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Raúl Porras Barrenechea

1. Primeros años
2. Vida universitaria
3. Actuación política

CAPÍTULO I

Primeros años
1.1.- Estirpe
Según Eugenio Montes1, los Porras fueron los primeros sevillanos que llegaron a América, porque
“dos de ese linaje se embarcaron en las carabelas colombinas”. Con seguridad se conoce la presencia de
un Porras caminando por el Perú hacia 1621, y como valioso documento de prueba, en las prensas de la
época existe la edición de las “Concordancias naturales y medicinales entre ambos mundos” que lleva su
firma. Y un tratado sobre las advertencias para beber agua con nieve, a pesar de que el clima limeño no
sufre calores extremos. Montes dice que el Porras citado por Lope de Vega en el Laurel de Apolo2 fue por
línea paterna el ascendiente directo de Raúl Porras.
El mismo Montes señala que los Barrenechea eran de línea vasca; que proveyó notarios, juristas,
oidores, etc., a toda América, y agrega, “si a todos esos ingredientes de los antepasados se le añade una
gota de sangre irlandesa se llegara a la gran erudito y diplomático que fue Porras Barrenechea”
1.2.- Nacimiento y vida escolar
Corría el año 1895 entraba al gobierno Don Nicolás de Piérola3 quien gobernaría el Perú por cuatro
años. Fue en ese periodo en que nació Raúl Porras Barrenechea un 23 de marzo de 1897, hijo de don
Guillermo Porras Osores y de doña Juana Barrenechea y Raygada. Es bautizado en la Parroquia de San
Clemente de la misma ciudad, donde fueron sus padrinos el Doctor Melitón Porras, que fuera miembro del
gabinete de Piérola en dos oportunidades, y su madrina doña Virginia O. de Porras.
Si bien nació en Pisco fue un limeño por presencia y por ralea, porque en Ciudad de los Reyes pasó
casi toda su vida.
Pero nace la interrogante, por qué un hombre como Raúl Porras nació en Pisco, cuando su familia
no tenía ningún vínculo con esta región.
El motivo está en el algodón. El padre de don Raúl Porras instalo en Pisco, una desmontadora de
algodón. El algodón era una de las pocas salidas a la crisis económica que tuvo el país a partir del año
1870, durante un período en el que, después de fracasar la exportación del guano se tenía también
dificultad en la comercialización del salitre. Esta situación se agravó más al perder los yacimientos de salitre,
en la guerra con Chile.
Porras nace en 1897 y al poco tiempo su familia se traslada a Barranco, ahí en el hermoso
balneario sucedió una tragedia. Los barranquitos de entonces solían venir a lo que es el parque municipal
de Barranco a escuchar las famosas retretas ese día tocaba la banda de la Escuela Militar de Chorrillos con
conocidos valses de Strauss y otros compositores famosos. Los Porras como de costumbre habían enviado
a la empleada a que reserve un sitio mientras ellos cenaban en la casa, al terminar de cenar van al parque y
se encuentran con una mala nueva para ellos miran a una pareja sentada en la misma banca que ellos
habían reservado la señora Juana muy disgustada intercambia frases en francés con sus esposo acerca de
la pareja los cuales sabían perfectamente el francés , intercambiaron palabras ,hubo una pequeña disputa
que ocasiono un desafió entre los dos caballeros; uno de ellos, el padre de Porras, fue muerto en el duelo
de un fulminante balazo. Una absurda muerte, y todo por querer escuchar música.
El dolor que la muerte de su padre provocó en su familia, hizo que doña Juana volcara sobre el
niño todo su afecto, lo que afinó su alta sensibilidad que luego, los estudios y la lectura, habrían de
completar para hacer de él un humanista de delicados sentimientos y de una agresiva inteligencia.
1
Eugenio Montes Domínguez (Vigo, Pontevedra, 24 de noviembre de 1900 - Madrid, 1982) fue un
político, humanista y escritor español, católico, que escribió en gallego y en castellano. Participó en la
fundación del partido Falange Española, de ideología nacional y corporativista.
2
Félix Lope de Vega Laurel de Apolo (1630). El poema central, que da título al volumen, es el acta de
unas cortes del Parnaso. Para esta transcripción emplea como estrofa la silva. Se propuso Lope elogiar a
los poetas de su tiempo y así lo hizo. Ver notas
3
Nicolás Fernández de Piérola Villena,(* Provincia de Camaná, 1839 - Lima, 1913), apodado El Califa,
ocupó la Presidencia del Perú en dos oportunidades, desde 1879 hasta 1881 y desde 1895 hasta 1899.

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Sus estudios los realizó en el Colegio de la Recoleta de los padres franceses, que junto con
Guadalupe constituían en su tiempo los centros más destacados de la enseñanza secundaria. Ahí dio
muestras de temprana vocación artística al publicar tres cuentos y una traducción del francés en el boletín
recoletano. Sus compañeros de entonces lo recuerdan como hondamente abstraído, muy dinámico y muy
proclive a estimular la emulación entre sus compañeros de colegio. Un compañero de él, Luis Alberto
Sánchez, señalaba que Porras no era dúctil pero sí franco, podía temerse sus sarcasmos, pero podía
confiarse en su lealtad. Después recordando sus capacidades intelectuales menciona que, asustaba su
excelente memoria y su meridiana inteligencia, lo recuerda físicamente menudo, algo abstraído rubio, activo,
nos despertaba emulación a los menores.
En los inicios de su adolescencia empezarían las visitas constantes a las librerías de viejo, a la
búsqueda diestra de publicaciones agotadas, de obras raras, de documentos, desde ese tiempo comenzó a
acaudalar el magnífico legado que más tarde dejaría a sus discípulos y a la juventud peruana.
1.3.- Imagen física
Físicamente era de talla baja, de cabeza bien proporcionada, una frente amplia, y de ojos
profundamente azules hacían único su rostro. Lo que resaltaba de su rostro era su mentón bien definido,
casi prognático4, era el mentón inconfundible de Porras, fue su sello distintivo durante toda su vida.
Su cabello era rubio. Era descuidado en el vestir. Una característica de él fue su manera de anudarse la
corbata y el uso del sombrero, de color plomo con cinta negra, que eran como su uniforme. Años más tarde
tendría que vestirse a la manera exigida de la etiqueta que la diplomacia prescribía.
Un detalle notable era su forma de leer, inclinada la cabeza, con el ojo derecho más cerca del libro
quizás por algún defecto visual inadvertido.
Tenía una forma particular de escritura como “patas de moscas” que llenaban sus papeletas de
estudio e investigación, donde en un pedazo de papel, mínimo, encerraba su enérgica pesquisa de algún
capítulo de la historia que más tarde se convertiría en la página de algún ensayo o libro, con toda la
veracidad y versación del autor.

CAPÍTULO II

Vida universitaria
2.1.- Ingreso a la Universidad
Sus ansias de cultura y conocimiento lo llevaron a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
en el año 1912. Llegó a la vieja Casona, donde fundó con Guillermo Luna Cartland un travieso y diverso
periódico llamado “Alma Latina”, quizás para significar que en sus páginas se conectarían no solamente el
intelecto y los sentimientos más hondos, sino también la pasión. Por esa el estilo del joven Porras era muy
francés, muy cortado dirigido principalmente a la crítica de los profesores mediocres, pero no pudo salvar la
severidad la severidad de don Alejandro Deustua.
Su identificación con los problemas académicos y la pronta toma de contacto con las nuevas
tendencias surgidas al principio del siglo, hicieron que Raúl Porras Barrenechea se volviera prontamente en
un abanderado de la Reforma Universitaria, que fue alentada por él en un círculo al que denominó
“Conversatorio Universitario”, que solía reunirse en su propia casa y al que concurrían personas de distintos
orígenes, tales como Víctor Raúl Haya de la Torre, José Quesada, José Luis Llosa Belaúnde, Jorge
Guillermo Leguía, Jorge Basadre, Carlos Moreyra, Manuel Abastos y Guillermo Luna Cartland, entre otros.
En el Conversatorio se discutía no solo de los problemas de la Universidad, sino también de los que se
referían a la situación del Perú en aquellos tiempos y sus antecedentes históricos. La prueba es que en la
relación de sus integrantes figuraban no sólo quienes habrían de acentuarse en el proceso universitario y en
las luchas políticas, sino también en el esclarecimiento del pasado histórico de nuestro país.
El año del nacimiento de Raúl Porras lo ubica en lo que algunos llaman la “Generación de la
Reforma” o “Generación del Centenario”. En 1920 Leguía5 implementa la Reforma universitaria. En esta
generación llamada de “La Reforma” o Centenario” tenemos representantes de varias clases sociales,

4
El prognatismo consiste en una deformación de la mandíbula por la cual ésta, bien en la parte
superior bien en la inferior, sobresale del plano vertical de la cara.
5
Augusto Bernardino Leguía y Salcedo (* Lambayeque, 19 de febrero de 1863 - † Lima, 6 de febrero de
1932), fue un político peruano. Ocupó la Presidencia del Perú en dos ocasiones, de 1908 a 1912 y de 1919
a 1930.

