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¿Qué hace una vaca roja asomada a la ventana de un tercer piso? En Bogotá, todo el mundo
sabe de qué se trata. La vaca voladora anuncia la llegada del restaurante Andrés Carne de
Res a la Zona Rosa. La expansión desde Chía a Bogotá de Andrés (como todo el mundo le
dice al restaurante) ha generado una enorme expectativa. La inquietud es: ¿será posible
replicar una experiencia que hoy es conocida como algo único en el mundo? ¿Podrá ser
igual de bueno un clon de Andrés que Andrés?
Andrés Carne de Res es un fenómeno internacional. El New York Times dijo que "de
restaurante solamente tiene el nombre, pues en realidad es un caóticamente decorado
espectáculo de música, arte y excentricidad". El Dallas Morning News registró que "más de
un cuarto de millón de personas hacen anualmente este peregrinaje a uno de los comederos
más delirantes de las Américas". La ensayista norteamericana Susan Sontag afirmó después
de visitarlo: "conocí el mejor bar del mundo". El juez español Baltasar Garzón bailó sobre
las mesas. La reina Sofía de Suecia disfrutó la comida, aunque el volumen de la música le
pareció un poco elevado. En Andrés es posible encontrar reinas europeas y reinas de
belleza, ex presidentes y aspirantes, jóvenes y viejos, gente que trae dinero desde la cuna y
también flamantes nuevos ricos. Todos van allá a ver, a dejarse ver, a comer, a bailar y a
participar de un universo mágico que se mantiene en movimiento perpetuo.
Como caso de negocio, el desarrollo de Andrés Carne de Res tiene un interés excepcional.
Fundado hace 27 años por Andrés Jaramillo y su esposa, María Estela Ramírez, el
restaurante creció y consolidó su éxito a lo largo de las décadas sin cambiar su personalidad
extraordinaria.
No sería fácil definir en qué consiste el secreto del éxito, pero sin duda se debe a la
creatividad de Andrés Jaramillo, a su pasión por los detalles y a su absoluta dedicación al
negocio. Los clientes viven el restaurante como algo personal. La visita deja recuerdos que
la gente repite luego incansablemente, como lo acreditan las decenas de textos que narran la
experiencia en distintos idiomas en múltiples blogs en internet.
Sin embargo, Andrés enfrenta ahora el dilema al que llega cualquier Pyme exitosa: ¿cómo
crecer? La marca es exitosa, el producto gusta, el mercado potencial es inmenso pero,
¿cómo crecer más allá si el dueño solamente tiene 24 horas al día para dedicarle al negocio?
¿Cómo hacer para tener a Andrés sin Andrés Jaramillo?
La receta mágica
Andrés Carne de Res vende una experiencia, como lo hacen Disney o Starbucks. Al entrar
al restaurante, los comensales encuentran una celebración de la vida. Miles de objetos
inclasificables conforman la decoración, incluyendo imágenes del Sagrado Corazón,
cacerolas, esculturas rotas, latas y canastos, sin ningún orden aparente. La música también
resiste cualquier clasificación, pues se trata de un crossover extremo donde los vallenatos
comparten con canciones del Billboard de 1976 y la música electrónica post-ochentera. La
oferta de platos es amplia y diversa. Es un caos extraordinario, pero de alguna manera todo
fluye.
Los expertos en marketing de experiencias señalan dos elementos críticos en este tipo de
negocio: el significado y los "puntos disparadores" de la experiencia. Nadie sabe si Andrés
Jaramillo ha leído alguna vez un libro sobre marketing de experiencias, pero podría
escribirlo si quisiera, pues su negocio es un ejemplo cinco estrellas sobre este tema.
Todo este concepto se materializa en una gestión operacional de primera clase, que genera
centenares de "puntos disparadores" de la experiencia para cada una de las 2.500 personas
que visitan el restaurante en cualquier noche del fin de semana.
Andrés Jaramillo entiende que la calidad se define en los detalles y es maniático respecto a
ellos. "Algo que me molesta mucho es, por ejemplo, que un vodka con mandarina lo sirvan
con una tajada de limón. Eso me emberraca". En este proceso es clave "la palm de Andrés",
una pequeña libreta que lleva pegada con un gancho a su pantalón, y en la que anota todo lo
que ve a su paso: un espejo roto, un adorno suelto o un espacio que se puede llenar.
Cada espacio en el restaurante tiene un nombre que refleja una historia. Los clientes quizás
no presten atención al nombre ni la historia de la mesa en que se sientan, pero Jaramillo y
los meseros sí los conocen, y eso hace la diferencia. Cuando identifica un espacio vacío,
Jaramillo busca cómo llenarlo y pide sugerencias a sus empleados para "andresear" el punto
en cuestión. El verbo "andresear" significa que no se trata de poner cualquier cosa, sino que
hay que darle a ese punto un significado único a través de los objetos.
"La palm de Andrés" no solo sirve para pasar revista. Jaramillo la usa permanentemente
para canalizar su creatividad y buscar significados para cada uno de los elementos que la
gente encontrará a su paso. Guarda las páginas, llenas de ideas, en una caja y luego las pasa
al computador. La caja está atiborrada, pues nunca le queda tiempo suficiente para
repasarlas todas.
