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LAS CARTAS DE | JOSE ARREGI para creyentes del siglo XXI 1) Coleccion feadulta.com LAS CARTAS DE JOSE ARREGI para creyentes del siglo XXI O Coleccién feadulta.com De venta en librerias o en Internet: www.feadulta.com También disponible en formato e-book Reservados todos los derechos © Ediciones feadulta.com © José Arregi Olaizola Las Rozas de Madrid, octubre 2010 ISBN libro en papel: 978-84-847631-015-1 ISBN ebook: 978-847631-011-3 : Depédsito legal: SE-6610-2010 Impreso en Publidisa Impreso en Espafia SOBRE ESTAS PAGINAS Amiga lectora, amigo lector: Nada sé de ti mas que lo esencial: que eres y vives, en algu- na pequefia porcién de tierra bendita, con tu lote indescifra- ble de penas y alegrias que sdio son tuyas, pero que todos compartimos. Somos hermanos, habitamos la misma peque- fia Tierra, el mismo inmenso Cosmos. Te bendigo cuanto puedo. Tampoco sé cémo presentarte estas sencillas paginas, ni qué decirte de ellas, pero lo Unico que ellas quisieran decirte de verdad es bien simple: “iJests te bendice y te ofrece su santa paz! iQue tengas mucha paz, amiga, amigo!”. Los textos que tienes en tus manos nunca tuvieron intencion alguna de verse vertidas en papel y menos aun reunidas en forma de libro. Fueron naciendo cada jueves como “cartas", a la buena de Dios, sin orden y sin plan trazado, como golon- drinas que vuelan libres en torno a las cornisas de un san- tuario. Cada jueves echaron a volar a través del invisible espacio de Internet, esa red misteriosa, intangible, sacra- mento del Espiritu que sopla donde quiere. Volaron, como se debe, sin duefio ni control. Pero un dia reparé en ellas Rafa- el Calvo, un cristiano buscador y emprendedor, generosa- mente empefiado en construir un nuevo paradigma teoldgi- co para los creyentes del siglo XXI, una nueva gramatica, llena de colores como la pagina que coordina, www.feadul- ta.com. El pensé que estas meditaciones errantes podian ser 5 de utilidad para su encomiable propésito y él las ha reunido y ordenado. iGracias, amigo Rafael! Estas “cartas” —independientes en su origen y siempre cir- cunstanciales— desean, eso si, plasmar una mirada creyen- te y compasiva a la realidad en su conjunto, aquella mirada de los ojos que !levamos “en las entrafias dibujados”, la misma mirada llena de ternura con que somos mirados por Dios desde el corazén de todos los seres. Estas “cartas” quie- ren también, por esa misma razon, releer los venerables dogmas y las viejas creencias desde la compasion y Ia liber- tad, sin eludir el riesgo ni, en su caso, el error. Cada mafiana, cuando abrimos la ventana, se alza el mundo ante nosotros como un inmenso milagro y una inmensa comu- nion de vida, de tribulaciones y alegrias. Todos los seres pal- pitan, nos miran, nos hablan. Convivimos. No estamos solos. Habitamos un mundo fleno de dolencias y deseos, de miradas conmovidas y de palabras azoradas. Los ojos se encuentran y conciben la palabra. El coraz6n y fos labios balbucean: “En el nombre del Padre y del Hijo y de la santa Ruah”. En El/Ella vivimos, en El/Ella nos movemos. Todo camina en el mundo y desde el lugar a donde llega vuelve a caminar. Y en este camino universal se funden las fronteras entre la salida y la meta, pues Dios nos acompajia en todo como Jestis a los discipulos desengafiados camino de Emats, como la Shekina al pueblo errante camino de la Tierra Prometida. Jesus te dice: “No tengas miedo. No pierdas la paz”. José Arregi Arroa Behea, en la fiesta de san Francisco de Asis, 4 de octubre de 2010 I AL ENCUENTRO DE JESUS PARA CONOCER A JESUS Queridos amigos: Conocer no es Unicamente “saber”, si este saber significa solamente “tener conocimientos”. El prefijo co (con) evoca relacion, intimidad, trato. éCémo conocer a alguien —como conocer a Jestis— si no es a través de la relacion y el trato? Si al conocer le privamos del co, nos quedamos sélo con la gnosis, convertimos a Jesus en objeto. No es que debamos desdefiar el término gnosis —me apasionan los escritos gnoésticos, y los evangelios gndésticos son especialmente fas- cinantes—: la verdadera gnosis, como el verdadero conoci- miento, nos adentra en la realidad profunda del yo que me transciende, en la realidad profunda del otro que me trans- forma. Conocer es el conocimiento verdadero hecho de contacto, comunién y compafia. Y ése es también el auténtico saber, que no consiste meramente en tener informacién sobre algo, sino en probar su gusto mas profundo, el sabroso sabor del ser y de la vida que nos procura la sabiduria de los sabios. Asi es como quiero conocer a Jestis y saberle, de modo que mi vida sepa mas a Jesus y Jestis me sepa enteramente a Dios. Hasta que todas las criaturas podamos comer y sabo- rear del arbol de la vida. Entonces conoceremos de verdad, pues conocer sera vivir. Mientras tanto, para conocer a Jestis, es importante mirar primero a la tierra de la que es hijo. Jesus es un trozo de esta Tierra Santa que es toda la tierra. No es un meteorito caido del cielo. Es fruto de una pequefia franja de tierra atormentada, dis- putada, mil veces conquistada y reconquistada, como tantas tierras. Una tierra llamada Canaan, Israel y Palestina, Una tierra en la que —dicen nuestros Atlas— confluyen Asia, Afri- ca y Europa, pero Dios no hizo esas fronteras, han nacido de nuestras guerras, como todas las fronteras. Una tierra de paso de muchas caravanas y ejércitos, de muchos peregri- nos y emigrantes. Para conocer a Jesus, es igualmente importante mirar de cerca el tiempo del que es hijo, pues todos somos hijos de nuestro tiempo y Jests también lo es. Todos los tiempos son tiempos de Dios, pero ningUn tiempo lo abarca, tampoco el de Jesus. Un tiempo, el de Jestis, comprendido en una época de san- gre y lagrimas que va desde Daniel y la guerra de los Maca- beos (160 a.C.) hasta la Ultima rebelién judia de Bar Kokba y el ultimo aplastamiento de los judios, el definitivo (130 d.C.), después del cual los judios ya no pudieron ni siquiera habitar en Jerusalén y ésta paso a llamarse Aelia Capitolina. Un tiempo de tensa calma politica y de gran sufrimiento social, de grave empobrecimiento de los campesinos galileos obliga- dos por los impuestos o bien a endeudarse o bien a enajenar- se de su parcelita de tierra sagrada. Un tiempo en que se iba agudizando la fragmentacion cultural, religiosa, politica y eco- nomica de la sociedad judia. Un tiempo en que los caminos se iban poblando de mendigos y enfermos en busca de dignidad y compasién. Un tiempo a punto de explotar. 