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MOVIMIENTOS SOCIALES

CONCEPTO DE MOVIMIENTOS SOCIALES:


Un movimiento social es un actor político colectivo que juega un rol movilizador y fomenta un cambio social, a
través de acciones de contenido simbólico e identitario. Es decir, se trata de agrupaciones de individuos que
comparten ciertos rasgos identitarios como la raza, clase social, orientación sexual; y que desafían
conjuntamente el punto de vista dominante sobre la realidad social.

En el texto de GEOFFREY PLEYERS

Alain Touraine considera a los movimientos sociales como los protagonistas centrales de la transformación de
la sociedad.

El origen del término se le atribuye al sociólogo alemán Lorenz von Stein (1815-1890), en donde los define
como una agrupación de sectores sociales para alcanzar una cierta influencia colectiva sobre el Estado. Sin
embargo, el concepto adquirió su popularidad e importancia en la década de 1970, con la formación de los
llamados “grupos de acción cívica” (Bürgerinitiative, en alemán).

En un sentido estricto, los movimientos sociales han existido desde siempre, solo que, con otros nombres y
otras lógicas políticas, y han sido siempre actores de reclamos, denuncias y ejecutores del cambio en sus
sociedades. Los grandes movimientos sociales de la historia contemporánea surgieron en el seno de la sociedad
industrial, entre los siglos XIX y XX, por ejemplo: el movimiento obrero, el movimiento feminista, el movimiento
hippie, el movimiento LGBT, entre otros.

Cada uno de ellos asumió una causa de índole social, económica, política y/o representativa, en un intento por
propiciar un cambio en las dinámicas del Estado, con mayor o menor éxito inmediato. A la larga, sin embargo,
estos grandes movimientos sociales forjaron la sociedad que hoy en día conocemos y conquistaron numerosas
libertades y cambios culturales a través de la presión colectiva.

ENTONCES, ALGUNAS DE SUS PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS:


 como ya dije son agentes sociales colectivos, compuestos por una cantidad variable de individuos que
comparten un cierto sentido de identidad o una causa común relacionada con el cambio social.

 Tienen un carácter informal, o sea, carecen de estructura fija y representación única, y no deben
confundirse con las fundaciones o partidos políticos de carácter más formal.

 Suelen ser transitorios: surgen para hacer frente a un asunto o para demandar un cambio y, una vez
logrado (o no) el objetivo, suelen desarticularse o transformarse en otra cosa. Son, al mismo tiempo, más
duraderos y unificados que una simple serie de protestas.

 Suelen tener un origen espontáneo, carecen de grandes financiamientos y también de una dirigencia
formal (en su lugar, suelen tener diferentes voceros o portavoces).

 Normalmente existen para hacer frente a un problema social, económica, racial, cultural, ecológica o
política, pudiendo pertenecer a cualquier orientación ideológica, ya sea revolucionaria o reaccionaria.

 Suelen manifestarse a través de actos multitudinarios , acciones de calle y llamados a boicot, usando
generalmente eslóganes y logotipos únicos, pancartas, firmas de peticiones y otras estrategias de demostración
de valor y presencia social.
SEGÚN PLEYERS, ES IMPORTANTE DESTACAR ASIMISMO OTRAS
CARACTERÍSTICAS DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

Los movimientos sociales no se resumen en sus impactos en la política institucional


Resumir los movimientos sociales a sus impactos en la política impide entender la naturaleza misma y una parte
importante de los logros de los movimientos sociales.

Por ejemplo, el impacto del movimiento feminista no se resume en una serie de leyes concretas, va mucho más
allá, puesto que ha transformado la subjetividad y el comportamiento de las mujeres y de los hombres en la
vida cotidiana, en la esfera profesional y en el espacio público. Además, evaluar los resultados exclusivamente a
corto plazo puede resultar engañoso (Tejerina, 2010).

En las plazas ocupadas, en las asambleas de los movimientos estudiantiles y en las múltiples iniciativas en los
barrios se pretendían y busca implementar formas múltiples de participación y acción, un cambio social por
otras vías, creando “espacios de experiencia”, mostrando en las prácticas que existen alternativas y que estas
empiezan por nuestra manera de actuar a nivel individual y colectivo. Los movimientos progresistas de la
primera parte de la década de 2010 nos recuerdan que la democracia no solo radica en las instituciones y en las
elecciones. Se trata de vivir la democracia como una experiencia, en las prácticas cotidianas, y como un
requisito personal (Glasius y Pleyers, 2013). Los activistas implementaron otras formas de relacionarse con los
demás y alternativas concretas a la sociedad dominante.

