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OFS SANTA ROSA DE VITERBO

SGO. DEL ESTERO


BIBLIOTECA VIRTUAL FRAY MAMERTO ESQUIÚ

SAN FRANCISCO SOLANO


APÓSTOL DE AMÉRICA
La presente bibliografía es una recopilación de:

• San Francisco Solano, el santo que canta y danza


Iraburu, José María. Hechos de los Apóstoles de América

• San Francisco Solano. Apóstol de América


P. ÁNGEL PEÑA O.A.R.
San Francisco Solano, el santo que canta y danza
Iraburu, José María . Hechos de los Apóstoles de América

Montilla, andaluza y cordobesa.

Mateo Sánchez Solano, hombre modesto de la señorial Montilla cordobesa, trabajador y


espabilado, conforme a sus deseos, llegó a ser rico, se casó con Ana Jiménez Gómez en 1549, y
en marzo de ese año tuvo un hijo, Francisco Solano, el cual, ya crecido, supo que tenía dos
hermanos mayores, Diego Jiménez e Inés Gómez. Para él quedó el nombre de Solanito, el
pequeño de los Solano. Biografías suyas importantes son las del franciscano Bernardino Izaguirre
(1908) y la de fray Luis Julián Plandolit (1963). Seguiremos aquí su historia conducidos por el
franciscano José García Oro.

La hermosa Montilla, perteneciente a la poderosa familia de los Fernández de Córdoba,


marqueses de Priego, tuvo como señora desde 1517 a Doña Catalina Fernández de Córdoba,
casada en 1519 con el conde de Feria. Con su favor llegaron a la villa los agustinos, 1520, las
clarisas, 1525, los franciscanos, 1530, los jesuítas, 1553, y también San Juan de Avila, que
después de muchos viajes y trabajos, allí se recogió en 1555. En ese marco de vida religiosa
creció Solanito en sus primeros años infantiles y escolares.

A Córdoba se fue a sus quince o dieciséis años, y allí, en un ambiente disciplinado y piadoso,
«entró a aprender a escribir en las escuelas de la Compañía, en la sección de gramática y
escritura». Fue un alumno bueno, «compañero amoroso» y buen cantor. En 1569, el año en que
murió San Juan de Avila, volvió a casa Solanito, con 20 años, a su Montilla abierta a las sierras
que bajan del norte, de la Sierra Morena.

¿Hacia dónde iría su vida en adelante?

Los franciscanos del Santo Evangelio

En aquellas sierras cordobesas había una serie de pequeños eremitorios franciscanos, llenos de
entusiasmo espiritual, focos de vida ascética y de impulso misionero. A sí mismos se llamaban
los frailes del Santo Evangelio, y merece la pena que evoquemos brevemente su gloriosa
historia, pues habían de tener suma importancia en la evangelización de América. Ya en 1394,
el eremitorio de San Francisco del Monte había encendido en los parajes de Sierra Morena el
fuego de la ascesis solitaria y de la irradiación apostólica hacia el cercano reino moro de
Granada.

De aquel impulso misionero vino el martirio de fray Juan de Cetina, uno de sus primeros
moradores. Y también en el eremitorio franciscano de Arrizafa, de comienzos del siglo XV,
instalado en una finca cordobesa próxima al antiguo palacio de Abderrahmán I, ardió el fuego
de la contemplación y del apostolado, con figuras tan excelsas como San Diego de Alcalá (+1464).
Estos son los principales precedentes de la reforma que vendría después.

En efecto, fray Juan de Guadalupe fundó en 1494 una reforma de la Orden franciscana que fue
conocida como la de los descalzos. Combatida en un principio por todas partes, logró afirmarse
en 1515 con el nombre de Custodia de Extremadura, más tarde llamada provincia descalza de
San Gabriel. En ese año, precisamente, tomó en ella el hábito San Pedro de Alcántara (1494-
1562).

Finalmente, aquellos franciscanos, que desde hacía decenios iban afirmando su estilo de vida en
tierras extremeñas, leonesas y portuguesas, fueron confirmados por el padre Francisco de
Quiñones, general de los franciscanos desde 1523, y Cardenal de Santa Cruz más tarde. Este fue
el que, según vimos (119-120), con aquellas preciosas Instrucciones de 1523, envió a México
desde la provincia franciscana de San Gabriel a los Doce Apóstoles, con fray Martín de Valencia
a la cabeza.

Francisco se hace franciscano

Pues bien, de esta gran tradición franciscana de conventos serranos cordobeses vino a nacer en
1530 el de Montilla, fundado bajo la advocación de San Laurencio. Cuando en 1569 el Solanito,
con veinte años de edad, llamó a sus puertas, allí vivía, entre la huerta y el coro, entre las salidas
por limosna y para predicar, y siempre con buen humor y buenos cantos, una comunidad de
treinta frailes.

Con ellos inició una misma aventura espiritual, y fue aprendiendo durante tres años oración,
latín y ascética, liturgia y observancia, penitencia y vida en común, obediencia y alegría
espiritual. La cama de Francisco era «una corcha en el suelo y un zoquete para cabecera», o un
trenzado de palos sujetos con una cuerda, y sus pies no llevaban alpargatas o sandalias, sino que
iban descalzos. En el año 1570 hizo su profesión en la Regla pobre de los franciscanos, mientras
su padre, algo más próspero, preparaba su segundo período como alcalde de Montilla. No a
todos es dado triunfar en esta vida.

Su destino siguiente le lleva cerca de Sevilla, la puerta hispana de las Indias, al convento de
Nuestra Señora de Loreto, entre huertas y viñedos, pues allí había un estudio provincial
franciscano desde 1550. Cinco años pasó allí, en estudio y oración, sin mayores formalidades
académicas, viviendo con su compañero fray Alonso de San Buenaventura, el cual nos describe
la cabaña que Francisco se arregló: «En un zabullón o rincón de las campanas, hizo para su
morada una celdilla muy pobre y estrecha, donde apenas podía caber; tenía en ella una cobija y
una silla vieja de costilla..., e hizo en ella un agujero que servía de ventana, y le daba luz para
ver, y rezar y poder estudiar, en la cual vivió con notable recogimiento y silencio, hablando muy
pocas veces».

En aquel inhóspito rincón había algo que a Francisco le gustaba sobremanera: la vecindad del
coro. Y de Sevilla, en general, también le gustaba el ambiente misionero hacia las Indias. De allí
salió, en 1572, en una expedición al Río de la Plata -en la que en un principio iba a ir él también-
, su compañero fray Luis de Bolaños, el que fue gran misionero, iniciador de las reducciones en
el Paraguay.

Maestro de novicios y guardián

A los veintisiete años, en 1576, aquel fraile «no hermoso de rostro, enjuto y moreno», como le
describe un testigo, canta en Loreto su primera misa, y comienza diversos ministerios como
predicador y confesor, catequista y maestro de novicios. En 1580 ha de regresar al convento de
San Laurencio de Montilla, pues su madre, viuda desde el año anterior, que estaba ciega,
necesitaba de su proximidad. Allí sigue predicando, pidiendo limosna y haciendo de enfermero
en una peste. Poco después, ha de ir como vicario y maestro de novicios al famoso convento de
Arrizafa, marcado por la memoria de San Diego de Alcalá.

Allí pudo enseñar a los novicios, entonces dados a franciscanas penitencias, que la mortificación
más grata a Dios era «tener paciencia en los trabajos y adversidades, y mayormente cuando eran
de parientes, amigos o religiosos, porque ésta venía permitida de la mano de Dios». Y allí ejercitó
también su amor a los enfermos. Si a los enfermos les enseñaba que «la oración engorda el
alma», también les hacía ver que «estar con los enfermos y servirlos era precepto de la Regla; y
que más quería estar por la obediencia con los enfermos que por su voluntad en la oración».

El paso siguiente nos lo muestra de guardián en Montoro, villa cordobesa, agarrada en 1583 por
la peste y el pánico colectivo de la muerte. En aquella ocasión, Francisco y fray Buenaventura
Núñez se entregan con una caridad heroica, cuidando enfermos, consolando y enterrando.
Buenaventura muere apestado a las pocas semanas, y Francisco contrae las landres. Por eso
cuando uno le saluda: «¿Dónde va bueno, padre Francisco?», él responde con santo humor
negro: «A cenar con Cristo, que ya estoy herido de landres». Pero Dios le sana y continúa
dándole vida.

En ese año, 1583, se crea la provincia franciscana de Granada, cuyo corazón va a estar en el
venerable oratorio de San Francisco del Monte. Y allí va Solano, como primer maestro de
novicios de la nueva provincia. En aquel nido de águilas famoso, santificado por el recuerdo de
los mártires Juan de Cetina y Pedro de Dueñas, y de tantos otros santos frailes, fray Francisco,
orante y penitente, predicador y amigo de los niños, cantor y poeta, educa en el amor de Cristo
a sus novicios, y trata con los vecinos amigablemente.

En 1586 le nombran guardián de este noviciado, y algunos pintores, amigos suyos, decoran
gratuitamente los claustros del convento. No es el padre Francisco un guardián imponente y
formalista. Él es un hombre sencillo y alegre, y la santidad no cambia su modo de ser, sino que
lo purifica, libera y perfecciona. Es sencillo: «Hacía todos los oficios de casa, tal como lo hacen
los demás frailes, sin tener consideración a que era guardián o prelado». Y es alegre, siempre
alegre: «Siendo guardián, danzaba en el coro y a la canturía mayor y menor, lo que no hacen los
guardianes». Obviamente.

En todo caso, aún han de ser requeridos sus peculiares servicios en la vega de Granada, en San
Luis de Zubia. Pero ya se va acercando el momento de su partida. Tiene fray Francisco cuarenta
años, y el Señor lo ha fortalecido e iluminado suficientemente como para enviarlo a evangelizar
en las Indias. Ahora comienza lo mejor de su vida.

Camino de las Indias

Por esos años era continuo el flujo de noticias que llegaban de las Indias, unas ciertas y
concretas, otras más vagas y confusas, todas estimulantes para un corazón apostólico. Los
franciscanos de España conocían bien la obra misionera formidable que sus hermanos, con otros
religiosos, iban llevando a cabo en México. También del Perú recibían informaciones
alentadoras, pues allí estaban presentes los de San Francisco desde un principio: Quito, 1534,
Lima, 1535, Cuzco, 1535-1538, Trujillo y Cajamarca, hacia 1546.

Mucho menos conocida era, para los franciscanos y para todos, la tierra del Chaco y del
Tucumán, aunque ya se iba sabiendo algo. Fray Juan de Ribadeneira, fundador del convento
franciscano de Santiago del Estero, al sur de Tucumán, había misionado esa zona con sus
religiosos en los años setenta y ochenta, y trajo informaciones de ella cuando en 1580 y 1589
viajó a España para buscar misioneros.

Por otra parte, el primer obispo de Tucumán, fray Francisco de Vitoria, aquel a quien vimos
desempeñar un lamentable papel en el inicio del III Concilio de Lima (1982), era hombre de
mucho empuje, que había promovido intensamente la evangelización de esa parte central de
Sudamérica. Pronto llegaron a ella franciscanos y jesuítas, respondiendo a su llamada.

En aquellos años, un Comisario general de Indias coordinaba el esfuerzo misionero franciscano


hacia el Nuevo Mundo, y él designaba un Comisario reclutador para cada expedición. En 1587-
1589, cuando fray Baltasar Navarro, desempeñando esta función, reclutaba para las misiones
de Tucumán una docena de frailes, no aparece en las primeras listas el nombre de Francisco
Solano, ya algo mayor, y no demasiado fuerte. Al parecer, sólo fue incluído a última hora como
suplente.

A comienzos de 1589, una flota de 36 barcos se va conjuntando poco a poco en San Lúcar de
Barrameda. En ella habrá de embarcarse, con gran magnificencia, el nuevo virrey del Perú, don
García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, acompañado de una corte de damas, letrados
y soldados. Una docena de frailes, entre ellos fray Francisco Solano, descalzos y con sus
pequeños sacos de viaje, esperaba también el momento del embarque.

En marzo de 1589 salen de Cádiz, y tras tocar en Canarias, llegan en unos cuatro meses a Santo
Domingo, Cartagena y Panamá. Aquí los frailes del Tucumán han de esperar unos meses para
poder embarcarse de nuevo para el Perú. Salen por fin a últimos de octubre, en un barco que
lleva unas 250 personas. Y a la semana sufren una terrible tormenta que parte en dos el galeón.
El buen ánimo de San Francisco hizo entonces mucha falta para infundir la calma y la esperanza
en aquellos 80 supervivientes que lograron recogerse en la desierta isla de Gorgona.

Mientras el padre Navarro remaba con algunos compañeros de vuelta a Panamá, distante unas
ochenta leguas, en busca de socorros, fray Francisco anima aquella comunidad de náufragos
como puede. En dos meses hay tiempo para hacer chozas, practicar la pesca y la recogida de
frutos, atender a los enfermos, y organizar también las oraciones y la catequesis. Por fin, llega
en Navidad un bergantín de Panamá, y a los siete meses de haber salido de España desembarcan
en el Perú, en el puerto de Paita.

Camino del Tucumán

Merece la pena evocar el viaje de Paita a Tucumán, de unos 4.000 kilómetros de camino por
llanos y selvas, atravesando los Andes, y cruzando valles y ríos. Cada jornada caminan unos 50
kilómetros, y el mundo indiano, Huaca, Chira, Tangarará, Piura, Motupe, Jayanca, Trujillo... por
ojos y oídos, se les va entrando en el corazón. En jornadas tan largas mucho tiempo hay, por
otra parte, para la oración meditativa, la alabanza y la súplica.

Y también da tiempo este viaje inacabable para conocer la situación del país, el florecimiento
religioso de algunas partes, sobre todo de ciudades como Lima, pero también las graves
deficiencias en el número y la calidad de los sacerdotes, el relajamiento de no pocos españoles
y criollos, el mal trato que con frecuencia sufren los indios...

Así llegaron a Santa, a unos 650 kilómetros, donde Solano hubo de quedarse a pasar Cuaresma
y Pascua. La amable hospedera, Isabel Hurtado, esposa del corregidor que le acogió, recordaba
veinte años después que en una conversación surgió una murmuración bastante fea: «Echó
mano a la manga el padre Solano. Sin hablar palabra alguna, sacó de ella un Cristo y, fijados en
él sus ojos, comenzó a cantar canciones de la Pasión». Salidas de éstas hubo muchas en la vida
del santo monje andaluz. No había en tales gestos reproches directos ni correcciones, sino una
superación patente de lo bajo por lo alto, de lo terreno por lo celeste, de la naturaleza por la
gracia. Más lugar todavía habría para el canto en la alegría de la Pascua: «La mañana de la
Resurrección, acompañando la procesión el padre Solano, con un súbito arrebatamiento,
comenzó a cantar y sonar palmas y castañetas, y bailaba diciendo: Este día es de grande alegría,
/ huélgome, hermanos, por vida mía».

Unos 350 kilómetros más, y Lima, la Ciudad de los Reyes, que ya hemos visitado y conocido en
nuestra crónica. No poco desmedrado se le veía a San Francisco, y la gente «se compadecía de
él, por verle el color pálido, como de hombre muy enfermo». En julio de 1590 llegan al este de
Lima, al valle de Jauja, metido en los Andes, donde los franciscanos misionaban en sus doctrinas.
Han de pasar por caminos abruptos y escarpados, a unos 4.000 metros de altitud. Y llegan a
Ayacucho, donde también pueden hacer escala en convento franciscano. Doce jornadas más,
bordeando el sur del Salkantay, de más de 6.000 metros de altura, y el Cuzco, la ciudad sagrada
de los incas. Allí predica el padre Solana en el convento franciscano a los novicios y coristas. Y
siguen adelante, dejando atrás ahora lo más florido de la vida peruana del virreynato.

En la ruta de Charcas, el santuario mariano de Copacabana, Mamita de la Candelaria de los


yupanquis, en agosto de 1590, le trae al padre Solano uno de tantos reflejos de la Virgen María
en el mundo hispanoamericano. Y de allí a la Paz, también con casa franciscana. Más allá Potosí,
con sus minas, riquezas y sufrimientos de indios, a más de 4.000 metros de altura, donde los
frailes hermanos están presentes hace decenios.

Los frailes expedicionarios llegan a tiempo para celebrar en su convento la fiesta de San
Francisco. Mucho tienen que contar, y es cosa de festejar por todo lo alto la festividad del santo
Patrono. El superior, fray Jerónimo Manuel, pone en ello su mejor voluntad, y abre la celebración
fraterna de la fiesta con una copla. Es entonces cuando nuestro Santo se agacha, pasa por debajo
de la mesa del refectorio, y hace una de las suyas, como veinte años más tarde sería recordado
todavía: «El padre Solano le tomó la copla y comenzó a cantar y a bailar juntamente delante de
todos con tanto espíritu y fervor, y con tanta alegría, que traía el rostro tan abrasado en el fuego
del amor de Dios, y de manera fue el regocijo que suspendió a los circunstantes y les hizo verter
lágrimas». Para el padre Manuel la cosa estaba clara: «Desde aquel punto le tuvo por un gran
siervo de Dios y un hombre santo».

Ya sólo quedan 500 kilómetros más al sur: el valle de Humahuaca, Jujuy, Salta, Tucumán y la
meta final, Santiago del Estero. Llegan los misioneros, por fin, a su destino, más de año y medio
después de su salida de España, en marzo de 1589. Y puede entonces el jefe de la expedición
franciscana, fray Baltasar Navarro, informar al rey con sencillo laconismo: «A 15 de noviembre
del año 90 llegué a esta Gobernación del Tucumán con ocho religiosos de la orden de mi Padre
San Francisco, de los once que Su Majestad me mandó traer a dicha Gobernación; dos murieron
en Panamá y uno se ahogó en un naufragio que padecimos en el Mar del Sur». Todo normal.
El Tucumán, región incipiente

La región de Tucumán en 1563 fue constituida Gobernación por Felipe II, bajo la Audiencia de
Charcas. Y entre las principales poblaciones allí fundadas estaban Santiago del Estero, de 1553,
San Miguel de Tucumán, 1565, Talavera del Esteco, 1567, y Córdoba, 1575. Los religiosos eran
parte decisiva en el poblamiento de la zona, pues animaban a los españoles a arraigarse, y ellos
mismos fundaban sus conventos.

Cuatro franciscanos, conducidos por el gran misionero fray Juan Pascual de Ribadeneira, llegan
en 1566. Y en la segunda expedición, de 1572, se añaden doce franciscanos andaluces, entre
ellos el ya mencionado fray Luis de Bolaños y fray Andrés Vázquez, el taumaturgo del Tucumán.
Y de estos primeros misioneros procedían los conventos de Santiago del Estero y San Miguel de
Tucumán, 1566, de Esteco, 1567, de Córdoba, 1575 y de Salta, 1582. La custodia franciscana de
San Jorge del Tucumán, se había constituído en 1565-1575, para fusionarse entonces con la de
Paraguay.

Algunos conventos habían sido el origen de la ciudad. Así por ejemplo, Córdoba. En la
Información Jurídica del 1600 se dice que «los religiosos hicieron un rancho en el sitio donde
ahora está poblada esta ciudad, y con sus santas amonestaciones y asistencia, persuadieron a
los vecinos que perseverasen en la fundación de esta ciudad, sin que jamás hayan faltado de
ella, sirviendo, como dicho es, muchos años de curas vicarios, sin haber otros sacerdotes clérigos
ni religiosos en más de diez años».

Así las cosas, a la llegada del padre Solano, los franciscanos de esta zona, unos quince, como
también los jesuítas, eran en aquella región bien conocidos y estimados. Todavía no hay en la
región tucumana más que unos pocos cientos de españoles y criollos, que vivían entre muchos
miles de indios, apenas iniciados en la evangelización. Y por lo demás, la mezcla de indios era
tan grande que apenas se distinguían los primitivos toconotés y sanaviros.

La mescolanza de lenguas hacía de aquella región una pequeña Babel. En 1584, fray Francisco
de Vitoria, el dominico portugués obispo de Tucumán, escribía: «En todo este distrito hay más
de veinte lenguajes, más distintos que el griego y el latino; que sólo había de mover a que los
deprendiesen los clérigos, o grande fervor y celo de la ley de Dios y caridad del prójimo, o mucho
premio temporal. Y el premio falta en esta tierra... Y las imperfecciones con que viven acá los
hombres no les da lugar a tomar empresas de tanto quilate y santidad, como es, sólo por Dios,
tratar de cosas tan dificultosas». El jesuíta Alonso de Barzana fue un gran conocedor de las
lenguas indígenas, y de aquellos indios decía: «Lo cierto de esta gente es que no conocieron Dios
verdadero ni falso, y ansí son fáciles de reducir a la fe, y no se tema su idolatría, sino su poco
entendimiento para penetrar las cosas y misterios de nuestra fe, o el poder ser engañados de
algunos hechiceros».

Doctrino en lengua indígena

En 1590, en el convento de Talavera de Esteco, se encarga el padre Solano de una doctrina de


indios, en la que se abarcaban varias poblaciones indígenas, como Cocosori y Socotonio. Su
primer prodigio como misionero fue la rapidez con que se introdujo en aquel laberíntico mundo
de idiomas diversos. Ayudado por el capitán Andrés García de Valdés, en quince días hablaba el
toconoté. Son muchos los testigos que certifican la inexplicable facilidad idiomática de fray
Francisco, que realmente se hacía entender por indios de muy diversas lenguas, como los lules.

Nuestro Santo atendía el culto y la doctrina de los lugares que de él dependían, pero también
no cesaba de ir de aquí para allá, por los senderos apenas señalados de los bosques y los montes,
acercándose a los escondrijos de aquellos indios que se mantenían distantes, ejercitando con
ellos sus mañas de políglota y curandero, impartiendo los rudimentos más simples del Evangelio
y la doctrina, llevando a todos los indios una declaración de amor de parte de Cristo. Y ellos, que
para otros eran tan huidizos y recelosos, le acogían con mucha confianza.

