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MI CATARSIS CON LA COMUNICACIÓN

Santiago Gómez Pineda

A principio de año cuando ingresé a la carrera, tenía una percepción muy banal de la comunicación.
No dimensionaba el impacto o la profundidad de la misma y sólo ignoraba espontáneamente los
múltiples errores que conlleva su praxis.

Sin embargo, con el paso del tiempo y a su vez con el apoyo de los conocimientos brindados en este
primer semestre, poco a poco mi visión sobre la comunicación se fue expandiendo y se convirtió en
un nuevo enfoque por trabajar en el desarrollo de mis estudios.

La razón por la que decidí estudiar comunicación social, comprendía mi interés por participar en las
diferentes dimensiones sociales de manera más trascendental, y es precisamente este mismo
fundamento el que ahora refuerzo con la aprehensión de tanto la línea histórica como la línea teórica
de la comunicación.

Desde el concepto de Heidegger del “Dasein” hasta las teorías de la escuela de Frankfurt, que
demuestran el papel de la comunicación en el desarrollo individual y colectivo de cada sujeto como
ser político, me han servido para reconstruir la visión del funcionamiento global, puesto que confrontar
los eufemismos absorbidos casi instintivamente de esta era post-ideológica es una tarea que requiere
un esfuerzo sobrehumano.

Además, la interpretación de las diferentes teorías de la comunicación también comprende un


proceso reflexivo del aprendizaje ya interiorizado. De allí, la importancia de la lectura en los niños y
en sí la formación escolar.

Lastimosamente, las áreas de las ciencias humanas han sido infravaloradas en los últimos años,
dejando de lado la posibilidad de ahondar en las perspectivas sociales y a partir de ello trabajar en
una reestructuración ideológica que garantice un desarrollo apropiado desde todas las realidades
subjetivas.

Pues, si bien es cierto que las ciencias exactas son necesarias por la coyuntural global que requiere
de nuevos descubrimientos técnicos y científicos, reducir algunos procesos humanos como la
comunicación a un mínimo acto de habla, es el mayor problema que hoy por hoy enfrenta la
sociedad.

El control de masas se ha vuelto un culto inalienable del sistema neoliberal, que además de cohibir el
desarrollo de un proceso crítico, pretende limitar por completo el acto natural de nuestra especie:
pensar. Por medio de la censura y la opresión hacia los medios de comunicación, la sociedad actual
no es más que un objeto de manipulación.

Como bien lo planteaba Foucault, el panóptico es una analogía más que acertada para el proceso de
neutralización de los sujetos en la actualidad. Vivimos en jaulas donde podemos ser observados y
escuchados desde cualquier punto, vivimos controlados por la doctrina socio-económica que exige la
superproducción y el consumismo como requisito de integración social, vivimos cohibidos por la
imposición de prácticas dogmáticas que nos limitan a sujetos apolíticos.
Y así, la manipulación de nuestro carácter social se resume en la extinción de nuestra propia especie.
Pero entonces, ¿qué sentido tiene ser comunicador social? ¿Cuál es mi papel social con esta
profesión?

Para dar respuesta a la pregunta anterior, comenzaré por el análisis de los diferentes periodos de
vida en los que he estado y la “educación” se recibe en cada uno de ellos.

I. Primera infancia:

A pesar de que los primeros años de vida de cada sujeto parezcan más que insignificantes, en ellos
se encuentran las primeras fases de manipulación por parte de las élites sociales.

Antes de nacer, cada uno de nosotros está predispuesto a atender un contexto social y económico.
También está predispuesto a seguir los modelos de crianza y posiblemente de pensamiento de su
familia y de su entorno, es por ello que la primera infancia simboliza ese proceso de adaptación y de
integración a los postulados y métodos de control de la sociedad.

No en vano muchos de nuestros padres eligen nuestros nombres en referencia a algún personaje
histórico o religioso, estamos sometidos a identificarnos por el resto de nuestra vida bajo el
significado de una creencia que ni siquiera hemos consentido adquirir.

II. Infancia:

La infancia por su parte, juega un papel fundamental en el desarrollo de nuestro pensamiento, pues,
ya que hemos absorbido gran parte de las realidades sociales, lo esperado es reflejarlo y reproducirlo
tal cual nos lo enseñaron.

De allí el juego de palabras y metáforas que manejan los cuentos infantiles, siempre inducen un
conductismo extremista con conceptos de bueno y malo, negro y blanco, bonito y feo. A penas
nuestras habilidades de lectura, escritura y habla se comienzan a desarrollar, sufren un
apropiamiento de los estigmas y estereotipos sociales.

De igual manera, comienza una construcción más interna, un diálogo interpersonal, que a pesar de su
rasgo subjetivo también sufre de la corrupción social que nos obliga querer ser aceptados por nuestro
alrededor.

III. Adolescencia:

La adolescencia es el proceso más caótico de cada individuo, tienes un carácter neutro. No eres niño
pero tampoco eres adulto, estamos en el choque de expectativas donde nuestro entorno espera lo
peor pero también lo mejor de nosotros.

La adolescencia es el apogeo del panóptico, puesto que cada sujeto se confronta con la observación
social y trata de asumirla como su responsabilidad, la absorbe como su carácter de propiedad. En
términos más claros, es la exposición del libre albedrío y la colonización de este por la sociedad.

Es decir, que en cada ciclo de vida se perfecciona la apropiación de nuestros cuerpos e ideas por
parte del sistema, no se nos permite elegir o asimilar si quiera nuestra propia existencia antes de su
manipulación. Por ejemplo, en mi caso donde estoy viviendo la finalización de mi adolescencia, logro
evidenciar como la sociedad ha prácticamente invadido todo el desarrollo crítico de mi pensamiento y
lo ha intercambiado por una ilusión de libertad. Es por ello por lo que, la confrontación directa hacia la
manipulación del sistema es la parte más fundamental de mi realización como profesional, pues en
ella se encuentra el verdadero rol que debo cumplir como comunicador social, que es la masificación
del conocimiento.

Y por conocimiento no me refiero únicamente a la reformación en la crianza y educación, sino a la


difusión de información real que permitan la evolución de tanto el individuo como de la comunidad.

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