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Encomiendas, doctrinas de indios y los primeros clérigos en Tarapacá

Relaciones y proyecciones en la implantación del orden colonial

Luis Miguel Glave


Alberto Díaz Araya

La presencia y papel de los clérigos en la forja de la primera sociedad colonial en los


Andes es todavía una asignatura pendiente en nuestra historiografía. Se sabe que hubo
más de los que la literatura colonial, elaborada por los religiosos de las órdenes que
protagonizaron estelarmente las escenas de la conquista, reconocieron en un primer
momento. Pero esa carencia no ha pasado desapercibida y hay importantes estudios que
han rastreado su presencia y aporte1. Con todo, ese progreso en nuestros conocimientos
no deja de reconocer lo escasos que han sido sus testimonios en la documentación, más
atenta a otros actores. Pero fueron muchos y desde un principio acompañaron a los
conquistadores2. Las biografías de los presbíteros que llegaron a los Andes nos
muestran el camino escalonado que siguieron, desde el Caribe, Panamá, Nuevo Reino,
Quito y finalmente el Perú y sus confines hasta Chile. Aunque los hubo que llegaron
directamente, atraídos por la fama de opulencia que tenía el reino andino. Pero el
territorio era tan vasto que siempre fueron necesarios más. De tal forma, que muchos se
fueron ordenando a las prisas, habiendo llegado sin los votos completos o simplemente
por imposición rápida de las manos de los obispos que los requerían para campañas,
entradas y conquistas, pero también para las primeras parroquias. Los hubo jóvenes
nacidos ya en el Perú, como el buen quechuista Jerónimo de Mesa, cuyos padres se
afincaron en Cuzco hacia 1550 y él desde niño sirvió de ordenante en la catedral, hasta
consagrarse sacerdote y ser un favorito y protegido de la más encumbrada sociedad
local, siendo doctrinero de indios desde sus inicios sacerdotales3. Muchos también
dejaron las guerras para pasarse a los hábitos, por vocación sobrevenida en el terreno o
por conveniencia de ubicación social. Otros ya investidos del hábito sacerdotal,
participaron en las convulsiones políticas y guerras civiles. Pero lo que nos va a
interesar particularmente aquí fue que también, uno de los destinos que más se les

1
Constantino Bayle, El clero secular y la evangelización de América, CSIC, Madrid 1950; Nazario
Valpuesta, El clero secular en la América hispana del siglo XVI, Biblioteca de Autores Cristianos,
Madrid 2008.
2
Rubén Vargas Ugarte, Historia de la iglesia en el Perú (1511-1568), Tomo I, Imprenta Santa María,
Lima 1953.
3
Archivo General de Indias (AGI), Lima 315.
presentó fue participar en el negocio de las encomiendas, como doctrineros de indios.
Nos referiremos específicamente, en la segunda parte del artículo, a los doctrineros de
Tarapacá y su entorno y en el planteamiento del tema usaremos ejemplos provenientes
de la diócesis del Cuzco, a la que pertenecía la región de Tarapacá.

La presencia de los clérigos

Para ilustrar lo que aquí presentamos, viene a cuento el caso de un clérigo


paradigmático, que se llamó Sancho de la Cueva. Como tantos otros testigos de la
colonización, logró salir del anonimato por su propio testimonio. Gracias a su empuje
vital, no exento de excesos de pasión, este hombre llegado de España a Quito pasando
por Cartagena, Popayán y el Nuevo Reino, sin educación señalada y como hombre de
armas, por las que tuvo en su haber algún muerto innecesario a fuerza de competencia y
venganza, llegó a ser clérigo y representante de clérigos 4. Cuando se produjo el
alzamiento de Gonzalo Pizarro y los encomenderos, peleó en el bando real en un lugar y
otro. Su rédito de tantas andanzas fue el aprendizaje de las lenguas de los indios, por
una facilidad natural que lo dotó de un uso de la lengua general que fue su orgullo hasta
el final. Gracias a ello, terminó siendo ordenado por el obispo de Quito que lo destinó a
varios lugares donde la labor misional era prioritaria, donde otros no aceptarían entrar,
por temor e incapacidad. Vaya si en su etapa quiteña sólo su determinación y arrojo,
junto a su habilidad de lenguaraz, lo hicieron apto para ordenarse y predicar, pero lo que
acumuló en experiencia le valió también luego que el mismísimo virrey Toledo lo
llevase consigo hasta Vilcabamba, donde quedó predicando, y a sus campañas de
reducción5. Desde Vilcabamba avisaba de la inquietud que los indios tuvieron al
enterarse de la presencia de los ingleses en el estrecho, azuzados por los sacerdotes
nativos que les decían que una nueva raza vendría a acabar con la colonización de los
hispanos. Ya viejo pidió como merced un puesto en un hospital y poder seguir
predicando a los indios. Terminaba diciendo que los sacerdotes que sabían bien la
lengua fueran favorecidos y preferidos porque como algunos obispos daban lo mejor a
sus privados y "a las veces al que con más cayere" tenían por poco aprender la lengua,
agraviando en los sacerdotes "el favor que nos da a los que la sabemos" se animen a
aprenderla6.

Muchos ejemplos más se pueden dar de la labor de este sector de la nueva sociedad
colonial, pero bastará añadir la larga carrera, esta vez de un regular mercedario, para
ilustrar a cabalidad ese perfil andariego, guiado por un ideal "reducidor" de la población
indígena. El mercedario Diego de Porres es un paradigma de la práctica reducidora del

4
La noticia de sus dificultades por sus andanzas previas a su establecimiento en Quito vienen en,
Federico González Suárez, Historia eclesiástica del Ecuador desde los tiempos de la conquista hasta
nuestros días, Tomo primero 1520-1600, Imprenta del Clero, Quito, 1881, p. 285.
5
AGI Lima 316, Sancho de la Cueva, Memoria de lo que SM ha de mandar remediar al virrey que va al
Pirú a suplicación de los sacerdotes que doctrinamos los naturales de aquellos reinos, 1583. Es uno de
tres memoriales que han sido transcritos por Víctor Maurtua, Juicio de Límites entre Perú y Bolivia,
Prueba Peruana, Vol. VII, Vilcabamba, Barcelona 1906, p. 174 y ss.
6
Comenta con otras aristas la vida de Cueva, Constantino Bayle, El clero secular… pp. 83.
sector eclesiástico. Aunque era un fraile, del clero regular, su accionar individual lo
equipara con el de sus pares seculares. Desde los tiempos de la conquista, Porres fue
doctrinero y aprendió la lengua general. El arzobispo Loaysa le encomendó la doctrina
del repartimiento de Checras y Atabillos donde el predicador levantó veinte iglesias
“por estar los indios divididos en muchos pueblos”. De allí fue promovido a Cajatambo
donde hizo diez iglesias. De allí pasó a Chinchacocha, “que estaba rebelde”. Logró
apaciguar a los naturales, bautizó y casó miles y construyó otras diez iglesias. Desde allí
entró en tierras de guerra en los Pilcozones y empezó la que sería su otra experiencia
mayor que era reducir las poblaciones marginales de los yungas. Lo nombraron
visitador para Tarama y Bombón donde gracias a su dominio de la lengua estableció la
forma de enseñar la doctrina, que proponía debía guardarse en todas las tierras nuevas.
Como visitador también se encargó de formar iglesias, esta vez dice su relación que
formó cinco. En Chacalla hizo otras cinco iglesias y además deshizo muchas guacas y
adoratorios.

Notemos la forma como Porres rememora su práctica evangelizadora: construye


iglesias, bautiza y casa, introduce la doctrina y la “policía” y persigue las idolatrías.
Estos serán los principios de la práctica reducidora. Las iglesias eran el símbolo de la
reducción, aunque en este momento, durante su ejercicio en el distrito de Lima, Porres
sólo dice que las hace en los pueblos sin mencionar que redujera a los indios. Pero
luego, cuando recuerda que de allí siguió su misión en Huamanga, dice que “en cuatro
repartimientos reduje los indios por estar derramados y los puse en sus pueblos en
policía y cristiandad y hice siete iglesias y bauticé y casé más de mil y les quité sus ritos
y sus guacas”. Las iglesias de los pueblos de Lima que mencionó en el inicio de su
gestión religiosa, fueron otras tantas reducciones, sólo que la palabra comienza a cobrar
sentido con la mayor experiencia de doctrinero, tal como la recuerda en Huamanga.

Lo mismo hizo en el distrito del Cuzco donde le tocó doctrinar en Chumbivilcas, en el


repartimiento de Velille, donde “juntó” los indios y los “puso en sus pueblos por andar
derramados”. Esta vez, dice que el estar dispersos obedecía a la saga de la rebelión de
Francisco Hernández Girón. Durante cinco años, doctrinó y predicó entre los
chumbivilcas, “hasta que los reducí en cinco pueblos”. Ya no nos dice que levantó
iglesias, ya se trata de la forma principal de la práctica adoctrinadora y “civilizadora”: la
reducción. Siempre en Cuzco, Porres siguió su carrera en los valles de Cuchoa y
Marcapata, donde los indios estaban “por los montes por ser Andes”. Los recogió y
redujo a sus pueblos fabricando siete iglesias. También volvió a los profundos valles y
tierras de guerra donde los Chunchos y bautizó a algunos jefes de quienes recuerda sus
nombres.

En Charcas siguió su labor doctrinera en zonas de frontera, que ya conocía algo por su
incursión en Marcapata. Le tocó el valle de Tomina y Tacopaya donde nunca había
habido doctrinero. Además de hacer iglesias, que es sinónimo de reducciones, ayudó a
la fundación de una villa en Tomina. Brevemente pasó luego a Arequipa, en los
repartimientos de Omate y Quinistaca, donde también hizo cinco iglesias “por estar los
indios derramados”. Deshizo guacas y adoratorios, quitando ritos y ceremonias antiguas
y sacó “de una sepultura dos indios vivos que por ser lengua” descubrió.

Desde Lima arriba y al sur, en las zonas más pobladas e importantes de la naciente
colonia, Porres se dedicó a reducir los indios, lo que era lo mismo que cristianizarlos e
introducirlos en policía, la manera como estos actores entendían la colonización de esa
población7.

Los ejemplos de Sancho Cueva y Diego de Porres sirven para mostrarnos como estos
clérigos eran personajes itinerantes, de vidas inquietas. Pasaban prestamente de unos
lugares a otros e incluso, en sus asentamientos doctrinales, extensos territorios de
poblaciones desparramadas en el espacio, debían ir de un lado a otro si querían cumplir
con su trabajo. Pero la característica de los clérigos en relación a sus pares regulares es
que estuvieron menos en las labores misionales y en los lugares por incorporar al
dominio colonial y más en los territorios indios sujetos a los encomenderos, ya
sometidos a una nueva lógica de producción y relación política. Allí además era donde
podían agenciarse actividades que les redundasen en los beneficios económicos que a
todas luces buscaban más que sus colegas de las órdenes religiosas 8. Eran contratados
por los encomenderos en la primera etapa, lo que los convirtió necesariamente en sus
aliados. De sus buenas relaciones dependía su estabilidad. Más bien, los clérigos que no
conservaban sus puestos podían instrumentar venganzas denunciando a los
encomenderos, como hizo el padre Cristóbal López quien en 1564 presionó al cacique
Juan Llaxa a presentar unos completísimos capítulos contra el poderoso encomendero
de Caravelí en Arequipa, Hernán Alvarez de Carmona9.

