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CARRERA: LETRAS

CURSO: 1° SECCIÓN: ÚNICA AÑO: 2022

ASIGNATURA: HISTORIA DE LA CULTURA Y UNIVERSAL. CLASE: 3

UNIDAD III “LAS CONGREGACIONES RELIGIOSAS COMO FOCOS DE CULTURA”

Los religiosos de diversas Órdenes acompañaron a los españoles desde el inicio de la conquista
de América y la labor de los misioneros en nuestro país desde mediados del siglo XVI dejó un
legado que hasta hoy forma parte de la identidad de Paraguay. Mercedarios, dominicos,
franciscanos y jesuitas son los nombres de las principales órdenes religiosas que llegaron hasta
nuestro país.

3.1 LOS FRANCISCANOS EN PARAGUAY

Al conocerse en España la muerte del adelantado don Pedro de Mendoza, el Rey envió como
veedor a Alonso Cabrera que partió de España a comienzos de 1538 trayendo consigo cinco
franciscanos para la conversión de los indios. Tras infructuosos intentos por entrar en el Río de
la Plata a causa de la fuerza de los vientos, la nave Marañona tuvo que refugiarse en el Puerto
de los Patos, en tierra firme, frente a la isla Santa Catalina.

Sólo se conocen los nombres de dos de los cinco franciscanos que desembarcaron: Fray
Bernardo de Armenta, natural de Córdoba (España), superior de la misión y fray Alonso
Lebrón, natural de las islas Canarias. Al bajar a tierra, Armenta fundó la Custodia Franciscana
del Nombre de Jesús en 1538.

Durante su estancia en las costas brasileñas, los frailes aprovecharon la presencia de tres
cristianos, que hacían de intérpretes, para iniciar su labor misionera. Hicieron muchas leguas
de camino buscando a los indios, a quienes los bautizaban y casaban "en breve tiempo".

Tal fue el entusiasmo de Armenta en su trabajo apostólico que desoyó las órdenes de Cabrera
y decidió quedarse en la isla junto con su compañero Lebrón. Durante tres años estos
religiosos adoctrinaron a los nativos del lugar, aprendieron su lengua y sus costumbres e
incluso solicitaron al Consejo de Indias "labradores y artesanos de toda clase" para ensayar
con ellos una vida sedentaria, base necesaria para un futuro poblamiento.

Cuando el adelantado Alvar Núñez Cabeza de Vaca arribó a la isla Santa Catalina en marzo de
1541, encontró a los religiosos Armenta y Lebrón, quienes le informaron acerca de los
cristianos del Río de la Plata a quienes venía a socorrer. Enterado Alvar Núñez del
despoblamiento de Buenos Aires, decidió dirigirse por tierra al Paraguay llevando consigo a los
dos religiosos.
Durante la travesía, desde las costas del mar hasta Asunción, tuvieron que abrirse camino en la
selva, cruzar torrentosos ríos y salvar las "cataratas del Iguazú". Así pues, los franciscanos
Armenta y Lebrón son copartícipes con Alvar Núñez Cabeza de Vaca del descubrimiento de las
cataratas del Iguazú.

En el trayecto y aun después de llegar al Paraguay, se produjeron serias desavenencias entre


el Adelantado y los religiosos que fueron los primeros franciscanos en venir a nuestro territorio
y una vez en Asunción, donde llegaron el 11 de marzo de 1542, los capitanes y oficiales reales
se opusieron al "absolutismo" de Alvar Núñez, formando dos bandos en los que se
embanderaron los religiosos y clérigos. Entre los antialvaristas figuraban Armenta los clérigos
Andrada y Lezcano y el gerónimo fray Luis de Herrezuelo. Apoyaban al gobernador fray Juan de
Salazar, el mercedario, Miranda Villafañe, y otros.

