Está en la página 1de 4

Los manifestantes marcharon por las principales plazas y avenidas del

país. No portaron banderas de los partidos de oposición y tampoco


participaron en las movilizaciones de dirigentes o parlamentarios
opositores, lo que ratifica el alejamiento de los partidos respecto de la
ciudadanía, su debilidad y la baja confianza de esta en las instituciones y
élites políticas. (https://palabrapublica.uchile.cl/2020/07/23/la-doble-
crisis-de-legitimidad/)
La caída de la participación electoral, el debilitamiento y fragmentación
de los partidos y la baja confianza de los ciudadanos en las instituciones
son reflejo de la crisis actual que vivimos. En ese contexto, el
presidente, como institución y persona, tiene bastante responsabilidad.
Piñera es débil porque fue elegido en segunda vuelta por una minoría
del electorado (26,5% del padrón electoral, con una votación del 49,1%
de este); tiene minoría además en las dos ramas del Congreso Nacional
y una baja aprobación en las encuestas. Piñera no es un político que
tenga las habilidades de quienes lo han precedido, a pesar de que hoy
es presidente por segunda oportunidad (2010-2014 y 20182022) y
antes fue senador (1990-1998). Es, más bien, un exitoso hombre de
negocios del sector financiero –uno de los billonarios chilenos según la
revista Forbes–, que actúa en política a partir de su experiencia en el
sector privado y no como un hombre de Estado.
 Según las cifras del 8 de noviembre entregadas por el Instituto
Nacional de Derechos Humanos hay más de 20 muertos, más de 5.500
personas detenidas, 1.915 heridos (182 de ellas con heridas oculares),
casos documentados de violencia sexual e incluso tortura perpetrada
por militares y carabineros contra civiles. ¿Qué pasó con el país que el
propio presidente, el billonario Sebastián Piñera, había bautizado
apenas días atrás como un “oasis”? ¿Cómo es que su discurso se deslizó
de la arrogancia de ser “la excepción” en el continente, la prepotencia
de los “jaguares”, los “ingleses de América Latina”, al “estado de guerra”
anunciado en vivo y en directo por televisión?
(https://palabrapublica.uchile.cl/2019/11/10/chile-estado-de-
emergencia/)
Los espectros del pasado han emergido, en primer lugar, en los
helicópteros y en las fuerzas armadas, propiciando inesperadas
conversaciones sobre lo que supuso vivir cotidianamente la violencia
dictatorial de Pinochet y transformando así esta coyuntura histórica en
un simultáneo estallido de memoria política. Pero esos espectros, los
que hoy encarnan los militares, parecen haber perdido su capacidad de
infundir terror. Y esto se debe a otra emergencia: la de una mirada que
ya no ve, ya no puede ver lo que otros vieron en esos símbolos de
fuerza en el pasado. Miles de ojos, millones de ojos vieron las
tanquetas, observaron los uniformes de camuflaje y las armas de fuego,
y ya no vieron en ellos autorida
Pero regreso a los distintos tiempos que laten en esta emergencia. Y me
refiero a la emergencia como surgimiento y no como desastre, a la
emergencia que como suceso político trajo al presente un segundo
pasado: el pasado de la Constitución de 1980, deslegitimada en su
origen dictatorial y en cada día, en cada año, a partir de ese origen. Esa
Constitución que estudié detenidamente durante mis años en la
Facultad de Derecho, y que supuso que me topara una y otra vez con
las firmas de los militares que lideraron la dictadura, que estudiara las
estrategias de los Chicago Boys, las decenas de artículos donde
aparecía la palabra “subsidiario”, y que examinara con horror el nudo
ciego atado por Jaime Guzmán. Un nudo ciego y también peligroso,
pues ató neoliberalismo, autoritarismo y democracia representativa de
un modo que esta crisis ha vuelto evidente. Porque en la emergencia
chilena de este octubre no solo ha entrado en crisis un régimen
económico fundado en la desigualdad, sino también una
institucionalidad que fue cooptada por los mismos intereses que se
nutren de esa vergonzosa desigualdad. De allí que tantos repitan: no
hay interlocutores. Que reiteren: no hay liderazgos para lidiar con esta
coyuntura. Y es que al igual como ha ocurrido con el poder, los
interlocutores y los liderazgos están también en otro lado.

