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Instituto de Educación Superior “Miguel Neme” UES Corzuela

Profesorado de Ciencias de la Educación


Espacio Curricular-Educación Intercultural -
Curso 4to año Div “U” Profesor Abel O Banegas

CLASE N° 2

Cultura.

Objetivo: Reconocer la importancia de los saberes previos en el proceso de enseñanza-


aprendizaje

Educación, escolaridad, poder

La educación es, ante todo el medio por el cual la sociedad renueva perpetuamente las
condiciones de su propia existencia (Durkheim [1902], citado en Piaton 1998: 144). […]
es natural que en una sociedad […] haya cómo transmitir conocimientos, habilidades,
hacia otras generaciones, para que la vida continúe (entrevista con Rafael Chancharri,
docente de FORMABIAP) .

La educación condensa el conjunto de prácticas, representaciones, sensibilidades y


discursos que una comunidad humana produce para precisamente reproducirse como tal;
es también otra forma de nombrar lo que se suele denominar como “crianza” . Se trata
pues de un proceso de enseñanza aprendizaje mediante el cual las generaciones mayores
de una sociedad transmiten su cultura a las más jóvenes para que éstas, a su vez, puedan
recrearla —conservándola y/o modificándola— (Abbagnano y Visalbergui 1992),
posibilitando así la construcción renovada de un “nosotros” comunitario como
condición para la reproducción de la vida individual y colectiva, proceso que se inicia
principalmente dentro de la red de parentesco y/o del ámbito laboral (De la Cadena
2005). Por otro lado, al multiplicarse y hacerse más complejas las relaciones sociales,
así como ampliarse la división del trabajo, la escolaridad surge como una modalidad de
educación con una institucionalidad específica, donde la formación de las nuevas
generaciones, en mayor o menor medida, se dará también fuera de la red de parentesco
o del ámbito del aprendizaje laboral para situarse en un nuevo escenario, con nuevos
actores —los maestros—, y con una función social que en gran medida definirá sus
contenidos, deviniendo paulatinamente en “instrucción pública” y “asunto de Estado”.
En términos históricos, ahí donde surgieron procesos de escolarización, la escolaridad

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siempre fue un hecho político que definió inclusiones y exclusiones de diverso tipo,
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mediante las cuales se expresaron y reprodujeron jerarquías sociales y, en general, un
orden de poder. De ahí que la escuela sea también un campo de batalla entre diferentes
intereses societarios, con la consiguiente lucha por la definición de su carácter y el
control de sus prácticas. Señalamos esta distinción entre educación sin escuela y
escolaridad formal porque la indagación central de este estudio es precisamente por la
relación entre escuela y la “renovación de la existencia social” aludiendo a la cita de
Durkheim o entre la escuela y la “continuidad de la vida . O dicho en otros términos,
nos preguntamos en qué medida la escuela prolonga o complementa el conjunto de
“saberes previos (o extraescolares)” para contribuir, idealmente, a la permanente
renovación de una “vida buena” tanto en términos comunitarios como personales. Hoy
en día, cuando la universalidad del acceso a la escolaridad ya no está en discusión en
tanto derecho, y las estadísticas dan cuenta de la creciente “inclusión numérica” de
personas antes excluidas mujeres, pueblos indígenas (Banco Mundial 2001), las
opiniones recogidas para este estudio sugieren que la “exclusión” se mantiene, ya no en
términos de “cuerpos” que acceden a la escolaridad, pero sí en términos de “saberes” (o
deseos de saber) que, en el mejor de los casos, no son tomados en cuenta, o que son
estigmatizados o devaluados. No obstante, es preciso señalar que la apuesta por la
educación como el camino de ascenso social ha sido y es en muchos lugares una
reivindicación ciudadana importante. Se encuentra así una tensión entre un deseo de
educación y progreso (con diferentes contenidos) y una escuela que en la práctica se lo
niega. Los reclamos actuales por una escuela intercultural y de calidad se enmarcan en
estas luchas. Colonialidad, ciencia y educación: la construcción social de la carencia. En
los pueblos indígenas a los niños y a las niñas se les ha enseñado desde cuando ingresan
en la escuela que ser indígena es lo opuesto de una persona buena y respetada; o sea, el
sinónimo de indígena es ser un cochino, el sinónimo de indígena es no saber nada, el
sinónimo de indígena tal vez es no encontrar nunca el desarrollo, el ser indígena es algo
que no sirve: así nos enseñaron (Aquituari 2004: 224). La instauración del capitalismo
como sistema de producción global ha sido central en la consolidación de la modernidad
occidental. Diferentes autores han llamado la atención sobre las relaciones necesarias
entre estos dos procesos y la expansión imperialista de los países denominados “del
centro”; expansión que se inicia con las primeras exploraciones y la creación de
espacios coloniales hacia el siglo XV. En este proceso, las poblaciones y culturas
nativas de las colonias serán vistas como las encarnaciones de un otro necesario para la
consolidación de la dominación y del futuro proyecto de las elites : la modernidad del
país. Ese otro será primero demoníaco, sacrílego y salvaje, luego será irracional,
descentrado, mítico, sucio. Despojadas de sus símbolos y de sus espacios de
representación legítima por la fuerza, las poblaciones nativas de las colonias serán
nombradas sistemáticamente en función de los intereses y proyectos de los imperios
(Mignolo 2000). Los procesos de descolonización político-administrativa ocurridos
durante los siglos XIX y XX no habrían tenido como correlato la descolonización del
imaginario y de las relaciones sociales. En el caso Argentino, las relaciones coloniales

