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Después de dos intentos frustrados, se levantó una población en el valle de Xui-xui. Con el
paso del tiempo, fue creciendo y adquirió su propia fisonomía. Durante los años de la Colonia,
Jujuy se transformó en una importante ciudad en el camino que unía el Rio de la Plata con el
Alto Perú.
Un año después una nueva confederación de caciques liderada por el kuraca Viltipoco,
amenazaba con destruir ciudad. Argañaraz, con un grupo de soldados, entró en Purmamarca
durante la noche. cercaron el pueblo . y tomaron de prisionero a Viltipoco, con lɔ que se
desbarató la coalición indígena y se pacificó la ruta al Alto Perú.
Conquistadores y conquistados
Desde la implantación del dominio español, la población aborigen de Jujuy fue repartida entre
los españoles que participaron en la conquista. Las leyes españolas establecieron que los
nativos debían vivir separados de los españoles, formando lo que se llamó "pueblos de indios".
Antes de la fundación de la ciudad de Jujuy, ya se había repartido a los indígenas locales en
encomiendas, a cargo de, encomenderos españoles. Como resultado de la acción de los
encomenderos, surgieron diferentes pueblos de indios, compuestos por los principales grupos
de la Quebrada y la Puna. Algunos pueblos aborígenes se quedaron en sus propios territorios,
pero otros fueron trasladados por la fuerza y obligados a permanecer dentro de las
propiedades de sus encomenderos. En general, los encomenderos españoles ponían a estas
comunidades bajo la advocación de un santo católico cuyo nombre, junto con el de origen,
pasaba a componer su denominación: San Idelfonso de Yala, San Francisco de Tilcara, San
Antonio de Humahuaca, Espíritu Santo de Cochinoca, etcétera.
Tanto en Jujuy como en la mayor parte de la América española, las reformas borbónicas
provocaron un profundo cambio de la sociedad colonial. La necesidad de crear puestos en el
gobierno y fortalecer el ejército, hizo que llegaran numerosos inmigrantes es- pañoles.
Muchos de esos recién llegados protagonizaron luego las campañas contra los aborígenes del
Chaco jujeño. La Corona los premió otorgándoles grandes extensiones de tierra, gracias a lo
que se transformaron en hacendados. Pero como Jujuy era el lugar de tránsito obligado entre
Buenos Aires y el Alto Perú (actual Bolivia), la gran mayoria de ellos se dedicó al comercio de
productos para abastecer Años después, muchos de estos inmigrantes participarian en las
guerras de independencia. a las minas del Potosí.
Poblacion y Mestizaje
La población de las colonias americanas se fue formando partir de tres grupos originales
distintos: aborígenes, españoles y negros africanos. Durante la colonización, estos grupos
étnicos paulatinamente fueron mezclándose entre sí, en un proceso que se denominó
mestizaje. Como resultado de este mestizaje se conformaron tres nuevos grupos: los mestizos
(hijos de español y aborigen), los mulatos (padre español y madre negra), y los zambos (hijos
de negros y aborigenes). En 1779 vivian en Jujuy aproximadamente 15.000 personas,
Población y mestizaje de las cuales sólo unas 2.000 residían en la ciudad de San Salvador. Los
aborigenes, que todavía eran mayoría, predominaban en la Puna y la Quebrada. El segundo
grupo mayoritario era el de los mestizos, número en la ciudad y en el sur la Quebrada. Luego
venían los mulatos y negros, y por último los blancos o españoles, que habitaban en la ciudad
de Jujuy.
La ciudad colonial
La mayoría de los españoles vivian en las ciudades. Era el lugar donde los comerciantes,
hacendados y sacerdotes se ponian en contacto con los artesanos, criados o esclavos, personas
que trabajaban para el bienestar y el confort de los españoles y el mantenimiento de los
espacios públicos. El gobierno y la administración de la ciudad estaba a cargo del Cabildo. Sus
funciones eran muy variadas: la justicia, el cuidado de la salud y la seguridad de sus habitantes,
la construcción de edificios públicos y el abastecimiento de la ciudad. Para poder ocupar un
cargo en el Cabildo era necesario ser vecino, y para ello había que ser español y dueño de una
propiedad. Si bien la ciudad de Jujuy era muy pequeña, tenía un gran movimiento de
personas, fundamentalmente viajeros que se detenían para comprar provisiones y antes de
continuar su camino.
La ciudad de Jujuy se encuentra emplazada entre las márgenes de los ríos Grande y Chico y
seguía la disposición de cuadrícula, tal como se recomienda las leyes españolas. mayor
concentración urbana se dio en las cercanías de la plaza, donde se alzaban los edificios
públicos, cuentos como el Cabildo, la Iglesia Mayor y los conventos de San Francisco y La
Merced. En esta zona había también casonas de tipo colonial donde vivian la mayoría de los
españoles más ricos. Estaban separa- das de las calles de tierra por largos y gruesos muros de
piedra o adobe y tenían amplios portones de madera aptos para la entrada de carruajes y
caballos. Las casuchas o cuartos, que eran ranchos de adobe y techo de torta, se encontraban
en su mayoría en las barrancas de los ríos. El resto de la ciudad estaba conformado por los
solitarios y las quintas. La sociedad colonial En la sociedad colonial se mezclaban españoles,
aborígenes, negros, mulatos y mestizos; cada uno con su trabajo contribuía a la ciudad. Los
españoles constituían el grupo más podero- so y rico. Eran propietarios de la tierra, grandes
comerciantes, sacerdotes, militares y encomenderos. Y además ejercían el poder político,
pues- to que ellos eran los únicos que podían participar en el gobier- no como miembros del
Cabildo. Debajo de los españoles se ubicaba la mayor parte de la población urbana, formada
por grupos de distinta procedencia étnica y variadas actividades económicas. Había tenderos,
pulperos, carniceros y vendedores ambulantes que se ocupa- ban del comercio minorista,
como así también artesanos: carpinteros, panaderos, talabarteros y herreros, entre otros.
guerras, se recurrió a la compra de esclavos negros para rea- lizar las tareas domésticasu otros
trabajos en la casa de sus Cuando la población aborigen disminuyó a causa de las dueñas.
