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SALUD MENTAL: LA ANSIEDAD

Trastornos de ansiedad Emily iba de excursión con su perro cuando otro can la atacó y la mordió
en la muñeca. Estaba aterrada. La herida se infectó gravemente y le dolía mucho; requería
tratamiento médico. En otra ocasión, su hermana Marian, caminaba por el campo cuando tres
grandes y feroces perros la persiguieron. Uno comenzó a tirar de sus pantalones. El dueño de los
animales escuchó la conmoción e intervino antes de que resultara lastimada. Marian desarrolló
miedo por los perros, pero Emily, quien sufrió heridas, no lo hizo. (Mineka y Zinbarg, 2006, p. 10)

LA ANSIEDAD:

La ansiedad, un sentimiento de intranquilidad o aprensión, es una emoción humana básica que


fue reconocida desde hace cinco mil años. Es común experimentarla. De hecho, muchos
observadores la consideran una condición esencial de la existencia moderna. “Dosis razonables”
de ansiedad actúan como una protección para evitar que ignoremos el peligro, y parece tener
una función adaptativa, al producir reacciones corporales que nos preparan para “pelear o huir”.
Estas respuestas fisiológicas nos permiten hacer frente a situaciones potencialmente peligrosas.
En algunos casos, el miedo o la ansiedad pueden ocurrir aun cuando no haya peligro, lo que
resulta en un trastorno de ansiedad. Los síntomas de miedo o ansiedad se consideran un
trastorno sólo cuando interfieren con el funcionamiento diario de un individuo. Los términos
ansiedad y miedo a menudo son intercambiables, quizá porque ambos producen las mismas
respuestas fisiológicas. Sin embargo, la ansiedad es anticipatoria; el evento o situación temida
no ha ocurrido aún. El miedo es una emoción más intensa que un individuo siente cuando en
realidad enfrenta una situación amenazante. Si cual quiera de ellas, ansiedad o miedo, se
vuelven abrumadoras, puede ocurrir una crisis de angustia. Las crisis de angustia (o ataques de
pánico) son experimentadas como mie do intenso acompañado por síntomas como corazón
palpitante, temblores, dificultad para respirar o miedo de perder el control o morir.
a) Fobias
El término fobia proviene de la palabra griega miedo. Una fobia es un miedo intenso,
persistente e injustificado hacia algún objeto o alguna situación específica. Un individuo
con una fobia a menudo experimenta ansiedad o angustia extrema cuando se encuentra
con el estímulo fóbico. Los intentos por evitar el objeto o la situación interfieren de
manera notable con la vida del individuo. Los adultos con este trastorno se dan cuenta
de que su miedo es excesivo, aunque no es el caso de los niños. Casi todas las personas
con fobias también tienen trastornos de ansiedad, del estado de ánimo o por el uso de
sustancias.

Fobias sociales: En cualquier situación social, sentía miedo. Me ponía ansioso incluso
antes de dejar la casa, y esta sensación aumentaba al acercarme a la clase de la
universidad, la fiesta o lo que fuera. Cuando entraba a un cuarto lleno de gente me
sonrojaba y sentía que los ojos de todos se dirigían a mí. Me avergonzaba estar solo en
una esquina, pero no podía pensar en algo que decir... Era humillante... No podía esperar
para salir. (National Institute of Mental Health [Instituto Nacional de Salud Mental]
[NIMH], 2007a, p. 9

Una fobia social es un miedo intenso y excesivo de ser analizado en una o más
situaciones o en actos sociales. Algunas personas se sienten literalmente enfermas de
miedo cuando llevan a cabo actividades como comer en público, hacer fila en una
taquilla o caminar en un centro comercial. Los miedos más comunes que se han
observado en la fobia social incluyen hablar en público y conocer gente nueva (American
Psychiatric Association, 2000a). Los individuos con ansiedad social alta tienden a percibir
como negativas las emociones de otras personas hacia ellos (Winton, Clark y Edelmann,
1995), dedicarse a la autoobservación y el monitoreo negativo, y están atentos a
cualquier indicio de “amenazas” como señales de desaprobación o crítica (Harvey, Clark,
Ehlers y Rapee, 2000; Mogg, Philippot y Bradley, 2004). Las personas con fobias sociales,
igual que aquellas con otras fobias, en general se dan cuenta de que su conducta y
miedos son irracionales, pero este entendimiento no reduce la angustia que sienten.
Fobias específicas Una fobia específica es un miedo extremo a un objeto (como
serpientes) o situación (como estar en un lugar cerrado) específicos.
1. Animales (como arañas o serpientes).
2. Ambiental (como terremotos, truenos, agua).
3. Sangre-inyecciones-daño.
4. Situacional (incluye miedo a viajar en automóviles, aviones y elevadores o miedo a las
alturas, túneles y puentes).
5. Otros (evitación fóbica de situaciones que puedan llevar a la asfixia, el vómito o a
contraer una enfermedad).