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hombres que pertenecen a los grupos más ricos y poderosos del país: Pedro Beltrán y Moreyra, y también a
personas de clase media.
2.2.- La Universidad y la política
Para Raúl Porras Barrenechea la Universidad era su segunda casa y a veces la primera porque allí
desarrollo una actividad monumental y sin precedentes. Entre las viejas paredes del Convictorio Carolino y
la vieja casona del Convento Recoleto de los Dominicanos, que fue claustro de la Universidad Católica,
desenvolvió en clásica aptitud la forma de impartir enseñanzas y recibirlas. En esos claustros, en más de
una oportunidad expresó sus ideas y sus puntos de vista con claridad y sencillez, nunca tuvo necesidad de
gritarla.
La Generación del Centenario o la que se designa también como la Generación “Vetada” tuvo un signo
distintivo, la reforma de la Universidad en América. El Perú seguía siendo uno en manos de un grupo
minoritario que no dejaba los mandos para que existiera una real evolución en todos los aspectos de la vida
civil y cultural del Perú. Y la Universidad no era la excepción estaba sumida en un letargo y los pequeños
brotes de reacción rápidamente se sojuzgaban con prebendas o medidas disciplinarias y donde el medio
ambiente cómodamente absorbía a los rebeldes porque no hallaban eco sus aptitudes.
La reforma educativa habría de ser integral no solo universitaria cierto es que una nación es grande
cuando su escuela es buena, pero también deben ser buenos su religión, su política, su economía y muchas
cosas más, Porras creía en eso. La reforma universitaria es un decisivo paso pero solo es una panacea, en
esto no concordaban con él los de su generación quienes creían que con esto se solucionaría los problemas
del Perú.
La Universidad tampoco cumplió los fines propios de la Generación “Vetada”. Enseñó regularmente
las profesiones y preparó mal a los investigadores, dos tareas básicas y esenciales de la Universidad.
Porras creía, que la tarea vital era conseguir que la Universidad formara excelentes abogados, jueces,
notarios, economistas, administradores públicos, profesores de ciencias, de letras, de secundaria, pero
además, daba valor a los investigadores. Sólo así se podría establecer una élite. Al grupo que formó año
tras año, en la especialidad de historia, le dedicó sus mejores esfuerzos y empeños porque comprendía que
era uno de los puntos primordiales en los fines que persigue y debe efectuar la Universidad. Su casa de
Miraflores, de la calle Colina, se convirtió en un aula universitaria donde Porras se identificaba con sus
alumnos curiosos del pasado histórico del Perú.
Porras creyó que la Universidad debía transmitir el sentido real de la Cultura General, no el concepto
impreciso que no pocas veces vio y percibió en sus maestros, sino el verdadero sistema de ideas sobre el
mundo y la humanidad que el hombre posee de su época, que desea conocer, y apreciar e incorporar a su
bagaje de convicciones para que su existencia sea honesta y correctamente orientada. Estaba convencido
que la Universidad actual debe restablecer la enseñanza de la cultura o sea del sistema de ideas vivas que
posee el mundo en esa época. La tarea esencial y específica que la Universidad tiene, debe ser esa y no
otra cosa. Si no, sus metas están desnaturalizadas como en los momentos presentes.
Mario Vargas Llosa6 en su libro de memorias El pez en el agua7 dedica unas líneas a quien fuera su
maestro y nos describe su experiencia desde una óptica más cercana, y muestra la filosofía de vida y los
detalles de la participación política de Raúl Porras en la UNMSM.
“En esos años se convocó a elecciones para el rectorado de San Marcos. No recuerdo quién lanzó
la candidatura de Porras Barrenechea; éste la aceptó con mucha ilusión (…), sobre todo, por cariño a su
alma mater, a la que había entregado tantos años y tanta pasión. (…) su rival, Aurelio Miró Quesada, uno de
los dueños de El Comercio, (…) Porras y Aurelio Miró Quesada, que habían tenido cordiales relaciones
hasta entonces, se distanciaron, en una ácida polémica de cartas y editoriales y El Comercio (…) Porras
tenía dos tercios de los votantes. Pero en el Consejo Universitario, a la hora de la votación secreta, Aurelio
Miró Quesada ganó sin dificultad.

6
Jorge Mario Pedro Vargas Llosa (Arequipa, 28 de marzo de 1936), escritor peruano, es uno de los más
importantes novelistas y ensayistas de Latinoamérica, así como uno de los principales autores de su
generación.

Vargas Llosa subió a la fama en la década de 1960 con novelas como La ciudad y los perros (1963), La
casa verde (1965), y la monumental Conversación en La Catedral (1969).

