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La escuela de Jena
Había afirmado anteriormente que el romanticismo suponía continuidad y desarrollo de las
corrientes racionalistas y clásicas de la segunda mitad del siglo XVIII. Prueba de ello
tenemos en que será Jena la universidad donde enseñaba Schiler, y el Berlín ilustrado de
Federico II el Grande, donde pensadores, filósofos y pedagogos como Scheling, Fichle,
Schleimmacher o jóvenes estudiantes como Ludwing Tieck, Wackennoder o Novalis,
comuna armónicamente, sienten las bases existenciales, filosóficas y artísticas de la nueva
civilización europea.
La teoría de Johann Gottlieb Fichle (1762-1814) sobre la libertad creadora del ego como
principio supremo del espíritu fue interpretada por los románticos como base de la libertad
de la fantasía y del ingenio, desembocando en el libre albedrío de formas y normas poéticas.
Este juego arbitrario (la tan traída y llevada ironía romántica) consistirá en el perpetuo
levantar ilusiones y ensueños para destruir realidades y perderse en el infinito. Todas esas
ideas, sueños y proyectos no hubieran tenido realidad tangible sin la inteligencia, el esfuerzo
y el tesón de quienes son considerados los creadores del romanticismo europeo: los
hermanos Wilhem (1767-1845) y Friedrich (1772-1829) Schlegel. Ambos estudiosos
eruditos, conocedores de lenguas y literatura antiguas y modernas, críticos inteligentes y
geniales (sobresaliendo Friedrich) catalizaron el pensamiento y los sentires de sus
contemporáneos y recogieron los primeros testimonios en la revista Athenaeum (1798-
1800), que sirvió de foro para los incipientes Novalis y Tieck. Con sus dotes personales y
huamanas, fueron los grandes actores y organizadores de las letras europeas: amigos y
corresponsales de los románticos franceses e ingleses de la talla de Madame Stael,
Wordsworth, Schelley, etc. Friedrich Schlegel fue el primer profesor de historia y literatura
en la universidad de Viena y Wihlem lo fue a su vez en la de Bonn.
La literatura clásica española no guardaba secretos para ellos, y si admiración. Tradujeron
con maestría insuperable a Lope de Vega y Calderón, sirviendo sus versiones todavía hoy
para las puestas en escena de teatro clásico español en Alemania. Cabe destacar que
España, para los románticos, era sinónimo de exotismo y misterio, característica afín a la
nueva sensibilidad.
Cuando Ludwing Tieck (1773-1853) perdió a su amigo del alma Wackenroder en 1798,
abandonó Berlín para incorporarse al grupo y al espíritu de Jena: el “último rey” del
romanticismo alemán, como se apodó a este talentoso berlinés, que sobrevivió a todos sus
coetáneos y contemporáneos, fue acogido con cordialidad y entusiasmo por los hermanos
Schlegel, quienes le estimularon para que llevase a cabo la traducción (la primera traducción
seria y moderna) del Quijote al alemán.
Los hermanos Schlegel, como científicos, profesores y teorizadores, y Ludwing Tieck, como
periodista, cuentista, novelista traductor, recitador, dramaturgo, poeta y editor, son reflejo del
espíritu romántico universal con que soñaba su amigo, compañero generacional y de grupo,
el maravilloso Novalis.
Los Himnos a la noche
Los Himnos a la noche (Hymnen an die Nacht) aparecieron en la revista Athenaeum en el
año 1800, pero su elaboración comenzó bastante tiempo antes. Los Himnos a la Noche
constituyen una de las obras más hermosas del romanticismo universal. La redacción de los
himnos está vinculada con la muerte de Sophie von Kühn, en 1797. Días después Novalis
pierde a su hermano Erasmo. La sombra de los muertos y sobre todo de la muerte se posa
sobre la cornisa de la cotidianeidad de Novalis. Los estudios más modernos aseguran que
los Himnos fueron escritos entre 1799 y 1800, y luego publicado por primera vez en
Athenaeum, que editaban los hermanos Schlegel, en agosta de 1800, aunque todo apunta a
que hubo una edición anterior en verso libre, en todo caso, es una colección de poemas en
donde a la diurna fe de la Antigüedad se contrapone la concepción de la noche como
misterio creador de la vida y de la muerte, del milagro y de la redención cristiana.