Las jerarquías en las ciudades recién se estaban fundando y esos destinos estaban
copados por clérigos quienes casi con el cuchillo en la boca, defendieron sus prebendas
y privilegios10. Así, viviendo en el campo y relacionados con los señores de indios,
compartieron aficiones con sus empleadores y se hicieron sus socios. Tanto la
encomienda como la doctrina de indios fueron las puntas de lanza de la primera
institucionalización de la sociedad colonial en el campo andino11. Todavía no se habían
creado los beneficios curados en propiedad, eran doctrinas o "curazgos" -como los

7
Charcas 142, Memorial de fray Diego de Porres sobre sus méritos y servicios en el Perú, s/f. Está
transcrito en Víctor M. Barriga, Los mercedarios en el Perú en el siglo XVI. Documentos del Archivo
General de Indias de Sevilla, 1518-1600. Tercer Volumen. Arequipa 1942. pp. 195-198.
8
Ver por ejemplo la opinión de fray Domingo de Santo Tomás en sus cartas de 1550 y 1563, así como
otras protestas de los 1560 al respecto en AGI Lima 313. Comenta las apreciaciones de fray Domingo,
José de la Puente Brunke, “Encomenderos y doctrineros: notas sobre encomienda y evangelización en el
siglo XVI”, Revista Peruana de Historia Eclesiástica N° 2, (Cuzco) 1992, pp. 259-269, p. 267; hace una
revisión bibliográfica del tema.
9
AGI Justicia 453.
10
Noticiadas las autoridades de la península de los desórdenes que la falta de control causaban en las
administraciones eclesiásticas, ordenaron visitas a los obispados desde Lima, las que terminaron en
enfrentamientos, más de una vez armados, como pasó en Cuzco y Charcas. La documentación del Cuzco
en AGI Lima 300; ver también Vargas Ugarte, op. cit, 256-258.
11
Ver lo propio en el caso de Guatemala en Edward O'Flaherty, "La institucionalización de la iglesia
como proceso cultural", en Alfredo Jiménez (ed.) Antropología histórica: la Audiencia de Guatemala en
el siglo XVI, Universidad de Sevilla, 1997, pp. 339-368.
llamaban las provisiones de doctrineros en los pueblos en la primera etapa- y no
parroquias de indios como luego vinieron a ser12. Tanta fue la cercanía de los clérigos
con sus empleadores encomenderos que incluso fueron sus representantes cuando llegó,
a partir de 1565, la primera etapa de los corregidores, y mucho más cuando el virrey
Toledo los institucionalizó desde 1575, limitando, hasta cortar el poder y control de la
economía ejercidos por parte de los encomenderos. Ese fue el caso por ejemplo de la
provincia de los Lucanas, donde en enconado pleito con el corregidor Juan Manuel de
Anaya, encontramos defendiendo los intereses del encomendero a un clérigo y
movilizando a los indios contra la autoridad a otro.

El doctrinero de Andamarca llamado Juan de Quesada, aparece movilizando a los


indios, presentando querellas, haciendo de apoderado del encomendero ante el
corregidor. Además, como lo señalaba Anaya en el descargo de su residencia, los
clérigos y religiosos tenían usurpada la jurisdicción real, no pudiéndose hacer nada sin
que ellos se entrometieran, por lo que hubo que contrariarse con ellos para sacarlos de
ese poder y para el efecto de la imposición de la mita y de las nuevas tasas. Pero
Quesada también se lució en la descripción de las vejaciones que Anaya hizo a los
indios. Afirmaba que los naturales le lloraron al corregidor diciendo que no los
perjudicara, que “por qué le daba a ese viracocha su ganado”, refiriéndose a un
comprador que se hizo con los pacos de las comunidades. Decían que “por qué se
permitía que los cristianos les quitasen lo que es suyo”. Este es un somero resumen de
las declaraciones de Juan de Quesada que ya dijimos, además de doctrinero en la
provincia, era el religioso apoderado de la viuda madre del encomendero. Juan Manuel
Anaya lo acusaba de ser su enemigo capital y la mente detrás de las gestiones enconadas
de la residencia que le tomó su sucesor Antonio Velasco13. Además, aunque en estos
documentos no figura, este mismo sacerdote tuvo tratos con Anaya quien lo auspició
para que pudiera comprar cien carneros de la tierra a los indios, a menos de dos terceras
partes del precio corriente. Según los documentos que maneja Steve Stern, Quesada
acumuló dinero y mercancías suficientes que circulaban en redes comerciales que
llegaban hasta Ica y Lima14.

El mismo corregidor, que había asentado las tasas toledanas en la década de 1570, hubo
de enfrentar un caso de violencia abierta. Cuando le iniciaron la residencia, Anaya
quiso ir a Lima a ver sus negocios y pidió licencia a su juez, pero al salir, el clérigo
bachiller Andrés González (que luego aparece como uno de los curas que sirvió en
Atunsoras y que declaró en la pesquisa secreta) con multitud de indios armados de
hondas y piedras salió a su encuentro en el camino junto al río grande de Atunlucana,
para impedirle marcharse por tener contra él cierto proceso. Le dieron pedradas que lo
pusieron al borde de la muerte, con la quijada rota y problemas en las rodillas. Se
escapó y fue a parar al valle de Nazca al hospital de naturales que allí funcionaba. Los

12
Fernando Armas Medina, “Evolución histórica de las doctrinas de indios”, Anuario de estudios
americanos, N°9, 1952, pp. 101-129.
13
AGI Escribanía 529 A.
14
Steve Stern, Los pueblos indígenas del Perú y el desafío de la conquista española. Alianza América,
Madrid, 1982, p. 156.
ejemplos de estas alianzas son multitud, este caso solo refleja lo enconado que resultó el
enfrentamiento de esa primera estructura de dominación que fundó el orden colonial.
Veremos más adelante lo que al respecto pasó en nuestra provincia objetivo que es
Tarapacá.

La primera forma de controlar a los encomenderos provino de la reglamentación de la


provisión de los doctrineros. Los mismos seculares mejor relacionados coparon las
primeras jerarquías religiosas de las ciudades, los cabildos eclesiásticos y sus órganos
de gobierno en los obispados o catedrales. Desde allí además comenzaron a administrar
los destinos de sus émulos y sucesores, cuando los obispados comenzaron a determinar
la provisión de los doctrineros desde la década de 1550, como lo mandaban reales
cédulas de 1552 y 1563, cuando se empieza a controlar de alguna manera la entera
libertad y capricho de los encomenderos, lo que quedó estabilizado a partir del segundo
Concilio Limense de 156715.

Dice Lockhart que era un destino poco atractivo y que muchos lo aceptaban mientras
tanto algo aparecía. Lo que puede ser cierto en alguna medida, si se compara con las
posiciones en la nueva jerarquía16. Pero poco a poco las cosas fueron cambiando y hubo
una sociedad religiosa que circuló por las doctrinas de indios en las encomiendas y
luego en los pueblos reducidos en los que se convirtieron los territorios antes dominados
por los encomenderos. Basta recordar el caso que hemos presentado del padre Quesada
por ejemplo. Las poderosas órdenes del clero regular, que habían controlado muchas
doctrinas desde el principio y fundado casas en el campo con el fin de evangelizar,
acusaron el golpe de la preferencia que se dio a los seculares en la provisión de
curazgos. Fue el caso de los franciscanos quienes por voz de fray Hernando de
Barrionuevo y fray Juan de Vega presentaron en Madrid a 23 de agosto de 1563 un
reclamo acerca del despojo del que estaban siendo víctimas. Barrionuevo custodio y
Vega predicador, sustentaron que su orden fue la primera que fundó casa y que primero
entendió en la conversión de los naturales del reino del Perú y que había más religiosos
suyos que de todas las otra órdenes juntas. Hasta entonces habían sido favorecidos para
fundar casas en los pueblos de naturales e iglesias y escuelas donde los indios se
recogían a la doctrina y se les enseñaba a leer y escribir, policía y buenas costumbres.
Así estaban sosegados en su posesión y estaba proveído por las tasas formadas de lo que
habían de dar los indios a sus encomenderos, en la última partida, lo que debían dar al
religioso que se ocupare de ellos, tantas fanegas de trigo, maíz, puercos, ovejas y la leña
necesaria y yerba para una cabalgadura, de lo que se beneficiaban sus doctrineros. Esto
se había modificado por el sínodo y regulado con el aceite y vino que había de dar el
encomendero. De dos años a esta parte (1561) se había hecho novedad por el arzobispo
al proveer curas y vicarios en los valles y pueblos y partes donde la orden tenía hechas
casas, iglesias y escuelas, proveyendo con consentimiento del encomendero y

15
Armas, op. cit. pp. 119; Fernando Armas Medina, Cristianización del Perú, Sevilla, Consejo Superior
de Investigaciones Científicas, 1953, pp. 125- 126.
16
James Lockhart, El mundo hispanoperuano 1532-1560, Fondo de Cultura Económica, México, 1982,
pp. 69-71.
ordenando que los naturales acudan al cura con la comida y quitándola a los religiosos,
dándoles a entender que se salgan de los repartimientos, de lo que había resultado entre
el arzobispo y la orden muchas diferencias. El doctor Cuenca, siendo corregidor,
teniendo los frailes una doctrina en la ciudad del Cuzco, los echó absolutamente y se las
quitó, encargándola a los clérigos que residían en Cuzco. No contentos con esto,
habiendo criado en algunas de las casas algunos muchachos y doctrinándolos para que
sepan ayudar a misa y a vestir los sacerdotes, rezar, orar, cantar en el coro, oficiar una
misa y vísperas cantadas, tañer flautas y violines y que anden en servicio de dios y
acompañando el servicio de la iglesia, porque se oían las horas con más devoción donde
se juntaban los naturales a ello por ser aficionados a música; estando así enseñados se
los habían mandado quitar. Los indios que traían un poco de agua y leña y yerba para la
casa y a los que tienen enseñados la lengua castellana para que puedan predicar a los
demás y darles a entender las cosas de la fe y los intérpretes y alguaciles que tienen para
enviar de unos pueblos a otros a que les digan la doctrina en su lengua y recoja otros, a
título de decir que si para los dichos efectos quieren tener los dichos indios, que se lo
paguen como estaba mandado por ordenanzas. Los franciscanos adujeron que como la
orden era mendicante y pobre no tenían con que pagar a esos indios que habían entrado
en su sistema de evangelización. Pidieron que no se nombren clérigos y se les deje sus
casas y restituya lo que se les había quitado17. Similar reclamo elevaron los agustinos
algo más tarde, el 14 de noviembre de 1582, cuando el prior cuzqueño fray Gerónimo
Núñez hizo una información para probar como su casa y convento se había fundado
hacía 22 años, que tenía tres provincias a su cargo como eran las de Cotabambas y
Omasayos y Aymaraes, indios que estaban en cabeza de su majestad, donde tenían ocho
religiosos que se pretendía desplazar por seculares. Acudían a la memoria de que su
fundador y primer prior fray Juan de Vivero, quien fue hasta ocho veces donde el inca
rebelde Tito Cusi Yupangui y lo convirtió y bautizó, dejando a dos religiosos que le
predicasen y cuando murió, el sucesor martirizó a fray Diego Ortiz. Aunque la
tendencia a poner curas del clero secular que seguían aumentando, no se detuvo, los
agustinos conservaron estas doctrinas que a todas luces, ya eran un destino muy deseado
y apreciado al punto de despertar estas disputas18.

