Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Toma de decisiones
Habiendo ya desarrollado las diferentes escuelas de la administración, y siguiendo el
hilo conductor del hilo del libro de Robbins, vamos a enfatizar un poco en lo que se
habla en el capitulo 2 del mismo: la toma de decisiones.
El principal enfoque lo vamos a poner en el proceso de la toma de las mismas.
Teniendo en cuenta que, hoy en día, con el avance de las tecnologías y de la
globalización, las decisiones se tornan cada más mas complicadas de tomar y se
necesitan determinar lo más rápido posible (podríamos mencionar el caso de la
pandemia mundial por covid-19, como el ejemplo más notorio). En base a esto,
identificamos la importancia del rol de los gerentes en este proceso y, a su vez, la
importancia de tener un procedimiento determinado (o como diría Taylor, más
científico) para la toma de decisiones. Teniendo este contexto, debemos aclarar que
hay muchas formas diferentes de afrontar la toma de decisiones y cada uno debe
adaptar la suya a la que le resulte más efectiva. En base a esto, Robbins propone un
modelo con 8 pasos a seguir para llevar a cabo este proceso, los cuales los veremos y
desarrollaremos a continuación:
1. Reconocimiento del problema. Podríamos comenzar aclarando que nos
referimos a “problema” como cualquier discrepancia entre una condición
actual y la condición deseada. Tenemos que tener en cuenta, además, que
éstos no siempre son fáciles de reconocer ya que su interpretación es subjetiva,
lo cual nos hace tener que estar atentos a no confundir los motivos de los
mismos con síntomas que vengan de otro lado.
2. Selección de criterios. Una vez que ya haya sido identificado el problema a
resolver, el paso siguiente consiste en analizar y seleccionar cuales van a ser los
criterios a utilizar para encontrar la solución buscada.
3. Ponderación de los criterios. Habiendo identificado los criterios a utilizar para
considerar la mejor decisión, deberíamos ponerles un orden de prioridades, es
decir, ordenar los criterios con un orden de importancia. Esto nos va a facilitar
la consideración de cada alternativa ya que podremos ver más claro el valor de
cada una en cada aspecto a considerar.
4. Desarrollo de alternativas. Luego de haber realizado los primeros 3 pasos sin
poner un juicio de valor, debemos desarrollar cuales son las alternativas
posibles que cumplen con los criterios que estamos buscando.
5. Análisis de alternativas. Como resulta lógico pensar, el paso posterior al
desarrollo de las opciones sin poner un juicio de valor es, efectivamente, ahora
sí, ponerles un juicio de valor y comenzar a analizar, en base a la ponderación
de los criterios previamente establecidos, cual es la mejor opción a elegir.
6. Selección de alternativa. Y como también resulta lógico siguiendo esta
dinámica de razonamiento, habiendo ya considerado cuál consideramos que es
la mejor opción, debemos elegirla.
7. Implementación de la alternativa. Lógico al igual que los últimos pasos,
seleccionada la mejor opción, debemos llevarla a cabo.
8. Evaluación de la efectividad del proceso. Una vez terminado este proceso,
debemos considerar la pregunta: “¿el problema fue resuelto?” En caso de que
la respuesta sea afirmativa, podremos confirmar la efectividad del proceso
llevado a cabo y sentar las bases para decisiones futuras. En caso de que la
respuesta sea negativa, debemos volver hacia atrás y analizar si hubo algún
error de razonamiento en alguno de los puntos del proceso o, incluso,
plantearnos la posibilidad de haber planteado mal desde 0 los motivos del
problema, lo cual nos puede llevar a tener que comenzar el proceso de nuevo.
Habiendo planteado el proceso que recomienda el autor, podríamos comentar la
relevancia de la toma de decisiones en todos los escalones administrativos. En primer
lugar, cuando hablamos de planeamiento vemos una incidencia muy clara de las
mismas en cuestiones relacionadas con el planteo de objetivos o de estrategias.
También, podemos ver algo similar en el hecho de organizar, dónde las decisiones
respecto a la centralización, los modelos de trabajos o el nivel del alcance de control
tienen un valor muy alto. En tercer lugar, respecto a la dirección, la toma de decisiones
se puede entrever en aspectos como el determinar cómo llevar a cabo el liderazgo o la
desmotivación entre los empleados. Por último, en el ámbito del control, debemos
definir que tipo de autoridad vamos a tener en la organización, cuál va a ser la forma
de controlar la empresa y los modos a desarrollar, todos aspectos determinados por
decisiones.