Para comprender los movimientos sociales contemporáneos es necesario ir más allá de los acontecimientos
más visibles y analizar las transformaciones más profundas que se producen con respecto a la ciudadanía, a la
relación con el Estado y a la significación de la democracia. Debemos superar dos fracturas a menudo presentes
en el análisis de la participación social y política:

 la separación entre la vida privada y el compromiso político.


 la división entre el mundo “virtual” y el mundo de la vida, de las calles y de la política “real”.

Es precisamente en el cruce entre la vida cotidiana y la política, entre los espacios virtuales y las plazas públicas,
donde surgen nuevas subjetividades políticas y nuevas formas de ciudadanía, características de los
movimientos sociales contemporáneos.

Además de complejizar las dimensiones del impacto de los movimientos, también es indispensable en este
debate recordar que para muchos movimientos contra-hegemónicos contemporáneos, lo más importante no se
puede ni medir, ni contar.

Se viven, son experiencias vividas que no se reduce a palabras.

Los movimientos sociales no se resumen en la protesta y la oposición


Los estudios de los movimientos sociales tienden a centrarse en los episodios concretos de protesta, como si
fueran lo único verdaderamente importante en los movimientos sociales.

Sin embargo, las marchas y las protestas solo son la punta del iceberg de los movimientos sociales. Las plazas
ocupadas y la organización de las movilizaciones se volvieron “espacios de experiencia”. Mientras que el
militantismo clásico propone luchar para tomar el poder que tienen como objetivo contrarrestar los órganos
de poder y la influencia de las grandes empresas, estos alter-activistas buscan crear espacios de experiencia y
de experimentación donde reducir las relaciones de poder y de dominación (Holloway, 2002), fuera de la
ideología mercantil y capitalista.
Por ejemplo, la contribución principal de los movimientos progresistas a una transformación de la sociedad no
es cambiar el panorama electoral, sino proponer otro sentido y otras perspectivas sobre lo que significa la
democracia en el siglo XXI y afirmar la dignidad de cada persona

Por lo tanto, es esencial entender a los movimientos sociales también como productores de significados
(Eyerman y Jamison, 1991) y de conocimientos (Santos, 2007 y 2013).

No se debe subestimar la capacidad de acción e impacto


Muchos activistas, y con ellos una parte de los analistas de los movimientos sociales, suelen subestimar la
capacidad de acción y el impacto de los movimientos que viven y/o analizan, cuando subestiman el peso de las
estructuras sociales y de los procesos sociales que contribuyen a reproducir la sociedad, como por ejemplo los
habitus, la apatía y el conformismo de muchos ciudadanos, el peso de las instituciones y de los actores
conservadores, entre otros factores.

Por ejemplo, lo que ocurrió en Chile en los años que siguieron el movimiento estudiantil masivo de 2011 es
llamativo en esta perspectiva. El movimiento estudiantil de 2011 queda como el más importante movimiento
social desde el fin de la dictadura en 1988. Más allá de sus demandas directas, como una educación superior sin
fines de lucro, el movimiento estudiantil impulsó un cuestionamiento profundo del modelo neoliberal y de la
idea de que era un modelo justo donde se recompensa el mérito (Garretón, 2016: 11; Araujo y Martucceli,
2012). Durante el auge de las movilizaciones en 2011, muchos intelectuales públicos anunciaron que el
movimiento había puesto un fin al conservadurismo y al modelo neoliberal que domina Chile desde 1973
(Mayol, 2012a y 2012b). Un par de años más tarde, los libros dedicados al movimiento ya no hablaban del fin del
modelo, sino de “brechas” (Gaudichaud, 2013). En 2016, el sociólogo Manuel Antonio Garretón (2016) afirma
que si bien la matriz socio-política fue cuestionada y afectada por el movimiento, sigue vigente y que unos
años después del auge de las protestas, es otra vez esta matriz que produce el sentido dominante de la realidad
política y social. Finalmente, un año después, las elecciones generales se concluyen con la victoria de Pineda, el
presidente de derecha que estaba en el poder durante las manifestaciones de 2011. Al contrario de su campaña
victoriosa anterior en 2007, en 2017 se alió con organizaciones y actores que apoyaron la dictadura de Pinochet.
Estamos lejos del “fin del modelo neoliberal chileno” que se proclamó en 2011.

Este escenario no debe llevar a la conclusión del fracaso o de la inutilidad del movimiento estudiantil en Chile.
El resultado de un movimiento no se puede medir por el auge de su impacto en las elecciones. El movimiento de
2011 generó transformaciones importantes en la vida y en la subjetividad de muchos ciudadanos, cuestionó la
legitimidad del modelo neoliberal y abrió un ciclo de contestación.

