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La poesía desde el Modernismo a las vanguardias, autores y obras representativos.

A finales del siglo XIX aparecen en España propuestas líricas muy distintas a la de los
últimos posrománticos, como Campoamor y Núñez de Arce: por un lado, la estética modernista
encabezada por Rubén Darío; por otro, la de la generación del 98: crisis finisecular, angustia
existencial y preocupación por el país y la quiebra de sus valores morales. Más adelante, una y otra
corriente se mezclarán con el novecentismo y la poesía de vanguardia, y, a partir de los años 20 con
la Generación del 27.

El Modernismo designa a un movimiento literario que, surgido en Hispanoamérica, acabó


revolucionando el panorama de las letras hispánicas, especialmente en el terreno poético. El
Modernismo literario surge en Hispanoamérica a finales del siglo XIX en torno a dos figuras: el
cubano José Martí (1853-1895) y el nicaragüense Rubén Darío (1867-1916). La estética modernista
cultiva la idea del arte por el arte y anhela un ideal de belleza absoluta a través de la perfección
formal del poema. Se trata de una forma de evasión: el poeta inventa mundos imaginarios y
exóticos en los que ambienta sus composiciones (ninfas, cisnes, hadas, princesas y caballeros;
lugares como la India, China, Japón; o épocas históricas como la Grecia y Roma clásicas, la Edad
Media o las culturas precolombinas).

La poesía modernista supone una apertura al mundo de los sentidos a través de la creación
de imágenes; se investiga en las posibilidades musicales del poema mediante aliteraciones y formas
métricas como el alejandrino y el dodecasílabo (versos preferidos). La concepción del poeta como
médium, capaz de captar un mundo diferente al vivido y expresarlo a través de símbolos
(modernismo simbolista) es otra de sus características, que se conecta con el gusto modernista por
lo esotérico, lo onírico y lo fantástico. Esta variante del Modernismo se aleja de los mundos ficticios
y los paraísos artificiales, para dar cabida a un componente existencial: el desencanto, la angustia y
el pesimismo.

El desarrollo del movimiento modernista en España está estrechamente ligado a la figura de


Rubén Darío: Azul (1888), Prosas profanas (1896) son sus dos poemarios plenamente modernistas.
Cantos de vida y esperanza (1905) supone un viraje hacia el intimismo y la preocupación
existencial. En la estela del poeta nicaragüense se sitúan poetas como Ricardo Gil, Manuel Reina,
Salvador Rueda y Manuel Machado. En un primer momento modernista encontramos también a
Valle Inclán, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, si bien la obra de estos tres autores
evoluciona a otros modos más personales.

Junto con el modernismo, coexiste en la literatura española de principios de siglo la


Generación del 98. Como hemos dicho, algunos críticos señalan las diferencias entre la poesía
modernista y la noventayochista: la primera es una poesía de los sentidos preocupada por la forma,
cuyo prototipo sería Rubén Darío; y la segunda es meditativa, introspectiva y existencialista.

El poeta fundamental del 98 es el sevillano Antonio Machado con Soledades, Galerías y


otros poemas (1907) y Campos de Castilla (1912). Soledades, Galerías y otros poemas se suele
adscribir al Modernismo simbolista por su tono melancólico y sus temas: Dios, el paso del tiempo
(tratado con símbolos como el agua, el reloj, el camino) y la muerte.
En Campos de Castilla aparecen rasgos típicamente noventayochistas: el paisaje de Castilla
descrito de modo subjetivo, como reflejo de su personalidad y su estado de ánimo; la crítica al
atraso de España; y el amor por su mujer Leonor y por su tierra, Soria.
Su obra se completa con sucesivas ediciones aumentadas de sus Poesías completas, las
Nuevas canciones y La Guerra, con composiciones dedicadas a la Guerra Civil (1937).

De la lírica de la Generación del 98 podemos destacar también a Miguel de Unamuno con


poemarios como Rosario de sonetos líricos (1911) y El Cristo de Velázquez (1920).

El novecentismo confluye con la llamada “Generación de 1914". El novecentismo se fraguó


en un momento en el que triunfaban posiciones estéticas que exaltaban posturas como “el arte por el
arte” o “el arte puro”. De ello se deriva una preocupación por la forma que va a estar presente en
todos ellos, y de manera singular en Juan Ramón Jiménez, lo que se corresponde con la idea de un
arte para minorías selectas. Supone además el alejamiento de posiciones románticas (aborrecen el
sentimentalismo) y políticas (defienden la autonomía del arte y cierto alejamiento de lo cotidiano).

La crítica habla de tres etapas de la obra del onubense Juan Ramón Jiménez (1881-1958): la
sensitiva, la intelectual y la suficiente. La sensitiva incluye sus primeros libros, becquerianos y
simbolistas (Arias tristes, Jardines lejanos) y los modernistas (La soledad sonora, Poemas májicos
y dolientes, Sonetos espirituales, Estío y la prosa poética de Platero y yo). La etapa intelectual se
distingue por la progresiva desnudez formal y complicación conceptual en busca de la poesía pura,
esencial, despojada de lo anecdótico (Diario de un poeta recién casado (1916), Eternidades y
Piedra y cielo). La etapa suficiente, ya en el exilio americano, es una etapa de dominio total de la
voz lírica. JRJ se siente un dios que crea el mundo que nombra (Animal de fondo y Dios deseado y
deseante).