La organización económica La etapa colonial fue próspera para Jujuy, Ubicada mino que unía
Buenos Aires con Potosí, por la ciudad pasaban las mulas criadas en los campos de Buenos
Aires, Santa Fe Entre Ríos, que se enviaban a las zonas mineras del Alto Perú. También era
constante el paso de tropas de ganado vacuno, criado y engordado en los valles de Jujuy, que
servían de alimento a los habitantes de ciudades áridas y densamente pobladas, como Potosí.
Además, por Jujuy circulaban comerciantes, viajeros y arrie- ros. Así, se desarrollará una serie
de actividades destinadas a este tráfico permanente hacia las minas del Alto Perú, como
cuidadores de ganado, amansadores, troperos, etcétera. También pasaban por Jujuy los
correos, que viajaban a caballo o en mula, de posta en posta. En el ámbito de la economía
local, se desarrolló el sector de chacareros y pequeños agricultores que eran los encargados de
abastecer de verduras, frutas, legumbres y aves de corral a los habitantes de la ciudad de
Jujuy. La convivencia entre distintos grupos La conquista parecía haber implantado una
división entre los escasos europeos dominantes y una mayor parte de los indígenas
dominados. Sin embargo, la vida cotidiana, sobre todo en el ámbito económico, reflejaba una
buena convivencia entre ambos grupos. Tanto los indígenas de comunidad como los
aborígenes fo- rasteros y los españoles pobres, compartían con los españoles ricos el creciente
tráfico de alimentos, herramientas, ganado y otros bienes hacia las comarcas mineras del Un
ejemplo de intercambio pacífico lo representan los cul- tivos y la cría de animales. A los
cultivos de origen americano (maíz, papa, ají o porotos), se les unieron otros como trigo,
cebada, frutales o vides. También los cerdos, vacas, y ga- llinas empezaron a compartir las
granjas con las llamas.
Iglesia católica Como en toda Hispanoamérica, la Iglesia católica desem- peñó en Jujuy un
papel muy importante en la vida cotidiana, tanto pública como privada. Algunos sacerdotes
convocados por el Cabildo atendían los asuntos eclesiásticos, mientras que los curas
doctrineros se dedicaban a las parroquias rurales y la evangelización de los indígenas. A lo
largo de toda la región de la Puna y la Quebrada se construyeron numerosas capillas, como las
de Humahuaca (1594), Rinconada (1650) o la parroquia de Yavi en los territorios del
Marquesado de Tojo. La orden clerical más popular en la ciudad de Jujuy fue la de San
Francisco. La mayoría de los casamientos, bautismos y sepelios se realizaban en su templo, y
era usual que las familias pudientes dejasen donaciones para el convento. Los jesuitas en
Jujuy Los jesuitas fueron los primeros sacerdotes un importante papel en el proceso de
evangelización del territorio. Eran propietarios de algunas tierras, como el actuaron en la
fundación de la ciudad y tuvieron predicaban en la ciudad habitaban en construcciones del
Hospital San Roque o en casas particulares. Los jesuitas estaban a cargo de la reducción de
San Ignacio de los Tobas. Su administración duró poco tiempo, hacienda El Molino en Yala.
Como no tenían convento, cuan- ya que en 1767 fueron expulsados del territorio americano
por la Corona española, y la reducción pasó a manos franciscanas.
Avances sobre las tierras chaqueñas A lo largo del siglo xII aumentaron los ataques de los
aborígenes de la región chaqueña, que asaltaban haciendas ciudades a lo largo de la
Gobernación del Tucumán. Esto a las autoridades españolas, ya en el siglo XVIII, a realizar
expediciones militares (denominadas "entradas") a torios de los tobas, matacos y mocovíes.
Como resultado de ellas, se formalizó la costumbre de capturar grupos de indigenas de una
misma tribu o de parcialidades diferentes. Fuertes, reducciones y haciendas Si bien el objetivo
de llevar a cabo la conquista y colonización "tierra adentro" no se consiguió, sí se logró
consolidar el dominio español en su frontera. Esta frontera era móvil y se formaba con el
establecimiento de haciendas, fuertes y reducciones en el territorio aborigen del Chaco. En la
frontera de Jujuy, se fundaron los fuertes de Ledesma y Río Negro cuyo principal fin era
disuadir a los indígenas y advertir a tiempo a los colonos de la inminencia de una cursión.
Asociados a estos fuertes se fundó en 1756, en las cercanías del río Ledesma, la reducción de
San Ignacio de los Tobas. Más allá de su propósito evangelizador, la reducción intentó
incorporar a los aborígenes a la sociedad dominante. La tarea no era fácil, puesto que a lo
largo de toda la etapa colonial estaría amenazada por la deserción de los propios indígenas y el
peligro de invasiones de otros grupos de abo- rígenes no reducidos. Esta situación llevó a su
desaparición a principios del siglo xIx. Una de las funciones que tuvo la reducción fue la de
proveer mano de obra aborigen a las haciendas circundantes, como la de San Lorenzo,
Ledesma, Rio Negro, San Pedro y San Lucas. Ubicadas en los actuales departamentos de San
Pedro y L edesma, sus tierras fueron centros de ganadería y donde se iniciaron los cultivos de
caña de azúcar en la región.
En Buenos Aires, la revolución se originó en el seno del Cabildo porteño. En mayo de 1810,
ante la abdicación al trono del rey de España hecho prisionero por Napo- león, tomó cuerpo la
idea de soberanía popular, es decir la aspiración del pueblo a elegir sus propios gobernantes.
