1a CORINTIOS 2
Cuando proclamamos
el testimonio de Dios
Cuando Pablo confrontó la división en la
iglesia de Corinto, comenzó identificando la causa
subyacente, a saber: Se habían formado grupos
opuestos sobre la base de sus preferencias por
ciertos predicadores y sus estilos de enseñanza.
Se habían utilizado criterios populares aplicados
a los filósofos callejeros para evaluar el testimonio
de los testigos apostólicos, lo que había resultado
en confusión dentro de la iglesia. Pablo se esforzó
enormemente por contrastar la comprensión de la
sabiduría por parte del mundo con el discernimiento
de la sabiduría por parte de Dios. Dios había
manifestado el poder de la gracia por medio de la
muerte de Jesús en la cruz. La sabiduría de Dios,
como podría haberse esperado, tuvo poco atractivo
para los que deseaban ejercer poder e influencia
en el mundo.
Los cristianos corintios estaban plagados de
división porque únicamente habían aceptado
parcialmente la enseñanza del evangelio.
Elementos carnales entre ellos no habían logrado
ver la sabiduría, justificación, santificación
y redención de Dios en la cruz. El apóstol
complementó su predicación con un llamado a
los que eran atraídos a la sabiduría mundana:
los invitó a examinar la forma en que él había
modelado a Cristo entre ellos. No sólo les había
enseñado el evangelio, también había mostrado
ser un hombre de integridad. Pablo había dado
un ejemplo al acoger los valores de la cruz. Su
exhortación no había sido presentada como un
principio abstracto; se había demostrado como
una forma de vida personal. Su deseo no era ganar
un debate, sino ayudar a los hermanos a entender
aquello que él esperaba que fueran ellos. El apóstol
no dudó en mostrarse como una encarnación
razonable de la verdad que él enseñaba. Invitó a
sus lectores a examinar su vida.
PABLO DEFIENDE SU MENSAJE (2.1–5)
1
Así que, hermanos, cuando fui a vosotros
para anunciaros el testimonio de Dios, no fui
con excelencia de palabras o de sabiduría. 2Pues
me propuse no saber entre vosotros cosa alguna
sino a Jesucristo, y a éste crucificado. 3Y estuve
entre vosotros con debilidad, y mucho temor y
temblor; 4y ni mi palabra ni mi predicación fue con
palabras persuasivas de humana sabiduría, sino
con demostración del Espíritu y de poder, 5para
que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de
los hombres, sino en el poder de Dios.
Versículo 1. Habían transcurrido unos tres
años desde la visita de Pablo a Corinto. Como
atestiguarán hoy los misioneros, la estabilidad
en la doctrina y el comportamiento es a menudo
difícil de mantener en una congregación nueva.
Pablo encontró que la situación en sus días no era
diferente. En su ausencia, las formas de la cultura
pagana habían invadido lo que había predicado en
Corinto. El apóstol comprendió que el mensaje y el
mensajero estaban estrechamente entrelazados en
las mentes de sus lectores. Por lo tanto, cambió la
atención del contraste entre la «locura» de Dios y
la «sabiduría» del mundo (1.21–25) para hablar de
sí mismo de manera personal y de su instrucción
inicial a los cristianos en Corinto.
Su predicación había sido sin pretensiones.
Los mismos corintios podían dar testimonio de esa
verdad. No había recurrido a los métodos utilizados
por los sofistas en el mercado. Las declaraciones
ingeniosas no habían caracterizado la manera ni el
tema de lo que había dicho. Aquellos que querían
ser entretenidos con presentaciones retóricas o
desconcertados con misterios necesitaban acudir a
otro lugar. Él había venido como un hombre directo
1
con una proclamación directa.
El pensamiento general de Pablo es claro,
sin embargo, la aclaración sobre dos asuntos
exegéticos puede ayudar a explicar los matices de su
razonamiento. En primer lugar, podría decirse que
las palabras que se traducen como con excelencia
(kaq∆ uJperoch\n, kath’ huperochēn) modifican palabras
(­l o/ g ou, logou) o pueden entenderse que modifican
tanto «palabras» como sabiduría (sofi÷ a ß, sophias).
Lo que la frase «con excelencia» modifica es más
que un interés pasajero. Los términos «palabras» y
«sabiduría» están interrelacionadas, sin embargo,
enfatizan diferentes aspectos de la comunicación.
Si bien «palabras» podría referirse sea al contenido
de lo que decimos o a la manera como lo decimos,
«sabiduría» por su naturaleza se refiere al contenido.
Pablo no había venido a Corinto con palabras
adornadas y artificiosas de filósofos inteligentes;
es decir, no imitaba su modo de presentación. Por
ello, es mejor asociar «excelencia» con «palabras»
únicamente. El apóstol también afirmó que no había
venido con sabiduría, al menos no con la sabiduría
como el mundo griego tendía a entender el término.
La NIV conecta «excelencia» con «palabras» y
«sabiduría»: «No vengo con elocuencia ni excelente
sabiduría». Sin embargo, en este caso, la Reina Valera
tiene la mejor traducción: «no fui con excelencia de
palabras o de sabiduría».
Una segunda pregunta exegética se refiere a una
variante textual. Algunos manuscritos tempranos
muy reconocidos consignan «el misterio de Dios»
(musth/ r ion touv qeouv , mustērion tou Theou) al
final de la oración en 2.1. Muchos manuscritos
más tienen el testimonio de Dios (martu÷ r ion
touv qeouv , marturion tou Theou). La NRSV da la
interpretación de «misterio», sin embargo, la
mayoría de las traducciones consignan «testimonio».
Ambas palabras aparecen en el contexto inmediato
(«testimonio» en 1.6; «misterio» en 2.7). La elección
es difícil. El objetivo de Pablo en 2.1 tiene que ver
con la manera personal de su presentación de Cristo
a los corintios. La redacción «testimonio» es la mejor
traducción porque indica más adecuadamente lo
que hizo el apóstol.
Versículo 2. Todo lo que Pablo enseñaba era
consecuente con la verdad central de su mensaje y
fluía de la misma: Jesucristo, y […] éste crucificado.