El poema de la noche principia con una pequeña súplica que ensalza el reino de la luz, pero
únicamente par que en violenta discordia el poeta se aleje de ella y se regrese hacia la
misteriosa noche.
En la oposición entre los dos términos, luz y sombra, día y noche, se sostiene y nivela toda
la construcción de los himnos, pero en los términos y en su conformación se ensalza un
manojo enmarañado de significados. Lo múltiple, la variedad del contenido en la unidad de
una intuición es concepto principal en Novalis.
Los dos primeros himnos en una sucesión vertiginosa de imágenes ponen en manifiesto el
sentido oculto en los símbolos del día y la noche, oponiéndolos: la luz es el reino de la
acción y el movimiento incesante, el lugar del trabajo, de la actividad, del infausto trajín; es
el reino de los límites y las diferencias, de la separación y la determinación, de las cosas
distintas: “Buscamos por doquiera el absoluto (das Unbedingte: lo no cosificado) y sólo
encontramos cosas”, dice un fragmento de 1797.
La luz representa a su vez en este primer enfoque, el tiempo restringido de la vida, la vida
como determinación del tiempo; por ello Novalis la simboliza como el mecanismo del reloj; y
sin embargo, en las primeras líneas la luz aparece como “alma íntima de la vida”, como la
esencia que respira el poeta, figurado en la alusión al egregio extranjero en cuyos labios
abunda el canto. La luz se hace esencia destilada que respiran todos los hombres y seres
terrenales convive en esto primeros himnos con una luz imaginada en su aspecto externo,
acción y movimiento autónomo de la materia. ¿Juega Novalis con dos significados del
concepto luz?, la que podemos denominar de la hora, la cotidianeidad, la vigilia,
ahuyentadora del sueño, del amor y de la noche; y a la otra, la luz primigenia y
trascendente, hogar donde coexisten los dioses, la de la deshora, del ensueño; es a ella a la
que canta el poeta durante esos primeros cantos.
Así nace desde la luz, los hijos de la Madre Noche que circunda en su manto a los amantes
y a los afligidos. Uno por uno de sus atributos se oponen a los de la luz; es la eternidad y la
infinitud sin tiempo y sin espacio, la deserción de los límites, la indiferencia, la embriaguez -
opio, vino y amor- la unión amorosa, la inconciencia, todo lo que excluye en fin el trabajo
diario, la reflexión sobria, el reloj; es la gran madre, la dueña del amor creador y por
consiguiente Sophie es convertida en símbolo del amor y de lo eteno femenino. Ella es la
primera síntesis entre la luz y la sombra, entre la vida y la muerte, entre el fuego y el agua;
aquella que guía al poeta por los túneles de la noche que no es otra cosa que la propia vida,
la vida que está por encima de la muerte y lejos de la luz terrestre.
La visión de Sophie se hace, a partir de ahora, la mediadora entre la vida y la muerte, entre
la luz y la noche. Desde el corazón de la Muerte la Madre tiende su mano salvadora al hijo
para dar pie a una nueva cadena que sustituye las cadenas rotas de la luz. Todo se vuelve
entonces otro mundo. El otro mundo: más allá, del otro lado, son términos claves en la
poesía de Novalis en torno a los cuales gira su concepción de la noche. Al final del poema
queda claro todo su sentido. Es una historia mítica del universo que resiste a la cronología y
en la que el poeta afirma una concepción no histórica de la realidad. Al imperio del destino
sigue la Edad de Oro, cuando dioses y hombres eran parientes y coexistían en el mismo
paraíso. “El poeta alude sucesivamente a Tesis, Hebel, Dionisio, Deméter y Afrodita. Los
dioses hacen de la noche su nueva morada y la luz terrestre es despojada de su divinidad;
y, por fin, advenimiento de Cristo quien surge como una transformación de las antiguas
divinidades exiliadas.
