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La apariencia visual final de los edificios de la escuela deconstructivista se caracteriza por una
estimulante impredecibilidad y un caos controlado. Tiene su base en el movimiento literario también
llamado deconstrucción. Es posible que dicho nombre también derive del Constructivismo ruso,
tendencia que existió durante la década de 1920 de donde retoma alguna de su inspiración formal.
Desde dicha exposición muchos de los arquitectos asociados al deconstructivismo se han distanciado
del término. Sin embargo, esta denominación cuajó y su uso actual abarca una tendencia general de
la arquitectura contemporánea.
Esta obra, definitiva tanto para el postmodernismo como para el deconstructivismo ataca la puridad,
claridad y simplicidad del modernismo. Tras su publicación, el funcionalismo y el racionalismo, las
dos ramas principales del modernismo, fueron derrocadas como paradigmas de acuerdo con el
postmodernismo y el deconstructivismo, pero de formas distintas. La lectura postmoderna de
Venturi fue que la ornamentación y la alusión histórica añadía una riqueza a la arquitectura. Algunos
arquitectos postmodernos intentaron reaplicar la ornamentación incluso a edificaciones
económicas, un esfuerzo ilustrado por el concepto de Venturi de “la barraca decorada”. Se rechazó
racionalismo en el diseño, pero se mantuvo intacto el principio del funcionalismo. Esto se acerca a la
tesis de la siguiente obra mayor de Venturi: los signos y ornamentos pueden aplicarse a la
arquitectura pragmática para inculcar las complejidades filosóficas de la semiología.
3. FILOSOFÍA DECONSTRUCTIVISTA
El camino principal de la filosofía deconstructivista a la teoría arquitectónica transcurre a través de la
influencia del filósofo Jacques Dérrida sobre Peter Eisenman. Él se fundamentó en las bases
filosóficas del movimiento literario de la deconstrucción y colaboró directamente con Derrida en
algunos proyectos, como la participación en el concurso del Parque de la Villette, documentada en
Choral Works. Tanto Dérrida y Eisenman, como Libeskind estaban preocupados con la «metafísica de
la presencia», y este es el sujeto principal de la filosofía deconstructivista en la teoría arquitectónica.
El intento del deconstructivismo es liberar a la arquitectura de las reglas modernistas, que sus
seguidores juzgan constrictivas, como la forma sigue a la función, la pureza de la forma y la verdad
de los materiales.
Los artistas Naum Gabo, El Lissitzky, Kasimir Malevich y Alexander Rodchenko influyeron en el uso de
las formas geométricas de la arquitectura deconstructivista de Zaha Hadid y Coop Himmelb(l). Tanto
el deconstructivismo como el constructivismo muestran una preocupación con la tectónica de los
ensamblajes abstractos. Ambos consideraron la simpleza radical de las formas geométricas el motivo
artístico primario, expresado en las artes gráficas, la escultura y la arquitectura. Sin embargo, la
tendencia constructivista hacia el purismo está ausente en el desconstructivismo: la forma a menudo
sufre una deformación cuando la construcción se deconstruye. También destaca por su ausencia la
defensa de las causas socialistas y colectivistas, indispensables en el constructivismo ruso .
Cualquier desviación del orden estructural, cualquier impureza, se entiende como amenaza a los
valores formales representados por la armonía, la unidad y la estabilidad, y por tanto se aísla de ella,
tratándolo como puro ornamento.
Los proyectos de esta exposición representan una sensibilidad diferente, en la que el sueño de la
forma pura ha sido alterado. La forma se ha contaminado. Es esa habilidad para alterar nuestras
ideas sobre la forma lo que hace que estos proyectos sean de constructivos. No es que deriven de la
modalidad filosófica contemporánea llamada deconstrucción.
Un arquitecto del Deconstructivismo no es por tanto aquél que desmonta edificios, sino el que
localiza los dilemas inherentes dentro de ellos. El arquitecto deconstructivo deja de lado las formas
puras de la tradición arquitectónica e identifica los síntomas de una impureza reprimida.