El apóstol eligió conscientemente depender del
mensaje que él sabía que los sabios del mundo
encontrarían despreciable. Su objetivo no era tener
su propios seguidores ni mejorar su prestigio
personal. Adoptar las maniobras de los maestros
itinerantes que pasaban por Corinto podría haberle
conseguido un grupo de seguidores, sin embargo,
2
se negó a comprometer el evangelio. Eligió hablar
según la revelación que Dios le había dado. Ni la
fama ni los intereses económicos le obligaban a
hablar. Pablo les pidió a los corintios que testificaran
por él. No había hecho nada para comprometer la
integridad del mensaje que Cristo le había dado
a proclamar, el mensaje que había producido la
santificación de ellos.
Como tema adicional en las palabras del
apóstol estaba el hecho de que él deseaba que los
corintios siguieran su ejemplo. También habían de
abandonar los objetivos que perseguía para gloria
personal. Ellos, como él, habían de ser personas de
integridad que hablaran la verdad sin otra razón
que la misma verdad. Necesitaban aprender que
recibir a Cristo significaba rechazar los ideales de
poder y sabiduría ofrecidos por el mundo. Que el
hecho de que Jesucristo había sido crucificado por
ellos era para gloria de ellos. El hecho de que les
permitieran a los sabios del mundo avergonzarlos
a ellos era darle la espalda a la sabiduría de Dios.
Cuando la iglesia se uniera alrededor de la cruz de
Cristo, las divisiones absurdas sobre trivialidades
dejarían de perturbarlos.
Versículo 3. Todo lo que Pablo dijo acerca
de la sabiduría y la locura fue en respuesta a la
existencia de divisiones en la iglesia. El apóstol
no estaba ofreciendo teorías abstractas sobre la
sabiduría. Sin vacilar, Pablo se contrastó con la
sutil sofisticación que los corintios esperaban de
los filósofos y retóricos profesionales. A diferencia
de ellos, estaba dispuesto a mostrar que tuvo
temor y fue débil. Los Corintios recordaban que
estuvo con ellos con debilidad, y mucho temor y
temblor. A los cristianos en Galacia, había escrito:
«… vosotros sabéis que a causa de una enfermedad
del cuerpo os anuncié el evangelio al principio; y no
me despreciasteis ni desechasteis por la prueba que
tenía en mi cuerpo…» (Gá 4.13, 14). Este hombre
que les había enseñado el evangelio no era un héroe
físico, ni un orador de lengua sutil, ni un maestro
aclamado, ni un comerciante emprendedor. «Es la
naturaleza de la cruz que [el evangelio] no pueda
predicarse elegante ni brillantemente, sólo con
debilidad».1
Para añadir fuerza a sus palabras, les recordó
a sus lectores su primera llegada a Corinto (los
acontecimientos resumidos en Hechos 18). Había
viajado a Corinto reciente de lo que parecía ser
1 
Hans-Ruedi Weber, The Cross: Tradition and Interpretation
(La Cruz: Tradición e Interpretación), trad. Elke Jessett (London:
SPCK, 1979; reimp., Grand Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans
Publishing Co., 1979), 73.
una labor infructuosa en Atenas. Timoteo y Silas
estaban en Macedonia fortaleciendo iglesias allí.
Pablo había llegado solo a Corinto. Les recordó
a los cristianos de aquellos primeros días y así
dieran testimonio de un hombre que no había traído
consigo ninguna de las credenciales de los sabios
y los elocuentes. Por lo que respecta a Pablo, estar
en Cristo y proclamarlo era repudiar el prestigio y
el poder como los definía el mundo.
Versículo 4. El apóstol tenía la intención de
hacer una clara distinción entre los dos cuando les
recordó a los corintios su palabra y su predicación.
Pablo, como otros oradores y escritores, subrayó
sus palabras por medio de un dispositivo literario
llamado «pleonasmo», un uso deliberado de
la redundancia para dar énfasis. Los términos
«palabra» y «predicación», tomados en conjunto,
proporcionan la plenitud de expresión que Pablo
deseaba transmitir. Su enseñanza no era con
palabras persuasivas de humana sabiduría, ni
la había presentado con las lluvias de elocuencia
que los corintios estaban acostumbrados a oír
de los sofistas que pasaban por la ciudad. En
cambio, su predicación había estado acompañada
de demostración del Espíritu y de poder.
La «demostración» a la que aludía eran, sin
duda, milagros que sus lectores le habían visto
realizar. Hechos 18 no contiene ningún registro
de los milagros hechos por Pablo en Corinto, sin
embargo, más adelante le escribió a la iglesia en la
ciudad, diciendo: «Con todo, las señales de apóstol
han sido hechas entre vosotros en toda paciencia,
por señales, prodigios y milagros» (2ª Co 12.12;
vea Gá 3.5). El testimonio del Espíritu, no fórmulas
retóricas, había confirmado la verdad de lo que
Pablo estaba enseñándoles a los corintios.
El apóstol no se apartaría del mensaje que
proclamaba. Él mismo, su carácter, su reputación,
su relación con Dios y su esperanza en Cristo
formaban parte del mensaje que había predicado en
Corinto. Pablo se defendió únicamente con respecto
a la unidad del cuerpo de Cristo. Le preocupaba
un espíritu partidista que había resultado en
divisiones en la iglesia en Corinto. En su exploración
de las causas de la división, había instado a sus
lectores a considerar la sabiduría y la locura de
la cruz. El apóstol no desperdició palabras sobre
las consideraciones teóricas del significado de la
«verdadera sabiduría». La paz de la iglesia y la
unidad del pueblo de Dios, lo motivaron a escribir.
La verdadera sabiduría estaba asociada con la
unidad y la buena voluntad entre los creyentes.
Versículo 5. El apóstol pasó de hablar del
pensamiento de su predicación y ejemplo a hablar
de la fe de los corintios. Él les había enseñado de
tal manera y se comportó como lo había hecho
para que la fe de ellos tuviera como resultado la
salvación. Así como la fe del apóstol no estaba
fundada en la sabiduría de los hombres, sino en
el poder de Dios, tampoco lo estaba la fe de los
creyentes corintios. El Espíritu Santo era la fuente
de la sabiduría de Pablo (2.10), y el Espíritu les
concedería a los corintios sabiduría en Sus propios
términos. Juntos participarían en la redención de la
cruz. Pablo rechazó las pretensiones humanas a la
sabiduría, y deseaba que ellos hicieran lo mismo. Si
lo hacían, las divisiones y las lealtades partidarias
se disolverían.