Alegría franciscana

Era quizá aquella alegría de fray Francisco, tan cándida y sincera, procedente del Espíritu Santo
y de Andalucía, lo que ganaba el corazón de los indios. Y es que el padre Solano, en aquel marco
de vida tan inhóspito y confuso, «no sólo lo llevaba todo con paciencia, sino con demostraciones
de grandes júbilos en el paraje y despoblados donde se hallaban. Lo solemnizaba danzando y
cantando cánticos en loor y alabanza de Cristo nuestro Señor y de la Santísima Virgen María».
Así dice fray Diego de Córdoba y Salinas, resumiendo los testimonios del proceso de
beatificación.

Danzando y cantando, a su estilo. Pero no se crea que esta alegría jubilosa es sólamente una
rareza simpática, peculiar de San Francisco Solano. El entusiasmo, enthusiasmós (éxtasis,
arrobamiento), ya en los griegos, derivado de enthusiázo (estoy inspirado por la divinidad,
theós), tiene un sentido primario fundamentalmente religioso. Y en el cristianismo es el gozo en
el Espíritu Santo (Gál 5,22), ese júbilo interior tan propio de los hijos de Dios, tan profundo en
los más grandes santos. Es un entusiasmo procedente del Corazón de Cristo, que en ocasiones
«se sintió inundado de gozo en el Espíritu Santo» (Lc 10,21). Por lo demás, esa alegría solanesca,
además de genuinamente cristiana, era de la mejor tradición franciscana. Las Florecillas nos
dicen que San Francisco de Asís también cantaba muchas veces con júbilo al Señor,
especialmente cuando estaba de camino o en el bosque, y a veces en francés, cuando estaba
más alegre.
La alegría espiritual de Solano se hacía particularmente exultante con ocasión de las grandes
fiestas litúrgicas, como en las procesiones del Santísimo Sacramento o en honor de la Virgen.
Por ejemplo, estando en Salta, «en cierta fiesta que se hizo a Nuestra Señora, yendo en la
procesión, se encendió tanto en el divino amor de Dios y de su Santísima Madre, que, dejando
aparte toda la autoridad de prelado y custodio que era, se puso a cantar diciendo coplas en
alabanza de Nuestra Señora, en la forma que David, santo rey, lo hacía delante del Arca del
Testamente», o sea bailando, para decirlo más claramente.

Algunos no vieron con agrado tales muestras, y un joven llegó a reirse de él abiertamente. San
Francisco Solano no pareció molestarse con ello en absoluto, sino que le dijo con tanta humildad
como gracia: «Al fin, yo soy loco».

Milagros franciscanos

También en sus numerosos milagros se muestra Solano hijo del Santo de Asís, pues muchos de
ellos se realizaron con las criaturas irracionales. Esto para los indios resultaba muy
especialmente impresionante, pues veían que la santidad cristiana, expresada en aquel fraile,
traía consigo una profunda reconciliación del hombre con las fuerzas de la naturaleza.

El capitán Cristóbal Barba de Alvarado da testimonio de que, viajando en funciones de teniente


del Gobernador, con el padre Solano y una importante comitiva de españoles e indios, vinieron
a encontrarse en peligro grave por la sed. El fraile le dijo: «Señor capitán, caven aquí. Al punto
lo puso por obra el capitán. Cavó en la parte y lugar que el padre Francisco le había señalado. Y
salió un golpe de agua con la cual bebieron todos los que se hallaron presentes, y las
cabalgaduras y animales que traían». Y no fue la única vez que hizo esto.

El padre Solano también mostró siempre una especial amistad con los pajarillos de Dios. El
cronista fray Juan de Vergara, compañero suyo, cuenta de él que «todos los días, en aquella
doctrina [de Esteco] donde estaba, después de comer, se iba a un montecillo que allí cerca
estaba, desmigajando un pedazo de pan, que era el ordinario sustento que les llevaba.
Llegábanse tantas aves sobre el siervo de Dios, que era cosa maravillosa. Y estaban sobre su
cabeza, hombros y manos hasta tanto que les echaba su bendición. Y entonces se iban».

Otro compañero del Santo, fray Alonso Díaz, refiere que, yendo con él de camino, hallaron una
paloma herida por algún zorro: «El padre Solano, habiéndola visto así maltratada y herida, con
sus propias manos la curó, juntándole los pellejos que tenía desgarrados, los untó con un poco
de sebo, y le echó la bendición». Más tarde, ya llegados a su destino, fray Alonso «vio muchas
veces que la paloma se le asentaba en el hombro al padre Solano; y le daba de comer en la
mano, y se volvía a su palomar. Y conoció que era la propia paloma que el padre Solano había
curado en el camino».
En otra ocasión, y ésta fue muy famosa, yendo Solano de camino con el capitán Andrés García
Valdés, aquél a pie y éste a caballo, les salió un toro bravo, desmandado -el ganado cimarrón
abundaba entonces en la zona-. El capitán picó espuelas y salió al galope de su montura, pero
cuando se acordó de su fraile compañero y regresó hacia él, vio con asombro que el toro estaba
«lamiendo las manos del siervo de Dios, que se las tenía puestas en la testuz y hocico...;
habiendo estado así un poco vio que el padre le había dado a besar la manga de su hábito, y
que, echándole la bendición, el toro, como si fuera de razón, con mucha mansedumbre, se volvió
al monte de donde había salido. Y esto fue público en aquella provincia [de Tucumán], y pública
voz y fama».

Son escenas de las Florecillas franciscanas. Recordemos cómo San Francisco de Asís tenía una
especial amistad con las alondras, o con aquellas tórtolas que redimió cuando eran llevadas en
jaulas al mercado. Recordemos también el convenio de paz que, con mucha dulzura, estableció
con el lobo de Gubbio, que tanto daño estaba causando. Esta reconciliación del hombre con la
naturaleza, anunciada por los profetas como característica de los tiempos mesiánicos (Is 11,6-
9), se produce en Cristo y en sus santos, y a veces Dios quiere que se haga manifiesta en algunos
de ellos. Así lo vemos, por ejemplo, en las crónicas de los Padres del Desierto, o en aquella
arboleda donde iba a orar fray Martín de Valencia, acompañado por una orquesta innumerable
de pajarillos, en San Martín de Porres o en el Beato Pedro Betancur, que negocian con los
ratones, para que no sigan haciendo daños en sus conventos. Y es que las criaturas se hacen
hostiles al hombre cuando éste se rebela contra Dios, y se vuelven amigas si el hombre se
reconcilia con Dios plenamente. Y esto, que es así, quiere Dios expresarlo a veces de forma bien
patente en la vida de los santos.

Pudor franciscano

La relación de San Francisco Solano con las mujeres indias, también ellas criaturas de Dios, no
tenía, en cambio, expresiones tan conmovedoras de familiaridad. Y es que los graves escándalos
causados con las indias por algunos encomenderos, y aún a veces por ciertos padres doctrineros,
hacían recomendable unas medidas prudenciales especialmente enérgicas y elocuentes. Por
eso, como cuenta fray Diego de Córdoba y Salinas, el padre Solano, «cuando era doctrinante en
la provincia de Tucumán, considerando las ocasiones de la tierra y su libertad, ordenó que, desde
trecho de a cien pasos de su celdilla pobre donde se recogía, no pudiese pasar alguna india, ni
llegase a hablarle, si no fuese en la iglesia, para confesarse o cosa necesaria; y si alguna pasaba
la señalación, la hacía castigar con los fiscales de la doctrina, y con esta tregua se aseguraba de
las astucias del enemigo».

También en esto Solano sigue el ejemplo de San Francisco de Asís, que no conocía de cara, según
confesión propia, sino a dos mujeres, a su madre, o quizá a Jacoba de Settesoli, y a santa Clara,
y nunca hablaba a solas con mujeres. Por lo demás, ya es sabido que las imitaciones serviles no
tienen lugar en el camino de la perfección cristiana. Pero en lo recordado se afirma claramente
la relación profunda que existe entre ascesis estricta, unión plena con Dios, alegría espiritual y
reconciliación perfecta del hombre consigo mismo, con sus hermanos y con todas las demás
criaturas.

Custodio, un tanto especial, del Tucumán

En 1592 fray Francisco Solano fue constituído superior -custodio- de los franciscanos de la zona
de Tucumán. El Comisario general del Perú, fray Antonio de Ortiz, pensó en él como el misionero
más indicado para levantar el espíritu de los frailes instalados en conventos urbanos y de los
misioneros encargados de doctrinas de indios, unos y otros no siempre ejemplares en su vida y
ministerio. ¿Podría con el cargo un fraile tan especial como nuestro Santo?...

El padre Solano se dedicó, en los años 1592-1595, a visitar los centros franciscanos de su
jurisdicción. Desde luego no era un custodio que desempeñara su oficio al modo ordinario. Al
clérigo portugués Manuel Núñez Magro de Almeyda, que en él buscaba ayuda espiritual, una
vez le confió con toda humildad: «Aunque yo soy custodio, no siento en mí las partes que se
requieren para serlo. Y así, no uso de ello; ocúpome por estos montes en la conversión de estos
indios».

En realidad, el Santo hacía lo que podía, es decir, era custodio franciscano a su modo, y sin duda
hacía a su manera mucho bien. No siempre concede Dios a sus hijos obrar de modo ejemplar,
pero siempre les da su gracia para que puedan obrar santamente.

Comenzó fray Francisco sus visitas en Talavera de Esteco, donde fue su comienzo misionero, y
pasó por Salta, San Miguel de Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca y Córdoba. Quizá se
alargase a Buenos Aires y al Paraguay, que pertenecían también a la misma custodia; pero no
hay sobre esto datos ciertos. Lo que sí es seguro es que en todos los lugares que visitó dejó la
huella indeleble de su presencia fascinante.

Donde quiera que él estuvo, allí predicó, conmovió los corazones y habló de Dios con la gente.
Aquí cantó y danzó en una procesión de la Virgen, allí hizo curaciones milagrosas, especialmente
de niños, en otra parte descubrió fuentes, y siempre dejó a su paso amigos espirituales que
nunca le olvidaron. Almeyda, el cura ya citado, que en él buscaba consejo y aliento, lo recuerda
con emoción: «Todas las noches se sentaba el padre fray Francisco con el cura en una pampa, y
le tenía tres horas, diciéndole cosas que le convenían... Tal era la eficacia de estas palabras, que
luego que el santo se iba, para no apesadumbrarlo, se echaba en tierra y, besando la tierra donde
había tenido los pies, veneraba al Señor y al mensajero que de su parte se las decía».

Y todo lo hacía siempre Solano con gran llaneza, con humor festivo, como en aquella noche en
que, esgrimiendo «una gaita hecha de caña», le dijo a Almeyda con un guiño: «¿Queréis oír la
mejor música que habéis oído en vuestra vida? Y le comenzó a tañer con ojos fijos en el cielo,
haciendo con el cuerpo unos meneos que parecía que hablaba. Y jubilando, cantaba con una
simplicidad que no acierta a declarar». Era su estilo humilde y llano. Cuenta Pedro de Vildosola
Gamboa, que acompañó al Santo en muchas jornadas, que una vez «con una red que tenía y
traía de ordinario consigo, y con un anzuelo, fue el padre fray Francisco al río. En otras tantas
veces recogió pescado en tal cantidad que, habiendo más de doce españoles y más de otros
tantos indios, fue bastante como para poder decirles que les había de dar de cenar. Y no había
de llegar otro al fuego sino él. Remangándose los hábitos de los brazos, les hizo cenar. Y
habiéndoles dado a todos muy aventajadamente, se retiró. Y debajo de una carreta sacó una
mazorca de maíz, y esto solo fue su alimento».

Como es lógico, San Francisco Solano suscitaba muchas conversiones entre los españoles,
marcaba en ellos huellas espirituales indelebles, y suscitaba en sus conversos no pocas
vocaciones religiosas, como la del soldado Juan Fernández -fray Juan de Techada, que luego
dejaría relatos sobre el Santo-, el capitán Pedro Núñez Roldán o el licenciado Silva, franciscanos
más tarde en Lima. Los indios, por su parte, sentían por el padre Francisco, que les trataba en su
lengua y con tanta bondad y alegría, verdadera fascinación.

Recordaremos aquí aquel Jueves Santo de 1593, en La Rioja, según testimonios de Almeyda y
del capitán Pedro Sotelo. Se habían juntado cuarenta y cinco caciques paganos con su gente, y
el pequeño grupo hispano estaba ya temiendo lo peor. Fray Francisco hace uno de aquellos
sermones suyos, que eran capaces de conmover a las piedras. En la procesión penitencial, los
españoles se disciplinan, ante la consternación de los indios, que están asombrados. Solano les
explica, quién sabe cómo, que están queriendo participar de la pasión de Jesús. Finalmente, los
indios comienzan también a azotarse. «Y el dicho padre fray Francisco Solano andaba con tanta
alegría y devoción, como sargento del cielo entre los indios, quitándoles los azotes y diciéndoles
mil cosas, toda la noche sin descansar, predicándoles y enseñándoles». Nueve mil de aquellos
indios habría de recibir más tarde el bautismo.

¿Desempeñó bien el padre Solano su ministerio de custodio del Tucumán? No lo hizo, sin duda,
de un modo ejemplar, es decir, que pueda ser norma para otros custodios. Pero cumplió,
ciertamente, su ministerio santamente, y santificando a muchos, eso sí, a su aire, que era el
soplo del Espíritu Santo en él. Se cuenta que en Paraguay pudo visitar al gran apóstol de la
región, fray Luis Bolaños, su antiguo compañero, y que éste le dijo en la despedida: «Adiós, mi
padre. Su Reverencia luego no más será santo, y yo me quedaré Bolaños».

La etapa última, conventual

En 1595, fray Antonio de Ortiz, después de tratar el tema con los frailes del virreinato y recabada
la autorización precisa, estimó llegado el tiempo de introducir en toda la provincia peruana la
recolección, como estilo franciscano de vida comunitaria. Era, pues, por muchas razones urgente
que «en este distrito y comarca de esta Ciudad de los Reyes se fundase un convento de nuestra
orden de recolección, para gloria de Dios y consuelo espiritual de los religiosos que de esta
provincia se quisiesen ir a morar allí, viviendo en más estrecha observancia y recogimiento,
como en otras casas semejantes en nuestra Orden se vive, con mucho provecho de las almas de
dichos religiosos y con grande edificación de los fieles».

Allí fue llamado fray Francisco, y allí una vez más dejó la huella viva de su espíritu. Estando un
día para celebrar misa en una ermita de la casa, ayudado por el virrey Luis de Velasco, fray Mateo
Pérez, testigo de la escena, fue por lumbre para encender las velas, «y el bendito siervo de Dios,
en el entretanto, se puso a cantar chanzonetas en alabanzas de Nuestro Señor y de su santa
madre». El virrey quedó admirado, le fue cobrando mucha afición, y «siempre le veneró y tuvo
en estimación de varón santo».

En aquella recolección tuvo varios amigos espirituales laicos, como Diego de Astorga, el
encomendero tucumano Juan Fernández o aquel licenciado Gabriel Solano de Figueroa, al quien
el desmedrado padre Solana le decía confidencialmente: «tengo una señora con quien comunico
y tengo mis entretenimientos». Y en seguida le hacía testigo de una de sus cortesías ante la
Virgen María.

Un año estuvo, entre 1601 y 1602, como secretario del nuevo provincial del Perú, Francisco de
Otálora, ocupado en negocios y papeles, pero aquello no era lo suyo, y en seguida fue enviado
a Trujillo, convento fundado en 1530, y en donde ya los frailes estaban hechos a la idea de que
domesticar a fray Francisco no sólo era imposible, sino inconveniente. Tenía entonces Solano 53
años, y parece que por entonces se aceptaba a sí mismo con una mayor libertad de corazón.

Concierto para violín y pájaros

Fue en Trujillo cuando añadió a sus formidables aptitudes expresivas un elemental rabel, que
llevaba consigo bajo el manto. Con él hacía grandes cortesías musicales ante el Santísimo, y ante
cada uno de los altares de la iglesia. Estos conciertos devotos se prolongaban especialmente por
las noches, cuando ya todos se habían retirado, en el coro -ya conocemos, desde que en el
convento sevillano de Loreto se arregló aquel rincón, su querencia hacia el coro de la iglesia-.
Los testimonios son numerosos, y siempre admirativos, pues aquellas efusiones musicales,
llenas de ternura y entusiasmo, mostraban bien a las claras que estaba enamorado del Señor.

En algunas fiestas litúrgicas, como en la Navidad, la alegría del padre Solano llegaba a ser un
verdadero espectáculo. Así como San Francisco de Asís, o como el Beato Pedro Betancur, que
en la Navidad «perdía el juicio», así nuestro Solano en ese día fácilmente venía al éxtasis musical,
como en aquella Navidad de 1602, cuando el provincial Otálora visitaba el convento trujillano:

«Estando los religiosos regocijándose con el Nacimiento, cantando y haciendo otras cosas de
regocijo, entró el padre Solano con su arquito y una cuerda en él, y un palito en la mano, con
que tañía a modo de instrumento. Entró cantando al Nacimiento con tal espíritu y fervor,
cantando coplas a lo divino al Niño, y danzaba y bailaba, que a todos puso admiración y
enterneció de verle con tan fervoroso espíritu y devoción, que todos se enternecieron y
edificaron grandísimamente».

En la huerta del convento, acompañado de bandadas de pájaros que se iban cuando él se


retiraba, hallaba también San Francisco Solano un marco perfecto para su amor. «Le decía [a
Avendaño] que salía a aquella huerta para ver a Dios y aquellos árboles, hierbas y pájaros, de
donde habría materia para alabar a Dios y amarle». Muchos fueron los testigos asombrados de
aquellas sinfonías espirituales de la huerta, que se producían ordinariamente -y que no sé si
Olivier Messiaen incluyó en alguno de los siete tomos de su Catalogue d'Oiseaux-.

El licenciado Francisco de Calancha pudo verlo una vez y quedó pasmado. «Esto, que no había
visto vez alguna, y haber visto callar a los pájaros después que el padre volvió las espaldas, quedó
sumamente asombrado y fuera de sí de ver tal maravilla. Díjole al religioso que estaba allí que
le parecía sueño, y que apenas si creía lo que había visto. El religioso le respondió que cada día
favorecía Dios a todos los religiosos de aquella casa con que viesen éstos y otros favores que
Dios le hacía».

Aviso de terremoto

A fines de 1605, fray Francisco es un fraile más de los 150 que forman la comunidad de la
observancia en San Francisco de Lima. También allí hizo de las suyas. Fray Diego de Ocaña, el
monje jerónimo, estando en Lima, fue testigo de un hecho muy notable: «Sucedió en esta
ciudad, después de Pascua de Navidad el año 1605, que estando con algún temor de haber
sabido cómo la mar había salido de sus límites y había anegado todo el pueblo y puerto de Arica,
y puesto por tierra el temblor a la ciudad de Arequipa, predicó en la plaza un fraile descalzo de
san Francisco y en el discurso del sermón dijo que temiesen semejante daño como aquél y que
según eran muchos los pecados de esta ciudad que les podría venir semejante castigo aquella
noche, antes de llegar el día».

El franciscano predicador, en la plaza pública, era San Francisco Solano. Y se ve que la


muchedumbre no tomaba en broma a aquel fraile insólito, porque el alboroto penitencial que
se produjo fue algo enorme. Confesiones, disciplinas, restituciones, bodas de amancebados, las
iglesias abiertas por la noche, con el Santísimo expuesto, «y todos los frailes en las iglesias y
clérigos arrimados por las paredes confesando a la gente». Dice fray Diego: «después que soy
hombre no he visto ni espero ver semejantes cosas como aquella noche pasaron».

A las diez de la noche «llamaron al fraile descalzo el arzobispo [Santo Toribio] y el virrey y sus
prelados y le preguntaron si le había revelado Dios si había de vivir aquesta ciudad aquella
noche; el cual respondió que no había tenido revelación ninguna y que él no había dicho que se
había de hundir, sino que temiesen no les viniese el castigo semejante al de Arequipa, y que
según eran grandes los pecados de la ciudad, que le podían esperar aquella noche antes que
mañana; y que esto había dicho porque se enmendasen y no porque hubiese tenido revelación
de ello» (A través 98-99)...

Coro, plaza y teatro

En la comunidad de Lima, como ya conocían el estilo del padre Solano, pensaron que lo mejor
era dejarle a su aire. Como padre espiritual de los enfermos, se hizo muy amigo del enfermero
fray Juan Gómez y del refitolero, un muchachito negro, el donado fray Antonio. En la enfermería
se le podía encontrar, o también en el coro, donde pasaba sus horas fuera del tiempo humano,
perdido en los caminos inefables del amor de Dios.

Pero también salía del convento a visitar la cárcel y los hospitales, a conversar con la gente de la
calle, y no precisamente de las variaciones del clima. Sacaba el crucifijo de la mano, y les decía:
«Hermanos, encomendáos a nuestro Señor, y queredle mucho. Mirad que pasó pasión y muerte
por vosotros; que éste que aquí traigo es el verdadero Dios». Su parresía apostólica, su libertad
y atrevimiento para transmitir el mensaje evangélico, era absoluta.

En el corral de las comedias, lugar mal visto y medio censurado, él entraba tranquilamente,
irrumpía en el tablado y, con el crucifijo en la mano, decía algo de lo que tenía con abundancia
en el corazón: «Buenas nuevas, cristianos... Este es el verdadero Dios. Esta es la verdadera
comedia. Todos le amad y quered mucho». Y si algún farandulero se quejaba, «Padre, aquí no
hacemos cosas malas, sino lícitas y permitidas», él le contestaba: «¿Negaréisme, hermano, que
no es mejor lo que yo hago que lo que vosotros hacéis?»..

Una muerte santa

A los sesenta años, en 1610, fray Francisco está hecho una ruina, según el médico que le
examina: Está «con una flaqueza por esencia en los pulsos y en todo el ámbito del cuerpo, que
con los muchos ayunos, mala cama y abstinencia grande que tenía, aun en salud estaba hecho
un esqueleto, cuanto más en la enfermedad». Y hasta entonces sigue haciendo de las suyas,
cuando ya está para irse: «Hermano fray Juan, por amor de Dios, que vaya y me ase una higadilla
de gallina». Poder encontrarla fue, según fray Juan, «otro milagro más» del Santo, pues los
frailes no disponían de tan finos manjares.