Desde las primeras concesiones de encomienda, se encargó severamente a los


beneficiarios la doctrina de los indios. Desde entonces, con variaciones, se encargaron
de contratar clérigos para sus dominios. Es cierto que muchos sólo buscaron otro agente
de sus negocios, un aliado cercano, como sostiene Lockhart, pero lo cierto es que
abrieron el escenario para que entraran en el campo estos hombres del clero secular,
como una figura inamovible. Luego, en las primeras tasas de los 1550 se establecieron
determinadas cantidades de productos para su sustento, hasta tanto se entablaran los
diezmos, proveídos por los tributarios, además del salario que los encomenderos debían
darles, procedentes de sus rentas de la encomienda.

17
AGI Lima 313.
18
AGI Lima 316.
El mercado de doctrinas

Una estimación más fidedigna de lo que cobraba anualmente por doctrina un religioso
se puede obtener de los pagos que hacían los oficiales reales en la Caja del Cuzco
cuando tenían a su cargo el cobro de tributos vacos o de indios que estaban en cabeza
del rey19. No era lo mismo el trabajo de un clérigo en un repartimiento pequeño que en
una encomienda de gran extensión. Pero de alguna manera, se puede ver un salario
anual promedio que oscilaba los 400 pesos ensayados. Además de la remuneración
monetaria, los doctrineros recibían para administrar los sacramentos, una ración de vino
y de cera, consistente en dos botijas del primero y media arroba de la segunda. A
principios de año se compraba un aviamiento básico para los curas contratados por los
oficiales reales para doctrinar los indios que estaban a su cargo. Por ejemplo, en enero
de 1562, se pagaron 17 pesos y 7 tomines ensayados de los pesos de oro de los tributos
de los indios de Caratopa que estuvieron encomendados en el capitán Diego de Urbina,
por una botija de vino y seis libras de cera [La equivalencia de estas cuentas entre
ensayados y corrientes es de 17pesos 7 tomines son 20 pesos 4tomines] que se dieron a
fray Juan de los Angeles de la orden de Santo Domingo para administrar los
sacramentos en la doctrina. Era la mitad de lo que se daba por un año, las dos botijas y
media arroba de cera. También le pagaron 100 pesos por tres meses que había cumplido
en la doctrina a razón de 400 pesos por año de acuerdo al concierto que firmaron con él.

La data de los doctrineros que anotaba el contador García de Melo correspondía a


tributos vacos que administraba la tesorería real. En el caso de los Caratopa, estaban a
cargo de un dominico, pero la mayoría de los contratados eran clérigos. Además, el caso
de este fraile Juan de los Angeles es el de alguien que se contrató individualmente y no
por medio de su orden. En enero de 1561, el padre Francisco de Murcia, clérigo, recibió
por medio año de doctrina a los indios Omasayos 200 pesos ensayados, que se había
cumplido el 24 de diciembre de 1560. Murcia recibió él mismo 19 pesos y un tomín al
cumplimiento de 22 pesos de plata corriente que valieron su botija de vino y seis
arrobas de cera que cumplían la mitad de la dotación anual que llevaban estos
doctrineros de dos botijas de vino y media arroba de cera.

En la misma fecha del anterior, se pagó por la doctrina de los indios Papres y de los
Chilques de Pilpinto, a Francisco de Benavente, en este caso un seglar, 244 pesos
ensayados. En los Papres por once meses y 21 días que se cumplieron el 14 de
diciembre de 1560 en que tomó la posesión de estos indios Antonio Vaca de Castro y
por los Chilques de Pilpinto por un año que se cumplió el 23 de diciembre a razón de
250 pesos por año. Anualmente este seglar que hacía de doctrinero, encargado de dos
repartimientos, se contrató por un poco más de la media, es decir por 450 pesos
ensayados pero no llevó ni vino ni cera.

Otro clérigo, Bartolomé Migajón, cobró 375 pesos 5 tomines por la doctrina de los
indios de Cacha y Tinta. Desagregados en 350 pesos 7 tomines de doctrina, de 7 de

19
AGI Contaduría 1825.
noviembre de 1559 a 7 de septiembre de 1560, diez meses, en Cacha, hasta que se
encomendaron en el propio tesorero García de Melo. En Tinta desde la misma fecha de
inicio hasta fin de septiembre de 1560 que se encomendaron en Pedro Portocarrero, son
10 meses y 23 días. “Todo a razón de 400 pesos”. El resto, 24 pesos 6 tomines, por el
vino y cera que gastó.

El padre Hernando de Villaescusa doctrinó en Catabamba también por 400 pesos y a 6


de diciembre de 1560 cumplió cuatro meses. El clérigo Juan de Torres también cobró
por doctrinar a los indios de Nuñoa el mismo sueldo, había cumplido 159 días en 21 de
agosto de 1560, cuando se encomendaron en Lucía de Luyando. Los Quichuas Guaman
Palpas tenían su clérigo llamado Francisco Pacheco que cumplió medio con ellos el 24
de diciembre de 1560 y cobraba los respectivos 400 pesos por año. También cobró su
botija y sus seis libras de cera por media ración del año de estos suministros. En las
cuentas se ve que los Quichuas pasaron también a Vaca de Castro y que el doctrinero
siguió cobrando del encomendero, es decir, no dejó su doctrina. Los indios Amparaes
de Pilco y los de Callanga, zona de coca, pagaban al clérigo Juan Caldera de Rojas, por
un monto menor al año, 189 pesos dos tomines. Pero en este caso, Caldera también era
doctrinero de los camayos de Toaima a razón de 222 pesos por año como se concertó
con Diego de Torres, mayordomo del comendador Hernando Pizarro.

Más complejo era el caso de los indios de Caira que fueron de Garcilaso de la Vega,
cuya doctrina estaba a cargo de los frailes del convento de San Agustín que recibían de
“limosna” 43 pesos 4 tomines por año. Pero en el caso de los indios de Accha se pagó al
convento de La Merced y en su nombre a fray Antonio de Avila su vicario, por la
doctrina que les dio fray Lorenzo Galindo a razón de 180 pesos anuales. Esto es, que
hubo casos en que las órdenes religiosas se encargaron de la doctrina de estos
repartimientos, por montos más bajos que los que cobraron los clérigos.

Como se ve, hubo un “mercado” de doctrineros. Los puestos eran obtenidos por corto
tiempo, lo que avalaría que eran ocupaciones temporales que se tomaban mientras se
encontraba algo mejor. Los pagos y nombramientos se hacían por tercios y
particularmente al terminar y comenzar el año. Se contabilizaban los días y en el pago
se hizo gala de mucha rigidez en el respeto de esto, como veremos más adelante. Pero a
la vez, se comienza a ver que hubo una buena oferta de esos servicios por parte de los
clérigos, que salvo un caso que se nombró a un seglar, siempre estuvieron dispuestos a
entrar en el servicio de doctrina de estas poblaciones indígenas. Ya había pasado el
tiempo de los grandes conflictos civiles y las guerras subsecuente y la maduración del
orden colonial era un hecho evidente. Al parecer, estos puestos fueron cada vez más
solicitados y apreciados. Un caso paradigmático es el de un religioso que se iría a hacer
famoso al poco tiempo por sus andanzas anti idolátricas. Se trataba del clérigo
nombrado cura por los oficiales reales para doctrinar a los indios de Parinacocha, Luis
de Olvera.
Olvera ya había tenido ya un buen recorrido eclesiástico en Lima y andaba en Cuzco
buscando una posición cuando obtuvo de los oficiales reales la provisión como
doctrinero de Parinacocha. No fue el primer sacerdote que entró en el repartimiento con
salario de los oficiales del rey, el primero fue al padre Alonso Díaz Dávila que sirvió el
cargo por diez meses y 28 días que estuvo doctrinando los indios desde enero de 1554.
Lo siguió a partir de enero de 1555 el padre Juan de Arévalo, que sin embargo estuvo
dos meses ausente de su doctrina y resolvieron en Cuzco darle recambio. Ambos
predecesores de Olvera cobraron a razón de 450 pesos el año. Olvera obtuvo su
nombramiento desde el 15 de enero de 1556. Si las cosas continuaban como hasta
entonces, el destino no era para un tiempo muy prolongado, pero no fue así.

El salario de todos los curas que proveía el tesoro real estaba establecido entre 400 y
450 pesos, vino y cera, como en promedio hemos visto en los ejemplos que hemos
presentado. El 10 de enero de ese año 1556 se pagaron 37 pesos a un mercader por una
botija de vino y seis libras de cera que se le dieron al padre Luis de Olvera para
administrar los sacramentos, en cuenta de tres arrobas de vino (dos botijas) y una de
cera que se le entablaron cada año. Olvera se fue con su vino y su cera a Parinacocha y a
diferencia de sus predecesores empezó una larga andadura llena de conflictos20.

Hubo sin embargo algunas diferencias en los salarios de los doctrineros probablemente
por la diferencia de tamaño de sus destinos. Eso se puede deducir del pago que el 28 de
agosto de 1557 se hizo al clérigo Pedro Marino de Quiroga de 115 pesos 4 tomines por
doctrinar a los indios de Velille que fueron de Francisco Núñez, en cinco meses y medio
que se cumplieron el 15 de agosto. De ellos eran 103 por su salario a razón de 225 pesos
por un año y los 12 pesos 4 tomines por le vino y cera que gastó en administrar los
sacramentos21. Es de resaltar que Quiroga no era ni mucho menos un improvisado o
aventurero. Se trataba de un clérigo muy docto y observador, que estuvo muy vinculado
a los encomenderos y la sociedad criolla y mestiza que se fraguaba en Cuzco, llegando a
escribir unos famosos y sustanciales Coloquios de la verdad, donde daba cuenta de esa
fundación colonial 22. En Cuzco llegó a ser provisor del obispado. No era pues ese
contrato algo que se aceptara por alguien marginal y necesitado.

