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PRINCIPIO DE LEGALIDAD:
Artículo IV.- Principios del procedimiento administrativo (TUO DEL LPAG)
1.1. Principio de legalidad.- Las autoridades administrativas deben actuar con respeto a la
Constitución, la ley y al derecho, dentro de las facultades que le estén atribuidas y de acuerdo
con los fines para los que les fueron conferidas.
La potestad sancionadora de todas las entidades está regida adicionalmente por los siguientes
principios especiales:
1. Legalidad.- Sólo por norma con rango de ley cabe atribuir a las entidades la potestad
sancionadora y la consiguiente previsión de las consecuencias administrativas que a título de
sanción son posibles de aplicar a un administrado, las que en ningún caso habilitarán a disponer
la privación de libertad.
Explicación: solo la ley atribuye potestad sancionadora. La ley establece las consecuencias a
título de sanción.
Con la reserva de ley se trata de asegurar que la regulación de los ámbitos de libertad que
corresponden a los ciudadanos depende exclusivamente de la voluntad de sus representantes
[…]
El alcance de la reserva de ley no es tan riguroso como en el ámbito penal. […] la ley puede
hacer remisiones al reglamento siempre que en ella queden suficientemente determinados los
elementos esenciales de la conducta antijurídica
Normas sancionadoras en blanco. La reserva de ley tampoco impide que la norma de rango
legal tipifique como infracción el incumplimiento de otras normas de rango reglamentario. […]
La razón de su utilización, tanto en el ámbito penal como en el administrativo sancionador,
reside en la especial complejidad técnica de ciertas materias y su vinculación a una coyuntura
cambiante que las hace refractarias a un tratamiento legal exhaustivo.
[…]
Con acierto se señala que mientras los sujetos de Derecho privado, pueden hacer todo lo que n
está prohibido, los sujetos de Derecho público solo pueden hacer aquello que le sea
expresamente facultado. En otras palabras, no basta la simple relación de no contradicción. Se
exige, además, una relación de subordinación. O sea, que para la legitimidad de un acto
administrativo es insuficiente el hecho de no ser ofensivo a la ley. Debe ser realizado con base
en alguna norma permisiva que le sirva de fundamento. (p. 78)
[…]
El principio de legalidad se desdobla por otra parte, en tres elementos esenciales e indisolubles:
la legalidad formal, que exige el sometimiento al procedimiento y a las formas; la legalidad
sustantiva, referente al contenido de las materias que le son atribuidas, constitutivas de sus
propios límites de actuación; y la legalidad teleológica, que obliga al cumplimiento de los fines
que el legislador estableció, en forma tal que la actividad administrativa es una actividad
funcional. (p. 79)
Por el deber de legalidad no se agota con el cumplimiento de lo dispuesto por las normas
jurídicas jerárquicamente superiores a las administrativas, porque proyectándose más allá, la
doctrina también incluye en sus alcances a:
- La obligación de mantener respeto sobre ciertos tópicos que objetivamente solo pueden
ser normados por leyes y no por disposiciones administrativas o reglamentarias. Se trata de
la conocida reserva legal, que existe en favor de la función legislativa en materia de
limitación de derechos constitucionales, de régimen de infracciones y el régimen de
tributos.
- La regla menos conocida de la “inderogabilidad singular de las normas reglamentarias” (p.
80)
Nadie será procesado ni condenado por acto u omisión que al tiempo de cometerse no esté
previamente calificado en la ley, de manera expresa e inequívoca, como infracción punible; ni
sancionado con pena no prevista en la ley.
Explicación: Las conductas sancionables deben estar previstas expresamente en normas con
rango de ley. Tipificadas como tales. No cabe analogía ni interpretación extensiva.
No pueden establecerse obligaciones por tipificación que no hayan sido establecidas por
norma con rango de ley.
Las autoridades administrativas no deben tipificar infracciones con idéntico supuesto de hecho
y fundamento que infracciones penales o tipificadas en otras normas administrativas
sancionadoras.