El Cabildo era la institución más democrática que había instalado la Corona española en
América, ya que sus miembros eran elegidos por los vecinos de la ciu- dad. Todas las semanas,
sus integrantes se reunían para resolver los problemas locales. Estas reuniones periódicas se
llamaban Cabildo cerrado, porque sólo participaban los cabildantes. Cuando sucedía algo de
relevancia para la comunidad, se convocaba a un Cabildo abierto, al que tenía acceso toda la
población de la ciudad. Entre el 22 y el 25 de mayo de 1810, el Cabildo abierto español,
desplazó al virrey Cisneros de su cargo y resolvió la institución de un gobierno propio, la
Primera Junta, formada convocado en Buenos Aires para tratar la ausencia del rey por
autoridades criollas . Con este acto político, el Cabildo por- teño puso fin a la dominación
española en el Río de la Plata. Sin embargo, para que la decisión tuviera validez, debía contar
con el apoyo de los demás cabildos del Virreinato. Por eso se enviaron circulares a las
ciudades del Interior, por las que se las invitaba a reconocer a las nuevas autoridades y enviar
diputados para sumarse a la Primera junta
Antes de 1810, en las ciudades del Noroeste ya circulaban ideas revolucionarias debido a la
relativa cercanía Chuquisaca, en el Alto Perú, donde un año antes se había producido un
levantamiento, ya la comunicación con la uni- versidad de esa ciudad, en la que había
arraigado el principio de soberanía de los pueblos. El gobierno de Salta decidió apoyar
inmediatamente a la Primera Junta. Pero Jujuy, aun compartiendo las ideas, retrasó su
adhesión ante el rumor de que tropas realistas (españolas) procede del Alto Perú se
preparaban para invadir la ciudad.
La elección del diputado jujeño
Como la Primera Junta de Buenos Aires solicitaba el envío de un diputado, los jujeños
empezaron diálogos políticos para unificar opiniones, dentro y fuera de su Cabildo.
Finalmente, el Cabildo abierto reunido el 4 de septiembre de 1810, eligió a Juan Ignacio Gorriti
como su representante ante la Junta de Buenos Aires, a la que se incorporó en diciembre del
mismo año. Con la anexión de los diputados nombrados por los cabildos de las provincias, la
Primera Junta pasó a llamarse Junta Grande. Primeros intentos separatistas de Jujuy En 1810
se plantearon muchos interrogantes sobre el futuro de América. Uno de ellos era el de la
forma de gobierno a adoptar: la Revolución había proclamado la igualdad de los pueblos y los
Cabildos eran sus voceros. Así, Jujuy reclamaba su derecho a ser autónomo respecto de Salta.
Pero no bastaba con la independencia política; también solicitaba su soberanía económica,
para que todos los impuestos que recaudaran fueran manejados por su propio Cabildo. Sin
embargo, esta pro puesta no fue atendida.
En septiembre de 1810 llegó a la ciudad la vanguardia del Ejército. El pueblo de Jujuy debió
contribuir con armas, ropa, dinero, víveres y todo lo que pudiera servir para equiparlo y
sostenerlo. Jujuy se convirtió en un inmenso campo que, durante 15 años, sufrió constantes
invasiones realistas. Los jujeños fueron los primeros que combatieron en suelo patrio a favor
de la Revolución de Mayo y se iniciaron con dos victorias en la Puna de Jujuy: la de Cangrejos,
en septiem- bre de 1810, y la de Yavi, en octubre del mismo año . Después de estos triunfos,
el Ejército patriota siguió zando hacia el norte. Antes de llegar a Tupiza, en el Alto Perú, logró
una gran victoria sobre el ejército en Suipacha (al norte de Yavi). Desde allí continuó su
avanzada hasta Potosí y finalmente fue derrotado en la batalla de Huaqui en 1811.
Belgrano y la bandera
Ante el avance de los realistas desde el Alto Perú hacia Jujuy, el gobierno de Buenos Aires
ordenó a Belgrano emprender la retirada, pero de manera tal que privara al invasor de
cualquier recurso en el terreno abandonado. Para ello debía llevarse a cabo las armas y las
mercaderías, quemar las cosechas y destruir todo lo que pudiera servir al enemigo. El 23 de
agosto de 1812, el pueblo jujeño inició la gran retirada hacia Tucumán, conocida como el
"éxodo jujeño". Desde Tucumán, en 1812, jujeños, salteños y tucumanos, vencieron a los
realistas en la batalla de la Ciudadela. En 1813, Belgrano logró liberar a la ciudad de Salta de la
ocupación realista. Estos triunfos tuvieron un impacto político muy grande, tanto en Buenos
Aires como en el norte, que sirvió de motivación para continuar con el proceso revolucionario.
A lo largo de las guerras por la independencia, Jujuy fue ocupada en muchas oportunidades
por los ejércitos realistas; en cada una de esas ocasiones se produjeron nuevos éxodos del
pueblo jujeño, que debió abandonar sus hogares y sus pertenencias.
La guerra gaucha
Cuando San Martín se dirigió a Mendoza para organizar el cruce de los Andes, delegó el
mando del Ejército del Norte en el general José Rondeau, quien inició una nueva expedición al
Alto Perú (1815). Esta finalizó con la derrota de Zipe-Zipe. Después de fracasar tres veces en
el intento de conquistar el Alto Perú, se adoptó en el norte la estrategia de la guerra defensiva,
utilizando los recursos del lugar y dotando a las autoridades locales de amplios poderes. Así,
adquirió im- portancia la figura de Güemes, que en 1815 fue nombrado gobernador de Salta.
Desde entonces, los gauchos prestaron un apoyo fundamental a la causa patriota en el norte e
iniciaron una "guerra de guerrillas" que, dirigida por el coronel jujeño Manuel Arias, tuvo como
escenario la Quebrada de Humahuaca y los valles subtropicales.
Los gauchos
La característica del hombre del norte argentino, de conocer todas las sendas de valles y
quebradas inaccesibles, y la falta de recursos para armar y equipar las tropas necesarias para
impulsar el triunfo de la revolución, permitieron la apari- ción de una fuerza irregutar : las
milicias de los gauchos. Estos tuvieron un papel preponderante en las campañas de
independencia. Los gauchos estaban unidos por un sólido sentimiento de amor a su suelo y a
la libertad. Acostumbrados a la vida del campo, eran conocedores de su territorio palmo a
palmo. Sumadas a las armas de que fueron provistos, esas cualidades les aseguraron una
marcada superioridad sobre los soldados realistas, que debían permanecer encerrados en las
ciudades campamentos para evitar ser destruidos por la acción sorpresiva de las milicias
gauchas.