Poco antes de morir escribió a Montilla, a su hermana Inés: «La gracia del Espíritu Santo sea
siempre en su alma, hermana mía. No tengo otra plata ni oro que enviarle sino palabras, y no
mías, sino de Jesucristo, que por eso me atrevo a escribirlas. Dice el dulcísimo Jesús por San
Mateo: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia"; en este lugar es amar a Dios
según lo declaran algunos doctores y santos, pues bienaventurada el alma que en esta vida
padece hambre y desea hartarse en el Señor, encendiéndose en su amor. Si vuestra merced,
hermana mía, quiere ser dichosa y bienaventurada en esta vida y en la otra, tenga hambre y sed
de servir a Dios, de amarle, poseerle y gozarle; quiera y ame a tan buen Dios de todo corazón,
de toda su alma y con todas sus fuerzas.

«Ofrézcale su corazón limpio de todo pecado, lleno de contrición y dolor de haberle ofendido,
que El lo recibirá en sacrificio, como lo hizo el real profeta David: "No despreciéis Vos, Dios mío,
el corazón contrito", y ofrézcale en sacrificio todos los trabajos, pobrezas y necesidades que
padece, con hambre y sed de gozar de aquellas riquezas, delicias y regalos del Cielo, que es el
centro de nuestro descanso... A todos mis sobrinos dará mis recomendaciones, encargándoles
de mi parte sirvan a Dios y no le ofendan».

El 12 de julio, acompañado por sus hermanos, recibió el viático, renovó los votos, y quedó en
oración o en sueño, hasta decir: «María. ¿Dónde está Nuestra Señora?». Quizá eso fuera lo
primero que dijera al llegar al cielo.

Aún recuperó el ánimo y la atención más tarde. El padre Francisco de Mendoza, que le atendió
todo el tiempo, cuenta que «con particularísima atención y devoción» siguió el rezo de todas las
Horas canónicas y otras oraciones, en lo que se fueron «casi seis horas, llevándolas el padre
Solano con la suavidad y gusto referidos. Cuando decían Gloria Patri, levantaba los ojos a Dios,
y decía su ordinaria palabra "Glorificado sea Dios", con grandísima suavidad, saboreándose en
las palabras. Con ellas en la boca murió empezando a decir "Glorificado sea...", de manera que
empezándolas a decir parecía que quería alabar; y así como dijo "Dios", se quedó muerto...
Entonces perseveraban más en su canto los pájaros, que parecían estarse deshaciendo, y con
sus voces atravesaban el corazón a quien lo oía».

El Arzobispo y el Virrey, con media Ciudad de los Reyes, asistieron el 15 de julio a los funerales.
Antes de finalizar el mes ya se abrió en el Arzobispado el proceso para su canonización. Los
testimonios de su santidad y de sus milagros eran innumerables. Diez resurrecciones llegaron a
atestiguarse, tres en vida del Santo y siete después de su muerte. Fue declarado beato en 1675,
y canonizado como santo en 1726. Sus restos reposan en San Francisco de Lima.
PADRE ANGEL PEÑA OAR

SAN FRANCISCO SOLANO


APOSTOL DE AMÉRICA

19
LIMA – PERÚ
SAN FRANCISCO SOLANO, APÓSTOL DE AMÉRICA

Nihil Obstat
Padre Ignacio Reinares
Vicario Provincial del Perú
Agustino Recoleto

Imprimatur
Mons. José Carmelo Martínez
Obispo de Cajamarca

LIMA – PERÚ

20
ÍNDICE GENERAL

PRIMERA PARTE: SU VIDA Y MILAGROS


1. Sus primeros años.
2. Novicio franciscano.
3. Convento de Loreto y Montilla.
4. Convento de Arrizafa.
5. La peste.
6. San Francisco del Monte.
7. Convento de Zubia y Sevilla.
8. El viaje.
9. El naufragio.
10. Viaje a Tucumán.
11. Socotonio y Magdalena.
12. Custodio de Tucumán.
13. Algunos milagros en sus correrías.
14. En Lima.
15. Trujillo.
16. Sermón de las cuatro calles.
17. Cambio a la Observancia.
18. Última enfermedad.
19. Su muerte.
20. Milagros después de su muerte.

SEGUNDA PARTE: DONES EXTRAORDINARIOS


1. Dones sobrenaturales. a) Bilocación.
b) Perfume sobrenatural. c) Levitación.
d) Resplandores sobrenaturales.
e) Conocimiento sobrenatural. f) Éxtasis.
g) Milagros.
2. Amor a Jesús Eucaristía.
3. Amor a María.
4. Relación con los animales.
5. La alegría de Dios.

CONCLUSIÓN BIBLIOGRAFÍA

21
INTRODUCCIÓN

San Francisco Solano es uno de los santos más atrayentes de la hagiografía católica. Es
un santo que siempre estaba alegre. Muchas veces se extasiaba en su oración ante Jesús
sacramentado o cuando estaba en su celda.

Y la alegría que sentía en su interior la manifestaba tocando un rabel, que la tradición


posterior convirtió en un violín, con el que se le suele representar. Con ese rabelito o arco de
madera, con una o dos cuerdas de metal, tocando, cantando y bailando, manifestaba su alegría
interior, alabando a Dios. Sus palabras más frecuentes, cuando saludaba o se despedía, eran
Glorificado sea Dios o Alabado sea Dios.

Nuestro santo fue un verdadero apóstol en las provincias de Tucumán (Argentina) y de


Paraguay, pero especialmente en el Perú. Los muchos milagros que Dios hacía por su intercesión
demostraban su grado de unión y de amor a Dios. Él era un milagro viviente, pues apenas comía.

Tuvo muchos dones sobrenaturales como el del conocimiento sobrenatural, éxtasis,


levitación, y hasta bilocación y perfume sobrenatural. Tenía una especial relación con los
animales. Los toros bravos no le hacían nada y le besaban la mano. A una paloma muerta la
resucitó y, los pajaritos se acercaban a él como a un amigo y cantaban con él las alabanzas a su
Creador.

Fue un gran predicador, no tanto por su elocuencia, como por los efectos sobrenaturales
de sus sermones, por ejemplo en el famoso sermón de las cuatro calles con el que se convirtió e
hizo penitencia la mayor parte de los habitantes de Lima.

Su amor a Jesús Eucaristía y a María, nuestra Madre, no tienen nada que envidiar a los
santos más eucarísticos o marianos.

Ojalá que la lectura de este libro nos estimule en nuestra vida cristiana para sentirnos
orgullosos de ser católicos y compartir nuestra fe con los que nos rodean.

ACLARACIONES

Al citar ASV nos referimos al Archivo Secreto del Vaticano de la Sagrada Congregación
para las Causas de lo santos, antigua Congregación de Ritos. En el volumen número 1.328 se
encuentran los principales documentos relativos a nuestro santo.

22
A este número, seguido del folio correspondiente, nos referiremos siempre, a no ser que
anotemos expresamente otro número, ya que en el ASV los volúmenes relativos a san Francisco
Solano abarcan del número 1.328 al número 1.340.

Al citar Plandolit, hacemos referencia a su principal biógrafo que ha estudiado todas las
fuentes importantes sobre su vida, desde el ASV hasta la Biblioteca de París, el Archivo del
convento de San Francisco de Lima, el Archivo de la curia arzobispal de Lima y otros. Su libro
San Francisco Solano, el apóstol de América lo citamos según la editorial Cisneros, Madrid, 1963.

Al citar Proceso nos referimos al Proceso diocesano de san Francisco Solano, publicado
en Montilla en 1999 y que cita todos los testimonios de los testigos entre los años 1610 y 1613,
no sólo de Lima, sino también de Montilla, Sevilla, Granada, Málaga, Córdoba y Madrid.

Cuando se cita Oré se hace referencia al libro de Luis Gerónimo de Oré, Relación de la
vida y milagros de San Francisco Solano, publicado por la universidad católica del Perú (Lima,
1998) según la biografía escrita por Oré en 1614 después de recoger personalmente testimonios
para el Proceso en Lima, Sevilla, Granada, Córdoba y Málaga.

Con relación al texto original, nos hemos permitido algunos retoques para hacer más
inteligible la lectura. Cuando se habla de leguas anotemos que cada legua equivale a 5.572 metros

PRIMERA PARTE SU VIDA Y MILAGROS

1. SUS PRIMEROS AÑOS

Sus padres fueron Mateo Sánchez Solano y Ana Ximénez. Su padre fue dos veces alcalde
de Montilla, donde nació nuestro santo; probablemente el seis de marzo de 1549. Era el segundo
de tres hermanos. Según todos los testimonios, sus padres fueron gente honrada en esta villa,
cristianos viejos, limpios de raza de moros, ni judíos, ni penitenciados por el Santo Oficio1.

1
Fray Luis Gerónimo, Proceso de Montilla, p. 322.

23
Según dice su partida de bautismo: A Francisco, hijo de Mateo Sánchez Solano y de Ana Ximénez
su mujer, baptizó Hernando Alonso, capellán, hoy domingo, diez días del mes de marzo de mil
quinientos cuarenta y nueve años2.

Su primera educación la recibió en su casa y en la escuela del pueblo.


Después sus padres lo enviaron al colegio de la Compañía de Jesús de Montilla

Según declaración de fray Luis Gerónimo: Siendo mozo el dicho padre fray Francisco Solano,
estudió gramática juntamente con este testigo en los estudios y escuelas de la Compañía de
Jesús de esta villa. Mientras este testigo lo conoció y vio estudiar, fue muy virtuoso, honesto,
recogido y ejemplar en su vida y costumbres, humilde y callado, tanto que cuando los
estudiantes estaban en algunos corrillos tratando algunas cosas no muy decentes, si se llegaba
él, callaban todos y se componían y hablaban cosas de virtud, porque le tenían tanto respeto
como a su maestro por su buena vida y ejemplo. Y este testigo lo veía frecuentar los santos
sacramentos de la penitencia y la comunión3.

Una vez, viniendo con este testigo por el camino, le pidieron cantar algunos cantares de los que
cantaban en las escuelas de la Compañía de Jesús y Francisco Solano decía en voz alta un cantar
del Santísimo Sacramento: “Milagro, milagro cierto, soberano y muy divino, que en forma de
pan y vino, Nuestro Señor viene encubierto”. Y así decía otras muchas coplas a este fin. Y luego
decía otro cantar: “A ti, Señor, alabamos los pobres hijos de Adán y muchas gracias te damos
que nos disteis agua y pan”3.

Su obediencia era de tal manera que, diciéndole el maestro a él y a los demás muchachos que
enseñaba, que por la calle fuesen quietos y cruzados los brazos, arrimados al pecho, él lo
obedecía de manera que, saliendo de las escuelas todos los demás muchachos, quitaban y
descruzaban los brazos del pecho y él los llevaba cruzados, como el maestro lo había mandado,
hasta su casa. Y era de muy buena vida y fama en este lugar4.

Según declaró Antonio Ruiz: Desde muchacho hasta que entró fraile edificaba con su virtud y
vida en esta villa (Montilla), haciendo todos los actos de virtud que podía, siendo siempre muy
obediente a sus maestros y dando ejemplo a otros, y esto con mucha modestia y gusto suyo5.

2
Plandolit Luis Julián, El apóstol de América San Francisco Solano, Ed. Cisneros, Madrid. 1963. 3
Proceso de Montilla, p. 324.
3
Proceso de Montilla, p. 323.
4
Testimonio de Francisco Delgado, Proceso de Montilla, p. 336.
5
Proceso de Montilla, p. 333. 7
Oré, p. 4.

24
Según declaró el padre Gerónimo de Oré: Hallándose una vez cerca de Montilla en el campo, vio
dos hombres reñir con las espadas desnudas y él fue intrépidamente corriendo a ellos y, a voces,
les dijo: “Señores, por amor de Dios, no riñan, que no hay quien los pueda poner en paz aquí, y
se matarán, lo cual será grande mal; luego que oyeron tan buenas razones, dichas con deseo y
celo de sus vidas, se apartaron el uno a una parte y el otro a otra, y envainando las espadas se
fueron en paz por el buen padre que Dios les envió para atajar la pendencia7.

2. NOVICIO FRANCISCANO

El presbítero Juan Pérez de Aguilar declaró que él vio al padre fray


Francisco Solano que tomó el hábito de San Francisco en el convento del señor San Lorenzo
extramuros de esta villa (de Montilla)6. Media 1.60 m. y no era hermoso de rostro, pero siempre
estaba alegre y deseaba morir por Cristo.

Según declaración de fray Francisco Torres: Desde que tomó el hábito, fue su ansia y su pro ir a
padecer el martirio por Jesucristo Nuestro Señor. Y lo pidió en España a los Prelados generales
que le dejasen pasar a Berbería (Marruecos) a padecer el martirio. Y no se lo quisieron conceder9.

Fray Antonio de Alicante, que fue su connovicio, manifestó que, durante los tres años que
estuvo con él en el convento de Montilla, fue un hombre muy humilde y penitente y de mucha
caridad, y que era dechado y espejo de toda la Comunidad donde había más de 30 frailes. Y era
muy dado a la oración y recogimiento y muy callado, y después que tomó el hábito lo conoció
este testigo traer siempre un cilicio de cerda a raíz de la carne, y no se lo quitaba ni en invierno
ni en verano… Su cama era de corcho en el suelo y un zoquete de palo por cabecera… Y en el
tiempo que lo conoció las más de las noches hacía (se daba) disciplinas muy ásperas hasta
derramar mucha sangre, tanto que era menester por las mañanas lavar la sala donde estaba
para quitar la sangre… Y nunca lo vio que comiese carne, ni pescado, ni huevos, si no era algún
día de fiesta o Pascua, y esto porque se lo mandaba el padre guardián o maestro, porque siempre
comía legumbres y frutas; y todos los viernes no comía cosa que llegase al fuego. Y los lunes y
miércoles y viernes de Adviento y Cuaresma se contentaba con comer sólo pan y agua…

Y los demás novicios y frailes recién profesos, que estaban en el noviciado con el dicho padre
fray Francisco, andaban con cuidado y se recataban de hablar delante de él alguna palabra o

6
Proceso de Montilla, p. 326. 9
Plandolit, p. 97.

25
reírse o hacer o decir cosa que no fuese muy santa y espiritual… de manera que le tenían un
temor reverencial7.

Su maestro de novicios fray Pedro de Ojeda, dice: Era muy virtuoso, humilde y observante de la
Regla. Recogido y penitente, trayendo cilicio y andando siempre haciendo disciplinas;
durmiendo en el suelo, tendida una cobija, de ordinario; y otras veces en un cañizo de palos
sobre la tierra8.

El cronista del convento escribió sobre su profesión después del año de noviciado: Martes día de
San Marcos, después de vísperas, veinticinco de abril de 1570, en pleno capítulo, tañida la
campana y ayuntados todos los religiosos de este convento de San Laurencio (Lorenzo) de esta
villa de Montilla, hizo profesión y fue recibido en la Orden fray Francisco Solano, natural de esta
villa de Montilla, en manos del padre fray Francisco Angulo, guardián, para ser fraile de coro. En
testimonio de lo cual lo firmaron de su nombre fray Francisco Solano, fray Francisco de Angulo9.

3. CONVENTO DE LORETO Y MONTILLA

Después de su profesión religiosa lo enviaron sus Superiores a estudiar filosofía y teología


al convento de Santa María de Loreto de la misma Recolección franciscana, a 16 kilómetros de
Sevilla, donde había unos 30 estudiantes. Llegó en la primera mitad de 1572.

Según la declaración de fray Francisco de la Cruz: Siendo estudiante en Loreto, con haber
número bastante de celdas, él se hizo de su mano una pobre de cañas y barro colorado en un
rinconcillo (de las campanas), dejando un agujero por ventana para rezar y estudiar10.

Ya entonces tenía fama de santo, pues, estando aún de novicio en Montilla, la señora
Catalina Fernández de Córdova, marquesa de Priego y señora de la casa de Aguilar, pidió al padre
guardián que para enterrarse le pusiesen un habito que fuese de fray Francisco Solano, porque
lo tenía por santo; y con su habito la enterraron11.

Terminados sus estudios de teología recibió la ordenación sacerdotal en Loreto y cantó su


primera misa el día de san Francisco de Asís, probablemente del año 1576. En esa oportunidad,
vino su padre de Montilla con algunos parientes.

7
Proceso de Montilla, pp. 339-340.
8
Plandolit, p. 93.
9
Plandolit, p. 94.
10
Proceso de Sevilla, p. 366.
11
Proceso de Montilla, p. 331.

26
Durante su estadía en Loreto, muchas veces iba a predicar y a pedir limosna de un lugar a otro, lo
mismo en invierno con hielos y pantanos que en el verano con el fuerte sol, pero siempre con su
rostro alegre y grandes muestras de caridad12.

El 24 de diciembre de 1579 murió su padre en Montilla. Y con licencia del Superior volvió a su
patria a visitar a su santa madre, que ya era viuda y por enfermedades y vejez había cegado, a la
cual respetaba y amaba, según la obligación natural, la cual los siervos de Dios suelen más
estrechamente cumplir por ser de precepto divino16.

En Montilla permaneció hasta mayo de 1581. Durante ese casi año y medio sucedieron muchas
cosas admirables. Diego López declaró: Un día fue a pedir limosna a la puerta de la casa de este
testigo y salió Catalina Ruiz, su suegra, la cual sacó un niño, hijo de este testigo, que era de pecho,
y tenía muchas llagas en el rostro y en todo el cuerpo. Catalina Ruiz le rogó que dijese el
Evangelio al niño. Y la dicha Catalina y el padre Solano descubrieron y desnudaron al niño, que
era poco más de seis meses, y viéndolo al padre Solano con tantas llagas, las lamió todas con su
lengua, en el rostro y en todo el cuerpo; y dejándolo así, al otro día por la mañana amaneció el
niño mucho mejor y con todas las llagas secas y sanas, de manera que desde entonces
comenzaron a cortar todo el pellejo de las llagas hasta que quedó sano todo el niño, el cual hoy
está vivo y no había podido sanar con muchas medicinas13.

Otro día venía el padre Francisco Solano con el padre Angulo, y (en el camino) estaba un pobre
que tenía la pierna con muchas llagas, como le vio este testigo, y, llegándose a él el padre fray
Francisco Solano, se hincó de rodillas y le besó los pies... Y, al cabo de un mes, vio este testigo al
dicho pobre, sano de las llagas que antes tenía, andando sin las muletas que antes solía traer. Y
le parece a este testigo que el efecto de la sanidad del dicho pobre debió ser por las oraciones
del padre Francisco Solano, al cual este testigo tuvo siempre por muy bueno y santo religioso14.

El vecino Francisco de Salas que era amigo de Francisco Solano, ya que de niños iban juntos a la
escuela de la Compañía, declaró: Este testigo se quejaba muchas veces delante de él de dolor de
cabeza, y lo tuvo muchos años continuamente sin poderlo remediar, hasta que un día habrá
(hará) más de veinticinco o veintiséis años, estando este testigo en un cortijo, llegó a él el padre
fray Francisco Solano y le preguntó cómo iba del dolor de cabeza que antes tenía. Este testigo le
dijo que todavía lo atormentaba. Y entonces el dicho padre Solano le dijo que Dios lo proveería,
y con esto este testigo se recostó en el dicho cortijo para dormir, y el padre hizo lo mismo. Este
testigo se durmió y, cuando despertó, no tenía el dolor de cabeza. El muchacho (su criado) le

12
Proceso de Málaga. P. 403. 16
Oré, pp. 10-11.
13
Proceso de Montilla, p. 237.
14
Testimonio de Juan Clavijo, Proceso de Montilla, p. 334. 19
Proceso de Montilla, pp. 346-347.

27
dijo que el padre Solano se había levantado cuando él dormía y se había hincado de rodillas junto
a este testigo y le había traído y puesto las manos por la cabeza. Aunque no lo sintió, desde
entonces este testigo sanó del dicho dolor de cabeza y nunca le ha dolido más, ni vuelto el dolor
que antes tenía. La cual sanidad entiende este testigo que Dios nuestro Señor la hizo por medio
de los ruegos y virtud del dicho padre Fray Francisco19.

Todos lo consideraban santo y era voz pública que era tan penitente que se azotaba las carnes
de tal manera que el aposento, celda u oratorio donde se acostaba, tenía el suelo lleno de
sangre, que se sacaba y derramaba con los azotes (que se daba) por amor de Dios… Y que hacía
muy gran penitencia y ayunaba cada día a pan y agua15.

4. CONVENTO DE ARRIZAFA

En el capítulo provincial de 1581 fue nombrado maestro de novicios de Arrizafa, a casi


tres kms. de Córdoba.

Los frailes de Arrizafa solían ir a pedir limosna a la ciudad de Córdoba. Iban los religiosos por
medio de la calle sin llegar a puerta alguna, cantando como quien lee en la mesa. Decían: “Loado
sea Jesucristo. Limosna por amor de Dios a los frailes de San Francisco de Arrizafa”. Llevaban
mochilas para el pan, una capacha para las cosas frágiles, alcuza para el aceite y una calabaza
para el vino16.

Estando en Arrizafa con gran caridad servía a los enfermos sin apartarse un punto de su
cabecera. Y diciéndole el padre guardián de Arrizafa que por qué no iba a la oración y se quedaba
con los enfermos, pues solía decir que la oración engordaba el alma, respondió: “Que el estar
con los enfermos y servirlos, era precepto de la Regla; y que más quería estar por la obediencia
con los enfermos que por su voluntad en la oración”. En esta ocasión y en otras muchas, en
diferentes partes y conventos, mostró tener muy en el alma la recomendación tan encarecida
que nuestro padre san Francisco hace de los enfermos en la Regla17.

En el capítulo provincial de febrero de 1583 fue elegido vicario, predicador y maestro de


novicios del convento de San Francisco del Monte, a cinco leguas (27 kms.) de Córdoba. Allí, en

15
Testimonio de Juan Clavijo, Proceso de Montilla, p. 335.
16
Plandolit, p. 104.
17
Plandolit, p. 105; Archivo de San Isidoro de los padres irlandeses de Roma.

28
medio de los montes que invitaban a la contemplación y al silencio, se entregó a la contemplación,
siendo ejemplo para los demás religiosos, y en especial para los novicios. Por ser predicador
oficial, algunos días salía a predicar a los pueblos cercanos como Adamuz, Villafranca, Carpio,
Montero y otros. Pero su tranquilidad duró muy poco.