Entonces es posible resaltar que los movimientos progresistas recientes no han transformado las sociedades y
las relaciones con la política institucional ni en la magnitud, ni en la dirección que muchos esperaban en ese
momento.

Por lo tanto, si mantenemos que los movimientos sociales contribuyen a la producción y reproducción de la
sociedad, es indispensable mencionar que no solo producen a la sociedad los movimientos progresistas.
También lo hacen los movimientos conservadores y el “movimiento para un capitalismo global” (Sklair, 1997).
Tienen estrategias para formatear las mentalidades y las subjetividades de la gente y llegar a imponer una
hegemonía ideológica (Gramsci, 2013), como fue el caso del neoliberalismo.
-ALGUNAS DISCUSIONES EN TENSION SOBRE LOS
MOVIMIENTOS SOCIALES EN ARGENTINA, EN LA DECADA DEL
2010:

1. El debate sobre si son o no “novedosos o innovadores” estos movimientos sociales


Desde 2011 y hasta la fecha, no pasa un mes sin que estalle una protesta ciudadana en un país.

Con cada nueva ola de movilización vuelve a surgir el debate sobre la “novedad” de estos movimientos y los
que marcaron el inicio de la década de 2010, no son la excepción.

Muchos de los periodistas y de los activistas que viven su primera experiencia de movilización sostienen que
estos movimientos son novedosos e innovadores, enfatizando su capacidad de crear y experimentar nuevas
formas de organizarse, de vincularse con los demás y de comunicar. Otros activistas, en particular los que
tienen una larga trayectoria, afirman que estas movilizaciones mantienen ciertas similitudes y continuidades
con los movimientos del pasado y ven poca originalidad en el fenómeno.

¿Acaso los movimientos contemporáneos no son más que repeticiones de los movimientos anteriores?

Pocas tácticas utilizadas en las marchas y en las acampadas de los años 2010 eran inéditas. Sin embargo, vivir
esta experiencia democrática, durante varias semanas en una serie de marchas o dentro de un campamento,
permitió a los participantes desarrollar un sentido de la democracia aferrado a las prácticas y desde la
experiencia vivida. Así, cada generación debe reinventar y experimentar la democracia. Las experiencias de
estas acampadas marcan a cada uno de sus participantes mucho más allá de la duración del propio evento,
refuerzan la tendencia a renovar la participación en movilizaciones políticas y pueden transformar
considerablemente y a largo plazo la identidad social y los valores políticos de sus participantes, e incluso
marcar una generación de activistas.

Por lo tanto, es importante considerar también los impactos subjetivos, personales y biográficos de las
ocupaciones de plazas. Aún más que para sus predecesores, tanto la experiencia vivida como la
experimentación ocupan un lugar central para los alter-activistas. Bajo esta perspectiva, se trata de “vivir” y
“experimentar” la democracia, de (re)inventar las modalidades de participación directa, junto con los
mecanismos que permiten tomar decisiones colectivas.

2. ¿Movimientos nacionales o movimientos globales?


Un elemento compartido de las revueltas de la década de 2010 fue el contexto económico internacional
sombrío en muchos países. La crisis económica y el aumento del desempleo afectaron particularmente a los
jóvenes en el mundo árabe y en el sur de Europa.

Estos actores también comparten un contexto mediático y tecnológico de la sociedad de la información.


Internet y los flujos en las redes sociales también contribuyeron a reforzar intercambios, manifestaciones de
solidaridad y una identidad compartida entre movimientos activos de diferentes países.

3. ¿Movimientos facebook?
Unos años después, a partir de las revoluciones árabes y los movimientos democráticos del 2010, con la
centralidad que tuvo los debates y la importancia de las redes sociales en dichos movimientos, surgen cuatro
argumentos invitan a matizar la perspectiva:

1. El uso de internet no provocó el reemplazo de las movilizaciones en los espacios físicos por
acciones y movimientos virtuales. Al contrario, desde 2011 la ocupación de espacios urbanos y
especialmente de plazas son centrales en estos movimientos.
2. A pesar del hecho de que internet es un espacio virtualmente global, su uso contribuyó de una
manera considerable a construir movimientos nacionales y locales más que movilizaciones globales.
3. Las redes sociales e internet no sustituyen a los medios de comunicación tradicionales. Es
cuando se articulan a estos, que los medios alternativos y militantes tienen mayor visibilidad e impacto.
4. Al contrario de la idea de que internet desplegaría una “cultura horizontal de redes y de
participación”, lo que inevitablemente terminaría contaminando y transformando el mundo real
(Castells, 2012), internet y las redes sociales se volvieron también espacios semipúblicos donde
prosperaron el racismo y las corrientes más conservadoras y autoritarias.

