después los destituyó. A driano ansiaba te
n er fama de buen escritor. Su autobiografía la entregó a unos
libertos cultos para que la publicaran en su nom bre. Debido
a su carácter intelectual, durante los convites se representa
ban tragedias, comedias, fábulas atelanas. Actuaban músicos
tocando una especie de arpa, lectores y poetas.
Tuvo una m em oria prodigiosa. Repetía de m em oria libros
leídos con toda rapidez. U na cualidad de A driano era que
dictaba, escribía, escuchaba y departía con sus amigos al mis
m o tiempo.
Se conocen algunos escritos de Adriano, que proporcio
n an una idea de su estilo. La Historia Augusta recoge u n p oe
m a que se intercam bió con Floro, y u n a alocución dirigida a
su alm a poco antes de morir. Se conserva el epitafio que com
puso a su caballo favorito. La inscripción de Lambaesis es el
discurso que el em perador dirigió al ejército. El Digesto reco
ge las respuestas enviadas p o r A driano a cuestiones legales
que le plantearon. Tam bién se conocen por los papiros de
Egipto algunos fragm entos de cartas oficiales. Las Sententiae
Hadriani son u n a colección de respuestas a los dem andantes,
para ser traducidas al griego como ejercicio escolar.
Juristas
Los tiempos de Adriano coincidieron con u n florecim ien
to del Derecho. Baste recordar a Salvio Juliano, de Hadru-
m entum (Africa), que fue colaborador del em perador; a Sex
to Pom ponio, al que se debe un Enqumdio, y a Q. Cervilio Es-
cevola, cuya obra fue muy utilizada en las Pandectas.
Gramáticos y lexicógrafos
D urante estos años floreció u n interés p o r la gramática
teórica y práctica. N icanor de Alejandría se dedicó al estudio
de la puntuación, y Apolonio Díscolo, igualm ente oriundo de
Alejandría y que vivió en Roma, escribió num erosos artículos
sobre el verbo, sobre los nom bres, sobre los pronom bres, so
bre las conjunciones, sobre la sintaxis, etc.
L. Iulio Vestino trabajó sobre el léxico de Tucídides, de
Demóstenes, de Iseo, de Trasímaco y de Isócrates. Elio Dio
nisio, el joven, natural de Halicarnaso, estudió las expresiones
áticas. Zenobio redactó en tres libros de proverbios un Epíto
me de proverbios de Dídimo y de Lucillo Tarrense, base del corpus
de los parem iógrafos medievales.
Historiadores
Los años del gobierno de A driano coincidieron con un
florecim iento de la Historiografía. C. Suetonio Tranquilo, pri
m ero fue magister epistolarum de Adriano. Caído en desgracia,
se dedicó a los estudios históricos. Se ha perdido parte de su
obra, com o los diez libros que llevaban p o r título Prata y De
vins illustribus, que trataba de la vida de famosos literatos ro
m anos hasta Domiciano. Se conservan los ocho libros De vita
Caesarum, publicados entre los años 119-121, que com pren
d en las vidas de los doce em peradores que gobernaron entre
César y Domiciano. Recoge muchas anécdotas sin crítica de
inform ación y sin análisis psicológico. Tuvo m uchos im itado
res, cuyas obras se han perdido.
E rennio Filón de Berito, Siria, compuso varias obras his
tóricas hoy perdidas, como Sobre el reino de Adriano, y los n u e
ve libros de la Historia de los fenicios, de la que se conservan
fragm entos en la obra de Eusebio de Cesarea. Propone una
interpretación evemerista de la mitología fenicia y m enciona
una obra de Sanchuniatón de Tiro, que vivió m uchos siglos
antes.
Flegón de Tralleis, liberto de Adriano, redactó dieciséis li
bros, después reducidos a ocho, sobre los participantes en las
olimpiadas.
Arriano
Plutarco
L. Anneo Floro
Retóricos
M. Cornelio Frontón, procedente de Cirta, África, enseñó
retórica y ejerció de abogado en Roma bajo el m andato de
Adriano. Redactó panegíricos en ho n o r de Adriano. No uti
lizó sus buenas relaciones en la casa imperial en provecho
propio.
