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BLOQUE 6: LA CONFLICTIVA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL (1833-1874).

• Identifica el ámbito geográfico del carlismo y explica su ideario y apoyos sociales.

• Representa una línea del tiempo desde 1833 hasta 1874, situando en ella los principales
acontecimientos históricos (Cuaderno)

• Describe las características de los partidos políticos que surgieron durante el reinado de Isabel II.

• Resume las etapas de la evolución política del reinado de Isabel II desde su minoría de edad, y
explica el papel de los militares.

• Compara las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz, y especifica los objetivos de una y otra.

• Compara el Estatuto Real de 1834 y las Constituciones de 1837 y 1845.

• Describe las características esenciales de la Constitución democrática de 1869.

• Identifica los grandes conflictos del Sexenio y explica sus consecuencias políticas.

Identifica el ámbito geográfico del carlismo y explica su ideario y apoyos sociales

Los antecedentes del carlismo. La cuestión sucesoria.

El denominado carlismo surge en el último periodo del reinado de Fernando VII, el rey no
tenía hijos por lo que, según la Ley Sálica de sucesión promulgada por Felipe V, el trono
correspondería a su hermano, Carlos María Isidro, en caso de no tener hijos varones. Carlos María de
Isidro era apoyado por los sectores más reaccionarios del régimen, los llamados apostólicos o
realistas, debido al alejamiento del rey del absolutismo más radical. Pero el rey logró su derogación
con la Pragmática Sanción, y tras el nacimiento de la princesa Isabel el conflicto quedó abierto
cuando hizo que fuera jurada como heredera. Esta situación, cambiante en varios momentos, iba a
ser la causa legitimadora de las futuras guerras carlistas y el comienzo de un progresivo
acercamiento de los partidarios de la infanta Isabel a los liberales moderados.

El carlismo es un movimiento de compleja sociología e ideología, que además de reivindicar


los derechos dinásticos de Carlos María de Isidro tiene un objetivo político, la derrota del liberalismo,
que dará lugar a tres guerras civiles y diversas insurrecciones a lo largo del siglo XIX.

Desde el punto de vista ideológico en el bando carlista estaban los absolutistas más
intransigentes, que reclamaban el “legitimismo”, es decir, el derecho sucesorio masculino en contra
de la línea sucesoria femenina de Isabel II y la alianza “Trono-Altar”. También se unieron sectores
que, sin ser partidarios del absolutismo, sí estaban en contra del liberalismo. El carlismo defendía a
ultranza el mantenimiento de las viejas tradiciones del Antiguo Régimen en abierta oposición a una
modernidad identificada con la revolución liberal.

Desde el punto de vista sociológico en el carlismo militaba una parte de la nobleza y


miembros ultraconservadores de la administración y del ejército. Se les unió la mayor parte del bajo
clero, sobre todo del regular, que veía en don Carlos una garantía para evitar la pérdida de influencia

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de la Iglesia y la religión católica. También le apoyó una parte del campesinado, el del norte
peninsular, bajo la influencia ideológica de los curas rurales, y que rechazaban la reforma fiscal.
También sectores del artesanado temerosos de que los cambios beneficiaran a la gran industria y
arruinaran sus talleres.

Desde el punto de vista geográfico el carlismo triunfo sobre todo en las zonas rurales, y
especialmente en el norte, Vascongadas, Cataluña y el Maestrazgo aragonés y valenciano. Por el
contrario, apenas tuvo partidarios en las ciudades, ni en la zona centro ni sur del país, controladas
por el bando “cristino” (partidarios de la regente María Cristina y su hija Isabel). La explicación a
estos apoyos está en gran medida en la defensa de las instituciones y fueros históricos proclamada
por don Carlos, privilegios y leyes que vascos y navarros habían conseguido conservar tras la guerra
de sucesión, como la exención fiscal y del servicio militar, o el derecho civil. Fueros que aragoneses,
valencianos y catalanes esperaban recuperar tras haberlos perdido por los Decretos de Nueva Planta.

Tras la muerte de Fernando VII en 1833 don Carlos exigió sus derechos dinásticos, fue
proclamado rey en diversas ciudades de España, como Bilbao, mientras surgían diversas partidas
carlistas, iniciándose así la primera guerra carlista. En 1839, en Vergara, el general carlista Maroto y
el general cristino Espartero firmaban la paz que ponía fin a la primera guerra carlista en el frente
norte. La derrota definitiva de los partidarios de don Carlos en 1840 acabó con las posibilidades de
reimplantar el Antiguo Régimen, lo que unido a los cambios políticos y económicos de la Regencia
supuso el triunfo del liberalismo.

El carlismo, no obstante, perduró, provocando dos nuevas guerras civiles durante el siglo XIX,
en el reinado de Isabel II y en el Sexenio Democrático. También se mantendrá como movimiento
político a lo largo del siglo XIX y el siglo XX, llegando hasta la actualidad como un partido residual.