En base a esto, debemos diferenciar también en las diferentes perspectivas que se
pueden tener a la hora de tomar decisiones, las cuales las podemos diferenciar como:
1. Racional. Esta dinámica implica dos supuestos muy marcados, entre los cuales
podemos mencionar a un sujeto totalmente objetivo y lógico que posee la
totalidad de la información, lo cual lo deja en un contexto de identificación muy
sencilla del problema. Podríamos sintetizar a este modelo con la frase: “elegir la
mejor opción de todas”.
2. Racional limitado. Esta, siguiendo el hilo de la recién mencionada, plantea un
contexto en el cual el sujeto, sin tener una información completa, busca
resolver los problemas con las herramientas que tiene, sabiendo que existe un
conocimiento del entorno pero que está limitado por su capacidad de
procesamiento de información, junto con el hecho de que es un sujeto
subjetivo. Esta dinámica podría sintetizarse con la frase: “elegir la mejor opción
posible”.
3. Intuitiva. A pesar de que es una dinámica que se puede complementar con
cualquiera de los recién mencionados, a diferencia de las dos anteriores, este
modelo se basa en las experiencias, los sentimientos y los juicios acumulados
del sujeto. Suele verse principalmente en la alta gerencia o en los ejecutivos.
Podríamos sintetizarlo con la frase: “elegir la opción que, por experiencia o
sensación, sé que es la mejor”.
4. Administración basada en evidencias. También complementable con las
primera dos, quizás alineándose un poco más con la primera, el ABE es el uso
sistémico de las mejores evidencias o prácticas disponibles para mejorar la
práctica administrativa. Podríamos sintetizarlo con la frase: “elegir la opción
que al haber sido tomada en otro momento, quizás por otros individuos, y al
haber dado resultados, sé que es la mejor”.
Habiendo desarrollado todo lo anteriormente mencionado, otra clasificación que
debemos hacer se base en los tipos de decisiones que se pueden tomar, las cuales, a su
vez, responden al tipo de problema que necesitamos resolver. La separación en este
caso la vamos a dividir en dos:
1. Decisiones programadas. Estas, tal como lo dice su nombre, son las que tienen
como característica principal haber sido diseñadas desde antes de tener que
tomarlas, son características de la baja gerencia, la cual tiene como
herramientas las reglas, las políticas y los procedimientos para llevarlas a cabo.
Siguiendo algo la lógica de las mismas, responden a problemas previamente
estructurados.
2. Decisiones no programadas. Resulta lógico clasificar a estas, a diferencia de las
recién mencionadas, como las que responden a problemas no estructurados y
se basan principalmente en el juicio y en la creatividad para llevarlas a cabo.
Esto nos hace pensar que son las decisiones que suelen tomarse en la alta
gerencia, dónde se determinan los rumbos de la organización.
Considerando los tipos de decisiones, las perspectivas para llevarlas a cabo y la
forma de hacerlo, podemos adentrarnos en las diferentes condiciones en las cuales los
sujetos se pueden ver sumergidos a la hora de llevarlas a cabo y cómo esto puede
influenciarlos para hacerlo. Vamos a mencionar 3 condiciones diferentes:
1. Certidumbre. Esta, siguiendo los lineamientos teóricos de la perspectiva
racional, plantea un contexto en el cual el sujeto conoce todos los resultados
de cada alternativa posible. Claramente, esto es una utopía ya que nunca nos
vamos a enfrentar a estas situaciones.
2. Riesgo. Como un punto medio, y siguiendo los ideales planteados por la
perspectiva racional limitada, esta situación nos pone en un contexto en el cual
no conocemos los resultados de cada opción posible pero sí tenemos la
posibilidad de contemplarlas y analizar, por ejemplo, probabilísticamente, cual
serán los resultados aproximados.
3. Incertidumbre. En este caso, al no conocer los resultados, pero tampoco tener
la posibilidad de estimarlos probabilísticamente, la decisión se ve influencia por
la escaza información y la consecuente necesidad de intuición u orientación
psicológica del decisor, el cual puede tener una visión optimista (buscará
maximizar la mejor opción posible) o pesimista (buscará minimizar la peor
opción posible).
