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Unidad VII; Garantías Constitucionales.

Sean ustedes bienvenidos; el tema que hoy nos ocupa constituye


la máxima conquista respecto a la defensa de las libertades personales,
frente al abuso del poder, mas allá de los legítimos derechos de la
sociedad de defenderse de la acción delictiva, encontrándolas
subsumidas en nuestro ordenamiento constitucional, en el artículo 18 de
la Carta Magna.

Artículo 18 de la CN: “Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin


juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso, ni juzgado por comisiones
especiales, o sacado de los jueces designados por la ley antes del hecho de la causa.
Nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo; ni arrestado sino en virtud de
orden escrito de autoridad competente. Es inviolable la defensa en juicio de la
persona y de los derechos. El domicilio es inviolable, como también la
correspondencia epistolar y los papeles privados; y una ley determinará en qué casos
y con qué justificativos podrá procederse a su allanamiento y ocupación. Quedan
abolidos para siempre la pena de muerte por causas políticas, toda especie de
tormento y los azotes. Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para
seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a
pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquélla exija,
hará responsable al juez que la autorice”.

1) Garantía: Etimológicamente, una “Garantía”, es una


obligación accesoria que asegura el cumplimiento de la obligación
principal. En nuestro caso, la obligación principal será la libertad
personal y para ello nuestra constitución desde su sanción en 1853/60,
adopto una pluralidad de institutos que garantizan al justiciable, el
estricto apego a la Ley por parte del Estado, en virtud de los posibles
conflictos penales, en los que pueda verse envuelto cualquier persona.
En la versión clásica, las garantías constitucionales procuran
evitar que inocentes resulten condenados mediante apremios, torturas o
pruebas fraguadas o que los gobernantes persigan, de ese modo a sus
adversarios políticos.

Las garantías individuales son los límites que la Constitución


Nacional pone a la actividad represiva del Estado en virtud de que ésta,
de otro modo, por su entidad y los poderes de que dispone, tendría
necesariamente efectos devastadores y brutales para la dignidad de los
hombres afectados a la misma. La experiencia histórica enseña que todo
aquel que tiene la posibilidad de ejercer el poder en forma ilimitada, lo
concreta con abuso y autoritarismo. Ello está ínsito en la propia
naturaleza humana y, justamente, la lucha de la Humanidad ha sido
contra el poder absoluto, siempre traducido en despotismo, aun cuando
fuera concretado "con las mejores intenciones".

Nuestra Constitución Nacional, en su artículo 29, establece el


principio del ejercicio de los poderes en forma limitada y razonable, con
respeto pleno del sistema republicano de gobierno y de las
declaraciones, derechos y garantías de su Primera Parte, prohibiendo el
otorgamiento, por la circunstancia que fuera, de facultades
extraordinarias, de la suma del poder público o la concesión "De
sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de
los argentinos queden a merced de gobierno o persona alguna"
declarando estos actos de nulidad insanable y a quienes los formulen,
consientan o firmen como responsables de infamia y traición a la patria.

2) Evolución histórica de las Garantías Constitucionales: La


introducción de las garantías individuales en los ordenamientos
jurídicos de los sistemas democráticos modernos coincide con la lucha
de la Humanidad por alcanzar niveles de dignidad y de seguridad. En el
mundo occidental, esta ideología de poner límite a la actuación estatal
con el reconocimiento de derechos y garantías a los habitantes tiene su
principal concreción en los movimientos filosóficos de fines del siglo
XVIII, principalmente a través del Iluminismo. No obstante, algunas
expresiones de esta ideología se observan ya en el modelo republicano
grecolatino y durante la Edad Media, en donde recordaremos al efecto
los fueros de diversas regiones de la actual España y la declaración de
derechos y garantías que constituyó la Carta Magna que el pueblo de
Inglaterra arrancó al regente Juan sin Tierra, en 1215, especialmente en
lo relativo al "Hábeas corpus”.