7
VARGAS LLOSA, Mario. El pez en el agua. Editorial Seix Barral, 1993.p150-156

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A Porras, la derrota lo afectó hondamente. Tengo la impresión de que era el cargo que más
ambicionaba —más que cualquier distinción política—, por su vieja y entrañable relación con la universidad,
y que no haberlo alcanzado dejó en él una frustración y una amargura que lo indujeron, en las elecciones de
1956, a aceptar ser candidato a una senaduría en una lista del Frente Democrático (hechura del partido
aprista) y durante el gobierno de Prado, a aceptar el ministerio de Relaciones Exteriores, que ocuparía hasta
pocos días antes de su muerte, en 1960. Es verdad que fue un senador y un ministro de lujo, pero esa
inmersión en la absorbente política cortó en seco su trabajo intelectual y le impidió escribir esa historia de la
Conquista que, cuando yo comencé a trabajar con él, parecía decidido a terminar de una vez. Estaba en ello
cuando la campaña del rectorado. Recuerdo que, después de tenerme varios meses fichando los mitos y
leyendas, Porras me hizo pasar a máquina en un solo manuscrito todas sus monografías y artículos
editados y también los capítulos inéditos sobre Pizarro, a los que iba agregando notas, corrigiendo y
añadiendo páginas.
Que su candidatura al rectorado de San Marcos hubiera sido apoyada por el APRA y la izquierda —
curiosa paradoja pues Porras nunca fue aprista ni socialista, sino más bien un liberal tirando a conservador8
— le ganó la vindicta del régimen, en cuyas publicaciones comenzó a ser atacado, a veces con soecidad.
Un semanario odriísta, Clarín, sacó varios artículos contra él, llenos de abominaciones. Se me ocurrió
redactar un manifiesto de solidaridad a su persona y recoger firmas entre intelectuales, profesores y
estudiantes. Conseguimos varios cientos de firmas pero no hubo donde publicarlo, de modo que nos
contentamos con entregárselo a Porras”.
2.3.- La enseñanza de historia. Amor y vocación
En alguna ocasión declaró: “No se puede enseñar sino aquello que tiene para nosotros algo de
poesía y de misterio. Tal es para mí la historia peruana y particularmente la historia de la conquista,
momento crucial en que se mezclan los dos barros genésicos de nuestra nacionalidad y surge de ellos el
alma nueva del Perú”. Sus alumnos se sentían transportados a épocas pretéritas, casi ignotas, donde
siempre el pasado tenía ese velo de lo mágico, de lo irreal, pero al mismo tiempo se sabía, que la presencia
de los hechos, de la prueba, de la documentación estaba ante los ojos del Maestro. En los capítulos arduos
que la misma historia ofrecía cuando apelaba a la paleografía y exhibía y leía un documento de la conquista
o de la colonia, su vocación estaba transfigurada, no solo por eso, sino por la forma de la explicación. El
interlocutor sabía que lo que decía no era algo pasado, e inerte, sino parecía que el acontecer estuviera
vivo, que no hubiera pasado miles de años sino que todo había transcurrido un día como ayer.
Hablando de su misión de profesor de secundaria y de su persistencia en ella, a pesar de la
diversidad de sus estudios e investigaciones y deberes universitarios decía… “conservo intacta mi fe en la
nobleza de las tareas de la segunda enseñanza y en la fecunda eficacia de las ideas y sentimientos que
depositan en el alma de los niños cuando en el umbral de la mocedad, empiezan a inquietarse por todo los
hondos problemas de la vida y a sentir el accidente del saber o del heroísmo. No puede haber -no hay a mi
juicio- mayor placer ni mayor honra espiritual que ser maestro de segunda enseñanza. Para serlo no bastan
diplomas y títulos académicos, son necesarios ante todo amor y vocación”.
Para considerar la vocación histórica, firmemente confirmada con su amor a la enseñanza, cabe
subrayar lo que expresó en otra ocasión: “Mi experiencia de profesor me dice que no hay laboratorio ni
templo que supere a la clase de historia para la formación del espíritu de la nacionalidad. En la clase de
historia patria el silencio se hace solo sin disciplinas ni castigos, por la sola presencia de las sombras
heroicas que surgen del pasado, por el relato que aprieta el corazón de los niños con la emoción del triunfo
o la audacia que engrandecen la hora de la abnegación o de la solitaria figura moral que se yergue, contra
la barbarie o la fuerza, en defensa de la libertad o del débil. En ese silencio repentino de las clases de
historia, en el ejemplo puro que pasa únicamente por la voz del profesor como fuerza misteriosa y sagrada,
está el soplo creador de la nacionalidad. Para vivir la hora futura y póstuma de esa lección lucharon los
apóstoles y murieron los héroes. La historia que es “la forma suprema de simpatía humana”, recoge todos
aquellos rastros dispersos de una misma luz y en el ambiente lleno de nueva vida y pujanza de clase, lo
hace nuevamente dolor alegría, angustia, admiración o protesta. En esa comunión entre el pasado y el
presente, entre la niñez y los héroes, se va forjando diariamente la imagen de la patria”.

8
Aunque, en su última actuación pública, como ministro de Relaciones Exteriores, en la reunión de
cancilleres, de Costa Rica, en 1960, votó contra la condena de Cuba, desobedeciendo instrucciones del
gobierno de Prado, por lo que se vio obligado a renunciar. Murió poco después.

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Vargas llosa en sus memorias 9cuenta la grata impresión que le dejo las clases de Raúl Porras, la
vocación y amor que mostraba al enseñar.
“Entre [los profesores y los cursos] recuerdo uno que fue la mejor experiencia intelectual de mi
adolescencia: el de Fuentes Históricas Peruanas, de Raúl Porras Barrenechea.
Ese curso, y lo que de él se derivó, justifica para mí los años que pasé en San Marcos. Su tema no
podía ser más restrictivo y erudito, pues no era la historia peruana, sino dónde estudiarla. Pero gracias a la
sabiduría y elocuencia de quien lo dictaba, cada conferencia era un formidable despliegue de conocimientos
sobre el pasado del Perú y las versiones y lecturas contradictorias que de él habían hecho los cronistas, los
viajeros, los exploradores, los literatos, las correspondencias y documentos más diversos. (…)Porras tenía
el fanatismo de la exactitud y era incapaz de afirmar algo que no hubiera verificado. Sus espléndidas
exposiciones estaban siempre acotadas con la lectura de unas fichas, escritas en letra diminuta, que se
llevaba muy cerca de los ojos para deletrear. En cada una de sus clases teníamos la sensación de estar
oyendo algo inédito, el resultado de una investigación personal. Al año siguiente, cuando empecé a trabajar
con él, comprobé que, en efecto, Porras Barrenechea preparaba ese curso que dictaba ya tantos años, con
el rigor de quien va a enfrentarse a un auditorio por primera vez.
En ninguno de los cursos leí y trabajé tanto como en el de Fuentes Históricas Peruanas,
deslumbrado por la brillantez de Porras Barrenechea. Recuerdo, después de una clase magistral sobre los
mitos prehispánicos, haber corrido a la biblioteca en busca de dos libros que había citado y aunque uno de
ellos, de Ernst Cassirer, me derrotó casi al instante, el otro fue una de mis grandes lecturas de 1953: La
rama dorada, de Frazer. La influencia que el curso de Porras tuvo sobre mí fue tan grande que durante esos
primeros meses en la universidad llegué muchas veces a preguntarme si debía seguir Historia en vez de
Literatura, pues aquélla, encarnada en Porras Barrenechea, tenía el color, la fuerza dramática y la
creatividad de ésta y parecía más arraigada en la vida.
Trabajé con Raúl Porras Barrenechea desde febrero de 1954 hasta pocos días antes de viajar a
Europa, en 1958. Las tres horas diarias que pasé allí, en esos cuatro años y medio, de lunes a viernes,
entre dos y cinco de la tarde, me enseñaron sobre el Perú y contribuyeron a mi formación más que las
clases de San Marcos.
Porras Barrenechea era un maestro a la antigua, que gustaba rodearse de discípulos a los que
exigía absoluta fidelidad. Solterón, había vivido en esta vieja casa con su madre, hasta que ella murió, el
año anterior, y ahora la compartía con una anciana sirvienta negra que había sido tal vez su ama. Ella lo
tuteaba y reñía como a un niño, y preparaba las deliciosas tazas de chocolate con que el historiador
agasajaba a las luminarias intelectuales de paso que hacían la peregrinación a la calle Colina. De esos
personajes recuerdo, como los de conversación más amena, al español don Pedro Laín Entralgo, al
venezolano Mariano Picón-Salas, historiador, ensayista y finísimo humorista, al mexicano Alfonso Junco,
cuya timidez desaparecía cuando surgían en la conversación los dos temas que lo apasionaban: España y
la fe, pues era un cruzado del hispanismo y el catolicismo, y a nuestros compatriotas el poeta José Gálvez,
que hablaba un español castizo y tenía la manía genealógica, y Víctor Andrés Belaunde —en esa época
embajador del Perú en la ONU, de paso por Lima— quien, aquella vez, habló toda la noche y no dejó
colocar una sola frase ni a Porras ni a ninguno de los invitados al chocolate en su honor”
2.4.- En el aula
Los alumnos se deleitaban con sus lecciones porque ante sus miradas y oídos pasaban las figuras
familiares de un López de Xerez, un Cristóbal de Mena, un Diego de Trujillo, __un hallazgo definitivo de
Porras_, el coplero del Palestino, o la gravedad clásica del contador Zarate. También la animación del
mestizo Gutiérrez de Santa Clara y la formidable figura del príncipe de los cronistas, Pedro Cieza de León 10.
La clase terminaba en evocaciones como la referida al vidente y hombre de mil oficios, viva expresión de la
época, Pedro Sarmiento de Gamboa11, al lado de su notable comparación con nuestro primer y verdadero
historiador, el Inca Garcilaso de la Vega. Encanto especial tuvo el misterio de la historia contada por el
9
VARGAS LLOSA, Mario. El pez en el agua. Editorial Seix Barral, 1993.p122-128

10
Pedro Cieza de León (Llerena, España 1520 - Sevilla, España 1554) fue conquistador, pero sobre
todo, cronista e historiador del Perú. Escribió una Crónica del Perú (ru:Хроника Перу) en tres partes, de las
que sólo la primera se publicó en vida de su autor, quedando inéditas las otras dos hasta los siglos XIX y XX
respectivamente.
11
Pedro Sarmiento de Gamboa fue un marino, explorador, escritor, historiador, astrónomo, científico y
humanista español del siglo XVI. Se supone que nació en Pontevedra, Galicia alrededor de los años 1530-
1532. y que falleció en la mar a fines de junio de 1592.