El salario del doctrinero, teniendo el interés que un seguro fondo monetario tenía, no era
sin embargo algo muy relevante, lo que recibía en el terreno podía ser más y la
esperanza de acumular servicios para obtener mejores puestos en la jerarquía, mayores.
Los casos de Quiroga, ya mencionado, y el de Olvera que ocupó puesto de notario en el
cabildo, así nos lo confirman. Tanto por lo establecido por la tasa para el cura como por
lo que de sus granjerías podía obtener, en el campo también había posibilidades de
beneficios. La tasa señalaba que los indios debían darle cada mes dos fanegas de maíz,

20
Sobre Olvera ver Luis Miguel Glave, “El quipu que los indios de Parinacocha presentaron al licenciado
Polo”. En Marco Curatola Petrocchi y José Carlos de la Puente (eds.), El quipu colonial. Estudios y
materiales. Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2013, 283-306.
21
AGI Contaduría 1824.
22
Ana Vian Herrero, El indio dividido. Edición crítica y estudio de los Coloquios de la verdad de Pedro
de Quiroga. Madrid: Iberoamericana-Vervuert, 2009.
una de trigo y otra de papas y chuño y dos ovejas; cada cuatro meses un puerco o en su
lugar una oveja y una carga de sal y dos cestillos de ají y cada semana ocho gallinas y
perdices, la mitad hembras y los días de pescado cada día doce huevos y algún pescado
si lo hubiere en sus tierras y cada día un cantarillo de chicha y leña para quemar y hierba
para su cabalgadura. No estaba mal, pero no era eso lo que haría que Olvera moviera
cielo y tierra para quedarse. Es un buen indicador saber por ejemplo que, poco después
de salir de Parinacocha, el padre Arévalo metió a quintar el 31 de diciembre de 1557
tres tejos de oro de ley de 21 quilates y dos gramos que pesaron 3,944 pesos y otro tejo
de ley de 21 quilates y un gramo que pesó 1,400 pesos, que reducidos todos a pesos de
buen oro valieron 4,716 pesos 7 tomines23.

Como Arévalo, las cuentas de la caja del Cuzco muestran una activa presencia de
clérigos que llevaban a quintar tejos de oro. En 1550-55 están llevando oro a quintar: el
licenciado Juan Cota arcediano en nombre del licenciado de la Gama y por su propia
cuenta varias veces, Antón Vázquez clérigo, el padre Pero Sánchez, el padre Pedro
Caro, el canónigo Juan Ruiz de las Casas, el maestrescuela Pero González de Zárate, el
tesorero de la iglesia Francisco Martínez Gallegos, el canónigo Lorenzo Valle, el
chantre Hernando Arias. En el mismo periodo metieron a marcar plata, algunos de los
anteriores y también aparecen el canónigo Jiménez, el padre Hernando de Rivas clérigo,
el padre Juan Ramírez clérigo, el clérigo Pedro Arias, el bachiller Ribadeneira por el
obispo de la ciudad y Rodrigo Peguero. En el libro de 1556-1559 aparecen otros
clérigos como Francisco Pinto y Gerónimo de Tobar, el canónigo Alvaro Alonso. Lo
que muestra lo bien posicionados que estaban en esa sociedad los miembros del clero
secular.

Las tasas que se dieron desde las primeras de Pedro de la Gasca, establecieron en un
acápite que los indios debían dar estos mantenimientos a los doctrineros, además del
pago se sus salarios. En el caso de los pagos que vimos, proveídos por la caja fiscal,
cuando la encomienda estaba vacante, no hace referencia a estos mantenimientos que ya
debían estar regulados por los diezmos o en su defecto los indios los darían
directamente al doctrinero, sólo señala la plata que se daba al religioso, que debió ser
aproximadamente la que un encomendero le daría en el caso de contratarlo
directamente.

Por ejemplo, en el caso de Ilabaya, la primera tasa dejó establecido que los indios
debían dar al sacerdote doctrinero o al laico que en su reemplazo se pusiera, cada año 25
fanegas de maíz y 12 de trigo, cada mes una oveja (de la tierra) y cinco aves cada
semana y de tres en tres meses un puerco y en su lugar, si todavía no los criaban, otra
oveja. Diariamente seis huevos y los días de pescado dos libras de este y en cuaresma
cien pescados, además de leña para su cocina y yerba para su cabalgadura. Todo además
del dinero para pagarle que le daría el encomendero de lo que le cupiese del tributo e

23
Toda esta información de los religiosos pagados por la Caja Real del Cuzco proviene de AGI
Contaduría 1825, libro de 1556-1559.
incluso “otra cosa más si fuese menester”24. Como vimos, una vez establecidos los
diezmos, de los productos diezmales se sacaba el mantenimiento del cura. Luego,
ciertamente, los pueblos siempre regalaron a los curas de la mejor manera, voluntaria u
obligatoriamente.

Algo más tarde, cuando ya el virrey Toledo había hecho su visita general y los
corregidores manejaban los tributos, de los que pagaban a los doctrineros que ya eran
además provistos por el virrey o las Audiencias en virtud del patronato, todavía es
posible hacer un seguimiento de este mercado de servicios doctrinales. Para ello
contamos con las cuentas tomadas a Juan Manuel de Anaya, corregidor de los Lucanas,
Soras y Andamarcas. Se trataba de una extensa provincia donde, para muestra de esa
realidad compleja, basta saber que según señalaba en su descargo el corregidor, en la
provincia de los Soras, Andamarcas y Lucanas había quince curatos en cada una y
cuarenta y cuatro iglesias y pueblos25.

De lo que corresponde a los Hatunlucanas las cuentas de los tributos de los indios
encomendados en Pedro de Córdoba desde junio de 1577, a los sacerdotes que los
doctrinaban, debían pagar un total de 2,373 pesos y cinco tomines de plata ensayada (12
reales y medio cada peso) anuales, desagregados en:

-500 para el doctrinero de San Francisco de Atunlucana (Licenciado Francisco


Carrasco).

-927 a los dos que doctrinan los pueblos de Nombre de Jesús de Cajamarca y Santa
Cruz de Mayam(n)pampa (Pero González, aquí están pagando los indios de Nombre de
Jesús de Puquio y de un pueblo llamado Malço, el cura de Mayampampa era Vicente
Mexía. González fue luego presentado en 1579 para Atunlucana y le sucede en Nombre
de Jesús el bachiller Pedro de Frías). El salario anual de cada curato era de 463 pesos y
4 tomines de plata ensayada.

-463 y 3 tomines para el sacerdote de Santa Lucía de Asqui (Asi) y sus anejos (Alonso
Martín). El salario era el mismo que el de los dos pueblos anteriores.

-448 y 2 tomines a San Pedro de Palco y sus anejos (Cristóbal Méndez). Cuando
desagrega los pagos aparece recibiendo dinero el cura Méndez de los indios del pueblo
de San Salvador de Laramati que sería la cabecera.

-22 y 3 tomines para el que doctrina a los indios de este repartimiento que están en el
pueblo de Putica, en otro corregimiento. Los reales de este pago, Anaya los entregó al
corregidor Hernán López que los pagaría al padre Rondón

24
Víctor Barriga, Documentos para la historia de Arequipa, 1534-1575, Tomo II, Editorial La Colmena,
Arequipa 1940, p. 206, en base a AGI Justicia 401.
25
AGI Escribanía 529 A.
-15 y 5 tomines para el que lo hace con los que están en el Pueblo de la Sal26.

Salvo al doctrinero de Palco que recibe su dinero, el corregidor señala que no pagaron
los indios por los salarios y no haber caja en la provincia en 1577. Luego ya hay caja de
comunidad y se paga, siempre por tercios y se especifica si lo reciben en reales o en
barras de plata. Cuando hacen cartas de pago, los doctrineros firmaban haber recibido
reales de los “llaveros” del pueblo, por ejemplo, es el caso de Hatunlucana. Es
interesante señalar que el corregidor especificó al pagar al padre Pero González por dos
años corridos que le descontó 144 pesos ensayados “por no saber la lengua”. Esa
deficiencia fue penalizada y específicamente señalada por la presentación que el virrey
hizo de estos sacerdotes de acuerdo con el real patronato, hasta tanto que el clérigo se
examinase y presentase el recaudo correspondiente. En el caso del doctrinero de Palco,
Cristóbal Méndez, también se le retienen unos pesos por no tener el examen de la
lengua. Además, González “hizo fallas” por mes y medio durante el lapso de servicios
que se le pagaban, por lo que el corregidor le descontó también 57 pesos 7 tomines y
medio ensayados. Este sacerdote era muy activo y no se quedó tranquilo con la
retención que le hizo Anaya, saco provisión favorable del virrey por lo que el corregidor
le vino a enterar lo que le retuvo por el defecto de lengua. Mientras que Méndez siguió
sufriendo retenciones por el defecto del examen de lengua en el año siguiente que
mantuvo el curato. Por su parte, el padre Alonso Martín, que doctrinó en Asqui por año
y medio, al recibir su pago, dejó aclarado que sirvió diez días más que no cobró y dejó
por “limosna” a su iglesia.

Las “faltas” que los doctrineros hacían de sus pueblos eran siempre anotadas y retenidas
por el corregidor, como se puede apreciar por las cuentas siguientes del mismo
repartimiento en 1579-1580. Para contabilizar estas ausencias, el corregidor consultaba
con los indios acerca de ello. Además, en algún pasaje, consta que el corregidor
preguntaba a los indios si el sacerdote les debía algo por servicio o comida antes de
enterar el salario.

Los doctrineros de Tarapacá

Queremos hacer un aporte a la historia de esta región de los Andes, sumando


información inédita o revisando las fuentes de lo que hasta el momento se sabe sólo
fragmentariamente acerca de las circunstancias de los hombres que doctrinaron los
indios de la franja costera entre Moquegua y Loa, particularmente en la encomienda de
Tarapacá y Arica que poseyó Lucas Martínez, quien la perdió por un tiempo hasta
recuperarla. Primero veamos lo que se sabe y de dónde proviene ese conocimiento.

Las noticias sobre los doctrineros de Tarapacá que actualmente circulan en la


bibliografía provienen fundamentalmente de un pionero trabajo de Patricio Advis27.

26
Cuentas de Atunlucanas, ibid. f. 538.
Patricio Advis, “La doctrina de Tarapacá en el siglo XVI (perfil administrativo-eclesiástico)”,
27

Camanchaca, N°12-13, (Iquique) 1990, pp. 76-90..