Las redes sociales e internet juegan un papel crucial en los movimientos contemporáneos hasta llegar a
transformarlos profundamente. Ofrecen nuevos circuitos para los flujos de información; permiten cuestionar y
matizar el impacto de los medios mainstream; facilitan el contacto directo entre activistas y actores de estas
movilizaciones en su ciudad, su país o en el mundo; posibilitan el reclutamiento de nuevos activistas; y
visibilizan los casos. Pero las redes sociales e internet son mucho más que herramientas: transforman en
profundidad la experiencia activista, que se construye tanto en línea como en las plazas.

4. ¿Activistas individualizados?
La individualización del compromiso constituye otra característica común de estos movimientos democráticos
de la década del 2010 y de numerosos movimientos contemporáneos, tanto progresistas como conservadores.
Los activistas, en particular los jóvenes, desconfían de las organizaciones de la sociedad civil (y aún más de los
partidos políticos) y dan una gran importancia a la subjetividad, la reflexividad y la coherencia entre sus
prácticas y sus valores.

No hay que confundirla con el egoísmo. Los jóvenes activistas de hoy son tan comprometidos como las
generaciones anteriores, pero se organizan de manera más fluida y ponen la autonomía individual, la
intersubjetividad y un “individualismo solitario” al centro de su manera de ser activistas. Esta individualización
articula dos procesos:

 el distanciamiento de las organizaciones


 la centralidad de la relación con uno mismo y la subjetividad.

Esta individualización y la relevancia dada a la subjetividad de cada persona es también central en la importancia
que dan los activistas al encuentro con el otro. Lo consideran como un encuentro de “persona a persona”,
independiente de los estatutos sociales, identidades colectivas o afiliaciones a organizaciones de la sociedad
civil, asumiendo la especificidad de cada uno y con una firme voluntad de aprender de y con el otro.

5. La democracia como reivindicación, práctica y exigencia personal


En vez de luchar para tomar el poder, como lo han hecho los movimientos de la sociedad industrial y en vez de
adoptar prácticas de contrapoder, que tienen como objetivo contrarrestar los órganos de poder y la influencia
de las grandes empresas, estos activistas buscan crear espacios de experiencia libres de relaciones de poder y de
dominación (Holloway, 2002), fuera de la influencia de la ideología mercantil.

Con ello, no solo demostraron y se siguen demostrando la inconformidad con el manejo poco ético de los bienes
públicos por parte de los dirigentes, sino también experimentaron e impulsaron modalidades de una
democracia más participativa, al igual que una gran capacidad de acción y de iniciativa.

Para los alter-activistas, la democracia no se limita a un asunto institucional, sino que la entienden como una
cultura que se despliega en las prácticas concretas, tanto en los movimientos sociales como en la vida cotidiana.

Un tiempo después al inicio de la ola de ocupación de plazas y de las marchas multitudinarias para denunciar los
límites estructurales de la democracia institucional, volvieron a surgir las eternas preguntas de los movimientos
de emancipación: ¿Lograremos cambiar el mundo a partir de las prácticas propias y de la vida cotidiana? O, por
el contrario, ¿es necesario “ocupar el Estado”, como lo sugieren varios intelectuales militantes, y entrar en la
justa electoral para no ceder el lugar a aquellos que son denunciados por los movimientos?

EN CONCLUSIÓN
 Los movimientos que surgieron en todas las regiones del mundo desde el año 2011 obligan a pensar los
movimientos sociales, hoy de una manera distinta, tomando en cuenta las dimensiones subjetivas y
objetivas del compromiso que anima a los actores, así como las dimensiones locales, nacionales y globales
de sus movimientos.
 Estos movimientos no se corresponden con las formas, los componentes y los mecanismos de los
“nuevos movimientos sociales” de los años 1970 y 1980, ni del movimiento obrero. Mezclan
reivindicaciones “materialistas” y “postmaterialistas”, transforman el sentido de los conceptos de
democracia y de dignidad. Son globales, pero de una manera muy distinta a la conceptualización de la
“sociedad civil global” del inicio del siglo, y sin dejar las escalas locales y nacionales.
 Las marchas y sus acciones de protesta son solo una herramienta de estos movimientos, que buscan
implementar otras formas de relacionarse con los demás y alternativas concretas a la sociedad
dominante.
 Los movimientos progresistas de la primera parte de los años 2010 nos recuerdan que la democracia no
solo radica en las instituciones y en las elecciones. Exploran formas de vivir la democracia como una
experiencia, como un requisito personal con prácticas concretas.

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