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Rumores y chismes: los virus del lugar de trabajo

Eugenio Andrés Marchiori1

“¿Te enteraste de que a Laura le van a dar un aumento por encima que al
resto?”. “Según parece, este año nos van a dar un bono mayor que el del año
pasado”. “Me dijeron que viene un programa de despidos masivos del que se
van a salvar muy pocos”. “Está confirmado: el jueves, a la una de la mañana,
vieron al gerente general salir de un boliche con su secretaria; iban muy
abrazaditos los dos”.

A pesar de su pésima reputación los rumores y los chismes son infaltables en


cualquier oficina. Todos sabemos que es mala idea contribuir a la difusión de
historias de dudosa veracidad, sin embargo “radio pasillo” sigue siendo un
medio poderoso para la trasmisión de información, tanto genuina como falsa
y tanto positiva como negativa. ¿Cómo es posible que, aun estando
consientes de su dudosa autenticidad, rumores, chismes y leyendas urbanas
abunden entre casi todo grupo humano, a tal punto que en algunas culturas
llegan a resultar más creíbles que la versión oficial? Veamos.

Ante todo, hay rumores y rumores. Algunos no son más que historias
inofensivas que solo pretenden divertirnos durante un rato relajado con
amigos. Otros tienen el objetivo de llenar silencios incómodos y suelen
diluirse sin causar daño. Eventualmente pueden convertirse en la semilla de
otros de mayor alcance. Esta posibilidad hace que no siempre surjan de
manera espontánea, sino con una intencionalidad específica.

A partir de investigaciones realizadas durante la Segunda Guerra, Gordon W.


Allport y Leo Postman de la Universidad de Harvard, estudiaron la psicología
del rumor y sentaron las bases de muchos estudios posteriores. Para ellos
existe una “ley básica” que implica la existencia de dos condiciones
imprescindibles para que se trasmitan: la importancia del asunto para los
individuos involucrados y la ambigüedad de la prueba o de los testimonios. El
efecto de estos elementos se multiplica. Es decir que si algo es sumamente
importante y ambiguo podemos esperar que el rumor corra “como un reguero
de pólvora” o se “viralice”, neologismo propio de Internet. Al contrario, si
cualquiera de los dos factores es cero, el rumor se desvanecerá rápidamente.

Otra cualidad interesante de los rumores es que solo prosperan entre


personas con características similares. En ambientes heterogéneos, con
pocos códigos compartidos, aparecen fronteras invisibles que frenan su
avance. De allí que sea habitual que ciertas historias o leyendas orales
circulen más habitualmente entre aquellos que tienen en común la profesión,
el área funcional, el lugar geográfico, el tipo de industria o la compañía. Estos
rumores –que con el tiempo y la repetición devienen en auténticos mitos– se
van transformando en elementos constitutivos de la cultura del conjunto.

1
El autor Ingeniero Industrial y Doctor en Sociología.
El rumor también actúa como profecía autocumplida lo que (según sea el
caso) puede generar y alimentar círculos viciosos o virtuosos. Cuando existen
prejuicios y estereotipos –positivos o negativos– sobre individuos o sobre
grupos, cualquier rumor que sirva para reafirmarlos tendrá mucho mayor
impacto. Por ejemplo, si creemos que los orientales son buenos para las
matemáticas, es probable que un rumor sobre la resolución de un difícil
problema contable por parte de un compañero de oficina de ese origen tenga
mucha más verosimilitud y alcance que si el autor perteneciera a una
nacionalidad a la que asociamos con la albañilería. Si, por el contrario, se
tratara de un grupo denigrado, un rumor adverso podría desatar reacciones
violentas. Esta dinámica hace del rumor uno de los instrumentos más
potentes de la política en cualquier nivel.

Rumores y chismes cumplen diversas funciones sociales. Pueden servir


como catarsis o como justificación de una situación de ansiedad
generalizada; pueden dar sentido colectivo al esfuerzo compartido; pueden
ser el descargo frente a un comportamiento cuestionable (individual o
colectivo); pueden completar espacios en los que falta información oficial;
pueden usarse para difundir novedades… En todos los casos, resultan ser
los ladrillos y el cemento, que compone y mantiene unidas las relaciones
informales –invisible sustento– en cualquier organización.

En la mayoría de las organizaciones los rumores están naturalizados al punto


de que las personas se hacen eco de ellos sin siquiera notarlo. Su principal
riesgo reside en el anonimato del que suele disfrutar la fuente original, lo que
convierte al chisme en un arma peligrosa y cuestionable. Es fácil y
relativamente seguro para alguien inescrupuloso o para alguien cegado por el
resentimiento encender la chispa del rumor contra otros. Por eso, las
minorías tradicionalmente discriminadas resultan ser las más vulnerables
frente al rumor.

Como para prender deben tener una pizca de verdad, solo una persona
advertida de los trucos y de las trampas del rumor desarrolla sistemas de
defensa, del mismo modo que frente a los virus reales se generan
anticuerpos que nos protegen de eventuales epidemias. Pero atención, tal
como en el mundo de la medicina, cada tanto surgen mutaciones y nuevas
cepas para las que no hemos producido antídotos aún. Contra estos virus
debemos mantenernos siempre alertas y cultivar, tenazmente, un sano
escepticismo regado del más agudo espíritu crítico.

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