Meritorio recuento de informaciones dispersas que recoge para acompañar la
información de un documento fundamental, el auto de partición de la doctrina de 1575
que John Murra llevó transcrito del Archivo General de Indias28 a la región y luego ha
sido usado y citado desde ese transcripto29. Particularmente entonces se centra en el
litigio que enfrentó a dos de ellos, el padre Churrón de Aguilar y el padre Valdelomar.
Churrón fue transcrito como Churro y de manera errónea identificado como dominico,
siguiendo una referencia de la posterior e informada crónica de Echeverría. Le suma los
datos que Efraín Trelles ubicó en su tesis sobre Lucas Martínez en base a las cuentas del
mayordomo de la encomienda en 1565 cuando falleció el encomendero 30. Un
documento del Archivo de Indias transcrito por el padre Víctor Barriga acerca del
doctrinero Valdelomar31 y la tasa de la visita del virrey Toledo que fue referida para
informar acerca de los doctrineros por Sergio Villalobos32. Del padre Churrón, toma la
entrada biográfica proporcionada por Rómulo Cúneo Vidal33. A ello hay que añadirle la
ligera mención a uno o dos doctrineros que puso en su etapa el encomendero Jerónimo
Villegas hecha por Lockhart34.

Como podemos ver, las referencias a la presencia religiosa en la zona tienen que ver
fundamentalmente con la encomienda. Nada sabemos sin embargo acerca de la época de
la implantación, cuando el conquistador Pizarro depositó los indios en Lucas Martínez.
Gracias sin embargo a un proceso judicial en que se vio implicado el encomendero en
1561, podemos tener algunas referencias previas a las que la documentación conocida
nos ofrece.

Hubo zonas donde la lentitud de la evangelización fue evidente, como la de nuestro


estudio. La frontera de Atacama se mantuvo alzada y sin aceptar la doctrina hasta que la
provincia fue “reducida” muy tardíamente e incluso, ya administrada por el estado
colonial naciente, era territorio de control endeble aunque estratégico. El
apaciguamiento, perdón y cristianización de los indios de Atacama la grande consta
recién en 155735. Cuando Juan Velásquez Altamirano terminó de guerrear con
Hernández Girón en Arequipa, el Desaguadero y Pucará, estando los indios de Atacama
22 años de guerra alzados y matado a muchos españoles, los redujo a la paz llevando

28
AGI Lima 316.
29
Ver por ejemplo “Antecedentes arqueológicos de la temprana aldea colonial de “Tarapacá Viejo”,
Patricio Núñez, “La Antigua Aldea de San Lorenzo de Tarapacá. Norte de Chile”, Chungara, Nº 13,
(Arica) 1984, pp. 53-65.
30
Efraín Trelles, Lucas Martínez Vegazo funcionamiento de una encomienda peruana inicial, PUCP,
Lima 1983, p. 234.
31
El documento en AGI Charcas 143, sobre el que volveremos al final, ver Víctor Barriga, Mercedarios
en el Perú del siglo XVI, Tomo IV, Arequipa 1953, p. 201.
32
Sergio Villalobos, La economía de un desierto, Ediciones Nueva Universidad, Santiago 1979, p. 38.
33
Rómulo Cúneo Vidal, Diccionario histórico biográfico del sur del Perú, Obras completas Vol XI,
Ignacio Prado Pastor, Lima 1978, p. 141; hay también referencia en el Tomo I, pp. 435-437 por su curato
en Ilabaya.
34
Lockhart, op. Cit. p. 46.
35
Patronato 188 R4: expediente de gran riqueza etnológica, ver al respecto Jorge Hidalgo, Historia
Andina de Chile, Editorial Universitaria, Santiago, 2004.
sus amigos a la provincia en lo que gastó mucha hacienda36. Hizo poblar en el camino
real un pueblo que se llama Toconao con lo que se conservó la paz. Aunque el Marqués
de Cañete le dio esos indios en encomienda para sustentarlos en paz y le confirió oficio
de corregidor -no inmediatamente pues primero se proveyó a otro oficial de la guerra el
oficio- con salario de 2,000 pesos, sólo estuvo año y medio en ello gastando todo el
salario y más. Aunque se pacificaron, siempre amenazaron alzarse, como lo intentaron
cuando mataron al capitán Barba de Alvarado y Altamirano, pero con dádivas y buenas
persuasiones, los mantuvo en paz, sustentando su doctrina con un sacerdote que los
catequizaba y bautizaba, sin compelerlos ni apremiarlos a que paguen ningún tributo por
ser la pretensión principal el reducirlos, asentarlos y doctrinarlos37.

Mientras tanto, los indios de Pica y Loa, los otros vecinos de la encomienda de
Martínez, no fueron nunca doctrinados hasta que la encomienda se sumó a la de Lucas
en 1559, entre otras razones, por serle más práctico doctrinarlos desde Tarapacá donde
ya tenía puesto sacerdote. Finalmente, en el propio territorio nuclear de la encomienda
grande de Lucas Martínez, cuando encontramos las primeras referencias a los
doctrineros de Tarapacá, vemos declarando en los interrogatorios del proceso judicial de
que se desprenden, indios que no eran cristianos todavía en 1561. Así, en Iquique
declaró Chuysa, indio del lugar y en las minas de La Cruz, las grandes dentro de la
encomienda de Martínez, declaró Puyle, indio de la zona; ambos no juraron por la fe de
los cristianos pues se anotó que no eran cristianos38. Pero la empresa evangelizadora fue
una formidable máquina en la que se invirtieron grandes esfuerzos y recursos. Aunque
muchas veces reticentes, los encomenderos tenían la obligación de doctrinar sus indios
y poner evangelizadores en sus pueblos. Los obispados luego fueron organizando estas
dotaciones de clérigos que se fueron reclutando tanto de entre los que llegaban
ordenados de España como de los que se ordenaban en Indias y que iban itinerantes
ofreciendo sus servicios para ser ubicados en algún curazgo que reunía a los poblados
indios antes de la visita general del virrey Toledo. Lucas Martínez y Jerónimo de
Villegas no fueron excepción y pusieron estos administradores espirituales en sus
dominios encomendiles. Lo mismo que los otros encomenderos de la zona del
Colesuyo.

En la aludida causa judicial de 1561, cuando un juez buscaba a Lucas Martínez para que
se presentara a declarar en Lima sobre un asunto de cohecho, aparecen dos religiosos
doctrineros en la zona, contratados por el encomendero: el padre Hernando Díaz Rojo y
el padre Alonso Maldonado, que parece haber sido el doctrinero de Tarapacá, mientras
el primero lo debe haber sido de Arica e Iquique. Martínez era ya un hombre muy
seriamente concernido en su obligación de doctrinar los indios, y mantenía según estas

36
AGI Charcas 80, Nº 8 información de Francisco Altamirano (1608), hijo del que fuera corregidor de
Atacama.
37
Respecto a la encomienda de Atacama y como era una merced poco apreciable por su inestabilidad, ver
AGI Justicia 434, Nº 1, R. 3 pleito fiscal de Pedro de Córdoba pidiendo se revoque lo actuado por el
Conde de Nieva que lo despojó de la encomienda de indios Charcas que recibió en permuta de los de
Atacama que tenía encomendados.
38
AGI Justicia 471.
evidencias, un cercano compromiso y mucho respeto con sus clérigos empleados, los
que además de ayudarlo en la administración civil de la encomienda, le protegieron la
espalda cuando se escabulló de la justicia39.

Hay un dato interesante sobre el padre Rojo, al parecer el doctrinero de Arica y las
tierras de Lucas40. Rojo debió llegar a esta zona pasando a las sucesivas campañas para
la conquista de Chile, como otros religiosos. Estaba sin duda implicado, como lo estaba
el encomendero Lucas Martínez, en los conflictos políticos que se suscitaron en ese
proceso de implantación colonial. En Los Reyes a 15 de septiembre de 1561, el virrey
Conde de Nieva fue informado que el padre Rojo (Roxo) clérigo, llevaba ciertos
despachos y cartas de aviso para la Audiencia, que le había dado el capitán Francisco de
Aguirre, el anterior gobernador, sucesor de Valdivia, que fue retirado por el Marqués de
Cañete para poner a su hijo, al que acusaba de haberlo despojado de sus bienes,
despilfarrado la hacienda real y dispuesto para sus criados los recursos de
repartimientos41. Era un momento complicado de la lucha por el poder en los confines
del virreinato y los documentos eran por tanto tocantes al servicio del rey. Entre esos
papeles que llevaba Rojo había ciertas cartas que le escribió el Marqués de Cañete a su
hijo, estando por gobernador de Chile. Lo trascendido era que don García, el hijo del
virrey y hasta entonces gobernador de Chile, había tomado los despachos por la fuerza
al clérigo Rojo, abriéndolos y quedándose con ellos. Eso ocurrió en Arica, en el viaje de
vuelta de García. Para saber lo que pasó, el virrey tomó declaraciones al gobernador don
García, el cual, preguntado sobre estos despachos y cartas que venían para los oidores y
para el visitador licenciado Muñatones, dijo que: por febrero o marzo pasados, se había
enterado que Francisco de Aguirre había tomado por la fuerza y haciendo malos
tratamientos, a su hermano Felipe de Mendoza y a Francisco de Ulloa, las cartas que su
padre le mandaba. Quiso castigarlo pero para no causar más escándalo y sabiendo que
había llegado el virrey y el visitador, decidió dejar sus tenientes y procuradores para su
residencia y partir a Lima a informar y: “viniendo descuidado por el puerto de Arica
topó en él al padre Roxo y sabido por este que depone que traía despachos del dicho
Francisco de Aguirre a esta corte y a personas particulares y que entre ellos traía los que
había tomado al dicho don Felipe su hermano, le envió a decir al dicho Roxo clérigo
con un Solís y Diego de Santillán que le diese los despachos que traía sino que le traería
preso en el barco por la información que contra él había de somético, y el dicho clérigo
de miedo los dio a este que depone”. Dijo que sólo abrió las suyas y las otras las se las
devolvió.

No hay duda de que se trata del mismo padre Rojo que aparece en el proceso de Lucas
Martínez. En la apertura de las misivas del Marqués y consignación de las cartas que
mandó Rojo, se llama a sí mismo padre Hernando Díaz Roxo, tal como lo llama Lucas

39
Todo en Justicia 471.
40
AGI Justicia 1064 “Declaración de don García de Mendoza hijo del Marqués de Cañete sobre ciertas
cartas que le escribió su padre”. En Madrid a 27 de julio de 1563 entregó este testimonio juntamente con
la residencia que fue tomada a los oidores y oficiales reales de la Audiencia de Los Reyes el licenciado
Cristóbal Ramírez.
41
Ver AGI Lima 119, carta de Aguirre preso en Lima en 25 de enero de 1558.
en su carta42, según la constancia que firmó en Arica a 20 de febrero de 1561 dando los
papeles para que los lleve a Lima Diego de Solís. Podía ser una circunstancia de
ubicación que Rojo tuviera esos documentos de interés político, pero también que el
clérigo estuviera implicado en redes de relación desde su establecimiento en Arica y
Tarapacá. Además, el caso de sodomía, en el que estuvo implicado, que entonces se
decía de sométicos, debió ventilarse en la capital del sur donde estuvo García. La pena
por ese delito era tan grave que podía llevarlo a la hoguera, no era para menos el temor
que declaró el gobernador había invadido al religioso.

