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Embrujulados de Daniel de La O

Prologo.

Buda dijo que al final solo importan tres cosas: cuánto amaste, que tan gentil fuiste y

con cuánta gracia dejaste ir las cosas que no eran para ti... Dos días antes había

terminado con quien creía era el amor de mi vida. No dormí nada en esa ocasión. Era de

madrugada, y yo me miraba en el espejo, suelo hacerlo cuando debo tomar una decisión

importante.

Ese de ahí, es mi amigo, Lalo. Bueno, fue mi amigo, y... esta es la historia de nuestro

viaje.

Así que como les decía era de madrugada, y yo me miraba en el espejo, suelo hacerlo

cuando debo tomar una decisión importante.

Hola, me llamo Eduardo y soy un enfermo alcohólico. (Acción) Mis amigos me dicen Lalo, y

el día de hoy cumplo cinco años sin beber. En estas reuniones se suele hablar de cómo

empezó uno a lidiar con la enfermedad, pero a mí me gustaría contarles otra cosa. Esa de ahí
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es Cristina, y ella fue mi amiga. Hace cuatro años estaba yo en mi noveno paso cuando

sucedió algo que hizo que mi mundo se viniera abajo. No sabía a quién llamar, pero entonces

pensé en ella, mi amiga. Y esta es la historia de nuestro viaje.

1.

Música.

Soy huérfana. Aunque mis padres sigan con vida. Soy huérfana. Me sentí engañada.

Utilizada. Me he dado cuenta de que nunca me han amado. Me veo en el espejo. En el

espejo por las mañanas, y mis ojos no son los mismos. No son míos. Son de otra.

Otras amigas conocen el amor; conocen a la persona con quien sumergirse en el amor.

Yo no. Es una virtud, ¿algo de lo que me he perdido? ¿A qué escuela fueron ellas que no

pude asistir? ¿Dónde está el libro con las instrucciones? Otra vez sola. Fracasar otra

vez. De verdad maldigo el día en que lo conocí. Solo me destruyó. Me quitó mi dignidad.

Determinada. Es hora de hacerlo. Mi mejor ropa... ¿Esto es lo mejor que tengo? Debo

tener algo mejor que esto.

¿El metro? No. Ya es un cliché, además, perjudicas demasiado a las demás personas...

Sobre la avenida pasan los autobuses a toda velocidad.

A ellos no les interesa detenerse por nadie, no les importaría. ¡El puente peatonal!

Tal vez... si extiendo los brazos, dejo que el aire me dé un empujoncito. Mi vestido se

hincharía con el aire y pronto seré una flor del pavimento.

Estoy lista. Mañana seré noticias para alguien. Una nota para El Reforma. Una mancha

para la ciudad…

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Hola ¿qué haces? Carita burlona.

Nada importante, carita sonriente.

Cris... Necesito tu ayuda. Carita desanimada.

¿Qué pasa?

Mi papá murió.

Carita con boca en horizontal.

Quiero ir al puerto, ahí lo van a velar. ¿Me acompañas?

Carita con dos equis en lugar de ojos, que nadie sabe exactamente qué significa. Es que...

iba a hacer algo justo ahora.

Por favor...

Le dije que sí. La playa siempre me ha gustado. Tenía ganas de sentir el Sol y de

meterme en el mar un rato. Una puede suicidarse cualquier otro día, pero la playa... no

está tan cerca. Hay que aprovechar. Lalo siempre fue un amigo muy especial. Aunque

en un principio me tiraba la onda, nos dimos cuenta muy pronto de que compartíamos

peculiaridades. Los dos pedíamos prensa francesa cuando íbamos a Starbucks, ¡quién

pide eso!, solo para que el dependiente nos mirase con cara de espanto. Ambos

odiábamos a Arjona y... ¡al futbol!, que en este país es lo mismo que decir que eres ateo...

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Los dos teníamos miedo de los vagabundos y nos molestaba que nos vendieran cosas en

la calle. Pero sobre todo, a ninguno le había ido bien en el amor.

Pasé por Cristina en el automóvil. Se veía guapa, como si se hubiera arreglado para... ¿ir a la

playa? ¿Y el velorio, qué? Ella con su maletita. Se puso guaraches, no me gusta eso.