5. LA PESTE

Ese mismo año 1583, recién llegado al convento de San Francisco del Monte, comenzó
en el pueblo de Montoro la peste de los landres semejante a la que conocemos como peste
bubónica. Las víctimas morían a los diez días. El miedo que se generaba en los familiares del
enfermo era tal que muchos los abandonaban y huían para evitar una muerte casi segura. Los que
quedaban en los pueblos hacían grandes hogueras en las plazas públicas paras purificar el aire, ya
que suponían que así impedían la propagación de la enfermedad. Los enfermos eran apartados a
las afueras del pueblo, cuidados por los religiosos y algunos miembros de grupos organizados por
católicos seglares, pues ningún otro se hubiera atrevido a tocar los cadáveres y exponerse a la
muerte.

En el pueblo de Montoro, cercano a San Francisco del Monte, se desató la peste con furia.
Llevaron a los enfermos a las afueras del pueblo a la ermita de San Sebastián, convertida en un
pequeño hospital. Allí colocaron las camas y les llevaron alimentos, y las medicinas que creían
podían curarlos o aliviarlos.

Eran muchos los enfermos y los muertos también. Había poquitos sacerdotes dispuestos
a servirlos. Por ello el padre Solano, dejando su tranquilidad y contemplación, se ofreció al
Superior para ir a atender a los enfermos de Montoro, donde los vecinos eran bienhechores de los
frailes. El Superior aceptó su entrega y le dio por compañero a fray Buenaventura. Ambos,
encomendándose a Dios, llegaron a Montoro. Los vecinos los recibieron con agradecimiento.

En la ermita de San Sebastián hacían de todo; confesaban a los enfermos, enterraban a los
muertos, hacían la comida, les servían y les hacían el aseo personal. El padre Solano fue desde el
primer momento, el guía de todos y, como un padre, los consolaba, organizando la limpieza, el
reparto de la comida, los remedios disponibles y todo lo que fuera necesario.

Un golpe fuerte para él fue la muerte de su compañero el padre Buenaventura, que murió
contagiado. Pero él siguió en la brecha ofreciendo cada día su vida al Señor por los enfermos.
Sentía una gran alegría, cuando se sanaban y los llevaba a un molino cercano para que se lavaran
y se vistieran de vestidos nuevos. Los acompañaba hasta Montoro y allí los entregaba a su familia.

Sin embargo, después de un mes de intenso trabajo, se contagió de la peste. Quedó


postrado y soportó con paciencia los sufrimientos de la enfermedad. Gracias a Dios sanó y pudo

29
seguir sin desmayar con la tarea hasta que por fin todos los enfermos quedaron curados, pudiendo
así regresar a su convento feliz de poder decir: Misión cumplida18.

6. SAN FRANCISCO DEL MONTE

Terminada su misión con los apestados regresó a su convento de San Francisco del Monte.
De nuevo comenzó su vida ordinaria, dando pláticas a los novicios y predicando en los pueblos
cercanos, pero el diablo no lo dejaba tranquilo y en una ocasión en que las tentaciones contra la
pureza fueron especialmente fuertes, a imitación de su padre san Francisco, se arrojó en un montón
de zarzas para vencer así la tentación.

En 1586 lo nombraron guardián (Prior) del convento. Renunció, pero tuvo que aceptar
por obediencia. Siendo Prior, recibió la profesión religiosa de su paisano fray Pedro de Sepúlveda
y vinieron algunos familiares del profeso desde Montilla. Entre ellos estaba Aparicio Gómez que
certificó en el Proceso: El padre Francisco Solano, delante de este testigo y de otras personas de
Montilla, persuadido por ellos, dijo algunas coplas de cantar en honor de Nuestra Señora. Y esto
con mucho amor y hermandad como hombre y fraile santo19.

Siendo guardián era el primero en ayudar en la cocina, limpiar los claustros, servir a los enfermos
o hacer las tareas más humildes. Fray Luis de Aguilar aseguró: Era el primero que tomaba la
alforja para pedir limosna en los pueblos comarcanos donde, con una cruz levantada, juntaba la
juventud y les predicaba y enseñaba la doctrina cristiana con gran fervor y caridad; y luego se
volvía al convento a pie y descalzo con haber más de una legua, sin mostrar desabrimiento ni
enfado sino con rostro alegre, que consolaba y edificaba a sus hijos que le veían ocuparse en
semejantes obras... Y era tan devoto del misterio del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo
que la Noche Buena la celebraba con grandes demostraciones de alegría y derramaba muchas
lágrimas con gran edificación de sus súbditos20.

El pintor Francisco Delgado, que fue su compañero de clase, afirmó: Cuando el padre Francisco
Solano era guardián del convento de San Francisco del Monte, le rogó a este testigo, con otros
amigos suyos pintores que llevó de Córdoba, que pintaran de limosna todos los claustros del
convento, de frailes y monjas mártires de la dicha religión (Orden). Y en los cuatro rincones del
claustro pintaron, en uno a san Francisco, y en otro al milagro de san Antonio de Padua cuando
convirtió al hereje, arrodillándose la mula; y en otro, cuando san Francisco se desnudó de las
ropas ante un obispo, y en el otro los mártires del mismo convento de San Francisco del Monte,
que fueron con unos potros arrastrados por los moros, yéndoles a predicar la fe de Cristo... Y

18
Plandolit, pp. 105-109.
19
Plandolit, p. 116.
20
Proceso de Málaga, pp. 404-405. 26
Proceso de Montilla, p. 337.

30
después de haberlo pintado, el dicho padre, en agradecimiento, le hizo a este testigo y a los
demás pintores una plática de un santo, con la que quedaron, no solamente pagados, sino muy
consolados26.

Fray Pedro de San Gabriel manifestó que, teniendo necesidad un fraile lego que estaba enfermo
de comer un ave, el dicho padre Solano, por no enviarlos por ser tarde y ser verano y arder el
sol, él en persona fue a la villa de Adamuz, que está a una legua, y tomó una gallina de limosna
que comió el enfermo. E iba a pedir limosna de pan y huevos para el dicho convento como los
demás frailes por los lugares comarcanos en compañía de un lego. Y siendo guardián, hacía
cantos en el coro, lo cual no hacen los guardianes. Y era tan humilde que hacía todos los oficios
de casa, que los demás frailes hacían, sin tener respeto a que él era el guardián y prelado. Y por
ser tan humilde renunció al oficio de guardián de San Francisco del Monte21.

Al año de ser guardián de San Francisco del Monte, renunció, porque, llevando a un niño a
enterrar al convento, suplicó a Nuestro Señor que lo volviese de la muerte a la vida, resucitando
al niño. Con esto comenzaron a apellidarle “el santo” y, no pudiendo aguantarlo, pidió la
renuncia22.

Fray Pedro de San Gabriel certificó que conoció al padre fray Francisco Solano, siendo guardián
de San Francisco del Monte, y después de dejado el oficio de guardián por haber renunciado. Este
testigo lo vio muy virtuoso y lo acompañó muchas veces, yendo a predicar a los pueblos… Y
yendo por las calles no podía andar, porque la gente no lo dejaba, por besarle el hábito por la
devoción que le tenían por su buen ejemplo23.

7. CONVENTO DE ZUBIA Y SEVILLA

Después de estar cuatro años en el convento de San Francisco del Monte, en el que estuvo
un año de guardián, fue enviado en 1587 al convento de Zubia, a una legua (5 Kms.) de Granada.
Y siempre que su Superior le daba permiso, iba a Granada a consolar a los enfermos del hospital
de San Juan de Dios y a visitar a los presos24.

Estando en este convento, como de ninguna manera le concedían el permiso para ir a


evangelizar a los moros de Berbería, como deseaba desde que era novicio, insistió en su petición

21
Proceso de Montilla, p. 342.
22
El padre mercedario Andrés de Izaguirre afirmó habérselo contado el propio padre Solano mientras
viajaban juntos desde Santa Fe (Argentina). Véase el ASV N° 1.328, fol 1.975.
23
Proceso de Montilla, p. 342.
24
Testimonio de fray Juan Segarra, Proceso de Granada, p. 396.

31
de querer ir a las Indias y, por fin, lo aceptaron. Fue a su pueblo a despedirse de su madre,
hermanos y parientes; y emprendió el camino de Sevilla, donde debió esperar tres meses la salida
del barco.

Estando en Sevilla, se hospedó en el convento de San Francisco. Allí hizo una plática a los
novicios y predicó con tan soberano espíritu de devoción que quedaron todos muy edificados25.

Allí se reunió con el Superior de la expedición, el padre comisario Baltasar Navarro y


otros doce religiosos.

8. EL VIAJE

Don García Hurtado de Mendoza y Manrique, IV marqués de Cañete, quien iba como virrey
del Perú, iba al frente de la flota en que salió el padre Solano, el cual con sus compañeros iba
destinado a la provincia de Tucumán y Paraguay26. La flota salió de la bahía de Cádiz el 13 de
marzo de 1589. El hermano fray Antonio Pérez certificó que, durante el viaje, al padre Solano lo
vio muy recogido y ocupado en cosas de gran virtud y santidad, aconsejando a los que venían en
su compañía para que sirviesen y amasen a Dios. Y con muy gran modestia y humildad reprendía
a los que juraban (blasfemaban) y a los que hacían otras ofensas en deservicio de Dios Nuestro
Señor33.

Tuvieron buen tiempo y llegaron sin novedad a Cartagena el 7 de mayo de 1589. Allí
estuvieron algunos días para cuidar a los enfermos y descalabrados del viaje. Aprovechó el
tiempo para ir a visitar hospitales y predicar en algunas iglesias. Y cuando ya estuvieron todos
curados, partieron el 16 de junio, hacia el puerto de Nombre de Dios y de allí a Panamá.

En el convento de Panamá su celda fue un rinconcito del coro donde puso un serón de
esparto y un palo por cabecera, sin querer otra celda mejor; y allí pasaba en oración gran parte del
día y de la noche. De Panamá se embarcaron unas 250 personas el 28 de octubre de ese año 1589
en la nave del piloto Juan de Morgana, rumbo al Perú.

9. EL NAUFRAGIO

25
Proceso de Sevilla, p. 370.
26
Regiones de la actual Argentina y Paraguay.
33
Plandolit, p. 128.

32
Hacia el octavo día de navegación el navío fue acometido por fuertes vientos y grandes
olas que amenazaron hundir la nave que se iba despedazando. En esos momentos de peligro el
padre Solano animó a todos a confesarse y a tener confianza en la misericordia de Dios. Durante
la noche los gritos de desesperación entre la gente se hicieron repetidos, porque la nave estaba
haciendo agua por diferentes partes. Por fin la nave encalló en unos bajíos a unas dos leguas de la
costa. Inmediatamente empezaron a aligerar la nave arrojando al agua todas las cajas y toneles,
llenos de diferentes mercancías, sin respetar su valor y sólo pensando en salvar sus vidas.

Al amanecer, viendo que el navío estaba perdido, echaron al agua la barca con algunos
marineros, mujeres, soldados y franciscanos. En total 40 personas. El padre Solano se quedó con
el padre Francisco de Leiva y fray Cepeda. Apenas la barca se había alejado de la nave, ésta se
partió en dos; la parte de proa se hundió inmediatamente y le gente que allí estaba se ahogó,
incluido fray Cepeda. La parte de popa quedó medio flotando. Dentro del castillete se refugiaron
varios españoles, hombres y mujeres, para guarecerse de la lluvia continua. El padre Solano quedó
encima del camarote, echado de bruces, soportando los embates del agua del mar y de la lluvia; y
con una cruz en la mano pedía a Nuestro Señor que los salvara.

A los lados del camarote había más de ochenta negros y negras colgados. Durante los tres
días que estuvieron así, el padre Solano los animaba y los encomendaba a Dios. Según el
testimonio de Catalina Gómez: Habiendo confesado a los españoles, se llegó a los esclavos y los
catequizó, preguntándoles si querían ir al cielo y salvarse. Los cuales, con grande alarido, le
dijeron que los cristianase. Y así lo hizo27.

Los que iban en la barca pudieron salvarse a nado, pues al acercarse a tierra, la barca
quedó enterrada en un banco de arena. Por otra parte creyeron que, al haberse partido el barco en
dos, todos habían perecido y no pensaron en regresar a auxiliarlos28. Esa misma noche, al
apaciguarse el temporal, los de la nave lograron hacer fuego dando señales; encendieron un faro29
con candelas de cera que un golpe de mar había arrojado milagrosamente dentro de la nave y, al
ver la luz, los de tierra decidieron liberar la barca encallada en la arena e ir en su ayuda. Cuando
llegó la barca, ya llevaban tres días sin comer, ni beber, ni dormir. Y, antes de verla venir, ya el
padre Solano les había anunciado la buena nueva de que llegaba el socorro. Les dijo: Hermanos
míos, dad muchas gracias a Dios, porque ya se ha cumplido su divina voluntad y ya viene el
remedio y será en breve. Y a poco rato se asomaron todos a ver si venía el batel por ellos y le
vieron venir30.

27
ASV N° 1.328, fol 739.
28
Los que tocaron felizmente la isla estuvieron con plena resolución de no volver, por haberse visto casi
ahogados al salir a tierra por la mucha agua que el batel hacía y que no le podían enderezar para volver
seguros; entendiendo por otra parte que todos los del navío habían perecido, porque sólo se descubría
sobre el agua la toldilla del piloto, que es la parte más alta de la popa (ib. fol 1.293-1.294).
29
Ferrer de Ayala declaró: Encendieron un farol con candelas de cera que un golpe de mar les arrojó dentro
de la nao sin pensar, y decidieron los de tierra ir a ellos. Y todos lo tuvieron por caso milagroso por las
oraciones del padre Solano, porque sin duda, a no hacerse este farol o no haber tenido con qué, todos
ellos perecerían (ib. fol 1.294).
30
ASV N° 1.328, fol 739.

33
Tuvieron que hacer varios viajes para sacarlos a todos. El padre Solano fue en el último.
Para entrar en la barca, un poco separada del navío, hubo de tirarse al agua y nadar un trecho. Para
hacerlo libremente se había quitado el hábito, lo había amarrado con una cuerda y lo había echado
a la barca, diciendo: Reciban por caridad nuestro hábito. Pero, errando el golpe, el hábito cayó al
mar y no pudo recuperarse.

Cuando la barca se alejaba del barco, vieron todos, estupefactos, que lo que quedaba del
barco se hundía irremisiblemente. Un poco más y todos se hubieran ahogado, pero en ello vieron
la misericordia de Dios que los había socorrido milagrosamente por medio del padre Solano.

Cuando llegaron a tierra, el padre Solano se echó a descansar en la arena de la playa, pero
de pronto se levantó con una gran sonrisa y comenzó a caminar playa adentro. Al cabo de media
hora, regresó vestido con su hábito todo seco, lo que les causó a todos gran estupor. Tanto más
que los demás religiosos perdieron también sus hábitos y no pudieron recuperarlos.

En tierra el padre Solano se constituyó en padre de todos y procuró buscarles alimento,


puesto que no tenían nada de comer. Encontraron una culebra, recién muerta, y se la repartió.
Otros buscaron yerbas para comer. Algunos comieron una frutilla que encontraron y los que la
comieron murieron a las 24 horas. Así, teniendo miedo de comer yerbas, por no saber si eran
venenosas, se las llevaban al padre Solano, quien decía: En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo te hago pan. Y así pudieron sobrevivir, repartiéndoles a cada uno su ración.

Algunos encontraron a dos días de camino unos bohíos que estaban sin gente y que los
indios utilizaban para sacar sal del mar en alguna época del año. Allí se establecieron para tener
un refugio seguro. Aderezaron una de las chozas como capilla y todos los días se reunían en ella
para escuchar la misa seca (sin pan ni vino), que un padre celebraba, y cantar la Salve.

A los cuatro días de estar en tierra se aventuraron en la barca algunos marineros y soldados
con el piloto de la nave y el padre Navarro, que era un experimentado marino. Iban a Panamá, a
80 leguas, a buscar auxilio. Por su parte el padre Solano les predicaba todos los días. En ocasiones,
se alejaba dos o tres días a orar y hacer penitencia. Y solía traer en las mangas del hábito algunos
caracoles, cangrejos, pescados o hierbas para repartirlas entre todos31.

Los testigos del Proceso de canonización dan detalles enternecedores: El bendito padre traía
cangrejos y pescados y yerbas con que se sustentaban todos y siempre con una boca de risa,
halagándolos y consolándolos… A veces, llegaba trayéndoles en la manga de su hábito algunos
caracoles39. A él le daban algunas yerbas cocidas, que agradecía mucho32.

31
Los datos de este capítulo están tomados del ASV N° 1.328. Entre los testigos de vista que declararon
sobre estos sucesos del naufragio, están el padre Cristóbal Paniagua (ASV N° 1.328, fol 111); Isabel Arias
(ib. fol 296-300); Hernando de Yebia (ib. fol 300-303); Juan de Nájera (ib. fol 449-455); padre Francisco
de Leiva (ib. fol 736-737) y el padre Luis Ferrer de Ayala (ib. fol 1.286 y ss.). 39 Testimonio de Isabel
Arias, ASV N° 1.328, fol 298.
32
Ib. fol 740.

34
Luis Ferrer de Ayala afirmó que estaba su padre enfermo y falto de algún manjar más regalado
que las yerbas y mariscos, e hizo un anzuelo de un mondadientes de oro y le puso un corcho y
plomada y, habiéndole tejido su madre un sedal, le puso en una vara larga, pero no consiguió
nada. Lo cual, visto por el bendito padre y lastimándose de la congoja de este testigo y la
necesidad de su padre, le dijo: “Véngase conmigo, que yo le llevaré donde hay peces”.

Y le llevó por la playa adelante a un arroyuelo con muy poca agua y no buena. Hincado de rodillas
y levantando con la mano izquierda la manga del brazo derecho, entraba en el agua y en la mano
sacó algunos peces que dio a este testigo, y él a su madre, y ella los aderezó para su padre
enfermo, quien los comió con mucho gusto y agradecimiento y con notable espanto del suceso,
que todos tres (padres e hijo) juzgaron y tuvieron por milagroso33.

Un día se suscitó un grave problema. El mar devolvió algunas prendas del naufragio y varios
pretendieron que eran suyas. Se armó una fuerte discusión entre el capitán Francisco de Spínola
y Hernando de Yebia y se formaron dos bandos, dispuestos a pelear hasta la muerte. Lo curioso
era que todos los días por la tarde acudían cerca de la noche casi todos los que en tierra se
hallaban a la Salve, que se decía a aquella hora. Entre los demás, las dos personas cabeza de
bandos; y se hincaban de rodillas muy distantes el uno del otro... Y una tarde, dejando él de ir a
la Salve y aguardando al tiempo en que se acababa de decir, entró el padre Solano de repente
por medio de todos, desnudo de la cintura para arriba y con la cruz en una mano y la disciplina
en la otra, dándose con ella tantos y tan recios golpes en las espaldas desnudas que le saltaba la
sangre de ellas, y le corrían copiosas lágrimas de los ojos, y a voces decía: “Perdónalos, Señor
mío, y no permitas que el resto de vuestro rebaño, que está sin culpa, padezca y sea castigado
por la de dos personas que viven en desgracia vuestra y fuera de caridad. Dásela, Señor, para
que os amen y se amen entre sí”34.

Y los contrincantes se conmovieron y partieron a una de los lugares de donde estaban y, puestos
de rodillas en presencia del siervo de Dios, le pidieron perdón y que cesase aquel rigor35. Y
prometieron ser amigos y se abrazaron con grande amor36. Y, según recordaba Isabel Arias,
veinte años después en el Proceso: Ambos fueron muy amigos hasta que murieron37.

El día de Nochebuena de aquel año 1589 estaban todos tristes, porque estaban perdiendo las
esperanzas de ser rescatados. El padre Solano llevaba tres días alejado de todos y, de pronto,
apareció cantando unas coplas al niño recién nacido, pidiendo a todos que le diesen albricias
con mucha alegría, porque ya venía el socorro38. Así todos quedaron muy consolados y animados
y con grandes esperanzas de que por medio de aquel santo padre les había de venir el remedio,

33
ASV N° 1.328, fol 1.291-1292.
34
Testimonio de Ferrer de Ayala, ASV N° 1.328, fol 1.293.
35
Ibídem.
36
Ib. fol 740.
37
Ib. fol 299.
38
Ib. fol 115.

35
y aquella pascua (de Navidad) estuvo con ellos haciéndoles algunas pláticas de cosas de Dios
Nuestro Señor39.

Y al cabo de dos días de que dijo esas palabras, vieron un navío que venía de Panamá a
socorrerlos, trayendo mantenimientos, lo cual entendió este testigo (padre fray Cristóbal
Paniagua) que fue revelación que tuvo del cielo el padre Solano y así lo entendieron todos los
demás. Y pasados otros dos días vieron en altamar un bulto que les pareció navío y, por si lo era
o no, juntaron mucha leña e hicieron gran candelada para que fuese visto del navío; el cual otro
día llegó a tierra y se embarcaron40.

Habían estado en tierra 62 ó 63 días y habían muerto en total, en el naufragio y en tierra,


130 personas, entre ellos el franciscano fray Cepeda.

10. VIAJE A TUCUMÁN

Desde el lugar del naufragio, se embarcaron en el barco que vino en su socorro desde
Panamá, y que los dejó en el puerto de Paita en el Perú. De Paita los franciscanos, al frente del
padre Baltasar Navarro, llegaron por tierra al pueblo de Santa.

La señora Isabel Hurtado, en su declaración del Proceso, afirma que el padre Solano llegó
muy enfermo y flaco, y ella le pidió al padre Navarro que lo dejara allí hasta que se recuperara
para enviarlo después a Lima, lo que fue aceptado. De esta manera, en la Semana Santa de ese
año 1590, pudo predicar en ese lugar. El día de Pascua salió acompañando la procesión y, en un
súbito arrebatamiento, comenzó a cantar y sonar palmas y castañetas, bailando y diciendo: “Este
día es de grande alegría; huélgome, hermanos, por vida mía”. La señora Isabel lo vio tan
encendido que le pareció estar arrebatado en espíritu del cielo con sus ojos clavados en el
Santísimo Sacramento41.