10 éComo el nuestro? Sélo podemos conocer bien a Jestis desde las preguntas de hoy. Pero ées que las preguntas de hoy no son acaso las preguntas de siempre? Si y no. Si, en cuanto que son preguntas por aquello que nos hace gozar y sufrir, las preguntas por la belleza y las heridas, las preguntas por la vida y la muerte. Y no, en cuanto que las preguntas de hoy son Unicas y peculiares, como la vida y la muerte, como el cuerpo, la mirada y la palabra. Preguntamos por Jess hoy, desde este mundo dolorido, desigualmente (no fraternal-sororalmente) globalizado, mas complejo y perplejo que nunca. Un mundo con mas ciencia y mas incertidumbre, con mas medios y mas amenazas que nunca. Preguntamos por Jestis desde nuestro mundo en metamor- fosis cultural y religiosa, si, también en metamorfosis reli- giosa por la accién del Espiritu. Preguntamos por Jesus desde nuestro mundo y nuestra Iglesia de hoy, discutida y discutible, tentada de erigirse como sistema autoritario, en vez de ser comunidad de hermanos, compaiiera de camino y de busqueda. Nos preguntamos: * écémo fue la mirada de Jesus entonces y como seria hoy? e équé anuncié a su tiempo y qué anunciaria en el nuestro? * équé opciones hizo en su mundo y cuales haria en el nuestro? ¢ équé actitud adoptd frente al sistema religioso judio y qué actitud adoptaria frente al sistema religioso cris- tiano? di « écémo crey6, confid, esperdé en Dios y como lo haria hoy? « éhablarfa tanto como nosotros hablamos de la moral sexual, él que se puso del lado de las prostitutas y no conden a la adultera? « édefenderia tanto el modelo tradicional de la familia, él que lo rompid? ¢ édenunciaria tanto el “relativismo” moral y filosofico, 0 mas bien el monopolio de la verdad, de la informa- cién y de los bienes? * écémo anunciaria que sdlo Dios es rey y que lo es en favor de los ultimos en un mundo como el nuestro en que los paises “cristianos” ejercen el imperio del poder y de Mamén? « équé diria de los emigrantes, él que fue emigrante y que lo seguira siendo mientras haya fronteras? Para conocer a Jesus, es preciso saber preguntar. Y aceptar, sin embargo, que nadie es duefio de las respuestas, y que ninguna respuesta es ultima. Aceptar incluso que nadie es tan siquiera duefio de las preguntas, lo que hace nuestra palabra aun mas perpleja. Que nadie pretenda tener la respuesta ni conocer la Unica formula pertinente de la pregunta. Que la modestia y la tole- rancia crezcan al menos tanto como la perplejidad. Y que nadie desista de seguir preguntando, cada uno con su com- pasion y sus palabras: écudles son las heridas del mundo de hoy y cual seria el remedio de Jestis? 12 SI LA NAVIDAD TE ENTRISTECE Hola, amigas y amigos: Navidad. Yo quisiera que esta palabra te alegrara como a un nifio. O como el angel alegré de noche y al raso a unos Pobres pastores, 0 como la estrella alegr6 a unos sabios zoroastrianos que adoraban al Dios verdadero y por eso lo seguian buscan- do en las sefiales del cielo y de la tierra. iOjala te alegres! Pero el hecho es que hay mucha gente —hombres y mujeres nor- males, creyentes lo mismo que increyentes— a los que la Navidad deprime, y tal vez tu eres uno de ellos, y a ti me quie- ro dirigir sobre todo. Estoy seguro de que no es la Navidad de Jesus la que te pone triste: él no puede afligir a nadie. No te faltan razones para estar triste. Miras al mundo con los ojos abiertos, ves por ejemplo el alborozo del ambiente —auténtico o fingido, ver- dadero o falso, no es el caso de discernir— y se acentuan por contraste tus miedos y angustias; 0 la alegria ajena, en vez de alegrarte, reaviva el sentimiento de tus ausencias y sole- dades; 0 el dispendio propio y ajeno ahonda tu ansiedad insatisfecha; 0 los villancicos y el “iFeliz Navidad!” que nacie- ron del puro gozo de Dios evocan tus vacios y te hieren el alma; 0 las luces que decoran los arboles oscurecen atin mas tu noche —por lo demas, élos arboles iluminados son acasO mas bonitos que las ramas oscuras?—. Sea como fuere, la Navidad te pone triste. No te avergiien- ces de ninguna tristeza. Eres tu, es tu carne herida, es nues~ 13 tra carne comtn herida. No reprimas tu angustia, no te fuer- ces a la alegria. Pero trata de escuchar, por favor: “La Pala- bra se hizo Carne”. Una carne como la tuya, con sus deseos y suefios, con sus miedos y penas. Una carne caduca y fra- gil, una carne indigente y sensible. Carne de mundo, carne humana, carne de Jestis, carne de Dios. Dios en nuestra carne comun. La palabra se hizo carne. Es maravilloso que exista la palabra, que haya letras, nom- bres y verbos, con los que entendemos el mundo sin acabar de comprender su misterio, con los que nos decimos la rea- lidad sin agotarla nunca. La palabra es siempre palabra de Dios. Pero la palabra de Dios se hizo carne en Jesus, se hizo carne de mundo desde antes del tiempo y seguira siendo eternamente carne nuestra. Y esperamos —équé seria la vida sin esta esperanza oscura?, épara qué es la religién sino para sostener la confianza?—, esperamos un mundo sin tristeza. éQué seria el mundo sin el Adviento en su seno? Amiga, amigo: mas alla de todo el arti- ficio deprimente de la Navidad, te invito a no desesperar de tu carne y del mundo, pues fue carne de JesUs y es carne de Dios. La liturgia cristiana, desde muy antiguo, destacd la semana que precede a la Navidad, unas bellas antifonas latinas que empiezan con una “O” de admiracion y suplica. Es la semana de la “O”. Como Maria de Nazaret, “la Virgen de la O” 0 “de la buena Esperanza”, dejaremos cada dia que estas antifonas suban y nos eleven desde el fondo de nuestros pesares: iOh Sabiduria y Sabor de la vida, presencia suave y fuerte de Dios en la entrafia del mundo! iOh Adonai liberador, zarza ardiente que abrasa y cura nuestras heridas! 