El dilema "garantismo-autoritarismo" y el triunfo del primero


sobre el segundo coincide con el establecimiento de los estados
democráticos, republicanos o monárquicos, reconocedores de la persona
como titular de derechos no sólo frente a otros sino, y
fundamentalmente, frente al propio Estado para que, al ejercer éste su
poder represivo penal, lo deba hacer con respeto a derechos que, en
última instancia, tienen por fin principal asegurar la dignidad de la
persona; es decir, igual objetivo del que legitima la existencia del
Estado.

No era ésta la concepción imperante en Europa continental


durante el período medieval puesto que, muy pocos años después del
dictado de la Carta Magna y como respuesta política a esta última la
Iglesia católica introdujo el sistema autoritario, que no reconocía
garantías individuales, de la Santa Inquisición que pasó inmediatamente
a los otros continentes dominados por las potencias colonialistas
europeas, incluyendo, nuestra América Latina. En esta última región es
donde ha signado la vigencia de una legislación de este tipo que sigue
rigiendo en la materia procesal, al menos a través de una ideología
difícil de erradicar.

Era impensable hablar de "Garantías individuales" durante la


Edad Media, pues el poder absoluto de los monarcas sostuvo un férreo
control sobre el sistema judicial que, en verdad, era una parodia de
proceso penal, que no reparaba en los derechos del imputado, pues la
persecución penal del Estado se hallaba vinculada, en muchas
oportunidades, a la consolidación del poder territorial o, a la
recaudación fiscal.

El origen del Ministerio Público se ubica luego de la caída del


Imperio Romano de Occidente (año 476 de nuestra era) y cuando tienen
lugar los movimientos que culminarían con la formación de las naciones
europeas a través de la gran concentración del poder real y la derrota
de los señores feudales. Este proceso configuró un sistema jerárquico y
dependiente del monarca quien, en última instancia y a través de los
funcionarios de la Procuración, decidía qué se perseguía, a quién se
perseguía y hasta cuándo se perseguía penalmente. Fácil es imaginar la
extensión del poder político que se comenzó a concentrar en la figura del
rey y la consiguiente situación de los justiciables como sujetos a una
autoridad virtualmente ilimitada y arbitraria.

Es evidente que disponer de tal magnitud de atribuciones sobre


los individuos del pueblo implicaba para el rey una potestad jurídica
ilimitada, que se incrementaba con la circunstancia de ser también él
quien tenía la potestad de designar o destituir a su entera voluntad a los
jueces y procuradores. Resulta comprensible que hablar de garantías
individuales en ese período de la historia de la Humanidad era
impensable.

Esto siguió así hasta la época del Renacimiento la cual, producto


de la evolución de las sociedades, produjo el retorno a las ideas de la
Grecia clásica y de la república romana. Así, comenzó el movimiento
reformador expresado por primera vez con la revolución inglesa
liderada por Cromwell, cuya expresión final fue la declaración del “Bill
of Rights” de 1689 (Declaración de derechos). Sin embargo, el impacto
sustancial del Iluminismo en las instituciones de la Europa continental
se produjo en julio de 1789 con el estallido de la Revolución Francesa la
cual puso como premisa la dignidad de las personas fundada en los
principios de la libertad, la igualdad y la fraternidad.

El mundo occidental cambia en forma progresiva, reconociéndole


a la persona la protección de sus derechos y garantías, sin perjuicio de
transitar la humanidad, aun hoy en día, por genocidios, abusos del
poder y desconocimiento de la condición humana, con violación a los
derechos individuales básicos predicados por la Revolución Francesa.
Ciertamente, si bien, por una parte, el mundo se dignificaba
incorporando en el derecho de cada país la concepción política del
ideario revolucionario, gracias a las garantías ciudadanas establecidas
mediante el proceso de constitucionalización plasmado en las naciones
americanas, también es cierto que, por otra parte, la tendencia al abuso
del poder y al autoritarismo no cedió fácilmente y que no lo ha hecho en
la actualidad.