Mientras tanto, el apóstol estaba consciente
de su responsabilidad personal. Para la iglesia de
Corinto, la verdad y el poder del evangelio estaban
unidos en gran medida al carácter del mensajero. Al
predicador del evangelio, por necesidad, siempre
se le evalúa con el compromiso que tiene con lo que
predica. Sea que el sujeto es el mundo moderno o
el antiguo, aquellos que proclaman el evangelio
de Cristo tienen una responsabilidad importante.
LA SABIDURÍA DE DIOS, OCULTA Y
REVELADA (2.6–13)
Los bandos habían llegado en la iglesia de
Corinto debido a la sabiduría erróneamente
concebida. Al final, Pablo no deseaba rechazar la
sabiduría. «La sabiduría de Dios» (1.21) apuntalaba
el evangelio. «Cristo crucificado» era «la sabiduría
de Dios» (1.23, 24). La redención de los corintios
del pecado era testimonio de la «sabiduría de Dios»
(1.30), sin embargo, «los príncipes de este siglo»
(2.6) habían ideado una pálida imitación de la
sabiduría de Dios, pretensión que Pablo rechazó.
El apóstol había optado por la sabiduría de Dios
cuando decidió no saber nada entre ellos, sino a
«Jesucristo, y a éste crucificado» (2.2). Pablo hizo una
pausa en el curso de su exhortación por la unidad
entre los corintios para ofrecer una explicación
más precisa de la sabiduría que él había acogido y
la sabiduría que deseaba que ellos acogieran —la
sabiduría que ahogaría las mezquinas divisiones
que los perturbaban.
El contundente contraste con respecto a la
sabiduría (2.6–9)
6
Sin embargo, hablamos sabiduría entre los
que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este
siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen.
7
Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la
sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes
3
de los siglos para nuestra gloria, 8la que ninguno
de los príncipes de este siglo conoció; porque si
la hubieran conocido, nunca habrían crucificado
al Señor de gloria. 9Antes bien, como está escrito:
Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en
corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado
para los que le aman.
Versículo 6. El apóstol divagó para contrastar
la sabiduría según la habían concebido algunos
en Corinto y la sabiduría como la definía Dios. Si
bien la enseñanza de Pablo no era la sabiduría del
tipo que reconocían los príncipes de este siglo,
era una sabiduría de un tipo superior. Los que
han alcanzado madurez ya habían reconocido
la sabiduría inherente al evangelio. El apóstol
estaba escribiendo para que sus lectores corintios
maduraran. La sabiduría y la madurez harían que
dejaran atrás sus conflictos. Un comportamiento
más parecido al de bebés (3.1) que al de adultos
sensatos había surgido de la situación en la que un
cristiano afirmaba ser de Pablo y otro de Apolos.
Pablo les presentó dos tipos de sabiduría a los
corintios. La primera era una sabiduría de parte
de Dios; la otra era acogida por este siglo y «los
príncipes de este siglo». Los comentaristas han
quedado desconcertados por lo que Pablo quiso decir
con «los príncipes de este siglo». Algunos suponen
que eran poderes demoníacos trabajando en un
universo invisible a los ojos humanos. En Colosenses
1.16 el apóstol afirmó que las cosas «visibles e
invisibles» fueron creadas por Dios. Éstos incluían
«tronos», «dominios», «principados» y «potestades»
(vea Ro 8.38 y Col 2.15). Puede que Pablo les haya
estado diciendo a los corintios que la «sabiduría»
que había resultado en divisiones en Corinto fue
inspirada por «el dios de este siglo» (2ª Co 4.4). El
problema con esta explicación es que requiere la
introducción de un tema que es completamente
extraño al contexto. A «los príncipes de este siglo»
se les menciona nuevamente en el versículo 8 como
aquellos que crucificaron al Señor. Richard E. Oster,
Jr., estuvo en lo correcto al observar que Pablo
estaba contrastando la sabiduría de Dios «con la
ignorancia ciega e inexcusable de las autoridades
del Estado, los gobernantes de esta era».2
Como en todas sus cartas, Pablo respiraba un
aire de expectación. El final se acerca. El Señor
volverá. «Los príncipes de este siglo» por el
momento ejercen poder, sin embargo, perecen.
2 
Richard E. Oster, 1 Corinthians (1ª Corintios), The
College Press NIV Commentary (Joplin, Mo.: College Press
Publishing Co., 1995), 81.
4
No les dijo a sus lectores que el siglo actual, con
su poder y gobernantes, pasará cuando el Señor
regrese, lo que habría sido cierto, sin embargo,
Pablo deseaba asegurarles a los corintios algo más
inmediato. El regreso del Señor podría ser pronto,
o podría atrasarse; sin embargo, en ambos casos,
el presente siglo está «[pereciendo]». El proceso ya
había comenzado en los días de Pablo. El fin aún no
había llegado, sin embargo, para los que tenían ojos
para ver ya era claro un vistazo de la derrota de los
gobernantes del mundo. «Miren a su alrededor»,
insistió Pablo; «los sabios verán que este siglo ya
está llegando a su fin». Juan usó una palabra griega
diferente para «perecer», sin embargo, su idea era
similar. «Las tinieblas van pasando», dijo, «y la luz
verdadera ya alumbra» (1ª Jn 2.8). Luego, repitió:
«Y el mundo pasa» (1ª Jn 2.17).
Versículo 7. La sabiduría que Pablo proclamó
no era algún secreto que había descubierto. Más
bien, Dios le había revelado un misterio que antes
había estado [oculto]. Por medio de la cruz se
había aclarado una circunstancia desconcertante.
El «misterio» era que el único Dios universal había
abierto la puerta a la vida por medio de Jesús
para todas las personas (1.30). Incluso el pueblo
escogido de Dios que había sacado de Egipto lo
había entendido mal. El misterio, o la sabiduría
oculta, de la cruz había sido desconocido en el
pasado; sin embargo, ahora, por la predicación del
evangelio, se había abierto al mundo. El concepto
está claro en Romanos 16.25: «… el misterio que se
ha mantenido oculto desde tiempos eternos». Pablo
volvió al concepto de misterio en otros lugares. La
revelación de Dios por medio de Cristo fue que
el Mesías no era un redentor solamente para los
judíos; los gentiles eran coherederos en el reino de
Dios (Ef 3.4–6).