14 iOh Raiz del arbol de la historia, de la que vuelve a retofiar la esperanza cansada! iOh Llave oculta que todo lo abres y a todos te abres, sin que nadie te posea! iOh Sol, luz amiga en nuestras muertes y som- , bras! iOh Deseado de los pueblos olvidados antes y después de /a crisis financiera, pueblos de nuestra misma arcilla! iOh Enmanuel, Dios con nosotros para siempre, aliento secreto en el corazén de todas las criatu- ras! No te aflijas porque la Navidad te ponga triste. Acércate humildemente al pesebre de Jestis, toma y besa su carne que es la tuya, desahoga tus penas y las del mundo entero que son las suyas, que son las de Dios. Y deja que Dios te diga: “Yo nazco en tu corazon triste. Y estaré triste contigo, hasta que juntos salgamos de toda tristeza, hasta que jun- tos consolemos todas las lagrimas. No temas. Nunca os deja- ré”, 15 QUIERO CELEBRAR LA NAVIDAD Querida amiga, amigo: No sé si has puesto ya un Belén en tu casa, no sé si esperas que un angel te visite, que una estrella te guie, que un nifio te bendiga. No sé si estos dias te alegran o te entristecen. Sé muy bien que todo es inseguro y ambiguo, también en Navi- dad, mas en Navidad. Pero déjame que te diga con toda sen- cillez: yo quiero celebrar la Navidad de Jesus. Yo sé que no se conoce el dia en que nacié Jests. No tene- mos ninguna razén para pensar que fuera un 25 de diciem- bre, pero ése es el dia en que el sol vuelve a ascender, la noche empieza a decrecer, el dia vuelve a crecer. Y tuvieron raz6n los celtas y los romanos y todas las viejas culturas para festejar en ese dia el sol, el dia, la vida. Y tuvieron razon los cristianos para celebrar en ese dia el nacimiento de Jestis, pues él les alumbraba el dia y les calentaba la vida. —s verdad, sin embargo, que cuando el sol asciende en el Norte desciende en el Sur, y que cuanto mas crece el dia en el Norte mas crece la noche en el Sur, y a uno le asalta la terrible pregunta de si no habremos construido milenaria- mente un cristianismo desde el Norte y para el Norte o inclu- so contra el Sur... Pero quiero celebrar la Navidad y dejar que un nifio en un pesebre transforme los puntos cardinales de mi geografia y de mi religion. 16 Yo sé que Jestis, muy probablemente, no nacié en Belén, sino en Nazaret, pero iqué importa!, yo llamo “Belén” (“Casa del pan” o “Casa del Dios pan”) a ese pesebre bendito y a todos los pobres pesebres donde sigue naciendo Jesus, y quiero que mis labios se relaman cuando pronuncian “Belén”, “Betlehem”, como le sucedia al hermano Francisco en la Nochebuena de Greccio, y que las palabras vuelvan a ser milagrosas y nuevas. Yo sé que en Belén no hubo coros de angeles, ni estrellas, ni magos, pero quiero volver a leer como por vez primera esos bellos relatos del evangelio, y quiero abrir mis oidos y escu- char cémo un innumerable coro de angeles sigue anuncian- do la paz en la tierra para todas las criaturas. Y quiero mirar con los ojos muy abiertos para ver una gran estrella en el corazon de todos los seres humanos, porque Dios los ama, porque el Amor existe. Y quiero sumarme a esa ronda de pastores en medio de la noche, camino de Belén, en busca de pan y de consuelo. Yo admito sin reparos que Jesus no fue el Unico hijo de Maria y de José, sino el primero de muchos hijos de aquella pare- ja joven y pobre, y que Maria lo dio a luz entre dolor y san- gre como todas las madres, y que José se sintid aturdido como todos los padres, y que hubo lagrimas y alegria, y que No todas las lagrimas fueron de alegria. Yo quiero estar muy cerca de José y Maria, y quererlos mas, y quiero mirar a Jesus como unico, como todos los padres miran a cada uno de sus hijos, como todos los amantes miran a los amados, como Dios nos mira asi a todos y habi- ta en cada uno de manera Unica y plena. Quiero mirar los Pequefios ojos de Jesus, y mirar en sus ojos el universo inmenso, y dejarme mirar en sus ojos por la Infinita Ternura de Dios. 17 Yo admito gustosamente que Dios —el Misterio Infinito de bondad y de belleza al que no sabemos cémo llamar, del que no sabemos cémo hablar— se oculta y se encarna eterna- mente, universalmente, en la belleza y en la bondad de todos los seres, pero yo quiero mirar y celebrar todo el Mis- terio en la carne de Jesus, en la fragilidad y en la indigencia del nifio Jesus, en ta libertad y en la compasién del hombre Jesus, y quiero que mis ojos se iluminen y mi corazén se conmueva, porque no sdlo de accidn y de pan puedo vivir. Yo sé que la Navidad esta Ilena de contradicciones, y que es para muchos un tiempo triste, triste hasta la angustia, triste hasta el suicidio. También a mi me resultan tristes las luces, los adornos, los villancicos en las agitadas aglomeraciones de los supermercados. Y sera triste para muchos el 7 de enero, cuando apaguen las luces, retiren los Arboles, callen los villancicos, vuelva la vida con su animo incierto. Pero quiero celebrar la Navidad por eso mismo, y sentirme pequefio y en paz ante Jesus, y volver a creer en la bondad de los corazones y de todos los seres, en la paz mas alla de todas las contradicciones. Quiero rezar ante el nifio de Belén: “Que en sus dias florezca la justicia y la paz abunde eterna- mente”. En sus dias, en mis dias. Yo sé cuanto nos duele el mundo, cudnto nos duele la Igle- sia, cuanto nos duele el alma, el ser como somos, tan estre- chos, tan carentes, tan cerrados. Pero no quiero dejar de celebrar la Navidad por eso, sino que también por eso quie- ro celebrarla, y dejarme acoger en la anchura de ese estre- cho pesebre, en la anchura divina de esa carne humana, tan divinamente humana. Ante el Belén del nifio Jesus, quiero ponerme en pie y ben- decir, quiero sentarme y respirar, quiero postrarme y adorar. 18 Quiero adorar a Jesus y adorar a todos los seres, desde el bosén del atomo a las inmensas nebulosas de galaxias. Amiga, amigo: si quieres, ti también puedes celebrar la Navidad siendo como eres, siendo quien eres y no otro ni mejor, pues el Infinito de Dios esta eternamente encarnado en tu estrecha finitud. Eres poca cosa, pero tal vez no apre- cias todo lo que eres. Dios te dice: "No temas, gusanillo de Jacob, pobre oruga de Israel” (Is 14,14). Tu también eres de alguna forma Todo. También tu eres seno del Eterno. Tam- bién en ti quiere y puede encarnarse Dios como en el vien- tre de Maria. Dios quiere tener quien ame, quien se ame, quien le ame, quien le encarne. Cree en ti, quiérete y ama. Celebra la Navidad. 