Es dable destacar que en ocasiones, los procesos revolucionarios


comienzan guiados de buenas intenciones pero a la postre se
transforman en el mismo sistema que los oprimía, siendo en algunas
instancias aún peores. En efecto, la Revolución (francesa), muy pronto,
se convirtió en un sistema tiránico, la llamada “Época del terror" de
Robespierre, en manos de revolucionarios resentidos que, a su vez,
hicieron una suerte de contrarrevolución y abusaron del poder que
entonces ejercían, en forma similar a los déspotas que habían
desplazado, produciendo uno de los baños de sangre más terribles de
todas las épocas. Los vaivenes históricos son propios de todo
movimiento social. Sin embargo lo importante es conducir siempre a los
pueblos hacia el Estado Derecho en el cual lo principal es el respeto de
las personas, centro de cualquier construcción jurídica que se precie de
humanista.

La concepción actual es la de un estado, es una comunidad


organizada institucionalmente, nación, cuando se determina una calidad
de vida para sus habitantes acorde con principios y reglas básicos, de
aquellas ideas fuerza de la revolución francesa, de libertad, igualdad y
fraternidad. Si así no fuera, no se tratará de un estado respetuoso de los
derechos de cada uno de habitantes.

Referirnos a "Garantías individuales" es hacerlo respecto de la


vigencia de reglas mínimas de convivencia entre los habitantes de un
estado, del respeto irrestricto e incondicionado de los derechos más
esenciales del hombre.

Nuestro país, ha sufrido su propio proceso. La guerra de la


independencia no ha sido liviana ni fácil. Tampoco lo ha sido el proceso
de una prolongada guerra interna previa a la organización nacional
(1820-1868).-
No obstante de ello, debemos reconocer que, a través de la
legislación colonial, se ha introducido profundamente la ideología de la
Inquisición y su autoritarismo. Y así hemos concretado la paradoja de
habernos dado una moderna Constitución Nacional con garantías e
ideas humanistas que abrevaron en la Revolución Francesa y la
Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica pero, al mismo
tiempo, hemos dejado subsistir leyes procesales penales profundamente
inquisitivas.

Ciertamente, hasta bien entrado el siglo XX, los ordenamientos


jurídicos procesales en la materia penal han sido, casi en todas las
provincias argentinas, el anverso de la Constitución Nacional pues, a
través de la regulación de los códigos procedimentales, las garantías
judiciales han sido desconocidas o reglamentadas de modo tal que
muchas disposiciones constitucionales han quedado como mera letra
muerta.-

3) Garantía del “Debido proceso”: Este es un principio por el


cual el Estado se obliga a respetar todos los derechos que poseen las
personas según la Constitución y las leyes. Las personas tienen derecho
a ciertas garantías tendientes a asegurar un resultado justo y equitativo
dentro de un proceso penal, permitiéndole tener el derecho de defensa,
ser oído y hacer valer sus pretensiones frente a un tercero imparcial
(Juez).

El debido proceso es un principio jurídico procesal según el cual


toda persona tiene derecho a ciertas garantías mínimas, tendientes a
asegurar un resultado justo y equitativo dentro del proceso.-
El debido proceso establece que el gobierno está subordinado a
las leyes del país que protegen a las personas del estado. Cuando el
gobierno daña a una persona sin seguir exactamente el curso de la ley
incurre en una violación del debido proceso, lo que incumple el mandato
de la ley.

El Debido proceso penal es el conjunto de etapas formales


secuenciadas e imprescindibles realizadas dentro un proceso penal por
los sujetos procesales cumpliendo los requisitos prescriptos en la
Constitución con el objetivo de: que los derechos subjetivos de la parte
denunciada, acusada, imputada, procesada y, eventualmente, condenada
no corran el riesgo de ser desconocidos; y también obtener de los
órganos judiciales un proceso justo, imparcial, pronto y transparente.-
Este debido proceso es una garantía o principio tan relevante que
congloba al resto de las garantías constitucionales que deben regir un
proceso, y más aún, en un proceso penal dónde el grado de afectación al
bien jurídico Libertad es su nota característica.-

En materia penal, es un conjunto de etapas formales e


imprescindibles, que se llevan a cabo dentro en un proceso penal
llamado “Juicio”, las cuales bajo sanción de nulidad, indefectiblemente
deberá transitar un imputado para ser sentenciado conforme a derecho.