La guerra de recursos
La guerra gaucha utilizó medios poco convencionales de combate: abandonar el caserío para
que el invasor lo encontrara desmantelado, retirar los ganados, envenenar las aguas, incendiar
las cose- chas, cortar las comunicaciones, asaltar a las tropas enemigas con armas
improvisadas, espiar, etcétera. Bien montados, los gauchos hicieron caballos su principal arma
de guerra. Con pobrí- simos aperos, o simplemente a pelo, causaban pánico y muerte en las
filas adversarias.
Mujeres de la guerra
La guerra gaucha presentó la curiosa característi- ca de que, entre sus filas, también
combatieron jeres, entre otras, la teniente coronel Juana Azurduy (esposa del caudillo Manuel
Asensio Padilla) y An- drea Zenarruza (perteneciente a una tradicional familia jujeña). Además
de ellas, muchas otras mujeres combatieron como milicianas y contri- buyeron a la causa de la
independencia con el mismo valor y habilidades que los varones.
Economía de guerra
Apenas iniciadas las guerras de la independencia, Jujuy empezó a sufrir sus consecuencias
económicas. El hecho de tener los ejércitos asentados en la provincia comprometió los bienes
de los jujeños, En efecto, la misión militar se llevó adelante aun a costa de la ruina de las
fortunas locales. Los vecinos hacían donaciones, llamadas "empréstitos", para solventar la
causa de la independencia.
Los conflictos bélicos en estos territorios actuaron como un factor de expulsión de población.
Sin embargo, ocurrió todo lo contrario con los artesanos. Algunos se trasladaron junto a las
tropas del ejército, para trabajar en la confección y reparación de lanzas, sables, herraduras y
piezas de fusil. Los artesanos de Jujuy, en especial los herreros, armeros fundidores, fueron
muy solicitados en tiempos de guerra. Por otra parte, un nutrido contingente de sastres y
costureras se encargaban de fabricar uniformes para las milicias. Los sastres se ocupaban de la
confección de ropa para los oficiales, y las costureras, para los soldados.
Luego de la derrota de la Tercera Campaña al Alto Perú, la defensa de la frontera norte quedó
en manos de los jujeños y los salteños. Estos, en 1817, tuvieron que hacer frente a la tercera
invasión realista, que fue una de las más importantes. El propósito de esta nueva expedición,
organizada desde España a las órdenes del general José de la Serna, era avasallar a las
Provincias Unidas del Río de La Plata, con un ejército de casi 6.000 hombres. Estos marcharían
desde el Perú y se unirían a otro ejército que venía de Chile para avanzar sobre Buenos Aires.
Pero en Mendoza ya estaba San Martín ajustando los detalles de su plan continental. En Salta
v luiuy, las milicias gauchas frenaron el avance del ejército realista durante unos meses. Esta
fue una de las hazañas más notables de las guerras de la independencia, que honra al pueblo
jujeño.
Ante el avance del ejército español, los pobladores de Jujuy nuevamente abandonaron el
terruño, en un éxodo que duró cuatro meses. El regreso les mostró el aspecto ruinoso en el
que había quedado la ciudad, casi una ciudad fantasma, con sus edificios destruidos y
trincheras cavadas en las calles. Las tropas ene. migas usado las iglesias como cuarteles y los
oficiales se han alojado en casas de familia. En la campaña la situación no era mejor: los
campos talados. los cultivos abandonados y los pocos animales que quedaban vagando por
cerros y quebradas. Si bien en agosto de 1813, Jujuy había sufrido las consecuencias dolorosas
del éxodo, en 1817, el aspecto que presentaba era incluso peor y más desconsolador para sus
habitantes. la ciudad después de esta ocupación realista
En 1817, después de la retirada del ejército del general de la Serna derrotado en Salta, la
guerra gaucha continúa en la Quebrada. Allí se puso freno al avance de las tropas realistas y la
región se convirtió en centro de la resistencia. Aunque hubo luego nuevas invasiones a las
tierras del norte, desde Buenos Aires no volvieron a mandar fuerzas a Jujuy. Tampoco las
demás provincias contribuyen a sostener la causa de la independencia, que fue abandonada a
los esfuerzos de los patriotas de Salta Jujuy. En 1821, mientras la anarquía reinaba en el país y
las luchas entre los partidarios y los enemigos de Güemes consumían al gobierno de Salta, un
ejército realista avanzó nuevamente sobre la ciudad de Jujuy. Abandonados a su suerte, los
jujeños batieron con milicias, hombres, mujeres y niños contra las fuerzas veteranas del
ejército español, a las que pudieron contener en el paraje de León, el 27 de abril de 1821,
fecha que se recuerda como "el Día grande de Jujuy", porque la valentía de un pueblo pudo
evitar una nueva invasión, saqueo y pillaje a la ciudad.
En 1822, la última invasión realista de las guerras de la independencia, estüvo dirigido por el
más tenaz enemigo que tuvo Jujuy, el general Olañeta. Desde octubre hasta diciembre, los
jefes y gauchos jujeños, como Arenas y Álvarez Prado, hostilizaron a los realistas, que eran más
numerosos y estaban mejor armados. Olañeta fue llamado desde el Perú, para ayudar a las
tropas españolas, que se enfrentaban con los ejércitos americanos de Bolívar y San Martin;
abandonó Jujuy y se marchó al Alto Perú. En 1824, en el Perú, con la batalla de Ayacucho, se
puso fin a las guerras de la independencia de América del Sur.
En 1820 se desencadenó una guerra entre las provincias de Santa Fe y Entre Ríos con Buenos
Aires, que tuvo como consecuencia la desaparición del gobierno central. Las provincias se
convirtieron en Estados independientes; firmaron tratados entre ellas, formaron la
Confederación Argentina y entregaron el manejo de las relaciones exteriores a Buenos Aires.