Es de las pocas cosas que me desagradan de ella. Eso, y el que todo el tiempo esté inventando

palabras que no existen…

¡Qué ganas de cervecear toda la noche! (Pausa) Sí, ya sé que no puedes… Pero me

encantaría cervecear contigo hasta que nos dé la madrugada; cervecear, juntos,

escuchando música… (Sonríe simplonamente)

¡Ah, y también el sonido ese que hace su mandíbula cuando mastica! ¿Qué es eso que suena?

¿Acaso ella no se da cuenta del sonido que hace? Si ella no se da cuenta... a lo mejor nadie

puede darse cuenta. ¿Haré yo ese sonido…?

Me imagino que tienen muchas preguntas... Cristina en aquellos años pasó de una relación a

otra. Siempre con hombres muy secos, que luego de un tiempo no la soportaban o que se

cansaban de sus peculiaridades... Sin embargo, el verdadero problema era que ella amaba con

desmedida y se entregaba completamente, sin antes detenerse a averiguar si la otra persona

podía o quería... amarla de la misma manera.

3.

En el automóvil.
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En el automóvil.

Me dio calor. Me quité las sandalias y puse mis pies sobre el...

¡El tablero! Esta ya puso sus patas sobre el tablero. Qué asco.

El aire tibio de la autopista me refrescaba las plantas...

No subas tus pies ahí, por favor.

¿Por qué no?

No los subas.

¡Bueno!

Oye, ¿no quieres hablar de tu padre?

No lo sé. ¿Tú quieres hablar de eso?

Se tienen que hablar de esas cosas en situaciones como esta, ¿o no? Para desahogarte.

¿Desahogarme?

Sí.

Soy un hombre de más de treinta, no he hecho nada que me haga sentir orgulloso. No tengo

familia, no tengo un trabajo estable. No tengo ganas de nada. Me siento perdido, inútil. Mi

padre sabía que ese era el estado de mi vida y así se fue de este mundo. Con ese concepto de

mí. Ayer no sabía que quería hacer de mi vida y ahora, sin mi padre, menos lo sé.

No mames. Qué dramático.

Sí, no mames.

Bueno, pero seguramente tienes recuerdos.

Recuerdos de mi padre.

¿Lo odiabas o qué?

Pausa.
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Recuerdo a papá sentado en su sillón, atrás de su escritorio, escribiendo cosas. Siempre

moviendo papeles, ¿por qué movía un papel de aquí para allá? Otro de allá para acá. Esos

papeles debían ser importantes, porque papá no dejó de moverlos de un lugar a otro.

Recuerdo el ventilador en el techo. El ventilador en el techo tiene una lámpara. La luz de la

lámpara parpadea cuando el ventilador está encendido, hace que brille la cabeza calva de

papá. (Pausa) Papá...

Música.

4.

No puedo dormir. Me emociona lo que pasa durante la noche. Si me duermo, a lo mejor

me pierdo de lo maravilloso que pasa cuando no estoy despierta. Soñar no siempre es

mejor que estar despierto... Cuando me duermo, sueño que estoy de pie, desnuda en una

habitación blanca. Las paredes son blancas, el techo es blanco, el piso también. Es el

blanco más blanco que he visto en mi vida. Tan blanco que parece destellar y convertirse

en luz. Y la luz me envuelve y me absorbe y siento que mi piel se funde con ella, hasta

que empiezo a desaparecer. Pensé que era real y desperté.

Acción.

¿Cómo que una habitación blanca?

¡Sí! ¿No es rarísimo?

Anoche soñé con una mujer con barba.


¡No! ¿Cómo las de las ferias?

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Soñé que la mujer con barba me llevaba en su carro. De pronto, siento que detiene el

automóvil. Le mete una manguera por un lado. Y de pronto me dijo: Pequeña, qué mal todo

esto, pero ya verás que todo saldrá bien. Vamos a ir a buscarte un hogar...

Un momento. ¿Te dijo “pequeña”?

Sí, ya ves cómo son los sueños. La otra vez soñé que un taco de pastor me estaba comiendo a

mí.

¿No crees que deberías hablar con un especialista?

¡Mira ese letrero...!

Agua... hedionda... ¿Y tiene a una persona nadando?

¡Sí, es un balneario!

¿Y así se llama?

Sí. (Pausa) ¿Sabes cuál es mi problema?

¿Cuál?

No tener dinero.

Wow. ¿En serio? ¿A poco solo tú tienes ese problema?

El rollo en este mundo es hacer un chingo de dinero y si no tomas las decisiones correctas en

la vida, nunca lo vas a tener.

No todo en la vida es dinero.

Eso es lo que decimos las personas que no tenemos dinero.