Con el cristianismo se realiza la reconciliación en una nueva creación. Muere la muerte, que
no es sino el tránsito a la vida eterna, y la unidad de la luz y la noche que al principio del
poema se prefiguraba en Sophie se realiza totalmente en la faz del Padre que da figura a la
claridad divina, conciliación de la luz y la sombra, como parece indicarlo un poema
ligeramente posterior a los Himnos: “Cuando la luz y la sombra se acoplen de nuevo para
volver a engendrar pura claridad”.
Finalmente, hay que acotar que los dioses no han muerto, tan sólo se han dormido en la
noche y reaparecen siempre, grandiosamente transformados en Cristo y en la Virgen María;
viven inmortales en el corazón del hombre, pues lo que canta Novalis no sucede en la
Historia sino que se da perenne y sincrónicamente en el alma humana como una
acumulación de vivencias que le abren las puertas de la eternidad.
Leer los poemas de “Himnos a la Noche”.
Hermanos Grimm
Los hermanos Grimm recopilaron y adaptaron los cuentos y las leyendas que corrían de
boca en boca por los bosques y pueblos alemanes. Rescataron a “La Cenicienta”, “La Bella
Durmiente”, “Caperucita Roja”, “Blancanieves”, “Hansel y Gretel” y otras historias que, como
ellas, se hicieron célebres en todo el mundo. Los reunieron en un libro al que titularon
“Cuentos infantiles y del hogar” que fue editado en 1812.
Mesolongi, 19 de abril de 1824), conocido como lord Byron, fue un poeta del movimiento
del romanticismo británico, considerado por algunos uno de los mayores poetas en la lengua
inglesa y antecedente de la figura del poeta maldito. Debido a su talento poético, su
personalidad, su atractivo físico y su vida de escándalos, fue una celebridad de su época.
Fue sexto barón de Byron.
Obra poética
Byron fue un escritor prolífico. En 1833 su editor John Murray publicó 17 volúmenes sobre
toda su obra, incluyendo la biografía de Thomas Moore. Su gran obra, Don Juan, un poema
de 17 cantos escrito en ottava rima, fue uno de los más importantes poemas largos
publicados en Inglaterra, desde El paraíso perdido de John Milton. Don Juan incluye
elementos satíricos, polémicos y profundas reflexiones filosóficas e influyó a nivel social,
político, literario e ideológico. Su recepción fue controvertida, ya que fue acusado de
inmoralidad. El poema, al igual que Las peregrinaciones de Childe Harold, se caracteriza por
la carismática personalidad del narrador, que aúna el texto y a menudo recurre a
digresiones. Don Juan sirvió de inspiración para los autores victorianos y quedó inacabado
debido a la prematura muerte de Byron.
Influyó en los autores románticos del siglo XIX, sobre todo por sus héroes o antihéroes
(véase: Héroe de Byron). Sus personajes presentan un idealizado pero defectuoso carácter
cuyos atributos incluían:
Un gran talento.
Gran exhibición de pasión.
Aversión por la sociedad y por las instituciones sociales.
Frustración por un amor imposible debido a los límites impuestos por la
sociedad o la muerte.
Rebeldía.
Exilio.
Oscuro pasado.
Comportamiento autodestructivo.
Las obras Las peregrinaciones de Childe Harold, Lara, Manfredo y Don Juan contienen
ciertos aspectos y referencias autobiográficas.
También escribió poemas breves como Oscuridad, que tiene un tono apocalíptico inspirado
por las consecuencias de una erupción del volcán Tamora; poemas líricos como Ella camina
en belleza; pequeños poemas narrativos como El Prisionero de Chillon; y otros más
extensos de evidente contenido polémico como The Vision of Judgment, un texto en el que
caricaturiza y critica duramente a Robert Southey.