Tratamiento de las fobias - Para todos los trastornos de ansiedad, primero es importante
descartar las posibles causas médicas o físicas de los síntomas de ansiedad como hiper o
hipotiroidismo, epilepsia del lóbulo temporal, asma, arritmias cardiacas, efectos de estimulantes
(por ejemplo, ingesta excesiva de cafeína) o abstinencia del alcohol (Katon, 2006). Las fobias
sociales y específicas se han tratado con éxito con los métodos conductuales y la medicación. En
algunos estudios, se han combinado los dos tipos de tratamientos, a pesar de que los resultados
de la combinación se han mezclado. Por ejemplo, se trató a individuos con fobia social
generalizada con terapia cognitivo conductual (TCC) o fluoxetina, o ambos, TCC y medicación. Los
resultados indicaron que ambos tratamientos eran igualmente eficaces y que la combinación no
produjo mejora en el resultado (Davidson et al., 2004).
Tratamientos bioquímicos. - Los tratamientos bioquímicos se recomiendan en base a la
perspectiva de que los trastornos de ansiedad implican anormalidades neurobiológicas que
pueden normalizarse con medicación. Se piensa que los neurotransmisores que se han
identificado de manera más común y que intervienen en las reacciones de ansiedad son la
norepinefrina, la serotonina y la dopamina. En general, los antidepresivos pueden ayudar no sólo
a reducir el miedo extremo sino también la depresión que a menudo acompaña a los trastornos
de ansiedad. Al tratar las fobias, numerosos medicamentos parecen ser eficaces. Para la fobia
social, las benzodiazepinas (una clase de ansiolítico) y los inhibidores selectivos de la recaptación
de serotonina (ISRS,) han mostrado “evi dencia preliminar de eficacia”, y las benzodiazepinas se
han usado con algún éxito al tratar fobias específicas, también (Lader y Bond, 1998). Como sucede
con casi todos los medicamentos, puede haber efectos secundarios o negativos. Las
benzodiazepinas pueden producir dependencia, síntomas de abstinencia y reacciones paradójicas
como aumento del habla, movimiento excesivo e incluso hostilidad e ira (Mancuso, Tanzi y Gabay,
2004). Además, los síntomas suelen repetirse si el paciente deja de consumir el medicamento
(Sundel y Sundel, 1998).
Tratamientos conductuales Las fobias también se han tratado exitosamente con una variedad de
enfoques conductuales. Éstos incluyen: Terapia de exposición: introducir gradualmente al
individuo a la situación u objeto temido hasta que el miedo se disipe. Desensibilización
sistemática: similar a la exposición, pero con una respuesta adicional, como la relajación, para
combatir la ansiedad. Reestructuración cognitiva: identificar pensamientos irracionales o que
provoquen ansiedad asociados con la fobia y cambiarlos. Terapia de modelamiento: demostración
de las interacciones exitosas de otra persona con el objeto o situación temidos. Casi todos los
tratamientos conductuales combinan varias técnicas.
b) Trastorno de angustia y agorafobia
A los 38 años, Eve Robinson, de Oakland, estaba segura de que se volvía loca. Una tarde,
mientras conducía por la autopista, de pronto se dio cuenta de que no podía tragar. Por el pánico,
se orilló para calmarse y lentamente regresó a casa, jurando no utilizar la autopista otra vez.
Pocos meses después, su corazón empezó a latir muy fuerte conforme abordaba un avión para
regresar a casa después de la boda de su hermana, en Los Ángeles. Convencida de que iba a
morir, rogó al aeromozo que la sacara y cuando éste se negó ella le apretó el cuello con sus
manos… Eve pronto tocó fondo cuando se encontró tan miedosa de tener más crisis que fue
incapaz de dejar su casa por cuatro meses. (Cash, 1998, p. 34)

Antes definimos las crisis de angustia como un miedo intenso


acompañado de síntomas como rápidas palpitaciones,
temblores, dificultad para respirar o miedo de perder el
con trol o morir. De acuerdo con el DSM-IV-TR, un
diagnóstico de trastorno de angustia incluye crisis de angustia
recurrentes e inesperadas y al menos un mes de aprensión por
tener otra de ellas o de preocupación por sus consecuencias.
Los individuos con trastorno de angustia dicen que sufren
intensas crisis de angustia, que en general llegan al nivel
máximo en 10 minutos o menos, alternando con periodos de
menos ansiedad, durante los que se sienten aprensivos por
tener otra crisis. Éstas son especialmente temidas porque a
menudo ocurren de manera imprevisible y sin aviso. Las crisis de angustia empiezan en la
adolescencia tardía o en la edad adulta temprana (NIMH, 2007a). Durante las crisis, las personas
informan diversos síntomas físicos, como falta de aire, sudoración, asfixia, náusea y
palpitaciones. Muchos acuden a salas de urgencia con quejas de dolor en el pecho (Fleet et al.,
2003). Las personas con trastorno de angustia a menudo tienen trastornos comórbidos que
involucran otras condiciones de ansiedad o perturbaciones del estado de ánimo.

