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CRISTÓBAL DE ACUÑA

Biografía
Acuña, Cristóbal de. Burgos, 1597 – Lima (Perú), 14. I.1670.
Jesuita (SI), explorador del río de las Amazonas.

Antecedentes. Descubierto el río de las Amazonas por la expedición quiteña


de Francisco de Orellana, continuaron las exploraciones a lo largo del gran
río.

Para conocer la vida de Cristóbal de Acuña existen dos obras importantes: El


Marañón y Amazonas de Manuel Rodríguez Villaseñor, S.I., 1630-1684,
edición de 1684, y El Nuevo Descubrimiento del Gran Río de las Amazonas
por el P. Cristóbal de Acuña, por Raúl Reyes y Reyes, Quito, 1942.

En 1636 entra en tierras de los Cofanes y Encabellados el capitán Juan


Palacios, desde Quito, llevando con sus huestes a cuatro religiosos
franciscanos, dos sacerdotes y dos legos. Irritados los amazónicos por las
labores que les imponían los colonos, se sublevaron y dieron muerte al
capitán Palacios. Los dos frailes franciscanos se volvieron a Quito; más los dos
hermanos legos, Diego de Brieva y Andrés de Toledo, junto con seis soldados,
se embarcan en una lancha en el Aguarico y se dejaron llevar por la corriente;
las tribus ribereñas los trataron amigablemente; y al cabo de muchos días
arribaron a la fortaleza portuguesa del Pará, en la desembocadura del
Amazonas.

Allí informaron al gobernador portugués Jácomo Raymundo de Noroña de


sus descubrimientos; el cual resolvió que una expedición subiese por donde
los franciscanos bajaron, y llegaran hasta Quito: “Que con más atención y
menos recelos notasen cuanto hallasen en la trayectoria digno de
advertencia”.
“Designó por caudillo al Capitán Pedro Texeira, que con su prudencia trabajó
en esta jornada en servicio de S.M. Salió, pues, este buen caudillo al 28 de
octubre, 1637, con 47 canoas, 70 soldados, 1.200 indios y sus mujeres.”

“Luego de un penoso viaje llegó, a 24 de junio de 1638, al puerto de


Payamino en Quijos”; y de allí a Quito, con un pequeño grupo. Fueron bien
agasajados, mostrando todos, el gozo de ver no sólo descubierto sino
navegado desde su fin hasta sus principios el famoso río de las Amazonas
(Rodríguez, 1684: 98).

La Audiencia informó de todo al virrey conde de Chinchón; el cual resolvió


que Texeira volviese con los suyos al Pará, dándoles el avío necesario; y que
les acompañasen dos personas de toda satisfacción, a quienes se pudiese dar
entera fe en Castilla, de todo lo descubierto.

Muchos se ofrecieron; pero el fiscal Melchor Suárez de Poago resolvió pedir


dos jesuitas que acompañasen a Texeira; “que fuesen anotando todo lo digno
de advertencia en este gran río; y pasaran a España a dar cierta relación de
todo al Real Consejo de Indias y a S. M. el rey Felipe IV”.

El provincial padre Francisco Fuentes, holgándose de que por esta vía se


abriese puerta para que los jesuitas entrasen a misionar en el Amazonas,
escogió al padre Cristóbal de Acuña, rector del Colegio de Cuenca, y al padre
Andrés de Artieda, profesor de Teología en Quito. La Audiencia les extendió
el nombramiento, a 4 de enero de 1639, firmado por el licenciado Alonso
Pérez de Salazar y los oidores.
PEDRO DE AGUADO
Aguado, Pedro de. Valdemoro (Madrid), 16.II.1538 ant. –
¿Cartagena? (Colombia), 1589 post. Misionero franciscano
(OFM), es el primer historiador de la región norandina de
Suramérica.

Nació en Valdemoro, pueblo próximo a Madrid, y fue hijo de Juan Aguado


Nabero y de su esposa Francisca, una familia solariega de dicha población.
Fue bautizado en su villa natal el 16 de febrero de 1538 y su partida de
bautismo fue publicada por el historiador venezolano Caracciolo Parra. El
cronista fray Pedro Simón aseguró que Aguado fue teólogo, matemático e
historiador. No consta su formación en ninguna de estas disciplinas, pues se
desconoce su formación y su conversión en historiador parece que fue
bastante accidental, más que fruto de una vocación. De su biografía se
desconoce todo hasta su llegada a América, y concretamente a Colombia, a
fines de 1561. Ni siquiera se sabe cuándo, ni dónde, tomó el hábito con el
que llegó al Nuevo Mundo. Cuando volvió a la Península en 1575 se alojó en
el convento que la Orden tenía en Madrid, lo que impide rastrear posibles
estudios.