Sea por esos incidentes o por otras razones, lo cierto es que el rastro de Rojo se pierde,
lo mismo que el del padre Maldonado. La continuidad no fue el sello de la misión de
estos doctrineros. Al poco tiempo, sabemos que eran tres los que tenía Lucas pagados
de su administración. En las cuentas realizadas por el mayordomo del encomendero de
Lucas Martínez en 1565, que registra Trelles, se encuentra anotado el pago por concepto
de doctrina de 1.295 pesos y 1 tomín a tres eclesiásticos que estaban en ese servicio:
fray Hernando de Abrego (doctrinero de Tarapacá, pero de quien nada sabemos), al
Padre Arroyo (doctrinero de Arica y asimismo desconocido para nosotros) y al Padre
Valdelomar, que entonces era el doctrinero de Carumas. Así, sabemos que siguieron
siendo dos los sacerdotes que el encomendero contrataba para sus repartimientos, como
lo había hecho antes el encomendero Villegas cuando controló Tarapacá. Además, que
el salario era como el que hemos promediado con otras evidencias, de 450 pesos
anuales. Finalmente, la presencia de Valdelomar en otro repartimiento, cerca de la zona
y bajo el amparo del mismo encomendero, refleja lo que hemos venido afirmando, que
los doctrineros ya por entonces buscaron mantener continuidad en su destino pues,
como veremos, este fue el siguiente doctrinero de Tarapacá viniendo a disputar la plaza
con un personaje singular entre los clérigos de la temprana colonia, el padre Churrón de
Aguilar.

Francisco Churrón de Aguilar

Una pequeña biografía del personaje es proporcionada por él mismo en su relación de


méritos, pero además, la documentación anexa ofrece un rico panorama sobre la
actividad de estos doctrineros tempranos43. Francisco Churrón de Aguilar era natural de
Salcedillo en Burgos. Pasó a Indias hacia 1560, primero al Nuevo Reino, luego fue
ascendiendo y le dieron vicarías en ese obispado, hasta que pasó a Quito durante la
presidencia de Santillán que lo hizo quedarse leyendo artes a los frailes de San
Francisco y los estudiantes y luego se le dio la vicaría en Piura. De allí es que llegó al
Cuzco donde quedó vicario en el Collao y provincia de San Gabán cinco años. Allí dice
que bautizó 6,000 ánimas. Estos documentos, como los de Sancho Cueva que
comentamos al principio, siempre llevaban la cuenta de sus bautizos y otros
sacramentos como hazañas de evangelización. Su trayectoria la hizo entre Cuzco y
Arequipa como él se encarga de resumir:

42
Ver Justicia 471.
43
AGI Lima 316, relación de méritos de 1583.
“…y habiéndose aprovechado mucho en la lengua de los naturales fue llamado para
ayudar a hacer la cartilla y catecismo y sermones con que se enseña y predica nuestra fe
en aquellos reinos donde fue electo por examinador general de la lengua en el dicho
obispado y se le dio licencia para confesar todas las gentes y administrar los
sacramentos en todo el dicho obispado. Y habiéndole elegido por visitador del dicho
obispado lo confirmó el virrey don Francisco de Toledo para la visita general en
compañía del capitán Pedro de Valdés y visitó e hizo reducir las provincias de los
Ubinas y Mages y Condesuyo y Pomatambos que son más de cien leguas de distrito y
habiendo llegado el doctor don Sebastián de Lartaun por obispo de dicho obispado le
hizo visitador general de su obispado y vicario de la provincia de los Andes y cura de
toda la gente que vivía en su distrito donde casó y bautizó a mucha gente. Y
últimamente fue cura y vicario de la ciudad de Arequipa (sic) y durante este tiempo con
su doctrina y lengua bautizó más de 22,000 personas y casó más de 4,000 y tradujo la
bula de la santa cruzada en la lengua de los indios y habiendo sido corregida por el
comisario del santo oficio [Posiblemente el padre Quiroga del que hemos hablado antes]
la predicó en presencia del licenciado don Pedro Ramírez de Quiñones presidente que
fue de los Charcas con mucha aceptación [esto tendría que haber sido en la época en
que Quiñones fue corregidor del Cuzco en 1561].”

Es interesante que en 1583 no individualizara sus servicios en Tarapacá, pues


efectivamente, su presencia en esa doctrina fue efímera como veremos. Más bien, su
mención a Arequipa se debió referir a su desempeño en el curazgo de Ilabaya. Su labor
de doctrinero lo llevó a zonas de frontera como del repartimiento de San Gabán de la
encomienda de Martín Dolmos, Juan de Pancorvo, Pedro Portocarrero y Francisco de
Villacastín en 1567. Allí además obtuvo el nombramiento de vicario y juez eclesiástico
para atender los delitos que se presentaran en esa provincia tan apartada donde había
españoles y mestizos residentes. Hay una certificación suelta también en la que el
vicario del Cuzco en sede vacante confirma que conforme a lo mandado por el concilio,
fue examinado el muy reverendo padre Francisco Churrón de Aguilar clérigo presbítero,
el cual resultó hábil y suficiente y por tanto le dio licencia para que pueda confesar a
todas y cualesquier personas de cualquier calidad que sean, excepto a mujeres las cuales
se le exceptúan por ser de poca edad, aunque, no dejó de anotar, tenía habilidad para
todo, dada en Cuzco a 16 de abril de 1567. Cuando está en Cuzco, ya había pasado por
Popayán, Quito y Piura, lo que muestra que empezó verdaderamente muy joven.

Pero su gran aprendizaje y capital fue el del idioma indígena por lo que ha pasado a los
anales de la historia de la lengua como autor de esa cartilla a la que con tanto orgullo se
refirió en su relación de méritos. Se trataba de un personaje de gran vitalidad, capacidad
de organización e inteligencia, pero a la vez, su arrojo lo haría, como a otros clérigos,
convertirse en transgresor44.

44
Nazario Valpuesta Abajo, El clero secular… op. Cit. Anexo. En el Tomo I de las Obras completas de
Rómulo Cúneo se menciona a Churrón en un acápite dedicado a él en las páginas 435-437,
específicamente por su curato de Ilabaya. Raúl Porras lo menciona en su elenco de quechuistas coloniales.
Luego el mismo vicario cuzqueño, Esteban de Villalón, sin perjuicio del patronazgo real
que entonces tenía el virrey Toledo para proveer el cura, mientras no lo ejecute, para
bien de los indios, nombró a Churrón cura de Pica y Tarapacá y demás anexos
encomendados en María Dávalos el 5 de junio de 1570. Algo más sabemos por este
nombramiento acerca de los doctrineros del repartimiento. Los antecesores fueron los
padres Maldonado, a quien vimos actuando en 1561, el bachiller Pereira del que
tampoco tenemos información y a la fecha del nombramiento lo era el padre Marcos de
Valdelomar que estaba en el lugar desde 1566, sin registrar al padre Abrego que las
cuentas de la encomienda pusieron allí en 1565. Tengamos en cuenta que Pica y Loa se
comenzaron a doctrinar desde que Lucas Martínez tomó la encomienda en 1559 por
serle más fácil doctrinarlos desde Tarapacá, de manera que no se puso otro sacerdote
sino que se amplió la cobertura del curato de Tarapacá.

Además en el envoltorio del nombramiento dice que corre el término de la paga de la


doctrina de Tarapacá desde hoy 10 de julio de 1570, firmado Juan de San Juan (Pedro).
“Digo yo Gaspar González en nombre de mi señora doña Elvira Dávalos y por virtud de
su poder que comenzó a correr el término y salario del señor Francisco Churrón de
Aguilar de la doctrina de Tarapacá el día arriba dicho y digo que le pagaré por el tiempo
que en ella residiere a razón de quinientos pesos ensayados con más el vino y cera
acostumbrado y por verdad lo firmé”. De forma que ya el salario del cura era algo más
alto que el que se registró un lustro antes.

Pero el padre Valdelomar se querelló en el obispado diciendo que había sido removido
injustamente y logró ser repuesto. Churrón entonces pidió que se dividiera en dos la
plaza de manera que ambos tuviesen cabida. Esto viene en una provisión fechada en el
Cuzco a 24 de abril de 1571, que el deán y cabildo envían al bachiller Cosme Ramírez,
visitador del obispado de Arequipa, en virtud de la querella que interpuso el padre
Marcos de Valdelomar y por eso mandaron que la volviese a tener y administrar hasta
que por él fuese visitada la doctrina y en la visita hiciese justicia. Churrón,
querellándose también del proveimiento pidió se le restituya en la doctrina o que, pues
se había mandado dividir en curazgos, le diesen uno de ellos, el que él señalara, que es
el de Tarapacá. Pero además, en otra muestra de su arrojo y visión del terreno, propuso
que, ya que el visitador era persona muy impedida y la provincia estaba tan lejana, no
podría ir personalmente a dividirla y que le diesen la provisión de la doctrina, presentó
un memorial de sus pueblos y la dividió en dos curazgos de esta manera:

Primer curazgo:
(todos con una p. delante por pueblo)

Tarapacá con sus sujetos

Publicado en varias oportunidades hasta en sus Fuentes históricas peruanas (1954). Constantino Bayle,
El clero secular y la evangelización de América. Madrid: Biblioteca Missionalia Hispanica, Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, 1950, p. 89, consigna la pequeña biografía de Churrón en base a
este expediente de Lima 316.
Alamina (¿)
Guauina con sus sujetos
Limasina
Guauina la chica
Lançana
Noasa
Cuscaya (¿)
Siuaya
Mocha
Puchulca
Pica
Puerto de Loa
Puerto de Iqueique y las minas

Segundo curazgo

Chiapa con sus sujetos


Cayña
Hylaya
Sotoca con sus sujetos
Sipisa
Guasquina
Camina con sus sujetos
Tritama (Tictama¿)
Soga
Guallaca
Minita
[ilegible]
Cara
El puerto de Camarones y el puerto de Pisagua45

En Cuzco se quiso atender a la petición y se nombró un visitador alternativo, el padre


Alonso Medel, para que proceda de acuerdo a la sugerencia de Churrón. Pero el
documento incluye una nota del visitador de 10 de mayo de 1571 diciendo que no se
podía proveer como lo pedía el clérigo, hasta tanto no se produjera una visita del propio
cabildo. De tal forma que el clérigo no logró su objetivo, que debió haberse propuesto
desde que fuera doctrinero en la zona administrada por Arequipa al hacerse cargo del
curato de Ilabaya en ese mismo año de 1571, en el que también había indios de la
encomienda que entonces tenía la sucesora de Martínez, doña María Dávalos, en el
pueblo de Ite.