El dinero va y viene.

Hay que pagar para todo. Hasta para morirse. ¿Has visto cuánto cuestan los ataúdes? Son tan

caros como un automóvil.

No me he detenido a preguntar.

Tienes que ir pagando una especie de ataúd-financiamiento para morir con decencia.
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¿Y si no lo haces? ¿Y si yo quiero morir en cualquier lado?

¿Qué, quieres que te enrolle en un petate y te tire por ahí?

Entonces, el asunto es que quieres tener mucho dinero.

No. No mucho... solo unos cuantos millones... lo suficiente como para irme a vivir al

mediterráneo.

¿Para qué querrías ir a vivir ahí?

¡No sé, Cris! No lo sé...

No lo sabes.

Últimamente no tengo idea de a dónde voy o de cómo llegaré a eso... Veo que hay mucha

gente con lana... Sé que muchos no saben tampoco qué quieren, pero pasan su tiempo

comprando, comiendo en restaurantes, bebiendo en bares con nombres que quién sabe qué

significan en su idioma, y además están todo el tiempo viajando, y grabándose en vídeo, en

sus viajes, saltando de un avión o esquiando, usando sus cámaras goupro, sus celulares a

prueba de agua, y luego suben esos vídeos a YouTube o a Twitter o a su Facebook, y si no,

suben las fotos de sus bebés o esposas, ¡las suben! O los que no tienen a nadie suben las fotos

de sus gatos, esos pobres me dan tristeza, ¡pero ellos aunque sea tienen un gato! ¡Un gato!

Cristina... ¿Dónde está mi gato? ¡Dónde!

Esta mañana antes de que me escribieras yo iba a tirarme de un puente peatonal…

5.

Lalo se orilló haciendo una maniobra que me lanzó contra la ventanilla. De la nada, una

vez que estábamos en un costado de la autopista, se bajó, intempestivo.


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Ven, vamos afuera.

Me dijo.

Y afuera empezó a caminar en círculos. Lalo había sido alcohólico durante años, hasta

que se metió a un grupo veinticuatro horas. Ahí sintió la iluminación y se empapó de

toda clase de temas psicológicos. Era chocante salir con él. Me hacía sentir que estaba

tomando un café con un libro de auto ayuda del Vips. Así que ya sabía lo que me

esperaba.

Sí. Eso dijo. ¡Que había tratado de matarse! Yo no soy religioso ni creo en esas mamadas de

que la vida es lo más preciado, pero ¿suicidarse? La miraba atónito. Atónito. ¿Qué querrá

decir esa palabra: atónito? El punto es que cuando alguien quiere hacer eso, uno tiene que

convencer a la persona de lo contrario. Es lo que nos enseñan las películas y la tele.

Ahí se soltó. Empezó por hablar de estudios científicos del cerebro, cuyos autores no

recordaba o más bien, no sabía.

Bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla...

Confucio.

Bla, bla, bla, Bla, bla, bla, bla, bla,bla, bla, bla, bla, bla...

Paulo Coelho.

Bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla...

Susan Sontag.

Bla, bla, bla, bla, bla...

¿Gaby Vargas?

Bla, bla, bla, BLA, ¡BLA!

Ay, ¡ya! Déjate de mamadas, Lalo.


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Pausa.

Dime, la verdad.

¿Qué cosa, de qué hablas?

Te sientes sola.

Pues sí, un poco, supongo.

¿Otra vez? ¿Te cortaron otra vez?

Sí...

Ven, ven acá.

¿Un abrazo? Bueno.

¿Por qué Cristina y yo nunca pudimos conectar de este modo desde antes? Cuando decidimos
intentarlo, pasábamos horas hablando, nos divertían nuestras opiniones acerca de un sin
número de cosas... Pero decidimos que íbamos a ser amigos... Caray, ella había llegado al
extremo de pensar en quitarse la vida.

También yo me preguntaba por qué iba a quitarme la vida, pero es que para mí era más
bien una opción, una de tantas. Algo debía de cambiar. No es la primera vez que rompo
con alguien. Pero con mi ex novio las cosas parecían diferentes, algo definitivo, que sí
podía funcionar. Me dejé llevar y...

Yo quería que ella me viera de otro modo. Ella no podía evitar ser así conmigo; mantenía
encendida la esperanza en mí, involuntaria o voluntariamente, para que no dejara de verla y
admirarla... Conmigo... tal vez las cosas hubieran sido diferentes.