Consiste en 4 etapas conocidas como “Acusación”, “Defensa”,


“Prueba” y finalmente “Sentencia”

Acusación: Recibida una denuncia respecto a la supuesta


comisión de un delito, comienza a funcionar la maquinaria
jurisdiccional. El titular de llevar adelante esta acusación es el Estado,
representándola en la figura del Fiscal, ello así desde que los romanos
suprimieron la “Manus iniectio” (Acción por mano propia) evitando de
esa forma la venganza privada. El fiscal tendrá la función de acusar,
tratando de investigar el caso bajo estudio y obtener todas las prueba
“De cargo” contra el imputado. Sin perjuicio de ello, siendo el Agente
Fiscal un funcionario respetuoso de la Constitución y las leyes, de
considerar insuficientes las pruebas contra el imputado, este mismo
podrá solicitar su libre absolución.

Defensa: La defensa de un justiciable durante un proceso penal


es inviolable, la falta del control por parte de la defensa de todo el
materia probatorio como así también de los distintos actos procesales,
serán considerados nulos y en algunos casos insalvables.

El imputado tiene el derecho de ser oído y fundamentalmente de


contar con un abogado defensor de su confianza (Defensor particular) o
en su defecto el Estado tiene la obligación de proporcionales un
defensor oficial.

Prueba: Esta es el conjunto de elementos de cargo (En contra) o


descargo (A favor) de un imputado que deberán alegar las partes en un
determinado juicio, siendo previamente incorporadas al proceso y
conocida tanto por el imputado, su defensa y el fiscal, las que a la
postre serán evaluadas y analizadas por el juez o tribunal interviniente a
fin de elaborar un pronunciamiento.

Es dable destacar que hasta esta etapa, el imputado goza del


principio de inocencia no estando obligado este, en ningún momento del
proceso a demostrarlo (sí tiene la facultad y el derecho de hacerlo),
siendo el Estado (Fiscal) el que debe derribar esa presunción, Esta
presunción es vencida cuando tenemos una sentencia “firme”, concepto
que explicaremos en el punto siguiente (sentencia).-

Sentencia: Es la resolución emanada de un Juez o Tribunal


competente por medio de la cual se concluye un juicio o proceso. Sin
perjuicio de ello, es dable destacar que en materia penal, un juicio
concluye, al menos cuando se cumple la garantía del “Doble confronte”,
situación que resulta de la revisión por parte de un tribunal superior a la
instancia que dio origen a esa resolución, considerándose este
pronunciamiento como “Sentencia definitiva”. En nuestro caso, el
órgano máximo de revisión de sentencias penales es la “Cámara
Federal de Casación Penal” y ocasionalmente, a través de recursos, la
Corte Suprema de Justicia de la Nación.

4) El principio de inviolabilidad de la defensa en juicio:


Constituye otro de los pilares indispensables de la validez de cualquier
proceso y muy particularmente el proceso penal.

Debemos resaltar que las garantías individuales establecidas por


mandato constitucional, tienen siempre carácter operativo. De otro
modo, se legitima la situación de que la Constitución Nacional
establezca el juicio por jurados como única forma de juzgamiento, y sin
embargo esa normativa es desoída alegremente so pretexto de que no se
trataría de disposiciones obligatorias sino que sería necesario el dictado
de una ley que las pusiera en vigencia. Es evidente que en ese criterio
radica una falacia del razonamiento porque, si bien es cierto que
ninguna norma constitucional tendría vida práctica sin una legislación
instrumental que le diera dinámica procesal, también lo es que las
mismas son mandas que siempre deben cumplirse y que aún en ausencia
de regulación ritual deben ser siempre obedecidas y aplicadas y que su
falta de observancia atenta contra todo el equilibrio del sistema jurídico-
institucional que establecen en todo su conjunto. No puede admitirse que
una garantía constitucional no exista porque no se hubiera dictado la ley
reglamentaria correspondiente. Las normas constitucionales tienen
operatividad per se y no necesitan para ello del dictado de la norma
procesal.

