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MADRE.- que se callen, dije. Respeten mi dolor. ¿No hay nadie en este lugar?...

que vacío tan


grande siento… debía contestarme mi hijo, pero mi hijo ya es como un ramo de flores secas, ese
hijo que yo parí es una voz oscura en los montes, sepultado bajo capas y capas de tierra. ¿Se
quieren callar? No quiero que lloren dolores que ustedes no sienten. Esas lágrimas que tienen en
los ojos son lágrimas que solo están ahí… en los ojos. Yo tengo lágrimas en el alma, esas que se
ven cuando estás sola. Esas lágrimas que nacen en el pecho, van hasta las plantas de los pies
porque saben que ahí están las raíces y terminan en el vientre, ahí donde se gestó el hijo, y se
sienten más ardientes que la sangre.
Y ni se les ocurra querer sacarme de acá. Acá quiero estar, tranquila. En este lugar están todos
mis muertos. Con ellos estoy en paz y me duermo a la medianoche. Voy a dormir… a dormir
sin sentir miedo de escopetas o cuchillos. Seguramente otras madres se asomarán a las ventanas
para ver a sus hijos correr por las calles… y por ahí voy a pasar yo… mojada por la lluvia…
mirando las caras de los hijos ajenos, la felicidad que no me es propia ni salió de mis entrañas.
No voy a ver reír a mi hijo, porque se fue volando con las palomas. Se convirtió en una paloma
fría, como mis sueños… eso… sueños como palomas frías de marfil, que lleva camelias
escarchadas a un cementerio. No. A un cementerio no. A un pedazo de tierra que cubre a mis
muertos y deja que sus almas se eleven hacia el cielo.
Y ustedes, vecinas, dejen de mirarme con lástima y dejen de taparse la cara cuando paso. Yo
tampoco quiero verlas. Déjenme sola a mi llanto y a mí, dejen que viva estos días terribles sin
ver a nadie. Solas… solas la tierra que cubre a mi hijo y a mí. Y no me pidan caridad ni
consuelo, ni que esté serena. No puedo
No quiero que me vean las vecinas, no quiero que me vean tan pobre, tan rota… tan vacía. Ni
siquiera tengo un hijo que apoye sus labios en mis mejillas todas las mañanas
Todos piden por sus trigos…¿qué me importa a mí un trigal, si mi hijo está debajo de ellos?.
Bendita sea la lluvia, porque moja la cara de los muertos. Bendito sea Dios, que nos tiende
juntos para descansar.
Mi hijo era un hermoso jinete, y ahora no es más que un montón de tierra. Mi hijo corría por las
ferias, los montes y los brazos de las mujeres, y ahora es musgo que crece desde la tierra por las
noches, con corona de gusanos en su cabeza.
Eras mi girasol, el espejo de mi tierra… quiero que te pongan en el pecho una cruz de las flores
más amargas que existan, la mejor sábana de seda que te cubra el pecho… y el agua de la lluvia
forme el llanto más amargo entre tus manos.
¡Que se callen, dije…¡que se callen!

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