El apóstol hizo una elección consciente cuando
escogió la palabra «misterio» (mustērion)­, un término
que tenía un significado especial en el mundo de
habla griega contemporáneo. Una característica
antigua de la religión griega habían sido las
ceremonias secretas para los iniciados en los cultos
de ciertos dioses y diosas. Los griegos les llamaban
a los ritos de iniciación «misterios». La adoración
de Deméter, la diosa del grano, era bien conocida
por los misterios asociados a ella, como lo era el de
Dionisio, el dios del vino. Desde el Oriente, otros
misterios encontraron su camino en el mundo de
habla griega, por ejemplo, los que acudían a Cibeles
de Asia Menor y a Isis de Egipto. Pablo redefinió
la palabra «misterio».
Pablo tuvo cuidado en afirmar que el mensaje
acerca de Cristo no había llegado al mundo de
manera repentina. El diseño de Dios para salvar
tanto a los gentiles como a los judíos por medio
de un Cristo sufriente se remontaba a los rincones
del tiempo. Que el Cristo había de sufrir no fue
una ocurrencia tardía de Dios (vea Lc 24.26; Hch
17.3). Había hablado de la obra de Jesús en la Ley
y en los Profetas (Lc 24.44). En ese sentido, Su plan
había sido [predestinado]. La predestinación en la
Biblia se refiere a la guía providencial de Dios de
los eventos que resultaron en la redención de la
humanidad. Dios no predeterminó salvar a algunos
ni condenar a otros antes de su primer aliento de
vida. La salvación de las personas en lo individual
requería que escucharan el evangelio. Después,
los que escucharon fueron llamados a tomar una
decisión (Ro 10.14). Un sabio judío que vivió unos
doscientos años antes de Cristo lo expresó bien:
Cuando Dios, en el principio, creó al hombre,
lo sometió a su libre elección.
Si eliges puedes guardar los mandamientos; es
lealtad hacer su voluntad.
Delante suyo hay fuego y agua; a cualquiera
que usted elija, extienda su mano.
Delante del hombre hay vida y muerte,
cualquiera que él elija le será dado.3
Versículo 8. La sabiduría que ayudó a la
predicación de Pablo sobre la cruz estaba en un
orden diferente del ofrecido por los filósofos
callejeros contemporáneos. Oradores errantes en
el mercado, algunos odiados y otros admirados,
junto con los príncipes de este siglo, habían
demostrado su ignorancia de la sabiduría de Dios
cuando hubieron crucificado al Señor de gloria. Los
cristianos corintios necesitaban ofrecer un frente
unido, de pie bajo la bandera de la cruz. Pese a todo
su poder sobre los lectores de Pablo, los grandes
hombres del mundo no habían conocido la sabiduría
de Dios. Su ignorancia de Dios había resultado en
una ironía: Aquellos que odiaban y temían a Jesús
habían hecho la voluntad de Dios crucificándolo.
Fue «para nuestra gloria» (2.7) que el «Señor de
gloria» había dado a conocer el misterio de la cruz
por medio de la «sabiduría» de lo alto.
El presente es el único caso en que Pablo usó
la frase «el Señor de gloria» para designar a Jesús.
Su significado es menos que obvio. El caso genitivo
(thv ß do/ x hß , tēs doxēs) podría ser del tipo adjetivo,
es decir, «el glorioso Señor». La Reina Valera traduce
una frase similar en Santiago 2.1 como «nuestro
glorioso Señor Jesucristo». De manera alternativa,
3 
Sirac 15.14–17; NAB. (Este texto, también conocido
como «La sabiduría de Ben Sirac» o «Eclesiástico», es parte
de los Apócrifos.)
Pablo podría haber estado resumiendo los elevados
y santos caminos de Dios con la palabra «gloria».
Jesús es la suprema manifestación de todos ellos.
Una tercera posibilidad es que Pablo tenía en mente
la gloria que Dios le dio a Jesús cuando lo hizo
sentarse a Su diestra en los lugares celestiales.
Versículo 9. La fuente de la cita es incierta;
puede que sea una interpretación libre de Isaías 64.4
(64.3; LXX), aunque las enseñanzas impartidas por
Isaías y Pablo son considerablemente diferentes.
Pablo normalmente seguía está escrito con una
cita del Antiguo Testamento (como en Ro 15.3,
9), sin embargo, aquí puede que haya estado
aludiendo a una declaración de una fuente fuera de
la Biblia. Puesto que no era su práctica normal, es
improbable. Otra posibilidad es que estaba citando
una declaración de Jesús que no fue registrada en
los Relatos del Evangelio. Pablo se refirió a un dicho
por lo demás desconocido del Señor en Hechos
20.35. Puesto que estaba citando una declaración
escrita aquí, es probable que estaba parafraseando
una idea del Antiguo Testamento.
Isaías escribió: «Ni nunca oyeron, ni oídos
percibieron, ni ojo ha visto a Dios fuera de ti,
que hiciese por el que en él espera» (Is 64.4). La
mejor explicación es que la cita inexacta de Pablo
de este versículo surge del hecho de que era un
apóstol inspirado y autorizado de Cristo. Como
tal, amplió las declaraciones en Isaías con el fin de
extraer una nueva idea de lo que el profeta estaba
diciendo. Confiando en la revelación que Dios le
había dado por medio del Espíritu (1ª Co 2.10), él
escogió parte de la redacción de Isaías 64.4 y 65.16
por su relevancia para su tema, y amplió la idea
como mejor le pareció. El apóstol no afirmó que el
contexto en Isaías estaba enseñando la misma idea
que él deseaba que comprendieran sus lectores
en Corinto. Más bien, Pablo encontró palabras en
Isaías acerca de la inefable sabiduría y poder de
Dios —sabiduría y poder que ojo no vio, ni oído
oyó— para referirse a la situación en Corinto.
