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Según sus dichos, el secretario del juzgado, habría manifestado que en todos los
supuestos proceden en la forma indicada por cuanto la parte ganancial. estando el
cónyuge vivo, no necesita de ninguna declaración expresa.
Este derecho no es incluido por el juez, como la calidad de herederos que surge de la
presentación y acreditación que en autos se haga, porque deriva del título de origen,
que resulta de la propia regulación en materia de bienes del matrimonio, expresada
esencialmente en los arts. 1271 y 1272, el primero por exclusión ("Pertenecen a la
sociedad conyugal como gananciales, los bienes existentes a la disolución de ella, si no
se prueba que pertenecía a alguno de los cónyuges cuando se celebró el matrimonio o
que lo adquirió después por herencia, legado o donación") y el segundo, por la
enumeración de casos específicos.
El carácter del bien se tiene por el título de adquisición, sea en la masa de uno, del otro
o de ambos, y al momento de producirse alguna de las causales de extinción, nace una
indivisión post comunitaria, en la que al cónyuge supérstite le corresponde la mitad de
todos los bienes que conforman la masa ganancial, en forma indivisa, sin precisión en
cuanto a los bienes, que resultará de la adjudicación por partición.
Estando vivos ambos cónyuges pero con matrimonio disuelto, la determinación del
derecho de cada uno, lo es sobre una parte indivisa en la universalidad.
Pero cuando se extingue por muerte, la parte indivisa del supérstite, ya no se tiene con
el otro cónyuge, sino con los herederos del causante, dando nacimiento a dos
indivisiones, que concurren a los efectos de su liquidación: la ganancial en un
cincuenta por ciento, y la hereditaria, en el cincuenta por ciento restante.
Podría decirse que la falta de esta publicidad generaría una inexactitud registral, como
sucede toda vez que se encuentran los gananciales en etapa de indivisión post
comunitaria. Si el supérstite fuera el titular, la inexactitud registral, no se daría, porque
la muerte de su cónyuge, sólo actualiza el derecho del causante, con relación a los
herederos, y en tal virtud, ninguna duda existiría en que la titularidad registrada está
mermada en un cincuenta por ciento, por obra de la registración a nombre de los
herederos del causante.
Pero cabe advertir aquí, como fundadamente lo hace Aída KEMELMAJER de CARLUCCI,
que el derecho, ni del cónyuge supérstite ni del heredero, se adquiere cuando se ha
inscripto en el Registro la declaratoria de herederos o la aprobación del testamento,
porque ello implicaría incongruencias advertidas por MOLINARIO: "1) Quedaría
totalmente modificado el principio conforme al cual, entre la muerte, la transmisión
hereditaria y la apertura de la sucesión no media intervalo alguno de tiempo. 2) El
régimen de la transmisión sucesoria quedaría fraccionado, pues mientras los derechos
sobre los muebles no registrables quedarían transmitidos en el instante del
fallecimiento del causante, los derechos sobre inmuebles sólo quedarían transmitidos
a partir de la inscripción de los actos jurisdiccionales exteriorizantes de la posesión
hereditaria", Y agrega, ahora con cita de GARCÍA CONI: "Si los herederos se encuentran
en posesión de la herencia por presunción legal (arts. 3412 y 3413) con respecto a
ellos ya está configurado el derecho real" (De los considerandos del fallo de la
Suprema Corte Mendocina del 17 de septiembre de 1984 publicada en JA, 1985-1, p.
496 Y ss).
La primera no requiere otra prueba que la que resulta del título de origen, sea
titularidad de uno o del otro, con la presunción de corresponder por mitades, sobre la
universalidad conformada por ambas masas. La otra, en cuanto requiere determinar la
persona de los herederos (sólo aquellos que fueren declarados, generando el derecho
de la apariencia con los efectos frente a terceros del art. 3430 y cc del CC) es motivo
principal del proceso sucesorio, y por ello el juez que lo reconoce, ordena la
inscripción.
Para que estos derechos sobre las comunidades que concurren en razón de la muerte
de un cónyuge, se puedan atribuir sobre los bienes, no es suficiente dictar la
declaratoria de herederos ni inscribirlas, porque son actos que no producen su
extinción.
Estas inexactitudes se resuelven entonces con la adjudicación por partición sobre los
bienes, o mediante negocio mixto de transmisión del cónyuge del causante y los
herederos, por tracto abreviado, conforme al art. 16 de la ley 17.801.
Parece entonces redundante inscribir una declaratoria de herederos, que tiene por
finalidad la determinación y reconocimiento de quiénes son los herederos del
causante, con relación a los bienes gananciales del cónyuge supérstite, cuyo título
resulta del origen y no de este acto, que lo único que significa para el caso, es el
reconocimiento de la muerte. Ni liquida ni crea condominio con los herederos. Por ello
concluye ZANNONI: "La inscripción de la declaratoria de herederos en el Registro de la
Propiedad, incluso la toma de razón de ella en la matrícula correspondiente a cada
inmueble integrante del acervo, no es sino una anotación preventiva y no tiene por
virtualidad, constituir una atribución ut singuli, en condominio entre quienes han sido
declarados herederos y el cónyuge supérstite en su caso". (Del comentario al fallo,
p. 504).
Por tal motivo, la orden del Juez de inscribir sobre los inmuebles la declaratoria de
herederos sólo con relación a los herederos del causante, sobre la mitad ganancial que
a este correspondía en los bienes de esta naturaleza, pretende esclarecer y dar
publicidad preventiva a la misma sin modificar para nada el derecho del cónyuge
supérstite, cuyo derecho resulta de la ley, y no de este acto procesal.
A la pregunta de por qué se abre una sucesión ab intestato cuando no hay herederos
del causante, respondemos que justamente para demostrar que no los hay, y siendo
todos gananciales, la declaratoria de herederos será en este caso a favor del cónyuge
supérstite en una mitad, sin perjuicio del derecho que ya tiene sobre la otra.