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Revelación (Resumen y notas)

Javier Melloni, Vislumbres de lo real. Religiones y revelación, Herder, Barcelona 2007.

“Lo que tratamos de desarrollar en el presente ensayo es que la veracidad, credibilidad o


autenticidad de una religión entendida como cristalización histórico-cultural de una
experiencia revelatoria viene dada por su capacidad de transformar tanto a las personas que la
reciben como a su entorno (…) Estas páginas están escritas desde la convicción y el 1
presupuesto de que hay una infinita Realidad todavía por desvelar (…) Las experiencias
revelatorias son concebidas aquí como anticipaciones de mayor Realidad que han recibido
determinados hombres y mujeres a lo largo de la historia de la especie humana y que las
diferentes religiones han socializado. Cada tradición es una extensión y una consolidación de
ese atisbo que se ha entreabierto por mediación de tales personas y que luego se ha
profundizado y consolidado, aunque con frecuencia también se ha enquistado.” (12)

La noción de revelación

Modelos de revelación

Distingue tres tipos: 1) cósmicas o de la naturaleza (también aborigen, 24) que refieren a
entidades cósmicas; 2) Teístas, conciben a un Dios trascendente de tipo personal y refieren a
su abisal naturaleza divina; 3) interiores u oceánicas, refieren a la insondable conciencia
humana (más que de revelación hablan de iluminación, o despertar). (23)

A. Dulles (Models of Revelations, Coubleday New York 1983) distingue cinco modelos de
revelación: proposicional (presentación de una doctrina), histórico (acontecimientos
fundamentales), experiencia interna, presencia-ausencia, nueva conciencia. (23)

Los tres tipos se pueden vincular en tres ejes: horizontal, vertical, central (tomado de Croato,
Experiencia de lo sagrado, Guadalupe Verbo Divino, Estella 2002, 66).

1) Eje vertical (espacio). Hacia arriba: dirección anatípica; hacia abajo: dirección catatípica.
Relacionado con las revelaciones de la naturaleza o aborígenes (por estar en el origen de las
demás, en los albores de la experiencia religiosa de la humanidad, 30).

Aquí, el hombre forma parte de un cosmos tripartito: supramundo, mundo visible,


inframundo. Metáforas alto-bajo o profundo, polaridad cielo-infierno expresan míticamente
estados internos. El eje vertical es atemporal, se puede encontrar en cualquier punto del eje
horizontal, atravesarlo repentinamente. (24)

Presente también en todas las religiones. Lo trascendente se encuentra arriba (ana) y


desciendo abajo (kata), ver las teofanías bíblicas de las montañas, la encarnación, la revelación
del Corán desciende (nazala). Menos frecuente, lo trascendente está abajo, ver los mitos de
las aguas que cubren las tierras primordiales, mitos órficos donde el héroe se sumerge en la
profundidad, el tesoro enterrado del evangelio, Eckhart sobre el fondo abisal desde donde
emerge el mundo manifestado, la kenosis de Cristo que desciende a los infiernos de lo humano
y de la historia (flp 2, 5-8).
La figura arquetípica es el chamán que al viajar por los tres mundos adquiere un conocimiento
restaurador. Se busca el equilibrio y la armonía entre los mundos. (26)

Le corresponde el lenguaje mítico simbólico y la actuación ritual. (27) “Utiliza el lenguaje


simbólico y arquetípico (…) sus palabras no son abstractas sino narrativas. Mito, en cuanto
relato interpretativo, y realidad son inseparables porque el mundo es tal como el símbolo lo
configura, unificando los fragmentos de sentido que se hallan dispersos.” (35)
2
La figura del chamán (“seres entregados y atravesados por el Absoluto”, 37) de las religiones
aborígenes se refracta en dos, según el modelo hacia donde se proyecte: el profeta en los
teísmos; el místico o sabio en las religiones oceánicas.

2) Eje horizontal (temporalidad). Hacia el origen: dirección arquetípica; hacia el final: dirección
teleotípica. Aparece el sentido de la temporalidad, el valor de la historia individual y colectiva,
el cuidado de la comunidad (judaísmo, cristianismo, islam, y otras). Se remite por un lado al
origen, de la humanidad y la religión, y por el otro hacia el final escatológico donde convergen
todos los acontecimientos humanos. Polaridad entre el acontecimiento fundante (por ej. La
constitución de la Torah, el acontecimiento Cristo, la revelación del Corán, etc.) y su
consumación en el futuro.

En el modelo oceánico (hinduismo, budismo, taoísmo) el eje horizontal se cierra en su


curvatura adquiriendo un carácter circular, se avanza hacia dentro, no siendo tan significativo
el progreso al futuro. (25)

El arquetipo en el eje horizontal es el profeta. Lo auténtico es la incidencia en la vida de la


comunidad, el compromiso con la historia que hay que mejorar. (26)

Le corresponde la palabra y el desarrollo del concepto (doctrinal), sentido comunitario y


compromiso histórico. (27)

3) Eje central. Las religiones oceánicas o de la interioridad se concentran en la convergencia de


los ejes y anulan o trascienden el espacio vertical y el tiempo horizontal. En el budismo y
taoísmo el centro es vacío y posibilita los demás.

El arquetipo aquí es el místico que trasciende los límites del yo en un estado transtemporal de
unión con la totalidad (26).

Le corresponde el silencio y el trabajo de auto-transparentación (27).