Describe las características de los partidos políticos que surgieron durante el reinado de Isabel II

Durante el reinado de Isabel II el triunfo del liberalismo provoca que se instaure un sistema
de partidos, con cinco grandes formaciones políticas, según su tendencia política, de izquierda a
derecha: el demócrata, el progresista, la unión liberal, el moderado y el carlista. El partido moderado
y el progresista comenzaron a perfilarse ya durante el Trienio Liberal, a partir de los doceañistas (el
moderado) y los veinteañistas o exaltados (el progresista), configurándose finalmente durante la
Regencia de María Cristina. El partido demócrata y la Unión liberal surgieron ya durante el reinado
de Isabel II a partir de escisiones de los anteriores partidos.

Estas formaciones políticas consistían en agrupaciones de personas influyentes (notables),


con programas políticos escasamente desarrollados y con un fuerte componente individualista, lo
que llevaba a frecuentes enfrentamientos internos. También se caracterizaban por estar unidos a la
prensa afín, que se convierte en un instrumento al servicio de los partidos. Unos partidos alejados de
la realidad social y un sistema electoral en el que sólo participaba un reducido número de población
debido al sufragio censitario.

Es la etapa denominada de los “espadones” puesto que serán los generales los líderes de los
nuevos partidos políticos y árbitros de la vida política. Una etapa caracterizada además por la gran

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inestabilidad política por el recurso abusivo a la práctica del pronunciamiento para cambiar de
gobierno o reorientar la política.

Características de los partidos:

El partido demócrata surge como una escisión del progresista en el contexto de las revoluciones que
recorrieron Europa en 1848, integraba a progresistas radicales, republicanos, que acabarían
escindiéndose al final del reinado, e incluso simpatizantes del incipiente socialismo. Reclamaba la
soberanía popular, el sufragio universal, pleno reconocimiento de los derechos (reunión, asociación),
separación estado-iglesia, libertad de conciencia, intervencionismo del Estado en la enseñanza
(universal y gratuita). Eran anticlericales y defensores de la justicia social, frente a la mera igualdad
jurídica predicada por el liberalismo. Política económica librecambista. Aspiraba a tener su base
social en las clases populares, pero también contaba con destacados intelectuales. Entre sus figuras,
políticos e intelectuales como Figueras, Pi y Margall, Salmerón o Castelar (futuros presidentes de la I
República). Por su oposición a la monarquía de Isabel II no participó nunca en su sistema político.

El partido progresista deriva de los liberales exaltados del Trienio Liberal, reclamaba la soberanía
nacional representada en las Cortes, defendían la ampliación del sufragio censitario, y unos derechos
individuales más amplios, además del control parlamentario del poder ejecutivo ejercido por el rey.
Partidarios de reformas más profundas que los moderados y defensores de las desamortizaciones.
Estado confesional, pero con libertad de culto. Política económica librecambista. Entre sus líderes
destaca el general Espartero, héroe de la primera guerra carlista; otros miembros serán Mendizábal,
Madoz, Sagasta y el general Prim, que sustituirá a Espartero al frente del partido. Los apoyos sociales
estaban en la pequeña y mediana burguesía, clases medias, empleados y artesanos.

La Unión liberal partido de centro fundado en la segunda mitad del XIX por el general O’Donnell.
Ideológicamente se encuadra en el liberalismo moderado y monárquico. Sin una ideología clara sus
objetivos eran la concordia y la estabilidad, tras décadas de guerras, revoluciones y
pronunciamientos, uniendo a moderados y progresistas en un solo partido. Partidarios del sufragio
censitario, pero ampliando la base electoral, la soberanía nacional, limitar el poder del rey y dar
preponderancia al poder legislativo representado por las cortes. Ampliación de las libertades. Menos
clericales que los moderados optan por el laicismo. Otra figura destacada del partido será el general
Serrano.

El partido moderado, de ideología liberal conservadora, partidarios del liberalismo doctrinario que
defendía la soberanía compartida entre las cortes y el rey, sufragio censitario más restringido y
reconocimiento de las libertades individuales, pero con restricciones, partidarios del fortalecimiento
del poder real y del centralismo. Estado confesional sin libertad de cultos. Política económica
proteccionista. Entre sus figuras destacan los generales Narváez o Bravo Murillo. Sus apoyos, los
sectores sociales de mayor nivel económico: grandes terratenientes, alta burguesía y clase media
alta.

El partido carlista, fue más un movimiento que un partido en sentido estricto, de ideología
tradicionalista, católica y legitimista (defensores del derecho sucesorio masculino) derivada del
Antiguo Régimen, defendía el viejo sistema foral y, en sus orígenes, también la vuelta al absolutismo.
Se oponía al liberalismo, al parlamentarismo y a la secularización. Al igual que los demócratas
quedaron al margen del sistema político.

