Facultad de Filosofía, Letras y Estudios Orientales
Escuela de Letras
El uso de heterónimos en Raimunda Torres y Quiroga: una
ruptura con la idea moderna de «Autor»
Obligación Académica: Teoría Literaria I
Profesora: Luciana Belloni
Alumna: Galarza Paula
Comisión: B
Turno: Noche
Año de cursada: 2022
Introducción En las problemáticas que tuvieron lugar en las últimas décadas del siglo XIX, la del rol social de la mujer fue una de las de mayor repercusión en las revistas literarias. Por un lado, estaban quienes sostenían que el rol principal de la mujer era la maternidad, rechazaban la idea de que la mujer tuviera una formación universitaria y defendían la idea de que los hijos le pertenecían al padre. En el otro extremo se encontraban quienes estaban a favor de la emancipación femenina, incluían la posibilidad de que la mujer pudiera seguir estudiando más allá de la educación básica, que pudiera acceder a un trabajo estando casada y tener el mismo reconocimiento legal que el hombre al contraer matrimonio (Palloti, 2022). Bajo esta última línea se gestaron los primeros textos de Raimunda Torres y Quiroga, autora que surgió a la par de los grandes escritores de la Generación del 80. Sin embargo, a lo largo de su trayectoria, la autora fue adoptando diferentes nombres para firmar publicaciones y textos de ficción que se pueden interpretar como posicionados tanto de un lado como del otro del debate. Siguiendo lo planteado por Roland Barthes en La muerte del autor (1994), y por Michael Foucault en ¿Qué es un autor? (1969), la hipótesis de este trabajo sostiene que en este uso que Torres y Quiroga hace de los heterónimos, es posible encontrar una ruptura con la idea moderna que identifica al autor con la «persona humana» (Barthes, 1994, p.1).
El alejamiento del «Autor»
Roland Barthes, en La muerte del autor (1994), plantea que la imagen de la literatura que es posible encontrar en la cultura común tiene su centro en el autor, su persona, su historia, sus gustos y sus pasiones. Por consiguiente, la crítica literaria consiste en explicar la obra a partir de quien la ha producido y, de esta manera, el autor mantiene con su obra la misma relación de antecedente que un padre mantiene respecto a su hijo (Barthes, 2968, p.3). En consonancia con estas ideas, Michael Foucault en ¿Qué es un autor? (1994), señala que para la crítica moderna: «el autor es lo que permite explicar tanto la presencia de ciertos acontecimientos en una obra como sus transformaciones, sus deformaciones, sus modificaciones diversas (y esto por la biografía del autor, la ubicación de su perspectiva individual, el análisis de su pertenencia social o de su posición de clase, la puesta al día de su proyecto fundamental). El autor es el principio de una cierta unidad de escritura, debiendo reducirse al mínimo todas las diferencias por los principios de la evolución, de la maduración o de la influencia. El autor es también lo que permite superar las contradicciones que pueden desplegarse en una serie de textos» (Foucault, 1969, p.11). Podemos pensar en el uso que hace Raimunda Torres y Quiroga de los heterónimos como un ejemplo de ruptura con esta filiación. Sus escritos, por un lado, defienden el derecho de la mujer a la educación, pero, por otro, con el heterónimo Matile Elena Wuili/Wili, también defiende una postura opuesta: la mujer no necesita emanciparse ni ser sabia para contribuir a la sociedad. Entonces, ante esta aparente contradicción, podríamos preguntarnos, siguiendo a Barthes, «¿quién está hablando así?», y también podríamos inferir la postura ideológica de la autora y pensar en el heterónimo de Wuili/Wili como una estrategia de resistencia a través de la cual la autora se adecúa a los mandatos sociales para poder seguir escribiendo. Sin embargo, «darle a un texto un Autor es imponerle un seguro, proveerlo de un significado último y cerrar la escritura» (Barthes, 1994, p.4). Los heterónimos no hacen más que poner en evidencia que nunca son la misma voz que la del Autor, incluso cuando firma con el mismo nombre de la autora de carne y hueso, existen independientemente de la persona que les da entidad. Y esto es así porque la escritura en sí instaura otra cosa, «la escritura es la destrucción de toda voz, de todo origen (...)el blanco y negro donde acaba por perderse toda identidad, empezando por la propia identidad del cuerpo que escribe» (Barthes, 1994, p.1).
«La función-autor» y el surgimiento del lector
Sin embargo, Michael Foucault, en ¿Qué es un autor? (1994), va más allá de lo planteado por Barthes y sostiene que «no basta con repetir como afirmación vacía que el autor ha desaparecido(...) sino que lo que hay que hacer es localizar las funciones libres que esa desaparición hace aparecer» (Foucault, 1969, p.6). Una de ellas es la función del nombre del autor. Foucault dice que el nombre del autor no es exactamente un nombre propio como los otros dado que «un nombre de autor no es simplemente un elemento en un discurso (que puede ser sujeto o complemento, que puede reemplazarse por un pronombre), sino que ejerce un cierto papel con relación al discurso: asegura una función clasificatoria; tal nombre permite reagrupar un cierto número de textos, delimitarlos, excluir algunos, oponerlos a otros» (Foucault, 1969, p.7). Desde esta lectura, podemos pensar que los heterónimos en Raimunda Torres y Quiroga aseguran esta función clasificatoria: cada heterónimo agrupa cierto número de textos dentro de un universo de sentido, los delimita, excluye algunos y los opone a otros. De esta manera, se escapa de ese lugar que le fue asignado inicialmente, y que la crítica moderna identifica con la persona humana, se libera del lugar que la cierra como autora que tiene que escribir en un sentido, y establece otro tipo de conexiones, distintas a las que se hubieran establecido con su firma única. Siguiendo lo planteado por Barthes, estas conexiones se establecen del lado del lector ya que un texto está formado por escrituras múltiples, sin embargo, existe un lugar en el que se recoge toda esa multiplicidad, y ese lugar no es el autor, como sostenía la crítica moderna, sino el lector. «El lector es el espacio mismo en que se inscriben, sin que se pierda ni una, todas las citas que constituyen una escritura; la unidad del texto no está en su origen, sino en su destino, pero ese destino ya no puede seguir siendo personal: el lector es un hombre sin historia, sin biografía, sin psicología; él es tan solo ese alguien que mantiene reunidas en un mismo campo todas las huellas que constituyen el escrito» (Barthes, 1994, p.6). Referencias Bibliográficas Barthes, R. (1994). «La muerte del autor». En El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y de la escritura. Paidós. Foucault, M. (1999). «¿Qué es un autor?». En Entre filosofía y literatura. Paidós. Palloti, R. (2022). «La multipersonalización autoral: un análisis de la obra de Raimunda Torres y Quiroga». En Antología de escritoras de narrativa breve en la Argentina. Siglos XIX y comienzos del XX. Ediciones Universidad del Salvador.