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La madre está sumida en un profundo dolor por la muerte de su hijo, a quien ya considera como parte de la tierra y los muertos que descansan bajo ella. Siente lágrimas en el alma y desea estar sola con su llanto, sin que nadie intente consolarla ni mire su dolor con lástima. Extraña a su hijo, que ya no podrá ver reír ni abrazar, y desea que la lluvia llore sobre su tumba y lo mantenga siempre recordado.
La madre está sumida en un profundo dolor por la muerte de su hijo, a quien ya considera como parte de la tierra y los muertos que descansan bajo ella. Siente lágrimas en el alma y desea estar sola con su llanto, sin que nadie intente consolarla ni mire su dolor con lástima. Extraña a su hijo, que ya no podrá ver reír ni abrazar, y desea que la lluvia llore sobre su tumba y lo mantenga siempre recordado.
La madre está sumida en un profundo dolor por la muerte de su hijo, a quien ya considera como parte de la tierra y los muertos que descansan bajo ella. Siente lágrimas en el alma y desea estar sola con su llanto, sin que nadie intente consolarla ni mire su dolor con lástima. Extraña a su hijo, que ya no podrá ver reír ni abrazar, y desea que la lluvia llore sobre su tumba y lo mantenga siempre recordado.
MADRE.- que se callen, dije. Respeten mi dolor. ¿No hay nadie en este lugar?...
que vacío tan
grande siento… debía contestarme mi hijo, pero mi hijo ya es como un ramo de flores secas, ese hijo que yo parí es una voz oscura en los montes, sepultado bajo capas y capas de tierra. ¿Se quieren callar? No quiero que lloren dolores que ustedes no sienten. Esas lágrimas que tienen en los ojos son lágrimas que solo están ahí… en los ojos. Yo tengo lágrimas en el alma, esas que se ven cuando estás sola. Esas lágrimas que nacen en el pecho, van hasta las plantas de los pies porque saben que ahí están las raíces y terminan en el vientre, ahí donde se gestó el hijo, y se sienten más ardientes que la sangre. Y ni se les ocurra querer sacarme de acá. Acá quiero estar, tranquila. En este lugar están todos mis muertos. Con ellos estoy en paz y me duermo a la medianoche. Voy a dormir… a dormir sin sentir miedo de escopetas o cuchillos. Seguramente otras madres se asomarán a las ventanas para ver a sus hijos correr por las calles… y por ahí voy a pasar yo… mojada por la lluvia… mirando las caras de los hijos ajenos, la felicidad que no me es propia ni salió de mis entrañas. No voy a ver reír a mi hijo, porque se fue volando con las palomas. Se convirtió en una paloma fría, como mis sueños… eso… sueños como palomas frías de marfil, que lleva camelias escarchadas a un cementerio. No. A un cementerio no. A un pedazo de tierra que cubre a mis muertos y deja que sus almas se eleven hacia el cielo. Y ustedes, vecinas, dejen de mirarme con lástima y dejen de taparse la cara cuando paso. Yo tampoco quiero verlas. Déjenme sola a mi llanto y a mí, dejen que viva estos días terribles sin ver a nadie. Solas… solas la tierra que cubre a mi hijo y a mí. Y no me pidan caridad ni consuelo, ni que esté serena. No puedo No quiero que me vean las vecinas, no quiero que me vean tan pobre, tan rota… tan vacía. Ni siquiera tengo un hijo que apoye sus labios en mis mejillas todas las mañanas Todos piden por sus trigos…¿qué me importa a mí un trigal, si mi hijo está debajo de ellos?. Bendita sea la lluvia, porque moja la cara de los muertos. Bendito sea Dios, que nos tiende juntos para descansar. Mi hijo era un hermoso jinete, y ahora no es más que un montón de tierra. Mi hijo corría por las ferias, los montes y los brazos de las mujeres, y ahora es musgo que crece desde la tierra por las noches, con corona de gusanos en su cabeza. Eras mi girasol, el espejo de mi tierra… quiero que te pongan en el pecho una cruz de las flores más amargas que existan, la mejor sábana de seda que te cubra el pecho… y el agua de la lluvia forme el llanto más amargo entre tus manos. ¡Que se callen, dije…¡que se callen!