Según de las declaraciones de Armenta: "Llegado que fue a este pueblo del Paraguay, llamado
la Asunción, donde estaban y moraban los cristianos que en esta provincia había, andaban
todos muy pacíficos y con mucho mantenimiento hecho por su trabajo e industria, y los indios
del y su comarca buenos y de paz y servían muy bien a los cristianos en nombre de Vuestra
Majestad, y donde hallé que los indios recibían bien las cosas de nuestra santa fe católica,
viniendo continuamente a la doctrina y misa; lo cual se enfrió con la venida de Alvar Núñez
Cabeza de Vaca, porque públicamente decía que donde no había oro ni plata no había
necesidad de bautismo, y defendía con tanta instancia esto, que yo empecé a hacer una casa
de doctrina y no permitió que los indios de la tierra me ayudasen...; y por no hacerla en el
pueblo de los cristianos, tuve necesidad de hacerla a dos leguas del pueblo entre los indios. Y
asimismo, por la mala orden y tratamiento que hizo a los indios, se inquietó la tierra en tal
manera, que hubo necesidad de hacerles guerra para apaciguarlos, de donde, redundó daño
en los indios y muerte de algunos cristianos"

Luego del apresamiento de Alvar Núñez, Armenta preparó su deseado retorno a Santa
Catalina; pero antes escribió su Informe al Rey, donde pidió un obispo para Asunción y justicia
para los indios vendidos como esclavos: Pedía al Rey que mandara remediar ese mal en
beneficio de los indios y quietud de la Provincia.

A pesar de todas las acusaciones que Alvar Núñez hace contra estos religiosos, su labor
misionera no puede ser empañada ni sufrir mella; al contrario, la persecución sufrida en todo
tiempo, incluso en el ámbito religioso, al tener que afrontar un proceso contra el gerónimo
fray Luis de Herrezuelo, que se consideraba juez y conservador de la Orden Franciscana en el
Paraguay, demostró su entereza y firmeza ante la adversidad e hizo que sus nombres
perduraran en las páginas de la historia como adalides de la fe cristiana.

Los padres Armenta y Lebrón regresaron a Santa Catalina a proseguir sus trabajos apostólicos
en 1544. Dos años después murió en ese mismo lugar fray Bernardo de Armenta en plena
actividad misionera. Fray Alonso Lebrón cayó en manos de piratas mientras viajaba a España y
no se tuvo más noticias de él.

3.2 FRAY ALONSO DE SAN BUENAVENTURA

Hablar de fray Alonso de San Buenaventura, es hablar del inicio de las reducciones en el
Paraguay. Junto con su gran amigo y discípulo fray Luis Bolaños, este misionero ensayó el
adoctrinamiento en lengua nativa y redujo para el efecto a los indios nómadas, a quienes los
organizó para mejor "predicar y doctrinar" venciendo de esta forma los dos grandes
obstáculos que suponían la transmisión del mensaje cristiano: su lengua y su vida nómada.
Fray Alonso tomó el hábito franciscano en el convento de Nuestra Señora de Loreto, en la
Provincia de Andalucía; allí permaneció hasta la conclusión de sus estudios y su ordenación
sacerdotal.

En 1572 se embarcó rumbo al Paraguay junto con otros doce frailes de su Orden, entre ellos
fray Luis Bolaños, en la expedición de Juan Ortiz de Zárate. Llegó en 1575 a su destino, luego
de haber distribuido a los religiosos entre los conventos y misiones de Tucumán y del litoral
argentino.

El día 8 de febrero de 1575, fray Alonso de San Buenaventura y fray Luis Bolaños llegaron a
Asunción; como en la ciudad no había convento franciscano, a pesar de haber habido
presencia de los hijos de Francisco desde los inicios de la conquista, tuvieron que alojarse en
una de las ermitas, para desde ahí ocuparse de la conversión de los indios del distrito.

. Diez años de continua labor misionera en el Paraguay -1575-1585, año en que fray Alonso
volvió a España en busca de más religiosos para las nacientes reducciones- fueron suficientes
para que redujera "copiosísimo número de gentiles al gremio de la Santa Iglesia, erigiendo más
de cuarenta iglesias" y dejando en el recuerdo de los naturales un entrañable cariño y una
gran admiración.

Sus sandalias franciscanas recorrieron las serranías de los Altos, y la legendaria provincia del
Guairá. Volvió a Asunción junto con Bolaños y sus dos primeros frutos nativos: Gabriel de la
Anunciación y Juan Bernardo, y luego de cooperar en la fundación del primer convento
franciscano y asistir a la ordenación sacerdotal de fray Luis Bolaños en 1585, dio inicio junto
con éste y los novicios guaireños, a las reducciones de Itá y Yaguarón.