Por el contrario, la sola invocación de una disposición de la


Carta Magna es razón suficiente para provocar una decisión judicial
inmediata que la recepte, encuentre apoyo en una norma procesal o no
lo halle en ella, pues siempre deberá ser obedecida más allá esta
circunstancia, sin que pudiera alegarse para desoírla no haber sido
instrumentada, ni porque lo hubiese sido, pero la desconociera o
dispusiera en contra de la vigencia de dicha disposición.

La garantía que tratamos es de una extensión casi no susceptible


de limitación. Por la naturaleza de los actos que comprende y por el
contenido conceptual filosófico que encierra, es demasiado difícil su
precisión con cierto grado de exactitud. No obstante, y con la
advertencia de esta circunstancia, comenzaremos por afirmar que la
inviolabilidad de la defensa en juicio se refiere, en una primera
acepción, a la defensa de una persona que aparezca como imputada en
un proceso penal, a la posibilidad y al otorgamiento de los medios que le
permitan fulminar la acción emprendida reduciéndola inmediatamente a
su fin (Interponiendo excepciones perentorias, como las de prescripción
o falta de acción), descargar dicha imputación y, aún más, avanzar
sobre la misma trocando el rol de imputado por el de víctima del hecho.
En una segunda acepción, el concepto se refiere a la defensa de los
derechos en el sentido amplio de cualquier otra circunstancia relativa a
bienes jurídicos, tanto del imputado como de terceros, entre los cuales
aparece como la de mayor relevancia en relación al proceso penal la
cuestión relativa a los derechos indemnizatorios que nacen con motivo
del hecho ilícito penal y que tiene su última referencia en la garantía de
la inviolabilidad de la propiedad privada cuyo contenido elle integran
conforme dispone el art. 17 de la Constitución Nacional.

Aunque no surge de modo expreso del texto de la Constitución


Nacional, el derecho a contar con un abogado defensor deriva de la
defensa en juicio, que implica la existencia de formas sustanciales en el
proceso penal: acusación, defensa, prueba y sentencia. Desde la primera
intervención de todo acusado en el juicio ha dicho la Corte Suprema;
corresponde que se le informe del derecho que tiene a contar con un
abogado defensor, pues la sentencia debe expresar las conclusiones
definitivas de la acusación y de la defensa. Una estricta interpretación
garantista de lo sostenido por la Corte Suprema, implica que la
detención o interrogatorio policial es la primera oportunidad en la que
el imputado debiera conocer su derecho a ser asistido por un defensor o,
a lo menos, el juez debe hacerlo saber antes de la indagatoria. Y ello
más allá de la inhabilidad de aquella declaración ante la policía, sin que
conozca sus derechos.

El derecho a la defensa legal proveída por el Estado en caso de


carencia de recursos para procurarla por sí mismo, no constituye un
deber ineludible del procesado. La Convención Americana sobre
Derechos Humanos, declara el derecho “Irrenunciable” de toda
persona a ser asistido por un defensor proporcionado por el Estado,
remunerado o no, según la legislación interna del Estado parte. Pero si
el inculpado no se defendiese por sí mismo ni nombrare defensor dentro
del plazo establecido por la ley y más allá de que las normas procesales
dispongan la obligatoriedad de la defensa, éste podría alegar, con base
en el art. 19 de la Constitución Nacional, una objeción de conciencia
para no emplear la asistencia del defensor letrado. En el caso,
excepcionalísimo, el tribunal deberá constatar que el desistimiento por
parte del procesado es efectivamente voluntario; que no ha sufrido
presión de ninguna especie; que existe una objeción de conciencia o
religiosa; que, en fin, tiene en claro las consecuencias de su obrar, para
lo cual, en esa primera etapa deberá contar con asesoramiento. En caso
de duda, se impone la designación de oficio del defensor.

