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SUSANA: Sí, doctora, la escucho perfectamente.

Estoy relajada, pero con tanto cable


enchufado hasta en el culo me siento como un robot, o como si estuviera en la silla eléctrica.
¿Por qué no baja y nos sentamos frente a frente a charlar?. Me cuesta hablar sola, como los
locos. Sí… ya sé que estoy loca, pero me cuesta mucho contar cosas si no tengo a nadie a quien
mirar a la cara
Bueno, si tiene que controlar las máquinas, controle nomás. ¿Por dónde empiezo? ¿Por cuándo
incendiamos la casa del industrial?...ah… ¿cómo me hice prostituta?...Mire, vamos a hablar
claro… a mí la palabra esa no me gusta. A mí dígame puta. Mejor las cosas claras, ¿no le
parece?
De la primera vez ni me acuerdo. No, no fue mala experiencia, todo lo contrario. Fue con mi
papá, pero yo lo quería tanto al pobre que para mí no fue algo malo.
De la segunda sí me acuerdo bien. Fue atrás de mi casa, en un campito, arriba del pasto mojado.
Yo tenía el culo helado y él estaba como loco. Creo que trece tenía. Yo doce. Era la primera vez
para los dos. No, nada… no sentí nada. Lo que sí me acuerdo es del dolor de ombligo… y sí,
porque creíamos que el amor se hacía por ahí... y él empujaba y empujaba… hasta que a mí se
me inflamó muchísimo el ombligo.
Después aprendí, y ahora ya no soy tonta. ¿Vio, doctora, todo lo que sé? Yo soy como una
enciclopedia, ¡sé todo de la sexualidad de la mujer! Igual, también sé que soy tonta, idiota, que
tengo un retraso madurativo… y no lo digo por decir, pero a veces se me cruzan los cables y no
entiendo nada, y hago cosas que después no acuerdo.
O sea, sí me acuerdo, pero es porque me lo cuentan. Y a veces porque escucho la maquinita esa
que usted usa, esa que graba. Como por ejemplo la noche que pusieron música en el boliche de
Gualberto y a mí se me dio por bailar desnuda… no, yo no quería, pero… escuché la música y
me puse a bailar. Después, de a poco, me fui sacando la ropa hasta quedar desnuda. Y después,
bueno… ya sabemos… menos mal que había pocos hombres. 38 eran. Y todos aprovecharon mi
desnudez…
De otras cosas no me acuerdo. Lo único que sé es que cuando me desperté acá, en el
manicomio, estaba llena de sedantes y según dijeron me había pasado dos días durmiendo. Me
duele el cuerpo…como si me hubieran dado una paliza tremenda
Que se yo… la policía dice que me caí, pero… no hay testigos. Y de ahí me trajeron acá. Parece
que nadie preguntó por mí. A nadie le importo. Y claro… si yo soy una puta, ¿no? una puta que
de vez en cuando tiene una crisis, y se pone corno loca. Pero no me quejo. Después de todo, las
putas nacimos para encontrar el truco que nos permita vivir bien sin trabajar. Igual no
entiendo… porque cuando fui sirvienta, me usaban de puta el padre y el hijo de la casa donde
trabajaba. Después me fui a la fábrica de corpiños, pero ahí pasó lo mismo: me usaba de puta mi
jefe, con la amenaza de que me iba a echar.
Oiga doctora…usted puede pensar lo que quiera, pero le juro que no me gusta nada lo de ser
puta. Nunca encontré a una colega que dijera “que lindo es ser puta”. No… todas dicen “voy a
ahorrar un poco con este oficio de mierda, y después me retiro, pongo un negocio de venta de
ropa y listo”.
Mi amiga Carolita tuvo más suerte… a ella le tocó un jefe que al poquito tiempo de hacerla su
amante le compró un auto, un departamentito y algunas joyas. Por eso digo, doctora, que es una
cuestión de suerte… somos iguales de putas, ¡pero ella con suerte!

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