3.3 FRAY LUIS BOLAÑOS

Figura cumbre de las misiones franciscanas e indiscutido apóstol del Paraguay, fray Luis
Bolaños nació en Marchena Andalucía en 1549 o 1550. Muy joven aún ingresó en la Orden
Franciscana y vistió el hábito religioso en el convento de Santa Eulalia, cerca de su pueblo
natal. Allí hizo profesión religiosa y cursó los estudios eclesiásticos hasta ordenarse de diácono.

Se alistó como misionero voluntario; junto con otros 11 franciscanos vino en la expedición de
Juan Ortiz de Zárate; llegó al Paraguay en compañía de fray Alonso de San Buenaventura en
1575 Su labor misionera se inició en la comarca asuncena, para luego adentrarse junto con su
maestro y compañero fray Buenaventura, en los montes del Jejuí, donde los indios "se habían
revelado" bajo el mando del cacique Overa. A su vuelta fundó la primera reducción estable en
el paraje de los Altos y una vez organizada y encaminada dicha doctrina volvió con su
compañero, fray Buenaventura, río arriba, hacia el Pitum, donde fundó las reducciones de
Ypané, Guarambaré, Atyrá, Tobatí y otras.

Expuso su vida entre los tupíes antropófagos al penetrar los bosques ribereños al río Iñeay,
Provincia de los Tayoabás. Siempre en compañía de su maestro, llegó hasta el Tieté, donde
Azara encontró "los vestigios de la cruz de Bolaños".

Si no fuera porque Melgarejo, fundador de la Villa Rica del Espíritu Santo, los expulsara de su
territorio por defender a los indios que trabajaban como esclavos en las minas de hierro que
fundía en la citada villa, Bolaños y Buenaventura hubieran permanecido por más tiempo en el
Guairá, donde atendía a los españoles e indígenas en sus necesidades espirituales y materiales.
En el Guairá se unen a Bolaños y Buenaventura dos jóvenes dispuestos a ingresar en la Orden
Franciscana y con ellos, actuando como lenguaraces, fundan a su vuelta las reducciones de Itá
y Yaguarón en 1585. Un hecho importante en la vida de Luis Bolaños constituyó la llegada del
obispo fray Alonso Guerra en 1585, quien lo ordenó de sacerdote después de 10 años de
estancia en el Paraguay.

Con ayuda de fray Gabriel de la Anunciación, Bolaños tradujo al guaraní el catecismo límense
aprobado en 1583; desde entonces su autor fue considerado como gran conocedor de la
lengua por haber sido el primero "que la ha reducido a arte y vocabulario, y traducido en ella la
doctrina, confesionario y sermones...". El Sínodo de Asunción celebrado en 1603 lo reconoció
como catecismo único y recomendó que fuese recitado con frecuencia en el hogar durante las
ocupaciones cotidianas, durante el camino, en las faenas del campo, etc. El catecismo de
Bolaños fue la que modeló la fe cristiana en las reducciones franciscanas y jesuíticas del
Paraguay a lo largo de los siglos XVII y XVIII.

Aunque casi siempre vivió en la selva con los naturales, no descuidó la lectura y organizó un
archivo conventual en Asunción. Fue toda una autoridad en su tiempo: Hernandarias le
consultaba sobre problemas indígenas y los misioneros sobre temas doctrinales, como el
espinoso caso del matrimonio de los indios. Certificó el martirio de fray Juan de San Bernardo
en 1624 y el de Roque González de Santa Cruz en 1629, pocos días antes de su muerte.

El franciscano Luís de Bolaños se destacó por crear la “reducciones”, que tan famoso habrían
de hacer después a los Jesuitas. Concibió la idea de “reducir” a los nómadas pobladores de la
región en comunidades fijas y estables. Así fundaron una extensa red de pueblos en Paraguay.
No utilizaron violencia sino persuasión. Con humildad, aprendiendo el idioma y comiendo los
mismos frutos y la misma caza que los guaraníes, se ganaron su confianza.