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se habrían reeditado con la instauración de una República de y para una elite


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identificada más con Europa que con los pueblos nativos. Para esta elite, estos pueblos
representarán lo no deseado o, en el mejor de los casos, lo pintoresco, estático, sin-
deseo. El lenguaje de la carencia se instaura para nombrar a ese otro subalterno, a ese
otro que no es y que no debería ser. Son muchos los discursos e instituciones que
intervienen en estos procesos en el caso. Aquí solo queremos señalar que la mirada a la
educación y a las políticas educativas no escapa a la influencia de la ciencia. Los
currículos nacionales evidencian una matriz científica de larga data. Rengifo identifica
esta mirada al mundo a partir de la carencia como estructural en la ciencia occidental
moderna. La carencia se construye frente a la naturaleza, una naturaleza percibida como
agresiva que tiene que ser dominada para posibilitar la vida de los seres humanos: El
altar a la ciencia se ha edificado sobre una perspectiva penosa de la vida. La ciencia es
apreciada como la mediadora que resuelve el esfuerzo del trabajo humano sacrificado en
la conquista de una naturaleza recalcitrante. Esta perspectiva penosa que tiene una raíz
cristiana no es universal. La relación con la naturaleza en los pueblos andinos no es
confrontacional sino filial, y la perspectiva de la vida se asienta en una relación de
crianza recíproca.

El mundo de la cultura: Evolución del término cultura

El hombre es esencialmente un ser de cultura. El largo proceso de evolución humana,


que comenzó hace más o menos quince millones de años, consistió, fundamentalmente,
en pasar de una adaptación genética al medio ambiente natural a una adaptación
cultural.
Si bien todas las “poblaciones” humanas poseen el mismo bagaje genético, se
diferencian por sus elecciones culturales, ya que cada una intenta soluciones originales
para los problemas que se le platean. Por lo tanto, la noción de cultura es la herramienta
adecuada para terminar con las explicaciones naturalistas de los comportamientos
humanos. La naturaleza en el hombre está totalmente interpretada por la cultura. Las
diferencias que podrían parecer más vinculadas con propiedades biológicas particulares
como, por ejemplo, la diferencia entre los sexos, no pueden observarse nunca en estado
bruto (natural) pues, para decirlo de algún modo, la cultura se apodera de ellas
“inmediatamente”: la división sexual de los roles y las tareas en las sociedades humanas
es un resultado fundamental de la cultura y por eso varía de una sociedad a otra. No hay
nada puramente natural en el hombre. Ni siquiera las funciones humanas que responden
a las necesidades fisiológicas como el hambre, el sueño, el deseo sexual, etc., carecen de
un formato cultural: las sociedades no dan las mismas respuestas a estas necesidades.
La noción de cultura, entendida en un sentido amplio que remite a modos de vida y de
pensamiento, es ampliamente admitida en la actualidad, aun cuando no deja de carecer
ambigüedades. Pero no siempre fue así. Las palabras tienen una historia y, en cierta
medida, también, las palabras hacen la historia. Si esto es verdad para todas las palabras,
se puede verificar especialmente en el caso del término “cultura”. Las palabras aparecen
para responder a ciertos interrogantes, a ciertos problemas que se plantean en períodos

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históricos determinados y en contextos sociales y políticos específicos. Nombrar es al


