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DE JUSTICIA DE LA NACION 1911

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DISTEFANO, CRISTINA c/ INSTITUTO MEDICO de DIAGNOSTICO y


TRATAMIENTO S.A. y Otro – Indemnización daños y perjuicios s/ recurso de inconst.

MALA PRAXIS.

Cabe dejar sin efecto por arbitraria la sentencia que desestimó la acción de daños
por mala praxis en el tratamiento suministrado a la actora al nacer y que luego
provocara su ceguera, y frente a la cual la recurrente plantea que los jueces ol-
vidaron la confesión formulada por los demandados, con una tardanza de quince
años, acerca de que la historia clínica de la que se hizo mérito no correspondía
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a la actora sino a su hermana melliza, pues los jueces no pueden verse privados
de ponderar una historia clínica que puede tener una decisiva influencia para
una acabada solución del caso, y el a quo hizo caso omiso a las irregularidades
denunciadas por las partes, manteniendo un pronunciamiento a favor de la de-
mandada, que era responsable de adjuntar los registros médicos fidedignos, todo
lo cual irroga un claro perjuicio al derecho de defensa en juicio de la parte actora,
incompatible con un adecuado servicio de justicia.

PRUEBA DOCUMENTAL.

Nuestro ordenamiento privilegia la adecuada protección del derecho a la defensa


en juicio y del debido proceso, y en circunstancias de encontrarse controvertida la
documental base del juicio –en el caso la historia clínica incorporada en un juicio
de mala praxis–, debe estarse a favor de aquella solución que evite la conculcación
de garantías de neta raíz constitucional.

Dictamen de la Procuración General

Suprema Corte:
–I–

Contra la sentencia de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia


de Santa Fe que mantuvo el fallo desestimatorio dictado por la Cámara
de Apelaciones en lo Civil y Comercial respecto de la acción de daños
por mala praxis instaurada en autos, la parte actora interpuso el re-
curso extraordinario de fs. 799/815, concedido a fs. 849/852.

– II –

En la especie se debate la responsabilidad civil adjudicada al Dr.


Carlos Daniel Alico y al Instituto Médico de Diagnóstico y Tratamiento
S.A., frente a M. D. o M. –nacida en dicho establecimiento y atendida
por el mencionado neonatólogo–, en función de las irregularidades que
habría presentado el tratamiento que le fue administrado –tanto en
el control de los valores de oxígeno durante la internación, como en la
falta de un examen oftalmológico al momento del alta–, defectos que,
según postula la demanda, provocaron su ceguera.

El escrito inicial sostiene que, ante el cuadro médico que presen-


taba la paciente –prematura, en un alumbramiento gemelar–, era ne-
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cesario realizar los monitoreos y evaluaciones que allí se enumeran e,


incluso, proceder a la derivación a un servicio de mayor complejidad;
recaudos todos ellos que fueron omitidos, configurándose negligencia
culpable e incumplimiento contractual. Asimismo, aduce que pesa so-
bre el instituto sanatorial una obligación tácita de seguridad directa y
contractual de prestar asistencia adecuada, a través de los facultativos
de su cuerpo médico,

– III –

El tribunal superior de la causa consideró principalmente que:


i.- el recurso de inconstitucionalidad no refuta los fundamentos del
fallo referidos al nexo causal, focalizándose en cambio en el aspecto
relativo al factor de atribución, terreno al que no puede ingresarse, si
no se demostró previamente que el daño obedeció a una causa deter-
minada por la actividad de la persona imputada ii.- el juzgamiento de
la Cámara respecto de la causalidad entra en el campo residual del
recurso de inconstitucionalidad, en tanto se integra con valoraciones
de hecho y prueba que están reservadas al a quo –cualquiera sea su
acierto– y que, en la especie, no contradicen las reglas de ponderación
del material probatorio, ni se apartan manifiestamente de las pautas
de la lógica y la experiencia, ni conducen a un resultado abiertamente
inequitativo que prescinda de las normas aplicables.

– IV –

Disconforme, la perdidosa invoca la concurrencia de cuestión fede-


ral, consistente en que, en un caso de mala praxis, los jueces olvidaron la
confesión –formulada por los demandados, con una tardanza de quince
años– acerca de que la historia clínica de la que se hizo mérito en los
fueros penal y civil no correspondía a la actora sino a su hermana me-
lliza; con lo cual, todas las pericias médicas llevadas a cabo sobre esa
base, carecen de valor. De esta situación, deriva también la existencia
de gravedad institucional pues –asevera– ella se configura cuando la
verdad objetiva se mantiene oculta y las soluciones adoptadas crean
un estado de desconfianza en las instituciones.