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sacerdote Montesinos. El largo linaje de los incas y la fantasía atrayente de ese fraile olvidado del siglo
diecinueve y puesto de relieve en el actual.
Venía después su explicación de la historia por los caminos de los siglos XVII y XVIII, concentrada
en el convento, donde los sacerdotes de las órdenes religiosas ejercían el magisterio de la cultura. Como lo
señaló Porras, son ellos los que dirigen los centros de enseñanza, los depositarios de manuscritos, crónicas
y libros famosos. De allí surgirán para el dialogo con el estudioso. El Padre Calancha, Fray Juan Melendez,
Córdoba y Salinas y tantos otras serias y especializadas darán la idea del contorno histórico de la época.
Tal tiene que ser la referencia a Juan de Solórzano y Pereyra y Pedro de Peralta y Barnuevo, para concluir
con una merecida referencia al Mercurio Peruano12, cátedra de nacionalismo.
Cuando se refiere al siglo XIX, nos dice que en sus comienzos no hay historia. En esos días no se
escribe la historia, sino se la hace y vive con ella. Sólo una cita a Riva Agüero y a Francisco Javier
Mariátegui. Según los documentos, que en forma de colección guardaron celosamente los informes sobre lo
concerniente a la guerra de la independencia, hasta que aparecieron los esfuerzos de síntesis del pasado
histórico peruano, no por esfuerzo de los propios peruanos sino por extranjeros, como la historia de
Sebastián Lorente. La cita alcanza también a la magnífica obra de W.Prescott para vincularla con el
esfuerzo encomiable y admirable del General Manuel de Mendiburru, con su Diccionario Histórico-
biográfico. Le concede un sitial a Palma13, y un lugar no sólo en el campo literario como siempre se le
otorgo, sino como observo el Maestro: “Sin proponérselo, Palma, hombre del pueblo, pegado a los pechos
de la República, liberal y anticlerical convicto y confeso, ha trazado intuitivamente la mejor historia colonial.
Para escribirla tuvo que leer las viejas crónicas de la conquista, las crónicas conventuales, los procesos de
la Inquisición y otros manuscritos ciertos o imaginarios, al estudiar las fuentes de que se sirvió, se
comprueba que es cierto el hecho típico, que recoge, aunque no respete la cronología, cambie los hombres
y aderece y retoque el manuscrito original”
En el siglo XX, el manuscrito de Javier Prado14 planta el primer hito, al que seguiría la historia
peruana de Riva Agüero, marcando uno de los más profundos y decisivos movimientos nacionalistas de la
cultura peruana”
Citación especial le va a merecer su maestro Carlos Wiesse y Nemesio Vargas, haciendo paréntesis
anotara una referencia arqueológica y aunque vengan a su memoria los arqueólogos alemanes, franceses
y norteamericanos y otros mas, no vacilara en hacer, el elogio preciso de Julio C. Tello 15, el tarpuntae o
sacerdote indio, nutrido de antropología y de técnica arqueológica de Harvard y de Berlín.
Waldelomar Espinoza Soriano16 recuerda cuando era alumno de Porras y lo que le dejó Porras.
“Cuando yo era alumno de Porras, él era ya un peruanista cabal. Es decir, un buen admirador de
lo mejor de la herencia española y andina. Por consiguiente, aquí es aconsejable reiterar que, no obstante
ser un exuberante panegirista de Pizarro y de la obra colonizadora de España, a porras no se puede tildar
de imperialista, ni tampoco de rabioso hispanista. Él fue, antes que nada peruanista. Su antiimperialismo
quedó demostrado en 1960 cuando, como Ministro de relaciones Exteriores, se negó a firmar el documento
que condenaba a Cuba a un injusto bloqueo. El discurso que pronuncio al respecto es célebre por los

12
Mercurio Peruano fue un periódico bisemanal publicado en Lima entre 1791 y 1974 y que fue
ampliamente difundido por gran parte de Hispanoamérica hasta el siglo XIX. Fue editado por un grupo de
jóvenes intelectuales pertenecientes a la Sociedad de Amantes del País, entre los que destacaron Hipólito
Unánue, José Baquíjano y Carrillo y José Rossi y Rubí. Fue la segunda publicación creada para Lima, pero
aún así fue el más importante diario editado en el Perú.
13
Rubén Darío dice: “La tradición -en el sentido que Palma la ha impuesto al mundo literario- es flor de
Lima. La tradición cultivada fuera de Lima y por otra pluma que no sea la de Palma, no se da bien, tiene
poco perfume, se ve falta de color”.

14
Javier Prado y Ugarteche, ( * Lima, 3 de diciembre de 1871 - Lima, 1921), fue un historiador, filósofo y
abogado peruano. Ocupó el rectorado de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos desde 1915 a
1920. Asimismo ejerció cargos políticos en su país, siendo senador, Canciller, embajador y Vocal de la
Corte Suprema de la República del Perú.
15
Julio César Tello Rojas (Huarochirí, Perú, 11 de abril de 1880 - Lima, 3 de junio de 1947), fue un
destacado médico y arqueólogo peruano. Descubrió las culturas Chavín y Paracas e impulsó y creó el
Museo de Arqueología Peruana.

16
Waldemar Espinoza Soriano (Cajamarca, 6 de julio de 1936) es un etnohistoriador peruano especialista
en historia andina prehispánica y colonial.

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principios sostenidos en él acerca de la no intervención y el derecho de los pueblos a determinarse por sí


mismos”.
2.5.- La investigación en la Universidad
Tuvo calidad para la investigación histórica y a la interpretación de los hechos que se aprecian
desde primeros trabajos. Como bien ha dicho Jorge Puccinelli, “A solera que da la búsqueda tenaz del dato
de primera mano y la familiaridad con las fuentes prístinas y directas se suman en el caso de Porras, su
formidable intuición histórica, que cala hasta el fondo de los hechos y los reconstruye en su integridad
esencial y su sentido riguroso para la crítica del documento que es diseccionado siempre con la segura
prolijidad del científico”
Avasallador era su poder de investigador. También era fascinante la comunicabilidad que la tarea
significaba para sus discípulos, a los cuales daba verdadero entusiasmo por el tema que era objeto de esa
labor. Magistrales por su calidad de extraordinario investigador fueron sus clases sobre “Fuentes”, las
cuales en otras ocasiones y por otros maestro universitarios, solo suscitaban cierta aridez y cansancio,
puestas en el curso dado por Porras, entusiasmo y afán de profundidad. De esas magistrales clases saldría
quizás la obra más convincente y profunda de Porras. Fuentes Históricas Peruanas17, que compendian toda
una vida dedicada a la pasión investigadora, a desentrañar todo el tesoro cultural peruano, donde el fárrago
de la enumeración de las fuentes, de la cantidad de citas, de las referencias y textos y de las notas y
autores mencionados no hace perder el interés que un lector común exige porque la prosa, la forma con que
se trasmite el contenido del proceso investigatorio histórico tiene tal altura literaria, que no se sabe si es una
pieza de literatura o una severa investigación histórica.
Al lado de la expresión de la historia incaica, supo darnos la interpretación de la historia peruana,
cuya esencia y raíz la señalo en la crónica18, que definió en síntesis admirable como “un genero vernáculo
que brota de la tierra y de la historia”. Comenzó a atisbar la visión del pasado peruano, ingresando por los
caminos de la crónica, buscando en sus autores, los cronistas, los verdaderos forjadores de la historia
peruana. Calificó una forma de crónica para la América descubierta por Colon, que llamo con justeza,
Crónica Indiana, no vacilando en anotar que “si la crónica se escribe generalmente en España, en loor del
príncipe, al trasplantase a América se populariza y reclamara por boca de Bernal Díaz del Castillo 19, contra
la gloria exclusiva del Capitán, pidiendo que se incluya en la gesta los nombres de los soldados al lado del
jefe de la hueste.
Observó finalmente que la universidad es depositaria de un enorme quehacer histórico, que debe
volcarse en propender al desarrollo de las disciplinas históricas con verdadera rigurosidad. Expresó a ese
respecto que: “nuestro panorama histórico ofrece la riqueza de un pasado peruano, en contraposición con la
penuria de la investigación y la carencia de la obras de síntesis que abarquen el contenido de nuestra
historia”. Con gran verdad añadió, en más de una oportunidad, que no había una sola historia general del
Perú que comprenda las tres grandes épocas de nuestro pasado con una visión panorámica. Es preciso
señalar que “el sino histórico peruano parece ser, desde los tiempos prehistórico, la falta de una fuerte
cohesión y fragmetarismo”
Señaló que la investigación histórica en el Perú tenía una tarea muy ardua por delante: “Urge,
_expresaba_ desenterrar las fuentes abandonadas u ocultas, y discriminar científicamente su verosimilitud,
autenticidad e importancia. No debe perderse de vista el apotegma histórico de que sin documentos no hay
historia, y, sin esclarecimiento de los hechos, no caben interpretaciones ni síntesis”.
Literatura castellana profesaba en San Marcos Raúl Porras antes de asumir la Historia. Viejo
lector de Anatole 20y de Renan21, estaba hecho para advertir en la letra impresa del escrito el fruto de una
aguda lucha interna del hombre por las ideas de su mundo. Su educación francesa de la Recoleta lo había