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Conclusión: Durante el reinado de Isabel II predominaron los gobiernos de moderados y de
moderados y unionistas en la última etapa debido al nombramiento continuado de la reina y a
victorias electorales con frecuente manipulación de campañas y resultados. Sólo durante dos años,
de 1854 a 1856, el partido progresista logró hacerse con el poder, previo pronunciamiento e
insurrección popular.

Resume las etapas de la evolución política del reinado de Isabel II desde su minoría de edad y
explica el papel de los militares.

La minoría de edad de Isabel (1833-43)

La muerte de Fernando VII y la minoría de edad de Isabel dio paso a la Regencia de su madre
María Cristina, periodo en el que se desmorona el Antiguo Régimen. Este proceso histórico está
marcado por cuatro acontecimientos complementarios. En primer lugar, el fenómeno del carlismo y
de la primera guerra civil, la derrota de los partidarios de D. Carlos en 1840 terminó con la posibilidad
de reimplantar el Antiguo Régimen. En segundo lugar, la construcción del Estado Liberal como forma
política de implantación de la sociedad burguesa. En tercer lugar, la aparición del ejército como
elemento decisivo en el devenir político, es comienzo de la “etapa de los espadones”, que dominará
el panorama político español en la época isabelina. En cuarto lugar, la desamortización de
Mendizábal, que además del objetivo económico (obtener recursos para ganar la guerra) tuvo como
fin asegurar el trono para Isabel II y poder para los liberales.

Se diferencian dos etapas, la Regencia de María Cristina y la Regencia de Espartero.

I) La regencia de María Cristina (1833-1840). Estuvo marcada por la primera guerra carlista. Se
formaron los dos primeros partidos políticos, el Moderado y el Progresista. En 1834 se redacta el
Estatuto Real, constitución otorgada que no fue aceptada por los liberales exaltados. Tras
diferentes insurrecciones que llevaron al poder a los progresistas, éstos tomaron diferentes
medidas que acabaron de desmantelar definitivamente el sistema legal del Antiguo Régimen y que
liberalizaron el mercado de la tierra (abolición del régimen señorial, desvinculación mayorazgos, y
desamortización de Mendizábal). Se redacta la constitución de 1837, que debía servir a moderados
y progresistas, hasta el 40 se suceden numerosos gobiernos efímeros, con la entrada de los
“espadones” o generales en la vida política, Espartero, héroe de la victoria sobre los carlistas, con
los progresistas; su enfrentamiento con la regente hizo que ésta abandonase la Regencia, lo que
suponía el triunfo de la revolución liberal.

II) La regencia de Espartero (1840-1843). Con él se inicia la presencia de los militares en la dirección
política del país. Las causas son, -una burguesía escasa y débil frente a un grupo fuerte capaz de
defender el sistema liberal frente al carlismo, -el prestigio que les otorga la guerra y su constante
presencia en la vida política, -el sentimiento liberal de los generales y -la imposibilidad de realizar el
traspaso pacífico de poder. Las cinco figuras claves son: Espartero (progresistas), Narváez
(moderados), O’Donnell (centro liberal), Serrano (momentos de transición) y Prim (el más radical).
Se inicia por tanto un periodo caracterizado por la gran inestabilidad política por el recurso abusivo
a la práctica del pronunciamiento para cambiar de gobierno o reorientar la política.

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Espartero gobernó de manera autoritaria lo que le hizo perder apoyos, tuvo que hacer frente
a numerosos problemas, la oposición desde los dos bandos, moderados y los progresistas más
radicales, y la insurrección en Barcelona, duramente reprimida, que provocaron su caída, un nuevo
pronunciamiento protagonizado por el general Narváez que puso fin a la Regencia tras la
declaración de la mayoría de edad de Isabel.

Mayoría de edad de Isabel II (1843-1868)

Las características comunes fueron: el desarrollo de una política muy conservadora con
gobiernos autoritarios, de sufragio restringido y manipulación electoral, que excluyó a la mayor parte
de la población de la vida política, de escasas reformas sociales y de restricción de las libertades
individuales y colectivas, de intervención activa de la reina en la vida política, evitando el acceso al
poder de los progresistas, y de participación continua de los generales en el gobierno. Se diferencian
tres etapas:

I) La Década Moderada (1843-1854). Dominada por el partido moderado y Narváez, tuvo como fin el
orden y la centralización. Se divide en dos etapas separadas por los acontecimientos
revolucionarios de 1848. En la primera se crea la guardia civil, se reforma la Hacienda y se promulga
la Constitución de 1845, claramente conservadora: soberanía compartida Corona-Cortes, mayor
margen de acción a la Corona tras eliminar los límites al poder ejecutivo de la constitución del 37,
ampliación mandato parlamentario y un senado compuesto por miembros vitalicios elegidos por la
Corona. La segunda etapa, con Bravo Murillo, fue más restrictiva. Restableció las relaciones con la
Iglesia tras las desamortizaciones con la firma del Concordato con el Vaticano. Intentó una reforma
de la Constitución más reaccionaria, que junto a la corrupción llevó a un nuevo pronunciamiento,
del general O`Donnell, que consiguió triunfar gracias al apoyo de la revolución popular tras la
difusión del Manifiesto de Manzanares, y que elevó a los progresistas y a Espartero de nuevo al
poder.