El derecho a ser oído contando con la asistencia legal adecuada,


es particularmente intenso cuando el procesado se encuentra privado de
libertad y, en ese caso, las deficiencias formales de los escritos que
eventualmente pudieran presentar aquellos imputados o procesados, sin
la firma del defensor, no pueden cerrar las vías recursivas.

La Corte Suprema reiteró el derecho a contar con un abogado


defensor hábil y eficaz en sendos pronunciamientos. En el primero de
ellos resolvió a fin de salvaguardar el derecho a una "defensa técnica" y
la voluntad recursiva de quien había sido condenado a 12 años de
prisión, apartar a la defensora que no fundamentó la pretensión “In
forma pauperis” de su defendido, ni dio cumplimiento a lo requerido por
la Corte Suprema en dos oportunidades . En la misma línea, el Tribunal
declaró determinadas nulidades y dispuso que se nombrara nuevo
defensor al procesado, quien no había contado con un asesoramiento
legal adecuado. La Corte dejó de manifiesto que la cuestión era aún más
grave puesto que quien prestaba ese deficiente asesoramiento era el
defensor oficial.

El abogado defensor es un servidor de la justicia y un


colaborador de su administración, su conducta debe estar caracterizada
por la probidad y la lealtad y por el desempeño con dignidad de su
profesión, siendo la esencia de su deber profesional consagrarse
enteramente a los intereses de su cliente y poner en la defensa de los
derechos del mismo, su celo, saber y habilidad pero siempre con
sujeción a las mandas constitucionales y disposiciones legales.

La obligación de reserva o secreto profesional, comprende las


confidencias recibidas del cliente, las recibidas del adversario, la de los
colegas, las que resulten de entrevistas para conciliar o realizar una
transacción o acuerdos y las hechas por terceros abogados en razón de
su ministerio. En la misma situación se encuentran los documentos
confidenciales o íntimos entregados al abogado. La obligación de
guarda secreto es absoluta puesto que el abogado no debe admitir que
se le exima de ella por ninguna autoridad o persona, ni por los mismos
confidentes. Ella da al abogado el derecho ante los jueces de oponer el
secreto profesional y negarse a contestar preguntas alegando esa
garantía. Ningún asunto relativo a un secreto que se le confíe con motivo
de su profesión, puede ser aceptado por el abogado sin el consentimiento
previo del confidente.

Interceptación de comunicaciones y allanamiento de estudios


jurídicos: La inviolabilidad del domicilio, de los papeles privados y de
la correspondencia en cualquier soporte, constituye una garantía
expresa, cuyo allanamiento requiere una Ley que determine en qué casos
y con qué justificativos procederá aquel. La importancia del derecho
protegido exige una norma general motivada y fundada y también
particular (Orden de allanamiento emanada de juez competente)

El artículo 7 de la ley 23.187 destaca “Son derechos específicos


de los abogados sin perjuicio de los acordados por otras disposiciones
legales, los siguientes…inc. e) La inviolabilidad de su estudio
profesional en resguardo de la garantía constitucional de la defensa en
juicio”. En idénticos términos el artículo 69 de la ley 5177 de la
Provincia de Bs. As. señala; “El estudio profesional es inviolable en
resguardo de la garantía constitucional de la defensa en juicio y el
secreto profesional…”.

Estas normas específicas son en principio derivación directa y


razonada de las garantías constitucionales de la inviolabilidad de los
papales privados y fundamentalmente de la defensa en juicio según lo
prescripto en el artículo 18 de la CN.