A mi ex de pronto le molestaba todo de mí. No le gustaba que estuviera sonriendo a


todas horas o que me quedara callada cuando él dejaba de hablar. ¡No porque haya
silencio la gente tiene que hablar! Luego empeoró todo. ¿Por qué vistes siempre de
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blanco? No te cortes las uñas de los pies en la cama. ¿Por qué te ríes de todo? ¡Por qué
masticas tan fuerte! Luego salía con que voy a trabajar y no regreso en dos días, o en
realidad, me fui con mis amigos de bares. De pronto, yo no era suficiente para él...
Nunca he sido suficiente para nadie...

Vamos, hay que seguir o nos dará la noche en la autopista.

Volvimos al automóvil.

Volvimos al automóvil.

Lalo.

¿Sí?

Gracias por preocuparte.

Yo nací en una isla. La isla puede verse desde el continente. Es una isla donde nunca

pasaba nada. Todo siempre es igual. Por eso la llamamos número 10, todo es tan

cuadrado como ese número. Cuatro lados, si le asignas un número a cada lado, y luego

sumas 1+2+3+4 el resultado es 10.Un día salí de la isla y vine aquí. Se disolvió el 10 en la

nada, como diciendo adiós en la noche. En la isla, hay árboles de heno por todas partes.

Caen de sus ramas las espirales de heno como si fueran cabellos mágicos. Crecí entre

flores y cortinas de seda. Tocaba el mundo, era suave, era delicado. El mundo apareció

cuando abrí mis ojos. Nada había antes; nada habrá después de que los cierre.

Yo no nací en la ciudad. Nací en el puerto. Me trajeron de brazos a la ciudad. Soy un visitante

en mi tierra o donde supuestamente, es mi tierra. Cuando era niño pasábamos los veranos y

las navidades ahí, el calor y la humedad se volvieron una constante en mis inviernos. El
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salitre. Todo lo destruye. De pronto se desprenden los azulejos del baño, y caen al suelo... El

automóvil de mi papá estuvo parado un par de meses, una mañana descubrimos que una de las

llantas estaba en el suelo. El salitre corroyó el metal y la llanta sencillamente se desprendió

del cuerpo del automóvil. Allá todo se lo está comiendo la sal del mar. Hasta su gente. Eso es

lo único que admiro de ese lugar: su gente. Las personas resisten el deterioro, lo soportan

hasta el final. Papá lo toleró, como el resto, pero tarde o temprano algo se rompe en ti y caes

al suelo. El salitre te ha ganado al final.

Yo no sé si podría vivir sin amor. No sé si podría vivir estando así... sola.

Soltera.

¿Cómo?

Estás en estos momentos soltera. No sola. No es lo mismo.

¿No?

No. Yo estoy aquí, contigo.

¿En serio?

Claro. Me tienes a mí.

6.

Llevábamos un largo rato en silencio. Eso era agradable. Poca gente sabe disfrutar de la

quietud y el silencio. Son como un oasis en este mundo, atiborrado de palabras y

discusiones inútiles.

Estaba muy callada. Lógicamente eso me preocupó. ¿Estaría pensando en arrojarse por la

puerta del automóvil? Le puse el seguro eléctrico. (Acción) En verdad me daría mucha pena si

ella se hiciera daño. ¡Tal vez podríamos pasar por el Instituto Nacional de Psiquiatría de
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regreso! Claro que se enojaría cuando la estuvieran sometiendo con drogas y una camisa de

fuerza, pero después me lo agradecería.

¿Cómo vas?

¿Perdón?

¿Vienes cómoda?

Sí.

Qué bueno.

Oye... ¿y a qué se dedicaba tu padre?

¿Él? Él era comerciante, vendía muebles y cosas así.

Ah, vaya.

¿Y el tuyo?

Mi padre es desempleado desde hace años. En realidad es mi madre quien sostiene la

casa.

¿Y ella qué hace?

Lo que ha hecho toda su vida. Castrar cerdos.

Ah, vaya. ¡Qué!

Sí, de niña creció en una granja y un día el abuelo le enseñó a hacerlo. Resultó ser muy

buena para eso.

¿Castraba cerdos? Pero cómo...

Bueno, ella me ha explicado el procedimiento. Con la mano aprietas los testículos y...

Espérate. ¿Con la mano?

Sí, con la mano los aprietas y luego los tuerces un poco, así, como si fueras a ordeñar

una vaca. La ubre se toma así, y la giras, la estiras y... sueltas.