Las palabras en Isaías le ayudaron a Pablo a
transmitir dos verdades. Primero, afirmó que la
sabiduría de Dios mostrada en el mensaje de Cristo
y Éste crucificado ya había resultado en bendiciones
más allá de la imaginación humana para el pueblo
de Dios. En segundo lugar, todavía habían de
venir más bendiciones, esto es, todo lo que Dios
ha preparado para los que le aman.
Como otras personas que vivieron en esos
días, Pablo habló metafóricamente del corazón
como el centro del razonamiento humano. Él y
sus contemporáneos pensaban en los intestinos,
en algunos casos en los riñones, como la sede
5
de las emociones. Cuando Pablo, por ejemplo, le
dijo a Filemón que estaba enviando a Onésimo de
vuelta a casa, lo llamó «mi corazón» (Fil 12; NASB).
Literalmente, Pablo dijo que el esclavo era «sus
entrañas». El «“corazón” representaba toda la vida
interior, incluyendo el pensamiento y la voluntad,
así como las emociones, aunque a veces se inclina
hacia a uno o al otro».4
El Espíritu de Dios (2.10–13)
Pero Dios nos las reveló a nosotros por el
10
Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña,
aun lo profundo de Dios. 11Porque ¿quién de
los hombres sabe las cosas del hombre, sino el
espíritu del hombre que está en él? Así tampoco
nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu
de Dios. 12Y nosotros no hemos recibido el espíritu
del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios,
para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, 13lo
cual también hablamos, no con palabras enseñadas
por sabiduría humana, sino con las que enseña el
Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.
Versículo 10. El apóstol tomó prestado el
fraseo de Isaías para convencer a sus lectores que
la sabiduría madura acogida por los cristianos
es incomparablemente superior a la sabiduría
empuñada por los gobernantes de este siglo. Su
superioridad deriva de haber sido revelada por el
Espíritu. A medida que Pablo invitaba a sus lectores
a pensar sobre el Espíritu, empleó el pronombre
plural de la primera persona nosotros. En 2.12, 13,
escribió de «nosotros», «nos», y usó como sujeto
la primera persona del plural tres veces más. ¿A
quién estaba incluyendo Pablo consigo mismo?
Una posibilidad es que quería afirmar la autoridad
apostólica. Pablo y otros apóstoles tuvieron
revelación de parte de Dios que reemplazaba la
sabiduría mundana. Además, el reconocimiento
de la autoridad apostólica resolvería las divisiones
que perturbaban la iglesia. Sin embargo, Pablo no
había hecho ninguna referencia a otros apóstoles
en el contexto inmediato. El «nosotros» se entiende
mejor como una manera educada con la que Pablo
se identificaba y compenetraba con sus lectores. Por
revelación directa del Espíritu, se le había permitido
investigar todo […], aun lo profundo de Dios. Los
hermanos de Corinto eran partícipes de la revelación
4 
Leon Morris, The First Epistle of Paul to the Corinthians (La
primera epístola de Pablo a los corintios), rev. ed.; The Tyndale
New Testament Commentaries (Grand Rapids, Mich.:
Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1985), 56.
6
de Pablo al leer sus palabras.
Versículo 11. Cuando escribió sobre el espíritu
del hombre, Pablo evidentemente quiso decir
el hombre mismo, su mente y pensamientos
personales. Nadie puede conocer los motivos y
deseos de una persona de la misma manera que
lo hace esa persona. La persona y el espíritu de la
persona son los mismos.
Para Pablo, el cuerpo de una persona es
inseparable de la propia voluntad, de la propia
vocación, del propio yo. El cuerpo es lo que una
persona es; revela el propósito por el cual uno
vive y muere, o mejor, revela la otra persona
a quien uno muere y vive (Romanos 14.7–9).5
La unidad entre el cuerpo de una persona y su
espíritu ayuda a los cristianos a entender cómo el
Espíritu de Dios revela a Dios tal como Él es. Sin
desarrollar una doctrina detallada de la Trinidad,
el apóstol infirió que el Espíritu Santo participa de
la esencia del ser de Dios. Sólo el Espíritu de Dios
conoce las cosas de Dios. Además, «el Espíritu
de Dios» obra en los creyentes, permitiéndoles
conocer a Dios y las bendiciones que Él da a los que
responden a Su llamado. Un cristiano tiene acceso
a la sabiduría de Dios por medio del Espíritu. La
sabiduría del mundo está «[pereciendo]» (2.6), sin
embargo, la sabiduría de Dios revela la gloria que
«Dios ha preparado para los que le aman» (2.9).
Versículo 12. La sabiduría ofrecida por Pablo
a los cristianos en Corinto había venido como
resultado de la participación de ellos en el Espíritu
que proviene de Dios. La revelación de Dios es de
un orden completamente diferente al de la sabiduría
inspirada por el espíritu del mundo. «El espíritu
del mundo» no es una entidad consciente de sí
misma; es la abstracción de un estado de ánimo
dado a la autosuficiencia, el aferro del poder y la
gratificación sensual. Absorbido en objetivos como
construir torres para llegar a los cielos (Gn 11.4), la
humanidad está obsesionada con su inteligencia.
Profesando ser sabias, las personas cautivadas por
«el espíritu del mundo» demuestran ser necias (Ro
1.22).
A diferencia del «espíritu del mundo», «el
Espíritu que proviene de Dios» es una Persona
autosuficiente que entra en el tiempo humano
para revelar al verdadero Dios. «El Espíritu que
proviene de Dios» había derramado el amor de
Dios en los corazones humanos (Ro 5.5). El Espíritu
5 
Paul S. Minear, “Christ and the Congregation:
1 Corinthians 5—6” («Cristo y la Congregación: 1ª Corintios
5—6»), Review and Expositor (Repaso y Expositor) 80 (Summer
1983): 349.
les permitió a los creyentes en Corinto reconocer
voces engañosas, destructivas y seductoras para
que [supieran] lo que Dios […] ha concedido.
El propósito de Pablo era tranquilizar a estos
cristianos. El mensaje de la cruz podría no tener
los adornos de la sabiduría mundana; sin embargo,
no se le debe desechar por esa razón. «El Espíritu
que proviene de Dios» les permite a los creyentes
obedientes conocer y ser partícipes de todos los
buenos dones que Dios ha prometido a Su pueblo,
mientras que «el espíritu del mundo» no puede
ofrecer nada.