El abogado, en su estudio jurídico y en la actualidad,


principalmente en su computadora, tiene no solamente datos y
documentación sensible en soporte papel sino que además posee datos y
documentación electrónica sumamente sensibles, dichos datos se
encuentran estrictamente relacionados a los asuntos en los que le toca
intervenir estando, en toda su extensión amparados por el secreto
profesional.

En este sentido, se ve violentado el derecho de defensa en juicio


cuando se puede observar en aquéllos casos en los que los jueces
ordenan sin más el allanamiento del estudio jurídico a fin de secuestrar
directamente las computadoras del abogado –o bien en el mejor de los
casos, copiar la totalidad de los archivos-, cuando, en honor a la verdad
no pueden secuestrar la computadora, ni efectuar copia alguna de los
archivos, a excepción de aquellos debidamente especificados en la orden
de allanamiento y que inexorablemente tengan relación directa con el
hecho de la causa en la que se ha ordenado la medida.-

De prosperar un allanamiento en un estudio jurídico; sin


perjuicio de considerarlo de dudosa procedencia constitucional; el juez
deberá precisar respecto del tema u objeto al cual se quiere acceder,
no pudiendo ordenar, por ejemplo el secuestro genérico de una
computadora, de la cual solo un archivo, tendría relación con la
investigación llevada adelante por la autoridad competente, pesando
sobre si la obligación de especificar en la orden de allanamiento y
secuestro cuales son aquellos archivos que deberán ser secuestrados.
Secuestro que será efectivizado, en la realización de una copia del
archivo específicamente individualizado y de ningún otro más, pero
jamás en la retención del ordenador.

Estado de inocencia: La presunción de inocencia constituye la


máxima garantía constitucional del imputado, que permite a toda
persona conservar el estado de “No autor de un delito…” en tanto no se
expide una resolución judicial firme, por lo tanto toda persona es
inocente y así debe ser tratada, mientras dure el proceso y no se declara
en juicio su culpabilidad.

Es un poderoso baluarte de la libertad individual para poner


freno a los atropellos a ella y proveer a la necesidad de seguridad
jurídica.
Al contrario de los procesos denominados “Inquisitorios”, donde
es el acusado el que debe probar su inocencia frente a la autoridad del
Estado, en los procesos “Contradictorios ”, propios de las naciones
democráticas, republicanas y respetuosas del estado de derecho, como
ya habíamos afirmado, es el Estado quien debe derribar esta presunción,
mediante una sentencia legalmente motivada y firme.

La presunción de inocencia, establece hoy un derecho


fundamental reconocido constitucionalmente. Lejos de ser un mero
principio teórico del Derecho, representa una garantía procesal
insoslayable para todos, siendo la máxima garantía del imputado y uno
de los pilares del proceso penal acusatorio.

Bibliografía y jurisprudencia:

“Compendio de Derecho Constitucional. German J. Bidart


Campos. Editorial Ediar (2008)

“Constitución de la Nación Argentina, Comentada y


Concordada”. María Angélica Gelli. Editorial La Ley, Tomo I, 4ta.
Edición Ampliada y Actualizada (2008)

“Código de Procedimiento Penal de la Provincia de Bs. As.”.


Héctor M. Granillo Fernández. Gustavo A. Herbel. Tomo I, 2da Edición
Actualizada y Ampliada (2009).

“Convención Americana sobre Derechos Humanos”. Artículo 8,


apartado 2 e).

“Fernández, Jorge”, Fallo 310:492 (1987)


“Noriega Manuel” C.S.N. 67 XL (2006)

“Schenone” C.S.N. 62 XL (2006)

Docentes:

Eduardo Alejandro Cano. Abogado, Especialista en Derecho Penal y


Criminología. Docente Adjunto, catedra Derecho Constitucional
Argentino, Catedra a cargo del Dr. Gabriel De Pascale

Martin Ruiz Deza, Abogado. Docente Jefe de Trabajos Prácticos,


Catedra Derecho Constitucional Argentino, Catedra a cargo del Dr.
Gabriel De Pascale

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