A ver, hazlo otra vez.


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La ubre se toma así, y la giras, la estiras y... sueltas.

¿Y así tomas los “esos” del puerco?

No los sesos, los testículos.

Sí, eso quise decir.

Pues así se hace. Es entonces que le pones la liga.

¿La liga?

Bien apretada, pero con la mano no sueltas los testículos. Hay que tener mano firme.

Mano... ¡firme!

Casi nos estrellamos contra un árbol. ¡Cómo se le ocurre agarrarme ahí! ¡Así sin avisar!

Habla Buda:

Deja de fantasear, Lalo... No es señal de nada, no estaba tratando de insinuarse contigo...

¡Saca la mano de tu bolsillo!

No, no estaba haciendo nada.

¿Sabes cuál era tu problema?

¿Cuál?

Que no te podías enamorar. Ese era tu problema, no eras capaz de amar a nadie.

¡Claro que sí!

Claro que no. Siempre la misma historia. Eras como la mosca que se golpea contra el

cristal de la ventana una y otra vez, tratando de salir. Como si solo bastase con

intentarlo para atravesar esa barrera invisible.

Pero hace tiempo algo había pasado entre nosotros. Yo pude sentirlo. Fue por un instante. Tal

vez no puse atención, tal vez no hice lo que ella esperaba de mí...

Desaparece Buda.
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¡Cuidado!

Tranquila, tranquila. No pasa nada. ¿Estás bien?

¡Qué te pasa!

¡Qué te pasa a ti!

¿A poco te asusté?

Vienes hablando de testículos y de castrar cerdos y de cómo se tuerce la ubre de una vaca...

¡Y de pronto haces eso!

Lalo, era una broma.

Pues ya ves lo que pasa cuando bromeas así.

¿Estás enojado?

No.

Estás enojado.

No.

¿Seguro?

Sí.

¿Seguro que no estás enojado? ¿Qué pasa?

Nada, no pasa nada... Es que creí que ibas a apretarle y me asusté... Hiciste que pensara en

otra cosa.

¿Qué cosa? Ugh, eres un puerco.

¿Qué? No, no, no. ¡No! Es que pensé... en mi papá.

¿Qué tiene que ver tu padre en esto?


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Hace unos meses él había bebido... y... me preguntó que si no tenía un hijo por ahí, del que no

supiéramos nada. Creo que había tomado un poco, y se le ocurrió preguntarme eso. Luego, me

dijo que no me quedara solo. Yo no supe qué responderle. Ahora él está muerto.

Lalo, toma una decisión tú. No pienses en lo que él hubiera querido. ¿Qué quieres tú?

¿Quieres estar con alguien? Entonces encuéntralo, y listo. Deja de vivir sueños ajenos.

Siento como si hubiera nacido sin una brújula interior. Algo que me diga cuál es el rumbo.

¿Sientes que eso es lo que necesitas? ¿Una brújula...?

Pues... sí.

Pues embrujúlate tú, Lalo. No esperes a que alguien más o la vida, decida el rumbo por

ti.

¿Embrujularme?

Sí; embrujularte.

7.

Cuando vi a Cristina por primera vez, me sorprendí. Me pareció muy graciosa... Estábamos en

la fila del café y ¡ambos pedimos prensa francesa! Y así fue que empezamos a hablar. Yo pedí

la prensa por el café y Cris, ¡para ver la cara de espanto del dependiente! Sentí ternura por

ella, una ternura muy especial, que me hizo pensar que tal vez podríamos ser muy buenos

amigos... ¿y si pudiéramos ser algo más?

Nos detuvimos a comer. Estábamos a una hora del puerto. Él me miraba sin decir nada

y eso me estaba poniendo… incomoda.

¿Qué vas a pedir? Te recomiendo un pescado empapelado, aquí son buenos.


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No como pescado.

¿No? ¿Desde cuándo?

Me volví vegetariana.

¿Vegetariana?

Sí. ¿Qué tiene de malo?

No; nada.

Uta, otra mujer que no come carne... ¿Qué está pasando con las mujeres carnívoras?

Estoy tratando de volverme vegana.

¿Vegana?

Sí, vegana de nivel ocho. Ellos solo comen cosas que no hayan sido tocadas por la

sombra de un animal.

Bueno, eso suena muy saludable.

Lo es.

Mi padre era más de vino y carnes frías. ¿Por qué estoy pensando en eso? He estado

recordando cosas.

