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Borrador 2 Tercera persona

- Oye, novato. No te pongas nervioso. – Decía un agente uniformado y armado con un fusil
de asalto a otro.
- S-sí… - Replicó el nuevo, revisando que su arma estuviera cargada.
- Tiene razón, no podría matarte aunque quisiera, soy tan solo un soporte… - Dijo un
muchacho de no más de quince años, pasando por su lado.

Era un reo vestido de naranja con el número 3 impreso en el área del pecho y la espalda. Pasó a
través de la celda. Era el peor lugar para cometer un error de novato. El nuevo de veintitantos
caminó detrás del adolescente.

- No se puede escapar de aquí, tenemos estos collares que explotan con presionar un solo
un botón, es la prisión más segura del planeta y si pasa algo vendrán tipos muy poderosos
a detenernos, somos cuatro prisioneros en total, no tienes que preocuparte. – Dijo el
preso mientras caminaba.
- Silencio. – Corrigió con voz de mando el guardia novato.
- Me llamo Juan. – Dijo el muchacho antes de callarse.

Ambos llegaron hasta una puerta azul, cuando se abrió el novato vio en su interior a un hombre de
cabello rojizo y ojos negros como la noche.

- Quién eres tú. ¿Dónde está el doctor Roger? – Juan le dio un vistazo a toda la habitación
antes de sentarse.
- Tomó vacaciones indefinidas. Ahora me vas a decir todo lo que sabes sobre esa
organización tuya...
- Mía no, de Coatl. Yo solo fui un peón… no tienes que ponerte sí… Matu.
- Así que sabes mi nombre.
- ¿Quién no? Quiero ayudar, enserio. Pero también quiero ser libre. No me quiero podrir
aquí por cosas que no he hecho y por personas que me dejaron como un perro muerto. –
Dijo el muchacho viendo la mesa de metal y moviendo sus dedos pulgares.
- No me concierne.
- Entonces a mí tampoco.

Frente a los ojos del novato, el cuerpo del adolescente salió volando contra una pared. Cayó
pesadamente y apenas se pudo parar, momento en el que la mano del pelirrojo lo tomó por el
cuello y lo elevó como si de una muñeca de trapo se tratara.

- Si me hubieran dado un segundo más te hubiera arrancado la cabeza… compórtate


mierdita, o tus jueguitos se acaban aquí.

El adolescente se retorcía y trataba de liberarse del agarre sofocante del hombre, hasta que este
los soltó y cayó sobre sus rodillas. El novato se quedó estupefacto viendo la escena. Juan trataba
de recuperar el aire y tosía.

- Está bien… te lo diré. S-solo déjame agg… déjame tomar asiento.

El muchacho se incorporó para volver a su silla, miró al pelirrojo de nuevo. Se sentó ladeado y con
la cabeza agachada.
- Nací como por el 1711. Crecí en una ciudad pequeña… se llama Collo.
- ¡Basta! ¡No me estás diciendo nada!
- Te estoy diciendo todo, no me voy a guardar nada. Te lo prometo. – El muchacho tosió
antes de volver la mirada hacia el pelirrojo.

“¿Sabes qué es lo más peor de roncar en un colchón de paja? que el olor se clava y no lo suelta. Es
el recuerdo más viejo que guardo: me levanto y el olor a orín es fuerte, me saldría de la cama si es
que no me estuviera cagando de frío, los rayos de afuera me hicieron mearme del miedo y las
goteras del techo de mi choza están llenando el lugar.

Así que sí, nací pobre en latam, estaba abajo en la cadena alimenticia del culo del mundo. Y no
encontraba a mis viejos. Creo que en eso tuve suerte, mi padre no golpeó a mi madre porque se
murió antes de aburrirse de ella; pero ese huevón caminó ebrio por las vías del tren minero, se lo
cargó y me quedé sin padres a los ocho años.”

- No te pedí que me cuentes tu vida, quiero saber de esa organización. ¿Dónde están los
demás? ¿Qué piensan hacer?
- No me dijeron nada, como te dije, solo fui un peón. Y no están en un solo lugar… por eso
te quiero contar lo que pasé para entrar a esa organización, de hecho… ellos me buscaron.
- Entonces acelera tu historia.
- Bien.

“Creo que esa noche también desperté mis poderes, o tal vez los tuve desde antes… aunque no lo
creo.”

- Según los reportes de los que te trajeron aquí, tú eres de la forma de control.

“Sí. Esa misma noche, de tanto mearme de miedo sentí un calor alrededor de mí, abrazándome, yo
juraba que era mi madre, el fantasma de mi madre, cuidándome y siempre me cuidaría. ”

Borrador 1 primera persona

Nací entre el 2000 y el 2002… hay mierda por aquí y mierda por allá… y dentre todo eso habrá algo
bueno creo. ¿Cierto que tú no chismeas nada de lo que te cuentan?