17
Fuentes Históricas Peruanas: apuntes de un curso universitario. (Lima: Instituto Raúl Porras
Barrenechea. 1963)
18
Una crónica es una obra literaria que narra hechos históricos en orden cronológico. La palabra
crónica viene del latín chronica, que a su vez se deriva del griego kronika biblios, es decir, libros que siguen
el orden del tiempo. En una crónica los hechos se narran según el orden temporal en que ocurrieron, a
menudo por testigos presenciales o contemporáneos, ya sea en primera o en tercera persona.
19
Bernal Díaz del Castillo (Medina del Campo, España, 1496 - Guatemala, 1584) fue un conquistador
español y cronista de Indias.
20
Anatole François Thibault, que adoptó el sobrenombre de Anatole France, fue un escritor francés, nacido
el 16 de abril de 1844 en París, y muerto el 12 de octubre de 1924 en Saint-Cyr-sur-Loire. Anatole France es
el padre del también escritor Noël France.
21
Joseph Ernest Renan (*Tréguier, 27 de febrero de 1823 - †París, 12 de octubre de 1892) fue un escritor,
filólogo, filósofo e historiador francés.

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predispuesto ciertamente para la actitud benévola y para la dócil amistad con los libros. Literatura
Castellana, en una época oscura de la política peruana, significaba ambiente propicio para descubrir el
intimo dolor de Quevedo, la desazón interior del protagonista cervantino, el desprendimiento sereno de
Santa Teresa, el “dulce lamentar” de Garcilaso, junto con la melancolía irónica de Larra, la vibrante protesta
de los románticos, cuando no el inquieto y formidable empuje con que Azorín22 y Valle Anclan daban
testimonio de una voluntad d aire fresco y de liberación. Profesar literatura era dirigir una cátedra de valiente
optimismo frente a la juventud y constituía buen pretexto para proponer a la constante reflexión estudiantil
aquellos valores por los que el hombre se hace digno de respeto y homenaje, valores que Porras había
aprendido a mamar en la leche.
La vinculación de Porras con la literatura no se circunscribe a sesudas investigaciones
monográficas, o a clases magistrales en la Universidad: forma parte de su condición humana. A Porras no le
preocupo la literatura por mandato de su vocación docente. Cuando se le recuerda, hundido en el vasto
sillón de su poco iluminada biblioteca de Miraflores, comprobamos que la ironía, la armonía de su prosa, la
lenta modulación de la voz, sus ojos inquietos y celestemente brillosos, eran un cuadro total en que la
literatura tenia asiento por derecho propio. Ese fervor por lo literario, signo característico de su generación,
era en él como una expectativa de la sangre. No hay estudio suyo que no lo demuestre. Frente a una crítica
incipiente, dedicada al falaz ejercicio de la descripción argumental o de la nimiedad biográfica, ya estaba
Porras predispuesto, desde sus trabajos iniciales, a vincular vida y poesía, hombres e ideas, mundo
concreto circundante y mundo íntimo de la imaginación y la literatura. La literatura no podía ser para el mera
abstracción, ni un lujo de la inteligencia depurada. Porras critico de la literatura, es tema apetecible todavía
para nuestros estudiantes.
2.6.- La leyenda dorada de Pizarro
La gran pasión de Raúl Porras fue escribir la historia completa de la conquista del Perú a la que él,
con toda razón, une con la vida y acciones de Francisco Pizarro. Con tal objetivo realizo tareas de heurística
y hermenéutica en los archivos y bibliotecas del Perú. Tenía a Pizarro tanta admiración que estaba decidido
a componer su biografía y con ella crear y desarrollar la leyenda dorada sobre el Conquistador de los incas.
Con aquella finalidad, desde 1929 comenzó a releer y estudiar a los cronistas. En 1935 aparecen
sus primeros artículos referentes al Capitán trujillano reclamando la erección de un monumento a este
personaje el que, según su entender, fue el fundador de la nación peruana. Él monumento llego a
materializarse, pero no por decisión del gobierno peruano sino como regalo de una norteamericana
admiradora de Pizarro.
Luego fue a España a investigar. En 1936 se hallaba en Paris y Viena con las mismas intenciones.
En el citado año publico el Testamento de Pizarro. En 1939 regreso a España, inmediatamente después del
triunfo de Franco23, para proseguir la biografía del Conquistador de Perú. Continuamente corregía y
ampliaba sus borradores. Por fin, retorno a Sevilla, donde hizo público su hispanismo. En la capital andaluza
estuvo hasta 1940. En seguida, viajo a los archivos de Trujillo de Extremadura. Allí ubico la información
sobre la casa donde nació Pizarro, en los arrabales de la ciudad y no en el solar de la hidalga familia de su
progenitor, como se creía hasta la fecha.
Porras ya, como Riva Agüero también, exaltaba las proezas del destructor del Tahuantinsuyo.
Ambos lo calificaban de “Fundador del Perú”, pero Porras es quien lo presentaba como un hombre ejemplar
para la juventud por su osadía, y bondad. He ahí por qué repetidamente lo llamaba “Pizarro el Bueno”, “gran
caballero y hombre heroico”, dando la impresión de no ser un biógrafo equilibrado. En consecuencia, de
conformidad con los juicios de Porras, la invasión y la conquista del Imperio de los Incas fue la más honrosa
del mundo por haber estado hecha bajo el influjo de las ideas lascasianas, lo que Raúl Porras pretendía
probar con el uso que hizo en Cajamarca el famoso requerimiento, agregando que en tanto no llego Pedro
Alvarado en 1534, al invasión y la conquista fueron pacificas, sin saqueos.
En lo que toca al traslado de la ciudad de Jauja al valle de Lima, asevera que fue para defender a
los indios de la cosa que tenían que cargar trabajosamente los tributos hasta las alturas jaujinas. Sin
embargo, lo que imperó con más fuerza y evidencia fue el deseo de no perder de vista el mar para controlar
y resistir con facilidad a cualquier intruso que anhelara invadir y apoderarse de algún sector de la
gobernación de Pizarro, como ya lo había intentado Pedro de Alvarado24 en esos días.

22
Seudónimo de José Augusto Trinidad Martínez Ruiz
23
Francisco Franco Bahamonde (Ferrol, La Coruña, 4 de diciembre de 1892 – Madrid, 20 de noviembre
de 1975), conocido como Francisco Franco o simplemente Franco, fue un militar dictador español, golpista
integrante del pronunciamiento militar de 1936 que desembocó en la Guerra Civil Española.