Versículo 13. El apóstol les había dado a conocer
a los corintios «lo que Dios […] ha concedido»
por medio del Espíritu. El versículo 13a dice: lo
cual también hablamos. Pablo entendía que el
Espíritu estaba trabajando por medio de él para
comunicar una revelación expresada y escrita por
él (vea Ef 3.3, 4). Lo que escribió había de recibirse
en Corinto como el mandamiento de Dios (1ª Co
14.37). Su amonestación a los corintios no había sido
con palabras enseñadas por sabiduría humana,
sino con las que enseña el Espíritu. Las palabras
que encontraron su fuente en el Espíritu sanarían
fracturas en la iglesia de Corinto, y colocarían a
los miembros en un camino para que «[estuvieran]
perfectamente unidos en una misma mente y en un
mismo parecer» (1.10).
El verbo que se traduce como acomodando
( sugkri÷ n w , sunkrinō) aparece en el Nuevo
Testamento solamente en 2.13c y otras dos veces
en 2ª Corintios 10.12. La palabra tiene tres posibles
significados: «combinar», «comparar» e «interpretar».6
En 2ª Corintios 10.12 el contexto requiere la
traducción «compararnos», sin embargo, su
significado en 2.13c depende en gran medida del
género de las dos ocurrencias de espiritual. En
un caso, el adjetivo (­p neumatika» , pneumatika)
es claramente neutro, que quiere decir «cosas
espirituales». El otro (pneumatikoi√ß, pneu­matikois)
es un dativo plural en griego. La misma forma se
utiliza tanto para el neutro como para el masculino.
Si debe entenderse como masculino, podría referirse
a «hombres espirituales» o «palabras espirituales».
Si se lee en el neutro, se refiere a pensamientos
espirituales. La NRSV consigna sunkrinō para querer
decir «interpretar» y el adjetivo «espiritual» como
masculino, de modo que su traducción de 2.13c se
6 
Walter Bauer, A Greek-English Lexicon of the New
Testament and Other Early Christian Literature (Léxico griego-
inglés del Nuevo Testamento y demás literatura cristiana
primitiva), 3a ed., rev. y ed. Frederick William Danker
(Chicago: University of Chicago Press, 2000), 953.
consigna: «… Interpretando las cosas espirituales
a los que son espirituales».7
Tanto la NASB como la NIV toman un
enfoque diferente al de la NRSV, consignando:
«… Combinando pensamientos espirituales con
palabras espirituales» (NASB) y «… explicando
realidades espirituales con palabras enseñadas
por el Espíritu» (NVI). Son similares entre sí en el
pensamiento, entendiendo la aparición cuestionable
de «espiritual» como masculina, sin embargo,
interpretándola para que aplique a «palabras».
Cualquiera de las traducciones es defendible sin
que se perjudique la enseñanza de Pablo; sin
embargo, en vista de que a Pablo le preocupaba que
sus lectores confiaran en la revelación de Dios por
medio del Espíritu, se prefiere la traducción de la
NRSV, «aquellos que son espirituales», refiriéndose
a individuos.
EL HOMBRE NATURAL Y EL HOMBRE
ESPIRITUAL (2.14–16)
Tomar el manto de Jesucristo es ser misionero.
Colocar la fe en Jesús, amarlo con el corazón y el
alma, requiere que los creyentes les digan a quienes
aman lo que han encontrado. Los cristianos tienden
a quedar desconcertados cuando se enfrentan a la
indiferencia, o peor aún, a la hostilidad del mundo.
¿Por qué no pueden ver todos? Pablo se refirió a
esta interrogante en 2.14–16.
14
Pero el hombre natural no percibe las cosas
que son del Espíritu de Dios, porque para él son
locura, y no las puede entender, porque se han de
discernir espiritualmente. 15En cambio el espiritual
juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de
nadie. 16Porque ¿quién conoció la mente del Señor?
¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la
mente de Cristo.
Versículo 14. La traducción el hombre natural
da testimonio de la dificultad de tomar el modismo
de una lengua y transferirlo a otra. Nuestro idioma
no tiene equivalente para yuciko÷ ß (psuchikos),
aunque «hombre natural» está por lo menos dentro
del rango correcto. Pablo tenía en mente a la
persona que vive en un nivel superficial en el que
los apetitos naturales tienen el control. El hombre
natural come, duerme, busca el placer y lucha
por los privilegios, y poco le preocupa el amor, la
moralidad y la razón de su ser. Cualquier idea que
tenga acerca de la naturaleza del universo o de la
7 
La ESV consigna «interpretando las verdades
espirituales a los que son espirituales».
7
humanidad la entiende por medio de su propia
especulación. En su forma más desarrollada, a la
especulación se le denomina «filosofía». Puede que
el hombre natural viva en la ignorancia, o puede
que sea un filósofo sofisticado. Para tales personas,
la revelación de Dios de Sí mismo es irrelevante
para el sentido de la vida. Por lo tanto, rechazan la
Palabra de Dios como locura. Dios, por el contrario,
ven el placer egoísta y la especulación egocéntrica
como locura (3.19).
Entre el hombre natural y el hombre espiritual
hay poco terreno compartido. Los dos se mueven en
diferentes esferas. El hombre puramente natural no
percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, lo
que explica su indiferencia o su hostilidad al mensaje
de la cruz. Las preocupaciones espirituales para él
son locura, y no las puede entender. Dependiendo
de su sabiduría carnal, el hombre natural carece de
los recursos para evaluar y apreciar la revelación de
Dios. Las cosas reveladas por el «Espíritu de Dios»
tienen que [discernirse] espiritualmente.
Pablo les aseguró a los creyentes corintios que,
cuando permitían ser enseñados por el Espíritu,
estaban siendo partícipes del conocimiento divino.
Tal discernimiento solamente puede entenderse
desde lo interno. Un cristiano no puede comunicarle
plenamente a un incrédulo la bondad, la esperanza
y la comunión de estar en Cristo. Tal conocimiento
sólo proviene de vivir en Él. Tenemos que abrirnos
a Dios antes de recibir el Espíritu de Dios.