II) El Bienio Progresista (1854-1856). Se redefinen 5 partidos (carlista, moderado, unión liberal,
progresistas y demócratas) Entre las medidas tomadas, el proyecto de una nueva constitución, que
no llegó a promulgarse, y la consolidación de las reformas, con leyes de gran importancia para el
desarrollo económico como la desamortización de Madoz o la Ley general de los ferrocarriles. Pero
la inestabilidad política y social provoca de nuevo la caída de los progresistas y Espartero.

III) Periodo Moderado (1856-1868). En este periodo los moderados de Narváez, con políticas muy
conservadoras, y la unión liberal de O’Donnell se suceden en el gobierno. Se restablece la
constitución del 45 y durante el “gobierno largo” de O’Donnell, hasta 1863, se vive una
recuperación económica. Se promulgó la ley de educación (Moyano), pero fue la acción exterior la
que dominó la vida política con el objetivo de recuperar el prestigio internacional, embarcando al
país en una serie de intervenciones militares que apenas ofrecieron resultados y sí cuantiosas
pérdidas. Los progresistas se mantuvieron en la oposición, retirado Espartero se agrupan en torno a
Prim, promoviendo diversos pronunciamientos, mientras que demócratas y republicanos quedaban
fueran de las Cortes, aunque iban ganando fuerza entre las clases populares.

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Desde 1865 se empieza a gestar la caída de la Monarquía debido a la grave crisis económica y
política, las arbitrariedades de la reina y su autoritarismo y la dura represión del gobierno de los
moderados. Así progresistas, demócratas, republicanos y, tras la muerte de O’Donnell, unionistas
dirigidos por el general Serrano se unen por el Pacto de Ostende en 1866, con un nuevo programa
político que incluía el destronamiento de Isabel II y la convocatoria de cortes constituyentes
mediante sufragio universal. Un nuevo pronunciamiento y la revolución Gloriosa de 1868 ponía fin a
su reinado, dando lugar al periodo del Sexenio Democrático.

Compara las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz, y especifica los objetivos de una y otra.

A comienzos del siglo XIX el principal problema que afectaba al campo era el régimen de
propiedad, concretamente la cantidad de tierras amortizadas o en “manos muertas”. A esta
conclusión llegaba el informe realizado por Jovellanos sobre la Ley Agraria, encargado por Carlos III
pero que no vio la luz hasta el reinado de Carlos IV.

La desamortización de la tierra fue un proceso que se prolongó durante una centuria, debido
tanto a la cantidad de bienes afectados como a los frenos puestos por la reacción política. La Iglesia
concentraba una gran cantidad de tierras (en torno a un 15% a mediados del siglo XVIII), que fueron
confiscadas, nacionalizadas y subastadas públicamente con el fin primordial, aunque no exclusivo, de
poder liquidar la excesiva deuda pública. Así, la intención económica y social de los ilustrados quedó
relegada por las motivaciones fiscales y políticas, de manera que se desaprovechó la oportunidad de
repartir las tierras entre el campesinado que las habían venido trabajando, el cual no pudo acceder a
la propiedad de la tierra. Liquidados los bienes de la Iglesia la última desamortización de Madoz
afectó principalmente a los bienes de los municipios.

Aunque se dieron algunos precedentes a finales del siglo XVIII y durante el Trienio Liberal el
verdadero proceso de desamortización se desarrolló a partir de 1837 en dos fases: la
desamortización de Mendizábal y la de Madoz.

Durante la regencia de María Cristina, de 1835 a 1837, el gobierno encabezado por


Mendizábal iniciaba la desamortización de los bienes eclesiásticos tras disolver las órdenes religiosas,
excepto las dedicadas a la enseñanza y asistencia hospitalaria, en un contexto favorable tras el apoyo
del clero regular a los carlistas. Los objetivos fueron, por un lado, fiscales: sanear la Hacienda,
aquejada de una enorme deuda pública, y reunir fondos para financiar los gastos de la guerra contra
los carlistas; por otro lado, los fines políticos: asegurar el trono para Isabel II y el poder para los
liberales, convirtiendo a los nuevos propietarios en adeptos a la causa liberal. Para conseguirlo
sacaron a subasta grandes lotes y aceptaron el pago con títulos de deuda consolidada, y por su valor
nominal, a pesar de hallarse enormemente depreciados, de modo que en las subastas los
campesinos fueron siempre derrotados.