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Para Raúl Porras Barrenechea, sin embargo, los incas habían sido más feroces que los españoles.
Menciona que Atahualpa bebía chicha en el cráneo de su hermano Atoq y convertía en tambores a los
cuerpos de sus enemigos. De manera que Pizarro y sus soldados, en comparación con los otros, aparecen
como héroes civilizadores y libertadores. En tal aspecto, justifica el proceso contra Atahualpa y sostiene que
Pizarro no conocía de leyes y firmó la sentencia presionado por los almagristas.
Se puede notar que cuando describe las gestas de la conquista lo hace como si hubiera sido uno
de sus protagonistas. Estaba tan unido con ello que cualquiera de las desgracias y/o éxitos españoles los
menciona como si los hubiera sentido en carne propia. Esto es notorio cuando habla de la victoria de
Quisquiz25 en Vilcacunga.
Porras manifestaba sus conceptos sobre la conquista en las aulas de San Marcos. Las biografías
referentes a Pizarro pasan de treinta pero las que sobresalen son pocas. Entre esas está la preparada por
Porras que, si bien inconclusa, ofrece copiosos informes sobre aspectos desconocidos hasta esos años,
aparte de los párrafos concernientes a la personalidad y psicología del mismo Pizarro y a si como de
Almagro entre otros. En el enorme fólder que dejó inédito_ sólo sería publicado en 1978, a más de 18 años
del fallecimiento de su autor.
En este texto, como acostumbraba, puso especial cuidado en el estilo de su redacción, pero no en
las citas de sus fuentes, de modo que no conocemos exactamente en qué archivos o fuentes descansan los
informes que revela. Lo que ocurre es que para la expresión novelada que empleaba, no requería de
verificaciones documentales. También se rumoreaba de que lo hacía para evitar plagios, que él consideraba
como una “enfermedad nacional”.
Pero, no obstante que el ilustre catedrático de San Marcos vio y leyó documentos referentes a
ciertas etnias que auxiliaron a los conquistadores en calidad de aliadas para luchar contra los incas hasta
aniquilarlo, no le dio importancia. Así, no le fueron desconocidos los legajos de las informaciones de los
curacas huancas (1560-1561) y de la hija y yerno de la cacica de Huaylas, Contarhuacho, aparte de otros
testimonios dado por Pedro Sancho (1534), quien llegó a sostener que sin la ayuda de los “indios amigos”,
de los aliados indígenas, jamás hubieran podido los españoles apoderarse del Perú en un tiempo tan corto y
de una manera tan fácil. No sabemos, por qué Porras no otorgo el valor merecido a tan notables fuentes
documentales, de manera que sencillamente arguye que el triunfo hispano se debió a la intrepidez de
Pizarro en Cajamarca y en toda la campaña conquistadora, con lo cual, según su discernimiento, ponía en
el tapete una vez más su idealismo y subjetivismo.
Para Porras las causas de la caída del Imperio Inca estuvieron determinadas también por la decadencia
moral a que había llegado su clase dominante y dirigente.
Pero sea lo que fuere, la crítica considera que, después del estudio de Prescott26, el mejor volumen
referente a Pizarro es el de Porras Barrenechea. Verdaderamente este historiador es quien más ha
escudriñado acerca del caudillo de la conquista del Perú. Sin duda, es el texto más artístico de las biografías
de Pizarro.
Aciertos
Aparte de lo expuesto, los trabajos de Porras sobre Pizarro, en general, deshicieron no todos pero sí
una gran cantidad de errores hasta entonces de moda, propalados por escritores indigenistas desde el siglo
XIX. Veamos algunos27:
• Destruyó el mito del Pizarro expósito y porquerizo.
• Ubicó la casa en que vino al mundo Francisco Pizarro, en Trujillo de Extremadura, en un arrabal,
junto al campo, y no en la casa solariega de los Pizarro, como inexactamente aparece en una
fotografía que acompaña al volumen editado en 1978, publicado por Luis Alberto Sánchez.

24
Pedro de Alvarado y Contreras (n. Badajoz, Extremadura (España), 1485 - † Guadalajara, Nueva
España, 4 de julio de 1541). Conquistador español que participó en la conquista de Cuba, en la exploración
por Juan de Grijalva de las costas de Yucatán y del Golfo de México, y en la conquista de México dirigida
por Hernán Cortés. Puede considerársele como conquistador de gran parte de América Central (El
Salvador, Honduras y Guatemala) y pudo haberlo sido también del Perú, pero renunció a ello tras
enfrentarse primero, y negociar después, con Diego de Almagro.
25
Quizquiz fue un general de las tropas incas que luchó bajo las órdenes de Huayna Cápac y
Atahualpa. Junto a Rumiñahui y Chalcuchímac fueron los tres principales generales Atahualpistas que
combatieron a los españoles en la primera fase de la conquista.
26
William Prescott (Salem, Massachusetts 4 de mayo 1796 - Boston, 29 de enero 1859) fue un
historiador e hispanista norteamericano. Escribió History of the Conquest of Peru (1847).
27
Para ver una lista más amplia de los aciertos de Porras ver Notas

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• Clarificó que Martinillo fue el intérprete de Valverde en la plaza de Cajamarca y no Felinillo, quien
sólo después adquirió importancia, especialmente en el proceso contra Atahualpa.
• Descubrió que Pizarro, antes de venir a Santo Domingo, estuvo en Italia con el Gran Capitán
Cabe mencionar cómo Porras dirigió la confección de un retrato de Pizarro. Es un lienzo de
dimensiones regulares, donde se ve a un hombre con aspecto de haber pasado los 60 años de edad. Este
exhibe un cuerpo de entereza viril, erguido, bien que algo escuálido, con la barba blanca y atavíos negros,
con solo la cruz roja de Santiago al pecho. Lleva sombrero y un puñal a la diestra. Aparece no con los
zapatos de piel de venado que habitualmente usaba, sino con alpargatas, que por entonces constituían
muestras de gala y bravura entre milicianos; y, por último, porta la lujosa capa de marta que le había
regalado Hernán Cortés, y que Pizarro se la ponía raras veces, apenas en los acontecimientos solemnes.
Como se ve, Porras lo hizo retratara al estilo del Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba.
Lohmann28 califica a Raúl Porras Barrenechea, como un historiador romántico, con un gusto
exquisito para trazar biografías de corte narrativo, anecdótico y hasta novelesco, acompañado de vez en
cuando de jugosas explicaciones sobre la psicología de sus personajes, Pizarro, Almagro, Atahualpa, etc.
En algunas ocasiones da la sensación de que Porras ha sacrificado la autenticidad de los acontecimientos
en aras de la belleza de la frase. Lo que sí se capta con nitidez es que prescindió de las multitudes
humanas en la historia, prefiriendo a los individuos, a los personajes. De ahí su deleite por las biografías.
Hay una etapa en la que podemos decir que en Porras predominaba abiertamente su hispanismo_
mediado de la década de los 40__ para pronto dar inicio a sus análisis del alma andina. Recordemos que en
el enunciado decenio fueron intensificadas las excavaciones arqueológicas y apareció entre nosotros la
etnohistoria, así se revolucionaron los conocimientos atingentes a las culturas y civilizaciones prehispánicas.
Con toda seguridad, eso motivó el cambio de las reflexiones del distinguido biógrafo de Pizarro, acabando
no como hispanista ni indigenista sino como peruanista
Es incuestionable que la inclinación de Porras fue la conquista y en segundo plano el Virreinato y la
Emancipación, épocas sobre las cuales dejo bastantes publicaciones. Sin embargo, lo incaico también
formo parte de sus conocimientos, ya que su concepción totalizante de la Historia no podía mantenerlo
alejado de ninguna etapa clave de la identidad nacional.
De modo que fue en 1951 que comenzó el Porras peruanista. Fue el año en que leyó y publico su
ensayo titulado Mito, tradición e historia en el Perú, remontándose a los más vetustos tiempos de la
civilización andina, a la que enalteció y pondero con inmenso encanto y franqueza. A la misma época
pertenece su trabajo erudito concerniente al quipu y la quilca. Su estilo peruanista también ha quedado
eternizada en su esfuerzo por editar los más trascendentes diccionarios y gramáticas quechuas de los siglos
XVI y XVII (Domingo de Santo Tomas y Diego de Gonzales Holguín). Igualmente fue él quien incentivó y
logró la financiación para que Guillermo Escobar Risco pudiera realizar la sexta edición del Vocabulario
quichua de 1584. En 1953 Porras concluyo su profundo ensayo El Ollanta y en 1955 su extraordinario
trabajo acerca de La épica y la poesía incaica, cuya lectura hecha por el mismo, admiró a los oyentes que
asistieron a escucharlo en la ANEA de Lima.
También demostró su sincera peruanidad, entendida ésta como la síntesis del legado andino e hispanos, en
dos libros más: la Pequeña antología de Lima y la Gran Antología del Cuzco. El primero sobre la capital
virreinal y republicana; y el otro relativo al asentamiento urbano de neta raigambre inca, al que, tan igual que
Riva Agüero, considero el corazón y la yema del Perú.
2.7.- El Inca Garcilaso
Un protagonista concluyente de su pluma fue el Inca Garcilaso de la Vega, a quien ubico en su
célebre clasificación de los cronistas, como post-toledano. Sus frases para el Inca Garcilaso fueron siempre
llenas de matiz. De él nos dice que escribió a los sesenta años, venciendo su poquedad nativa y su
complejo de inferioridad social. Para escribir su historia solo utilizó sus recuerdos y los que le trasmitieron
sus parientes maternos, así como las cartas de sus amigos y compañeros del Perú. También tuvo en cuenta
las crónicas publicadas de Gómara, de zarate, de Acosta y el Palentino.
Su obra la titulo Comentarios Reales pero la adopción de su nombre revela como bien anota Porras,
“la índole tímida del cronista y su propósito humilde”. No en balde entre las diversas formas históricas que la
historia clásica tiene señalada,-historias, anales, memorias, comentarios- la elegida por el cronista Garcilaso
es la de menor categoría. Se limitó a glosar a los historiadores españoles que han escrito sobre su patria