Cargado de años, después de fundar reducciones en el sur, como Itatí, Baradero y otras, se
retiró en el Convento de San Francisco de Buenos Aires, donde casi ciego, pero con la mente
clara, vivió sus últimos años rodeado de sus hermanos de hábito.

Murió el 11 de octubre de 1629 y sus restos descansan en el mismo convento donde acabó sus
días. En 1979 parte de sus reliquias se trajeron al Paraguay y hoy reposan en una urna de
mármol junto a las del mártir paraguayo fray Juan Bernardo, en la iglesia de los Padres
Franciscanos de Asunción.

De esta forma Bolaños volvió al Paraguay, a la tierra a la que dedicó medio siglo de su vida al
servicio del indio guaraní; al conservar su lengua traduciendo el catecismo a la vernácula; al
cultivar los valores nativos guardados en las reducciones por él fundadas y al modelar la fe
cristiana de los nativos. Su nombre, sus pueblos, sus leyendas, sus discípulos y sus reliquias,
constituyen para el Paraguay uno de los valores más preciados, símbolos de gratitud al apóstol
del Paraguay, fray Luis Bolaños.

3.4 CARACTERES DE LA EVANGELIZACIÓN

El paso inicial para establecer estos nuevos pueblos de indios consistió en los bautizos masivos
de los naturales, sobre todo en los centros de población de mayor número de habitantes. La
reacción de los indios fue aceptar a estos nuevos amos de la tierra, que no les exig ían tanto
como sus antiguos señores. Con grandes esfuerzos, los habitantes de cada nuevo pueblo
congregado, construían su iglesia o convento que funcionaba como el corazón o centro de la
nueva organización política.
La instrucción religiosa que ofrecieron los franciscanos a los nuevos conversos fue muy
elemental, por la urgencia que tenían en ganar almas. Se enseñaban los dogmas
fundamentales del cristianismo, sobre todo la existencia de un Dios único. Al aceptarlo se
pasaba al bautizo y luego se daba la catequesis en cada población indígena. Para ello daban
políticas ilustradoras a las élites indígenas, explicándoles la religión cristiana y lo referente a la
vida y organización de la iglesia. Para el resto de los habitantes de los nuevos pueblos la
enseñanza religiosa era elemental y la llevaban a cabo con apoyo de los fiscales o mandones,
previamente capacitados por los frailes. Estos ayudantes indígenas se conocieron como
"temachtinis" o maestros indígenas.

El primer paso en su labor sistemática, para educar a los indígenas bajo los principios del
cristianismo, se hizo con los hijos de los nobles (pipiltin). Su objeto fue dar seguridad a la clase
dominante, manteniendo de esta manera su posición relevante ante el conjunto de la
sociedad. Con ello no los desplazaban de inmediato y seguían en el puesto de mando.

Al tener los Franciscanos, en sus manos, la formación de la nobleza futura, su control sobre los
pueblos indios estará arraigado. Así solicitaron a los nobles que cedieran a sus hijos para
iniciar con ellos la formación cristiana de todo el pueblo, a largo plazo y de manera
permanente.

3.5 LOS FRANCISCANOSY EL PATRIMONIO CULTURAL RELIGIOSO DEL PARAGUAY.

Los primeros misioneros franciscanos no sólo evangelizaron a la población nativa, sino dieron a
la identidad paraguaya un perfil propio, en una suerte de mestizaje cultural, como
convergencia de lo hispánico con lo indígena.

La gran influencia de los franciscanos si hizo sentir en 1603, cuando fue convidado el Primer
Sínodo de Obispos del Río de la Plata, en Asunción, por Fray Martín Ignacio de Loyola.

Allí fue aprobado el “Catecismo Breve”, la traducción al Guaraní del Catecismo de Lima (1583)
hecha por Bolaños, y se ordenó su uso para la enseñanza de la doctrina cristiana. Con su
sistema de Reducciones abiertas, en comunicación con las organizaciones dependientes de la
Corona Española, el trabajo de los franciscanos tuvo un excepcional resultado.

Muchos de los pueblos originalmente Franciscanos conservan hoy no sólo aquella esencia
colonial en la que el cántaro de agua fresca en el portón de la casa es una de las tradicionales
más propias, sino también en la afición a imágenes talladas que son obras de arte de
excepcional valor y belleza.