Robert H. Stein señaló que un incrédulo podría
rechazar el significado personal de la verdad bíblica
a pesar de que tiene un claro entendimiento de los
hechos mismos.8 Cuando el no creyente rechaza
la enseñanza bíblica como una «locura», está
afirmando que no cree en el testimonio cristiano de
que Dios estuvo históricamente activo en la persona
de Jesús. Puede que conozca el contexto histórico
del registro bíblico y tenga una comprensión
firme del significado de las afirmaciones de Pablo.
Cuando considera como locura lo que escucha,
no hay ninguna indicación de que sea incapaz de
comprender a un nivel intelectual. Más bien, rechaza
el significado del evangelio para sí mismo.
Las tres categorías de personas identificadas
en este pasaje son confusas. Algunos desean
dividirlas en clases precisas: 1) Los «espirituales»
(­p neumatikoi÷ , pneumatikoi) son los regenerados
que son espiritualmente maduros y por lo tanto
apoyan a Pablo. 2) Los «carnales» (sarkikoi÷ ,
8 
Robert H. Stein, A Basic Guide to Interpreting the Bible
(Una guía básica para interpretar la Biblia) (Grand Rapids,
Mich.: Baker Books, 1994), 66–67.
8
sarkikoi) son los no regenerados (3.3). 3) Los hombres
«naturales» (yucikoi÷, psuchi­koi) son los inmaduros.
La terminología se rompe cuando nos damos cuenta
de que Pablo acusó a las mismas personas como
sarkikoi y psuchikoi. El tema de Pablo no eran los
paganos en 3.3; eran cristianos en Corinto. Los
dos últimos grupos son mejor vistos como las
mismas personas, consideradas desde dos aspectos
diferentes. Ambos sirven a los deseos carnales y son
indiferentes al llamado de Dios que los conduciría
a una vida más elevada.
Según Pablo, toda la pretenciosa grandeza,
riqueza, sabiduría filosófica y poder del mundo han
sido completamente rechazadas por Dios y tienen
que ser rechazadas por el pueblo de Dios. Dios ha
elegido los elementos débiles del mundo para dar
a conocer Su poder (1.27).
Versículo 15. El hecho de que Pablo distinguiera
entre algunas personas a las que llamó el espiritual
y otras a las que llamó «naturales» (2.14) está claro,
sin embargo, no describió (al menos no en este
contexto) cómo se pasa de una categoría a la otra.
¿Es posible tal transición? ¿Está una persona en un
grupo o en el otro desde su nacimiento? ¿Podría una
persona estar entre los naturales en una etapa de
su vida y entre los espirituales en otra? ¿Tienen las
personas decisiones reales a tomar? ¿Tienen algo que
ver sus decisiones con ser naturales o espirituales?
Pablo sin duda esperaba que la redacción de esta
carta desafiara a aquellos que habían elegido el
camino del hombre natural para arrepentirse y
volverse espirituales. Que Pablo había predicado
el evangelio en Corinto, que había permanecido en
contacto con la iglesia en la ciudad, que continuó
debatiendo y amonestando —todo esto testifica
que el apóstol creía en la posibilidad del cambio.
No adoptó ningún punto de vista fatalista. Nadie
es irremediablemente un hombre natural, ni nadie
es irreversiblemente espiritual. Pablo esperaba que
sus lectores oyeran las demandas del evangelio,
tomaran decisiones, cambiaran y crecieran hasta
convertirse en personas espirituales.
Cuando alguien ejerce su voluntad y obedece
el evangelio, el resultado es que el Espíritu de
Dios mora en él y le da poder. Con el Espíritu
como compañero, el hombre espiritual es capaz
de distinguir entre lo que honra a Dios y levanta
la pesadez del pecado y aquello que paraliza y
destruye. El que es «espiritual» juzga todas las
cosas. La implicación es que, habiendo juzgado
«todas las cosas», elige el camino bueno y piadoso.
El hombre natural, habiendo hecho sus elecciones,
no puede entender la fe, el gozo ni la esperanza
del creyente. En consecuencia, el cristiano no es
apreciado por nadie.
Versículo 16. Sin una frase introductoria como
«está escrito» (contraste con 2.9), Pablo citó Isaías
40.13. Las preguntas en 2.16a son retóricas. ¿Quién
conoció la mente del Señor? y ¿Quién le instruirá?
Obviamente, nadie ha conocido «la mente del
Señor». Las respuestas a tales preguntas no permiten
ningún argumento. El apóstol sostuvo que así
como es imposible para el hombre natural, con
su sabiduría natural, indagar la mente, el corazón
y el espíritu del hombre espiritual, también lo es
para cualquier ser humano indagar la mente de
Dios y ser el consejero de Dios. Los cristianos son
partícipes de «la mente de Cristo» por el hecho de
que el Señor ha escogido revelarse a Sí mismo. El
hombre natural estará tan cerca de conocer la mente
de los discernidores espirituales como cerca está de
conocer la mente de Dios.
Después de la cita de Isaías, Pablo aseveró:
Mas nosotros tenemos la mente de Cristo, la
cual constituye una declaración audaz. Usando la
primera persona del plural, «nosotros», el apóstol
demostró que se consideraba partícipe de una
realidad espiritual común con los corintios. Tener «la
mente de Cristo» es arrepentirse del pecado, tomar
una postura bajo la cruz y renunciar a la pretensión
y la autosuficiencia. Las discusiones sobre asuntos
de opinión y las divisiones sobre maestros preferidos
no están del todo en consonancia con la mente
de Cristo. Si los corintios habían de superar los
problemas que los atormentaban, el punto inicial
tendría que ser una disposición a dejar de lado el
orgullo personal y buscar la guía del Señor. Gran
parte de esta carta está dedicada a aplicar «la mente
de Cristo» a creencias y prácticas cuestionables que
estaban filtrándose en la iglesia.