Cada provincia se organizó, dictó su Constitución y formó su Junta de Representantes
(Legislatura). Como parte de la provincia de Salta, Jujuy depende de las decisiones del
gobierno salteño. En 1821 se sancionó la Constitución de Salta y Jujuy, se sistematizaron las
finanzas y se disolvieron los Cabildos, aunque los diputados jujeños lograron preservar el suyo.
También defendieron los derechos de Jujuy a cobrar y administrar sus impuestos y reclamar
los territorios de la Puna y los Valles Orientales, que Salta se había anexado.
Unitarios y federales
Los dirigentes de las provincias disentían acerca de la forma en que debía organizarse el país.
Algunos sostenían que deberían tener un sistema de gobierno unitario, centralizado en Buenos
Aires; otros pensaban que debían organizarse como un país federal, donde se respetara la
autonomía de las provincias. Estas posiciones antagónicas enfrentaron a las provincias en
guerras civiles entre 1821 y 1831. Los dirigentes de Salta y Jujuy eran, en su mayoría, unitarios.
Cuando los federales tienen triunfado en casi las provincias, el gobernador de La Rioja,
Facundo Quiroga, invadió el norte del país con el objetivo de derrotar a los unitarios de estas
provincias. El triunfo de Quiroga en Salta y Jujuy significa un nuevo éxodo de los jujeños.
Muchas familias debieron emigrar hacia Bolivia y Chile.
El primer gobernador de la provincia autónoma de Jujuy fue José María Fascio. Los siguientes
meses el nuevo gobernador los dedicó a la organización administrativa de la provincia y
convocó a una Asamblea Constituyente, que debería dictar la Constitución de Jujuy. En 1835,
los diputados aprobaron el Estatuto Provisorio, conocido como la Primera Constitución de
Jujuy. En él se proclamaba una provincia libre e independiente, integrante de la Confederación
Argentina. En los años siguientes, los diputados fueron dictando las leyes necesarias para
organizar el sistema impositivo de la provincia de Jujuy.
Las guerras civiles en Jujuy
Durante 1837 y 1838, Jujuy se vio envuelta en un conflicto internacional. El mariscal Santa
Cruz había unido a las repúblicas de Bolivia y Perú en una Confederación y había asumido su
gobierno. El gobierno de Chile le declaró la guerra; lo mismo hizo Rosas, en nombre de la
Confederación Argentina. En 1837, un ejército boliviano invadió la Puna y se apoderó de
Cochinoca. Rosas envió armamento desde Buenos Aires, y Heredia se puso al frente de las
fuerzas argentinas. Las milicias jujeñas, salteñas y tucumanas, enfrentaron a los bolivianos en
los altos de Humahuaca y los hicieron retroceder hasta Yavi. En 1838, otra invasión boliviana
se apoderó de la Quebrada, hasta León. Los combates continuaron todo el año. En 1839 se
terminaron las hostilidades debido a la caida de Santa Cruz v el cambio de gobierno en Bolivia.
En 1838, Alemán fue depuesto por otro federal: Mariano jujeño adepto a Rosas. Durante dos
años, la provincia calma; la Junta de Representantes dictó diversas leves tendientes a
organizar la economía y reglamentar los impuestos. En 1839, se modificó el Estatuto
Provisorio, que hoy se conoce como Segunda Constitución de Jujuy. Desde Bolivia, los jujeños
exiliados junto con emigrados de otras provincias, organizaron distintas invasiones a Jujuy para
apoderarse de la provincia y conquistar otros territorios hasta derrotar a todos los
gobernadores federales.
En 1840, las provincias del norte del país, es decir, Jujuy, Catamarca, Tucumán, Salta y La
Rioja, he decidido unirse a la Coalición del Norte. Los gobernadores de estas provincias se
manifestaron contra Rosas, le retiraron el manejo de las relaciones exteriores y exigieron que
el país se organizara con una Constitución Nacional. Este episodio desencadenó nuevamente
la guerra civil. En esos momentos Roque Alvarado había reemplazado a Iturbe en el gobierno
provincial.
La muerte de Lavalle
La Liga del Norte contó con la experiencia del general Juan Galo Lavalle, un militar que había
combatido en las guerras de la independencia. Lavalle era unitario y enemigo de Rosas, y llegó
a Jujuy en octubre de 1841 Lavalle fue asesinado por seguidores de Rosas.
Para evitar que pusieran su cabeza en la plaza de Jujuy, como era costumbre de la época, sus
soldados iniciaron la huida hacia Bolivia, Llevando el cuerpo de La- valle, remontaron el río
Grande, pa- rando en los distintos pueblos de la Quebrada . Los restos del general fueron
velados en Tumbaya y, por segunda vez en Tilcara, en una peregrinación que despertó la
devoción popular.
La reconstrucción económica
Los jujeños han contribuido a la independencia con sus hombres, su ganado y sus bienes.
Luego debieron pagar nue- vos empréstitos, en dinero y en ganado, a Facundo Quiroga. Desde
1835, para encauzar a Jujuy, hubo que encaminar los negocios de los jujeños y ordenar las
finanzas del Estado.
Cada provincia, al ser un Estado independiente, tenía su propia Aduana. Los comerciantes
que pasaban por ellas debían pagar derechos de tránsito. Como Jujuy era la última provincia
argentina en la ruta hacia Bolivia, su Aduana se convirtió en una importante fuente de recursos
para el Es- tado jujeño. Bolivia y Perú necesitaban animales para el transporte, como mulas y
burros, pero también ganado para el consumo alimenticio. Desde 1825, las producciones
regionales volvieron a recorrer las rutas de la Quebrada y la Puna, como lo he hecho por más
de dos siglos.