Quizá fuera éste su convento matriz, pero no hay ningún dato que lo
corrobore. En 1561 llegó al Nuevo Reino de Granada con un grupo de
cincuenta misioneros franciscanos que acompañaban a fray Luis Zapata de
Cárdenas, obispo y reformador de la orden en el Perú. Zapata dejó siete
religiosos en Cartagena, uno de los cuales fue fray Pedro, enviado
inmediatamente al interior. El 12 de junio de 1562 estaba ya en Santa Fe, lo
que demuestra que prácticamente venía designado para ir de inmediato a la
capital neogranadina.
Junto con sus hermanos fue enviado a las doctrinas de los indios chibchas o
mwiskas, que habitaban en los altiplanos cundiboyacenses. Su prueba de
fuego la hizo en la doctrina de Cogua, un pueblo cercano a la capital
santafereña, donde fundó dos iglesias y trabajó en la conversión de los
naturales. Estuvo luego en Nemeza y Peza, completando los dos años en
encomiendas de Luis López Ortiz. Después pasó a las de Zipaquirá y Pacho,
que eran de Juan Ortega, no lejos de las anteriores. Posteriormente estuvo
unos días en Chocontá, en Bosa y en los Panches de Tocaima, esta última
muy diferente de las anteriores, pues pertenecía a una cultura karib. Fray
Pedro fue elegido dos veces guardián del convento de Santa Fe, cuya casa e
iglesia construyó en gran medida y lo mismo en el convento de su Orden en
Tunja.

En 1573 fue elegido provincial de la orden de Nueva Granada. Coincidió con


el momento en que decidió emprender su obra histórica, aunque nada tuvo
que ver con lo anterior. Su gran obra es conocida como la Recopilación
Historial, y vino a ser en síntesis del descubrimiento, conquista y colonización
españoles desarrollados en la región norandina: Santa Marta, Venezuela y el
Nuevo Reino de Granada.

Se trataba de un libro que había emprendido un religioso de su orden,


fallecido de forma imprevista.
Fray Pedro Aguado nos lo explica con estas sencillas palabras: “porque un
religioso de mi orden, que se llamaba fray Antonio Medrano había
comenzado este trabajo, por cuya muerte se quedará por salir a la luz”.
Efectivamente, la Recopilación había sido iniciada por Antonio Medrano, de
quien se sabe menos aún que de fray Pedro. Tan sólo nos consta que era
franciscano y muy vinculado a los primeros conquistadores, cuyas hazañas y
andanzas le parecieron dignas de ser escritas. Amigo del mariscal Gonzalo
Ximénez de Quesada, descubridor y conquistador del Nuevo Reino, le
acompañó a su última aventura a El Dorado, el que suponía escondido en los
llanos, pensando que iba a poder recogerla íntegramente, pero salió bastante
malparado el año 1572, y apenas le quedó vida para llegar hasta un pueblo
de cristianos, donde expiró. La jornada había costado tres
años de esfuerzos y la vida de doscientos cincuenta españoles
y casi mil quinientos indios. Fray Pedro Aguado se encontró
entonces con la historia escrita por su colega difunto y
decidió continuarla, empeño en el que enterraría el resto de
su vida.
FRANCISCO DE AGUILAR

Aguilar, Francisco de. Villalba de los Barros (Badajoz), 1479 – México, 1576.
Miembro de la hueste de conquista de Hernán Cortés. Ordenado
posteriormente dominico (OP).
Hijo de Pedro de Aguilar y de Elvira de la Torre.

El 2 de diciembre de 1512, cuando contaba treinta y tres años de edad,


obtuvo su licencia para pasar a las Indias, junto a su hermano Alonso. En
1518 ambos hermanos se encuentran en la isla de Cuba, enrolándose en la
expedición que planeaba Hernán Cortés.

Francisco de Aguilar fue testigo de excepción de la conquista de México, de la


destrucción de Tenochtitlán y de la muerte de Moctezuma II. De hecho,
cuando ocurrió el óbito del emperador azteca, se encontraba con él en el
tejado del palacio de Axayácatl.

Y estaba tan cerca que también resultó herido en el ataque de los propios
aborígenes.