La consecuencia es que se acentuó el fenómeno de la concentración territorial en manos de


una nueva clase de propietarios absentistas, obligando a la dependencia a los peor dotados
económicamente, muchos en régimen casi de servidumbre. En definitiva, no sirvió ni siquiera para
sanear la hacienda.

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En 1855, durante el bienio progresista del reinado efectivo de Isabel II, Madoz realiza la
cuarta desamortización, en este caso fue fundamentalmente civil, y afectó a las tierras amortizadas
de los municipios (propios y baldíos y comunales). También incluyó las de la Iglesia aún no vendidas
de la desamortización anterior. Los objetivos fueron: amortizar la deuda pública y conseguir fondos
para impulsar la industrialización y la construcción del ferrocarril. En este caso el proceso fue más
rápido y se pudo amortizar más deuda, ya que, la segunda guerra carlista no supuso tanto gasto
como la primera y el régimen liberal estaba más consolidado.

Pero esta desamortización de nuevo benefició a las clases altas, acentuando el proceso de
concentración de la propiedad agraria en manos de las oligarquías. Supuso además un desastre social
porque, por un parte, provocó el descenso de los recursos financieros de los ayuntamientos, que
eran usados para servicios públicos y para la asistencia social a los campesinos más necesitados; por
otra, los campesinos perdieron una fuente de ingresos complementaria. Además, fue responsable de
las modificaciones más importantes experimentadas en el paisaje rural durante el XIX, ya que,
coincidiendo con el alza de la demanda y los precios se produjeron grandes roturaciones.

Podemos concluir que las desamortizaciones fueron un fracaso, al no transformar la


estructura de propiedad de la tierra y, por tanto, aumentar la producción agrícola, con consecuencias
muy negativas para la economía, ya que, contribuyó de forma muy importante a lastrar la
industrialización española.

Compara el Estatuto Real de 1834 y las Constituciones de 1837 y 1845

La muerte de Fernando VII en 1833 dio paso a la Regencia de María Cristina debido a la
minoría de edad de la infanta Isabel. Este periodo va a estar condicionado por la primera guerra
carlista, iniciada cuando Carlos María de Isidro, que era apoyado por los absolutistas más
reaccionarios, reclamó su derecho al trono. Tras los intentos fallidos durante las Cortes de Cádiz y el
Trienio liberal, finalmente, el apoyo de los liberales a la causa isabelina permitió desmantelar el
Antiguo Régimen y sentar las bases de una monarquía parlamentaria y constitucional, de una
economía de mercado y de una nueva sociedad de clases.

El estatuto Real de 1834 y la Constitución de 1837 se promulgan durante la regencia de


María Cristina mientras que la de 1845 se promulgó durante el reinado efectivo de Isabel II.

El Estatuto Real de 1834 es una constitución muy moderada surgida en el contexto de los
inicios de la construcción del régimen liberal y de la primera guerra carlista y representaba una
solución de compromiso entre el absolutismo y el liberalismo, que recogía los intereses de la regente
y los liberales moderados. Es una carta otorgada, breve, con amplios poderes para la monarquía,
soberanía conjunta rey-cortes y colaboración de poderes. Establecía unas cortes bicamerales, es
decir, dos cámaras, la de Próceres, elegidos por la Corona, y la de Procuradores, elegibles, aunque
para ser candidato había que tener un determinado patrimonio. Ambas cámaras tenían una función
más consultiva (propia de las cortes medievales) que legislativa, pues eran convocadas, suspendidas
y disueltas por el monarca, y sólo podían deliberar sobre los asuntos planteados por él. También
establece un sufragio censitario tan restringido que no podía votar ni el 1% de la población.
Finalmente, reconoce escasos derechos individuales.

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Pero esta Carta no fue aceptada por los liberales progresistas, fundamentalmente por la
ausencia de soberanía nacional y de los derechos individuales. En 1836 tras un pronunciamiento
progresista la regente se vio obligada a entregar el poder a los progresistas y a restablecer la
constitución de 1812, no obstante, fue considerada anacrónica así que unas cortes extraordinarias
elaboraron la Constitución 1837.

La Constitución de 1837 responde a un intento de contentar por igual a progresistas y


moderados, al permitir la sucesión en el gobierno de ambos partidos. Para atraerse el apoyo de los
moderados recogía aspectos fundamentales del moderantismo que recuerdan el Estatuto Real.
Mantiene un poder ejecutivo fuerte, que podía convocar y disolver las Cortes, y con competencias
legislativas, como el derecho al veto. Unas Cortes bicamerales, con un Senado mixto -elección
popular y designación real- y un Congreso elegido por sufragio directo.

Pero también presentaba semejanzas con la Constitución de Cádiz de 1812, características


del ideario progresista, y que supone un avance en el liberalismo: la soberanía nacional, el
importante papel de las Cortes y amplios derechos y libertades; se recorta el poder de la iglesia
católica y se controla la autonomía de la corona.

La nueva ley electoral amplió el cuerpo electoral, que siguió siendo censitario (5% población).