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mismo tiempo, plantear el problema y en cierto modo, resolverlo.
La invención de la noción de cultura es, en sí misma, reveladora de un aspecto
fundamental de la cultura en la cual pudo darse esta invención y que, por el momento, a
falta de un término más adecuado, llamaremos cultura occidental. A la inversa, e
significativo que la palabra “cultura” no tenga equivalente en la mayoría de las lenguas
orales de las sociedades que habitualmente estudian los etnólogos.
Vamos a dedicarnos especialmente al ejemplo francés del uso de “cultura” pues parece
que la evolución semántica decisiva de la palabra se produjo en la lengua francesa del
siglo de las Luces, antes de difundirse por préstamo lingüístico a las lenguas cercanas
(inglés, alemán). Proveniente del latín colore, que significa el cuidado del ganado o de
los campos, a fines del siglo XIII designa una parcela de tierra cultivada. A comienzos
del siglo XVI ya no significa más un estado (el de la cosa cultivada), sino una acción, el
hecho de cultivar la tierra. Recién a mediados del siglo XVI se forma el sentido
figurado, “cultura” podría designar, entonces, cultivar una facultad, es decir el hecho de
trabajar en su desarrollo. Pero este sentido figurado es poco corriente hasta fines del
siglo XVII y no tiene reconocimiento académico, ya que no figura en la mayoría de los
diccionarios de la época.
La “cultura” en sentido figurado comienza a imponerse en el siglo XVIII. Hace su
entrada en este sentido en el Dictionnaire del Académie Francais. En esa época aparece
en general seguido por un complemento del objeto: se habla de la “cultura de las artes”,
de la “cultura de las letras”, de la “cultura de las ciencias”, como si fuese necesario
precisar la cosa que se cultiva.
Progresivamente “cultura” se libera de los complementos y termina por ser usada para
designar la “formación”, la “educación” de la mente. Luego, en un movimiento inverso
al observado precedentemente, se pasa de “cultura” como acción (acción de instruir) a la
“cultura” como estado (estado de la mente cultivada por la instrucción, estado del
individuo que tiene “cultura”).
En el siglo XVIII “cultura” sigue usándose en singular, lo que refleja el universalismo y
el humanismo de los filósofos: la cultura es algo propio del Hombre, más allá de
cualquier distinción de pueblos y clases.
La adopción, en el siglo XIX, de una reflexión positiva sobre el hombre y la sociedad
condujo a la creación de la sociología y de la etnología como disciplinas científicas. La
etnología intentará dar una respuesta objetiva a la vieja cuestión de la diversidad
humana. ¿Cómo pensar lo humano, la diversidad de los pueblos y de las “costumbres”?.
Pero no se satisfacen con una respuesta proveniente de la bilogía para contestar esta
pregunta. Justamente, si crean una nueva ciencia, es para aportar otra explicación de la
diversidad humana, una respuesta que no sea la de la existencia de “razas” diferentes.
Un concepto emergió como herramienta privilegiada para pensar este problema y
explorar las diferentes respuestas posibles: el de “cultura”. Los fundadores de la
etnología le dieron un sentido puramente descriptivo. Para ellos no se trataba, como
para los filósofos, de decir lo que debía ser la cultura, sino de describir que era, tal como
aparece (en formas diversas) en las sociedades humanas.

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Consignas de trabajo
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1) Leer detenidamente el texto titulado “El mundo de la cultura: Evolución del término
cultura”.
2) Elaborar una línea cronológica para marcar y resaltar la evolución del término
cultura.
3) Leer los siguientes conceptos, y luego responder a los planteos

a- “Esencial a la condición humana es la cultura, no solo en su sentido tradicional


como resultado de un cultivo de nuestras facultades que culmina en
conocimientos y capacidades desarrolladas, sino en el sentido antropológico de
conjunto de ideas, creencias, actitudes, valores jerarquizados, tecnologías y
sistemas de pensamiento y comunicación, de acuerdo con los cuales
organizamos nuestras vidas como partes de grupos estructurados. Gran parte de
lo que somos, es resultado de los rasgos y complejos de la cultura a la nos
incorporamos luego y a aquello que introyectamos en nuestros seres como partes
conformadoras de nuestras personalidades” Malo (2000).
b- “La cultura es un conjunto relativamente limitado de conocimientos,
habilidades, y formas de sensibilidad que se agrupan principalmente en las
Bellas Artes y otras actividades intelectuales, por lo cual el acceso es limitado y
exige un tipo particular de educación, condiciones individuales, familiares y
sociales que proyectan una concepción elitista del término por lo cual se vuelve
patrimonio de pocos” Bonfil (1989).
c- “La cultura es el momento estructural (relaciones de producción, circulación,
consumo) y el momento súper estructural (representaciones, símbolos, ideas
elaboradas a partir y sobre la producción y orientación del excedente)… un
pueblo puede adquirir conciencia de su capacidad y potencialidad creadora y
darle forma a un proyecto social reconociendo este estatuto” Stefano Varese
(1988)

¿Cuáles son las diferencias que pueden encontrar entre los diferentes conceptos?
Explicarlas sintéticamente.
¿Cuál de las acepciones considera desacertada para conceptualizar a la cultura
que se proyecta desde sociedad actual? Responder fundadamente.
¿Cómo conceptualizaría el término cultura, con los aportes teóricos obtenidos
en esta primera parte

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