La Feria de la Tablada
Al norte de la ciudad de San Salvador estaba la Tablada de Jujuy. Allí había corrales para las
reses que abastecían a la población y también se concentraba de las provincias del sur, en
camino a Bolivia y Perú. En Pascua se reunía una gran feria en la Tablada. Los vendedores de
ganado llegaban desde el sur y los compradores. de Bolivia y Perú. La Feria se especializaba
en la venta de mulas y caballos; concurrían domadores, amansadores y herreros. Se
instalaban carpas donde se ofrecían comidas y diversiones. También asistían vendedores de
ganado proveniente res ambulantes, malabaristas, adivinos y músicos. Los campesinos de la
Puna y de los valles acudían con sus tropas de burros y llamas para trocarlos por diversos
productos. La Feria era muy importante en la vida de los campesinos jujeños, que allí podrían
abastecerse de aquellos artículos que no conseguían en la región donde vivían.
En 1851, el gobernador de Jujuy era, nuevamente, Mariano Iturbe. Ese año había invadido
Jujuy con el auxilio del gobernador de Salta y mandado a fusilar a Mariano Santibáñez
presidente de la Sala de Representantes. Cuando llego noticia de Caseros, el pueblo de Jujuy
se convocó espontáneamente. En ese acto se apresó a Iturbe y se eligió a José Benito Bárcena
como gobernador. Durante su gobierno comenzaron a regresar a Jujuy todas las familias que
han emigrado desde la invasión de Facundo Quiroga (1831) y la derrota de la Coalición del
Norte (1841).
Jujuy envió dos diputados al Congreso de Santa Fe de 1853: José de la Quintana y Manuel
Padilla. La Legislatura Provincial aprobó la Constitución Nacional y, de acuerdo ella, Jujuy
debió darse cuenta de su propia Constitución. La Constitución de 1855 se redactó durante el
gobierno de Plácido Sánchez de Bustamante,
En 1862 se firmó una alianza política entre dirigentes porteños y del Interior para afianzar la
organización nacional. Se busca mantener el orden político utilizando, cuando fuera necesario,
la fuerza militar. En las provincias se instalaron instituciones nacionales (el Banco Nación, la
Escuela Normal, el Colegio Nacional y el Correo) que afirmaban la presencia y autoridad del
gobierno nacional. En Jujuy, el Estado provincial también se afianzaba y extendía su poder,
desde su sede en la ciudad de San Salvador, hasta las áreas rurales más alejadas de la Puna y
los valles subtropicales. Se crearon Municipalidades en cada uno de los departa- mentos de la
provincia. Se terminó la construcción del Hospital San Roque y aparecieron los primeros
diarios de Jujuy: El Orden, La Confraternidad y Época. El Ejército Nacional intervino en Jujuy
por primera vez, en ocasión de la ocupación de la ciudad de San Salvador por el caudillo Felipe
Varela, en octubre de 1867. En la década de 1870 la provincia se vio convulsionada por
cambios de gobierno e intervenciones nacionales.
Desde conquista española, los aborígenes puneños despojados de sus derechos sobre las
tierras que ocupaban, que pasaron a pertenecer a un puñado de grandes propietarios. Las
familias puneñas pastaban sus rebaños de ovejas, cabras, llamas y burros, en los ciénegos o
lugares de pastos, más de 4.000 metros sobre el nivel del mar. Su economía doméstica se
complementaba con una agricultura de subsistencia, siempre amenazada por heladas y
vientos. Para usar las tierras debían pagar arriendo a sus propietarios.
La recuperación de los derechos sobre las tierras de sus antepasados fue una demanda
constante de los habitantes de la Puna. En 1872, habían conseguido las tierras Casabindo y
Cochinoca pasaran a la provincia.
Quera
En 1874, los puneños sublevados atacaron Yavi, Santa Catalina, Rinconada y Cochinoca. Luego
se les unieron vecinos de los pueblos, como el comerciante Laureano Saravia. Más de 1.000
aborígenes derrotaron, en Abra de la Cruz, al ejército del gobernador Álvarez Prado. Fue
necesaria la colaboración del Ejército Nacional para abatir a los puneños, en las serranías de
Quera el 4 de enero de 1875. A pesar de la dura represión del gobierno, la protesta cam-
pesina por las tierras no cesó y, desde 1876 , los puneños se negaron nuevamente al pago de
los arriendos como estrategia para recuperarlas.
Azúcar e industrialización
En las últimas décadas del siglo xIx, las haciendas azucareras ubicadas en los cálidos Valles
Orientales inician el proceso de crecimiento y transformación tecnológica que las convertiría
luego en grandes ingenios. Esto ocurrió, por ejemplo, con la rústica fábrica de azúcar Ledesma
que, desde 1830, se levantaba en la localidad del mismo nombre y que, medio siglo más tarde,
fue modernizada con la instalación de un trapiche mecánico y motores de vapor. Además del
ingenio Ledesma, en el departamento de San Pedro estaban los ingenios La Esperanza y La
Mendieta. En 1876 sus dueños aprovecharon la apertura de la línea ferroviaria que unía
Córdoba con Tucumán, facilitando el traslado de las máquinas industriales de origen inglés y
francés. Así, al ritmo de la progresiva extensión de las vías del ferrocarril hacia el norte, se fue
fortaleciendo la integración de la provincia de Jujuy la economía nacional.
Llega el ferrocarril
El primer tren llegó a Jujuy en 1891. En 1901 el senador jujeño Domingo Pérez logró que el
ferrocarril hacia Bolivia pasara por la Quebrada de Humahuaca y no por la del Toro (Salta).
En 1908 llegaba el primer tren a La Quiaca. Dos años más tarde comenzó la construcción de
un ferroviario ramal hacia el este, para conectar las zonas azucareras con el ferrocarril Central
Norte, a través de la Estación Perico. Así quedó inaugurada la llamada "era de los ramales".
Desde entonces, la región de los valles subtropicales se conoce como "El Ramal". Como en
otras partes del país, también en Jujuy el ferrocarril hizo subir el valor de las tierras que
atravesaba y, al agilizar el traslado de pasajeros, mercaderías y materias primas hacia otras
provincias, se convirtió en un factor fundamental para el desarrollo eco- nómico jujeño.