Y pensar que vives escuchando mierdas de la gente… ¿No se te pega algo de esa ñonga a la
cabeza? Como sea… ahí te va.

El recuerdo más viejo que tengo es… trata… de mi padre llegando a mi casa una noche, mi cama
era un colchón de sacaña rellena de paja.

Sacaña, creo que no conoces la palabra. Así le decían al tejido de nylon con el que hacen los sacos
para el arroz en mi país.

El olor a orín de mis camas era fuerte, pero el olor a alcohol salía de la garganta de mi padre era
peor, estaba llorando, apenas podía caminar. Entró para buscar una bolsita de plástico debajo de
una tabla del piso y se fue. Ya nunca regresó.
Tenía mucho frío, estaba mojado, mis camas también… mi casa estaba hecha con ramas gruesas
de algún árbol y calaminas, una mitad de todo el piso eran tablas de madera, de esas que usan de
andamio en las construcciones, y la otra mitad era cemento.

Antes de eso todo es borroso, casi nada… pero lo que pasó desde ese día lo recuerdo bien, debí
tener ocho, tal vez un poco más… me desperté y ya no pude dormir, de pronto comenzó a llover y
los rayos alumbraban todo con fuerza, cerraba los ojos mientras trataba de contenerme y no
volverme a mear encima. El ruido me hacía gritar del miedo.

La puerta de calamina estaba entreabierta, quería encontrar a mamá o a papá, cualquiera. Me


acerqué para ver afuera, pero la obscuridad afuera era más aterradora, un perro comenzó a ladrar
y otro rayo cayó. El sonido me hizo cerrar la puerta con fuerza y volver a mi cama… recuerdo llorar,
llorar con fuerza y gritar ¡Mamá! ¡Mamá!

Pero nadie vino. Todo lo recuerdo bien, una presión en el pecho y el frío en mis pies, mi cara
entera estaba oculta entre las camas, cerré los ojos muy fuerte, y entonces lo sentí… sentí que mi
cabeza era levantada por unas manos tibias, suaves; un olor rico, un olor muy… no sé… no puedo
darle nombre… sentí que me alzaban sentí mi cabeza contra algo suave y cálido. Sentí que me
mecían.

Y cuando abrí los ojos ya era de día, y nuevamente no había nadie conmigo.

No recuerdo bien lo que pasó después… creo que había una bolsa de pan añejo que me comí, o tal
vez eran galletas… solo recuerdo que era muy duro y tenía que soparlo en agua para que se hiciera
suave…

Quería cagar, pero sabía que tenía que salir y hacerlo en unos matorrales lejos de mi casa… abrí la
puerta y lo vi, era un perro negro, grande. Estaba atado con una cuerda a una vara de tierra y me
ladraba, cerré la puerta… lo vi por una rendija y él también me veía mientras se volvía a echar en la
tierra.

Le tenía tanto miedo que cagué en un rincón de esa… casa.

Lo siguiente que recuerdo es que tenía hambre, mucha, mucha, mucha hambre y que el lugar
entero ya olía del carajo, abrí la puerta y el perro volvió a ladrarme. Volví a cerrar la puerta y me
seguía mirando cada vez que miraba por la rendija.

Recuerdo que una vez me contaron sobre los fantasmas… bueno, pues yo me di cuenta de que mi
mamá ya estaba muerta, pero me seguía cuidando. ¿Sabes por qué? Cuando me acostaba, cerraba
los ojos muy fuerte y lloraba, ella venía, no tenía que abrir mis ojos porque si lo hacía, ella se iba…
como te decía, cerraba mis ojos y enseguida sentía sus manos, me acariciaba el pelo y me mecía. A
veces creo que hasta escuchaba su voz, aunque era muy, muy bajita.

Lo que mi mamá fantasma no podía darme era comida. Tampoco podía quitar el olor de mierda ni
el orín de mis sábanas… tampoco podía alejar a ese perro. Era un fantasma después de todo.

Y me decidí, un día, cuando no podía soportar el hambre y la sed. Abrí la puerta y el perro volvió a
levantarse, esta vez ya no me ladró, se quedó allí, mirándome mientras yo me alejaba.
Había unas cuantas casas más como la mía, mi estómago crujía y aunque a veces sentía que algo
pasaba por mi garganta, realmente no había nada, porque no estaba comiendo. Y no, no era como
estas calles, allí solo había fango y ropas colgadas sobre tenderos entre las casas… mucha basura.

Entonces volteo mi cabeza y me encuentro conque el perro se había levantado, se movía


lentamente y trataba de venir hacia mí. Me ladraba, pero ya no con fuerza. La cuerda amarrada a
la vara en la tierra eran lo único que lo paraba.

Di media vuelta y me dirigí hacia adelante, no sabía cómo, pero encontraría comida.

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