28
Guillermo Lohmann Villena (Lima, 17 de octubre de 1915–14 de julio de 2005) fue un historiador y
diplomático peruano, hijo de padre alemán, Juan Pablo Lohmann, y madre limeña, Carmela Villena Rey. Es
sin lugar a dudas uno de los más prolíficos de los historiadores peruanos y el más importante especialista
en la época virreinal.

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sirviéndoles únicamente de comento y glosa, corrigiendo lo ampliando por desconocimiento de la lengua y


añadiendo, donde hubiere falta.
Hay una intención oculta y al mismo tiempo generoso que llevó al Inca a vencer su timidez y
escribir, fue su hondo sentimiento de amor a su tierra y a su raza. Todas las crónicas contemporáneas que
tuvo a su vista le parecieron cortas de alcances en sus relatos sobre el Imperio de sus mayores. Cita,
diciendo: “Escríbenlas tan cortamente, que aun las muy notorias las entiendo mal” y subraya el propósito del
cronista al señalar que escribe “para aclarar y ampliar muchas cosas que ellos asomaron a decir y las
dejaron imperfectas por haberles faltado relación entera”. También añade siguiendo el relato del Inca, que
es injusto todo lo que se dice de los conquistadores, los juicios de la mayoría de ellos son incomprensivos
porque no miden los esfuerzos y las penalidades que pasaron y porque tampoco no respetan sus esfuerzos
y sus hazañas. Revela su indignación contra Gómara 29 por las cosas que refiere e contra Pizarro y lo mismo
habla del Palentino que “infamó la memoria de su padre atribuyéndole deslealtad al Rey”. Por eso, “para
relatar tales como el los siente el Imperio de los Incas y la conquista española escribe sus comentarios pero
sobre todo, “para dar a conocer al Universo nuestra patria, gente y nación”.

Cuando analiza la figura del Cronista Inca nos pinta ese dualismo de su alma y las inquietudes que
albergo su espíritu. En su juventud, en el Cuzco solía aprender con tesón el latín y soñaba con que un día
iría a la Universidad de Salamanca. Sentía que todo lo ligaba con la raza de su padre. Todo lo llevaba hacia
España. Cuando estaba en España sentía honda nostalgia de su Cuzco del recuerdo y a sentir más cerca
de su corazón el deseo de hermandad con los indios sus medio hermanos y el “atávico reclamo de los
recuerdos de la grandeza incaica”.
Con una perfecta ecuación, Porras definió este dilema: español en Indias, indio en España, he ahí la
situación del Cronista. Y agrega con un profundo sentido de la filosofía de la historia del Perú, ese es el
dilema mismo del alma peruana “atraída por los divergentes reclamos de ambas estirpes y culturas”. En
frases de verdadera predicción dirá: “Garcilaso se sentirá indio en la Primera Parte de sus comentarios y
español en la Segunda”, pero su obra es, como lo ha dicho Riva Agüero, el primer intento de reconciliación
entre ambas razas. Concluye en uno de sus ensayos sobre el tema aludido:”Inútil, por eso querer explotar a
Garcilaso en pro de una u otra tendencia exclusiva. Es indio para los que quieren hacerle únicamente
español y descubre hispánico, cuando intentan dejarle únicamente en indio”
Explicable entonces es su incontenible trazo del Inca que aparece con su pluma en multitud de
artículos y libros. En su obra “Fuentes Históricas”, tiene verdaderos acápites que son definitivos. Es
significativo su estudio de la vida del Cronista en Montilla.

CAPÍTULO III

Actuación política
3.1.- En la Corte Suprema
Por el año 1915, se inició en la carrera judicial. Amanuense Supernumerario de la Corte Suprema
de Justicia, logró quedarse con el cargo un año más tarde. No fue su destino la carrera de Magistrado, los
estudios de abogacía, pese a las mejores intenciones de maestros y cercanos, le importaron sólo por lo que
significaba en derecho dentro de su honda inquietud sobre los destinos del Perú.
En 1919, fue Secretario en el Ministerio de Relaciones Exteriores; al siguiente pasaba como Auxiliar
del Archivo de Limites, donde encontraría uno de sus caros anhelos y metas en su destino identificado con
lo mejor de la diplomacia peruana. Pasó después a ser bibliotecario y Jefe del Archivo de Limites. Apareció
entonces con signos diáfanos su pasión por la investigación histórica. En horas de cansado trabajo y de
sacrificio llevó a cabo el estudio diligente y concienzudo, sobre el problema con Chile. Fruto de su
formidable investigación fue su Alegato del Perú en la cuestión de Límites con Chile, sobre la frontera de
Tacna (1925), y su notable “Replica a la exposición chilena sobre la frontera norte de Tacna30”, que es una
sólida argumentación en torno a uno de los problemas más espinosos de la vida internacional del Perú, en
el cual había intervenido ya años antes, su tío el Canciller Melitón Porras .También en esta época publico su
Historia de los límites del Perú31, su biografía sobre “José Antonio Barrenechea, su abuelo materno, quien
fue un experto en cuestiones internacionales y políticas, erudito, jurista y maestro de juventudes.