Tratamiento del trastorno de angustia

Tratamiento bioquímico. - Numerosas clases distintas de medicamentos se han utilizado con


éxito para tratar el trastorno de angustia. Se han usado las benzodiazepinas; sin embargo, han
mostrado ser menos eficaces con trastornos de angustia que con otros trastornos de ansiedad
(Roy-Byrne et al., 2006). El trastorno de angustia también se ha tratado de manera óptima con
antidepresivos tricíclicos (ATC) e ISRS; los antidepresivos antiguos, los ATC, son eficaces pero
tienen más efectos secundarios que los ISRS (Marcus et al., 2007). En general los medicamentos
tardan de cuatro a ocho semanas para volverse eficaces por completo, y algunos pacientes
pueden tener al inicio más crisis de angustia de las habituales durante las primeras semanas. La
tasa de recaída después de la suspensión de la terapia de medicamentos es alta, en especial
entre clientes que creen que la remisión de los síntomas se debió al medicamento (Biondi et al.,
2003)

Tratamiento conductual Los tratamientos cognitivo-conductuales, incluyendo la terapia


individual y la terapia de grupo), han sido exitosos en el control de los trastornos de angustia. El
tratamiento cognitivo-conductual implica la extinción del miedo asociado tanto con sensaciones
corporales internas (ritmo cardiaco, sudoración, mareo, falta de aire y más) y situaciones
ambientales asociadas con miedo, como estar en muchedumbres o en áreas desconocidas. Los
pensamientos catastróficos también se identifican y cambian con información correctiva
(Hoffman et al., 2007). En general, el tratamiento cognitivo-conductual para el trastorno de
angustia consta de los siguientes pasos (Hicks et al., 2005; Roy-Byrne et al., 2006; Taylor et al.,
1996):
1. Educar al cliente acerca del trastorno de angustia y corregir sus ideas falsas respecto a los
síntomas.
2. Identificar y corregir el pensamiento catastrófico (por ejemplo, el terapeuta puede comentar,
“Tal vez atribuyes peligro a lo que ocurre en tu cuerpo” o “Una crisis de angustia no detendrá tu
respiración”).
3. Enseñar al cliente a autoinducir síntomas psicológicos asociados con la angustia (utilizar
hiperventilación, respiración con un popote, spinning, ejercicio vigoroso, entre otras técnicas)
para permitir la extinción de reacciones de angustia en respuesta a las señales o sensaciones
corporales.
4. Animarlo a enfrentar los síntomas, tanto en la sesión como en el mundo exterior, con
declaraciones como “Permite a tu cuerpo que tenga sus reacciones y deja que éstas pasen”.
5. Proveerle declaraciones de afrontamiento como “Este sentimiento no es placentero, pero
puedo enfrentarlo”.
6. Enseñarle a identificar los antecedentes de la angustia: “¿En qué circunstancias de estrés
está?”.
7. Animarlo a usar estrategias cognitivas para combatir el pensamiento catastrófico asociado
con las crisis de angustia.

C) Trastorno obsesivo- compulsivo


Lavar mi cabello tomaría cerca de una hora. Lavaría la parte de atrás de mi cabello, los lados de
mi cabello, el frente de mi cabello, la parte de arriba de mi cabello. Para lavar mi frente tallaría
unas 60 veces; nunca sería 61. Para los brazos empezaría con los hombros, y los tallaría hasta el
punto en que lo hacía tan fuerte en mi clavícula y omóplatos que casi sentía que el hueso perforaba
la piel y tocaba el jabón. (Strobeck, 2002, p. 79.)

El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) se caracteriza por


obsesiones (pensamientos o imágenes intrusivos y repetitivos
que producen ansiedad) o compulsiones (la necesidad de
realizar actos o insistir en ciertos pensamientos para reducir
la ansiedad). Aunque las obsesiones y compulsiones pueden
ocurrir por separado, con frecuencia ocurren juntas. La
mayoría de los individuos con el TOC tienen obsesiones y
compulsiones conductuales o mentales (Foa y Kozak, 1995;
Freeston y Ladouceur, 1997). Los individuos con trastorno
obsesivo-compulsivo a menudo describen los pensamientos y
acciones como distintos de lo que esperarían tener y no bajo
el control voluntario. La incapacidad para resistir o deshacerse
de los pensamientos incontrolables, ajenos y a menudo inaceptables, o abstenerse de realizar
actos rituales una y otra vez despierta una ansiedad intensa. En general, se reconoce que estos
pensamientos e impulsos son irracionales, aunque una minoría de individuos con el TOC no
percibe que estos síntomas no tienen sentido (Catapano et al., 2001). Los individuos con trastorno
obsesivo-compulsivo informan que su problema interfiere con su trabajo, escuela, roles
domésticos y relaciones interpersonales (Koran, Thienemann y Davenport, 1996)

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