Lo destacado
El mensaje y el mensajero
Entre sus talentos otorgados por Dios, algunos
cristianos encuentran que se expresan bien; son
oradores eficaces. Debido a que la mayor parte del
tiempo el evangelio es un mensaje hablado, y porque
la enseñanza y la exhortación son fundamentales
para alcanzar la madurez en Cristo, la iglesia
depende de aquellos que hablan con claridad la
verdad sobre Cristo y la cruz, que son capaces de
inspirar a los cristianos y fortalecer la fe. La iglesia
de cada era ha sido bendecida por sus maestros y
predicadores. Por otro lado, la iglesia siempre ha
sido maldecida por aquellos que están dispuestos
a usar su talento dado por Dios para servir a sus
propios intereses.
Los cristianos deben admirar a los que hablan
bien. Se le debe honor a la persona que desarrolla
habilidades para hablar y las usa para el avance de
la verdad. Los cristianos también necesitan escuchar
de forma crítica, con discernimiento. Un sermón
bien expresado y entretenido no necesariamente
transmite la verdad. Para servir bien a Cristo, los
que enseñan la Palabra de Dios deben primeramente
tener conocimiento. Tienen que conocer la Biblia y
apoyarse en ella como guía. Adquirir conocimiento
y ser talentoso con las palabras no son suficientes.
Un maestro cristiano tiene que hablar con el corazón.
Nada puede sustituir la sinceridad y el compromiso
personal.
Los educadores señalan que los estudiantes son
impactados e inspirados por maestros a los que les
entusiasman sus asignaturas. Un maestro cristiano
no únicamente debe estar entusiasmado con el
evangelio, también tiene que estar comprometido
a vivirlo él mismo. Tiene que ser santo. Cuando
carácter y conocimiento convergen en la misma
persona, y cuando a esto se le añade la capacidad
de hablar, el reino de los cielos es bendecido.
Los grandes maestros de la Biblia no dependían
únicamente de la elocuencia. Inspiraron a los oyentes
no solamente por lo que dijeron, también por quienes
eran. Cuando se tiene que elegir entre los que hablan
la verdad y los que asombran y entretienen a las
audiencias con habilidades verbales, la iglesia será
bendecida si elige la verdad.
Los críticos de Pablo evidentemente encontraron
fallas en su nivel de sofisticación. Otros lo superaron
en sus habilidades de hablar y sus sutilezas
filosóficas (2ª Co 10.10; 11.6). Pablo ha tenido una
influencia en el mundo porque su corazón estaba en
llamas. Él estaba absorto en Cristo y en la cruz. Se
comprometió sin reservas a ser el tipo de persona
que instó a otros ser. La iglesia hoy será bendecida
cuando sus maestros y predicadores conozcan la
verdad, la acojan para sus propias vidas y luego
hablen la verdad a sus semejantes.
Sobre ser una persona espiritual (2.15)
Pocas palabras se oyen más comúnmente en
el hablar cristiano que el término «espiritual».
Pabló elogió a cristianos que eran espirituales en
1ª Corintios 2.15 y Gálatas 6.1. Ser espiritual es
una meta digna para los cristianos, sin embargo,
la palabra es fácilmente mal utilizada. No todo lo
que las personas consideran espiritual es piadoso.
El sustantivo «espiritualidad», aunque tal
vez útil, no se encuentra en la Biblia. Los autores
9
bíblicos no hablan de vivir piadosamente bajo
el rasgo abstracto de la espiritualidad. Incluso
el adjetivo «espiritual» rara vez se utiliza para
describir a las personas. Un don (Ro 1.11) o la Ley
(Ro 7.14) podría ser espiritual. Algunos servicios
de adoración y bendiciones son espirituales, como
lo es la verdad (Ro 12.1; 15.27). La Biblia nunca
selecciona a un individuo y dice: «Él es espiritual»,
aunque ocasionalmente usa la palabra para referirse
a los cristianos de manera colectiva.
Pablo nunca juzgó a una persona como
espiritual basando su juicio únicamente en la forma
en que hablaba. Ser espiritual no es una cuestión
de cuántas veces alguien use la palabra «Jesús»
en su discurso o cuántas veces dice: «¡Alabado
sea el Señor!». Un hombre o una mujer espiritual
encuentra esperanza y gozo en la comunidad
de creyentes, es decir, la cualidad colectiva
impregna lo espiritual. Una persona espiritual
tiene integridad. Aprende a encontrar gozo en un
momento de oración o en hacerle un pequeño favor
a un amigo. La fe en Cristo no es un apéndice de
la vida de lo espiritual; está en el corazón de esta
vida. Orar es tan normal como respirar. La persona
espiritual habla de Cristo tan naturalmente como
un fan habla de su equipo deportivo favorito. Ser
espiritual es absorber a Cristo, apoyarse en Su
Palabra, amar a Su pueblo y adorar con Su pueblo.
Conocimiento desde lo interno (2.15)
Las distinciones que Pablo hizo entre el hombre
natural y el hombre espiritual sugieren que algunas
Autor: Duane Warden
© 2017, LA VERDAD PARA HOY
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verdades espirituales son comprensibles sólo desde
lo interno de la fe cristiana. Alguien que está afuera,
sin comprometerse con Dios u hostil hacia Él, no
comprende, y tal vez no puede, lo que saben los
que encuentran la salvación en Cristo.
¿Será cierto que algunas verdades cristianas
sólo se comprenden participando en ellas? En
aras de la ilustración, supongamos que una
persona había pasado toda una vida de estudio
e investigación sobre cómo las branquias de un
pez extraen oxígeno del agua, convirtiéndose en
un experto de renombre mundial en ese proceso
y en el tejido que conforman las branquias. ¿Y si
a esa persona de alguna manera se le permitiera
convertirse en un pez y luego transformarse
nuevamente en humano? Podríamos suponer
que tal científico podría aprender cosas sobre
la experiencia de ser un pez que jamás podrían
proporcionar décadas de estudio teórico.
De manera similar, las debates académicos
sobre la ética de la Biblia o sus detalles históricos
—profundos, en detalle y útiles como podrían
ser— no pueden sustituir la acogida de la fe
en Cristo. La paz interior, la esperanza frente
a dificultades insuperables, la comunión de los
creyentes y la satisfacción nacida de elegir el
bien son cosas personales y difíciles de poner en
palabras. Los cristianos tienen problemas para
explicar el atractivo de su fe a los no creyentes,
porque algunas verdades solamente pueden
entenderse mediante la experiencia, dentro del
círculo de la fe.