45
Aquí conviene recordar los pueblos reducciones que vienen en los documentos de Jicio de Límites
entre Perú y Bolivia, publicados por Maurtua: San Lorenzo de Tarapacá, San Antón de Moncha, Santa
María de Cayna y Santo Tomé de Camina. Mientras en Pica y Loa se hizo un pueblo: San Andrés.
El ambicioso quechuista Churrón vio resarcida su derrota con otro nombramiento de la
jerarquía cuzqueña en marzo de 1574, con algunas peculiaridades respecto a la
organización eclesiástica. El nombramiento que el obispo Lartaún le dio de la doctrina
de Tono y Guariguari y Toaima encomendadas en Arias Maldonado y otras personas,
que estaban reducidos en el pueblo de Tono y Guari (sic) y Toayma (sic) es un
documento muy detallado. Habla por ejemplo nuevamente de “las cartillas y catecismo
de este obispado nuevamente hecho y enmendado en la lengua general de los dichos
naturales y romanceado en la nuestra castellana” como uno de sus méritos. Como cura,
Churrón debía rezar dos misas cada semana. El encomendero o encomenderos debían
pagarle de dinero y otras cosas y comida que cupiere por dicho nombramiento. Otrosí le
mandaba que los domingos y fiestas que los naturales se juntaren para la doctrina,
saliese a la ofrenda para que de su propia voluntad, sin que a ello les compeliera,
ofrezcan la limosna que ellos quisieren dar. Pero junto a este nombramiento, Lartaun le
extendió otro de visitador de Cuchoa, Paucartambo y sus anexos, Amparaes, Gualla y
los Laris con toda la provincia de los Andes, dado el 5 de marzo de 1574. Es decir otra
comisión paralela.

Es de valor historiográfico el contenido de su nombramiento en la vicaría de Tono en


enero de 1575 por lo que la transcribimos en extenso:

“Nos el doctor don Sebastián de Lartaun por la misericordia divina y de la santa sede
apostólica obispo del Cuzco y del consejo de SM por cuanto con acuerdo de nuestros
muy caros y amados hermanos deán y cabildo de esta santa iglesia por justos respectos
y causas que a ello nos han movido hemos dividido las provincias repartimientos y
doctrinas de todo este nuestro obispado en vicarías conforme a la disposición e
comodidad de la tierra e conviene para ello nombrar personas con quien nuestra
conciencia se descargue por tanto confiando de la bondad e suficiencia de vos el muy
reverendo padre Francisco Churrón de Aguilar clérigo presbítero e que sois persona
diligente para ser lo que por nos vos fuere encargado por la presente vos criamos y
nombramos por nuestro juez y vicario de las doctrinas de Tono, Pilcopata, Toayma,
Pilco, Paucartambo, Guaylla, Callanga, Lares, Amparaes, Colquepata, con sus anejos
con sus sujetos para que podáis (roto) así fuere necesario (roto) a los jueces seglares y
otros cualesquier que presuman de se entremeter y se entremetieren a usurpar e
danificar en cualquier manera que sea la jurisdicción y libertad eclesiástica que a nos
solamente e a nuestros jueces de derecho pertenece y podáis hacer y hagáis cualesquier
información así de oficio como a pedimento de partes en casos civiles y criminales y a
los culpados por ellos podáis prender y secuestrar sus bienes y remitirlos con todo ello a
nuestro provisor si acaeciere en la jurisdicción de esta ciudad del Cuzco e a los vicarios
de las demás ciudades de este nuestro obispado en cuyo distrito cayere vuestra vicaría
siendo el delito de tal gravedad que lo requiera y vos damos poder y facultad para que
en todas las dichas doctrinas de vuestra vicaría e pueblos de ellas que aquí van
expresadas con sus anejos e otros pueblos que aquí no se expresan por no saberse y sean
de vuestro distrito y no vos conste estar en la jurisdicción de otras vicarías a la vuestra
comarcanas podáis hacer y hagáis tazmia que es matrícula e padrón de todas las cosas
que haya de que dezmar así de semillas e ganados como de coca frutas aves quesos
lanas azúcares y otras cualesquier cosas que sean frutos de la tierra y de lo demás que
dezmar se deba así de este presente año como para en los venideros y también de las
cosas que se debe diezmo de los tributos que los indios dan a sus encomenderos y en
que parte las dan aunque sean con mitas a plata e oro e a otra cosa por concierto que
entre ellos haya e por autoridad de la real justicia y así mismo de las cosas que crían y
benefician los naturales como sean de Castilla y hecho el dicho padrón de todo lo
susodicho con relación de las personas e diezmos por sus géneros e cantidad nos la
enviaréis firmada de vuestro nombre y de escribano público que por la criar vos damos
facultad para en todo lo contenido en esta nuestra provisión y en el entretanto mandéis
publicar por todo vuestro distrito si haya alguna persona que quiera arrendar todos los
dichos diezmos o parte de ellos así español como cacique le admitáis la postura que ha
de ser en plata ensayada y marcada en hacer remate nos avisaréis del que más diere para
que sobre ello proveamos y en caso que no se hallare arrendador los podéis coger y
beneficiar disponer vender a nuestra voluntad y de este cabildo o de la persona que para
ello tenga nuestro poder y habiéndose de hacer remate según dicho es le haréis en
persona segura que de fianzas sometiéndolos en las escrituras que se otorgaren a la
jurisdicción eclesiástica que para todo lo susodicho cualquier cosa y parte de ello vos
damos bastante poder como de derecho se requiere e mandamos en virtud de santa
obediencia e so pena de excomunión mayor a todos cualesquier personas vos hayan y
tengan por tal nuestro vicario y acudan a vuestros llamamientos y vos den cuenta de
todo lo que dicho es por lo en esta nuestra provisión contenido no es nuestra voluntad
esentaros a vos ni a los curas ni feligreses de vuestro distrito de la jurisdicción de los
dichos nuestro provisor e vicario de esta y demás ciudades donde cae vuestra vicaría la
cual dejamos en su fuerza y vigor dada en el Cuzco a quince días del mes de enero de
mil quinientos setenta y cinco años e por esta nuestra provisión nos (s)omos visto en
cuanto a la jurisdicción derogamos la que tenéis de vicario de los Andes.”

La misión de Churrón como vicario en esa zona tan rica en coca y otras producciones
que importaban mucho al obispado del Cuzco, implicaba la elaboración de la tazmia de
los productos que se habían de entregar por diezmo a la iglesia. Es decir, un
asentamiento muy delicado e interesante para la jerarquía. De donde además
provendrían los mantenimientos de los doctrineros. El vicario además podía arrendar
esa cobranza o, en su defecto, hacerla él mismo. La jurisdicción que Churrón adquiría
con este nombramiento era muy amplia y mostraba la confianza que en él ya depositaba
la administración obispal.

Con tan buena fama andaba Churrón que el Virrey Toledo lo llevó en su visita general
en compañía del capitán Pedro Valdés: "y bisitó e hico rreducir las provincias de los
Vbinas y Mages y Condesuio y Pamatanbos, que son más de cien legoas de distrito”. Lo
que muestra que el clérigo se había ubicado muy adecuadamente en la región
arequipeña.
Pero el ascenso del doctrinero, a pesar de su derrota en Tarapacá, no había de parar.
Incluso a pesar de un sonado escándalo en el intermedio. Es que hay un pintoresco
momento de su biografía que ha sido inmortalizado en la tradición arequipeña, cuando
Churrón profanó la clausura de Santa Catalina. No será de poca monta si lo vinculamos
con la otra sombra en la vida de un doctrinero que fue la acusación de somético que
tuvo el padre Rojo o los sonados casos de abuso y sevicia en los que muy cerca se vio
envuelto el dominico fray Agustín de Formicedo46. El monasterio fue fundado en
septiembre de 1579 y al cumplirse un año de la fundación se produjo la primera
transgresión grave de su clausura cuando el clérigo Francisco Churrón de Aguilar la
violó. Su escandalosa actitud mereció que fuera condenado a pagar 2,500 pesos que lo
libraron de la excomunión (versión popular que circula en varios sitios de difusión del
monasterio).

Como señalamos, se refiere a Churrón, en base a su relación de méritos, Constantino


Bayle que recupera algunas de las noticias de su relación de méritos y añade la nota de
que el propio virrey hizo recuerdo de su escándalo en la profanación del monasterio47.
La mala fama de nuestro personaje trascendió a las más altas esferas de la
administración. Así, el virrey Conde del Villar, en carta de 12 de abril de 1587,
preguntado por los religiosos provistos en prebendas desde España y que eran tenidos
por poco beneméritos en el Perú, decía "que un Francisco Churrón fue acusado ante el
Arzobispo del Cuzco de que escaló un monasterio de monjas y tuvo exceso con una de
ellas que estaba para profesar, condenóle el Obispo en destierro perpetuo del Perú y que
fuese llevado a España y que si lo quebrantase sirviese en galeras toda su vida, y en
suspensión de todas ordenes por tres años y en tres mil pesos ensayados y lo declaró por
excomulgado conforme al concilio y habiendo apelado para el Arzobispo de aquí
confirmó la sentencia con que los tres mil pesos fuesen dos mil y la suspensión por el
tiempo que estuviese en este Reyno hasta llegar a España, donde lo mandó llevar y era
jugador público y vicioso como todo parecerá más particularmente por un testimonio
que será con esta / venía proveído por deán de Panamá y murió en el camino"48.

Efectivamente, la relación de méritos y sus gestiones, a pesar de su incidente, tuvieron


un fruto. No el de la tesorería o deanato de Lima como pidió en un principio, pero sí
puesto similar en Panamá. Churrón fue nombrado como deán en Panamá49. Cuando
pasó a Panamá como deán en 1585 tuvo licencia para llevar hasta 300 ducados de libros
exención de almojarifazgo y licencia para criados con armas50. Pero, como sabemos por
el Conde del Villar, la muerte lo sorprendió en el camino.

46
AGI Indiferente 1223.
47
Constantino Bayle , El clero secular y la evangelización… p. 89.
48
Roberto Levillier, Gobernantes del Perú, X, Madrid Imprenta de Juan Pueyo, 1925, carta de 12 de abril
de 1587, p. 278-279. La carta está en AGI Lima 31, l. II, f. 31-33v.
49
AGI, Contratación 5792, L 2 f. 1,18 agosto de 1585. La licencia de pase de Churrón desde la península
a Panamá es de 10 de diciembre 1585, Indiferente 1925, L. 3 f. 66v.
50
AGI Panamá 237, L.12, f. 34r.
Violación de una clausura, prácticas sodomitas, abusos a los indios, amancebamientos,
los clérigos como los frailes, eran hombres de carne y hueso, sometidos a sus pasiones
en territorios con sociedades en mutación violenta.