De Santa se dirigió a Lima. Allí se hospedó en el convento de San Francisco, donde fue recibido
con mucha caridad y donde le esperaban sus compañeros de expedición. El único testimonio que

39
Isabel Arias, Ib. fol 299.
40
Proceso de Lima, pp. 74-77.
41
Plandolit, p. 145.

36
tenemos de su paso por Lima fue el del dominico fray Diego de Corvalán, que se compadecía de
él por verle de color pálido como de hombre muy enfermo42.

Después de varios días de descanso, emprendieron todos a primeros de julio de 1590 el


largo camino por tierra al Río de La Plata. Más de 500 leguas por desiertos y caminos despoblados
para llegar a Tucumán en la actual Argentina.

De Lima llegaron a Jauja, y de Jauja al Cuzco. De Cuzco, pasando por Juliaca y otros muchos
pueblos, llegaron a Copacabana y La Paz. De su paso por La Paz refiere el padre Cristóbal López:
Predicó con tanta edificación de los oyentes que los dejó admirados. Y entiende que había ido a
pie por todos estos caminos desde Lima, que son agrios y de mucho trabajo, porque no le vio
caballo ni aparejo alguno para caminar, cosa que edificó mucho a este testigo43.

A Potosí llegó en compañía del padre Baltasar Navarro y de los otros religiosos que
estaban destinados a Tucumán. El día 4 de octubre de 1590 celebraron allí la fiesta de san
Francisco de Asís y el guardián pidió a los religiosos que salieran a regocijarse y alegrarse. Como
nadie salía, el mismo guardián con mucho fervor salió y cantó una copla que decía: Tal enamorado
nunca se ha visto, pues fue con Cristo de amores llagado. El padre Solano le tomó la copla y
comenzó a cantar y bailar juntamente delante de todos con tanta alegría que todos se alegraron44.

A Santiago del Estero, capital de la gobernación de Tucumán, llegó el 15 de noviembre


de 1590 con el padre Superior Baltasar Navarro y otros siete compañeros. Al llegar había en la
gobernación de Tucumán cinco ciudades: Santiago del Estero, Córdoba, Tucumán, Esteco y Salta.
En las cinco ciudades había un convento de franciscanos. Aparte había 36 sacerdotes diocesanos.

11. SOCOTONIO Y MAGDALENA

Recién llegado a Tucumán, fue destinado como cura doctrinante a los pueblos de Socotonio y
Magdalena, donde estuvo aproximadamente un año. Dios le dotó del don de poder aprender
rápidamente las lenguas de los indios para poder predicarles y así convertirlos. En la Relación e
información jurídica, que se hizo en Tucumán por mandato del arzobispado de Lima, se hace
mención de que se tenía por cosa milagrosa que había aprendido la lengua tonocoté, la más
general de aquellas provincias, en sólo quince días45. Así lo manifestó el encomendero del pueblo
de la Magdalena, el capitán Andrés García, diciendo que él fue el que le enseñó la lengua llamada
tonocoté al bendito padre Solano y que tiene por conocido milagro que la pudiese saber y
aprender en menos de quince días, hablándola con toda perfección; en la cual predicaba,
convertía y bautizaba muchos bárbaros y los confesaba. Otro testigo declaró que la supo mejor

42
Plandolit, p. 146.
43
Plandolit, p. 150.
44
Plandolit, p. 150.
45
ASV N° 1.328, fol 997.

37
y con mayor propiedad que los indios con ser dificultosísima de hablar, porque apenas se puede
escribir46.

El padre Juan de Castilla certificó: Estando este testigo con él en la provincia de Tucumán vio
que, aunque las lenguas de los indios de aquellos pueblos eran distintas y dificultosas de
aprender, las supo y aprendió y entendió el dicho padre tan elegantemente que los indios decían
que no era posible, sino que era indio o hechicero, porque sus propios vocablos se los
contradecía. Y a este testigo y a todos los demás españoles y seglares que allí habitaban, les
parecía cosa imposible y sobrenatural porque ni los que son hijos de esa tierra la hablan con
perfección como lo hacía el padre Solano… Por lo cual entiende este testigo, y toda la provincia
lo tiene entendido, que el dicho padre, por revelación de Nuestro Señor supo y entendió la dicha
lengua, con que así convertía almas a Dios55.

Cristóbal de Valdés declaró que estando enfermo un indio lule, de diferente lengua de la general
(tonocoté), le fue a ver el siervo de Dios… y a grandes voces el padre Solano le dijo que le hablase
(estaba sin habla) que, aunque fuese en su lengua, le entendería. Y le volvió el habla al indio y
pidió al siervo de Dios que le catequizase y enseñase la ley de Dios, porque no estaba bautizado…
El padre le dio a entender nuestra santa fe y los bienes que se seguían del santo bautismo y,
acabado el santo bautismo, murió el indio47.

Según Pedro de Vildosola: Era tanto su amor a los naturales que los indios tenían con él muy
gran fe y le respetaban y veneraban; y se le hincaban de rodillas a besarle el hábito y la mano en
cualquier parte que le veían y en los caminos; y el dicho padre era tan piadoso con ellos que,
viéndolos se apeaba de la cabalgadura y los abrazaba y agasajaba y daba de lo que llevaba,
mostrando en esto la gran caridad que con ellos tenía48.

El padre Solano amaba a los indios, les hablaba en su lengua y ellos le respondían y se
convertían por millares.

12. CUSTODIO DE TUCUMÁN

Después de un año de estar como doctrinante de los pueblos de Socotonio y Magdalena,


en el capítulo provincial de Jauja fue nombrado en agosto de 1592, custodio de la Provincia. Como

46
ASV N° 1.328, fol 992-1.004. 55
Proceso de Lima, pp. 79-80.
47
ASV N° 1.328, fol 997.
48
ASV N° 1.328, fol 1.078. 58
Plandolit, p. 170.

38
primera medida renunció al cargo, pero no le aceptaron y se dedicó a visitar los conventos de la
Custodia de Tucumán.

Durante sus correrías, visitando conventos, le afligía a veces un fuerte dolor de estómago. El padre
Juan de Casti1la declaró que, visitando el convento de Nuestra Señora de Talavera, donde estuvo
cuatro meses: Vio muchas veces que traía puestos grandes cilicios y algunos de cuerda que son
asperísimos. Algunas veces, cuando el dolor de estómago le afligía, llegaba a la celda de este
testigo y le decía que, por amor de Dios, le diese un trago de vino, porque se moría del
estómago... Y era tanta su humildad que le dijo a este testigo, siendo él su Prelado, que por amor
de Dios le prestase una silla y un freno para ir algunos ratos a caballo, porque estaba muy flaco.
Este testigo se lo dio y lo volvió a enviar dentro de pocos días, de manera que en una cosa tan
menuda no quiso tener señorío58.

De su estadía en Salta declara el padre Bartolomé Muñoz: Siendo el siervo de Dios custodio de la
provincia de Tucumán, en cierta fiesta que se hizo a Nuestra Señora, yendo en la procesión, se
encendió tanto en el divino amor de Dios y de su Santísima Madre que, dejando aparte toda la
autoridad de Prelado y custodio que era, se puso a cantar diciendo coplas en alabanza de Nuestra
Señora, en la misma forma que David, el santo rey, lo hacía delante del Arca49.

En Santiago del Estero también estuvo de recorrido. Al llegar, según declara el testigo fray Juan
de Techada: Estaban los vecinos feudatarios de la ciudad, alborotados de enojos y pesadumbres
que tenían. Y así como llegó, los llamó y los hizo amigos y los apaciguó a todos50.

El 20 de mayo de 1591, Juan Ramírez de Velasco había fundado la ciudad de Todos los
Santos de la Nueva Rioja. A mediados de 1593 emprendió la agotadora travesía por los llanos de
la Rioja. En uno de los pueblos todavía conservan con cariño una silla en la cual transportaron los
indios una buena parte del trayecto al buen padre Solano.

Ese mismo año 1593 volvió a insistir en su renuncia al cargo de custodio y se lo aceptaron.
Así que desde finales de 1593 estuvo libre para dedicarse a misionar sin la obligación de visitar
los conventos de la Orden.

Predicando llegó hasta la ciudad de Santa Fe del Paraguay. Algunos autores afirman que
llegó a Buenos Aires y Asunción (en Paraguay). Otros no están seguros.

49
Plandolit, p. 171.
50
Plandolit, p. 176.

39
13. ALGUNOS MILAGROS EN SUS
CORRERÍAS

En sus recorridos apostólicos Dios manifestaba su gloria por medio del bendito padre con
milagros espectaculares. Veamos algunos:

El padre Manuel Núñez Magro de Almeyda declaró: El Jueves Santo de dicho año de 1593 se
hallaron en la dicha ciudad de La Rioja 45 caciques infieles con su gente. Y el capitán teniente
Pedro Sotelo y este testigo estaban atemorizados con miedo de verse cercados de tanta gente.
El dicho capitán mandó a los vecinos que se armasen “todos a caballo para en la pampa rasa
defenderse”, si alguna cosa sucediese.

Y el dicho padre fray Francisco Solano hizo a los dichos indios un sermón, y este testigo no sabe
en qué lengua era, porque todos le entendían, así los españoles como indios, “que estaban allí
de tres o cuatro lenguas”, con tanto fervor y espíritu que los indios se le fueron a este testigo a
postrar de rodillas, pidiéndole con muchas lágrimas el santo bautismo.

Y este testigo fue al dicho padre fray Francisco Solano y le preguntó qué haría en aquel conflicto.
Y su paternidad abrazó a los indios, dándoles el beso de la paz. Y le dijo a este testigo: “Vaya
vuesa merced, no tema; hagamos la procesión”.

Y viendo los indios azotarse a los españoles, espantados, dijeron qué invención era aquélla. El
padre fray Francisco Solano, viendo la ocasión, les comenzó a decir a los indios, con fervor del
Espíritu Santo, que tal noche como aquella de Jueves Santo habían azotado y muerto a Nuestro
Señor por nuestros pecados.

Y el sermón “que hizo fue un poco largo”. Y, acabado, los indios rompieron el silencio que tenían
en oírlo. Y con muchas lágrimas se desnudaron las camisetas. Y unos con guascas, y otros con lo
que hallaron, se iban azotando todos. “Que fue la mayor devoción para este testigo, y otros fríos
de corazón, que en vida había visto”.

Y el dicho padre fray Francisco Solano andaba con tanta alegría y devoción como sargento del
cielo entre los indios, “quitándoles los azotes, y diciéndoles mil cosas, toda la noche sin
descansar”, predicándoles y enseñándoles.

Detúvoles en aquella ciudad hasta que todos estuvieron aptos para ser cristianos, que fueron en
número de nueve mil indios51.

Certificó Vildosola que, acompañando al padre Solano en una correría desde San Miguel de
Tucumán a Santiago del Estero, no podían vadear un río muy hondo. A la otra orilla había 40

51
ASV N° 1.328, fol 472-475. El testimonio de Miguel de Luna está en el ASV N° 1.336, fol 190.

40
carretas detenidas, esperando a que mermase la corriente. El padre le dijo a su acompañante, que
no tuviese pena que Dios lo remediaría y les daría de comer. Y luego, con una red que tenía y
traía de ordinario consigo, y otras veces con un anzuelo, fue al río y pescó un pez gordo. Luego
quiso echarla de anfitrión y dijo que él les había de dar de cenar y no había de llegar otro al fuego
sino él. Y levantándose los hábitos de los brazos, les hizo de cenar y les dio a todos muy
atentamente; y él se retiró debajo de una carreta, sacó una mazorca de maíz y esto sólo fue su
alimento52.

Después les dijo: No tengan miedo que mañana a las nueve pasarán el río tan claro como un
espejo. Y así al día siguiente a las nueve, que fue la hora en que el siervo de Dios había dicho,
pasaron el río sin ninguna dificultad. El río estaba tan claro y tan bajo que no llegaba a los estribos
de las cabalgaduras..., y después de haber pasado el río los unos de esta parte y los otros de la
otra, estando el río muy bajo, claro y manso, como tiene dicho, luego al instante volvió a estar
muy caudaloso y sin poderse navegar ni vadear como antes, sin haber llovido por entonces para
que se atribuyese su creciente al agua llovida53.

Siguieron adelante en el camino y, en un paraje llamado El Hospital, llovió tanto que


Vildosola quedó hecho una lastima, mientras que con asombro vio que el padre estaba tan fresco
como si nada, y le dijo: Padre mío, ¿cómo yo vengo mojado y vuesa paternidad lo trae seco? Y
respondió: “Provéalo Dios”54.

Cuenta el padre Juan de Castilla que, estando el padre Solano en la provincia de La Rioja
(Argentina), se había secado un río que allí había, cosa que dicen los naturales que solía hacer
de mucho a mucho tiempo, y que salieron algunos y particularmente la justicia a ver si hallaban
agua. Y el padre fue con ellos y les iba consolando y animando diciendo que tuviesen confianza
en Dios que no les faltaría agua. Y todos iban casi desconfiados; porque, no hallando agua, habían
de despoblar la ciudad. Y llegaron a un paraje quebrado y allí el padre Solano empezó con un
palo a herir la tierra y a decir: “Ya viene agua, que Dios nos la envía”. Y con esto empezó a salir
agua de manera que tiene tanta como dos cuerpos de bueyes, que era la que solía tener antes
de venir. Y, desde entonces acá, nunca les ha faltado y todos lo tuvieron y tienen hoy en día por
milagro que Dios había hecho por medio del padre y así es público en toda la provincia de La
Rioja55.

Fray Bartolomé de Solís certificó: Todavía se conserva una fuente que milagrosamente salió
agua en aquella ocasión y llaman hasta hoy la fuente del padre Solano56.

52
ASV N° 1.328, fol 1.078-1.079.
53
Ib. fol 1.783-1.784.
54
Ib. fol 1.079.
55
Proceso de Lima, p. 81.
56
ASV N° 1.328, ib. fol 1.373; 1.472; 1.539; 1.553; 1.582.

41
14. EN LIMA

En 1595 el padre comisario general quiso fundar un convento de recoletos franciscanos,


o de la Recolección franciscana, en Lima al pie del cerro San Cristóbal, en el distrito limeño del
Rímac. Este convento se llamó convento de
Nuestra Señora de los Ángeles y actualmente se llama convento de los Descalzos. Para que fuera
un convento de vida recogida y santa, quiso poner como primer fundador y Vicario (Superior
mayor) al padre Solano. Por este motivo lo mandó traer desde Tucumán. El padre Solano no quería
aceptar, pero debió obedecer después de haber pasado cinco años en Tucumán, con sus queridos
indios.

El padre fray Alfonso Díaz manifestó: Cuando salió de esta tierra (Tucumán), generalmente
sintieron todos su ausencia por el mucho consuelo que con él tenían. Pedro de Vildosola añadió:
Al salir de aquellas provincias quedaron los vecinos y los indios muy tristes y desconsolados.
Todos lo amaban como a un padre y le respetaban como a santo. Y en todas sus necesidades se
ayudaban y valían de él, acudiendo a pedirle remedio. Y todos deseaban que nunca los dejase57.

A mediados o finales de 1595 llegó a Lima para hacerse cargo de la construcción del convento,
que estaba empezando. El padre Pineda refiere que era tan observante del voto de la pobreza que
jamás le conoció tener sino unos poquitos libros, necesarios para el ministerio de la predicación,
y su hábito y túnica y manto de sayal. Y en su celda no tenía adorno ninguno, sino una imagen y
una cruz, y su cama era un cañizo o tabla sin colchón alguno, más una frazada (manta) y
almohada de sayal y otra almohada de madera, sin otro regalo alguno58.

Por eso, quiso que el nuevo convento fuera muy pobre. No quería que las puertas y ventanas de
las celdas fuesen pulidas, sino estar llaneras; no permitía ni siquiera que los maderos se
acepillasen o los palos se desbastasen ni se blanqueasen las paredes ni se enladrillase la casa. Y
quiso que las celdas y oficinas fuesen pequeñas. En su celda sólo tenía en la cabecera una cruz,
la mesa con el candil y una silla, el breviario y una biblia con algún libro para repasar los
sermones. A los religiosos les solía repetir: “Amen a Dios, hijos, amen a Dios”.

Y era tanta la alegría de su espíritu que algunas veces iba a la huerta a alabar a Dios y decía a las
avecillas: “Venid, compañeritos, venid”. En las tareas diarias de la Comunidad era el primero que
hacía de todo, dando ejemplo de humildad. En las fiestas de Navidad era el promotor de la
alegría, cantando y bailando al niño Jesús.

57
Plandolit, p. 209.
58
Proceso de Lima, p. 57.

42
Con frecuencia iba a los hospitales de Santa Ana y de San Andrés a visitar a los indios y españoles
enfermos. También los visitaba en sus casas y les decía los Evangelios y los consolaba y aliviaba
como atestiguó Diego de Astorga59.

En Lima pudo conocer en esos momentos a otros santos como santa Rosa de Lima, san
Martín de Porres, san Juan Macías y santo Toribio de Mogrovejo.

En el capítulo provincial de 1598 querían ponerlo de guardián (Prior) del convento de la


Recolección donde vivía, pero tanto insistió que consiguió que nombraran en su lugar al padre
Pedro Román, quedando así él disponible. Fue destinado como capellán de una expedición que
iba al Callao, pasando a morar al convento de San Diego del Callao. De su estadía en el Callao
dijo fray Gregorio de León que vivió con él: No había visto ni tratado religioso más santo, ni más
sencillo, ni más siervo de Dios que el padre Solano…, de ordinario veíale con una boca llena se
risa tratando siempre cosas de Dios o enderezadas en cosas de su servicio70.

En octubre de 1600 murió el guardián de la Recolección Pedro Román y, según las


Constituciones, por ser el padre más antiguo, debía ser nombrado el padre Solano, pero no quiso
aceptar y no fue nombrado.

En el capítulo provincial salió provincial el padre Francisco de Otárola y lo nombró su


secretario. El padre Solano aceptó por habérselo mandado por obediencia delante de toda la
Comunidad. Pero su salud estaba muy resquebrajada y, por fin, el padre provincial tuvo que
acceder a su petición de quitarle el cargo, enviándolo a Trujillo. El oficio de secretario lo
desempeñó menos de un año, pues en setiembre de 1602 ya estaba en Trujillo, donde fue
nombrado guardián o Prior.

15. TRUJILLO

59
Archivo del convento de San Francisco de Lima, Registro XVI, fol 405. 70
Plandolit, p. 224.

43
Estando en este convento de Trujillo (del Perú), un día saliendo de la sacristía, revestido para
decir misa en el altar de San Antonio, llevaba por delante y le precedía, como si fuera un paje,
una milagrosa luz tan resplandeciente como el sol, según juraron en el Proceso varios testigos60.

El padre Gerónimo Alonso nos dice que era tan amigo de los pobres que, si por alguna vía le
daban algún regalo, lo llevaba a los pobres y especialmente a una pobre vieja que hacía diez años
que estaba tullida (y leprosa) a la cual visitaba por entender ser una sierva de Dios y por su
mucha necesidad. Y acabando de visitarla y exhortarla al amor de Dios, se iba con este testigo al
hospital de dicha ciudad a hacer las camas a los pobres y sacarles los servicios y hacerles pláticas
espirituales con que quedaban consolados y admirados de ver la humildad y voluntad con que
acudía a ello. Y asimismo otras veces, saliendo del dicho hospital, se iban a visitar a los
encarcelados para consolarlos, particularmente a los que habían de ajusticiar, a los cuales
confesaba y ayudaba a bien morir, tomando a su cargo sus almas61.

Fray Melchor de Llera afirma que vivió con el padre Solano en el convento de Trujillo y este
testigo se levantaba de noche a llamar a maitines y muchas veces, se levantó antes de la hora
ordinaria y se paseaba por delante de la celda de dicho padre y acercaba su cabeza y ponía oído
a la puerta de su celda donde este testigo oía y vio que estaba con una varita en la mano, con la
cual solía dar en una cuerda que tenía puesta en un arco como rabelillo. Y juntamente oía este
testigo que el dicho padre estaba cantando, aunque las palabras que decía nunca las entendió;
sólo entendía que estaba dando gracias y alabando a Nuestro Señor... Y este testigo lo vio
siempre en la iglesia de noche delante del Santísimo Sacramento, orando, de ordinario entre
ocho y nueve… Y para ser presidente (Prior) de dicha casa de Trujillo fue necesario que el padre
fray Juan Venido, comisario general de la Orden, le persuadiese mucho a que lo aceptase... Allí,
cuando algunas veces iba a visitar enfermos, tenía siempre por costumbre decir: “Glorificado sea
el Señor”… Y algunas veces vio este testigo que iba a visitar a los pobres del hospital de la ciudad
y llevaba en las mangas algunos regalos para dar a los enfermos, a los que consolaba y animaba62.

En el capítulo provincial de octubre 1604 fue trasladado al convento de la


Recolección o de los Descalzos de Lima como guardián. Se sabe que predicó en Trujillo el sermón
de San Diego el 12 ó 13 de noviembre y a continuación viajó a Lima para tomar posesión de su
cargo.

16. SERMÓN DE LAS CUATRO CALLES

60
Biblioteca vaticana, sección manuscritos. Códice Barberini lat. 3.463, fol 17v.
61
Proceso de Lima, p. 157.
62
Proceso de Lima, pp. 54-55.

44
Al mes de su llegada a Lima predicó el más famoso sermón de su vida y que ha quedado
en la historia del Perú como ejemplo de conversión milagrosa de todo un pueblo. Se le ha llamado
el sermón de las cuatro calles. Sucedió el 21 de diciembre de ese año 1604. El padre Solano salió
con su Cristo en la mano63, acompañado del hermano corista fray Mateo Pérez, a predicar a la
plaza principal o plaza de Armas o cuatro calles como otros la llamaban. Dice el hermano Mateo
que, al andar, iba tan deprisa que parecía que quería volar, porque iba como arrebatado por el
espíritu de Dios.

Vino a la hora de las cuatro a la plaza pública y se subió a un púlpito en los soportales junto al
banco de Juan de la Cueva. Puesto en él, acudió tanta gente, así para oír, la palabra de Dios como
por la devoción que le tenían, que admiró el concurso64.