Por último, respecto a las clasificaciones de la toma de decisiones, podemos hablar
de los estilos: pensamiento lineal, el cual se basa en los datos o hechos externos para
tomar la decisión; o, el pensamiento no lineal, basados en fuentes internas
(emociones, intuición, juicios de valor, etc.).
Para cerrar el tema de la toma de decisiones, pero sin quitarle valor, debemos hablar
de los sesgos y errores que pueden influenciar a los individuos a la hora de llevar a
cabo estos procesos. Si bien puede haber muchísimos, en este escrito nos vamos a
enfocar en 10 que consideramos de una importancia notable:
1. Sesgo de exceso de confianza. Este, tal como lo menciona su título, se refiere a
la situación en la que el sujeto que va a llevar a cabo la toma de decisiones
tiene un exceso de confianza en su juicio de valor (intuición), lo cual lo puede
llevar a desestimar información valiosa u opiniones externas que vayan en
contra de su ideal, pudiendo provocar la omisión de contextos importantes.
2. Sesgo de gratificación inmediata. Esta terminología se refiere a cuando el
individuo se ve influencia por la motivación a conseguir una retribución o una
gratificación a corto plazo, pudiendo llevar a cabo una decisión que de mejores
resultados pero que conlleve más tiempo desarrollarlos.
3. Sesgo de anclaje. Similar al primer caso mencionado, este refiere a la situación
en la que el individuo tiene una primera aproximación a una determinación de
decisión, la cual, luego, puede verse afectada por ciertos contextos que no
logran hacer cambiar de opinión al sujeto debido al orgullo de querer quedarse
con la primera decisión tomada, a pesar de que pueda no ser la mejor.
4. Sesgo percepción selectiva. Esta, principalmente, refiere al sesgo de los
individuos basados en sus principios, creencias propias o cuestiones culturales
que no les permitan salir de un molde inicial para analizar la mejor opción por
fuera de sus ideales personales.
5. Sesgo de confirmación. Esta situación se da cuando el individuo tiene una
teoría que quiere comprobar, lo cual lo lleva a ponerse en una posición de
imparcialidad ya que no busca evidencias que lo lleven a tomar la mejor
decisión, sino que busca evidencias que confirmen su ideal de cuál es la mejor
opción.
6. Sesgo de encuadre. Este habla de un problema de percepción por parte de
quién va a tomar la decisión ya que, justamente, el encuadre que se le da a la
situación es erróneo, pudiendo dejar por fuera de consideración alguna
cuestión del entorno que resulte importante para la toma de la decisión.
7. Sesgo de disponibilidad. Esta situación tiene lugar cuando el sujeto pone como
contexto para la toma de una decisión algunos casos analizables pero que no
resultan suficientes para dar un entendimiento completo del entorno.
8. Sesgo de representatividad. En un contexto similar al recién mencionado, este
sesgo se basa en un intento de análisis de un contexto con un tamaño de
muestra que resulta no representativo de la realidad.
9. Sesgos de costos hundidos. Este caso se refiere a la situación en la que un
individuo busca tener en cuenta los costos o las inversiones que se hicieron en
un pasado para solucionarlo en el presente con las decisiones a tomar.
10. Sesgo de aversión a las perdidas. Refiere al miedo a perder valores propios.
Como último tema a mencionar, cerrando el contexto de las decisiones y dando lugar
al siguiente tema a desarrollar, vamos a hacer una breve mención a la relación entre el
pensamiento de diseño y la toma de decisiones. Podríamos primero definir el concepto
de “pensamiento de diseño” como: “abordar los problemas administrativos tal como
los diseñadores abordan los problemas de diseño”. Para entender esta frase, primero
deberíamos adentrarnos en entender cómo éstos entienden las decisiones para
superar los conflictos. Comenzando desde el primer paso del proceso de toma de
decisiones planteado por Robbins, es decir, la identificación del problema, el
pensamiento de diseño plantea que los gerentes deben abordar esta tarea de forma
colaborativa e integral, tratando de tener un entendimiento profundo de la situación
en cuestión. Es decir que, además, deben tener una visión que salga de lo racional y se
pose en los elementos emocionales también.