19 3ESOS, MARIA Y EL ESPiRITU Amigos, amigas Cualquier fecha es buena ocasién para meditar con el cora- z6n y la mente, para “reflexionar” o reflejar (mi paisano San Ignacio dice “reflectir”) en nuestra mente y para “recordar” o traer el corazén algunos “articulos” del Credo. “Creo en Jesucristo”, “su Unico Hijo, nuestro Sefior”, “que fue concebido por obra del Espiritu Santo”, “que nacié de Santa Maria Virgen”. Que nuestra mente y nuestro corazon se gocen. Creo en Jesucristo Creo en Jestis, pues Jesus significa “Yahvé ayuda” y ahi, en su nombre propio, se contiene ya la entrafia toda de la fe. Jestis es sacramento de Dios que se acerca y ayuda, se incli- na y socorre, se abaja y cura. “Dios ayuda”: épara qué hace falta mas cristologia? Creer en Jesus significa acoger y vivir el socorro de Dios a cada herido, y también a mi con todas mis heridas. En eso consiste creer como él, y es lo mismo quecreer en él, o tam- bién que ser como él, pues de ser se trata en la fe de nues- tro Credo. 20 Creo en Jesus, en su nombre propio, en su historia Unica, en su humanidad radical que, como toda verdadera humanidad, esta sustentada por Dios y, mas atin, sustanciada en Dios en lo mas profundo. Creo en su historia de compasi6n y solidaridad que encarna la compasion y la solidaridad de Dios. Creo en su humanidad, toda ella convertida en sacramento de Dios, pues nada hay mas humano que Dios y nada mas divino que !a humanidad samaritana. Creo en Jesus Cristo, imagen crucificada de todas las espe- ranzas de todas las criaturas. “éEres tu el que tenia que venir o hemos de esperar a otro?” (Lc 7,19). Observemos su vida y lo sabremos. Jestis fue sensible y estuvo atento a la situacién limite de los campesinos de Gali- lea arruinados por los tributos, despojados de las tierras de sus padres debido al peso de las deudas. El se puso de su lado y del lado de los enfermos, de las pros- titutas y de todos los despreciados. Y les infundié el inmen- so alivio de una certeza mas poderosa que todo el sistema: la certeza de que Dios estaba de su lado y no estaban solos. Por eso le llamamos Cristo. Creo en Jesus el Cristo cuya vida, desde el fondo de la tierra y desde Dios, sigue anunciando que ninguna criatura esta nunca sola, nunca esta abandonada. Aunque tu esperanza se halle arruinada y por los suelos, no estas solo. Dios esta contigo como estuvo Jesus con todos, empezando por el ultimo. iOjala lo supiéramos ver cada vez que nuestros ojos no sopor- tan nuestra propia penuria y la desgracia del mundo! iY ojala 21 supiéramos ser, como Jesus el Cristo, compafiia y compasién de Dios para los perdidos! El mundo entonces estaria salvado. Su dnico Hijo, nuestro Sefior Creo en Jesus, el Hijo unico. El que se supo plenamente amado, fundado, afirmado, enviado y sostenido por Dios en todo momento. El que impregno su profecia y su rebeldia en la ternura de Dios. Le llamamos “hijo unico” porque en él confesamos la filiacién plena, pero la confesamos como don y como vocacién uni- versal, es decir, como filiacién que todos hemos recibido y a la que todos estamos Ilamados. En él reconocemos, a menudo sdlo a tientas, que cada uno somos para Dios un hijo tinico, una hija Unica. En él nos per- cibimos, aunque sdlo sea a oscuras, como hijos e hijas amo- rosamente engendradas, pacientemente gestadas, incondi- cionalmente amadas. Con él aprendemos a llamar a Dios con infinita confianza y humildad: iAbbd! El nos llama a querernos como somos y a amar a todas las criaturas, nuestras hermanas, como son, con respeto y cortesia, y a reconocer en ellas la misma dig- nidad de Dios. Creo en Jesus, nuestro Sefior, no el que nos somete, sino el que nos hace libres de todos los sefiores, de todos los pode- res, de todos los temores que nos amenazan y encogen. Pues para que seamos libres nos ha liberado Cristo (Gal 5,1). Es el Sefior que lava los pies y sirve a la mesa y nos impone el unico mandato del amor feliz de si y del amor servicial mutuo. 22 Es el Sefior que nos devuelve la confianza en nosotros mis- mos, asi como la confianza en el mundo de hoy con toda su complejidad, con toda su vulnerabilidad. Es el Sefior que apoya todo lo que en nosotros es fragil y esta caido, y alienta la rebeldia contra todos los poderes que mantienen atenazados a los pobres del planeta. Fue concebido por obra del Espiritu Santo Jestis fue un carismatico, un hombre inspirado y libre, ima- ginativo y renovador, pacifico y subversivo. Y no escatimd ningun compromiso ni rehuy6 ningdin peligro, pero una paz profunda le habitaba por dentro, una paz tan profunda como su confianza en Dios. Se dio del todo, porque se sabia en buenas manos y no temia perderlo todo. éQué se puede decir de un hombre asi? Que el Espiritu de Dios le inspira, le habita, le mueve. Por eso dice el Evangelio y ratifica el Credo que Jesus “fue concebido por el Espiritu Santo”. No hay por qué entenderlo en primer lugar en un sentido bio- légico, en el sentido de que el Espiritu realice en Maria las veces de San José. Y no hay por qué entenderlo en un sentido cronoldégico, como si el Espiritu Santo hubiera concebido el “ser entero” filial de Jesus en un momento puntual del tiempo. El Espiritu lo fue concibiendo en todo su ser a lo largo de toda su vida. Reconocemos la presencia creadora y pacifica del Espiritu en todos los seres, y en la bondad y en la alegria de los seres humanos en particular. Y en la bondad feliz y liberadora de Jestis reconocemos los cristianos la presencia plena y vital del Espiritu de Dios. 23 Jestis es el hombre del Espiritu por antonomasia. El Espiritu de Dios es la raiz de su ser, de su vida reconciliada y mesia- nica, sanadora y consoladora. Esa es la “concepcién por el Espiritu” que confesamos en el Credo. No se refiere en primer lugar a un fenémeno bioldgi- co singular, al hecho fisico de una concepcién sin var6n, como si la concepcion por el Espiritu fuese incompatible con la concepcién por un varén o como si la paternidad divina fuese enemiga de la paternidad humana. Entender y rezar el Credo de esa forma seria ahogar la fe cris- tiana en un maniqueismo dualista que desprecia la carne, y con ella a Dios. Y la fe en la encarnacion nos lleva a lo contrario. Dios es amigo del cuerpo y el cuerpo es sacramento de Dios. Cada una de sus