Andrés urbano
El restaurante de la Zona Rosa tendrá capacidad para 794 personas sentadas e implica una
inversión inicial cercana a $6.000 millones. El restaurante se llamará Andrés D.C., que no
significa "Distrito Capital", sino que se refiere a un esfuerzo hecho "De Corazón".
Aunque Jaramillo es cauto a la hora de contar cómo va a ser el nuevo restaurante, deja
entrever que las instalaciones hidráulicas y eléctricas estarán a la vista, como si se tratara de
una gran fábrica en funcionamiento. La parte lúdica ocupará también un lugar especial en
D.C., el cual contará con su propio grupo de actores para desarrollar temas de cotidianidad
urbana. Cada uno de los tres pisos tendrá su propia pista de baile y la terraza estará
habilitada para los fumadores.
Tanto Andrés Jaramillo como sus nuevos socios son conscientes de los riesgos y se están
preparando para enfrentarlos. El modelo requiere grandes cantidades de clientes para que
cada uno de los locales sea rentable. Mantener vivos el entusiasmo y el mito en dos sitios
diferentes será el gran reto a partir de ahora. Este reto tiene dos dimensiones fundamentales,
una operacional y otra creativa.
En cuanto al tema creativo, en el nuevo modelo Andrés saldrá de la administración del día a
día y se convertirá en una especie de director de estrategias creativas para la organización.
Hoy encabeza un "Comité de Espíritu", creado para conceptualizar el "toque de Andrés",
ver qué objetos se identifican con la marca y se utilizarán para ambientar cada una de las
nuevas sedes, y proteger la marca en otros países.
María Patricia Castañeda, directora de arte del nuevo local, explica que Andrés D.C. se
construye libreto en mano, como una exigente puesta en escena. "Cada elemento que
llevará el restaurante está siendo meticulosamente elaborado. La idea es desarrollar la
misma expresión artística que ha caracterizado al restaurante de Chía, pero en un contexto
urbano. La ciudad, sus íconos, sus épocas, su cotidianidad y las experiencias urbanas de
Andrés Jaramillo quedarán reflejadas en la decoración, que será diferente en cada uno de
los niveles".
Por otra parte, si el restaurante de Bogotá tiene éxito, existe la posibilidad de que canibalice
el negocio de Chía. Héctor Cateriano, director general de Seaf, cree que no será así, porque
las experiencias serán muy distintas. "El cliente que va a Chía una o dos veces al mes,
podrá visitar el de Bogotá entre semana", señala. Los precios en D.C. van a ser menores
que en Chía y se está pensando en montar un esquema de fidelización para que haya
transporte entre los dos lugares. "Los nuevos restaurantes serán como las iglesias de este
modelo, pero Andrés Carne de Res de Chía siempre será como el Vaticano", señala
Cateriano.
De hecho, la sede de Chía se expandirá con el proyecto Sueños, que incluye la construcción
de un centro de convenciones para 1.000 personas, con inversiones por $20.000 millones en
los próximos 2 ó 3 años.
Otros son menos optimistas. Santiago Poviña, presidente y director creativo de la agencia
Ostia TLQ, considera que la gente querrá ir a vivir la misma experiencia de marca de Chía,
y si la iguala, la gente migrará hacia el local más cercano. Álvaro Triana, quien asesora a
restaurantes como Archie's y Crepes & Waffles, cree que la experiencia del local de Chía es
muy particular y no necesariamente repetible. "La experiencia comienza desde el momento
en que se elige la ropa con la que se va a ir al lugar. No va a ser fácil replicarla porque no es
un formato de cadena tradicional", señala.
Se abre, entonces, una nueva fase en la vida de Andrés Jaramillo. ¿Logrará adaptarse a su
nuevo rol? Para un hombre hiperactivo y obsesivo del detalle como él, no será fácil ver
como otros se encargan de administrar su creación. Andrés está en el proceso de asumir su
nueva vida. "Llevo 27 años trabajando muy duro alrededor de la rumba y estoy mamado.
Estoy en medio de una lucha muy fuerte entre creer que Andrés Carne de Res es Andrés
Jaramillo y no creerlo".
María Estela Ramírez, su esposa, ha sido quien más lo ha animado a expandirse, buscar
socios y delegar funciones. Ella explica que ya existe una mecánica administrativa con vida
propia, de modo que él tiene que aprender a delegar, para recuperar al Andrés creativo.
A Andrés le preocupa la expectativa que está generando la transición hacia el nuevo
modelo. Tras pensar un momento, coge un papel y plasma una idea que se le acaba de
ocurrir. "Tal vez lo mejor es dejar las puertas abiertas mientras se va 'vistiendo' el local,
para que la gente pueda entrar y ver lo que está pasando. Así, se liberan las expectativas".
El pensamiento de Andrés es muy rápido, y sabe que antes de poner en práctica la idea será
necesario analizar las ventajas y desventajas de esta propuesta. Mientras escribe, no puede
ocultar su entusiasmo. Al verlo, es inevitable pensar que mientras exista "la palm de
Andrés" y él pueda dar rienda suelta a la creatividad que se mantiene en ebullición en su
interior, Andrés Jaramillo podrá ser un hombre feliz, aunque ya no controle quién destapa
la última gaseosa en sus restaurantes.