Molotovs encapuchados bla cap 2


Ante el panorama anteriormente descrito, la respuesta que se ha propuesto desde el Estado -
y sus múltiples administraciones durante este periodo- frente a la emergencia de los

movimientos sociales y el estallido de las problemáticas que les dan origen ha sido,

principalmente, la criminalización y la represión de la protesta social. Represión que

podemos destacar, se desarrolla particularmente en tres ámbitos: el primero dice relación con

el reforzamiento y la militarización de las fuerzas policiales encargadas del orden público, a

través de mayor infraestructura y recursos para el control de las manifestaciones; un segundo

ámbito son los discursos y la estrategia comunicacional que han desplegado las autoridades

de gobierno en los medios de comunicación para criminalizar y deslegitimar las protestas

sociales; y un tercer ámbito es la utilización, sofisticación y creación de leyes represivas que

criminalizan la protesta social y tienden a la vulneración de derechos fundamentales. (pag 21)

entocnes, porqué el estado reacciona de esta manera? Podemos pensar según lo que trae el
autor a colación, Al respecto, Donoso ySalinero han propuesto que esta respuesta represiva
recurrente en varios momentos de nuestra historia reciente ha buscado “restaurar el orden
institucional (…) encausar nuevamente la discusión de los problemas sociopolíticos a la arena
política institucional (…) eliminar a los actores/movimientos sociales de una discusión que ha
sido monopolizada por los actores políticos tradicionales durante los últimos 25 años”m

Es decir, existiría entonces un primer

momento en el cual el Estado recurre a reprimir y controlar el descontento social, manifestado

usualmente en las calles. Posteriormente, cuando estos movimientos ganan popularidad y

apoyo del conjunto de la sociedad, se busca “encausar” las discusiones sobre estas

problemáticas a un espacio controlado, generalmente el Congreso o los Ministerios, en donde

finalmente, la imposibilidad que supone para los actores sociales disputar una posición dentro

de esta institucionalidad, termina por excluirlos de la toma de decisiones.

En este sentido, las autoras proponen dos formas de mirar el actuar del Estado: entenderlo

como una “herencia de la dictadura militar” o bien, comprender estas “estrategias represivas

de solución de conflicto” como parte de una “tradición republicana” del Estado chileno. La

primera postura pone en tensión la utilización que han hecho todos los gobiernos post-

dictatoriales -sin distinción- de ciertas herramientas o “enclaves autoritarios” legados por la

dictadura de Pinochet. Entre estos se considera, la persistencia de una Constitución

sumamente restrictiva de los derechos ciudadanos, la utilización de “leyes especiales”, como

la ley de Seguridad Interior del Estado y la ley Antiterrorista y podríamos agregar

actualmente, la militarización del espacio público a través de los Estados de Excepción

Constitucional.
En tanto la segunda hipótesis de las que hablan las autoras hacen referencia a una forma de
gobernar que ha sido heredada

1- Tratar de identificar y cronologizar las acciones de gobierno en relación a los


levantamientos, sus reclamos y/o secuelas. 2- Revisar los sectores empresariales más
importantes en Chile y sus posiciones ante los reclamos. 3- Sondeo de
opinión/encuesta aprobación de diversos sectores, especialmente instituciones del
Estado, Iglesia, Empresariado. 4- Discutir los conceptos de revolución pasiva,
contrahegemonía, fortaleza/debilidad del proceso hegemónico. Vinculación Balsa-
Williams.
2- Analizar en profundidad la situación de los medios de comunicación:
oficialismovsopsición, alcances nacional/internacional.

También podría gustarte