Tilda a la sentencia de arbitraria, por vulnerar entre otros, los


derechos de defensa en juicio, propiedad, debido proceso e igualdad y
el principio de legalidad.
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En lo que ahora interesa, reprocha sustancialmente que: i.- la Corte


local haya pasado por alto lo atinente a la sustitución de la historia
clínica que habrían hecho los demandados, en un contexto procesal que
se califica de absurdo, por los ribetes que –según la actora– rodearon la
apertura a prueba en segunda instancia. ii.- en ese orden, es innegable
que pudo darse una maniobra tendiente a defraudar la buena fe e in-
ducir la equivocación de los magistrados y, aún en el supuesto de que
se haya incurrido en error, las consecuencias deben ser asumidas por
quien lo cometió. iii.- la relación de causalidad, como presupuesto de
la responsabilidad, vincula el daño con la acción u omisión del agente
activo y no con la culpa, como arguyeron los jueces. iv.- en autos, la
acción médica –no ya la culpa– no puede probarse o está falsamente
probada a través del empleo (voluntario o involuntario) de la historia
clínica de la hermana sana, de modo que lo acreditado es el incomple-
to tratamiento que se impartió a esta última (faltan las constancias
atinentes al control respiratorio y oftalmológico; y el reporte de enfer-
mería contiene tachaduras, enmiendas y hojas en blanco). v.- el fallo
omite tratar el tema de la falta de control oftalmológico como concausa
del daño,

–V–
En lo relativo a la procedencia formal del recurso, debo destacar que
el recurrente parece entender que en la especie existe materia federal
(v. esp. fs. 801 vta. cap. 2 ap. a.- y fs. 804 y vta. ap. c.-).

Sin embargo, además de la notable imprecisión que exhibe este


punto de su planteo, resulta indiscutible que el debate suscitado en
autos se reduce a un tema de responsabilidad civil, que pone en juego
situaciones de hecho y prueba, así como normas de naturaleza emi-
nentemente común, ajenas en principio al ámbito de este remedio
excepcional (arg. Fallos: 307:1199 y 1204).

Desde otro ángulo, cabe señalar que las resoluciones de las Cortes
provinciales que desestiman recursos a nivel local, escapan –como re-
gla– al control propio del remedio extraordinario, máxime si se trata
de situaciones de naturaleza ritual (arg. Fallos: 325:798, 1486; 326:750,
1893; 327:370, entre muchos otros).

Pero todo ello es así, en tanto y cuanto no se configure –como pien-


so ocurre en el caso– una manifiesta arbitrariedad o una restricción
indebida del derecho de defensa (arg. Fallos: 315:2364; 327:608).
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– VI –

Pues bien, el rechazo del recurso de inaplicabilidad de ley inter-


puesto oportunamente por la actora, se sustenta –a mi modo de ver–
en motivos eminentemente formales, sin hacerse cargo de argumentos
esenciales que le fueron propuestos por la interesada.

Me refiero, en primer lugar, a que todas las actuaciones judiciales


se habrían llevado a cabo a partir de registros médicos que no corres-
ponderían a la actora, punto de extrema gravedad, sobre todo en orden
a la trascendencia capital de la historia clínica, en el contexto de los
litigios por mala praxis (v. esp. fs. 731 vta./732).

Con apoyo en esa relevancia sustancial –que este Ministerio tuvo


oportunidad de destacar en el precedente de Fallos: 331:2109, con la
adhesión de V.E.–, entiendo que la omisión reseñada imprime un cariz
dogmático a la solución impugnada. Es que al así decidir, los jueces
terminaron avalando la decisión de un tribunal que –no obstante
la peculiar amplitud demostrada en la recepción de nuevos aportes
probatorios–, no ordenó medidas idóneas tendientes a esclarecer la
situación planteada en torno a aquel elemento central, y, en su caso, a
incorporar a la causa los archivos médicos correctos. Tampoco se ocupó
de que la documental cuya remisión había ordenado a fs. 569 (acáp.
1.2), fuera recibida –y, por ende, analizada– en su totalidad (confron-
tar las notas de fs. 575 y 577, con la lista de instrumentos entregados
por el Departamento de Neonatología, contenida en el acta de fs. 7 del
expediente nº 581/67/1991, caratulado “Alico, Carlos Daniel s/lesiones
culposas”).

En directa vinculación con esa sesgada perspectiva, la Corte local


tampoco dio respuesta a otras alegaciones conducentes, en cuanto a
la arbitrariedad en que habrían incurrido los jueces de segunda ins-
tancia. En efecto, tal como lo señala la recurrente, la Sala desechó
el informe del Instituto Médico Legal de Rosario –que calificó como
el principal elemento de cargo– porque éste pudo haber partido de
una confusión entre los asientos médicos de ambas hermanas. Em-
pero, pasó por alto que los demás dictámenes también se habrían
elaborado sobre las mismas constancias colectadas por el juzgado
correccional –al parecer, extrañas al proceso patológico que se juzga
en autos–; con lo cual, de ser coherente con su propia premisa, todos
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ellos habrían quedado igualmente descalificados como elementos de


juicio eficaces.