¿Qué cosas?

A mi papá nunca que le gustó que yo estudiara mercadotecnia. Quería que me volviera doctor.

¿En serio? ¡También el mío! ¿Qué es esa obsesión de los papás con que uno se vuelva

doctor?

No sé. Son ideas del pasado. Como eso de que no hay que pedir favores a los amigos. Ellos

tienen que ofrecerte las cosas.

Sí, como si eso fuera a cambiar algo.

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Así es. Quiso que me contrataran en Pemex, para que tuviera un trabajo seguro por el resto de

mi vida. Yo le dije: no, papá, un día van a vender Pemex. Él respondió: Cómo crees, antes le

prenden fuego al país.

Tu padre no era clarividente.

No, no lo era... ¡Mira como está todo en llamas!

Rechacé el empleo. Desde entonces estuvimos distanciados.

¡Qué mal!

Sí. Qué mal.

Supongo que lo que mi papá quería era saber que yo tendría una familia, cuando él ya no

estuviera. Llevaba algún tiempo enfermo y seguro anticipaba que en cualquier rato iba a

ocurrir... Quiso que yo tuviera un empleo estable, una esposa, hijos... ¿y tú?

¿Yo qué...?

¿Quieres tener hijos? ¿Te gustaría?

No. No, Lalo. Yo preferiría no tenerlos... Tal vez una planta.

Acción.

Buda dijo que al final solo importan tres cosas: cuánto amaste, que tan gentil fuiste y

con cuánta gracia dejaste ir las cosas que no eran para ti... A veces, es necesario hacer el

mal, para hacerle el bien a alguien. Y yo tendría que hacerlo por mi amigo...

El resto del viaje hubo demasiado silencio. Mucha música en la radio. Y silencio entre

nosotros.

Llegamos.
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Llegamos por fin.

El velorio.

En el velorio.

Todos parecían muy amables. Me miraban con la melancolía propia de esos asuntos,

pero me brindaban una sonrisa... De entre las personas que estaban reunidas, llamó mi

atención la figura de una de las mujeres. Vestía en forma humilde y, a diferencia de las

otras, no llevaba joya alguna. Observaba el cadáver con respeto; no mentía. Estaba

auténticamente triste. Su honestidad lo iluminaba todo. No había pensado en cómo la

muerte abre las puertas a más muerte; por ejemplo, la de esos que se quedan atrás,

preguntándose cuáles fueron los motivos para quitarse la vida: ¿qué pudo haberla

llevado hasta ese extremo...? No lo había reflexionado así. Fue hasta que vi la mirada de

esa mujer. Y me pude reflejar en ese espejo. Ella ahí, de pie, mostrando su respeto por la

muerte y por la vida...

Pausa.

Saludamos a las personas que habían asistido al velorio, y Lalo me presentaba ante su

familia así:

Te presento a Cristina...

Sin aclarar con el típico “Una amiga” No quise decir nada, pues cuando nos acercamos

al ataúd, Lalo se puso a llorar. Yo me acerqué también... Aquel hombre se parecía

mucho a él. Era una versión de Lalo envejecida; hinchado, como suele pasar con los

cuerpos embalsamados. Me acerqué y puse mi mano sobre su hombro. Él giró y nos

abrazamos.

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Se trata siempre del momento adecuado. El amor tiene que ver más con el tiempo que con el

espacio. Se puede amar a la distancia, pero es porque ya ha sucedido el momento. El

momento en que ambos coinciden. El momento en que los dos lo sintieron y dejaron que

sucediera... (Pausa) El resto de la noche, en la funeraria, Cristina me tomó de la mano.

Mientras lloraba, ella nunca me soltó.

Acción.

Lalo parecía estar más tranquilo, de la nada, me dijo:

¿Salimos un rato? Para tomar aire.

Le dije que sí. Era buena idea. Nos levantamos, y fue entonces que la mamá de Lalo nos

preguntó que a dónde íbamos.

Afuera, mamá. Quiero despejarme un poco.

Apenas nos encaminábamos cuando la señora le dijo: Es muy guapa tu novia.

¡Lalo no dijo nada para aclarar la situación!

No la solté de la mano y fuimos afuera a platicar. Bueno eso pensaba, de alguna manera. Era

ir a platicar.

Lalo sacó una licorera... Pensé bueno, después de todo acababa de morir su padre.

Comparten un trago.

Jugó un momento con mi cabello, y fue entonces que supe que me iba a besar...