29
Francisco López de Gómara (Gómara, Soria, 1511 – ibídem, 1566), fue un eclesiástico e historiador español que
destacó como cronista de la conquista española de México, a pesar de que nunca atravesó el Atlántico. Aunque tampoco
viajó al Nuevo Mundo, escribió muchas obras que se refieren a su conquista.
30
2volumenes. Editado en 1927

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3.2.- Vocación Diplomática


La aptitud diplomática también estuvo encaminada. Ingresó desde joven a la Cancillería y afloró y
perfiló su enorme capacidad de investigador, aunque esta se mezcló con su calidad de funcionario en esa
época, tuvo la primera mayor fuerza, por eso, su pasión empezó con sus actividades en el Archivo de
Límites. En ese departamento, como eje de la política exterior peruana, los problemas de límites y la
preparación de sus funcionarios y jefes devendrían el éxito en los enfrentamientos de la diplomacia peruana
con sus codiciosos vecinos. La trayectoria de Víctor Andrés. Belaunde 32, de Ulloa, de García Salazar, tuvo
un auténtico discípulo en Raúl Porras. Fruto de esas horas de sacrificio, con papales de toda índole, serían
los extensos y concienzudos alegatos, memorias, minutas, memorandos, en fin, todo el esfuerzo volcado en
provecho de la integridad territorial del Perú. En esas épocas y oportunidades, Porras fue más que el
diplomático ideal, la expresión del funcionario de la Cancillería, anónimo pero vigente, que con su tenaz
laboriosidad trabajaba para que otros, en las mesas mismas de las negociaciones o a través de las
instrucciones solicitadas pudieran sostener los argumentos de los plenos derechos peruano.
Porras definió entonces su destino en el campo internacional, en la diplomacia en sí, como asesor
y consultor ,de allí sus cargos en la Conferencia de Río en 1934, Comisionado para completar la
documentación necesaria a la defensa de los derechos del Perú en la cuestión de límites con el Ecuador,
con los documentos que se han incorporado a los archivos españoles, Delegado ante la Liga de las

Naciones , Delegado a la Conferencia Perú-ecuatoriana de Washington, Asesor de Relaciones Culturales y
Consejero de los Cancilleres hasta su nombramiento como Embajador en España.
Alcanzada la plenipotencia entró de lleno en la diplomacia. En esa otra fase de su vocación, volcó
sus conocimientos y su personalidad de hombre capaz y brillante. Fue no solo el investigador y el consejero
de Cancillería sino que también fue el diplomático que en los manuales y cánones del Servicio Exterior
exigen, magnifico negociador, informante excepcional, hospitalario, prudente, diestro, valeroso con tacto.
Sobre todo fue leal con su país, con su carrera, consigo mismo, de allí que tuviera que pasar a la
disponibilidad por un incidente donde demostró energía y dignidad, completando lo que un recordado
diplomático peruano señalaba de la travesía de los hombres de carrera del servicio exterior peruano.
Y culminó también su aspiración como miembro del Servicio Diplomático con el cargo de Canciller
de la República.
3.3.- Canciller de la República
La diplomacia es una habilidad que solicita personas con cualidades y virtudes33, por eso, la historia
de la diplomacia es, la historia de sus grandes hombres a si como lo fue Raúl Porras Barrenechea para el
Perú.
La diplomacia es el arte de las negociaciones, la ciencia de las relaciones exteriores de los Estados.
También es el antagonismo de la guerra y sus cultores son los que poseen competencia, habilidad, tacto
que saben canalizar en un momento dado para obtener las mejores posibilidades de éxito.

Raúl Porras tuvo eso y mucho más. Canciller de la República, probados y sobrados meritos tenia para ello.
Era, en ese momento, el depositario del honor y de los intereses generales de su país, conocía a los
hombres y sabía que al escoger a las personas más capaces como agentes, estaba salvaguardando y
dándoles al mismo tiempo en custodia los más graves intereses del país.
Fue un hombre de carrera en el sentido más exacto de la palabra se desenvolvió en la Casa de
Torre Tagle. Escaló poco a poco y por propios esfuerzos. Su formación estuvo siempre localizada en el
Ministerio, más que en el arte propio de la actividad exterior estuvo centrada su labor en la propia Cancillería
y es que el real sentido de la política exterior peruana en la época que comenzó a actuar fue la defensa de
sus fronteras, y sus mejores hombres estuvieron abocados en esa tarea específica. A ellos perteneció
31
Historia de los límites del Perú: texto dictado a los alumnos del Colegio anglo-peruano de Lima. (Lima:
F. y E. Rosay. 1930)
32
Víctor Andrés Belaúnde Diez Canseco,(* Arequipa, 1883 - † Nueva York, 1966), fue un pensador
católico, humanista, jurista, diplomático, político, intelectual, escritor y educador peruano. Principal
integrante de la "Generación del 900" (con Francisco García Calderón Rey y José de la Riva Agüero y
Osma), es junto con José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre uno de los más influyentes
personajes en la reflexión de la sociedad peruana. También llegó a ocupar la presidencia de la Asamblea
General de las Naciones Unidas.
 ∗
Hoy Naciones Unidas
33
Con Tayllerand también podía decirse cuando exigía las condiciones de un canciller, que fuera hábil en el arte de
negociar, correcto y cordial, psicólogo y erudito, dotado de buen sentido y poseedor en alto grado de la noción de la
oportunidad

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Porras. Ulteriormente viajó, estuvo en el exterior, destinado a más de una Misión diplomática, pero siempre
en función de esa labor y de ese destino internacional del Perú. Después fue Jefe de Misión y realizó el
anhelo del hombre que abraza el servicio diplomático, ser Agente en el exterior y ejecutor de la política
exterior peruana.
Más tarde, culminó su extraordinaria carrera alcanzando la calidad de Ministro de Estado. Allí
invertiría todas sus fuerzas por amor a la carrera a fin de mitigar muchas de las injusticias que caen sobre el
servicio exterior peruano. Era un convencido que un país debe tener definida su política exterior y fortalecer
y perfeccionar, así como conseguir que sus agentes sean los mejores o traten de serlo ya que reciben tan
honroso encargo.
En muchas ocasiones, ante la interrogante que los jóvenes miembros del servicio exterior le hacían
expresó: “Ninguna nación puede cambiar su posición geográfica, su clima ni sus recursos económicos y es
sobre estos factores los que debe basarse su política exterior: lo que es susceptible de variación es la
destreza con que se pone en práctica la misma”.
Así predico el afán sustantivo de la carrera diplomática y la formación del funcionario del Servicio
Exterior, proporcionó modelos de la realidad de su pensamiento y su acción. La actitud asumida en las
Naciones Unidas cuando ante el Secretario de Estado Foster Dulles34, lo requirió y amonestó, defendiendo
los vitales intereses del Perú y del Continente. Y cuando en la reunión de San José de Costa Rica, su última
actuación como diplomático, donde como dice Víctor Andrés Belaunde, se puso por encima de la pugna
internacional y trazó con carácter y autonomía las responsabilidades de los dos grandes contendores. Esa
su actitud representó “su última y solitaria lección no solo de rebeldía y de desprendimiento sino de
prudencia, de ética, de integridad intelectual y moral, y no probablemente de acierto político, porque
mientras defiende por el mantenimiento del principio de no intervención y la defensa del sistema
democrático, se opone tácitamente a tal defensa no obstante reconocer la presencia en América , de
doctrinas disociadoras que chocan con la amplitud democrática y generosidad cristiana propicias de
nuestra raza. Desdeña asumir como Canciller del Perú, una barata posición demagógica tan fácil y tan
acorde con la mentalidad populachera de los que denuncian un imperialismo intransigente para entregarse
subyugados y babeantes a la ferocidad de otro imperialismo
Esa decisión fue la de un verdadero Canciller del Perú, que sólo merece ser ubicada en cualquier
capítulo de la diplomacia peruana con las propias palabras finales de su discurso de San José de Costa
Rica: “Démosle pues aliento en sus ansias de libertad al pueblo dominicano y proveamos de los medios
necesarios para reanudar con él el dialogo fraterno de la democracia y de la convivencia internacional, en
una América libre de amenazas y rencores, basada en el respeto a la personalidad de los Estados, de la
dignidad humana y de la solidaridad en la paz y en la justicia social”.
Es memorable su actuación principista en la Reunión de Cancilleres de la Organización de Estados
Americanos donde rechaza el bloqueo a Cuba.
Raúl Porras Barrenechea falleció de un ataque al corazón a las 10 de la noche del 27 de septiembre
de 1960, en su casa de Miraflores que hoy es Casa-Museo y sede del Instituto de Estudios que lleva su
nombre.

Autor:
Emanuel Luis
alejandromanuel_110@hotmail.com

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John Foster Dulles (25 de febrero de 1888 – 24 de mayo de 1959) fue un político estadounidense que
fue secretario de Estado bajo el mandato del presidente Dwight D. Eisenhower entre 1953 y 1959. Fue una
figura significativa en los primeros años de la llamada guerra fría, en especial en una lucha específica contra
el comunismo internacional.

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