También, esta visión tiene influencia a la hora de la elección de las alternativas ya
que un diseñador, frente a esta situación, debe, siempre, plantearse la pregunta:
“¿qué es algo completamente nuevo que sería estupendo si existiera pero que aun no
lo hace?”. Este ideal del pensamiento de diseño busca extender esto a los gerentes
administrativos también. Esto, por supuesto, conlleva tener que plantear un análisis
basado en la ampliación de la perspectiva propia, obteniendo ideas nuevas a partir de
las habilidades de observación e investigación. Esto, inevitablemente no lleva a hablar
del siguiente tema que nos interesa desarrollar: la innovación disruptiva.
Cultura organizacional
Primero lo primero, para entender el concepto planteado en el titulo vamos a
plantear una analogía. Al hablar de los seres humanos sabemos que cada quién tiene
una personalidad única, rasgos y características que influyen en la forma en la que
actúan e interactúan con los demás. Con las organizaciones es exactamente lo mismo,
cada una tiene su propia “personalidad”, pudiendo definir a la cultura organizacional
como: “valores, principios, tradiciones y formas de hacer las cosas que comparten los
miembros de la empresa y que influyen en la manera en la que éstos actúan y que
distinguen a la organización de los demás”.
Habiendo definido el concepto, ahora sí, para comenzar a hablar de esto, primero
parece importante hacer hincapié en la importancia de los gerentes en las
organizaciones y sus culturas ya que, dependiendo de cuál sea la mirada de la misma,
veremos distintas actitudes para con los gerentes. En base a esto, debemos hacer una
separación entre la visión omnipotente de la administración, la cual sostiene que los
administradores son directamente responsables del éxito o del fracaso organizacional.
En la otra punta, vemos la visión simbólica de la administración, que sostiene que
buena parte del éxito o del fracaso de las organizaciones se debe a factores externos
que están más allá de los gerentes y que estos deben simplemente sentar ciertas bases
de la cultura desarrollando planes y tomando decisiones. Bases que se ven influencias
por un entorno externo y otro interno.
El término que refiere al externo significa: “conjunto de factores y fuerzas que operan
fuera de la organización y que afectan su desempeño”. Aclarado esto, podemos
mencionar en estos entornos podemos diferenciar varios componentes distintos:
político legal; sociocultural; tecnológico; global; demográfico; y, económico. Si bien
todos influencian de maneras muy importantes a las organizaciones, vamos a
profundizar principalmente en los últimos dos mencionados.
Respecto al entorno económico podemos decir que hay muchos factores volátiles
que surgen como obstáculos para las organizaciones, entre ellos podemos mencionar,
por ejemplo, el aumento en el costo de los productos básicos, es decir, materias
primas y su consecuente impacto en las nuevas necesidades de las organizaciones.
Además, hay dos cuestiones que tienen especial importancia en este contexto: la
desigualdad económica y el desequilibrio fiscal crónico. Resulta pertinente la
aclaración ya que son dos factores que constituyen de raíz las bases económicas de un
país, las cuales al verse debilitadas por las fluctuaciones económicas pueden influir en
las organizaciones y, por consecuente, en sus culturas. Esto nos lleva, a su vez, a
aclarar que el contexto planteado pone a los gerentes en la situación necesaria de
entender que las actitudes sociales (muchas veces influenciadas por este contexto
económico) también implican restricciones para sus decisiones y para la manera de
administrar un negocio.
Por otro lado, habíamos mencionado el entorno demográfico, al cual le podemos
adjuntar la frase “la demografía es destino”, con lo cual nos referimos a que el tamaño
y las características de la población de un país pueden tener un efecto significativo en
lo que éste puede lograr. Esto, claramente, puede extenderse a cualquier organización,
es por esto que lo mencionamos. Un ejemplo que podemos dar, relacionado con la
edad, es el surgimiento de diferentes terminologías a la hora de hablar de algunas
generaciones. Así como los “baby boomers” nacieron entre 1946 y 1964 y se
caracterizaron por afectar significativamente a todos los aspectos de su entorno
externo (como, por ejemplo, el sistema educativo o el sistema de seguridad social),
apareció, luego, la generación Z, nacida entre 1978 y 1994 y caracterizada por cambiar
las formas de vestir y el uso de la tecnología en aspectos laborales. Por último, los
denominados post-milenio o millenias, nacidos, tal como dice su terminología, después
del año 2000, fueron la generación que se caracterizó por crecer de la mano con la
tecnología. Cada una de estas generaciones influyó en su entorno de una manera
diferente, teniendo sus propias necesidades y preferencias y consumiendo diferentes
cosas. Esto desembocó en un contexto en el cual, por supuesto, todas organizaciones
debieron adaptarse para sobrevivir, probablemente teniendo que aplicar cambios en
sus culturas.