Las imágenes talladas en madera hoy son componentes del patrimonio cultural religioso del
Paraguay, en el estilo llamado Barroco Hispano-Guaraní. Los magníficos retablos de Yaguarón,
Atyra, Tobatí y Piribebuy, que datan casi todos del siglo XVIII, las tallas de imágenes sacras y los
exquisitos púlpitos que se encuentran en Capiatá, Valenzuela, Altos y otras localidades, son los
elementos visuales de incomparable valor que testimonian la presencia franciscana en el
Paraguay.

Poco se sabe de los artistas que trabajaron en la creación de tan preciosas obras, sólo conoce
el nombre de Souza Cavadas, un portugués que realizó las magníficas tallas que están en las
iglesias de Yaguarón, Capiatá y Santísima Trinidad (Asunción).

Los franciscanos entendieron también que el clima exigía construcciones simples y prácticas,
adoptado en su arquitectura un sistema de corredores laterales, como espacio de transición
entre el interior y el exterior, y como refugio de las lluvias y del ardiente sol. Ese estilo está
presente en el templo de Yaguarón, un sencillo edificio en el que el exterior de maravillosas
imágenes austero contrasta con profusión de dorados. Muchos de los pueblos del Paraguay
todavía mantiene el plano urbanístico de las reducciones franciscanas con la iglesia aislada en
la plaza y las tiras de casa., con corredores externos e internos, en torno de ella.

3.6 MODESTIA DE LOS FRANCISCANOS

La Orden de los Hermanos Menores, fundada por San Francisco de Asís, es una Fraternidad.
Los Hermanos, llevando a una mayor plenitud la consagración bautismal y respondiendo a la
llamada divina, se entregan totalmente a Dios sumamente amado, mediante la profesión de
obediencia, pobreza y castidad, que han de vivir según el espíritu de san Francisco.

Vivir con sencillez

Los frailes franciscanos viven su vida en solidaridad con los pobres, asumiendo votos de
pobreza y viviendo con pocas posesiones. La Regla de san Francisco no prescribe ningún color
particular para la orden, pero sí invita a sus miembros a llevar “ropas humildes”, a vestirse
“con hábitos viles”. Los franciscanos sirven al pobre a su mismo nivel y no ayudaría a su misión
ir vestidos con ropas finas mientras sirven al desprovisto.

La espiritualidad de los franciscanos (menores, clarisas, regulares y seglares) es idéntica a la del


fundador en lo fundamental, y la podemos encontrar resumida en estas palabras de San
Francisco: "La Regla y vida de los Hermanos Menores es esta: observar el santo Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin nada propio y en castidad" (2Reg 1).

Observar el Evangelio y los consejos evangélicos es algo que los franciscanos tienen en común
con las demás órdenes religiosas, pero el nombre de "Hermanos Menores" pone el acento en
que este ideal hay que vivirlo en humildad y fraternidad: "Ninguno de los hermanos tenga
poder o dominio entre ellos, como dice el Señor en el Evangelio: Los jefes de las naciones las
dominan y los grandes las oprimen.

No ha de ser así entre los hermanos. El que quiera ser mayor entre ellos “se haga como el
menor" (1Reg 5). Menor y sometido a todos, tal debe ser la actitud de todo franciscano, a
imitación de Jesucristo, el cual, a pesar de ser el Hijo de Dios, nos ha dejado un ejemplo
encarnándose en María la Virgen, naciendo pobre en Belén, viviendo pobre y peregrino en
este mundo y humillándose hasta la muerte en cruz, en obediencia perfecta a la voluntad del
Padre.

Los franciscanos están llamados a conservar "el espíritu de la santa oración y devoción" sobre
todas las demás cosas o actividades, que deben realizarse "fiel y devotamente".

La pobreza, debe ser absoluta, individual y colectivamente. Los hermanos deben vivir del
propio trabajo y, en caso de necesidad, pueden recurrir a la "mesa del Señor", o sea a la
mendicación, sin avergonzarse, porque también Cristo se hizo pobre y peregrino en este
mundo.