Esta exigencia, que se conoce como garantía material del principio de legalidad y deriva del
artículo 25.1 CE, se traduce “en la imperiosa exigencia de predeterminación normativa de las
conductas ilícitas y las sanciones correspondientes de manera que la norma punitiva aplicable
permita predecir con suficiente grado de certeza las conductas que constituyen infracción y el
tipo y grado de sanción del que puede hacerse merecedor quien la cometa”(SSTC 42/1987,
219/1989, 93/1992, 100/2003, 229/2007, 104/2009, entre otras muchas).
Tiene un claro fundamento en la propia función motivadora de las normas sancionadoras, pues
no se puede evitar lo que no se puede conocer con un mínimo de certidumbre.
Por el primer elemento, la norma establece la garantía formal de la reserva en favor de las
normas con rango de ley para que sean las únicas que pueden calificar conductas sancionables
administrativamente, de tal suerte que se impida que tal función sea ocupada por normas
reglamentarias provenientes de la propia Administración Pública. Con esta reserva de ley se
busca garantizar legitimidad democrática al proceso de fijación de los ilícitos administrativo (a
través de su aprobación por los representantes directos de la ciudadanía, cumplimiento el
procedimiento público de debate parlamentario y respetando a las minorías de la sociedad),
pero a la vez, se intenta conectar a la Administración Pública única y exclusivamente a su rol de
inspector de la actividad sujeta a fiscalización, y, en su caso, instructor de los procesos
sancionadores y aplicador de sanciones de evidenciarse infracciones. La única excepción,
históricamente admitida, es la tipificación en materia sancionadora municipal que se regula por
ordenanzas, según lo reconoce el artículo 46° de la Ley N° 27972, Ley Orgánica de
Municipalidades.
Sin embargo, la última frase del primer párrafo del inciso comentado (“salvo los casos en que la
ley permita tipificar por vía reglamentaria”), debilita la fórmula del principio, al admitir que la
ley pueda habilitar la tipificación por vía reglamentaria. En ese sentido, tenemos como principio
a la reserva de ley, y como excepción, que la propia ley pueda -por consideraciones de
conveniencia administrativa o técnica jurídica- autorizar a la propia Administración Pública para
que por vía de reglamento ejecutivo pueda realizar la tipificación de los ilícitos respectivos. […]
No obstante, apreciamos que el segundo aspecto contenido en el principio, esto es, la exigencia
de la exhaustividad en la fórmula de tipificación, sí resultará aplicable a todas las posibilidades
de tipificación de ilícitos administrativos. Conforme a este aspecto, las conductas sancionables
administrativamente únicamente puedan ser las infracciones previstas expresamente mediante
la identificación cierta de aquello que se considera ilícito para los fines públicos de cada sector
estatal. En ese sentido, la norma legal debe describir específica y taxativamente todos los
elementos de la conducta sancionable, reduciendo la vaguedad del enunciado sancionable de
modo que tanto el administrado como la Administración Pública prevean con suficiente grado
de certeza (lex certa) lo que constituye el ilícito sancionable.
Más aún, la medida de esta suficiencia no estará en el criterio del legislador, sino en la
suficiencia que pueda tener el enunciado para un ciudadano con formación básica, como ha
sido esclarecido por nuestro Tribunal Constitucional. […]
Para los efectos prácticos, debemos tener en cuenta que este derecho tiene tres niveles
concurrentes de aplicación:
[…]
6.1. La motivación debe ser expresa, mediante una relación concreta y directa de los hechos
probados relevantes del caso específico, y la exposición de las razones jurídicas y normativas
que con referencia directa a los anteriores justifican el acto adoptado.
No precisan de motivación actos de mero trámite, actos que estiman lo pedido sin perjudicar a
nadie y cuando se emiten varios actos administrativos sustancialmente iguales.
14.2. Son actos administrativos afectados por vicios no trascendentes, los siguientes: 14.2.1. El
acto cuyo contenido sea impreciso o incongruente con las cuestiones surgidas en la
motivación. 14.2.2. El acto emitido con una motivación insuficiente o parcial.