Suena canción.

¿Por qué ponen esa canción? ¿A quién se le ocurrió poner esa música? Qué aburrida.
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Le gustaba a mi padre... Nos dijo que en su funeral le pusiéramos su canción favorita, que no

se nos ocurriera rezarle. (Recuerdo, nostalgia)

Qué frío, ¿no? (Intensión de retomar el beso)

¿Sabes...? Tengo miedo, siempre había sentido a mi padre como algo que llevaba cargando.

Siempre sintiendo la presión de cumplirle. Mi papá decía…

Arréglate la camisa. Está tu familia... (Intensión de ella de retomar el beso)

¿Sabes? Mi papá creía en una frase: Los cuatro puntos cardinales son tres: el norte y el sur…

Y ahora que no está me doy cuenta que quería decir.

¿Dices que son tres? Solo mencionaste dos.

Es una metáfora, Cristina.

Pues… la metáfora perdió el norte. (Ríe) ¿No estás bebiendo mucho?

Estoy contándote algo importante. Ponme atención.

¿Esa frase no es de una canción?

¿Eso qué importa ahora? (Transición) Ese es tu problema, ¡no escuchas!

Solo intentaba ayudar... Lo dije para hacerte sentir bien, perdón.

¡Pues entonces escucha lo que estoy diciendo!

Oye yo vine para acompañarte.

¿Qué quieres de mí?

¿Qué...? No quiero nada, Lalo. Tú me hablaste a mí. Lalo, ya no bebas.

¿Sabes cuál es tu problema?

¿Mi problema?

¿Te has puesto a pensar porque te ibas a aventar de un puente peatonal?

No es justo que te metas con eso, te lo conté porque…

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¿Sabes cómo vas a acabar? Ni el valor de quitarte la vida tienes. Naciste para perder y eso es

lo que vas a hacer el resto de tu vida, perder y fracasar, así hasta que te canses de hacerlo...

¿Y tú me dices eso? Si tu padre es quien sigue controlando tu vida y eso que ya está

muerto.

Mi padre fue un gran hombre y no te permito que hables de él...

Eres un cobarde.

¿Cobarde, eh...? Pues por lo menos yo no tomo decisiones estúpidas.

Al menos yo habré tomado una decisión en mi vida.

Tú no puedes estar sola, siempre dependiendo de algún imbécil. Y ahora quieres que yo sea

ese imbécil.

¿Qué?

Al menos yo me iré con la satisfacción de haber amado…

Me llamas cuando suceda.

No creo que sigas viva.

Acción violenta.

8.

El regreso fue en completo silencio.

Yo no dije nada.

Yo tampoco.

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Sentí que yo era un monstruo. Era como si partes de mi cuerpo estuvieran descomponiéndose

y todo lo que yo hiciera le causara asco al mundo. ¿Por qué son las cosas así? Y con quien

quieres estar no quiere estar contigo, y quien quiere estar contigo no es con quien quieres

estar. Este universo no es otra cosa que un dejar ir rutinario. Todos los días, las horas, los

segundos. Así hasta que son los demás quienes deben dejarnos ir para siempre. En el auto

trataba de mirarla de reojo. El ceño fruncido. Todo el camino miró por la ventanilla, nunca

hacia adelante, nunca hacia donde yo estaba.

Pensé y pensé durante el regreso. Estúpida. ¡Estúpida! Te hubieras regresado por tu

lado. En autobús, pidiendo aventón. Carajo. No soportaba siquiera tenerlo cerca. Hasta

su aroma me molestaba. El sonido de su respiración. Cuando se rascaba la cabeza. La

situación no podía ser más incómoda y... ¡FRENA! Y justo ahí, el automóvil se estrella

contra la parte trasera de un tráiler que estaba estacionado en la curva. El torso de Lalo

se impacta contra el volante fracturándole las costillas y dañando sus órganos internos.

Yo —dado que no traía puesto el cinturón y él no se había atrevido a recordármelo, por

miedo a romper el silencio— salgo volando contra el parabrisas, y en el aire, mi cuerpo

se trenza de modo tal que de haber sobrevivido, jamás hubiera vuelto a caminar. Todo

se congela por un instante, y puedo sentir cómo mi vestido está hinchado de aire. De

pronto. Un porrazo seco. Y entonces, finalmente, me he convertido en una flor del

pavimento: roja, encantadora... pero inútil.