3.7 OTRAS ÓRDENES RELIGIOSAS.

Los Jesuitas

A fines de 1607 fue erigida La Provincia Independiente de la Compañía de Jesús en la Provincia


del Paraguay y su primer Provincial fue el padre Diego Torres.
Todas las reducciones tenían una misma organización: La Iglesia era levantada en la parte
media de uno de los lados del amplio terreno que ocupaba. Al lado de la Iglesia, la casa de los
misioneros y a continuación el colegio y los talleres y al otro lado el cementerio. La casa de los
indios generalmente de piedra, o paja y barro, con amplios corredores, ocupaban los otros
lados del terreno.

La principal ocupación en las reducciones era la agricultura: Cultivaban maíz, legumbres,


batatas, mandioca, caña de azúcar y otros. Una parte del producto era destinada al Tupá mba
´e (cosa de Dios) y la otra al Avá mba´e (cosa del indio), que los sacerdotes distribuían entre las
familias.

Herencia Cultural Jesuita.

En todas las reducciones funcionaron escuelas de primera enseñanza, a los varones se les
enseñaba a leer, escribir y hacer operaciones, a las niñas a leer, escribir, hilar y cocinar. El
castellano se enseñaba para lograr la unidad lingüística. Los sacerdotes hablaban
perfectamente el guaraní, que utilizaban para comunicarse.

Fueron los jesuitas quienes sistematizaron el guaraní, ordenando las reglas gramaticales que
hasta hoy se aceptan y elaborando los primeros vocabularios. Se destacaron en esta materia,
ya en los primeros tiempos los padres: Lorenzana, Cataldino y Masseta, y muy especialmente
nuestro compatriota el padre Roque González de Santa Cruz. Pero el más eminente lingüista
fue el padre Antonio Ruiz de Montoya (1585 1652) peruano, autor del “Tesoro de la lengua
guaraní”, aparecido en Madrid, en 1639, seguido en 1640 del “Arte y vocabulario de la lengua
guaraní’, que parece haber sido escrito 1617 o 18 y de un “Catecismo de la Lengua guaraní”,
también de 1640.

Tuvieron, igualmente, los jesuitas a su cargo la enseñanza en la Universidad de Córdoba


fundada en 1613 por el Fray Hernando de Trejo y Sanabria. En sus aulas, se formó la mayor
parte del clero paraguayo y de nuestros graduados universitarios de la época colonial. A través
de ellos, también se proyectaba la influencia jesuítica en la vida cultural de entonces.

Por último, cabe recordar los estudios y descripciones producidos a lo largo de casi dos siglos
por numerosos jesuitas que enriquecieron los conocimientos de esa época en materia de
astronomía, geografía, ciencias naturales y otras ramas del saber.

Corresponde aclarar que no todos esos adelantos trascendieron al Paraguay civil, ni influyeron
notoriamente en el desarrollo cultural de la sociedad criolla y mestiza que se estaba formando
en torno de Asunción y de la Villa Rica del Espíritu Santo.

Las reducciones contaron con la primera imprenta, fundada por los padres y publicaron los
primeros libros. Las impresiones se hicieron en Loreto, San Javier, y Santa María la Mayor.

Se publicaron libros en guaraní sobre gramática, catecismo, manuales de oraciones, y hasta un


diccionario. La música y el canto ocuparon un lugar destacado en el proceso de aprendizaje. El
primer libro publicado fue el Martirologio Romano en el año 1.700. Más tarde, el Flos
Sanctórum del padre Rivadeneira en edición guaraní y De la Diferencia entre lo Temporal y lo
Eterno del padre Juan Eusebio Nieremberg.

Las misiones Jesuíticas conforman un conjunto arquitectónico de gran importancia histórica,


cultural y artística, erigido entre 1.609 y 1.768 por la Orden Religiosa Compañía de Jesús. Éstas
eran más de 80 pero actualmente sólo quedan 30 entre los territorios de Argentina, Brasil y
Paraguay.

Los Mercedarios.