Pablo Moya de Contreras, que estuvo presente, refiere: En el discurso del sermón dijo estas
palabras: “Malas nuevas habéis tenido de Arequipa por la ruina que ha sucedido65 por los
pecados de los hombres. Pues no os las traigo yo mejores, porque os advierto que, antes de
mañana a estas horas, de esta ciudad no ha de quedar piedra sobre piedra por vuestras
maldades y pecados. Y os he dado mucho largo. Os advierto que, antes de mañana al mediodía,
se verá cumplido lo que digo. Y para que abráis los ojos y os arrepintáis de vuestros pecados, os
aviso que antes de medianoche, veréis esta miserable ruina”.

Y esto lo dijo con tan fervorosas palabras el bendito siervo de Dios que el pueblo alzó un alarido
que no oyeron todos bien el remate del sermón. Y este testigo estuvo atento a la conclusión de
en qué se fundaba el siervo de Dios y le oyó decir: “Y esto que os he dicho lo pruebo por la
autoridad de san Juan que dice que por tres terremotos se ha de acabar el mundo. Y citó las
palabras del evangelista san Juan: “Lo que hay en el mundo es concupiscencia de la carne,
concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida” (1 Jn 2, 16).

Se alborotó tanto el pueblo que los unos a los otros se miraban como sin juicio, juzgándonos
todos de que el castigo tan merecido por nuestras culpas venía ya sobre nosotros, y tan confusos
y suspensos que nos parecía que no había lugar donde acogernos66.

Según el testimonio de Domingo de Luna: La gente se convenció de que por los pecados de los
vecinos había de hundir Dios aquella noche la ciudad de Los Reyes y que por la grande opinión
que tenían del padre Francisco Solano de siervo de Dios, tuvieron por tan cierto que había de

63
En el convento franciscano de Bogotá (Colombia) se conserva un santo Cristo con esta inscripción:
Hecho por san Francisco Solano siendo guardián de Trujillo, 1604. El Cristo de madera que llevaba en
la manga y enarbolaba al predicar, se halla en un relicario de la iglesia, levantada en el solar natal del
santo en Montilla, en la parroquia de San Francisco Solano de Montilla.
64
Plandolit, p. 253,
65
Unos días antes, el 25 de noviembre, un gran terremoto había asolado la ciudad de Arequipa.
66
ASV N° 1.328, fol 1.241.

45
ser así que muchos, o los más de la ciudad, se apercibieron con oraciones y confesiones,
recurriendo a las iglesias con mucha turbación y temor67.

Y clamaban a Dios pidiendo misericordia. Y hubo muchos disciplinantes con cruces a cuestas y
otros con otras varias penitencias públicas68.

Sor Cecilia de San Gabriel, que en ese momento era casada con Esteban Rojas y después entró de
religiosa, declaró: Las gentes andaban por las calles llorando y gimiendo sus culpas y pecados. Y
esta testigo vio y oyó a las gentes que pasaban en gran número y con mucho alboroto, pidiendo
misericordia de sus culpas y pecados69.

Doña María de Oliva, madre de santa Rosa de Lima, certificó en el Proceso que ella estuvo
velando y sin dormir toda la noche, temiendo la ruina que en común se decía que el padre santo,
siervo de Dios, había predicado70.

El padre Diego de Pineda declaró: Aquella noche se abrieron todos los templos de la ciudad y se
descubrió (fue expuesto) el Santísimo Sacramento en todos ellos, y las gentes pedían a voces
confesión y se confesaban muchas almas, y hubo sermones y pláticas en la Compañía de Jesús y
en otros conventos, y se hicieron restituciones de cosas hurtadas, y personas que estaban en
mal estado, que hacía muchos años que no se confesaban, se confesaron y salieron del mal
estado en que estaban, y por las calles andaban como si fuera el día del juicio, unos azotándose
y otros con cruces a cuestas y frecuentando los templos e iglesias, pidiendo a Dios perdón y
misericordia82.

Según el testimonio del dominico padre Baltasar Méndez, en la iglesia de


Santo Domingo debía haber como 24 confesores y no se podían dar mano a consolar y confesar
a los penitentes. Y sabe este testigo que muchos hombres, amancebados de muchos años,
dejaron la mala vida que llevaban71.

Gerónima de Esquivel certificó que en la catedral: Era tanto el concurso de personas que venían
a confesarse que concurrían a los pies de los confesores de tres en tres y cuatro en cuatro, sin
reparar en que los unos oyesen las culpas de los otros, porque las confesaban públicamente; y
los sacerdotes no podían excusar el fervor de los penitentes, porque iban con gran dolor
deseosos de ser perdonados de ellas... Mucha gente había ido a los recoletos Descalzos, donde

67
Ib. fol 486.
68
Ib. fol 480.
69
Ib. fol 1.835.
70
Ib. fol 1.833. 82
Ib. fol 95.
71
Ib. fol 480.

46
estaba el padre Solano y lo trajeron a esta ciudad ante su Prelado que estaba en el convento de
la Observancia (templo de San Francisco) y allí lo examinó el Prelado de las palabras que había
predicado… y luego se publicó que había resultado aquel alboroto de una razón que había sido
mal entendida y con aquello quedó la ciudad sosegada72.

De hecho, el arzobispo de Lima, santo Toribio de Mogrovejo, el virrey conde de


Monterrey y el comisario general de los franciscanos se alarmaron y quisieron saber lo que el
padre Solano había predicado.

El padre comisario, Juan Venido, declaró que envió llamar al padre Solano del convento de la
Recolección, donde estaba por guardián, quien llegó a horas de las diez de la noche... y en virtud
de santa obediencia le mandó que dijese las formales palabras que había predicado en la
plaza...Y así refirió todo lo que había dicho y predicado con las palabras arriba referidas de san
Juan73.

Y toda la declaración que hizo se tomó por escrito y la firmó de su nombre y este testigo (padre
comisario) también la firmó y se envió a los señores virrey y arzobispo por manos del provisor...
con lo cual se quietó la ciudad74.

Según testimonio de Domingo de Luna, el virrey tomó la resolución de avisar a los Prelados de
las iglesias que estaban abiertas que, con buen modo, amonestasen a las gentes a que se
recogiesen en sus casas y mandasen cerrar las iglesias… Y siendo ya después de medianoche vio
este testigo las calles de la ciudad por donde iba llena de gente, hombres y mujeres, con grande
sosiego y compasión… Le impresionó que se encaminasen a sus casas, no con el desconcierto
que otras veces había visto87.

El impacto espiritual de aquel sermón sobre la ciudad fue tremendo.


Algunos dirían que parecía esta ciudad la de Nínive, cuando predicó el profeta Jonas y todos
tuvieron como cosa de admiración y de milagro que Dios Nuestro Señor se había servido del padre
Solano para convertir a la ciudad.

El mismo padre Solano respondió a fray Gómez, que le preguntaba: Sí, Dios me lo mandó y yo
prediqué75. Y a Juan Esquivel le dijo: Dios me movió. Que un gusanillo como yo, que merezco
cien mil infiernos por mis pecados, ¿cómo podía mover eso? Dios lo hizo por su gran
misericordia76.

72
ASV N° 1.328, fol 262.
73
ASV N° 1.328, fol 1.989.
74
ASV N° 1.328, fol 112. 87
Ib. fol 487.
75
Ib. fol 129.
76
ASV N° 1.328, fol 390.

47
De hecho los efectos de aquel sermón duraron mucho tiempo. Fray Gerónimo Serrano declaró:
Este testigo, como confesor, vio que muchos días después del dicho sermón no cesaron las
confesiones. Ni este testigo ni los demás confesores podían dar abasto a ellas sin quitarse de los
confesionarios77. Y fray Diego de Curiel certificó. El efecto del sermón duró muchos días y
algunos meses después78.

17. CAMBIO A LA OBSERVANCIA

Después del famoso sermón la gente lo respetaba más. Cuando pasaba por la calle, se
acercaban a él a besarle el hábito. Cuando predicaba, todos se acercaban a escucharle, sabiendo
que era un verdadero siervo de Dios. Y no faltaba gente que iba a visitarlo con frecuencia a su
convento. Él, sin embargo, quería dedicarse enteramente a la oración y alejarse de todos. Por eso,
presentó su renuncia al cargo de guardián, en el que sólo estuvo cuatro o cinco meses.

Fray Antonio Pérez refiere que estando el padre comisario Juan Venido en el pueblo de Surco, a
dos leguas de Lima, se fue el padre Solano a renunciar al cargo de guardián. Y, estando de rodillas
a sus pies, no se quiso levantar hasta que le admitiese la renunciación, como se la admitió, que
fue acto muy profundo y de gran humildad, que causó grande ejemplo a todos los demás
religiosos y demás personas que supieron está acción79.

Siguió algunos meses como súbdito. Y según relata el padre Otárola:


Porque le pareció que se había relajado algo el Instituto (Recolección) de la Regla por la mucha
gente que concurría allí como cosa nueva en este tierra, procuró venirse a este monasterio de la
Observancia (convento de San Francisco de Asís del centro de Lima) donde tenía su celda en la
enfermería por ser él muy enfermo de la mucha penitencia que hacía y por faltarle el calor
natural de la digestión80. El padre Pineda dice que pidió el cambio por huir del aplauso de la
gente, porque después del sermón que hizo en esta ciudad en la plaza, acudían al convento de
la Recolección muchas gentes. Y por ocultarse en esta casa, que es de 150 religiosos, se vino de
allí”81.

El cambio fue en octubre de 1605. Como ya estaba muy enfermo se instaló en una celda
de la enfermería. Al principio, todavía salía dos o tres veces por semana a visitar hospitales y

77
Ib. fol 1.988-1.989.
78
Ib. fol 1.009.
79
Plandolit, p. 266.
80
Plandolit, p. 269.
81
Ibídem.

48
cárceles y predicar en las calles. Cuando veía a los niños les decía: Ea, angelitos, decid conmigo:
“Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo”.

El padre Otárola asegura que le gustaba mucho leer la Biblia. Dice: Siempre estaba diciendo y
recitando palabras y pasos de la Sagrada Escritura, con las cuales palabras se andaba
saboreando, chupándose los labios, mostrando en ello grandísimo gusto82.

El padre Diego de Pineda certificó que estaba siempre fervoroso en la oración y un día, a
deshoras, cuando los religiosos estaban recogidos, después de comer, salió de su celda por la
enfermería, dando voces, alabando y bendiciendo a Dios y convidando a todos a que le amasen,
lo que algunos religiosos juzgaron que, por la flaqueza que tenía, estaba desfallecida la cabeza,
siendo verdad que no era desvanecimiento sino espíritu y fervor de oración96.

Un día, según cuenta el padre Luis de Camargo, fue al corral de las comedias donde concurría
mucha gente y se subió al tablado y se sacó el Cristo y empezó a predicar con tanto ánimo y
fervor de Dios, que se salió toda la gente que estaba junta para oír la representación. Y movidos
unos a gran devoción y otros murmurando de él por irles a estorbar el entretenimiento, salió
uno de los representantes, estando dicho padre predicando, y le dijo en el tablado: “Padre, aquí
no hacemos cosas malas, sino lícitas y permitidas”. Y el padre Solano le respondió con gran
alegría: “¿Me negaréis, hermano, que no es mejor lo que yo hago que lo que vos hacéis?”. Y así
aquel día se quedó por hacer la comedia que se pretendía83.

El padre Gerónimo Manuel afirmó: Un día del bienaventurado San


Francisco (de Asís), estando en el refectorio (comedor), rogando este testigo a los religiosos
como guardián que era que se regocijasen y alegrasen; viendo el dicho padre que no salían los
religiosos, salió por debajo de las mesas donde estaban sentados, y cantando este testigo una
copla... en honor de san Francisco, el padre Solano comenzó a cantar y alabar delante de todos
con tanto espíritu y fervor y con tanta alegría, que traía el rostro abrasado en fuego de amor a
Dios, e hizo tantas mudanzas y saltos que, si no le conocieran, entenderían que era loco; de
manera que suspendió a los circunstantes y les hizo verter muchas lágrimas…

Y cuarenta días poco más o menos antes que muriese, andaba por el claustro de la enfermería
dando voces, como si estuviera predicando en el púlpito, exhortando a todos a que guardasen
la ley de Dios y la Regla que profesaban, si querían gozar de la gloria del paraíso; y con esto volvió
a su celda. De la misma manera sucedió en la capilla de la enfermería... Salió de la capilla y daba
grandes voces, como si predicara diciendo: “Bendigamos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
ahora y siempre por los siglos de los siglos, Amén”. Estas palabras las repitió muchas veces y
después entró a su celda... Y dos días antes que muriese, estando este testigo visitándolo en su

82
Proceso de Lima, p. 311. 96
Proceso de Lima, p. 60.
83
Proceso de Lima, p. 126.

49
celda y estando a solas con él, el padre Solano empezó a decirle a un crucifijo que tenía de frente
a su cama: “Qué buen amigo, qué buen amigo es Dios”… Y vio que el padre Solano se había
encendido84.

La última Navidad de su vida, la del 1609, dice el padre Diego Sánchez: Veíasele algunas veces
con júbilos y alegrías extraordinarias... El día de la Anunciación de Nuestra Señora iba como
rebosando amor de Dios y alegría, y andaba con una imagen de Nuestra Señora en la mano,
festejando y alegrando a todos los religiosos y provocándoles al amor de Dios Nuestro Señor por
el bien hecho y merced que en tal día nos hizo... El último sermón viviente del santo fue el día
de Viernes Santo (nueve de abril de 1610). En la procesión de la Soledad iba el padre Solano tan
fervoroso y aprisa que parecía iba en suspenso… Lo que más se notaba era que un cuerpo tan
consumido como el suyo anduviese tan rápidamente, porque no tenía más que los huesos y la
piel. En esta procesión, iba con una cruz en la mano, exhortando a los penitentes y animándoles
a que sirviesen mucho a Dios99.

Fray Alonso Manuel recordaba que una noche, debiendo visitar la celda de un enfermo le preguntó
que cómo estaba en presencia de este testigo, y el enfermo respondió: “Gloria a Nuestro Señor, ya
estoy mejor”. Y así como oyó decir “Gloria a Nuestro Señor”, como él andaba diciendo
“Glorificado sea Nuestro Señor”, tomó en las manos con grandísima alegría dos palos que
estaban cerca y tocando uno con otro como si fuera un rabel, empezó a cantar una canción a
Cristo Nuestro Redentor, tratando de su amor; con lo cual se puso como suspenso y de esta
manera, cantando y bailando, se salió por la puerta como arrebatado con gran prisa y decía
muchas veces: “Queden con Dios”. Y se salió de la celda con gran ímpetu, corriendo, y este
testigo y el enfermero echaron de ver que iba arrebatado y abrasado en fuego de amor de Dios85.

Siempre estaba contento procurando hacer la voluntad de Dios y aceptándolo todo como
venido de sus manos.

18. ÚLTIMA ENFERMEDAD

Manifestó el padre Diego de Pineda que en su última enfermedad estaba siempre tan absorto que
ni comía cosa alguna, si no era por fuerza e importunidades y ruegos, y así tenía el estómago tan
debilitado que no podía digerir cosa ninguna. Y le parece a este testigo que en tantos días como
estuvo casi sin comer y, siendo él tan flaco que sólo tenía los pellejos pegados a los huesos, no
podía vivir tanto tiempo naturalmente si Dios no lo sustentara, porque en la cama estuvo más

84
Proceso de Lima, pp. 118-119. 99
Plandolit, p. 289.
85
Proceso de Lima, p. 95.

50
de dos meses con poco calor natural. Estaba con su hábito puesto y su manto, metido en las
frazadas para tomar algún calor. Y con todo esto, tenía su rostro tan alegre y tan contento que
jamás se quejaba ni decía aquí ni allí me duele86.

El hermano Antonio Donado declaró: El padre Solano andaba tan frío con la penitencia que hacía
y tan falto de calor que de noche, para abrigarse, era necesario ponerle cuatro frazadas (mantas)
y medias de lienzo; y algunas noches le ponían ladrillos calientes y, con todo, estaba helado, cosa
que admiraba. Y con todo eso milagrosamente se sustentaba con el calor divino que tenía de
que andaba abrasado102.

Por su parte dice el padre Antonio Ortiz: Un día, estando en su última enfermedad, envió a pedir
un libro en que leer y este testigo le envió uno intitulado “Memorial de la vida cristiana” de fray
Luis de Granada, en el cual está una declaración del padrenuestro muy devota... y le leyó este
testigo la dicha declaración, y llegando a aquellas palabras que dicen “santificado sea tu nombre”
se alegró tanto el padre Solano que empezó a decir: “Padre mío, mire qué palabras, santificado
sea tu nombre”. Y con una gran alegría quedó tan lleno de gozo y de contento con las dichas
palabras que no cabía en sí87.

A los que le visitaban les pedía que recitasen o cantasen cantos a María como Monstra te
esse matrem; Gloriosa Domina; Sub tuum praesidium o bien el Magnificat.

Al médico que lo visitaba le pagaba con risa y palabras apacibles. Nunca se quejaba y, cuando el
médico le decía que comiera para curarse, le respondía que ya estaba determinado que había
de morir de esa enfermedad.

Como su saliva tenía mal olor, que le hacía insoportable, y para ver si bajaba la temperatura, el
médico le hizo sangrar. Con grandísimo trabajo lo hicieron, pues salía una sangre corrompida…

Para dar gusto al hermano Juan Gómez que le traía higadillo de gallina o un huevo, procuraba
comerlo. Y no comía más de la mitad, por no poder ya digerir cosa alguna. A veces, un solo sorbo
de caldo le empachaba el estómago88.

Pero, a pesar de todo, cuando le preguntaban cómo estaba, respondía: Como el Señor
quiere89.

86
Proceso de Lima, pp. 61-62. 102
Proceso de Lima, p. 135.
87
Proceso de Lima, pp. 68-69.
88
Plandolit, pp. 301-302.
89
Proceso de Lima, p. 313.

51
19. SU MUERTE

Los últimos dos meses de su vida no pudo levantarse del lecho. El 12 de julio (de 1610) le dieron
la extremaunción y el día 14, fiesta de San Buenaventura, fecha en que murió, según el testimonio
del padre Diego de Pineda: Se vio en él una muy grande alegría de suerte que, cuando le decía
algunas cosas de Dios y de la vida de la gloria, se sonreía con estar en un trance tan temeroso. Y
así aquella noche estuvo tan alegre y contento con los religiosos que estaban con él y con un
negrito, muchacho que sirve en la enfermería de este convento, y con un donado indio, que a
todos les decía palabras de mucho consuelo y edificación, animándoles a que amasen mucho a
Dios y le sirviesen; y riéndose en particular con el negrito, le decía que amase mucho a Dios y le
sirviese que en el cielo había de ser blanco y no negro. Y con estos momentos de alegría estuvo
siempre que le estuvieron los religiosos cantando muchos salmos y el credo dos veces, teniendo
los ojos abiertos y claros, fijados en un crucifijo que tenía en la mano... Y al último credo que le
cantaron los religiosos, expiró con tanta serenidad de rostro y semblante que ni abrió la boca,
de suerte que, estando muerto, parecía que estaba vivo; y así se quedó con los ojos abiertos
hasta que lo enterraron, que fue al otro día a las doce del día90.

Según declaró fray Juan Gómez: Cinco horas antes que expirase, oyó este testigo y algunos
religiosos que estaban con dicho padre, una música muy suave como de pajaritos. Y los dichos
religiosos preguntaron, si eran pajaritos enjaulados, y todos decían que este testigo se los había
puesto y respondió este testigo que no había puesto tal, que el Señor se los habría puesto. Y allí,
aunque oyeron ruido de pájaros, no los hubo ni jaulas, de manera que entendió este testigo y
todos los demás que había sido música que del cielo le había enviado Nuestro Señor, la cual duró
desde las cinco de la mañana hasta las doce del día que murió91.

Y, en habiendo expirado, salió la voz del pueblo de manera que parece que Dios echó un pregón
general con que todos, chicos y grandes, acudían a este convento a verlo, diciendo: “Vamos a
ver al santo de San Francisco”… Y no cabían en la iglesia, claustro ni enfermería de su monasterio,
y todos los que podían ver y besar sus pies y manos procuraban cortarle (pedazos) de hábito de
suerte que fue menester mudarle cuatro hábitos por habérselos cortado a pedazos los que le
ponían; y los religiosos de la casa que le velaban aquella noche, le cortaron todos los cabellos de
la corona, y, por cortárselos, le cortaron la carne de la cual salió sangre, que vio este testigo
después de hacer muchas horas que había muerto. Y con ser hombre moreno, la noche que
estaba difunto en la capilla de la enfermería… vio este testigo que todo el cuerpo estaba blanco
y hermoso, mucho más que cuando estaba vivo sin comparación. Y sus carnes estaban blancas
y tratables como de un hombre vivo y le sentaron con pies y manos que tenía muy tratables y
blandas que no hacía en ella diferencia alguna a cuando estaba vivo; antes (bien), cuando estaba
vivo las manos estaban flacas, y pegados los cueros con los huesos, y se le pusieron llenas de
carne y mucho más blancas y tratables de lo que las solía tener. A su entierro, además del mucho

90
Proceso de Lima, p. 63.
91
Proceso de Lima, p. 87.

52
concurso de gente, vinieron los señores virrey y arzobispo de esta ciudad con los prelados de la
Órdenes y lo llevaron a hombros hasta ponerlo en la capilla mayor de la iglesia.

El virrey le dijo a este testigo que, para que quedase memoria del rostro de dicho padre Solano,
lo hicieran retratar, y a la noche hizo este testigo, en presencia de sus religiosos y de dos pintores
y otras personas, abrir la sepultura y un baúl que en ella estaba, en el que estaba el dicho padre
y abrieron el dicho baúl y allí le vieron sin tener mal olor de corrupción, antes teniendo sus manos
y miembros tan tratables y blandos como antes. Lo retrataron y tornaron muchas personas a
tocarlo con rosarios y pañuelos; y vio este testigo que las dichas manos del padre tomaban un
color como rosado, como si acudiese allí la sangre. Y las encías y labios las tenía coloradas más
que cuando estaba vivo y, para ello, hizo este testigo abrirle un poquito la boca para ver bien las
encías y con esto lo volvieron a cerrar y echar la tierra encima92.