Estos 6 factores que influyen en el entorno externo, de los cuales desarrollamos los
dos más relevantes, tienen implicancias en cómo los gerentes deben llevar a cabo su
trabajo o en las cuestiones en las que deben ser particularmente cuidadosos. Para
hablar de esto, vamos a hacer hincapié en 3 factores:
1. Puestos de trabajo y empleo. A la hora de hacer un cambio organizacional que
implique un cambio de cultura, los gerentes deben considerar las implicancias
que esto puede tener sobre los puestos disponibles de trabajo y cómo esto
puede beneficiar o perjudicar a la empresa o a los trabajadores. Justamente,
resaltando la importancia del entorno económico, es el que mejor nos deja
ejemplificar esto: las recesiones económicas, en líneas generales, llevan a las
empresas a recortar gastos, lo cual suele tener una repercusión en la cantidad
de despidos.
2. Evaluación de la incertidumbre del entorno. Este concepto es la combinación
entre el grado de cambio y la complejidad característica del entorno
organizacional. Con esto se refiere a que en el caso en el que los componentes
del entorno se modifican constantemente, nos encontramos frente a un
entorno dinámico, mientras que, si esto no ocurre, el entorno sería planteado
como estable. Y, por otro lado, respecto al grado de complejidad del mismo,
podemos entenderlo como el concepto que relaciona la dificultad respecto al
número de componentes en el entorno de la organización y el nivel de
conocimiento que tiene la misma respecto a éstos. Sintetizando, podríamos
concretar. El caso más “simple” es un entorno estable y un número de
componentes bajo, mientras que, el más complejo se ve representado por un
entorno dinámico y un alto número de componentes.
3. Administración de las relaciones de los participantes. Para hablar de esto
primero tenemos que definir “participantes” como cualesquiera instancias en el
entorno de la organización que se vean afectadas por sus decisiones (por
ejemplo, el gobierno, sus empleados, sus proveedores o sus clientes). En
síntesis, este planteo refiere a que los gerentes deben tener en consideración a
todos los participantes de la organización, aunque sean externos, para llevar a
cabo la toma de decisiones.
Siguiendo y retomando un poco el concepto central, resulta pertinente mencionar
que hay investigaciones que sugieren que hay 7 dimensiones que forman la esencia de
la cultura organizacional, dentro de las cuales, cada organización le dará su orden de
prioridades, enfocándose principalmente en alguna de ellas:
1. Atención a los detalles. En este enfoque se espera que los empleados exhiban
precisión, capacidad de análisis y atención a los detalles.
2. Orientación hacia los resultados. Aquí, los gerentes se enfocan en el logro de
resultados más que en la manera de alcanzarlos.
3. Orientación hacia la gente. Las decisiones administrativas toman en cuenta los
efectos que tendrán en el personal de la organización.
4. Orientación hacia los equipos. Similar al caso anterior, pero, en vez de hacer
énfasis en la cuestión individual, lo hace respecto a la grupal.
5. Agresividad. Plantea un contexto en el cual los empleados son más agresivos y
competitivos que cooperativos.
6. Estabilidad. Aquí, las decisiones y acciones organizacionales hacen hincapié en
mantener el status quo.
7. Innovación y toma de riesgos. Los empleados son alentados a innovar y asumir
riesgos sin miedo al fracaso.