Algún cronista, y con él otros historiadores contemporáneos, confundieron la


vida de los dos hermanos, haciendo de ellos una sola persona. Según Bernal
Díaz del Castillo, Alonso de Aguilar se hizo rico gracias a una “venta”, llamada
precisamente de “Aguilar”, que estaba en el camino entre Veracruz y Puebla.
En 1534 decidió dejarlo todo e ingresar como dominico, cambiando su
nombre de pila —Alonso— por el de fray Francisco, en honor al humilde
religioso de Asís.

Obviamente, y de acuerdo con Robert Himmerich, Alonso de Aguilar fue el


que se enriqueció con su encomienda de indios pero, sobre todo, con su
venta o posada mexicana, llevando una vida holgada el resto de su vida. En
cambio, Francisco de Aguilar, tras participar en la conquista, decidió dejarlo
todo e ingresar en la Orden dominica.

Se dedicó de cuerpo y alma, durante largas décadas, a la evangelización de


los indios. Ya anciano, pues superaba los ochenta años, fue convencido por
sus propios compañeros de cenobio para que escribiera una crónica sobre la
conquista de México. Fue su intención, como él mismo afirmó, escribir un
relato breve “sin andar por ambages ni circunloquios”. El resultado fue una
obra sobria pero también precisa, y, como dice Esteve Barba, “no exenta de
vida y soltura literaria”. La tituló Relación breve de la conquista de Nueva
España. El texto lo dividió en un preámbulo y ocho partes que abarcan desde
el período de gobierno de Diego Velázquez en Cuba hasta el sometimiento
definitivo de la Nueva España por las huestes de Hernán Cortés.

El manuscrito original se conserva actualmente en el Monasterio de El


Escorial. Ha sido editado en varias ocasiones desde 1903, fecha en que
conoció por primera vez la letra impresa.

Obras de ~: Relación breve de la conquista de Nueva España, en Real


Biblioteca del Escorial, s. xvi (ed. de J. Gurría Lacroix, México, Universidad
Nacional Autónoma de México, 1977).
ALONSO ENRÍQUEZ DE GUZMÁN

Enríquez de Guzmán, Alonso. Sevilla, 1499 – Úbeda (Jaén), 1547. Contino de


Carlos V, gobernador de Mallorca, militar en Perú y cronista.

Nació en Sevilla en 1499, en el seno de una familia de gran abolengo. Eran


descendientes del rey Enrique II de Castilla y estaba emparentado con las
casas de Medina-Sidonia y de Niebla. Sin embargo, su rama familiar se había
empobrecido.

Su vida fue muy azarosa y casi de novela. Durante años estuvo en Europa,
participando en las guerras de Italia. En 1520, cuando contaba con veintiún
años de edad, se embarcó en Sicilia en la armada de Hugo de Moncada que
atacó exitosamente la plaza de los Gelves. En 1523 luchó contra los rebeldes
de las Germanías en Mallorca, enrolado en la tropa del Emperador.

Posteriormente, se dedicó a viajar por Europa, pasando no pocas penurias. Él


mismo relató que, estando en la ciudad de Colonia, tuvo tanta necesidad que
se hizo pasar por judío para obtener la ayuda de sus supuestos
correligionarios. De regreso en Castilla, Carlos V le nombró contino o criado
de su casa. Sin embargo, tuvo problemas con el conde de Nassau y acabó
preso por cuatro años en el presidio de Melilla. Después de cumplir su pena,
fue rehabilitado como contino y se le nombró además gobernador de
Mallorca.
En 1534 decidió pasar a las Indias, cuando contaba con treinta y cinco años
de edad. Al año siguiente estaba en Perú, donde coincidió con el
enfrentamiento entre almagristas y pizarristas. Tomó parte en el bando de
los primeros, convirtiéndose en uno de los hombres de confianza de Diego de
Almagro. Precisamente, éste lo envió a negociar con Alvarado y fue apresado
y encadenado. En 1538, los almagristas fueron derrotados en la batalla de las
Salinas, siendo condenado y encarcelado.

Consiguió en última instancia eludir la pena máxima, a cambio de su


destierro a España. En 1540 se encontraba de nuevo en la Península,
litigando por su libertad. A diferencia de Hernando Pizarro, que estuvo
confinado casi toda su vida en el castillo de la Mota, Alonso Enríquez obtuvo
en breve tiempo su libertad. Se destacó por la defensa de la memoria de
Diego de Almagro, llegando a dedicarle baladas en octosílabos que se
hicieron muy populares.