En 1880 asumió como presidente de la nación Julio Argentino Roca. La etapa política que se
inició entonces es conocida como el "régimen conservador", porque quienes gobernaban que-
rían conservar el poder dentro de un estrecho círculo de personas. Para lograrlo, recurrieron
al fraude electoral, despojando a la población del derecho a elegir libre Jujuy las elecciones
eran manipuladas a favor de los aliados de Roca, encabezados por el senador Domingo Pérez.
Aunque todo ciudadano residente en la provincia podía votar, eran pocos los que decidían
participar en los comicios. Ir a votar era un acto voluntario, no era un deber pero sí un
derecho.
Los jujeños votan con libertad
Con el objetivo de restablecer la libertad y las garantías electorales, en 1891, un nuevo partido
político comenzó a formarse a lo largo del país: la Unión Cívica Radical (UCR). Uno de sus
organizadores fue Leandro N. Alem, quien visitó Jujuy ese mismo año para establecer alli un
comité de ese partido. Desde principios del siglo XX, conducidos por su líder Hipólito Yrigoyen,
los radicales decidieron luchar contra el fraude a través de la abstención electoral, que
consistía en no presentar candidatos, como señal de protesta por el incumplimiento de los
derechos y libertades garantizados por la Constitución. Recién cuando Yrigoyen obtuvo la
promesa del presidente Roque Sáenz Peña de reformar las normas electorales, el partido se
dispuso a participar en los comicios. En 1912, la llamada Ley Sáenz Peña estableció que en
todo el país el voto era universal, obligatorio y secreto. A partir de entonces todos los jujeños
varones mayores de edad, tuvieron, al igual que el resto de los argentinos, el deber de votar.
En 1916, Hipólito Yrigoyen asumió su primera presidencia. La reforma electoral de 1912 había
abierto las puertas para la llegada de los radicales al gobierno. Ya en 1917, la mayoría de los
diputados en la Legislatura provincial pertenecían a la UCR. En 1918, el candidato de este
partido, Horacio Carrillo, ganó las elecciones a gobernador, inaugurando así una larga etapa de
gobiernos radicales, que duró hasta finales de la década de 1920. Con los radicales en el poder,
los cambios no se limitaron al terreno político. En el plano social, los gobiernos jujeños
seguidores de Yrigoyen, como los de Mateo Córdova y Miguel Tanco, dirigieron su acción hacia
los sectores más desprotegidos de la población de la provincia como, por ejemplo, los
arrendatarios de la Quebrada y la Puna , que sufrían muchas penurias por no ser dueños de las
tierras que trabajaban.
l Desde 1929 una grave crisis que afectaba la economía mundial llegó a la Argentina, presidida
nuevamente por Yrigoyen. El 6 de septiembre de 1930 un grupo de militares tomó el poder,
después de derrocar al presidente de la Nación y la mayoría de los gobernadores de las
provincias, que- brando con ello el orden institucional del país. El radical Miguel Tanco, por
entonces gobernador de Jujuy, fue obligado dejar el mando en manos de un interventor
enviado por el gobierno nacional de facto. El golpe de Estado de 1930 facilitó el retorno de los
conservadores al poder y, por eso, la etapa política que siguió se conoce como la "restauración
conservadora". En Jujuy, los conservadores fundaron el Partido Popular y se valieron del
fraude electoral para permanecer en el gobierno.
El desempleo y la carestía económica que caracterizó a la crisis de 1930 encontró en Jujuy una
población con serias di- ficultades en materia de vivienda, salud y educación. Casi la mitad de
las personas que entonces vivían en la ciudad de San Salvador, habitaban en viviendas de una
sola pieza, ya fuera en conventillos ubicados en la zona céntrica en las denominadas en la
época "casas habitaciones", muy comunes en los barrios de los suburbios. En cuanto a la
salud, no había en la provincia eran suficientes hospitales ni médicos y, especial- mente en la
Puna, muchos los niños que morían antes de cumplir dos años. Las carencias en materia de
educación dieron como resultado un alto número de analfabetos. Aunque el Estado nacional
fomentó por esos años la instrucción pública, en 1938 Jujuy era la provincia con menor
cantidad de maestros.
El Estado asistencialista
Los conservadores que gobernaron el país década de 030 se preocuparon por diseñar políticas
de asistencia social limitar el impacto de la crisis sobre la población más para necesitada. La
asistencia a los pobres consiste generalmente en el reparto de cereales y otros alimentos
básicos. En Jujuy, además, el gobierno solía distribuir ropa de abrigo entre la gente pobre de la
provincia. El Consejo de Educación de la Nación sostenía comedores escolares en el interior, y
entregaba partidas alimentarias, además de ropa y calzado. También se incluyó un servicio
médico en la escuela primaria, con especialistas en medicina infantil y colaboración con un
equipo de enfermeras visitadoras. Se tendió en las provincias limítrofes con Bolivia un
cinturón sanitario para prevenir la expansión de la fiebre amarilla, se construyeron leprosarios
y se implementó un programa de higiene pública, basado en la prevención de enfermeras. La
Nación subvencionó las investigaciones sobre el paludismo que lleva delante al Dr. Carlos
Alvarado, al frente de la Defensa Antipaludica de Jujuy.
Los gobiernos conservadores consideraban sus programas de asistencia social eran una
concesión que ellos hicieron para contribuir al bienestar de la sociedad, especialmente en un
momento de crisis. No aceptaban, sin embargo, que los ciudadanos reclamaran estas políticas
como un derecho legítimo, que debería ser garantizado en todo momento por el Estado. Por
eso, los gobiernos de la época no vieron con buenos ojos la organización de los trabajadores
en defensa de sus derechos. El gobierno conservador de Jujuy impidió la formación de
sindicatos en los ingenios azucareros, donde trabajaban muchos obreros, tanto en la fábrica
como en los cañaverales, durante los meses de zafra.