En la España absolutista del rey Fernando VII y en una América hispana que luchaba por su
emancipación, la vida y obra de Byron tuvieron una gran influencia y sirvieron de inspiración
a los poetas del Romanticismo.
Fue un autor admirado por muchos de sus contemporáneos, como Goethe, Alphonse de
Lamartine, Jan Potocki, y por otros de generaciones inmediatas, como Edgar Allan
Poe (quien basó muchas de sus Narraciones extraordinarias en personajes de
Byron), Gustavo Adolfo Bécquer, Mijaíl Lermontov, Alejandro Pushkin, José Mármol, Víctor
Hugo, Alejandro Dumas y Charles Nodier.
Escuela cockney
La escuela cockney (en inglés, Cockney School) fue una escuela literaria que formaría el
núcleo de la segunda generación de poetas románticos británicos «encabezados» por Leigh
Hunt, John Keats, Percy Shelley y lord Byron y, de entre los escritores, William
Hazlitt o Charles Lamb,1 artistas e intelectuales, todos ellos afines al movimiento reformista
—tanto política como estilísticamente hablando, que colaboraban con Hunt y sus
publicaciones, el Examiner, el Indicator y The Liberal.
Aunque fueron asociados casi exclusivamente con Londres y su área metropolitana en lugar
de al medio rural y tradicional, cuyo tratamiento idílico estuvo asociado a la primera
generación de poetas románticos, el uso como insulto del término «cockney» para referirse
a este colectivo se debió más bien a la imagen chulesca y barriobajera asociada a
los castizos londinenses. El propio Byron, cuyas relaciones con sus colegas eran
complicadas, se refiere al grupo como la «escuela suburbana».
El círculo incluía, además de Hunt y los poetas Keats, Byron y Percy Shelley, a la esposa de
este, Mary Shelley, William Hazlitt, Charles Lamb, Benjamin Haydon y Thomas Love
Peacock, entre muchos otros.
Por otra parte, lo que hoy en día más se valora del uso que hicieron estos poetas del
patrimonio clásico griego, fue precisamente lo que en su día sería más controvertido y
denostado.
El nombre surge en la ofensiva lanzada por la influyente publicación Blackwood's Magazine,
en 1817, en una serie de artículos anónimos escritos en un primer momento por un tal «Z»,
y después seguida por otros colaboradores afines a los tories en la misma publicación y en
otras publicaciones conservadores, como Quarterly Review. Preocupadas por lo que
consideraban una democratización de la literatura y, con la premisa de que la poesía era un
asunto de caballeros, no de las clases inferiores, criticaban a esta generación de poetas por
ser de una clase social inferior, la plebe, —que, según alegaban estos medios, no debería
dedicarse a la poesía— que pretendía escalar socialmente, de ser «moralmente
depravados», «libertarios» y «afeminados», entre otras descalificaciones.
Aunque la primera tanda de ataques fueron dirigidas a Hunt, «cuyas opiniones políticas
están viciadas por una mezcla nociva del libertario y jacobino…» (Gazette 4, mayo de 1822),
la segunda fue dirigida principalmente hacia Keats —quien, según la reseña
en Blackwood's de su obra Endimión, «pertenece a la Escuela Cockney de Política y a la
Escuela Cockney de Poesía»— y criticó los aspectos físicos e incluso sexuales del poeta y
de su obra. Con el tiempo, Keats, afectado por las críticas, iría distanciándose del grupo.
Otro motivo de crítica hacia las obras de la escuela cockney, expresado por destacadas
figuras como Wordsworth y Coleridge, fue su afinidad a la mitología griega, interpretándolo
como una preferencia no apropiada para la mitología pagana frente al cristianismo.
La narrativa romántica
Entre las más destacadas del período, se encuentran: “Las cuitas del joven
Werther” y “Fausto” de Goethe, “Los miserables” de Víctor Hugo, “La dama de
las camelias” de Alexandre Dumas, “Cumbres Borrascosas” de Emily Brontë,
“Frankestein” de M. Shelley, “Ivanhoe” de W. Scott -creador de la novela
histórica-, “El martín Fierro” de José Hernández y “María” de Jorge Isaac.