manifestaciones humanas, humanizadoras, es manifestacién de Dios, realizacién de Dios, encarnacién de Dios. Toda unién de los cuerpos es “virgen” cuando es humana, humanizadora y, por lo tanto, fecunda. Dios es la fuente de toda paternidad-maternidad humana, y la fecundidad de nuestra humilde carne en todas sus formas es expresién de Dios. Todo lo que crea y recrea la vida, a todos los niveles, viene de Dios, de su Espiritu Santo. Toda paternidad-maternidad verdadera es, pues, “virginal”, es “concepcién por el Espiritu Santo”. Naci6é de Santa Maria Virgen Maria es el segundo nombre propio presente en el Credo. Jesus nacié de Maria, de mujer, de madre. iQué hay de mas normal! En eso tan normal y natural, los cristianos recono- cemos lo mds grande y admirable: la encarnacién de Dios, el 24 abajamiento de Dios, la humildad y la humanidad de Dios, la proximidad carnal y samaritana de Dios. La “encarnacién” de Dios en Jesus es mucho mas que un acontecimiento “milagroso” y singular. Creo que la fe cristia- na nos invita a confesar y celebrar la Navidad como sacra- mento entrafiable de la encarnacién universal de Dios. “Sacramento” significa una realidad donde se realiza y se revela “toda” la realidad. En el nacimiento de Jesis vemos realizada y vemos manifestarse el misterio de la encarnacién universal de Dios. Rami, uno de los grandes poetas y santos sufies de la tradi- cién mistica musulmana, del siglo XIII, escribid con enorme hondura mistica y apertura ecuménica: “Nuestro cuerpo es semejante a Maria: cada uno tiene un Jestis en su interior, pero éste no puede nacer hasta que los dolores de parto no se manifiesten en nosotros”. Creo que el gran mistico musulman sugiere la clave funda- mental de la mariologia, e incluso de la cristologia. Maria es santa, no porque sea intachable, “inmaculada”, angélica, irreal (écOmo podria una mujer o un hombre iden- tificarse con una figura tan desencarnada?). Maria es santa porque en ella acoge el don de Dios como fruto de la gracia y de la tierra. Su santidad no consistid en ser perfecta, sino en acoger sencillamente la gratuidad de Dios. Su virginidad, mas bien que en carecer de relaciones sexua- les, consiste en abrir cada dia sus entrafias a Dios en pobre- za, en libertad, en confianza. Asi encarné a Dios en su vida y en su carne. Jestis, el hombre del Espiritu, es hijo de sus entrafias, y todas las entrafias, como las suyas, estan llama- das a encarnar a Dios. 25 Toda mujer y todo hombre estan Ilamados a encarnar a Dios. Y ser de carne, como somos, no es en absoluto un obstacu- lo, sino el camino. Estamos llamados a acoger y a concebir a Dios en nuestra carne herida y virgen. Todos estamos Ilamados a acogerlo en lo mas carnal y en lo mas espiritual, pues ambas cosas nos constituyen y son inseparables. Estamos llamados a acoger, concebir, encarnar a Dios como lo acogié, lo concibié y lo encarné Maria. Jests, el autor y el perfeccionador de nuestra fe Jesus es el “autor y perfeccionador de nuestra fe” (Heb 12,2). Jesus inspira nuestra fe, nuestra confianza vital, nues- tra seguridad fragil y firme en el Dios de la vida, en su ter- nura compasiva y universal. Jesus reinspira, reanima nuestra fe cada vez que flaquea, es decir, cada dia. Jestis nos conduce de duda en duda y de fe en fe, de desaliento en desaliento y de confianza en confianza. Y nunca Ilegamos a la perfeccién, pero él nos lleva de la mano y en dejarnos llevar consiste la perfeccién de nuestra fe. En unos tiempos que eran tan dificiles para la esperanza como los nuestros, Jestis se supo tiernamente tomado de la mano por Dios y esperé contra toda esperanza. Y anuncio la esperanza en Dios, que jamas abandona sus criaturas a su suerte, sino que acompafia a cada una en medio de todos sus gozos y sufrimientos. Dios acompafié a Jesus y se manifesté en él como compasién universal que sostiene todas las cosas. Dios acompajié los pasos de Jestis, cada una de sus palabras de denuncia y de consuelo, sus dudas y certezas, su desasosiego y su descan- so, su rebeldia y su paz, su contestacién y su obediencia, su vida y su cruz. Dios acompafié a Jestis hasta la cruz, hasta en el desmoronamiento de la cruz. 26 En Jess, Dios acompafia y habita de Ileno a cada criatura. Como a Jestis, como si fuese Jestis. Para que seamos Jesus, o hasta que lo seamos. Este es nuestro Credo y nuestra con- fesion cristolégica. La vida y la cruz de Jestis siguen siendo para nosotros pas- cua y adviento. iVen, Sefior Jestis, a tomarnos de la mano, a reavivar nuestra fe, a reverdecer nuestra esperanza! 27 LAS TENTACIONES DE JESUS Y LAS NUESTRAS Queridos amigos y amigas: Al comienzo de nuestra Cuaresma, miramos a Jesus tentado en el desierto. El es uno de nosotros. Miramos a Jestis ten- tado como nosotros, para tener de quién aprender en nues- tro camino a la Pascua. éSolamente de quién aprender? Eso es decir poco. Miramos a Jess tentado, para saber y tener con quién caminar. Jess tentado es nuestro compafiero de camino. El nos reconforta. El evangelio nos dice que el “diablo” lo tenté. Evidentemente, “el diablo” es una manera de hablar. El “diablo” no es un espi- ritu maligno que esta ahi, dentro de nosotros o fuera de noso- tros; no es un angel tortuoso que nos esta instigando al mal. EI “diablo” no es un alguien separado de Dios y de nosotros. “Diablo” viene del griego didbolé, que significa “desavenen- cia, desacuerdo”, y también “acusaci6n falsa, calumnia”. Por ahi va lo diabdlico: es esa desavenencia instalada en el cora- z6n de nuestro ser, es esa falsa acusacién contra nosotros y contra los demas que tantas incomprensiones y angustias y miedos nos provoca. El “diablo” es una imagen que expresa nuestro ser inacaba- do y siempre herido, nuestro ser en desavenencia consigo y con los demas, que nos lleva a acusar, dividir, engafiar. 