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«La fiesta reúne hombres que el consumo de la ofrenda contagiosa (la comunión) abre a un
abrasamiento. En la fiesta, los hombres ofrecen a la divinidad lo de sí, para aquella trascendencia, es
decir, para lo sagrado. La fiesta es la fusión de la vida humana. Por ello, ofrece cosas, es decir,
espíritus, a los que se les atribuye poderes operativos en favor de los seres contingentes».
«La fiesta es soportada en la medida que reserva las necesidades del mundo profano. Por
tanto, la fiesta es la fusión de la vida humana».
«El sacrificio es la destrucción de la víctima, destruye los lazos de subordinación reales de
un objeto, arrebata a la víctima del mundo de la utilidad y la devuelve al del capricho ininteligible.
Cuando el animal ofrecido entra en el círculo en el que el sacerdote le inmolará, pasa del mundo de
las cosas que le son desconocidas».
Por tanto, queda decir que, la religión no satisface el deseo de trascendencia sino el de
fiesta. Es necesario entender primero al individuo que a la religión. De esto se desprende que el
sacrificio no sea un sinónimo de dolor, sino de hacer, es decir, significa hacer sagrado algo. El
sacrificio implica la donación de la cosa, hacer un regalo y este regalo a su vez, tiene que ser
separado del resto y esto que se separa debe ser consumido para que sea digno de ofrenda.
Finalmente, este sacrificio se consume en un ambiente de fiesta. En todo sacrificio la fiesta
juega un papel de suma importancia. Por ello, todo lo religioso se mueve en un ambiente separado.
Se dio por finalizada la sesión. Para la próxima sesión tendremos la primera evoluación.