El padre Valdelomar, rival del padre Churrón

La biografía del padre Marcos Giles de Valdelomar, el otro clérigo presbítero que
disputó el puesto en Tarapacá, nos confirma el perfil de estos eclesiásticos. Casi al
mismo tiempo que Churrón, Valdelomar, residente en Charcas en 1585, había hecho
una relación de méritos en 1582. Por ella sabemos que había empezado a predicar las
provincias del Perú desde 1562 aproximadamente. También enfatiza su habilidad
lingüística ya que predicaba en la lengua general y “en otras particulares en las que está
muy habilitado y diestro”. Había tenido además a su cargo pueblos de españoles y
vicariatos, así en el arzobispado de Los Reyes como en los obispados de Cuzco y en el
de La Plata. Pedía Valdelomar que le diesen el beneficio curado de la villa de Potosí o
sino el curato de la ciudad del Cuzco, o el beneficio curado de Arequipa o el del puerto
del Callao o de la doctrina de Pocona con su valle o la de Mizque y su valle que son en
los Charcas. Como se ve, todos destinos muy apetecibles por estos roturadores del orden
colonial temprano que fueron los doctrineros. El memorial de 1585 no fue el único que
elevó al Consejo, en abril de 1587 volvió a presentar su pedido según consta en un
duplicado de la información de 1582 que volvió a presentar. En esa segunda
oportunidad, añadió como posibles destinos a Trujillo y antes de pedir, si todo lo
anterior no fuera posible, Pocona o Mizque, señala la parroquia del Hospital de
Naturales del Cuzco “como es uso y costumbre” que entonces tenía Cristóbal de
Molina, otro famoso quechuista. Valdelomar arguye que el rey tenía considerado como
beneficioso que los sacerdotes no anden “vagando de unas partes a otras” por los
inconvenientes que de ello resultan, por lo que tiene a bien hacerles merced de la
propiedad y título de los curatos, lo cual pide para sí haciendo su información. El
camino para la posesión de parroquias, que fue luego el sistema eclesiástico andino, ya
se había abierto luego de esas décadas que las biografías de estos personajes nos han
retratado51.

A diferencia de Churrón, que presentó documentos de su carrera, la información de


Valdelomar más bien se acogió a testimonios. La hizo ante el administrador del
obispado, el doctor Francisco de Urquizo y por intermedio del notario apostólico Diego
Rodríguez Franco. El elenco de testigos de Valdelomar fue muy graneado: el maestro
Mesa, cura de la catedral y provisor y vicario que fue de Chuquisaca; Francisco de
Rojas, arcediano de Tucumán; bachiller Juan de Cáceres cura de la parroquia de San
Sebastián de la misma Chuquisaca y el bachiller Alonso Montero, clérigo asimismo
estante en la ciudad; fray Nicolás Gómez comendador de la orden y convento de la
Merced de Santiago del Estero en la provincia de Tucumán; capitán Alonso de Avila
tesorero en la villa de Tarija y Alonso Pérez alguacil de corte de la Audiencia y alcaide
de la cárcel Real.
51
AGI Charcas 143.
En Cuzco, Valdelomar fue destinado a Vilcabamba, ciudad fundada recientemente
después de la derrota de los incas. Fue luego, ya en Charcas, cura y vicario en la villa de
San Bernardo de Tarija, frontera de los Chiriguanaes por tres años. Se trataba en ambos
casos de fundaciones nuevas, en zona de frontera, donde Valdelomar fue cura de
españoles y de indios. En Cuzco también sirvió destinado como cura y vicario en la
villa de Camaná donde sabemos estuvo cinco años. Valdelomar y Churrón se habían
pisado los talones.

En Lima estuvo como cura en la parroquia de San Sebastián, nombrado por el arzobispo
Jerónimo de Loaysa. Empezó entonces su peregrinaje de parroquias, en la época en que
todavía estas eran solventadas por los encomenderos, así, estuvo provisto por Loaysa
primero en Guarochirí y luego en Nasca. También en curatos de indios ejerció su oficio
en Capachica dependiente de Charcas y como vimos en Tarapacá dependiente de
Cuzco. Fue cura también, además de Camaná, en una doctrina de Condesuyos que sería
Carumas. Hay que tener presente que hacia 1573 anduvo en Cuzco todavía y más o
menos por entonces fue que sirvió en “una doctrina de la costa de Arica” donde fue
vicario, que debe ser Tarapacá, según otro testigo. Es decir, que logró mantenerse en el
curazgo de la encomienda grande de la zona luego del pleito con Churrón. La licencia
que el arzobispo Loaisa le da a Valdelomar para pasar a Cuzco lleva fecha de 23 de
abril de 1568. La visita que le hizo el bachiller Gonzalo de Torres, vicario de Arequipa
y visitador, en la villa de San Miguel de la Ribera del valle de Camaná, lleva fecha de 3
de febrero de 1573. Tuvo que enfrentar allí una causa y querella de capítulos que en
nombre de “ciertos indios” pusieron y presentaron Francisco de Quirós y Juan de
Ochandiano. Valdelomar quedó libre de la acusación. Menos feliz fue la sentencia que
el visitador Domingo Leto le impuso, con una condenación menor por la que pagó 12
pesos, durante la visita a sus pueblos de Ribacaico (Rivacayto), Paca y Hopauacho
Chiara en 30 de noviembre de 1575. La sentencia se firmó en el pueblo de Paca (Pauca).

Salvo leves incidencias que se registraron en su andar, la de Valdelomar no fue una


carrera con sobresaltos como la de su par Churrón. En 1582 estaba provisto para ser
cura en la doctrina de indios de Atacama que ya por entonces era uno de los destinos
que proveía el obispado charqueño.

Atacama y sus curas

Como señalamos, Atacama estaba en la frontera de indios rebeldes, cuya endeble


pacificación consta recién en 1557. Luego recién el conquistador de la zona Juan
Velásquez Altamirano, pariente del oidor Altamirano obtiene el proveimiento del
corregimiento de Atacama y la mitad de la encomienda del mismo lugar en 1566. Fue
pues con la instalación del encomendero-corregidor Velásquez Altamirano que se inició
recién la cristianización verdadera de los indios de la zona, continuando el inicio ritual
del bautismo de los jefes que dieron la precaria paz en 1557. Consta que el obispado de
Charcas, al que estaba adscrita la administración de Atacama, proveyó clérigos que
ocuparan la doctrina, como fue el caso de Valdelomar.
En el expediente de información de méritos de Bernabé Sánchez de Betanzos clérigo
presbítero, pidiendo puesto en 1593, presenta relación hecha en 1592, donde figura que
fue cura de Atacama en 1586 por poco más de un año, cuando la provincia todavía no
estaba del todo reducida al servicio del rey, donde sirvió y “redujo un pueblo de indios
infieles que jamás habían visto sacerdote ni oído doctrina”52. Fue, después de la
provisión de Valdelomar, que no sabemos si se llegó a desempeñar en el destino, al
parecer el primer sacerdote que sirvió allí. Cuando los ingleses atacaron, defendió el
puerto, mandó chasquis con noticia del suceso a Arica, veló la zona con indios
flecheros, infectó con “rezalgar” [resalga: de re y salgar, caldo que resulta de la pila
donde se hace la salazón de pescados y que sirve también para salar] las aguas que los
ingleses pretendían beber y pasó mucho peligro. Es interesante notar que Betanzos logró
el apoyo de los indios “flecheros” contra los ingleses y procedió a infectar las aguas con
los propios indios, pero a la vez, dicen los testimonios que hizo labor para impedir que
estos hicieran alianza con los ingleses, lo que hubiera sido muy perjudicial y era algo
que se puede ver temían las autoridades por la situación de “frontera” que tenía entonces
el puerto y la provincia. El suceso y la labor entre los indios a quienes debía reducir y
adoctrinar dejaron exhausto a Betanzos que fue a La Plata a informar y no regresó a su
curato, fue destacado a Copavilque por corto tiempo y luego, por estos méritos le dieron
la administración del oficio de cura de la Catedral de la ciudad. Betanzos venía de
México donde había estudiado en el Colegio de San Pedro y San Pablo del que fue
rector Gonzalo de Alarcón tesorero de la catedral de Guatemala y provisor ahora en
Charcas. En Charcas fue que se ordenó de clérigo de misa.

Otro expediente de Francisco de Bocos Cárdenas, cura y beneficiado de la provincia de


Atacama en 1591, señala que lo nombraron en 1589 y puede haber sido el sucesor de
Betanzos53. Finalmente, el expediente con información del bachiller Pedro Hurtarán
clérigo presbítero que sirve el curato de La Magdalena del puerto de Cubija en la
provincia de Atacama de 1597 nos habla de una regularización del servicio religioso a
fin del siglo XVI54. Llevaba sólo seis años en el reino, era bachiller en cánones por
Valladolid y había servido en parroquias de Potosí y en el hospital. Pide alguna canonjía
o puesto, inclusive el mismo que entonces servía que se decía también cura y vicario de
los indios de la provincia de Atacama. Declara a su favor don Luis Osorio de Quiñones
tesorero de la villa imperial de Potosí, un eximio conocedor del campo andino.

Conclusión

Los clérigos que pasaron a los Andes desde España y los muchos hombres que se
ordenaron allí luego de haber llegado con otros objetivos, fueron un número mayor del
que hasta hace poco teníamos noticia. Su presencia fue esencial en el campo,
particularmente en la doctrina de los naturales de las encomiendas en donde se
afincaron como doctrineros. Estas doctrinas no eran posiciones permanentes, los

52
AGI Charcas 143.
53
También en AGI Charcas 143.
54
AGI Charcas 144.
clérigos desfilaron por ellas sucesivamente y sus vidas tuvieron un carácter itinerante en
cuanto a sus destinos. Eran ubicaciones sociales poco apetecibles, vistas desde lo que
significaba ser un conquistador o un funcionario o incluso miembro del clero regular,
pero su presencia fue fundamental, dentro del sistema de encomiendas, para empezar a
institucionalizar la colonialidad en el campo andino. Con el transcurso de las décadas,
se vinieron a hacer puestos codiciados y sus detentores fueron personajes interesantes
del establecimiento colonial. Fueron roturadores de la gestación de la sociedad de
entonces. Primero en tratos directos con los encomenderos, participaron de la agitada
etapa de las guerras. Luego, como sujetos de la nueva jerarquía eclesial, se
desempeñaron en tareas que les permitieron integrarse en ellas. Finalmente, el virrey
Francisco de Toledo vino a incorporarlos en el engranaje de su nuevo diseño del orden
socio económico del campo andino. Hasta que finalmente se constituyeron en curas
propietarios y las doctrinas en parroquias sin las que la historia andina no se puede
entender. Para llegar a esos resultados, el papel que los poco conocidos personajes que
fueron estos doctrineros del primer medio siglo del virreinato, fue tan relevante, que
esperamos haber podido mostrar lo espléndida puerta de entrada que resultan en la
investigación de la implantación colonial hispana en los Andes.

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