Está en la página 1de 2

El arbusto ardiente

MOISÉS había venido hasta la montaña


de Horeb buscando hierba para sus
ovejas. Aquí vio un arbusto en fuego,
¡pero el arbusto no se quemaba!

‘¡Qué raro!’ pensó Moisés. ‘Voy a ver eso


mejor.’ Cuando se acercó, desde el
arbusto una voz dijo: ‘No te acerques
más. Quítate las sandalias, pues estás en
tierra santa.’ Era Dios hablando por
medio de un ángel, y por eso Moisés se
cubrió la cara.

Dios entonces dijo: ‘He visto a mi pueblo


sufrir en Egipto. Voy a librarlos, y te
envío para que los saques de allí.’ Jehová iba a llevar a su pueblo al lindo país de
Canaán.

Pero Moisés dijo: ‘Yo no soy nadie. ¿Cómo puedo hacer esto? Y si voy me van a
decir: “¿Quién te envió?” ¿Qué digo entonces?’

‘Esto les dirás,’ contestó Dios. ‘“JEHOVÁ el Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios
de Jacob me ha enviado a ustedes.”’ A eso, Jehová añadió: ‘Este es mi nombre
para siempre.’

‘Pero ¿y si ellos no me creen cuando yo les diga que tú me enviaste?’ respondió
Moisés.

‘¿Qué tienes en la mano?’ le preguntó Dios.

Moisés contestó: ‘Un palo.’

‘Échalo en el suelo,’ dijo Dios. Cuando Moisés hizo aquello, el palo que tenía se
convirtió en una culebra. Entonces, Jehová le mostró a Moisés otro milagro.
Dijo: ‘Mete tu mano en tu traje.’ Moisés lo hizo, y cuando sacó la mano, ¡estaba
blanca como la nieve! Parecía que él estaba enfermo, con la lepra. Entonces
Jehová le dio a Moisés poder para hacer un tercer milagro. Finalmente dijo:
‘Estos milagros harán que los israelitas crean que te envié.’

Después, Moisés volvió a su casa y le dijo a Jetro: ‘Por favor, déjame volver a
Egipto para ver cómo están mis parientes.’ Así que Jetro le dijo adiós a Moisés,
que empezó su viaje de regreso a Egipto.

También podría gustarte