NB. En los tres modelos se pueden encontrar mito, concepto y silencio, como ritualización,
compromiso ético, abismamiento místico. (27)

“Como resultante del encuentro del eje vertical con el horizontal, no sólo se produce un punto
de contacto que se pierde en su propia profundidad, sino que se origina una diagonal, donde el
desplazamiento de la historia es impulsado por un movimiento ascendente e interior (…)
Podemos considerar que la diagonal aparece como una resultante de nuestra mentalidad
contemporánea, donde el encuentro de las religiones puede ser vislumbrado como una
convergencia hacia adentro (profundidad mística) y un hacia delante (utopía social), rasgando
el cuadrante superior derecho hacia un punto asintótico entre escatología e historia.” (27-28)
Revelación, mediaciones culturales y lenguaje

“La revelación procede del Silencio, allí donde la palabra y la imagen se desvanecen. Pero, en
cuanto desocultamiento, necesita transponerse en referentes humanos.” (85)

Según Panikkar (La experiencia de Dios, PPC, Madrid 1994, 21-24; La plenitud del hombre,
Siruela, Madrid, 1998, 69-70), no existe la experiencia pura, sino que la experiencia humana (E)
se compone de experiencia inmediata (e), memoria previa del sujeto (m), interpretación 3
cultural del sujeto (i), recepción en el marco histórico cultural en que se produce (r). Luego
añade (De la mística, Herder, Barcelona 2005, 131-161), el lenguaje entre la experiencia
inmediata y la memoria (l) y la acción (a). E: e.l.m.i.r.a (87-88).

El cosmos y el entorno natural determinan las condiciones primarias de vida y subsistencia y


configura los elementos básicos de la cultura y los símbolos religiosos. Cuando se trasladan los
símbolos de una cultura a otra en una traslación de significados, hay que interpretarlos. Los
desplazamientos de sentido configuran códigos complejos “cuyas primeras significaciones
provienen del reino de la necesidad y van ascendiendo hacia regiones de sacralidad y
gratuidad.” Por ejemplo, en una sociedad de cazadores y recolectores, los animales cazados y
cazadores representan la trascendencia de los límites humanos. En las pinturas paleolíticas, la
caza como forma de obtener comida, se transforma en una búsqueda simbólica. (90) Así, el
cordero en la cultura pastoril cuya muerte expiatoria salva al rebaño, el toro es la res fecunda
que permite la supervivencia, las metáforas del mundo agrícola, etc. (91)

Los símbolos que componen las tradiciones religiosas tienen una fuerza de trans-significación,
remiten más allá, evocan más allá de la aprehensión intelectual. (91)

Surgen también, además de los símbolos naturales, las metáforas y analogías más complejas
por equiparación y semejanza de los términos disponibles. Por ello, para captar la fuerza de su
significación hay que conocer esos términos y las relaciones internas que poseen en su lugar
de origen.

Además de los símbolos que proceden del medio natural y cultural, hay símbolos arquetípicos
(Jung, Los arquetipos y lo inconciente colectivo; El hombre y sus símbolos; Joseph Cambell, El
héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito). (92)

La experiencia de revelación, condicionada por las mediaciones culturales, se valen del


imaginario disponible, lo atraviesan, lo modifican, “lo alteran hacia nuevas comprensiones de
la realidad y del Misterio”. De no ser así, las mediaciones la opaca. (93) Las formas culturales
hacen inteligible pero pueden reducir el contenido. Las palabras y los símbolos mejores son
los que se trascienden y liberan significados. (95)

“Hay revelación en la medida en que impulsa un triple descentramiento: apertura al mundo y


sus cosas; apertura a la hondura de lo humano, que comporta un creciente respeto a sus
diversas manifestaciones; y apertura al misterio de lo divino, el cual se va revelando en
inagotable profundidad como sustancia primera y última de todo lo que es.” (94)

(Justificación fenomenológica del diálogo interreligioso)


¿Cómo es posible trascender los propios referentes y captar lo profundo y verosímil de los
referentes ajenos? (96)

[Captamos algo en una vivencia intencional, es decir algo se da en el correlato entre el acto
que se dirige hacia lo captado y el contenido dado de lo captado. Esta región que se abre es
anterior a la pretendida clara distinción entre sujeto y objeto.] “A toda región y categoría de
presuntos objetos corresponde fenomenológicamente (…) una especie fundamental de
conciencia que da originariamente tales sentidos (…) e, inherente a ella, un tipo fundamental 4

de evidencia originaria.” (Ideas, 332).

Toda vivencia tiene un objeto o sentido (percibido como objetivo) cargado [otorgado, dado,
constituido] intencionalmente. “La percepción es inseparable de la intención (noesis) y
vivencia (noema) con que se capta o conoce determinado objeto. La combinación de los tres
factores (objeto, intención y vivencia) es lo que abra una determinada región de la realidad. El
objeto se configura a partir de la perspectiva y la fuerza afectiva con que ha sido captado por la
conciencia. Los objetos exteriores nos llegan con toda la carga emotivo-intencional que se
proyecta sobre ellos.” (97)

Gadamer habla de la fusión de horizontes. (“Comprender es el proceso de fusión de estos


presuntos horizontes para sí mismos”: Verdad y Método, 372. 377). Puede darse una fusión
diacrónica dentro de la misma tradición, en la comprensión de sus significados, etc ayudados
por el método histórico-crítico; y sincrónica, con los textos de otras tradiciones. (99-100) Aquí
se realiza la epojé de los elementos concretos de cada tradición para descubrir como subyacen
en ellos el triple descentramiento en relación con cada ámbito de la realidad. (100) (Ver
Duméry y J.M. Velasco; El hombre y la religión, 185-222). El contacto con la hierofanía se
discierne a partir de estos tres descentramientos. Vivir en fe, esperanza y caridad es el modo
cristiano de referirse a ello. (Ver también, Velasco, El fenómeno místico, 271-287). (100-101,
nota 25)

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