JUAN CARLOS MORÓN | COMENTARIOS AL LPAG
Consiste en el derecho que tienen los administrados a que las decisiones de las autoridades
respecto a sus intereses y derechos hagan expresa consideración de los principales argumentos
jurídicos y de hecho, así como de las cuestiones propuestas por ello en tanto hubieren sido
pertinentes a la solución del caso. No significa que la Administración quede obligada a
considerar en sus decisiones todos los argumentos expuestos o desarrollados por los
administrado, sino solo aquellos cuya importancia y congruencia con la causa, tengan relación d
causalidad con el asunto y la decisión a emitirse. (p. 87)
Hay que precisar, en este punto y en línea de principio, que el habeas corpus no puede
reemplazar la actuación del juez ordinario en la valoración de los medios de prueba, actividad
que le corresponde de modo exclusivo a éste, sino de controlar el razonamiento o la carencia
de argumentos constitucionales; bien para respaldar el valor probatorio que se le confiere a
determinados hechos; bien tratándose de problemas de interpretación, para respaldar las
razones jurídicas que sustentan determinada comprensión del derecho aplicable al caso. Si el
control de la motivación interna permite identificar la falta de corrección lógica en la
argumentación del juez, el control en la justificación de las premisas posibilita identificar las
razones que sustentan las premisas en las que ha basado su argumento. El control de la
justificación externa del razonamiento resulta fundamental para apreciar la justicia y
razonabilidad de la decisión judicial en el Estado democrático, porque obliga al juez a ser
exhaustivo en la fundamentación de su decisión y a no dejarse persuadir por la simple lógica
formal.
a. Falta de motivación: […] este supuesto se refiere a aquellos casos en los cuales la
motivación de la resolución está totalmente ausente. […]
b. Motivación aparente: En este caso, también se vulnera el principio lógico de razón
suficiente aun cuando de manera más sutil, toda vez que lo argumentado no es, ni puede
ser, el sustento real de la decisión adoptada. Podemos afirmar que nos encontramos frente
a una “fachada” o “cascarón” colocado para cumplir con la formalidad y pretender
sostener que la decisión “tiene” motivación; sin embargo, de la lectura y análisis de la
misma se puede advertir que esta, en ningún caso, constituye la razón de lo resuelto. […]
c. Motivación defectuosa: se presenta en aquellos casos en los que formal o externamente
existe un texto redactado que pretende hacer de motivación; sin embargo, si se procede a
una lectura mínimamente cuidadosa es posible advertir que tal “motivación” es
intrínsecamente incorrecta, en tanto afecta los principios lógicos de identidad o
congruencia, no contradicción o de tercio excluido.
c.1. Respecto de la afectación al principio de identidad -que como sabemos implica que
“toda cosa es igual a sí misma” […], es de decirse que los cuestionamiento a la validez de
las decisiones judiciales invocando la vulneración a este principio sí son regularmente
admitidos por nuestros órganos jurisdiccionales en la medida que existen normas expresas
que lo regulan, concretamente los artículo 50 inciso 6, 122 inciso 3 y VII del Título
Preliminar del Código Procesal Civil peruano[: el principio de congruencia].
[...]
c.3. Por otro lado, se producirá una afectación al principio lógico de tercio excluido cuando
solo pueden existir dos decisiones válidas y excluyentes entre sí, sin que quepa la opción de
una alternativa distinta. Por ejemplo, se afectaría este principio en un proceso de nulidad
de una compraventa si se declara que el contrato es nulo, pero solo para el vendedor y no
para el comprador, a pesar de ser litisconsortes necesarios.
V. OTROS PRINCIPIOS:
Prohibición de analogía
Tomás Cano Campos
Culpabilidad
La exigencia de dolo o culpa: El derecho sancionador solo puede tratar de impedir las
lesiones o puestas en peligro de los bienes jurídicos prohibiendo conductas voluntarias
capaces de producir tales resultados de forma dolosa (por estar dirigidas a ello de
forma consciente) o imprudentes (por infringir las normas de cuidado). Se excluye así
la sanción por el resultado. […]
Proporcionalidad