La figura más destacada fue Juvenal, que se apartó decisi
vamente de la gran tradición de la sátira rom ana, representa
da p o r Lucilio y p o r Horacio. Su obra es im personal. Es u n
observador social. Las últimas sátiras son de u n tono m oral
elevado. En la mayoría de ellas despelleja el proceder hum a
no, p or vulgar y p o r sórdido. La sátira 7 es un ataque furi
bundo contra las mujeres en casi 7.000 versos. Juvenal des
precia los objetivos de la aspiración hum ana: poder, belleza,
fama, con ejemplos concretos sacados de la Historia. Juvenal
es un observador genial. Se fija en detalles significativos. Sus
sátiras tienen u n a gran fuerza imaginativa y poética.
Filosofía
El filósofo más im portante en tiempos de Adriano fue Epic
teto. Nació hacia el año 50 en Hierápolis de Frigia. Fue escla
vo durante muchos años. Nada se sabe de su niñez ni de la
educación que recibió. Llevado a Roma, entró al servicio de
Epafrodito, que era, probablem ente, el famoso liberto de Ne
rón. Quizá fuera preceptor de los hijos de su amo. Antes de al
canzar la manumisión, oyó las lecciones del caballero rom ano
Musonio Rufo, que era el estoico más famoso del m om ento en
Roma y que fue desterrado por N erón a Asia M enor en el año
60. Vuelto a Roma, fue expulsado nuevamente con ocasión de
la conjuración de Pisón a una de las islas Cicladas. Revocado su
destierro, tal vez por Galba, Vespasiano le favoreció. Nueva
m ente fue desterrado y retornó a Roma bajo Tito, que fue ami
go suyo. En esta época, 93-94, Epicteto debió de oír sus cla
ses. Su filosofía era la estoica con un fuerte tinte m oralizante.
A Epicteto le cogió la expulsión de Domiciano, decretada con
tra todos los filósofos, matemáticos y astrólogos, lo que indica
que hacia el año 94 era ya famoso en Roma. Epicteto se asentó
en Nicópolis, ciudad del Epiro, donde abrió escuela. Arriano
de Nicomedia fue alumno suyo en tom o al 110. En Nicópolis
le debió de visitar Adriano, que se hizo muy amigo del filósofo.
A rriano, hacia 180, publicó sus notas y las conferencias
del m aestro en dos colecciones muy amplias: dieciocho libros
de Diatribas y doce libros de homilías, además de un m anual,
Enquiridion, que recoge los pensam ientos más im portantes de
Epicteto. Sólo se conservan cuatro libros de Diatribas y el En
quiridion. En el siglo II, sus obras influyeron m ucho en el p e n
sam iento filósofo de Favorino, de A. Gellio y de Marco A ure
lio. El influjo del pensam iento de Epicteto en el cristianismo
fue grande. Celso, el mayor enem igo, y el más inteligente, del
cristianismo, contrapuso la figura de Epicteto a la de Cristo.
O rígenes y Gregorio N acianceno alabaron la vida del filósofo.
Los autores cristianos del siglo IV se sirvieron de sus doctrinas,
tanto para la educación de los monjes como de los laicos, y
encontraron en el Manual un verdadero código de ascetismo
que, con ligeras variantes, podía servir de regla de la vida cris
tiana. Las enseñanzas de Epicteto se basaron, fundam ental
m ente, en la Stoa, con influencias de Posidonio de Apamea,
de Platón y de Aristóteles. Sin em bargo, en sus enseñanzas es
tuvo ausente el interés p o r el conjunto sistemático de las co
sas. Carecieron de im portancia en sus enseñanzas la filosofía
natural y la lógica. El pensam iento de Epicteto fue, funda
m entalm ente, ético, al servicio de la educación del individuo
con el fin de obtener la libertad interior y el com portam ien
to inalterable. Epicteto no habló de hacer sabios o eruditos a
sus discípulos, sino de foijar hom bres. La filosofía no consis
tía en u n sistema de doctrina, sino en hallarse preparado para
todos los acontecimientos.
La ética fue de carácter religioso y pidió continuam ente
que se diera gracias a Dios. Epicteto fue un hom bre p rofun
dam ente religioso. No trató el problem a de la naturaleza de
dios. Su ética apeló a la razón responsable, que sustituye a la
divinidad. No se interesó en la teoría sistemática del conoci
m iento ni en la antropología. En ciertos aspectos y en su pos
tura intelectual, fue el filósofo de la Antigüedad más próxim o
a Cristo. Por otra parte, Epicteto representó una fase caracte
rística en el proceso de destrucción de la filosofía griega.