La constitución de 1845 sustituyó a la del 37 y fue promulgada durante la década moderada


(1844-54) por el gobierno de Narváez. Su objetivo era ajustar el sistema político a las pretensiones
del partido Moderado, para garantizar su ejercicio del poder. Obedece al modelo defendido por el
liberalismo doctrinario o moderado, así, anuló los aspectos más progresistas de la Constitución de
1837: sustituyó la soberanía nacional por la soberanía compartida cortes-corona y otorgaba mayor
margen de acción a la Corona. Contemplaba dos cámaras como en la del 37, el Congreso, y un nuevo
concepto de Senado, característico del XIX (designación real, vitalicio, y el rey puede apoyarse en él
para gobernar prescindiendo del Congreso). Se amplía el mandato parlamentario y se produce un
recorte de las libertades y derechos, con un sufragio más restringido que el de 1837.

Esta constitución fijó el modelo de constitución conservadora y consolidó el poder de los


moderados, que garantizaba el control de la nación por parte de la oligarquía agraria y financiera.
Tras el Bienio Progresista la constitución del 45 era restablecida, estando vigente hasta la revolución
gloriosa de 1868, que dio lugar a una nueva etapa, el Sexenio Democrático, regido por una nueva
constitución de carácter democrático.

Describe las características esenciales de la Constitución democrática de 1869

La revolución gloriosa de 1868 ponía fin al reinado de Isabel II, al gobierno moderado y a la
constitución conservadora de 1845. El nuevo gobierno provisional estaba formado mayoritariamente
por Unionistas y Progresistas, partidarios de la monarquía frente a la república. Las nuevas cortes,
elegidas por sufragio universal masculino, promulgaban la constitución en 1869, la primera
democrática de nuestra historia y una de las primeras de Europa, es decir una constitución liberal
muy progresista y con componentes claramente democráticos.

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Sus características esenciales son: origen popular, extensa, rígida, reconocimiento de la
soberanía nacional, estricta división poderes, una amplia y detallada declaración de los derechos
individuales que impidiera recortes posteriores, aunque los derechos de reunión y asociación tenían
limitaciones, una característica del constitucionalismo liberal burgués. La forma de gobierno fue
objeto de un intenso debate entre monarquía (la opción de unionistas y progresistas) o república
(opción elegida por algunos demócratas y republicanos), finalmente se optaba por una monarquía
democrática. El poder legislativo correspondía en exclusiva a las Cortes (Senado y Congreso) cuyos
miembros eran elegidos por sufragio universal; el poder ejecutivo correspondía al rey, pero con
poderes muy limitados; el poder judicial quedaba reservado a los jueces. En cuanto a la religión se
llegó a una solución de compromiso, se decretó la libertad de cultos, pero también la confesionalidad
del Estado y su compromiso de sostener a la Iglesia.

Pero la crisis política, económica y social junto con los graves conflictos hicieron que la
constitución solo estuviera vigente hasta 1874, cuando el golpe de Estado del general Pavía ponía fin
al régimen democrático. El pronunciamiento del general Martínez Campos proclamando a Alfonso XII
como rey cerraba el ciclo histórico que abrió la revolución de 1868, dando lugar a un nuevo sistema
político, la Restauración, que supuso un viraje hacia posiciones conservadoras, reflejadas en la
constitución moderada de 1876.

Identifica los grandes conflictos del Sexenio y explica sus consecuencias políticas

Se denomina Sexenio Democrático o Revolucionario al periodo de la historia contemporánea


de España que se desarrolla entre la revolución gloriosa de 1868, que puso fin a la monarquía de
Isabel II de Borbón, y 1874, cuando se vuelve a restaurar la monarquía borbónica con Alfonso XII.

Este breve periodo tuvo dos modelos políticos, el reinado democrático de Amadeo I de
Saboya y la I República, pero ambos fracasaron debido a la grave crisis financiera y a los diversos
conflictos, internos y exteriores, a los que tuvo que hacer frente y que finalmente acabarían
poniendo fin a este periodo:

La Guerra de los Diez Años en Cuba 1868-1878

En Cuba existía un movimiento liberal de cierta importancia, compuesto por pequeños y medianos
propietarios de tierras y clase media en general. En principio sólo aspiraban a una mayor autonomía
de la isla, pero la insensibilidad española ante sus peticiones empujó a este sector de la sociedad a la
revolución independentista.

La guerra se inició poco después del triunfo de la revolución en España y de la instauración del
gobierno provisional. Durante el sexenio la política respecto a Cuba fue de una gran torpeza,
limitándose a una guerra sin cuartel de muy pobres resultados. El conflicto duró durante todo el
Sexenio añadiendo nuevas dificultades al complejo proceso político.