28 éQué os imagindis? éQue Jesus no era de esta nuestra carne inacabada y herida? Pues si lo era, y profundamente, y desde lo profundo la fue curando y nos cura. Su ser era nuestro ser: limitado como nosotros, herido como nosotros, ham- briento en el desierto como nosotros, en camino hacia la Pas- cua como nosotros. Tentado como nosotros. También él sin- tid esa profunda desavenencia interna, ese conflicto de que- reres que nos desgarra y nos pone a prueba. Queremos y no podemos. No llegamos a hacer aquello que querriamos hacer, o a ser como querriamos ser. Querriamos ser mucho mejores de lo que somos, y no conseguimos serlo. O es la misma voluntad la que tal vez se desvanece y tambalea. A menudo nos sucede que no sabemos ni siquiera lo que realmente queremos. O acaso nos sucede que si lo sabemos, pero nuestra voluntad no posee la firmeza y determinacién necesarias para realizar aquello que queremos. iQuién sabe lo que realmente nos pasa! Algunos lo han liamado “pecado original”, pero esta categoria hos ha metido en auténticos berenjenales y, en todo caso, para que “el pecado original” pudiera explicar algo, tendriamos primero que poder explicar “razonablemente” el propio “peca- do original”, y no hay manera, de modo que no nos sirve. Una cosa es cierta: no hacemos —no podemos hacer— todo el bien que queremos, y hacemos muy a menudo —a nosotros mismos y a los demas— el dafio que no querriamos hacer. Asi hablaba San Pablo, y nos basta con ese lenguaje, que no explica nada, sino simplemente describe la realidad. Llevamos profundamente adheridas en nosotros, y estan profundamen- te incrustadas en todas las estructuras e instituciones sociales (y religiosas), muchas tendencias que contradicen nuestro querer mas auténtico, el querer bueno y feliz de Dios. 29 Eso son las tentaciones: las tendencias, inercias, deseos, intereses, poderes y factores que nos impiden realizar nues- tro querer mas nuestro y verdadero, que es el querer de Dios. Y estamos heridos, y herimos sin cesar. éPor qué nos herimos? Yo no diria que lo hacemos por nues- tra culpa y maldad. No. Nos hacemos daiio a nosotros mis- mos y a los demas, no tanto por libertad, sino mas bien por falta de auténtica libertad. No somos realmente libres, o dicho de otro modo: nuestra naturaleza o nuestro ser estan atin inacabados. Y de esa naturaleza nuestra inacabada es, precisamente, imagen el desierto. Vivimos en camino. Caminamos a la vida digna de ese nombre. Caminamos a la Pascua. Caminamos a la plenitud de nuestro ser. Caminamos hacia Dios. Y el cami- no esta lleno de pruebas e incertidumbres. Pero debemos caminar. No basta decir: “Asi soy y iqué le voy a hacer!” Jests también camind, y su camino estuvo sometido a la prueba, la herida, la ignorancia. Y tuvo que aprender a libe- rar su auténtico querer. Nuestras “tentaciones” son también las de Jestis. El evangelio nos las ha resumido magistral- mente: la tentacién del pan, la tentacién del Dios magico, la tentacién del poder. En primer lugar, la tentacién del pan: “Di que estas piedras se conviertan en panes”. Que todas las piedras se conviertan en pan facil e inmediato: équé mas quisiéramos? iPero qué engajfioso es! Es la tentacién de satisfacer ya todos nuestros deseos y ape- tencias, es la tentacién de poner nuestro interés inmediato por encima de todo lo demas, es la tentacién del consumis- mo compulsivo y desaforado, es la tentacién de pensar que seremos més felices teniendo mas. 30 También Jesus tuvo que hacer frente a esa tentacién. Escu- chemos lo que dice: "No sdlo de pan vive el ser humano”. También la palabra nos hace vivir. Y el amor y la belleza. Es decir: Dios nos hace vivir mas que todo pan. En segundo lugar, la tentacién del Dios magico: “Echate y Dios enviard Angeles que te recojan en el aire”. Es la tentacion de la religién magica, la tentacién de convertir a Dios en explica- cién y recurso, la tentacién de rebajar a Dios a nuestra medi- da y de utilizarlo para nuestros intereses superficiales. Pero Dios no nos salva desde fuera. Dios no nos envia ange- les que nos recogen en el aire. Eso seria “tentar a Dios”: ser un Dios omnipotente y externo seria la tentacién suprema de Dios. Dios no quiere ser omnipotente desde fuera, sino desde dentro de nuestro ser fragil, herido y peregrino. Escuchemos a Jestis: sdlo desde nosotros mismos nos puede salvar Dios. Seamos angeles los unos para los otros, y sélo asi sera Dios nuestro angel de la guarda. En tercer lugar, la tentacién del poder: “Todo esto te daré, si te postras y me adoras”. Es la tentacién de todos los reyes y de todos los reinos. Poseerlo todo y estar por encima de todos. Es “el diablo” por antonomasia: la desavenencia, la lucha, la opresién. El poder aplasta y ahoga. Dios libera y da aliento. Escuchemos a Jestis: “Sdlo a Dios adoraras”. Pues Dios sirve y hace libre. Sdlo a Dios daras culto, pues Dios sirve y cuida delicadamente la vida de todo viviente. Jestis fue libre porque, en su ser inacabado y heri- do como el nuestro, sirvid y cuidé y sané Ja vida. Asi fue Jestis verdaderamente libre, verdaderamente humano. Y asi fue verdaderamente divino. Amigos y amigas, en Jesus vemos la medida y el destino de nuestra humanidad. Nuestra verdadera voluntad libre. Y cada vez que nuestra voluntad flaquea y titubea, él esta con 31 nosotros. En nuestro desierto, no caminamos solos: Jesus tentado y herido viene con nosotros. Vamos juntos a la Pas- cua, a nuestra verdadera libertad, para convertir el desierto de nuestro mundo en un nuevo paraiso. 32 éJESUS FUE CELIBE? Amigo, amiga: que la paz te habite. éFue Jesus célibe? Empezaré por decir que la cuestién no me parece importante. O, mejor, que no me parece que la cues- tién sea importante por si misma, sino por el significado que queramos darle, por los intereses que se implican, por las emociones que nos provoca. Si Jesus fue célibe 0 estuvo casado o tuvo pareja es una pre- gunta histdrica que sdlo la historia y sus métodos pueden responder. El creyente como tal no tiene nada que decir al respecto: no es la fe la que permite establecer o desmentir hechos histéricos. No es mi aficién al Athletic la que decide si gano o perdidé el domingo pasado. No es mi amor a Jestis el que determina si fue concebido sin varén o con varén, 0 si su amado cuerpo desaparecié del sepulcro sin que nadie se lo llevara de alli, o si después de su muerte Maria de Mag- dala, la amiga, volvié a abrazarlo. El mismo criterio se aplica en el caso que me ocupa: a uno le encantaria que Jests hubiese compartido su vida y su cuerpo con una compajfiera (0 un compaiiero); a otro Je horroriza la mera hipdotesis y no puede ni siquiera imaginar un Jesus con pareja. Pero ni el uno ni el otro tienen nada que decir sobre el hecho histdrico en cuanto tal. Y has de pre- guntarte, y he de preguntarme: éQué interés me mueve cuando me pregunto por el celibato de Jesus? 