El cuidado del alum no p o r parte de Epicteto era total. Se
extendía a su limpieza, a su trato y a su vestido, especialm en
te con los ignorantes. Las lecciones no consistían en diálogos
o declamaciones únicam ente. Tom aba de los autores estoicos
la m ateria de sus cursos. Leía un pasaje, lo com entaba, lo in
terpretaba y añadía reflexiones morales. En sus lecciones de
bía de servirse de escolares mayores. Los alum nos procedían
de Grecia y de Italia.
Medicina
Sorano ejerció la m edicina en Roma en tiempos de Traja-
no y de Adriano. Nació en Efeso. Estudió en Alejandría. Es el
representante más im portante de la escuela metódica. Sus es
critos tratan no sólo de medicina, sino también de filosofía y
de gramática. Se interesó m ucho por la Historia. U na caracte
rística suya es el manejo de las fuentes, que siempre cita. Ex
plica todas sus afirmaciones muy detalladam ente. O tra carac
terística es el uso de comparaciones sacadas de la zoología y
de la agricultura. Escribió obras filosóficas. Ju n to a un núm e
ro elevado de filósofos, m enciona a los médicos Hipócrates,
Diocles, Herófilo, Erasístrato, Andreas, Asclepiades y otros.
Igualm ente, publicó obras literarias y de gramática. Su
obra principal, en diez tomos, es Historia literaria e histórica de
las biografías de médicos, intercalando artículos sobre las opi
niones de los médicos, sobre preguntas teóricas y prácticas.
La vida de Hipócrates de Suida es de Sorano. Como fuentes para
su obra utiliza las cartas de Hipócrates.
Trató también, a juzgar por los fragm entos conservados,
problem as referentes a la creación del hom bre, a las funcio
nes del cuerpo y del alma, y a la ordenación de las partes del
cuerpo, desde la cabeza hasta los pies. Conocía bien la litera
tura universal. E ntre los gramáticos cita a Apión, a Apollodo
ro, a Aristarco, a Aristónico y a Filoseno. E ntre los filósofos, a
Platón, a Aristóteles, a Heracleides Póntico y a Crisippo. En
tre los médicos, a Hipócrates, y entre los poetas, a H om ero, a
Hesiodo, a Píndaro, a Sofrón, a Callimaco, a Licofrón, a Apo-
lonio Rodio, a Orfeo, a Aristófanes, a Empédocles, a Epicar-
mo y a Euforión, de todos los cuales cita versos.
Escribió dos obras im portantes, entre otras muchas, sobre
ginecología. La más pequeña, en dos tomos, da consejos a las
com adronas. La mayor, en cuatro volúmenes, versa sobre gi
necología y trata los anticonceptivos.
Sorano fue muy estimado p o r autores cristianos, como
T ertuliano y Agustín.
Capítulo X II
P r ó lo g o ............................................................................................... 5
Capítulo I ........................................................................................... 7
Fuentes . . ..................................................................................... 7
Patria e infancia............................................................................ 8
Carrera militar y política............................................................. 13
La religiosidad de A d r ia n o ....................................................... 17
Adivinación, astrologia y m agia................................................. 21
Adivinación............................................................................... 21
Astrologia.................................................................................. 29
M a g ia ........................................................................................ 35
Adriano y los cr istia n o s............................................................. 39
Capítulo I I ......................................................................................... 41
El gobierno. El S e n a d o ............................................................. 41
Los procuradores ecu estres....................................................... 43
Los senadores h isp a n o s............................................................. 48
Los caballeros hispanos en tiempos de A driano.................. 51
Capítulo I I I ......................................................................................... 53
A dm inistración............................................................................ 53
Disposiciones administrativas.................................................... 56
Documentos en lengua g r ie g a ................................................. 64
Gobierno. Administración de la justicia. Legislación . . . . 78
Espectáculos p ú b lic o s ................................................................ 80
Capítulo I V ......................................................................................... 81
La política agraria......................................................................... 81
Capítulo V ........................................................................................... 89
Adriano y el ejército . ................................................................. 89
El ejército romano de A fr ic a .................................................... 95
Discurso de A d ria n o ................................................................... 96
La revuelta de Bar K ok h b a....................................................... 109