Esto nos lleva a plantear ciertas diferencias que surgen entre las culturas
organizacionales fuertes y aquellas que son débiles. En el primer caso mencionado,
notamos que los valores son compartidos por muchos, mientras que en el segundo
esto es entre unos pocos, generalmente dentro de la alta dirección. Además, una
cultura fuerte transmite mensajes consistentes, mientras que, la otra hace lo propio
con mensajes confusos o contradictorios. También, podemos seguir con el ejemplo de
los empleados, sabiendo que si éstos se identifican con la cultura de su empresa,
estamos frente a una estructura fuerte, mientras que el caso de las débiles vemos que
éstos no lo hacen. Por último, podemos poner el caso de la sólida conexión entre las
conductas y los valores compartidos en culturas fuertes y la poca relación entre los
valores compartidos y las conductas en las débiles.
Teniendo presente las diferencias entre una cultura fuerte y una débil y la
importancia de la primera mencionada, podemos ahora tratar de entender cómo se
originan éstas y cómo se difunden y mantienen dentro de la empresa. Como es sencillo
de suponer, los origines suelen encontrarse en la filosofía de los fundadores de la
organización. Una vez planteada, hay ciertas prácticas que contribuyen a mantenerla,
como, por ejemplo, la elección del personal a contratar basado no sólo en sus
experiencias personales sino, también, en su manera de ver las cosas. Estos criterios de
selección, generalmente correspondientes a la alta dirección, conllevan a comprender
la fuerza laboral con cierto tipo de empleados que luego son éstos quienes desarrollan
y profundizan en la promoción de la cultura mediante el concepto de socialización, el
cual es un proceso mediante el cual los trabajadores recién contratados aprenden
cómo se hacen las cosas en la compañía mediante la adaptación acompañada por sus
pares o por los gerentes.
Esto nos lleva a hablar de las 4 maneras más comunes que existen en las
organizaciones para ayudar a los empleados a aprender los valores de la cultura
organizacional de una empresa: primero, podemos hablar de los relatos, los cuales son
narraciones de acontecimientos significativos o descripciones de personas relevantes
de la organización, tal como pueden ser los fundadores; en segundo lugar, vemos los
rituales, los que constituyen una suerte de ceremonia de iniciación para nuevos
empleados; en tercero lugar, se puede mencionar los objetos y símbolos materiales,
los cuales colaboran fuertemente en la elaboración de la personalidad de un
organización, sea desde las instalaciones de la misma hasta cómo se visten sus
empleados; en cuarto, y último, lugar podemos hablar acerca del lenguaje, concepto
que refiere al desarrollo de términos únicos que se usan dentro de las organizaciones
que contribuyen al sentido de pertenencia por parte de los empleados.
Para terminar de comprenden este tema, resulta importante entender que esta
cultura afecta directamente a los gerentes, los cuales deben acomodarse a sus
dinámicas, las cuales fueron planteadas por la filosofía de la alta gerencia. Es decir,
éstos, tienen sus formas basadas en la cultura organizacional, así como tienen también
sus limites y restricciones.
Esto, a su vez, nos lleva a plantear 3 tremas actuales referidos a la cultura
organizacional. En primer lugar, la creación de una cultura innovadora, lo cual ya
desarrollamos anteriormente al hablar de innovación disruptiva y al mencionar las
características de ésta, entre las cuales podemos volver a mencionar el desafío y la
participación de los empleados, la libertad, la apertura, la toma de riesgos y el
surgimiento de debates. En segundo lugar podemos hablar acerca de la creación de
una cultura sensible al cliente, dentro de la cual podemos mencionar 5 características
claves: empleados con personalidad y actitud congruente con el servicio al cliente, es
decir, amables, amigables, atentos; un entorno laboral en el que los empleados tengan
pocas reglas para facilitarles salir de protocolos para satisfacer a los clientes; el
empoderamiento de los empleados para permitirles tomar decisiones cotidianas
respecto a sus actividades cotidianas; tener responsabilidades claras con una
constante capacitación acerca del conocimiento del producto; deseo permanente de
satisfacer a los clientes, dejando entrever el compromiso de la organización por hacer
todo lo necesario para satisfacer al cliente. Y, por último, podemos mencionar la
creación de una cultura de sustentabilidad, la cual está muy en boga en el último
tiempo ya que, al surgir los derechos de tercera generación y comenzar a comprender
que el medio ambiente es esencial para el desarrollo humano y de las organizaciones,
comenzó a tomar relevancia. Para llevar a cabo esto, hay compañías que crean rituales
para construir y mantener estas culturas de sustentabilidad.