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¡FRENA! Lalo se había distraído mirándome, y estuvimos a punto de estrellarnos

contra el tráiler, pudimos haberlo perdido todo en ese momento, pero logró esquivarlo a

tiempo...

Llegamos a la ciudad sin percances y él me llevó hasta mi casa.

Iba a bajarme para abrirle la puerta, pero ella tomó su maleta y salió del automóvil.

Lalo...

Sí. Dime, Cris.

Lo siento mucho, por tu padre... Vas a estar bien.

Cris...

Y se fue sin dejarme hablar. Entró a su edificio. No me miró en ningún momento.

Yo me quedé ahí, en silencio.

Y así pasaron cinco años.

Y así pasaron cinco años.

Cinco años.

Cinco años.

Acción.

Luego de todo ese tiempo, ocurrieron muchas cosas. Me enteré de que Lalo se había

casado y que ya tenía una niña pequeña. Puso su propia agencia, y se había

especializado en la mercadotecnia de productos relacionados con los gatos.

Era todo un éxito. Por fin tenía a su gato.

Lo único que supe de Cristina durante esos años, fue que se había operado de la mandíbula.

Aparentemente, sí tenía alguna deformidad que era la causa del sonido ese. Seguía en lo del
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Yoga y lógicamente se había convertido en una yogi muy importante. Viajaba por todas

partes, para impartir clases y dar conferencias.

Precisamente fue por eso que me buscó. Iba a irse a radicar a la India, por un tiempo

indeterminado.

No quería irme sin hablar con él.

Me dio gusto que me llamara, para hablar antes de que se fuera.

Pausa.

En el noveno paso reparamos lo más posible. Pero el verdadero paso hacia la vida es

perdonarnos y dejarnos ir...

Nos citamos en un restaurante en el aeropuerto.

En este. Justo ahora. Ya era tarde, y la verdad es que yo ya tenía hambre...

9.

Perdón por llegar tarde, ya sabes, el tráfico. (Pausa) ¿Y... ya pediste algo?

Sí, salmón.

¿Cómo, ya no eres vegana?

Sigo comiendo principalmente vegetales, pero de cuando en cuando, me gusta comer

pescado. ¿Y tú, quieres algo?

Una ensalada.

¿Y eso?

Ya no como carne, ya sabes, por los triglicéridos.

Mira… la niña es muy graciosa, me recuerda a ti.

¿En serio?

Sí. ¿Y... cuánto tiempo estarás allá?


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No sé, tal vez me quede. Siempre ha sido mi sueño...

Tu sueño. Sí, me acuerdo.

Sí.

¿A qué hora sale tu vuelo?

A las cinco...

¡Súper!

Sí...

Sí...

Pausa.

Bueno. La verdad sea dicha que nadie es bueno para hablar este tipo de cosas.

¡No! Menos después de tanto tiempo.

Y ninguno sabía por dónde empezar.

Oye... respecto a esa vez...

Necesitábamos oírlo. Decirlo.

¿Cris, estarás bien allá?

Sí, Lalo. Estaré donde debo estar.

Por fin te embrujulaste…

¿Perdón?

Ambos. Creo que por fin ambos estamos embrujulados.

¿Embrujulados…? ¡Lalo! Había olvidado esa palabra; la había olvidado, pero tú no…

¿Quieres un té? Yo invito.

Gracias.
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Hablamos por algunas horas acerca de nuestras vidas.

O sea, de tonterías… (Cristina cuenta una broma muy mala)

Bromeamos por un rato, resucitando las bromas del pasado. Tratando de hacer reír con

bromas recientes, pero sin lograrlo...

Pronto, nos dimos cuenta de que no teníamos nada más de qué hablar.

Nuestras vidas habían continuado durante esos años y... ya no éramos parte de la vida

del otro.

Pausa.

Cris. Me da gusto ver que estás bien.

A mí también.

Bueno...

Sí. Debo irme.

También yo.

No teníamos nada más que decir.

No teníamos nada más que decir.

(Se ponen de pie. En silencio, sin planearlo, como diciéndolo todo, se dan un beso)

Después de pagar la cuenta. Caminé esforzándome por no voltear. No quería mirar

atrás, para que mi amigo pudiera dejarme ir y cerrar ese momento de nuestras vidas.

Fue difícil, pero seguí caminando sin mirar atrás.

No quise ver si se giró para mirar. Me quedé otro rato...Ya había decidido qué camino tomar.

Solo quise esperar unos minutos, antes de seguir adelante.

Música. Oscuro final.


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