La tercera guerra carlista 1872-1876

Tras la caída de los borbones y el nombramiento como rey de Amadeo I Saboya el carlismo resurge.
El conflicto se inició con el levantamiento en armas de los partidarios del pretendiente carlista al

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trono español bajo el nombre de Carlos VII (nieto de Carlos María de Isidro), que años antes había
hecho públicas sus pretensiones. Los principales escenarios de guerra fueron, una vez más, el medio
rural de las Vascongadas, Navarra y Cataluña y, con menor incidencia, Aragón, Valencia y Castilla.

Esta contienda fue un importante factor desestabilizador, primero de la monarquía de Amadeo I y


posteriormente de la I república.

El movimiento obrero

El reconocimiento de la libertad de expresión y asociación desde el comienzo del sexenio permitió a


las organizaciones obreras salir a la luz y expandirse. El movimiento obrero español comenzó a
organizarse en coordinación con el movimiento obrero internacional. Así surgieron organizaciones
marxistas y anarquistas, en concordancia con la escisión del movimiento obrero internacional en
estas dos corrientes, aunque en España fue claramente predominante la anarquista. Los anarquistas,
fieles a su apoliticismo, no quisieron intervenir en las elecciones de la República, por lo que se
desaprovechó la oportunidad de establecer un vínculo entre la clase obrera y el nuevo sistema
político.

El apoyo a la insurrección cantonalista y su fracaso fueron un duro golpe para el movimiento


obrero español y, tras el golpe del general Pavía, la dictadura del general Serrano decretó la
ilegalidad de las asociaciones obreras, que pasaron a la clandestinidad.

La insurrección cantonalista de 1873

Fue un movimiento político y social de muy escasa duración, apenas un mes, salvo en el cantón de
Cartagena) pero de gran intensidad. Defendían un sistema político basado en la división del Estado
en cantones prácticamente independientes. Un cantón era un tipo de división administrativa (región
o territorio) con una gran autonomía de gobierno dentro de una organización política más amplia,
generalmente un Estado federal. Aunque hubo algunos precedentes desde los inicios del Sexenio, la
rebelión comenzó con la proclamación del cantón de Cartagena. En los días siguientes el movimiento
se extendió y se organizaron cantones por toda la Península, en especial Levante y Andalucía. La
intervención del ejército sofocó la rebelión en poco tiempo y sólo el cantón de Cartagena consiguió
resistir hasta 1874. Sin embargo, el estado de desorden que generó en el país constituyó uno de los
principales factores del fracaso de la I república.

En esta situación conflictiva se produce el golpe de Estado militar de Pavía, que ponía fin al
régimen democrático, aunque los verdaderos responsables del fracaso fueron los propios
republicanos.

Durante la República conservadora de 1874 el general Serrano suspende las garantías


constitucionales y en la práctica establece una dictadura militar, de nuevo los militares decidían en el
poder, pero no se solucionan los problemas mientras crece el apoyo a la causa alfonsina. Finalmente,
las fuerzas monárquicas se pronunciaron al mando del general Martínez Campos, proclamando a
Alfonso XII como rey. De este modo se cierra el ciclo histórico que abrió la revolución de 1868,
dando lugar a uno nuevo, la Restauración.

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TÉRMINOS HISTÓRICOS

Carlos M.ª Isidro, infante de España, hijo del rey Carlos IV y hermano de Fernando VII. Estuvo desde
el principio relacionado con las conspiraciones de los absolutistas más reaccionarios, convirtiéndose
en la Década Ominosa en el jefe de los realistas puros, lo que supuso el germen del carlismo. La
Pragmática Sanción, que anulaba su derecho al trono, le enfrentó a su hermano y, tras marchar a
Portugal, se negó a jurar fidelidad a la nueva heredera, Isabel. Al morir Fernando VII en 1833 reclamó
su derecho legítimo al trono y fue proclamado rey, como Carlos V, en algunas ciudades, dando inicio
a la primera carlista. En 1839 la firma del Convenio de Vergara le obligó a exiliarse en Francia. En
1845 renunció a sus derechos al trono a favor de su hijo (Carlos VI) ante la posibilidad de un posible
enlace matrimonial con Isabel II que finalmente no se materializó, impidiendo una solución pacífica al
conflicto carlista.

Convenio de Vergara, también conocido como el Abrazo de Vergara fue un acuerdo firmado en 1839
que ponía fin a la primera guerra carlista en el frente norte. Tras la muerte de Fernando VII en 1833
Carlos María de Isidro reclamó su derecho al trono dando inicio a la guerra. Tras seis años de
conflicto el agotamiento carlista provocó una división interna del movimiento entre dos grupos, los
intransigentes, partidarios de seguir la guerra, y los moderados, partidarios de un acuerdo honroso.
Las negociaciones de paz fueron llevadas a cabo por el general carlista Maroto y el general cristino
Espartero. El general Cabrera resistiría en la zona levantina un año más. El acuerdo le aportó a
Espartero una gran popularidad que le llevó a convertirse en el Regente de España.

