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ESPIRALES DE FUERZA

Los movimientos técnicos de las disciplinas marciales son extremadamente


sofisticados y rara vez se desarrollan en un solo plano (frontal, sagital o
transversal).

Generalmente se desarrollan en las tres dimensiones del espacio, siguiendo


trayectorias complejas: esféricas, elípticas, en espiral...

La esfera y la espiral son evidentes en las técnicas del Aikido, los


movimientos del Pakwa y las formas del Taijiquan, pero incluso cuando las
técnicas parecen lineales, las trayectorias de la fuerza son diferentes de lo
que parecen.

Incluso técnicas tan conocidas como los golpes "rectos" del kárate (giaku
tzuki; kizami tzuki...) siguen trayectorias que parecen lineales en
apariencia, pero que en realidad son helicoidales.

Esto se debe a que las técnicas que siguen trayectorias de fuerza "en
espiral" son mucho más potentes. Su energía, por tanto, es tanto mayor
cuanto más alejado del punto de impacto esté el origen desde el que
comienza a desarrollarse. De ello se deduce que un puñetazo que parte del
hombro es menos potente que uno que parte de la cadera y éste, a su vez, es
menos potente que uno cuyas ondas de fuerza se han desarrollado desde...
los pies (y, por supuesto, el suelo).

Al ejecutar una técnica, la atención del principiante se centra en el punto de


salida de la fuerza (el puño, la mano, el codo, etc.). Con el paso del tiempo,
sin embargo, se empieza a cultivar una mayor conciencia de esas
articulaciones articulares a través de las cuales "sube" la fuerza en espiral,
multiplicando su energía al pasar de una articulación a otra. Un marcialista
experto, aunque diera una simple bofetada, golpearía realmente... con los
pies.

El inicio de este proceso desde el suelo lo explica Mantak Chia de la


siguiente manera:

"El movimiento en espiral, iniciado a la altura del tobillo, enlaza con el de


la rodilla, el siguiente elemento crucial para transferir la fuerza de la tierra
hacia arriba.
Esto se consigue manteniendo el pie firme en el suelo y rotando
ligeramente la rodilla hacia fuera junto con el fémur.

Este movimiento hace que la tibia y el peroné de la pantorrilla se crucen de


tal forma que generan una fuerza muy grande. Las pruebas han demostrado
que de esta forma la rodilla puede soportar una fuerza de aproximadamente
una tonelada. Cuando este movimiento se realiza correctamente, los
tendones envuelven los huesos, generando una fuerza muy grande. En esta
posición, la rodilla, el tobillo y el suelo son uno.

Al mismo tiempo, la fuerza que sube desde la tierra pasa por las rodillas y
no se queda atascada allí'.

Evidentemente, la fuerza continúa entonces su ascenso, pasando y


amplificándose a través de las diferentes articulaciones, siempre que estén
libres, abiertas y relajadas. La energía de un puñetazo o de un empujón,
partiendo del suelo, llegará entonces a las caderas, pasará por la columna,
los hombros, los codos, las muñecas, y guiada por el "centro" (el tantien, el
núcleo...) se manifestará en el punto de emisión.

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