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Concepción de la muerte entre los olmecas

Diego Aimar Gómez Hernández


Facultad de Antropología

Resumen

En el presente artículo se analiza la relación entre distintos elementos iconográficos de la cultura


olmeca con el objetivo de establecer una hipótesis acerca de lo que pudo haber sido su
concepción de la muerte. La construcción del análisis se realiza a partir de 3 componentes
desarrollados dentro del grupo cultural: religión y cosmovisión; iconografía en representaciones
artísticas (esculturas monumentales); y, por último, entierros. Cabe mencionar que el hecho de
que exista un nulo registro etnográfico de la realidad olmeca implica que la revisión se base en su
totalidad en la interpretación subjetiva de los elementos visuales que se hallan en los restos
arqueológicos de esta cultura.

Palabras clave: olmecas, muerte, cosmovisión, iconografía

La cultura olmeca es considerada la primera civilización en el continente americano debido al


desarrollo social tan alto que logró alcanzar a diferencia de otros grupos culturales más
tempranos que solo lograron un desenvolvimiento puramente cultural (Cyphers, 1996). Es decir,
el renombre que esta ha adquirido como ‹‹la cultura madre›› no se trate de una cuestión temporal,
sino de un asunto de trascendencia. Misma que se ve reflejada en la notable influencia sobre los
estilos artísticos y motivos iconográficos de las culturas posteriores.
Uno de los conceptos que no esta muy clarificado si también fue heredado de este grupo
primigenio, es aquella mirada hacia la muerte como un camino de transición; esto se debe a que
no existe un registro etnográfico sobre su forma de entender estos conceptos. A pesar de este
desafío, me parece posible realizar un acercamiento inicial a esta problemática mediante una
reconstrucción elaborada a partir de varias piezas fundamentales en su cultura: religión y
cosmovisión; religión y cosmovisión; iconografía en representaciones artísticas (esculturas
monumentales); y, por último, entierros.
En primera instancia, la mirada a su religión parecer ser una labor difícil debido al escaso
conocimiento que se tiene sobre el panteón de sus deidades. Sin embargo, el trabajo de Diehl
(1988) realiza un resumen de las 6 figuras sobrenaturales a las cuales se cree que rendían culto:
Dragón Olmeca y Monstruo Pájaro-Olmeca (tierra y cielo); deidades II y IV (maíz y lluvia);
deidades V y VIII (primavera y muerte). Aquí surge el primer punto importante dentro de este
análisis y este es se puede resumir en que los olmecas tenían presente la dualidad. No como
elementos dicotómicos, sino complementarios entre sí; me atrevería a decir que codependientes al
mismo tiempo.
El motivo que indica que estos personajes se trataban de deidades radica en que los rituales
de ofrenda hacia figuras sobrenaturales existían como una práctica dentro de la sociedad olmeca.
El ejemplo más claro que resalta esta afirmación se halla en el caso del monumento de San
Martín, Pajapan, en el cual Ortiz (2019) expone que se hallaron numerosas cuentas de piedras
verdes depositadas en vasijas, así como una gran cantidad de fragmentos de cerámica y algunas
piezas casi completas.
Esto conduce al punto de la cosmovisión que existía dentro de su sistema de pensamiento.
El culto a las montañas era uno de sus principales elementos. Seguramente para ellos, aquellas
elevaciones en el paisaje eran equivalente a la significación del árbol de ceiba dentro de la
cosmovisión maya. Aquel simboliza la conexión entre los tres niveles sobre los cuales se divide
la totalidad del universo y también representa el pilar que sostiene a este mismo universo: las
ramas que se extienden en la altura son los cielos y las raíces que se desarrollan debajo de la
tierra hacen referencia a la conexión con el mundo subterráneo también conocido como Xibalbá.
Dentro de la adoración a este elemento del paisaje se halla el culto a las cuevas que aparece
como un signo expresado a menudo en distintas esculturas olmecas. El análisis de Castro (1998)
en la iconografía del altar 4 ubicado en La Venta es donde mejor se expresa esta significación de
lo que puede ser un inframundo olmeca. El dinamismo dentro del personaje emergiendo de la
cueva implica una representación del mundo subterráneo como el medio sobrenatural del cual
nacen los espíritus que se hallan más allá del nivel humano.
Esta no es prueba suficiente de la teoría del nivel subterráneo dentro del imaginario de este
grupo. Para reafirmar este hecho hace falta un elemento crucial el cual consiste en el motivo de la
cruz olmeca:
La cruz en X es el glifo más representado en la iconografía olmeca. Su dibujo
correspondía dos diagonales cruzadas y equivale a la cruz de San Andrés en el vocabulario
occidental. La recurrencia de este motivo es tal que los especialistas acabaron por
calificarlo como “olmeca” (Magni, 2014, p. 11).