La hora de los derechos sociales
La acción Estatal
En esta nueva etapa, el Estado jujeño impulsó la minería: en 1945 se había obtenido la primera
colada de hierro en los Altos Hornos de Zapla. También se fomentó la actividad tabacalera y se
amplió notablemente la caminera roja provincial. San Salvador de Jujuy adquirió formas
nuevas, con edificios como el de la Caja de Jubilaciones, y nuevos barrios, como Los Naranjos o
el barrio obrero 4 de Junio (actual Almirante Brown). Entre las obras públicas, se destacó la
construcción de escuelas, tanto en áreas rurales como urbanas, donde funcionaban comedores
y se otorgaban becas a los alumnos de es- casos recursos.
Como en todo el país, también la nueva etapa política se caracterizó en Jujuy por los avances
en la legislación laboral. Para vigilar su cumplimiento, se había creado la Secretaría de Trabajo
y Previsión, con una Delegación en cada provincia. A principios de 1947 dio a conocer la
"Declaración de los Derechos del Trabajador". El Estado argentino reconocía, por ejemplo, que
todas las personas tenian derecho trabajar y recibir un pago justo por su trabajo, que debía
desempeñar en condiciones dignas, para preservar su salud. Se reconoció también el derecho
que tenían de formar sindicatos y organizar huelgas como medio de lucha. En Jujuy, el
gobierno puso especial atención a lo que ocurrió con los trabajadores del azúcar, y exigió a los
ingenios la construcción de viviendas adecuadas en los lotes y la provisión de servicios
médicos. Se controló, además, que los pagos a los obreros fueron hechos en moneda
corriente, y no en va- les, como solían ser, que se respetaran los días de descanso y que no se
hiciera trabajar a ninas menores de 14 años en la zafra . Desde 1945, en cada ingento jujeño
había un sindicato; desde entonces se hicieron frecuentes las huelgas en la zona azucarera.
Los tiempos militares En 1955 un golpe militar derocó a Perón. Comenzó entonces una etapa
de inestabilidad política en el país, profundizada por las divisiones entre peronistas y
antiperonistas. Hasta 1983 se alternaron en el poder 16 presidentes, de los cuales 10
accedieron por la fuerza y no por la voluntad ciudadana. En Jujuy se sucedieron cuatro
gobiernos de facto, hasta Horacio Guzmân, quien no pudo terminar su mandato debido al
golpe militar de 1962. En 1966, un nuevo golpe instaló en la presidencia a Juan Carlos Onganía.
Fue una época de marca- do autoritarismo, en medio de una creciente agitación social. En
1973 hubo un breve retorno a la vida democrática, El peronismo triunfó a nivel nacional y
también en Jujuy, donde asumió el gobierno el ingeniero Carlos Snopek. En los últimos años
había ido en aumento la violencia y la intolerancia entre distintos sectores de la sociedad, pero
extremo llegó en 1976, cuando la última dictadura militar organizó un régimen de represión y
terror, violando los más elementales derechos humanos. que en 1958 el voto poputar eligió
gobernador al radical El desarrollismo jujeño Durante los gobiernos de Horacio Guzmán en la
provincia, de acuerdo con los lineamientos del proyecto "desarrollista" del presidente Frondizi
(1958-1962), se buscó explotar las riquezas del suelo jujeño , dándose un fuerte impulso a los
Altos Hornos de Zapla y la minería en general. Se realizaron grandes obras de infraestructura
en la región puneña, cumo el puente que actualmente une las ciudades de La Quinca y Villazón
(Bolivia). También se crea es- cuelas y hospitales en esa zona frontwriza. El ingenio Ledesma
modernizó sus linsta- laciones y empezó a fabricar papel con el bagazo de la caña. También
por esos años, aprovechando las políticas nacionales de promoción industrial, abrió sus
puertas papelera Celulosa Jujuy.
Vuelve la democracia En 1983 el país retornó a la democracia. Mientras Raúl Alfonsín (UCR),
asumía como presidente, en Jujuy triunfaba el justicialista Carlos Snopek (1983-1987). Su
sucesor, el peronista Ricardo De Aparici, abandonó el cargo a los tres años de asumir, obli-
gado por la presión popular. A partir de entonces, Jujuy se caracterizó por la inestabilidad de
sus go- biernos. En 1989 asumió el gobierno nacional Carlos Menem (justicialista), quien fue
reelecto para el periodo 1995-1999. En diez años, Jujuy tuvo siete gobernadores, todos
justicialistas: Huascar Alderete, Roberto Domínguez, Carlos Ficoseco, Agustín Perassi,
Guillermo Snopek, Carlos Ferraro y Eduardo Fellner. Este último ocupó el gobierno desde
1998, por renuncia de su antecesor, pero fue electo en 1999, en los mismos comicios que
llevaron a Fernando de la Rúa (Alianza) a la presidencia de la Nación. En diciembre de 2001, en
medio de graves disturbios sociales, de la Rúa abandonó su cargo. En menos de un mes, se
sucedieron nombramientos y posteriores renuncias autoridades nacionales. En enero de 2002,
una Asamblea Legislativa nombró como presidente a Eduardo Duhalde (justicialista), quien
debía conducir el proceso de "transició política" hasta la convocatoria de nuevos comicios. La
economía regional A partir de 1983, Jujuy se perjudicó con la caída del precio del hierro y el
estaño, dos de los principales metales que producen la provincia. En la década de 1990, las
políticas de libre comercio aplicadas por el gobierno de Menem agravaron el panorama. La
clausura del ferrocarril, los altos fletes y la competencia de productos extranjeros ocasionaron
el cierre de fábricas, como Celulosa Jujuy. Otras empresas, como Mina Aguilar, el ingenio La
Esperanza o los Altos Hornos de Zapla, cambiaron de dueños, redujeron su actividad y
despidieron trabajadores. Muchos jujeños sin trabajo fijo se dedicaron a la venta de ropa
ingresada desde Bolivia en ferias itinerantes. Pero los cambios en la economia argentina, en
los primeros años del siglo XXI, provocaron el encarecimiento de los productos pro- venientes
de otros países,