Escribió una crónica de su vida y de sus vivencias que es considerada por


muchos como una destacada novela picaresca. La tituló: Libro de la vida y
costumbre de don Alonso Enríquez, caballero noble y desbaratado. Su
manuscrito original se conserva en la Biblioteca Nacional y fue publicado por
primera vez en 1862. Años después, se publicó en el tomo 85 de la Colección
de Documentos Inéditos para la Historia de España.

Obras de ~: Libro de la vida y costumbre de don Alonso Enríquez, caballero


noble y desbaratado, 1862, ms. (Biblioteca Nacional de España).
FERNANDO DE ALVA IXTLILXÓCHITL

Alva Ixtlilxóchitl, Fernando de. Texcoco (México), c. 1578 – México, 1650.


Historiador.

Nació alrededor de 1578, hijo de madre mestiza, Ana Cortés Ixtlilxóchitl, y


padre español, Juan de Navas Pérez de Peraleda. Fue bautizado con el
nombre de Hernando de Peraleda Ixtlilxóchitl (Höhl, 1990: 15). Más tarde
adoptó el nombre por el que se le conoce: Fernando de Alva Ixtlilxóchitl.

Existen dudas sobre su lugar de nacimiento. La opción de Texcoco es la más


admitida, aunque hay algunos que defienden la posibilidad de que fuese en
San Juan Teotihuacán, lugar donde residían sus padres. Su padre era
originario de Castilla y trabajó como maestro de obras. Tuvo otros diez hijos
con Ana, aparte de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, que fue el segundo (Höhl,
1990: 16-17).

Algunos autores consideran a este personaje como “mestizo” y otros como


“español”. Sin embargo, este tipo de categorías en algunos casos eran
bastantes flexibles y fueron utilizadas por algunos personajes a su
conveniencia. Algún investigador prefiere quedarse con la opinión del propio
Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, que se calificaba a sí mismo como noble
indígena tetzcocano (Velazco, 1999:5). Su madre, Ana Cortés Ixtlilxóchitl, era
descendiente de los hueytlatoque de Texcoco y también de los de
Tenochtitlan.
Su bisabuela materna era fruto de la unión entre Ixtlilxóchitl, hijo de
Nezahualpilli de Texcoco, y Beatriz Papatzin, hija de Cuitlahuac, el penúltimo
tlatoani de Tenochtitlan.

Ixtlilxóchitl ingresó en el Imperial Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, donde


permaneció seis años.

En 1597, su madre heredó el cacicazgo de San Juan Teotihuacan, tras la


muerte de Cristina Verdugo, su abuela. Esto no sólo le trajo beneficios,
también conllevó la necesidad de hacer frente a distintos pleitos para
mantener el control del cacicazgo.

En 1612, Fernando de Alva Ixtlilxóchitl fue nombrado juez gobernador de


Texcoco por el virrey marqués de Guadalcázar. Se le designó a petición de los
principales y el común de este lugar debido a que era legítimo sucesor de los
gobernantes de dicha ciudad (O’Gorman, 1985, I:25). Permaneció en el cargo
un año, a partir de diciembre de 1612. También ocupó ese puesto en otros
lugares como Tlalmanalco, entre 1616 y 1618, y Chalco entre 1619 y 1621.

En 1620 (O’Gorman, 1985, I:27), Felipe III informa al virrey, el marqués de


Guadalcázar, que Fernando de Alva Ixtlilxóchitl le hizo relación de ser
descendiente de Ixtlilxóchitl y Nezahualpilli. También que le había señalado
que el primero había prestado servicios a Cortés en la conquista de México.
El rey declaraba por ello que era su voluntad que recibiese merced y favor y
que el virrey lo ocupase en oficios y cargos del real servicio.

Ixtlilxóchitl tuvo un primer hijo alrededor de 1624 llamado Juan de Alva


Cortés. No fue legitimado hasta que más tarde se casó con su madre Antonia
Gutiérrez o Rodríguez (O’Gorman, 1985, I:29).
Hacia 1640, Ixtlilxóchitl ocupa el cargo de intérprete en el Juzgado General de
indios. En 1643, su madre tuvo problemas con el cacicazgo de San Juan
Teotihuacán, ya que se la acusaba de tener sangre española y, por tanto, no
podía poseer dicho título. Ixtlilxóchitl se puso al frente de las gestiones que
esta acusación conllevó. Finalmente consiguieron conservar el cacicazgo.

Ixtlilxóchitl falleció el día 25 de octubre de 1650.

Fue enterrado en la capilla de la Preciosa Sangre de Cristo de la iglesia


parroquial de Santa Catarina Mártir en la ciudad de México (O’Gorman, 1985,
I:36).

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