Además, la Cámara hizo mérito del sobreseimiento de Carlos D.


Alico, sin justificar por qué lo allí resuelto debería alcanzar al derecho
esgrimido en autos, en los perentorios términos del art. 1103 del Código
Civil, a pesar, reitero, de haberse sustanciado la denuncia por lesiones
en función de una historia clínica labrada, aparentemente, respecto
de una tercera persona.

Entonces, más allá del modo en que se hayan desencadenado efecti-


vamente los sucesos, o del conocimiento que ambas partes hayan podido
tener desde un comienzo acerca del supuesto cambio, interpreto que
la Cámara optó dogmáticamente por atribuir consecuencias jurídicas
a un hecho irregular, en favor del único sujeto procesal que tenía la
responsabilidad de aportar registros médicos fidedignos, por ser su
autor y custodio. Con ello –me parece– sus jueces vinieron, en el fondo,
a descartar apriorísticamente la posibilidad misma de que exista una
historia clínica demostrativa del tratamiento deficiente invocado en la
demanda, en detrimento del derecho de defensa de quien nada podía
hacer para disipar el interrogante abierto al respecto.

Estimo que, con ese panorama, se imponía el máximo rigor en la


apreciación, sobre todo ante la llamativa informalidad (entre otras
cosas, espacios en blanco, hojas pegadas entre sí, enmiendas) y al te-
nor de algunos asientos (v.gr., el de su página 58) del cuaderno escolar
denominado “report de enfermería”, puesto de resalto en el recurso
de inconstitucionalidad, como expresión de desidia y negligencia; no
obstante lo cual, se mantuvo una decisión que había tenido por acre-
ditada la realización fiel del indispensable seguimiento de la recién
nacida.

Por último, creo que también asiste razón a la actora cuando alega
que la falta de control oftalmológico como concausa del daño, no fue
siquiera considerada por el tribunal. No se me escapa que el discurso
judicial no debe necesariamente seguir a las partes en todas sus in-
vocaciones jurídicas, pero en este caso concreto, resulta claro que –sin
dar ningún motivo explícito para así proceder– el tribunal omitió aquel
punto, cuyo abordaje era conducente a la solución del pleito, pues se
había articulado como una causal autónoma de responsabilidad. La
selección fragmentaria efectuada por la Corte local, se torna así en
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arbitraria y habilita por ende, la apertura del remedio federal (arg.


Fallos: 329:4133 y 4931, entre muchos otros).

– VII –

Profundizando esa línea, cabe recordar ahora que –como apunta


la recurrente– V.E. enseña permanentemente que el proceso civil ha
de tener un desarrollo lógico donde las formas –instrumentales por
naturaleza–, no deben abordarse de modo tal que conduzcan a un
abandono de la verdad jurídica objetiva (arg. Fallos: 330:2915 y 5303,
entre muchos otros).

Este Ministerio ya ha emitido opinión en diversos supuestos de he-


cho; en pos de la consagración efectiva de la garantía del debido proceso,
como fundamento central de nuestro sistema. Propició también que
los jueces ponderen la realidad subyacente, conforme a la constante
doctrina de esa Corte e, incluso, frente a la restricción cognoscitiva
propia de algunas relaciones o etapas procesales, (arg. S.C. L. Nº 237,
L. XLIII in re “López, Ernesto Francisco c/ Banco Provincia de Buenos
Aires s/ incidente de ejecución de sentencia” del 22/12/2009 por remi-
sión al dictamen de esta Procuración, y sus citas).

En sintonía con esos criterios, estimo que el fallo apelado incurrió


en un excesivo rigor formal y se apartó sin explicación alguna de la
directiva de V.E. en el sentido de que las circunstancias relevantes sean
tenidas en cuenta, y se adopten las previsiones que permitan evaluar
integralmente aquellos aspectos conducentes y no meras apariencias
(arg. Fallos: 302:1611; 327:4198; 328:338, 1122 y 4448; 329:4007, 4309,
4717, 4925 y 5023; 330:5, 240, 640, 642, 4647 y 4735; S.C. M. Nº 133,
L. XLI in re “Murgier, María Estela y otros c/ AFIP” del 6/5/2008, cit.
in re S.C. L. Nº 237, L. XLIII, entre muchos otros).

Por ende, tengo para mí que la envergadura de los defectos seña-


lados en los puntos anteriores, autoriza a descalificar el fallo apelado,
en los términos de la doctrina de la arbitrariedad.

– VIII –

En tales condiciones, sin que ello implique adelantar opinión acerca


del sentido y alcances de la decisión futura –reservada a los jueces de la
causa–, considero que V. E. debe hacer lugar al recurso extraordinario
interpuesto en autos y dejar sin efecto la sentencia apelada. Buenos
Aires, 8 de abril de 2011. Marta A. Beiró de Gonçalvez.
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