33 Lo que ocurre, simplemente, es que nuestro conocimiento esta lleno de prejuicios y deseos, y querriamos que los hechos los confirmaran. Somos inseguros como una hoja de alamo que el otofio desprende, y necesitamos un suelo firme —mira cuan libremente, cuan suavemente, se cierne la hoja del dlamo mientras cae, y aprende de ella—. Pero los hechos histdricos son lo que son; son resistentes como la tierra en que se posa la hoja, 0 tan poco resistentes como el aire en que se mece. Sin embargo, a la hoja le da lo mismo, y su indiferencia es el secreto de su belleza, y el secreto de nuestra sabiduria. éQué nos dice, pues, la historia acerca del celibato de Jestis? Todo parece indicar —dicen los exégetas hist6rico-criticos— que Jesus fue célibe, o al menos no tuvo una pareja estable. En efecto, seria muy extrafio que no se nos hubiera transmi- tido ninguna noticia sobre su mujer, si la tuvo, ni sobre sus hijos, si los tuvo, ni sobre su pareja masculina, si la hubiera tenido (éy por qué te escandalizas de esta mera conjetura infundada? Sé libre como la hoja caediza del alamo). Bien es verdad que, en textos cristianos de los siglos I y II, se repite que Maria era la “compafiera” de Jess y que Jestis “la amaba mas que a los demas discipulos” e incluso que “la besa- ba en la boca”. Pero dicen los entendidos que son expresiones metaforicas usuales en los escritos gndsticos y no constituyen ninguna prueba de que Jesus y Maria fuesen pareja, pasajera 0 estable. Y asi sera, si asi fue, y seguramente fue asi. Ahora bien, mas alla del hecho histérico, si me preguntas sobre el celibato de Jesus, te respondo: “iQué mas me da!” No, no es que yo esté libre de “intereses” en esta cuestién, pero me gus- taria que me diera igual si Jestis tuvo mujer 0 no la tuvo, si tuvo compafiera 0 no la tuvo, si tuvo compafiero o no lo tuvo. No me da igual el que Jestis haya dicho 0 no haya dicho algo muy parecido a “iBienaventurados vosotros, los pobres, por- 34 que Dios esta a vuestro favor!”, o “Al que te golpea en una mejilla, preséntale la otra”, 0 “Misericordia quiero, y no reli- gidn”, o “Yo no te condeno, vete en paz”. Ahi y en otras cosas semejantes se juega lo verdadero de Jesus, ahi se juega su divinidad, al igual que la tuya. No me importa si Jesus tuvo relaciones sexuales, ni con quién. Pero me importa que, de haberlas tenido, hubieran sido abra- zos profundamente carnales y profundamente divinos, y pien- so que, si las tuvo, asi fueron. Y me importa que si Jestis, oca- sionalmente o siempre —équé mas da?—, renuncié a tener relaciones sexuales, no fue porque pensara que Dios prefiera el celibato a las relaciones sexuales, o que la continencia acer- ca mas a Dios, 0 que quien se da corporalmente al compafie- ro/a no puede darse enteramente a Dios. éPor qué, entonces, Jesus fue célibe, si lo fue y mientras lo fue? Porque vio que ésa era la mejor opcidn para él, simple- mente, por unas razones que no tienen por qué valer para otros. Era la mejor manera para él de darse y de ser libre. La mejor para él, no la mejor en si, quede esto claro. Y hay un dato revelador: aun cuando, como es probable, Jests haya sido célibe, nunca recomendé el celibato, cosa que si hizo Pablo y tantos después hasta hoy, con razones casi siempre mas que dudosas. Y aqui seguimos, obsesionados y obstinados con nuestra pobre sexualidad, mas temblorosa que la hoja del alamo. Es una gran pena que nos hayamos ensafiado tanto con ella, y hayamos hecho sufrir tanto a los cuerpos y a las almas, como si los cuerpos y las almas no tuvieran ya bastantes sufrimientos. Es una pena que hayamos condenado tanto en los templos y en las calles, en vez de pronunciar una palabra de consuelo, en vez de tender una mano amiga a tantos cuerpos encalla- 35 dos, a tantas almas naufragas en las aguas turbulentas de la sexualidad. Es una gran pena que la apertura en cuestiones relativas al sexo y al género (ordenacién de mujeres, matrimonios homosexuales...) sea la razon principal por la que muchos anglicanos quieren abandonar su iglesia y piden ser acogidos en la iglesia catdlica romana. Y es una pena que la iglesia catélica romana, con tal de ganarselos, se muestre dispues- ta incluso a replantear el celibato de los sacerdotes, pero solamente en el caso de los anglicanos disidentes. Es triste pensar que, si el acto sexual no estuviera acompa- fiado de placer —intenso, si, pero tan inseguro y tan indi- gente y tan efimero—, el celibato nunca hubiese sido eleva- do a rango espiritual y teolégico superior. éPero cémo imaginar a un Dios enemigo de ese placer? éCémo imaginar a un Dios sin placer? éCémo imaginar a un Jesus sin placeres, sin el placer de la mesa, el placer de la palabra, el placer de la mirada, el placer de la caricia? Y éy qué mas da si gusté 0 no gusto el placer sexual, cuando es el amor el que, de una manera u otra, da a la vida su maxi- mo placer y su maxima libertad? iQue el amor te dé paz y te haga libre! 36 2JESUS RESUCITO? Querida amiga, amigo: iQue tengas la paz de Jesus! Llego la Pascua, como todos los afios, en el domingo siguien- te a la primera luna Ilena de la primavera. “Noche de paso a la vida. Noche de luz y alegria. iAlleluya, alleluya! iAlleluya, alleluya”. Contemplamos el fuego, encendimos el cirio, cantamos a Jestis “santo y feliz”. Hicimos memoria de los antiguos hebre- os liberados y de los esclavos liberados de todos los tiempos. Escuchamos la promesa del Espiritu que revive y consuela, que vuelve el corazén de piedra en corazon de carne. Escuchamos en pie el Evangelio de la Pascua, el alegre salu- do del Resucitado a Maria de Magdala y sus compafieras, llo- rosamente aferradas al Calvario y al sepulcro: “iAlegraos, no temais! Volved a los caminos y las tareas de Galilea. Anun- ciad el Evangelio a vuestros hermanos, sed evangelistas, y vivid en paz a pesar de todo”. Y dijimos que si. Derramamos el agua y toda su bendicién sobre nuestras manos pequefias y vacias, ungimos con acei- te perfumado nuestras almas necesitadas. Y desde el fondo vacilante de nuestro ser prometimos: “Quiero ser como Jests, bueno y