Fray Juan Venido, comisario general, vio que le habían cortado una uña del dedo de los pies y
se la habían arrancado, y tenía la sangre tan fresca y roja como si estuviera vivo... Y la noche
propia después que lo enterraron, abrieron la sepultura para retratarlo por haberlo pedido así
el señor virrey, y vio este testigo que no salía mal olor con haberlo encerrado en el dicho cofre y
puesto encima de él mucha tierra y hacer treinta y tres horas que había muerto, cosa de que se
admiró este testigo y entendió ser cosa de Dios93.

20. MILAGROS DESPUÉS DE SU MUERTE

Después de la muerte del bendito padre Solano fueron incontables los milagros que Dios
hizo por su intercesión. Veamos algunos.

El padre Diego Estrada certificó que el día de la muerte del siervo de Dios tenía mucha calentura
(fiebre) y fue a la capilla mayor, donde estaba el padre, y le besó las manos y los pies y los puso
sobre su cabeza, pidiendo al dicho padre que fuese su intercesor con nuestro Señor para que se
le quitasen las calenturas… y así como besó las manos y pies, se halló este testigo aliviado y sin
calentura ni dolor de cabeza y, desde entonces, nunca más le volvieron a este testigo94.

El hermano Antonio Donado nos dice: El día de su muerte estando un religioso muy enfermo de
la gota que le afligía de manera que apenas podía andar, pidió a este testigo un pedazo de hábito
del padre Solano y, dándoselo, con la buena fe que tenía se lo puso y anda desde entonces muy
aliviado y mejor de la dicha enfermedad sin sentir tanto el dolor de gota; antes bien, no le volvió

92
Proceso de Lima, pp. 63-65.
93
Proceso de Lima, p. 73.
94
Proceso de Lima, p. 174.

53
más y quedó tan sano de todo punto. Y asimismo, estando este testigo con grandes dolores que
le quitaban el sueño, en echando que echó sobre su cama una frazada que solía servir al padre
Solano, se sintió mejor y sin dolor ninguno y dormía de noche con tanto sosiego como si no
hubiese tenido enfermedad alguna95.

El sacerdote Martín de Mena dio testimonio de que en su casa, dos días después de muerto el
padre Solano, falleció un mulatilla recién nacida, llamada Andrea. Estaban por amortajarla,
cuando dos frailes seráficos que la habían visitado moribunda enviaron a la casa una capilla
(capucha) del siervo de Dios. Se la pusieron y, tapándola como muerta, volvieron a poco a
quererla amortajar. Y destapando la cuna lloró la dicha criatura y revivió, y hoy en día, 7 de abril
de 1629, está viva y tiene la misma edad del tiempo que ha que murió el dicho santo Solano. El
suceso pasó en presencia de este testigo y la mulatilla ha 18 años que vive y es muy buena
cristiana96.

Recuerda Don Juan del Corral: A este testigo le sobrevino una muy grande enfermedad de
calentura continua... Los médicos le mandaron recibir los santos sacramentos y así recibió hasta
la extremaunción. Y, pasando la enfermedad adelante, llegaron los médicos a desahuciar de la
vida a este testigo, certificando que en pocas horas moriría. Se le quitó a este testigo el habla de
todo punto y estuvo así tres días naturales. Y en esta ocasión le pareció a este testigo que llegó
el padre Francisco Solano con quien este testigo en su vida y después de su tránsito tuvo y tiene
gran devoción. Y cuando se llegó a este testigo, le dijo: “No tenga pena, hermano, que Dios le ha
de favorecer”. Y luego desapareció. Y este testigo comenzó a esforzarse y a hablar y desde allí
en adelante fue mejorando de la enfermedad de manera que ha sido Dios servido que este
testigo ya está bueno y sano… Y tiene por cierto que la salud que Dios Nuestro Señor le ha dado
ha sido mediante la intercesión del dicho padre fray Francisco Solano97.

Diego Sánchez por su parte manifestó: Este testigo ha visto que, después de muerto el padre
Solano, con reliquias de su hábito, se han hecho milagros, porque, estando la mujer de este
testigo muy mala de un dolor de ijada y muy fatigada, le pusieron en el lado del dolor un pedacito
del hábito del dicho padre y luego, al punto, se le quitó el dolor y quedó buena. Y asimismo vio
este testigo que una esclava suya trajo una criatura, llamada María, de catorce meses de edad,
muy mala, y tanto que ya había perdido el mamar y se estaba acabando, y le puso la reliquia del
hábito del padre Solano y se la ató al pescuezo y luego tomó el pecho y estuvo buena como lo
está114.

Don Diego Ramírez, calcetero, manifestó: Este testigo vivía muy enfermo de asma desde hacía
siete años. Cada mes le daba tres o cuatro veces o más y no podía trabajar; porque, si trabajaba

95
Proceso de Lima, p. 137.
96
ASV N° 1.328, fol 1.535.
97
Proceso de Lima, pp. 271-272. 114
Proceso de Lima, p. 207.

54
un día o dos, luego le daba la dicha enfermedad y no podía trabajar cuatro días. Y, padeciendo
de esta manera, supo cómo había muerto en el convento de San Francisco el padre Solano. Y el
día de su entierro fue donde estaba el dicho padre... y se encomendó a él. Adquirió un poquito
del hábito del padre y se lo puso en los pechos con gran devoción y luego, al otro día, estuvo
bueno y fue mejorando y se le ha quitado la dicha enfermedad de asma… Hasta ahora, cuatro
meses que murió el padre, y desde aquel día no le ha dado ni se ha sentido malo y está gordo y
trabaja cada día y siempre va a ver su sepulcro y allí está un rato y sale muy consolado98.

Fray Francisco de Mendoza declaró: Este testigo, cuando tiene algunos dolores de cabeza, de
estómago o de otros… se pone en la parte donde le duele un pedazo de hábito del padre Solano
u otra cosa que él hubiese tocado y con esto, y sin otro medicamento, siente este testigo gran
refugio y parece que se le compone el cuerpo; y esto atribuye a milagro que usa Nuestro Señor
por intercesión de las reliquias del dicho padre, el cual, cuando murió, vio este testigo que la
enfermería estaba llena de enfermos, tanto que en cada celda había dos enfermos, y quedaron
todos sanos y la enfermería sola como si no hubiera habido enfermos. Y desde que murió no ha
faltado ni falta mucha gente que está velando o haciendo oración en la parte donde está
enterrado99.

Juan Rubio dijo en el Proceso: Estando muy malo de una pierna que andaba con muy gran
trabajo, poniendo un pedazo de hábito del santo padre en la parte del dolor, fue nuestro Señor
servido de sanarlo luego. El bachiller Alonso de Mejía, en la misma información, declaró con
juramento que tuvo una llaga muy penetrante en la pierna y que había hecho muchos remedios
y cada día iba peor. Encomendóse muy de veras al santo padre Solano y fue a su sepultura y,
mojando el dedo pulgar en el aceite de la lámpara, hecha la señal de la cruz, se untó con él la
llaga y quedó luego sano. Y por evitar prolijidad no se ponen otros 95 milagros que Dios ha hecho
por intercesión del santo padre fray Francisco Solano117.

98
Proceso de Lima, p. 221.
99
Proceso de Lima, p. 109. 117
Oré, p. 55.

55
SEGUNDA PARTE DONES EXTRAORDINARIOS

1. DONES SOBRENATURALES

a) BILOCACIÓN

Bilocación es estar en dos lugares al mismo tiempo, aunque, según algunos teólogos,
esto es imposible; ya que consideran que en uno de los lugares está solo de modo aparente
o su ángel custodio hace sus veces.

Un día estaba el padre Solano ejerciendo su oficio en el coro con la Comunidad de


su convento, sin saber ninguno de los religiosos que hubiese faltado de su presencia y
Comunidad, pues le vieron y hallaron puesto de rodillas en el altar mayor, a una distancia
de unos cien pasos.

Y esto se tuvo por milagro por estar como está el coro en alto y las puertas de él en
aquella ocasión cerradas por ser como es hora de orar y de encomendarse a Nuestro
Señor, tiempo en que nadie puede salir fuera del coro hasta acabada la oración100.

b) PERFUME SOBRENATURAL

Juan de Esquivel declaró que antes de morir el padre Solano, su celda estaba tan linda y
olorosa que no parecía cosa de este mundo101.

De acuerdo al testimonio del padre Diego de Pineda, cuando abrieron su tumba


para retratarlo por orden del virrey, después de 33 horas que había muerto no había mal
olor ninguno ni de corrupción120.

El licenciado Rodríguez de Toro aseguró que antes de morir halló una fragancia suave y
la luz más clara que otros días121.

100
Plandolit, p. 263.
101
ASV N° 1.328, fol 391.
120
Proceso de Lima, p. 65. 121
Plandolit, p. 310.

56
c) LEVITACIÓN

En diferentes oportunidades lo vieron elevado sobre la tierra, estando en oración


contemplativa. Doña María de Farfán certificó que en la ciudad de Trujillo muchas
personas decían públicamente que, cuando decía misa el padre Solano, se elevaba del
suelo más de media vara y que le habían visto de esta manera y era tenido por hombre
santo y gran siervo de Dios102.

Dice Gerónimo de Oré: Un día el padre Solano se puso en oración delante del Santísimo
Sacramento en la primer grada de doce que tiene el altar mayor de San Francisco de
Lima; hallóse presente el padre fray Claudio Ramírez, que estaba confesando y pudo ver
lo que hacía. Y, de improviso, y, sin saber cómo, le vio encima del altar mayor
arrebatado, en éxtasis, todo transportado en Dios. Y maravillado el padre Claudio,
estuvo con atención mirando al padre Solano y vio que por el aire, así como estaba de
rodillas, se volvía al propio lugar donde estuvo antes103.

Fray Alonso dio el siguiente testimonio: Un día escucharon en la celda del padre Solano
como un trueno muy grande, como tiro de artillería que les causó admiración... Y vio
este testigo pasar al dicho siervo de Dios por junto a este testigo como arrobado y
levantado del suelo los pies poco más de media vara, y los brazos puestos en cruz y los
ojos clavados al cielo, dando voces y hablando palabras en latín que este testigo no las
entendió. Y fue con tanta velocidad hasta topar con el hermano Antonio Donado con
quien se abrazó, y le dijo el dicho hermano al siervo de Dios:

- ¿Qué es esto, padre, dónde va?

Y entonces volvió en sí el siervo de Dios. Y por no tener fuerzas y estar muy flaco, fray
Alonso y fray Antonio lo trajeron cargado, muy poco a poco, hasta la celda del padre
Ortiz, quien dijo cariñosamente:

- “Gracias a Dios, gracias a Dios. Alabado sea Dios”.

102
Proceso de Lima, p. 253.
103
Oré, p. 45.

57
Y el siervo de Dios, respondió, mientras se componía: “Gracias a Dios, gracias a Dios.
Alabado sea Dios”. Y después lo metieron en su celda y lo acostaron104.

d) RESPLANDORES SOBRENATURALES

Fray Juan de Churruca declaró que estando en Trujillo, entró de golpe a la celda del padre
Solano a llamarle de parte del padre guardián y lo halló de rodillas, rodeado de
resplandor105.

El padre Oré certificó en el Proceso: Era común voz entre los religiosos del convento
haberse visto algunas veces resplandores celestiales cuando el padre Solano estaba en
oración106.

Un día, en su última enfermedad, salió de la celda de la enfermería dando voces, que,


por estar tan flaco y debilitado, no podía ser por sus fuerzas naturales, como tampoco
lo fueron los saltos que daba ni el resplandor que despedía de sus ojos y rostro, como
encendido en llamas de fuego107.

Refiere fray Francisco Núñez, que en una ocasión fray Andrés de Hinojosa fue a llamar
al padre Solano a su celda de parte del padre comisario. Y, cuando abrió la puerta vieron
ambos (fray Núñez y fray Andrés) unos arreboles y resplandores tan claros y
resplandecientes que los deslumbró y quedaron admirados128.

La Madre Justina de Guevara dio testimonio de que el día de su muerte, estando esta
testigo en su celda entre diez y once de la noche, la llamó Doña Isabel de Quintanilla
para que viese una luz y resplandor extraordinario que estaba en el aire. Y esta testigo y
otras religiosas vieron que en el cielo había una gran luz y resplandor que parecía un
hacha encendida y que nacía del mismo cielo y se extendía en forma de una nube muy
clara; y que venía discurriendo por el aire como una nube cuando anda a prisa. Y llegó a
este convento y no pasaba del claustro, como si hubiese muchas hachas encendidas. La
luz era extraordinaria... Otras religiosas le dijeron a esta testigo que una noche, antes
del día de la muerte del padre Solano y otra después de su entierro, vieron la misma luz
de la forma referida, la cual salía de un mismo lugar y se fenecía en el claustro. Y esa

104
ASV N° 1.328, fol 1.522-1.523.
105
Plandolit, p. 246.
106
Oré, p. 44.
107
Testimonio del padre Bohórquez en Plandolit, p. 294. 128
ASV N° 1.328, fol 1.342.

58
claridad no era de relámpagos, ni rayos, ni centellas, ni de pólvora, ni bombas ni de otra
cosa, sino que entendió y se persuadió que había sido obra maravillosa y que Nuestro
Señor lo hacía para honra del siervo de Dios108.

e) CONOCIMIENTO SOBRENATURAL

El bendito padre Solano tenía conocimiento de muchas cosas que era imposible
saberlas humanamente. Ya hemos hablado de algunas de ellas como cuando, durante el
naufragio, les dijo que venía el socorro, tanto para sacarlos del barco como para sacarlos
de la isla y llevarlos al Perú. Veamos algunos casos.

Viniendo de la ciudad de Santa Fe del Paraguay hacia Córdoba (Argentina), hacia la mitad
del camino, les alcanzaron dos soldados. Caminaron juntos tres días y, al cuarto, no
teniendo agua para beber, los soldados, como desesperados empezaron a jurar
(blasfemar) y milagrosamente consiguió que Dios les concediera agua debajo de una
piedra en un lugar desértico y estéril. Al llegar cerca de la ciudad de Córdoba, el padre
Solano le dijo al padre Andrés de Izaguirre: “Mañana harán justicia de estos dos soldados
por una cruelísima muerte que dieron a un fulano Marquina”. Y pasó como había dicho,
porque al otro día los ahorcaron.

También declaró el padre Andrés Izaguirre: El día de la Asunción le dijo el padre Solano
que deseaba celebrar misa. Pero le respondió que no había ornamento. A lo que el santo
contestó: “En aquella petaca está”. “Pero no hay hostias”. A lo que replicó: “En el misal
encontrará”. Habiendo sacado de la petaca el ornamento y del misal dos hostias, pudo
celebrar la misa. En ella el padre Solano dio un grito. Después de la misa, el padre le
preguntó el por qué de aquel grito. Y humildemente respondió: “Lo di por ver en aquel
mismo instante en el Japón que padecían martirio dos frailes legos, uno de la Orden de
San Francisco y otro de la Orden de Nuestra Señora de las Mercedes”109.

En marzo de 1603, el padre Solano profetizó que, dentro de ocho días, moriría en
idéntico día la abadesa de Santa Clara, sor Catalina de los ángeles, el corista quiteño fray
Juan de la cueva y una tullida, desde hacía diez años, que también nombró. Todo lo cual
se cumplió puntualmente.

También fue cosa notable que, así como expiró el corista, entró el apostólico padre
Solano en la celda del difunto, y con maravilloso espíritu, quitándose el manto de los
hombros y levantándose las haldas del hábito, comenzó a bailar, diciendo a voces a los

108
Proceso de Lima, p. 165.
109
Plandolit, pp. 196-197; ASV N° 1.328, fol 1.969-1.976.

59
religiosos: “No lloren, hermanos, porque fray Juan de la Cueva acaba de entrar en el
cielo. Alegrémonos todos, porque, si los ángeles se gozan por la conversión de un
pecador, justo es que nosotros nos regocijemos por la feliz entrada de un hermano
nuestro en la bienaventuranza a coronarse de gloria”110.

Doña María de Ortega declaró: Esta testigo tiene un hijo llamado fray Lucas. Estando en
el convento de San Agustín de esta ciudad (de Lima) ya para tomar el hábito, fue esta
testigo al convento de San Francisco y allí lloraba en la iglesia, porque había prometido
a su hijo para la religión (Orden) de San Francisco y se le metía fraile en San Agustín.
Salieron el padre Francisco Solano y el padre guardián y, viéndole llorar, la consolaron y
le dijo el padre Solano que callase y no tuviese pena que su hijo sería fraile, no de la
Orden de San Agustín. Y, cuando volvió esta testigo a su casa, halló en ella a su hijo,
mudado el propósito de tomar el hábito en San Francisco donde es fraile111.

El alcalde Don Bartolomé Osnayo, sintiéndose enfermo de gravedad, mandó


pedir al padre fray Antonio de Aguilar, pero le enviaron al padre Solano. Al verle dijo el
alcalde: “Padre, encomiéndeme vuestra paternidad a Dios”: Le respondió: “No temas,
hijo, que mediante la ayuda de Dios no morirás de esta enfermedad y estarás bueno”112.

En una ocasión, el novicio fray Bernardo Arias le ayudaba a misa. Al novicio le tentó el
demonio para que se volviese al mundo. Estando en el altar le vino esa imaginación de
dejar el hábito e irse. Estando en aquellas turbaciones fue a darle el lavatorio y el padre
Solano le dijo muy quedito: “No se vaya ni le engañe el demonio, ni le dé turbación”: El
novicio, que no lo conocía mucho, quedó espantado al ver que aquel fraile conocía su
pensamiento113.

El vecino Juan Sánchez Holgado fue una vez al convento y, habiéndose


encontrado con el padre Solano, éste le comenzó a declarar todo cuanto en su pensamiento
tenía y exclamó:

- ¡Válgame Dios, que es posible que este padre supiese lo que yo tenía en mi
pensamiento y que me lo haya declarado todo por menudo!114.

110
Plandolit, p. 245.
111
Proceso de Lima, p. 203.
112
Plandolit, p. 272.
113
Plandolit, p. 279.
114
ASV N° 1.328, fol 456. 136
Plandolit, p. 230.

60
f) ÉXTASIS

Durante la oración se quedaba muchas veces arrobado y extático. Un día, habiéndole


ayudado a misa fray Juan de Vedia, se encerró después el padre Solano en su celda. El
padre comisario Montemayor mandó que llamase al padre Solano, porque tenía
negocios de importancia que tratar con él. Fue fray Juan a llamarle a la celda; halló la
puerta, e igualmente la ventana, cerradas por dentro. Llamando dos veces, no
respondió. Coligió de la opinión de santidad que tenía del padre Solano que, pues no le
respondía, estaba arrobado en Dios. Acordó de llamarle por la obediencia, conociéndole
tan obediente que, aun cuando estuviese absorto en Dios, oyendo la voz de la
obediencia, volvería en sí.

—Padre Solano —díjole—: nuestro padre comisario llama a vuestra reverencia.

Dentro de dos credos abrió un poco la puerta; tenía el rostro encendido, colorado como
una grana, las mejillas y capilla mojadas de lágrimas, y los ojos con un espectáculo
fervoroso y sobrenatural.

—Deo gratias. ¿Qué es menester? —preguntó.

Le puso al tanto de cómo le llamaban. El padre Solano tornó a cerrar la puerta, diciendo:

—Ya voy.

Al poco rato salió de la celda y fue adonde estaba el Prelado que le llamaba. Volvía a
tener el santo el rostro descolorido como le traía siempre, y con la alegría grande que
siempre tenía. Viendo fray Juan la mudanza del rostro que tenía en la celda y que
mostraba en el claustro, tuvo por cierto que, cuando le llamó antes, estaba arrobado en
Dios136.

El padre Juan Rodríguez de Saavedra declaró: Una vez, siendo este testigo ayudante del
cocinero, vio al dicho padre Solano atento a ver hervir una olla que estaba al fuego; y
llamó a este testigo y le dijo:

- ¿Qué es lo que hace esta olla, hermano Juan?


- Está hirviendo.
- ¿Por qué hierve?
- Porque está el fuego.

Él alzó los ojos al cielo con suspiros y dijo:

61
- Me espanto cómo no nos abrasamos y andamos hirviendo en amor a Dios,
considerando un tan gran Señor como tenemos.

Y quedó suspenso por un muy gran rato y después se fue de allí115.

Doña María de Ortega, certificó que le dijo fray Antonio Pérez, fraile lego, que, estando
el padre Francisco Solano en la iglesia mayor de la ciudad de Trujillo, predicando, se
había transportado en el púlpito y quedó suspenso gran rato y, volviendo al compañero
(fray Antonio Pérez), que le estaba mirando, le dijo: “No puedo más”. Y esta suspensión
y transportación no la echó de ver la gente a quien predicaba en la iglesia, sino tan
solamente el dicho fray Antonio, quien se lo dijo a esta testigo116.

La Madre Justina de Guevara, abadesa el convento de Santa Clara de Lima, dice: El día
de la Visitación de Nuestra Señora, hará más de un año (1609), estando el padre Solano
haciendo una plática espiritual en la reja del coro de este monasterio, tomó por tema el
Magnificat, explicándolo y diciendo muchas y buenas cosas en alabanza de Nuestra
Señora, y en llegando a aquellas palabras “exultabit spiritus meus” (Mi espíritu se
alegrará) fue tanta la elevación de espíritu que dos veces las dijo y se encendió en fervor
y amor de Dios, y se quedó sobre sus propios brazos, arrimado a la reja, y se estuvo en
esto más de un cuarto de hora; y luego se fue. Y quedaron tan edificadas las religiosas y
tan devotas que, en una larga media hora, no se levantaron de rodillas, dando gracias a
Dios que comunicaba a sus siervos su gracia117.

g) MILAGROS

Cuando todavía estaba en España fueron varios los enfermos sanados


milagrosamente e, incluso, un niño resucitado, como hemos anotado. En sus correrías
apostólicas en Tucumán aprendía las lenguas los indios en pocos días, vivía casi sin comer
de modo milagroso, ya que su estómago apenas podía digerir por falta de calor natural.
En una ocasión, descubrió una fuente de agua en un terreno desértico cuando la gente iba
a cambiar el lugar donde vivían.