Con el término vanguardias se designan en nuestro siglo aquellos movimientos que se


oponen, frecuentemente con virulencia, a la estética romántica y realista, con propuestas que llevan
implícita una radical concepción del arte y la literatura. El origen de las vanguardias coincide con la
transformación del mapa sociopolítico europeo y la eclosión de nuevas ideologías, desde el
anarquismo y el comunismo al fascismo.
En muy pocos años se suceden los “ismos” vanguardistas que afectan a toda Europa:
Expresionismo (en cuya estética podemos situar La pipa de kif de Valle Inclán), Futurismo,
Cubismo, Dadaísmo, Surrealismo... Muchos de ellos repercuten por igual en las artes plásticas, el
arte escénico o cinematográfico, la literatura y el pensamiento. Algunos pasarán como modas
efímeras, otros, como el Surrealismo, dejarán una huella imborrable en el arte del siglo XX.

El desarrollo de la vanguardia en España es inseparable de la figura de Ramón Gómez de la


Serna, impulsor y pionero del vanguardismo en nuestro país. También fue fundamental el poeta
chileno Vicente Huidobro, portavoz de las vanguardias parisienses, que en España iniciaría el
movimiento llamado Creacionismo, que aspira a un alejamiento de la realidad cercano a la
abstracción en el que el poema sea un objeto autónomo que no imite nada. “Hacer un poema como
la naturaleza hace un árbol”, es la divisa de Huidobro, quien encontró en Gerardo Diego a su
seguidor más representativo.

El Futurismo parte de las premisas del escritor italiano Marinetti, que publica un primer
manifiesto en el que proclama su carácter antitradicional y su antirromanticismo y el culto a la
juventud, al deporte y a las novedades mecánicas y técnicas. Ramón Gómez de la Serna traduce este
manifiesto y sus puntos más importantes son: amor al peligro, al valor, audacia y rebelión;
exaltación de la actitud agresiva, del insomnio febril, del salto mortal, de la bofetada y del puñetazo;
belleza de la velocidad; alabanza del automóvil, más bello aun que la Victoria de Samotracia; el
hombre al volante como héroe; desprecio del pasado y vivir orientado hacia el futuro; glorificación
de la guerra -única higiene posible del mundo-, del militarismo y del patriotismo; desprecio de la
mujer y lucha contra el feminismo; destrucción de museos, bibliotecas, academias; glorificación de
las multitudes, de las revoluciones, de la vibrante llama de los arsenales y astilleros, de las voraces
estaciones de ferrocarril, de las fábricas, de los gigantescos puentes, de los barcos de vapor, de las
locomotoras y aviones.

En relación con estas intenciones está el uso de palabras en libertad y la destrucción de la


sintaxis usual. Es característico el verso libre; la asociación libre de palabras; la supresión de
mayúsculas, adjetivos, adverbios, los signos de puntuación, de la conjugación verbal; también
daban especial importancia a los juegos tipográficos.

En España, las ideas futuristas se integraron en otros movimientos como el Ultraísmo, pero
muchos poetas escribieron en sintonía con las ideas de Marinetti, por ejemplo, Guillermo de Torre o
León Felipe. A veces simplemente aprovechan aspectos parciales, como Pedro Salinas, que escribe
poemas a la bombilla eléctrica o la máquina de escribir, o Rafael Alberti, que compone un madrigal
al billete del tranvía y canta a actores de cine o a un portero de fútbol.

Tal como hemos dicho, el Ultraísmo fue otro movimiento de vanguardia de vida efímera
pero intensa. Su principal valedor fue Guillermo de Torre. Publican su primer manifiesto en la
revista Cervantes. En él subrayan su antisentimentalismo en la línea futurista y cubista. Sus
características principales son el uso de la metáfora y del collage, que amplía sus significados; las
imágenes suelen ser chocantes, ilógicas y se refieren al cine, al deporte, al progreso técnico; la
eliminación de cualquier palabra o signo de puntuación superfluo y de lo ornamental; los juegos con
la disposición tipográfica de los versos al modo de los caligramas de Apollinaire; la utilización de
neologismos, tecnicismos y palabras esdrújulas; y la eliminación de la rima.

Entre los principales ultraístas podemos citar a Juan Larrea, Pedro Garfias, Jorge Luis
Borges, Eugenio Montes, Gerardo Diego o Lucía Sánchez Saornil.

De todos los movimientos de vanguardia, el Surrealismo fue sin duda el más revolucionario
y el que ha dejado una huella más fecunda. Nacido en Francia bajo el amparo de André Breton, Paul
Eluard y Louis Aragon, el grupo propone una liberación total del hombre: liberación de los
impulsos reprimidos en el subconsciente (según Freud) por una razón sumisa a las convenciones
morales y sociales; o liberación de la represión que (según Marx) ejerce sobre el hombre la sociedad
burguesa. De ahí que aspiren a la captación de una super realidad que se halla amordazada en lo
más hondo de nuestras conciencias. Todo ello equivale a una liberación del poder creador del
hombre, tarea que incumbe a la poesía. Pero la creación deberá estar liberada de todo impulso
racional, de ahí que se propongan diversas técnicas para registrar de forma incontrolada los estados
de ánimo. El lenguaje experimenta asimismo una liberación respecto a los límites de la expresión
lógica. En un poema surrealista se entremezclan objetos, conceptos y sentimientos que la razón
mantiene separados. Aparecen asociaciones libres e inesperadas de palabras, metáforas insólitas,
imágenes oníricas y delirantes. Esto explica la dificultad de interpretación de un texto surrealista. El
lector no comprende racionalmente lo que le han propuesto, pero puede percibir el impacto
inconsciente que ha despertado en su estado de ánimo aquello que ha leído.

El surrealismo español está muy ligado a Juan Larrea, bilbaíno emigrado a Francia donde
traba contacto con el grupo de André Breton. Sin embargo será la Generación del 27, y en especial
Rafael Alberti (Sobre los ángeles), Lorca (Poeta en Nueva York), Cernuda (Un río, un amor, Los
placeres prohibidos) y Aleixandre en toda su obra, quienes cultivarán el movimiento con resultados
más notables.

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