feliz”. Luego, la vida sigue, todo es como es. Los dias se alargan, pero la luna ha menguado y la noche es mas oscura. Maria de Magdala vuelve al sepulcro a llorar la ausencia. Muchos 37 discipulos caminan tristes, el corazén ha dejado de arder, la esperanza decae como la luz de la tarde. Y seguimos preguntando: ¢Hay en el mundo menos dolor que antes de la Pascua? éDénde vemos el Reino de la liberacién universal que sofid Jestis en las hermosas colinas y en las humildes aldeas de Galilea? éNo siguen los caminos atestados de enfermos e inmigran- tes? éNo sigue mandando la ley del! imperio y del Sanedrin reli- gioso? éNo acabé el profeta de Nazaret en la muerte, sea que fuera devorado por los perros, 0 arrojado en una fosa comtn o dig- namente sepultado en una tumba decorosa por su influyen- te amigo José de Arimatea? Sea lo que fuere de la suerte del cadaver, éno sigue el cruci- ficado, al fin y al cabo, clavado en su cruz, abandonado de Dios, como innumerables crucificados de la historia? éHe dicho “abandonado de Dios”? iAbsurdo! No se puede creer en un Dios que haya abandonado a Jestis, el profeta de la bondad feliz, y a innumerables profetas y profetisas que han quedado, fracasadas, en las cunetas de la historia. éSera, pues, que no hay Dios? Realmente, éresucité Jesus? éHan resucitado todos los muertos? Maria, Pedro, los discipulos de Emaus... también ellos sintie- ron el vértigo de estas preguntas. Como tu y como yo. Su duelo tuvo que durar mucho mas que tres dias. Tuvieron que ser meses, incluso aftos... (éno hace ya siglos y milenios que seguimos esperando el “tercer dia”?). 38 Y, sin embargo, a pesar del vértigo y del duelo, en el cora- z6n mismo de la noche y del desengafio, fue brotando una certeza como una llama de luz pequefia y poderosa: En la cruz, Dios estaba con Jesus. Dios ha estado siempre con todos los martires, en su vida y también en su muerte. Dios estaba con Jesus cuando curaba, cuando compartia la mesa con los “pecadores”, cuando inventaba paradbolas des- concertantes y consoladoras. Y en el horror de la cruz, Dios siguid estando con Jesus, padeciendo sus heridas, todas las heridas, padeciendo su abandono, todos los abandonos. Y también en la fosa comun o en la tumba amiga, Dios esta- ba con Jesus. Y Jestis estaba con Dios. Jestis esta con Dios. Luego Jesus vive. Esa es la fe pascual, su fe y nuestra fe, oscura y luminosa. éPor qué creyeron ellos? No porque hubieran encontrado el sepulcro vacio (un sepulcro que tal vez ni siquiera conocian), ni porque hubieran tenido “apariciones milagrosas” de Jesus (“apariciones” ha habido siempre, en todas partes: es cues- tién de ciertas neuronas que se activan por mil razones dis- tintas, como inyectarse LSD, bailar, meditar, sentir una fuer- te emoci6én, tener una firme conviccién...). No hace falta que el sepulcro de Jestis haya quedado vacio, por alguna especie de “transmutacién” de los atomos (como sigue sosteniendo aun, extrafiamente, un cientifico como Polkinghorne); nuestros sepulcros no quedaran vacios, pero seguiremos siendo en Dios. 39 No hace falta que hayan “visto” a Jesus resucitado con otros ojos que los ojos del corazén, que es como vemos nosotros la vida de una orquidea, la belleza de unos ojos, la presen- cia de Dios en todo lo bueno. Asi reconocieron la Pascua de Jesus. No la reconocieron por- que hubiera sucedido nada “después” de la muerte de Jesus, sino porque aprendieron a mirar la vida y la cruz de Jesus como sacramento de Dios. La Pascua de Jestis no tuvo lugar “después” de la muerte, sino a lo largo de su vida y en su muerte solidaria de los cru- cificados. Reconocieron su vida como sacramento de la bondad pode- rosa de Dios, de su compasién sanadora, y reconocieron su muerte como consecuencia de su vida profética. Miraron a Jesus como profeta martir, a sus ojos el mas gran- de de los profetas martires de Dios, y reconocieron en su cruz la realizacién consumada del destino de todos los pro- fetas martires. Y, desde las entrafias oscuras de la vieja fe probada, extra- jeron una confesién nueva como la luz del alba: “Dios estaba con Jests y nunca lo abandono. Jestis vive en Dios y nunca nos abandonara”. Y empezaron a sentirle tan cercano como cuando lo acom- pafiaban por los caminos de Galilea, incluso mas cercano que entonces. Y aprendieron a verlo presente como se ve a Dios, en el cora- z6n de cuanto vive y hace vivir, en todo lo bello y en todo lo bueno. 40 Y confesaron que el Reino de la liberacién ya esta en marcha, como semilla poderosa que ha de crecer, como primicia de una cosecha que un dia cubrira el mundo de pan y de vino. Y siguieron amando a Jests, no solamente en la memoria dolorida, sino en el corazén de la vida. Y se propusieron seguir el camino de Jesus, aunque fueran a fracasar como él, pues Dios acompaiia a todos los heridos y fracasados, curando suavemente las heridas, transformando lentamente el fracaso en camino. Esa fue su fe pascual, ésa es también Ia nuestra: “Jestis ha resucitado”, todos los muertos han resucitado. No creemos que Jesus ha resucitado por ningun argumento empirico: el sepulcro vacio o las apariciones. Ninguna cama- ra hubiera grabado ninguna imagen, ningun sonido. No creemos que Jestis ha resucitado por ningun argumento autoritativo: el testimonio de Maria y Pedro y todos los otros. No creemos porque ellos hayan creido, porque ellos sean _ creibles. Creemos gracias a ellos y ellas, pero creemos como ellos y ellas, por sus mismas razones. éPor qué? Porque en la vida y en la cruz de Jesus miramos al Dios de la compasién que cura y hace vivir. Porque en las cruces de la humanidad, en los dolores de la creacién, en la entrafia de la vida y de la tierra, visltumbramos la entrafia de Dios, herida y sanadora. Y, a pesar de todo, nos brota de dentro: “Todo vive en Dios, todo esta salvado en ti, todo aca- bara bien”. Amiga, amigo: iQue tengas la paz de Jesus! La paz del Cru- cificado, del Hermano herido, de sus heridas que curan. La paz de la Pascua, primavera del mundo nuevo. La paz que lo es todo, que todo lo recrea. Jestis te la regala, justamente a 41 ti. A ti, como eres y como estas, como a Maria de Magdala al amanecer de la Pascua, como a Cleofas y su compafiero (

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