115
Proceso de Lima, p. 148.
116
Proceso de Lima, p. 202.
117
Proceso de Lima, p. 165.

62
El padre Juan Vergara declaró: Hizo muchos milagros en esta Custodia de Tucumán el
poco tiempo que vivió en ella, porque después se fue a la ciudad de Lima, donde floreció
en milagros. Un devoto de este siervo de Dios, cuando se quería partir de esta tierra, le
pidió que le dejase una cuerda (su cordón). La cual ha hecho muchos milagros, porque
no hay mujer que, cuando esté de parto, invoque el nombre de este religioso y se la ciña,
que no tenga muy buen suceso en el parto. Y así es tenida esta cuerda en la ciudad de
Santiago del Estero, donde está, por muy singular reliquia118.

Y podríamos añadir muchos más casos en los que Dios manifestó su poder por
medio de su siervo.

El cocinero de San Francisco de Lima, fray Juan Luis, refiere que estaba el padre Solano
tan debilitado, porque comía como un pajarito. Y muchas veces, aun comiendo solo un
bocado le hacía mal... A deshoras de la noche iba y lo llamaba:

- Hermano fray Juan, por amor de Dios, vaya y me ase una higadilla de gallina.

- Padre, no hay ninguna.

Él respondía que fuese, que sí habría y, si no, que matase una gallina. Obedeció el
hermano y la encontró. Otras veces, confiado con la experiencia anterior, hallaba en un
plato dos o tres higadillas, donde no había dejado ninguna el día anterior141.

Doña Ana de Mendoza manifestó que en la ciudad de Trujillo comenzó a arder un


cañaveral dulce de Diego Gómez de Alvarado y, echando un pedazo del hábito del padre
Solano en el fuego, luego cesó el fuego de todo punto119.

Doña Mayor de Alarcón certificó: Estando esta testigo muy enferma y en peligro, vino a
visitarla el padre guardián, fray Diego de Pineda, y le pidió que le enviase un cordón del
padre Solano, que a la sazón estaba enfermo de la enfermedad que murió. Y el dicho
guardián, llegando al convento, mandó al dicho padre Solano le enviase el cordón y,
habiéndoselo llevado a esta testigo, se lo puso con gran devoción a las cuatro de la tarde
y luego, al otro día a las diez, se le reventó una apostema y la echó por la boca, que fue
muy conocido milagro y quedó sana y buena, y el médico se espantó de ver aquella obra
que casi fue por orden sobrenatural, y dijo que, si no la echaba, moriría de ella120.

118
Padre Juan de Vergara en su Relación breve del principio de la Custodia de San Jorge de Tucumán, del
año 1615; Plandolit, p. 159. 141 Plandolit, p. 278.
119
Proceso de Lima, p. 252.
120
Proceso de Lima, pp. 191-192.

63
2. AMOR A JESÚS EUCARISTÍA

Jesús presente en la Eucaristía, era el centro de su vida y el amor de sus amores. Muchas
noches se las pasaba en vela en adoración ante Jesús sacramentado. Y, a veces, cantaba y bailaba
delante del sagrario para manifestarle su amor y su fervor incontenible. Ante el Santísimo
Sacramento se encendía con el fuego del amor divino y salía a predicar a la calle o salía por los
claustros, dando voces para invitar a los frailes a amar a Dios.

Confirmó el padre Martín de Prado: Tenía un rabel con dos cuerdas y las tocaba y cantaba con
mucha sutileza y con voz penetrante, en alta noche en la oración, a solas delante del Santísimo
Sacramento… Y este testigo creía que no era por orden natural, sino que allí el espíritu de Dios
obraba en el padre Solano para causar semejantes efectos121.

El padre Cristóbal Paniagua afirma: Cuando el padre Solano fue presidente (Prior) del convento
de la ciudad de Trujillo, estuvo este testigo en su compañía… y le vio muy de ordinario, como a
prima noche y a deshoras de ella, estar delante del Santísimo Sacramento, hincado de rodillas
ante el altar mayor, con un arquito con dos cuerdas que tañía, y se ponía a cantar su misa a voces
y, algunas veces, lo vio este testigo tan embebido en la oración que estaba como arrobado y
suspenso145.

El padre Mendoza por su parte atestiguó: Cuando expiró, era en punto en que en el altar mayor
de esta iglesia, alzaban el Santísimo Sacramento; y los religiosos que con él estaban en su celda
le cantaban el credo, diciendo: “Fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de
santa María Virgen”. En ese momento perseveraban más en su canto los pájaros que parecían
estarse deshaciendo y con sus voces atravesaban el corazón a quien lo oía122.

Era como si el mismo Jesucristo en persona quisiera decirles a todos que, en ese momento
supremo de la consagración, Él mismo venía en persona a visitarlo y recibirlo para llevárselo al
cielo, acompañado de los ángeles, que cantaban imitando a los pájaros con voz celestial.

3. AMOR A MARÍA

Su amor a María fue, como en todos los santos, verdaderamente extraordinario. Ante su
imagen se extasiaba y le cantaba con todo su amor canciones de alma enamorada.

121
Proceso de Lima, pp. 121-122. 145
Proceso de Lima, p. 77.
122
Plandolit, p. 315.

64
Fray Cristóbal Ruiz declaró que era muy dado a la devoción a Nuestra Señora, de la que era muy
en particular devoto123. Fray Francisco de Mendoza certificó que se holgaba mucho de que María
fuese Madre Dios148.

El dominico Juan Yáñez, procurador general de su Orden en Lima, declaró que, al llegar
a Lima en 1597, fue a visitar al padre Solano que vivía en los Descalzos; y preguntándole por qué
no salía a la ciudad, le respondió:

- Hijo mío, yo tengo aquí mis entretenimientos y particularmente tengo una Señora con
quien me comunico.

Y, tomando a este testigo de la mano, lo llevó a la iglesia e hincados ambos de rodillas delante
del altar mayor, el santo corrió uno o dos velos y descubrió el retablo donde estaba pintada la
imagen de Nuestra Señora, que llaman de los Ángeles, y le dijo:

- Ésta es la Señora con quien hablo y con quien me entretengo.

Y derramó muchas lágrimas, hablando con la santa imagen de Nuestra Señora, de


manera que a este testigo lo movió a gran devoción124.

El padre Gerónimo Alonso declaró que (estando en Trujillo) todas las noches este testigo andaba
con cuidado para ver en qué paso andaba el padre Solano y halló que las más de ellas lo
encontraba en la iglesia del convento; y preguntando el padre quién era, le respondía: “Un hijo
de vuestra reverencia”. Y le decía que fuese a recogerse, porque él iba a dar música a una dama
muy hermosa que le estaba aguardando. Llevaba un arco con una cuerda, que era de alambre,
lo cual vio este testigo, que se ponía detrás de la puerta de la sacristía sin que el padre lo viese,
y vio diversas veces que tocaba el arco con un palito en el altar mayor al Santísimo Sacramento,
cantando canciones, y luego se iba al altar de la Madre de Dios, de quien era muy devoto, y le
daba música con gran regocijo de su alma, cantándole y festejándole, dando vueltas y saltos de
contento... Algunas noches, este testigo iba a encender una lamparilla para llevar lumbre al coro
y hallaba al dicho padre en oración con tanto fervor y espíritu que no lo sentía por estar como
arrobado y suspenso125.

En una fiesta de la Asunción de María, entrando en la capilla mayor de la iglesia de los Descalzos,
soltó el manto y comenzó a bailar delante de Nuestra Señora. Visto lo cual, fray Juan Navarrete,
que de continuo estaba llorando sus pecados y los del mundo entero, pareciéndole que era
necesario reprender aquella acción, le comenzó a reprender, diciéndole que aquello no se debía

123
ASV N° 1.328, fol 213. 148
Ib. fol 159.
124
Ib. fol 1.259.
125
Proceso de Lima, p. 158.

65
hacer en una Comunidad. A lo cual, el siervo de Dios le dijo tales palabras en alabanza de María
que pudo con él, siendo un varón tan triste, y hacerle que cantase y bailase con el siervo de Dios
en alabanza de Nuestra Señora, lo cual causó grande admiración en toda la Comunidad126.

Fray Mateo Pérez, que era corista, estaba un día barriendo la escalera del coro en el convento de
San Francisco de Lima y, llegándose a él fray Francisco Solano, le dijo:

- “Hermano corista, ea, apostemos a ver quién ama más a la Madre.”

Y, diciendo esto, con muy gran fervor de espíritu, sin decirle otra palabra, se fue por el claustro
adelante152.

4. RELACIÓN CON LOS ANIMALES

En la vida de san Francisco Solano se presentan escenas hermosas en su relación con los
animales, que le obedecían por una gracia sobrenatural que le venía de Dios.

Fray Sebastián de Pereira declaró: Siendo el padre Francisco Solano, Prelado de un convento que
se intitula San Francisco del Monte, andaba en aquella comarca una sierpe fiera, que hacía daño
en los ganados comarcanos y se había comenzado a cebar en los hombres. Las gentes de la
comarca rogaron y pidieron al padre Solano que los librase de esa fiera. El padre fue luego donde
estaba la sierpe y, estando con ella, le mandó de parte de Dios y en virtud de santa obediencia
que no hiciese más daño del que había hecho; y que, si tuviese necesidad de sustento, que se
fuese a la portería del convento que allí se le daría como a los demás pobres. Desde ese día cesó
el daño que hacía la sierpe y no apareció más127.

Durante los 62 días que estuvieron los náufragos en la isla, muchos salieron a buscar mariscos o
peces y no traían nada. Fray Juan Yáñez asegura que oyó contar a las señoras que compartieron
con él las apreturas del naufragio que, estando el padre en su choza, veían con sus ojos salir
cantidad de cangrejos e írsele derechos a la choza hasta metérsele en las mangas; y les hablaba
como a criaturas de Dios, diciendo: “Venid, hijos míos, para que coman estos pobres que mueren
de hambre”. Y luego salía y los repartía por su mano a los necesitados, especialmente a las
mujeres128.

126
ASV N° 1.328, fol 1.493-1.506. 152
Ib. fol 1.498-1.499.
127
Archivo arzobispal de Lima, fol 679.
128
ASV N° 1.328, fol 1.260. 155
Ib. fol 1.012.

66
Andrés García de Valdés declaró bajo juramento que, cabalgando él, y yendo el padre Solano a
pie como acostumbraba vio que salía un toro cimarrón de la montaña y arremetía contra ellos.
Andrés García huyó con su caballo y, al volver sus ojos atrás, vio al toro lamiendo las manos del
siervo de Dios que se las tenía puestas en la frente y en el rostro... y el toro estaba manso como
un cordero y el padre le había dado a besar la manga de su hábito y, echándole la bendición al
toro como si fuera de razón, con mucha mansedumbre se volvió al monte de donde había
salido155.

Un día estaban lidiando toros en la plaza de San Miguel de Tucumán. Un toro muy bravo se salió
y mató a algunos indios y caballos, y se fue a la calle cuando venía el padre Solano. Pedro de
Vildosola relata que el toro se dirigió a él y no hizo más que olerle y, como si fuera una cosa muy
doméstica, pasó por donde el padre estaba a una acequia, donde Domingo de Arguinao, dueño
de una recua, estaba haciendo lavar algunas mulas, de la cuales destripó y mató a cinco, y una
quedó muy herida.

Entonces el gobernador le dijo al padre:

- Así no se amansan los toros.

Y le respondió:

- Doy gracias a Dios que el toro me miró con malos ojos —que los tenía muy
encarnizados— y me pesa en el alma que no me hallé con Domingo de Arguinao, porque
le hubiera exigido (al toro) que no le hiciese el daño que le hizo en sus mulas129.

El mismo Pedro de Vildosola manifestó en el Proceso un hecho portentoso: Vio este testigo que
un día vino sobre la chacra (finca) de pan llevar del capitán Andrés Juárez de Hinojosa tan gran
multitud de langostas que parecía una nube que cubría el sol... Acudieron al padre Solano, en
quien todos tenían una gran confianza, y le pidieron con encarecimiento que les echase de allí
sabandija tan mala. El padre, con muy buen semblante y deseo de agradar a todos, tomó una
estola y un libro con agua bendita, y fue a la dicha chacra. El padre increpó: “De parte de Dios,
yo os mando que ninguna abráis la boca a comer el trigo, porque me lo habéis de pagar”. Y,
esparciendo en cruces el agua bendita, tornó a decir, estando hincado de rodillas en el suelo y
apuntando con el dedo a tierra de chiriguanaes: “Yo os mando en el nombre de Dios y de su
bendita Madre que os vayáis a aquellas montañas, donde habitan infieles que no conocen la fe
de Cristo, y comed de lo que hallareis”130.

129
ASV N° 1.328, fol 1.077.
130
Los chiriguanaes eran soberbios y belicosos de modo que nadie podía vencerlos. Además hacían
entradas en los pueblos de españoles y robaban y quemaban, llevándose prisioneros para comérselos. 158
Ib. fol 1.080.

67
La oración tuvo efecto inmediato. Había más de 50 españoles presentes que le decían que les
había parecido muy bien lo dicho. Y el padre les replicó: “Mejor sería que por la noche cada cual
rezase un rosario a la Virgen en hacimiento de gracias”. Y todos vinieron en ello y se lo
prometieron158.

El padre Alonso Díaz refiere: Yendo de camino del pueblo de San Miguel a la población de La
Rioja, llevando la gente algunas aves y animales para la fundación y población de La Rioja, una
zorra rompió una jaula en que estaban unas palomas domésticas de Castilla. Y maltrató a una
paloma de ella en la cabeza, que se la abrió toda. El padre Solano, habiéndola visto así,
maltratada y herida, con sus propias manos la curó, juntándole los pellejos que tenía
desgarrados, la untó con un poco de sebo, y le echó la bendición. Y sanó, y la echaron en la jaula
con las otras palomas.

Después que llegaron los pobladores y ambos religiosos a La Rioja, pusieron las palomas en su
palomar. Este testigo vio muchas veces que la paloma se le asentaba en el hombro al padre
Solano; y le daba de comer en la mano, y se volvía a su palomar. Y conoció que era la propia
paloma que el padre Solano había curado en el camino131.

Muchas veces, a lo largo de su vida, se iba a cantar a la huerta del convento o a los campos,
tocando su rabelito e invitando a los pajaritos a unirse a su canto para alabar unidos a Dios. El
padre Juan de Vergara en su Relación breve del principio de la Custodia de San Jorge del Tucumán
refiere que las aves le tenían tanta obediencia que todos los días después de comer se iba a un
montecillo que allí cerca estaba (en la doctrina de Magdalena de Cocosori) desmigajando un
pedazo de pan. Y llegábanse tantas aves sobre el siervo de Dios que era cosa maravillosa. Y
estaban sobre su cabeza, hombros y manos hasta tanto que les echaba su bendición. Y entonces
se iban132.

Doña María de Ortega declaró que, estando el padre en el convento de Trujillo, cuando iban los
frailes a la huerta, hallaban al padre Francisco Solano hincado de rodillas debajo de los naranjos,
hablando con los pájaros que allí estaban y les decía que, pues Dios Nuestro Señor les había dado
de comer, por qué no le daban gracias. Y, diciendo esto, se recogían los pájaros que por allí había
y se acercaban y se le ponían encima de su hábito y le cantaban una música divina, y luego les
decía que, pues habían dado gracias a Nuestro Señor que se fuesen y le alabasen, y se iban
todos… Y vio esta testigo que, estando enferma en su casa de un dolor de costado, la iba a ver
fray Francisco Solano y, cada vez que entraba en ella, en una hoja de plátano que caía por una
ventana de una huerta al aposento, se ponía encima de la hoja un pajarito muy pequeño y
cantaba suavemente, mientras el padre estaba allí, que no parecía sino cosa del cielo. Y, en
saliendo el padre, se iba el pájaro, y, en volviendo, volvía con la música, y esta testigo se lo dijo

131
ASV N° 1.328, fol 612.
132
Plandolit, p. 159; ASV N° 1.328, fol 998. 161
Proceso de Lima, p. 203.

68
al fraile, su compañero, y que lo advirtiese la primera vez que volviese entrar; y así sucedió
muchas veces en diferentes días161.

El padre Gerónimo Alonso dijo al respecto: En el convento de Trujillo entraba muchas tardes el
padre Solano en la huerta, paseándose por debajo de unos naranjos, que duraba más de una
hora. Y acabadas sus devociones, se iba a unos árboles de olivas y se sentaba debajo de ellas, y
sacaba el mismo arco (rabel) que tiene referido y él, amando a los pájaros, les decía: “Pajaritos,
porque Dios os ha dado el alimento, razón es que le alabéis”. Y tocando su arco, cantaba y los
pájaros hacían lo mismo con mucha armonía y suavidad133.

El padre Francisco de Morales certificó: Tenía tanta alegría en su espíritu que, algunas veces,
entraba en la huerta y decía con gran regocijo a los pajaritos: “Venid compañeritos”134.

Al tiempo de la muerte del padre Solano, fray Alonso Manuel oyó una música de pajaritos que
parecían dos y que se respondían uno al otro, y luego cantaban juntos con gran prisa, y las voces
parecían que entraban por la ventana que allí estaba cerca… y después de muerto, este testigo
advirtió y entendió que era música que Nuestro Señor le había enviado para consuelo de su
muerte135.

5. LA ALEGRÍA DE DIOS

San Francisco Solano era un hombre muy alegre. Su unión con Dios, que es la fuente de
toda verdadera alegría, le hacía vivir siempre alegre. Por algo se ha dicho siempre que un santo
triste es un triste santo. Se supone que toda auténtico santo es alegre. De hecho, todos los que lo
conocieron certificaron sin excepción que tenía la cara llena de risa. A pesar de estar muy enfermo,
no se quejaba y mostraba siempre su alegría interior a través de su sonrisa. El fuego del amor de
Dios inundaba su alma y la alegría que sentía la comunicaba a todos.

El doctor Íñigo Ormero, que lo conoció al regresar a Lima desde Tucumán, refiere que
estaba descarnado, todo flaco, por tantos ayunos y penitencias, pero con una boca de risa136.

El doctor Pedro Rodríguez de Toro, que lo atendía, afirma: Dormía en cama dura, azotándose
cada día y ayunando los más días de la semana a pan y agua, pero estaba siempre con una boca
y cara de risa166.

133
Proceso de Lima, p. 158.
134
Proceso de Lima, p. 140.
135
Proceso de Lima, p. 96.
136
ASV N° 1.328, fol 71. 166
Ib. fol 505-506.

69
Fray Andrés Corso manifestó: En sus enfermedades le vio grandísima paciencia y, aunque tenía
grandes dolores, nunca se turbaba, sino que tenía muchos júbilos de alegría y contento... Y todas
las veces que este testigo le hablaba, el principio y fin de sus palabras era: “¡Glorificado sea Dios,
Alabado sea Dios!”137.

Especialmente, manifestaba su felicidad en las fiestas de Navidad. Según el padre fray Juan
Rodríguez: La noche de Navidad era el primero que iba a dar gracias a Dios, llamando a todos
los religiosos para que le ayudasen a cantar. Y cantaba con tanta gracia y devoción al niño, que
no parecía sino un ángel138.

Doña Ana Manrique certificó que vio esta testigo que, cuando venía a su casa, entrando en un
oratorio en compañía del padre fray Juan Gómez, enfermero del monasterio de San Francisco,
era tanta la alegría que recibía de ver al niño Jesús, que parecía que se transportaba y elevaba y
casi lloraba de contento y gusto139.

Fray Juan Gómez aseguró bajo juramento: Tenía un arquito con una cuerda con la cual en su
celda tañía y cantaba al niño Jesús y le bailaba, con una simplicidad tan fervorosa y puesta en
Dios, que convidaba. Y era tanto el espíritu que mostraba en esto que le decía a este testigo que
bailase y cantase en su compañía, y lo hacía este testigo170.

Su alegría era tan intensa e incontenible que, a veces, salía a los claustros del convento,
dando voces y pidiendo a todos que amasen y alabasen a Nuestro Señor.

137
Proceso de Lima, p. 90.
138
Proceso de Lima, p. 148.
139
Proceso de Lima, p. 177. 170
Proceso de Lima, p. 88.

70
CONCLUSIÓN

Después de haber leído atentamente la vida de san Francisco Solano, podemos sentir la
alegría de tener un hermano en el cielo que vela por nosotros y nos obtiene infinidad de
bendiciones para nuestras vidas, en la medida en que lo invoquemos. Él es un ejemplo para
nosotros. Él vivió su fe católica en plenitud. Por las noches iba la iglesia y se quedaba arrobado
ante Jesús sacramentado. Solamente con ver una imagen del niño Jesús se emocionaba, y lo mismo
ante cualquier imagen de la Virgen María.

En las noches de Navidad era el primero que manifestaba su amor a Jesús, cantando,
tocando y bailando ante la imagen del divino niño. En sus predicaciones siempre llevaba, como
un arma poderosa contra el maligno, un crucifijo que enarbolaba como un estandarte ante sus
oyentes. Y Dios lo bendijo con dones extraordinarios. Parecía tener poder sobrenatural sobre las
criaturas irracionales.

Su vida fue una cadena de milagros, pero el mayor milagro era que podía vivir y predicar
como un hombre vigoroso a pesar de que apenas podía comer algunos bocados al día. Y, a pesar
de su frío corporal, cuando salía de la presencia de Jesús Eucaristía o después de comulgar, era
tal su fuerza interior y exterior que lo veían correr, como volando, y se iba a predicar con tanta
fuerza que todos quedaban admirados, y la gente se convertía ante sus palabras. Estando en
Tucumán aprendía las lenguas de los indios con tanta facilidad que todos decían que era un
milagro.

Él repetía siempre Glorificado sea Dios, Alabado sea Dios. Nosotros también podemos decir en
estos momentos: Bendito sea Dios por su vida y por su amistad.

Que Dios te bendiga por medio de María y de san Francisco Solano. Saludos de mi ángel
y saludos a tu ángel.

Tu hermano y amigo del Perú. P. Ángel


Peña O.A.R.
Parroquia La Caridad
Pueblo Libre - Lima - Perú
Teléfono 00(511)461-5894

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BIBLIOGRAFÍA

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