Este motivo es la primera representación cuatripartita de la división del universo que luego se
volvería un pilar de todos los sistemas de creencias mesoamericanos posteriores a los olmecas.
Las bandas cruzadas generan un rombo en el centro que representa al pilar que sostiene al
universo. Esto concluye en que no solo se tenía la noción de los cuatro rumbos del universo,
también se encontraba dividido en niveles, lo cual confirma la teoría anterior del mundo
subterráneo en la cosmovisión olmeca.
Hasta ahora tenemos 3 elementos que pueden valer para construir el concepto de la muerte
en el mundo olmeca: dualidad complementaria, ofrendas a deidades y existencia del mundo
sobrenatural a través del mundo subterráneo. Sin embargo, falta una pieza imprescindible para
poder relacionar estos conceptos y esto consiste en la revisión del entierro de la zona
arqueológica de El Zapotal. Esto es importante debido a que en la forma en la que se trataban a
los difuntos se puede obtener valiosa información acerca de las concepciones religiosas del grupo
cultural en cuestión (Deiana, 2014).
El Zapotal pertenece a uno de los múltiples sitios arqueológicos con vestigios olmecas. En
este en específico se encuentra un entierro con la seña particular de que los restos óseos se
encuentran embadurnados de un pigmento color rojo proveniente del mineral del cinabrio.
Aunque no pudiera parecer algo demasiado extravagante, el hecho de que el entierro pertenezca a
los olmecas implica que el tratamiento a sus difuntos era de carácter sagrado.
El color rojo en Mesoamérica representa múltiples elementos como fuego, sangre, riqueza,
poder e inframundo. En este entierro entonces caben tres posibles de interpretación del color rojo
en el difunto. La primera es que representa la sangre que a su vez era relacionada con el acto de
nacer, lo cual implicaría que existe una noción de la muerte como el comienzo de la vida. La
segunda posibilidad es que el rojo en los restos haga referencia al envío del difunto hacia el
inframundo, el lugar donde podrá unirse a los espíritus sobrenaturales del mundo subterráneo. Y,
por último, esta la posibilidad de que sea una representación de ambas hipótesis, es decir, el
renacer en el inframundo.
Esta última me parece la concepción más probable que pudo haber sido para los olmecas.
El acto de trascender al plano sobrenatural implica la continuación de la vida más allá de la
muerte. No se hablaría de un contexto de reencarnación corpórea, sino más bien espiritual; un
nacimiento en el inframundo. Esta idea está asociada con la concepción de los pueblos nahuas del
sur de Veracruz cuya noción del inframundo tiene una estrecha relación con estos conceptos
olmecas. Para ellos, la conexión a este mundo sobrenatural se halla dentro de las cuevas que se
localizan en las montañas. Este plano es descrito como el lugar donde la vida florece con mayor
intensidad; es gobernado por Chane y sus hijos los Chaneques. Se mencionan historias de árboles
gigantes con frutos desconocidos y cientos de animales que confluyen de forma natural con su
entorno y los espíritus que se hallan aquí.
Con estos elementos revisados, es posible llegar a la conclusión de que los olmecas tenían
un concepto de la muerte muy parecido al de los pueblos mesoamericanos posteriores a ellos
donde la vida no terminaba en el entierro, en realidad era el punto de partida hacia la siguiente
etapa. Se puede resumir en la idea de que la muerte es una parte fundamental dentro de la vida.
Puede ser debatible si en verdad el inframundo olmeca pudo haber existido dentro de su
concepción, pero de lo que no hay duda es de que en su manera de entender al universo se hallaba
este plano sobrenatural conectado a un mundo subterráneo.
Referencias:

Cyphers, A. (1996). Reconstructing Olmec Life at San Lorenzo.


http://users.clas.ufl.edu/dcgrove/mexarchreadings/sanlorenzo.pdf

Castro, M. “La significación del inframundo olmeca en el Altar 4 de La venta, Tabasco”, en


Dimensión Antropológica, vol. 14, septiembrediciembre, 1998, pp. 149-164. Disponible en:
http://www.dimensionantropologica.inah.gob.mx/?p=1282

Deiana, C. (2014). Prácticas funerarias olmecas. Recuperado a partir de


https://www.academia.edu/26603290/Pr%C3%A1cticas_funerarias_olmecas

Diehl, R. (1988). La religión Olmeca: Una interpretación preliminar. La Palabra y el Hombre,


octubre-diciembre 1988, no. 68, p. 166-174. Recuperado a partir de
https://cdigital.uv.mx/handle/123456789/2087

Ladrón de Guevara, S., & Fuentes Reyes, I. (2021). El rojo, color de los muertos: pigmentos en
los entierros de El Zapotal, Veracruz. Arqueología, (60), 139–150. Recuperado a partir de
https://revistas.inah.gob.mx/index.php/arqueologia/article/view/17033

Magni, C. (2014). El sistema de pensamiento olmeca, México: originalidad y especificidades. El


código glífico y el lenguaje corporal. Cuicuilco, 21(60), 09-44. Recuperado en 05 de diciembre
de 2022, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-
16592014000200002&lng=es&tlng=es

Ortiz, A. (2019). El volcán San Martín Pajapan: una revisión contextual de sus vestigios
arqueológicos. Estudios Mesoamericanos, (2), 71–84. Recuperado a partir de https://revistas-
filologicas.unam.mx/estudios-mesoamericanos/index.php/em/article/view/135

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