La novela Histórica
Es un subgénero narrativo que se configuró en el romanticismo del siglo XIX y que ha
continuado desarrollándose con bastante éxito en los siglos XX y XXI. Utilizando un
argumento de ficción, como cualquier novela, tiene la característica de que éste se sitúa en
un momento histórico concreto y los acontecimientos históricos reales suelen tener cierta
relevancia en el desarrollo del argumento. La presencia de datos históricos en la narración
puede tener mayor o menor grado de profundidad. También es habitual que este tipo de
novela tengan como protagonista a un personaje histórico real a través del cual se desarrolla
la ficción.
Chateaubriand
Al margen de la literatura oficial vivía otra literatura. La corriente nacida con Rousseau no se
detuvo, y sus brotes, a pesar de ser intermitentes, fueron impetuosos.
Madame de Staël
Más inmediata y decisiva fue la influencia de Madame de Staël (1766-1817) en la
renovación literaria.
Forzada -a consecuencia de la hostilidad de Napoléon- a vivir fuera de Francia, pasó una
larga temporada en Alemania, donde un arte nuevo le fue revelado, por el cual se
entusiasmó. Pero para acoger este nuevo arte, Francia necesitaba experimentar una
renovación literaria.
La vida de sociedad había refinado los talentos y los sentimientos, pero en detrimento de la
individualidad. Los autores escribían según las reglas clásicas, para ser comprendidos
enseguida por un público acostumbrado a ellas. Los escritores "tradicionales" se destacaban
solo en los géneros que representan una mímesis de las costumbres de la sociedad, o como
muestra de estilo y finesse: poesía descriptiva o dialéctica, poesía ligera o burlesca.
Los románticos alemanes, al contrario, producían una poesía personal e íntima, expresión
de sentimientos vivos y profundos, desafiando las convenciones clásicas. Es el sentimiento,
la poesía, el ensueño, el lirismo, el misticismo, lo que genera a una literatura original,
completamente autóctona y personal, muy filosófica, profunda y grave.
Todo esto, Staël lo presentó como la literatura del futuro, lo que separaba la producción
literaria en dos vertientes: por un lado el Clasicismo, que imitaba la antigüedad clásica; y por
el otro, lo que acabaría siendo el Romanticismo, término que ella comenzó a emplear
en francés, que recuperaba la temática cristiana, de la Edad Media y de inspiración
septentrional.
Las ideas de Staël contribuyeron a extender horizontes, hicieron girar las cabezas y las
miradas hacia el otro lado del Rin, como Chateaubriand las había hecho girar al otro lado
del canal de la Mancha. En De la literatura considerada en sus relaciones con las
instituciones sociales establece una comparación entre las tradiciones literarias sajonas y
latinas, apuntando hacia los países sajones como fuente de la renovación literaria: "La
literatura debe volverse europea", proclamaba Staël, y si los escritores franceses habían
frecuentado a italianos, españoles e ingleses, el comercio con los alemanes era
relativamente nuevo, y había que advertirlos de lo que podían ofrecer. Esta es sobre todo la
advertencia que Mme. de Staël da con insistencia en su obra De l'Allemagne (1810), que
tuvo una fuerte repercusión y asentó las bases del Romanticismo y de la literatura posterior
el actor no es nada sin un papel, y yo jamás tuve un verdadero papel. Jamás tuve una pieza como la que
me habría hecho falta. La tragedia es bella, es noble, es grande. Habría querido algo de igual grandeza,
pero con más realidad, un personaje que tuviera la variedad y el movimiento de la vida, que no fuera
totalmente teatral, que fuera trágico y también familiar.
La novela
La novela romántica fue objeto de una importante renovación, lo que llevó a una clara
distinción entre cuatro nuevas formas novelescas:
Ilustración de Quasimodo, por Alfred Barbou para la novela histórica Nuestra Señora de París