Espartero, militar y político español, líder del partido progresista durante el reinado de Isabel II
(1833-1868). Héroe de la primera guerra carlista, como general del ejército cristino (liberal) firmó el
Convenio de Vergara en 1839 con el general carlista Maroto, que puso fin a las hostilidades en el
frente norte. Su popularidad le llevó a convertirse en el Regente de España en 1840 tras la
revolución, pero con su autoritarismo se ganó la oposición no solo de los moderados sino de buena
parte de los progresistas. En 1843 el pronunciamiento del general Narváez le obligo a exiliarse. En
1854, tras la revolución, fue nombrado jefe de Gobierno (Bienio Progresista), pero en 1856 dimitió,
abandonando definitivamente la política. Su sucesor al frente del partido, el general Prim, le ofreció
en 1870 la corona de España, pero el viejo general rechazo la oferta.

Isabel II, reina de España desde 1833 hasta 1868, cuando fue destronada por la revolución gloriosa.
Su reinado ocupa uno de los períodos más complejos y convulsos del siglo XIX, con un papel
protagonista de los generales y de los pronunciamientos como fórmula para el traspaso de poder. Se
caracteriza por los profundos procesos de cambio político que trae consigo la Revolución liberal: el
liberalismo político y la consolidación del nuevo Estado liberal y parlamentario, junto a las
transformaciones socio-económicas que dan paso a la sociedad de clases y la economía de mercado.
Isabel II inclinaría sistemáticamente sus preferencias políticas hacia los moderados, incumpliendo su
papel arbitral de reina constitucional, lo cual obligó a los progresistas a recurrir a la fuerza para tener
opción de gobernar. La grave crisis económica y política, sus arbitrariedades en la forma de reinar y
el autoritarismo y la dura represión de los moderados acabó provocando su derrocamiento.

Narváez, general y político de ideología liberal conservadora. Líder del partido moderado y una de las
figuras más destacadas durante el reinado de Isabel II. Participó en la primera guerra carlista y
conspiró desde el exilio contra el general y regente Espartero, consiguiendo en 1843 triunfar y
acceder al gobierno, inspirando la constitución moderada de 1845. Tras el Bienio Progresista, en la

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última etapa del reinado de Isabel II, se inició un periodo de alternancia entre su partido y la Unión
Liberal de O’Donnell, presidiendo varios gobiernos y llevando a cabo políticas muy conservadoras,
con tendencias autoritarias y represoras. Tras su muerte en 1868 el partido quedó descabezado e
Isabel II perdió el más firme apoyo que le quedaba en vísperas de la revolución gloriosa.

Revolución Gloriosa, alzamiento popular que tuvo lugar en 1868 poniendo fin al reinado de Isabel II
e iniciando un nuevo periodo, el Sexenio Democrático. La revolución comenzó a gestarse a partir de
la crisis de 1865, en 1866 progresistas, demócratas, republicanos y, posteriormente, unionistas se
unían en el Pacto de Ostende con el objetivo de derrocar a la reina. Inicialmente fue un golpe militar,
el apoyo popular vino después de la difusión del manifiesto España con Honra, los partidos formaron
juntas, entregaron armas a la población y organizaron los llamados Voluntarios de la libertad. El
almirante Topete se sublevó con su escuadra, sumándose los cuarteles del país a la sublevación y
derrotando a las fuerzas gubernamentales. Isabel II atravesaba la frontera en Irún camino del exilio.

Amadeo I, rey de España entre 1871 y 1873, durante el Sexenio Democrático. Rey de carácter
democrático, su reinado se hizo inviable por el enfrentamiento de las distintas facciones, el
agravamiento del conflicto cubano y el estallido de la tercera guerra carlista, además de la crisis
económica, la agitación social ligada al desarrollo del movimiento obrero, el aislamiento social del rey
y el asesinato del general Prim, su principal baluarte. Tras su abdicación, las Cortes proclamaron la I
República, pero tampoco consiguió estabilizar el sistema.

Pi y Margall, político e intelectual español de ideología republicana federal. Fue el segundo de los
cuatros presidentes que tuvo la I república entre 1873-1874 durante el Sexenio Democrático. Su
actividad política se inició en el Bienio Progresista y destacó en la defensa de los derechos de la clase
obrera y de los principios democráticos. Dimitió de su cargo de presidente incapaz de controlar los
acontecimientos en que vivía el país y presionado por el ala más radical de su propio partido. Con la
Restauración se retiró de la política, aunque regresó más tarde como diputado.

Cantonalismo. Sistema político que propone la división del Estado en cantones prácticamente
independientes. Un cantón es un tipo de división administrativa (región o territorio) que goza de una
gran autonomía de gobierno dentro de una organización política más amplia, generalmente un
Estado federal. El movimiento cantonalista dio lugar a una insurrección durante la I república
española en 1873, convirtiéndose en una de las causas principales de su fracaso.

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