La orden de la Merced, que en la España medieval se ‘había consagrado a la redención de los


cristianos cautivos de los musulmanes, también tuvo su casa, el Convento Grande de San José,
con Iglesia adjunta, en Asunción. Los mercedarios no se dedicaron de preferencia a la
conversión de los indios, pero asistían a gran número de negros, mulatos y zambos,
descendientes de sus esclavos y de indios proveídos por los gobernadores Ramírez de Velasco
y Hernandarias. Dichos pardos habitaban en la ranchería que rodeaba al convento en una
chacra a tres leguas de la ciudad y en su mayor parte, en a hacienda que la orden poseía en el
valle de Areguá, donde una capilla servía las necesidades del culto.

Los frailes de la Merced impartían enseñanza de las primeras letras y asistían espiritualmente a
las principales familias criollas, las cuales mostraban, notable preferencia por ser sepultadas en
los templos.

Uno, de los más meritorios Obispos del siglo XVII, Fray Faustino de Casas, fallecido en Asunción
en 1686, era mercedario y legó su escaso patrimonio para la terminación de la Catedral.

Otro religioso de esta orden, digno de recordación, fue el asunceno Fray Miguel de Vargas
Machuca, que tuvo a su cargo la defensa doctrinaria de la revolución comunera, en un
manifiesto aparecido en 1732, que lo convirtió en el ideólogo de ese movimiento popular.
Murió exilado en Corrientes. El Comendador de ese tiempo, Fray Tomás de Vallejo Villasanti,
también se mostró favorable a los comuneros.

Entre los criollos que adquirieron importancia en la orden, debe mencionarse a los padres:
Juan Jacques de Aranda, en el siglo XVII, y Juan y José de Yegros y Guzmán, a comienzos del
XVIII. Estos últimos eran hijos de Don Diego de Yegros y de Doña Ana Riquelme de Guzmán,
que habían beneficiado al convento con cuantiosos y frecuentes donativos.

Los padres: Manuel Tadeo de la O e Hilario, Gómez respectivamente Comendador y Regente


de estudios, formaron parte del Congreso Nacional de 1811, y el segundo de ellos, ya entonces
elevado a Comendador, cedió la casa de su orden para que se reuniera en ella el Congreso de
1813, que proclamó la República.

Los Dominicos

El Convento de Santa Catalina Virgen y Mártir, con su correspondiente iglesia, pertenecía a los
Dominicos y ocupaba desde 1627, el solar que en la década anterior había servido de asiento a
la casa de la madre Bocanegra, a mencionada, aproximadamente en donde estaba ubicado el
Estadio “Comuneros”. La comunidad de Asunción formaba parte de la Provincia de San
Lorenzo Mártir, de su orden, que abarcaba, además del Paraguay, Chile, el Tucumán y el Río de
la Plata.

Pertenecientes a una orden de predicadores y teólogos eminentes los frailes de Santo


Domingo se dedicaron a la enseñanza y a la asistencia espiritual de la población urbana. A
mediados del siglo XVIII, se les concedió licencia para dictar cursos de nivel universitario en
Asunción.
No tuvieron a su cargo doctrinos de indios, pero en su estancia, de Tavapy, vivía una crecida
comunidad de negros, mulatos y zambos, descendientes de esclavos de los esclavos y de indios
confiados, a la guarda de los religiosos. Sostuvieron allí una capilla de la Virgen del Rosario y
una ermita de San Pedro Mártir, para la atención de los referidos pardos y de la numerosa
población española y criolla de los “valles” del contorno. Poseyeron tierras en la zona de
Capiatá y casas en Asunción, colocadas a censo, y negociaban en yerba.

Varios Obispos del periodo colonial pertenecieron a esta orden y los frailes intervenían en la
vida social y cultural de la provincia. Entre los dominicos del siglo XVII cabe recordar a Fray
Alonso González de Guzmán, que fue Prior, y a Fray Martín Jofré de Loayza, y entre los del
XVIII, a Fray Gabriel Caballero Bazán, también Prior y a los padres: Marcos García de Roa e
Ignacio de Orué, paraguayos el primero y los tres últimos. Durante la revolución comunera, el
Provincial de la orden, Fray Alonso de los Ríos, combatió al bando popular.

El Prior de Santa Catalina, fray Bernardino Enciso, formó parte del Congreso General de 1. 811

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